sábado, 17 de octubre de 2020

EL REINADO DE EZEQUÍAS: 2 REYES 18–20:

 

EL REINADO DE EZEQUÍAS:

2 REYES 18–20:

Pastor: Carlos Ramírez Jiménez:

(Léase también Isaías 36–39 y 2 Crónicas 29–32). Entramos ahora en el estudio de uno de los más emocionantes períodos de la historia de Judá, el reinado del buen rey Ezequías. Samaria (Israel) había caído ante Asiria y ahora el enemigo estaba atacando Judá. Años antes Acaz hizo un pacto con Asiria (16:7–9), pero Ezequías se rebeló contra ese pacto (18:7, 13–16); y esto incitó una invasión del enemigo.

En realidad, los hechos en estos capítulos no aparecen en su orden exacto, porque la enfermedad de Ezequías fue durante el asedio (véase 20:6) y la visita de los líderes babilonios después de su recuperación. Reinó veintinueve años (18:2).

Puesto que se le dio quince años después de su recuperación y la invasión ocurrió en el año catorce de su reinado (18:13), entonces su enfermedad y la invasión sucedieron en el mismo período de su vida. Notaremos: tres enemigos a los que Ezequías tuvo que enfrentar y cómo lo hizo.

I.       Los Invasores Asirios (2 R. 18–19):

 

A.     La Reforma De Ezequías (2 R. 18:1–8; 2 Cron. 29–32).

Este piadoso rey de inmediato se dedicó a librar a la tierra de idolatría y pecado. Abrió de nuevo y reparó el templo, limpió los escombros que se habían acumulado allí y restableció los cultos. Se interesó especialmente en los cantores y los sacrificios.

También llamó a toda la nación (Israel incluido) a la gran Fiesta de la Pascua. Fue un tiempo de avivamiento, pero desafortunadamente no penetró en el corazón del pueblo. Estos cambios fueron sólo superficiales. Sin embargo, Ezequías demostró que amaba al Señor y Dios le bendijo por su servicio.

 

B.     Rebelión (18:9–37).

Por años la nación había pagado tributos a Asiria, pero Ezequías se rebeló y rehusó pagarlos. Esto trajo al ejército asirio a Jerusalén, pero en lugar de acudir a Dios, Ezequías temió al enemigo y se rindió (vv. 13–16) hasta el punto de robar al templo para pagarle a Asiria.

Había en realidad tres «partidos» en Judá en ese tiempo:

·         Uno quería capitular ante Asiria;

·         Otro quería irse a Egipto por ayuda; y

·      Un tercer grupo (dirigido por Isaías) llamó a la nación a que confiara en Dios para su liberación.

El rey de Asiria tomó el dinero y luego se volvió e invadió a Judá de todas maneras. Isaías llamó a este acto «traición» (Is. 33:1–8), porque Asiria no cumplió su promesa.

·      Tres de los oficiales asirios hostigaban a los judíos (v. 17: estos son títulos de oficiales, no nombres personales), y

·      Trataron de socavar la fe y liderazgo de Ezequías.

·      Los versículos 31–32 ilustran el engaño del pecado;

·      Les prometió paz y abundancia hasta que fueron llevados en cautiverio.

Siempre hay un «hasta» en la desobediencia.

 

C.     Petición (2 R. 19:1–19).

Impotente para salvarse a sí mismo, el rey fue al templo a orar. El versículo 2 es la primera mención del profeta Isaías en la Biblia. El profeta envió al rey una respuesta de paz: Dios libraría a Judá y derrotaría a Asiria. Dificultades con otras naciones obligaron a Asiria a retirar sus fuerzas, pero el Rabsaces envió una carta arrogante a Ezequías para asustarlo a fin de que se rindiera. El rey llevó la carta al templo y «la extendió delante del Señor».

Nótese: que el versículo 19 enfatiza la gloria de Dios, que es la base real de la oración.

 

D.     Recompensa (2 R. 19:20–37).

Qué maravillosa combinación: la Palabra de Dios y la oración. Ezequías oró y Dios le envió la respuesta mediante Isaías:

v Él juzgaría a Asiria y los trataría como habían tratado a las naciones.

Dios le dio a Ezequías la promesa de que después de dos años Judá volvería a cosechar (v. 29). (Los asirios habían devastado la tierra).

 

Nótese: que Dios contestó la oración por amor de David y no porque Judá o porque el rey mereciera tal misericordia (v. 34). Dios mató a ciento ochenta y cinco mil soldados en una noche y después Senaquerib fue muerto por sus propios hijos. Dios pudo derrotar al enemigo sin la ayuda de Egipto. Véase Isaías 30–31.

II.     Muerte (2 R. 20:1–11): 

A la muerte se le llama «el postrer enemigo» (1 Cor. 15:26). Debe haber sido una prueba para el rey estar muy enfermo mientras Asiria amenazaba con invadirles. Los problemas muchas veces vienen en parejas, pero Dios es suficiente para resolverlos.

No estamos seguros de por qué Dios le envió esta enfermedad. Quizás fue por la incredulidad de Ezequías y su disposición para pagar el tributo (18:13–16). O tal vez había un pecado secreto (véase Is. 38:17). Sin duda el salmo de alabanza del rey en Isaías 38:9–20 indica que temía la muerte y quería seguir con vida para concluir su obra de reforma. En cualquier caso, oró que se le prolongara la vida y Dios contestó su oración.


