A LA MUJER SAMARITANA:
JUAN 4:
Pastor: Carlos Ramírez Jiménez:
Hay dos secciones en este capítulo:
(1) El ministerio
de Cristo a la samaritana (4:1–42), y
(2) el
milagro de Cristo al noble (4:43–54).
En cierto
sentido, ambas experiencias involucraron milagros; porque la transformación de
esta pecadora fue tan maravillosa como la sanidad «a distancia» del hijo del
noble.
I.
El ministerio De Cristo A La Samaritana[1] (Juan 4:1–43):
Los
samaritanos eran «mestizos», parte judíos y parte gentiles. Como tales, los
judíos los consideraban proscritos y los despreciaban. Tenían su propio sistema
religioso en Samaria que competía con las demandas de los judíos (véase 4:20–24)
y creían en la venida del Mesías (4:25).
A Jesús «le era
necesario pasar por Samaria» (v. 4) debido a que Dios había planeado
que esta mujer pecadora se encontrara con Él y hallara el agua de vida. En la
entrevista que se registra vemos las diferentes etapas que la mujer atravesó
para llegar a creer en Cristo.
A. «Tú, siendo
judío» (vv. 1–9).
Que un
rabí judío le pidiera un favor a una mujer, especialmente una samaritana, la
sorprendió. Ella veía en Jesús nada más que a un judío con sed. El pecador está
ciego a Cristo y se interesa más en los asuntos de la vida (como sacar agua)
que en las cosas de la eternidad.
B. «¿Eres tú mayor
que nuestro padre Jacob?» (vv. 10–15).
En el versículo 10 Jesús le dice que
ignoraba dos cosas:
·
el don de Dios (la
salvación) y
·
la identidad del Salvador en su presencia.
Jesús le
habla del agua viva, agua de vida, pero ella lo entiende literalmente. ¡Qué típico del
pecador que confunde lo físico y lo espiritual! Nicodemo pensó que
Jesús hablaba del nacimiento físico (3:4), e incluso los discípulos pensaron
que Él hablaba del alimento literal más tarde (4:31–34).
Jesús
destaca que las cosas del mundo no satisfacen y los hombres sin Cristo siempre «volverán a tener
sed». La parábola en Lucas 16:19–31 lo deja bien en claro: el rico
que bebía sediento los placeres físicos de esta vida tuvo sed de nuevo cuando
se halló en el Hades.
Jesús promete que el agua de vida
brotará dentro del corazón y siempre nos refrescará y mantendrá satisfechos:
Ø y la mujer, todavía confundida, pidió de
esa agua.
Ø Fue una respuesta emocional y
superficial.
C. «Tú eres profeta»
(vv. 16–24).
Después
que manifestó su interés en el agua viva (a pesar de su confusión), la mujer se
vio enfrentando sus pecados. La orden de Cristo:
«Ve, llama a tu
marido», tenía el propósito de despertar su conciencia y
obligarla a que afrontara sus pecados. Nadie que esconda sus pecados se puede
salvar jamás (véase Prov. 28:13).
Nótese: cómo la mujer trató de cambiar
el tema de la conversación. ¡Como los pecadores de
hoy que se sienten culpables, empezó a argüir respecto a las diferencias
religiosas! «¿Dónde debemos adorar?» «¿Cuál es la verdadera religión?»
Jesús
destacó que lo importante es conocer al Padre y esto únicamente se puede hacer
mediante la salvación, y la salvación viene de los judíos. Ahora Jesús la llevó
frente a frente a sus pecados, su deseo de satisfacción y al vacío de su propia
vida religiosa.
D. «Este es el
Salvador del mundo, el Cristo» (vv. 25–42).
Sus ojos
se abrieron a la Persona de Cristo y sobre la autoridad de su Palabra creyó en
Él y recibió la salvación. Demostró su fe al dar testimonio público a la gente
del pueblo (y ciertamente conocían su carácter); y ellos también llegaron a
confiar en Él.
Nótese: el testimonio final de estos creyentes: «Este es el Salvador del mundo, el Cristo».
Es
interesante notar la conducta de los discípulos en este capítulo. Están más
preocupados respecto al alimento físico que al espiritual. Cristo estaba
cansado (v. 6) y con sed, y seguro que con hambre; pero Él puso las cuestiones
espirituales por encima de la comodidad física.
