EL REINADO DE EZEQUÍAS:
2 REYES 18–20:
Pastor: Carlos Ramírez Jiménez:
(Léase también
Isaías 36–39 y 2 Crónicas 29–32). Entramos ahora en el estudio de uno de los
más emocionantes períodos de la historia de Judá, el reinado del buen rey Ezequías.
Samaria (Israel) había caído ante
Asiria y ahora el enemigo estaba atacando Judá. Años antes Acaz hizo un pacto con
Asiria (16:7–9), pero Ezequías se rebeló contra ese pacto (18:7, 13–16); y esto
incitó una invasión del enemigo.
En
realidad, los hechos en estos capítulos no aparecen en su orden exacto, porque
la enfermedad de Ezequías fue durante el asedio (véase 20:6) y la visita de los
líderes babilonios después de su recuperación. Reinó veintinueve años (18:2).
Puesto que se le dio quince años después de su recuperación y la invasión ocurrió en el año catorce de su reinado (18:13), entonces su enfermedad y la invasión sucedieron en el mismo período de su vida. Notaremos: tres enemigos a los que Ezequías tuvo que enfrentar y cómo lo hizo.
I. Los Invasores Asirios (2 R. 18–19):
A. La Reforma De Ezequías (2 R. 18:1–8; 2 Cron.
29–32).
Este
piadoso rey de inmediato se dedicó a librar a la tierra de idolatría y pecado.
Abrió de nuevo y reparó el templo, limpió los escombros que se habían acumulado
allí y restableció los cultos. Se interesó especialmente en los cantores y los
sacrificios.
También
llamó a toda la nación (Israel incluido) a la gran Fiesta de la Pascua.
Fue un tiempo de avivamiento, pero desafortunadamente no penetró en el corazón del
pueblo. Estos cambios fueron sólo superficiales. Sin embargo, Ezequías demostró
que amaba al Señor y Dios le bendijo por su servicio.
B.
Rebelión (18:9–37).
Por
años la nación había pagado tributos a Asiria, pero Ezequías se rebeló y rehusó
pagarlos. Esto trajo al ejército asirio a Jerusalén, pero en lugar de acudir a
Dios, Ezequías temió al enemigo y se rindió (vv. 13–16) hasta el punto de robar
al templo para pagarle a Asiria.
Había en realidad
tres «partidos» en Judá en ese tiempo:
·
Uno quería
capitular ante Asiria;
·
Otro quería
irse a Egipto por ayuda; y
· Un tercer grupo (dirigido por Isaías) llamó a la nación a que confiara en Dios para su liberación.
El
rey de Asiria tomó el dinero y luego se volvió e invadió a Judá de todas
maneras. Isaías llamó a este acto «traición» (Is. 33:1–8), porque Asiria no
cumplió su promesa.
·
Tres de los
oficiales asirios hostigaban a los judíos (v. 17: estos son títulos de oficiales, no
nombres personales), y
·
Trataron de
socavar la fe y liderazgo de Ezequías.
·
Los versículos 31–32 ilustran el engaño del pecado;
·
Les prometió
paz y abundancia hasta que fueron llevados en cautiverio.
Siempre hay un «hasta» en la desobediencia.
C.
Petición (2 R. 19:1–19).
Impotente
para salvarse a sí mismo, el rey fue al templo a orar. El versículo 2 es la
primera mención del profeta Isaías en la Biblia. El profeta envió al rey una respuesta de
paz: Dios libraría a Judá y derrotaría a Asiria. Dificultades con otras
naciones obligaron a Asiria a retirar sus fuerzas, pero el Rabsaces envió una
carta arrogante a Ezequías para asustarlo a fin de que se rindiera.
El rey llevó la carta al templo y «la extendió delante del Señor».
Nótese: que el versículo 19
enfatiza la gloria de Dios, que es la base real de la oración.
D.
Recompensa (2 R. 19:20–37).
Qué
maravillosa combinación: la Palabra
de Dios y la oración. Ezequías oró y Dios le envió la respuesta mediante Isaías:
v Él juzgaría a Asiria y los
trataría como habían tratado a las naciones.
Dios
le dio a Ezequías la promesa de que después de dos años Judá volvería a
cosechar (v. 29). (Los asirios
habían devastado la tierra).
Nótese: que Dios contestó la oración por amor de David y no porque Judá o porque el rey mereciera tal misericordia (v. 34). Dios mató a ciento ochenta y cinco mil soldados en una noche y después Senaquerib fue muerto por sus propios hijos. Dios pudo derrotar al enemigo sin la ayuda de Egipto. Véase Isaías 30–31.
II. Muerte (2 R. 20:1–11):
A
la muerte se le llama «el postrer enemigo» (1 Cor. 15:26). Debe haber sido
una prueba para el rey estar muy enfermo mientras Asiria amenazaba con
invadirles. Los problemas muchas veces vienen en parejas, pero Dios es
suficiente para resolverlos.
No estamos seguros de por qué Dios le envió esta enfermedad. Quizás fue por la incredulidad de Ezequías y su disposición para pagar el tributo (18:13–16). O tal vez había un pecado secreto (véase Is. 38:17). Sin duda el salmo de alabanza del rey en Isaías 38:9–20 indica que temía la muerte y quería seguir con vida para concluir su obra de reforma. En cualquier caso, oró que se le prolongara la vida y Dios contestó su oración.