Nótese: que Dios usa medios para sanar a los suyos (en este caso una cataplasma), de modo que acudir a un médico buscando ayuda no es evidencia de incredulidad. Dios le dio al rey quince años adicional de vida. Fortaleció la fe del rey incluso más que hacer que la sombra retrocediera diez grados en el reloj solar. (Este reloj de sol fue tal vez una escalera cuyos escalones marcaban las horas. El rey podía verla desde la ventana de su palacio).

Los estudiosos han debatido por años si Ezequías debía haber orado por salud o si su recuperación fue la voluntad perfecta de Dios o su voluntad permisiva. Algunas veces Dios en efecto contesta la oración cuando la respuesta no es lo mejor para nosotros (véase Salm. 106:15). Los que opinan que Ezequías estaba equivocado recalcan que los últimos quince años del rey incluyeron su pecaminosa alianza con los babilonios (20:12–21) y también el nacimiento de Manasés, el cual resultó ser el rey más malo de Judá (cap. 21). Si Ezequías hubiera muerto, Judá se hubiera librado del compromiso con Babilonia y del perverso reinado de Manasés. Sin embargo, Manasés se arrepintió y sirvió al Señor (2 Cron. 33:11–19).

Por otro lado, algunos destacan que Ezequías no tenía heredero al trono cuando Isaías le entregó el mensaje de la caída, de modo que su oración no fue sólo por él, sino por la nación. «Ordena tu casa» en 20:1 literalmente significa: «Selecciona a un hombre que te suceda en el trono». Dios prometió que Judá siempre tendría un descendiente de David en el trono y Ezequías se aferraba a esa promesa. Todos sus hijos nacieron en los últimos quince años; véase 20:18. Es cierto que Manasés fue un rey impío (lo cual no honra a Ezequías como padre), pero entonces debemos admitir que Josías fue un gran hombre de Dios. Si Ezequías hubiera muerto, no habría existido Josías. Aún más, la Biblia nos indica que durante los últimos quince años de su reinado se ocupó con «los hombres de Ezequías» (un grupo de escribas, Prov. 25:1) de copiar las Escrituras del AT., y ponerlas en orden.

Muchos eruditos creen que los «Cánticos graduales» (Salm. 120–134) fueron especialmente compilados para conmemorar la enfermedad y la recuperación de Ezequías. También se puede hallar las letras hebreas «H Z K» al final de muchos de los libros del AT., en los manuscritos hebreos. Al parecer, por lo que hizo Ezequías, que en gratitud a Dios dedicó los últimos quince años de su vida a poner en orden para el pueblo las Escrituras del AT. En cuanto a Manasés, decir que un hombre debiera morir antes de procrear a un hijo perverso es pedir demasiado.

Los hijos de David fueron malos, incluyendo a Salomón; ¿por qué le permitió Dios a David vivir? ¿Mata Dios a un hombre por los pecados futuros de un hijo que aún no se ha concebido? Es más, la sanidad del rey y la liberación de Jerusalén ocurrieron al mismo tiempo (20:5–6). ¿Hubiera sido para gloria de Dios rescatar la ciudad y luego matar a su rey?

III.    Los Visitantes Babilonios (2 R. 20:12–21):

Lo que Asiria no pudo conseguir por fuerza, Babilonia lo logró con engaño. Satanás es un león o una serpiente. El orgullo de Ezequías después de su curación y la liberación de Jerusalén le metieron en una alianza pecaminosa con Babilonia. Lea 2 Crónicas 32:25–26, 31 para ver que fue su orgullo lo que le acarreó el castigo después de su sanidad. Que el rey le permitiera al enemigo ver su riqueza y sus armas fue ciertamente una acción insensata, y la nación al fin y al cabo sufrió por eso.

Nótese: el orgullo del rey en el versículo 15: «mi casa […] mis tesoros».

El mismo profeta que le trajo el gozoso mensaje de sanidad ahora tuvo que darle el triste mensaje de juicio: se llevarían a Babilonia los tesoros y sus hijos.

En estas experiencias Dios probaba el corazón de Ezequías (2 Cron. 32:31) para ver si el rey le glorificaría y confiaría en Él, no en sus tesoros o su propia fuerza. A Manasés lo llevaron a Babilonia y lo pusieron en la cárcel, pero se humilló y Dios le libró (2 Cron.33:11–19). Es triste ver a Ezequías más preocupado por su día que por el futuro de la nación. Descansar en una paz temporal cuando la derrota final está a la vuelta de la esquina, es el colmo de la necedad.

Pero a pesar de sus faltas y pecados, Ezequías ha quedado en la historia judía como un gran rey. Fortificó la ciudad, mejoró su sistema de acueducto, limpió de ídolos la tierra y procuró guiar al pueblo a volver al Señor. Fue un hombre de oración que sabía cómo «presentarlo delante del Señor».

Estudios para el Domingo.

Lea Su Biblia, Lea Su Biblia, Lea Su Biblia.





No hay comentarios.:

Publicar un comentario