Mientras
los discípulos fueron a comprar qué comer (algo bueno), Cristo estaba ganando
almas (algo mucho mejor). Los discípulos al llegar a Samaria tal vez dijeron: «Nunca podremos
ganar a nadie aquí. Esta gente es dura de corazón y enemiga de nuestro pueblo».
Pero Cristo les dijo que miraran los campos que ya estaban blancos para la
siega. Les recordó que todo el pueblo de Dios debe trabajar unido en el campo, algunos
para sembrar, otros para cosechar. Es Dios el que da el crecimiento (1 Cor. 3:5–9).
Pudiéramos notar: el ejemplo que
Cristo dio como ganador de almas. No permitió que los prejuicios
personales o las necesidades físicas le estorbaran. Trató a la mujer en forma
amistosa y no la forzó a ninguna decisión. Guió la conversación con sabiduría y
permitió que la Palabra hiciera efecto en su corazón. Se relaciona con ella en
forma privada y con cariño le presentó el camino de salvación.
Captó su
atención al hablarle de algo común y a la mano como el agua y la usó a fin de
ilustrar la vida eterna. (De la misma manera, en el fresco de la noche, a
Nicodemo le habló del viento). No evadió hablar del pecado, sino que la
enfrentó a su necesidad.
II.
El Milagro De Cristo Para El Noble[2] (Juan 4:43–54):
Este es
la segunda de las siete señales en Juan. Esta señal muestra cómo se salva la
persona y los resultados que siguen (véanse las notas: introductorias a Juan). Las primeras dos señales ocurrieron
en Caná de Galilea. Convertir el agua en vino ilustra que la salvación es por medio
de la Palabra. La curación del hijo en este capítulo muestra que la salvación
es por fe.
El hijo
iba a morir y estaba en Capernaúm, como a treinta kilómetros de Caná. El hombre
quería que Cristo fuera con él, porque no creía que podría curar al muchacho a
la distancia (véase una reacción similar en Marta, en 11:21). Jesús no fue con
el hombre, sino que en lugar de eso pronunció las palabras: «Ve,
tu hijo vive» (v. 50). ¡El hombre creyó a la Palabra!
Al
hombre le hubiera llevado solamente dos o tres horas regresar a su casa, sin
embargo el versículo 52 («ayer») indica que se quedó en Caná un día entero.
El muchacho sanó a la una de la tarde y el padre llegó a su casa al día siguiente.
Esto demuestra que tuvo fe real en la palabra de Cristo, porque no se apresuró
a regresar a su casa para ver lo que había pasado. De esta manera nos salvamos: al poner nuestra fe en la Palabra de
Dios.
«Cristo lo dijo,
yo lo creo; ¡y eso lo resuelve!» Es
evidente que el noble se quedó en Caná, atendió algunos de sus asuntos y luego
regresó a su casa al día siguiente. Tuvo «gozo y paz en el creer» (Rom. 15:13), porque su
confianza estaba solamente en la palabra de Cristo.
No se
sorprendió cuando sus criados le dijeron:
«Tu hijo vive». Simplemente les preguntó
cuándo sucedió la curación y verificó que fue a la hora en que Cristo había
dicho la palabra. El resultado: toda su
familia confió en Cristo. «La fe viene por el oír; y el
oír por la Palabra de Dios» (Rom. 10:17).
En el
versículo 48 Jesús da la razón básica por la cual las personas no creen:
quieren ver señales y experimentar maravillas. Tenga presente que Satanás es
capaz de realizar señales y milagros para engañar (2 Ts. 2:9, 10).
Si su
salvación se basa en sensaciones, sentimientos, sueños, visiones, voces o
cualquier otra evidencia carnal, usted se halla en terreno peligroso. Es la fe
en la sola Palabra de Dios que nos da la seguridad de la vida eterna (véase 1 Jn.
5:9–13).
Clases Par Los Días Miércoles:
Lea Su Biblia, Lea Su Biblia, Lea Su Biblia:
___________
Notas:
[1]
G4542 Σαμαρεῖτις = Samareítis: o Σαμαριτῖς = Samaritís, femenino de G4541;
samaritana, i.e. mujer de Samaria:- samaritana.
[2] G937
βασιλικός = basilikós: de G935;
real (en relación), i.e. (literalmente) perteneciente al (o apropiado para) el
soberano (como tierra, vestidos, o un mensajero), o (figurativamente)
preeminente:- oficial
del rey, real. (Strong).
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