Nótese: que Dios usa medios para sanar a los suyos (en este caso una cataplasma), de modo que acudir a un médico buscando ayuda no es evidencia de incredulidad. Dios le dio al rey quince años adicional de vida. Fortaleció la fe del rey incluso más que hacer que la sombra retrocediera diez grados en el reloj solar. (Este reloj de sol fue tal vez una escalera cuyos escalones marcaban las horas. El rey podía verla desde la ventana de su palacio).
Los
estudiosos han debatido por años si Ezequías debía haber orado por salud o si
su recuperación fue la voluntad perfecta de Dios o su voluntad permisiva. Algunas
veces Dios en efecto contesta la oración cuando la respuesta no es lo mejor
para nosotros (véase Salm. 106:15). Los que opinan que Ezequías estaba
equivocado recalcan que los últimos quince años del rey incluyeron su
pecaminosa alianza con los babilonios (20:12–21) y también el nacimiento de
Manasés, el cual resultó ser el rey más malo de Judá (cap. 21). Si Ezequías
hubiera muerto, Judá se hubiera librado del compromiso con Babilonia y del
perverso reinado de Manasés. Sin embargo, Manasés se arrepintió y sirvió al Señor
(2 Cron. 33:11–19).
Por
otro lado, algunos destacan que Ezequías no tenía heredero al trono cuando
Isaías le entregó el mensaje de la caída, de modo que su oración no fue sólo
por él, sino por la nación. «Ordena tu casa» en 20:1 literalmente
significa: «Selecciona
a un hombre que te suceda en el trono». Dios prometió que Judá
siempre tendría un descendiente de David en el trono y Ezequías se aferraba a
esa promesa. Todos sus hijos nacieron en los últimos quince años; véase 20:18.
Es cierto que Manasés fue un rey impío (lo cual no
honra a Ezequías como padre), pero entonces debemos admitir que
Josías fue un gran hombre de Dios. Si Ezequías hubiera muerto, no habría existido Josías.
Aún más, la Biblia nos indica que durante los últimos quince años de su reinado
se ocupó con «los
hombres de Ezequías» (un grupo de escribas, Prov. 25:1) de copiar
las Escrituras del AT., y ponerlas en orden.
Muchos
eruditos creen que los «Cánticos graduales» (Salm. 120–134) fueron especialmente
compilados para conmemorar la enfermedad y la recuperación de Ezequías. También
se puede hallar las letras hebreas «H Z K»
al final de muchos de los libros del AT., en los manuscritos hebreos. Al
parecer, por lo que hizo Ezequías, que en gratitud a Dios dedicó los últimos
quince años de su vida a poner en orden para el pueblo las Escrituras del AT.
En cuanto a Manasés, decir que un hombre debiera morir antes de procrear a un
hijo perverso es pedir demasiado.
Los hijos de David fueron malos, incluyendo a Salomón; ¿por qué le permitió Dios a David vivir? ¿Mata Dios a un hombre por los pecados futuros de un hijo que aún no se ha concebido? Es más, la sanidad del rey y la liberación de Jerusalén ocurrieron al mismo tiempo (20:5–6). ¿Hubiera sido para gloria de Dios rescatar la ciudad y luego matar a su rey?
III. Los Visitantes Babilonios (2 R. 20:12–21):
Lo que Asiria no pudo conseguir por fuerza, Babilonia lo logró con engaño. Satanás es un león o una serpiente. El orgullo de Ezequías después de su curación y la liberación de Jerusalén le metieron en una alianza pecaminosa con Babilonia. Lea 2 Crónicas 32:25–26, 31 para ver que fue su orgullo lo que le acarreó el castigo después de su sanidad. Que el rey le permitiera al enemigo ver su riqueza y sus armas fue ciertamente una acción insensata, y la nación al fin y al cabo sufrió por eso.
Nótese: el orgullo del rey en el versículo 15: «mi casa […] mis tesoros».
El
mismo profeta que le trajo el gozoso mensaje de sanidad ahora tuvo que darle el
triste mensaje
de juicio: se llevarían a Babilonia los tesoros y sus hijos.
En
estas experiencias Dios probaba el corazón de Ezequías (2 Cron. 32:31) para ver
si el rey le glorificaría y confiaría en Él, no en sus tesoros o su propia
fuerza. A Manasés lo llevaron a Babilonia y lo pusieron en la cárcel, pero se
humilló y Dios le libró (2 Cron.33:11–19). Es triste ver a Ezequías más preocupado
por su día que por el futuro de la nación. Descansar en una paz temporal cuando
la derrota final está a la vuelta de la esquina, es el colmo de la necedad.
Pero a pesar de sus faltas y pecados, Ezequías ha quedado en la historia judía como un gran rey. Fortificó la ciudad, mejoró su sistema de acueducto, limpió de ídolos la tierra y procuró guiar al pueblo a volver al Señor. Fue un hombre de oración que sabía cómo «presentarlo delante del Señor».
Estudios para el Domingo.
Lea Su Biblia, Lea Su Biblia, Lea Su
Biblia.
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