La Doctrina De La Resurrección (IV):
(1 Corintios 15:1-58)
“Además os declaro, hermanos, el evangelio que os he predicado, el cual también recibisteis, en el cual también perseveráis;… por el cual asimismo, si retenéis la palabra que os he predicado, sois salvos, si no creísteis en vano… Porque primeramente os he enseñado lo que asimismo recibí: Que Cristo murió por nuestros pecados, conforme a las Escrituras;… y que fue sepultado, y que resucitó al tercer día, conforme a las Escrituras;… y que apareció a Cefas, y después a los doce… Después apareció a más de quinientos hermanos a la vez, de los cuales muchos viven aún, y otros ya duermen… Después apareció a Jacobo; después a todos los apóstoles;… y al último de todos, como a un abortivo, me apareció a mí… Porque yo soy el más pequeño de los apóstoles, que no soy digno de ser llamado apóstol, porque perseguí a la iglesia de Dios… Pero por la gracia de Dios soy lo que soy; y su gracia no ha sido en vano para conmigo, antes he trabajado más que todos ellos; pero no yo, sino la gracia de Dios conmigo… Porque o sea yo o sean ellos, así predicamos, y así habéis creído… Pero si se predica de Cristo que resucitó de los muertos, ¿cómo dicen algunos entre vosotros que no hay resurrección de muertos?... Porque si no hay resurrección de muertos, tampoco Cristo resucitó… Y si Cristo no resucitó, vana es entonces nuestra predicación, vana es también vuestra fe… Y somos hallados falsos testigos de Dios; porque hemos testificado de Dios que él resucitó a Cristo, al cual no resucitó, si en verdad los muertos no resucitan… Porque si los muertos no resucitan, tampoco Cristo resucitó;… y si Cristo no resucitó, vuestra fe es vana; aún estáis en vuestros pecados…. Entonces también los que durmieron en Cristo perecieron… Si en esta vida solamente esperamos en Cristo, somos los más dignos de conmiseración de todos los hombres…”.
(1 Corintios 15:1-58)
Pastor: Carlos Ramírez Jiménez:
IV. EL CUERPO DE RESURRECCIÓN. 1 Cor.15:35-50:
VV. 35-50: Pablo trata
aquí de dos errores comunes en cuanto a la naturaleza del cuerpo resucitado:
1) que
es el mismo cuerpo que fue depositado en el sepulcro, reorganizado sin más; y
2) que el
nuevo cuerpo no tiene ninguna relación con el anterior.
Pablo explica aquí que
es el cuerpo que Dios ha escogido (v.38), relacionado con el anterior (v.36),
pero diferente (vv. 39-41).
V.35. Mas dirá alguno: ¿Cómo
resucitarán—Es insensatez negar un hecho de la
revelación porque uno no sepa el “cómo”.
Hay quienes miden el poder de Dios de acuerdo con su
pequeña inteligencia, y no quieren admitir, ni con la seguridad que él les
ofrece, cosa alguna que no puedan explicar. La respuesta de fe de Ezequiel a la
pregunta es la más prudente (Ez.37:3).
Así pues, Jesús arguye no sobre los principios de la
filosofía, sino solamente basado en “el
poder de Dios”, que es declarado en su Palabra (Mateo 19:26; Marcos 10:27;
12:23; Lucas 18:27). ¿Con qué
cuerpo vendrán?—Se dice de los muertos, que se van, o que han partido; de
los que resucitan, que vienen.
Quien hiciera esta pregunta no podía entender cómo han de
levantarse los muertos, ni con qué clase de cuerpo han de venir. ¿Hade ser el
mismo cuerpo? De ser así, ¿cómo es esto, puesto que los cuerpos resucitados no
comerán, ni beberán, ni engendrarán hijos, como los cuerpos naturales?
Además, éstos se
convierten en polvo. ¿Cómo pues pueden resucitar? Si ha de ser un cuerpo
diferente, ¿cómo se puede conservar la identidad personal? Pablo contesta: En un sentido, tendrán el mismo cuerpo; en
otro, cuerpo distinto. Será un cuerpo, pero un cuerpo espiritual, no natural.
V.36. Necio—con toda tu filosofía jactanciosa (Salmo 14:1).
Lo que tú siembras no se vivifica, si no
muriese antes—“Tú”, enfático, apela a la
propia experiencia del incrédulo: “La
semilla que tú mismo siembras”. Pablo en éste y en el
v. 42, contesta a la pregunta del v. 35:
“cómo”; y en los vv. 37-41 y
43, a la pregunta de “¿Con qué
cuerpo vendrán?”. Convierte en argumento la misma
objeción (a saber, la muerte del cuerpo natural).
La muerte, lejos de impedir la vivificación del cuerpo,
es el necesario preludio y pronosticación de ella, así como la semilla “no se
vivifica” en un brote nuevo que
dará fruto, “si no
muriere”, es decir, a menos que se verifique
una disolución de su organización previa.
Cristo al morir por nosotros, no nos ha suspendido la
muerte en cuanto a la vida que de Adán tenemos, antes permite que la ley cumpla
su curso sobre nuestra naturaleza carnal; pero por sí mismo saca de la muerte
una nueva vida espiritual y celestial (v. 37).
V.37. no
siembras el cuerpo que ha de salir—El que será un cuerpo
hermoso, y ya no un “grano desnudo”.
Ya no sin tallo ni espiga, sino vestido de ambos, pronto
a llevar como fruto muchos granos más. No hay identidad entre todas las
partículas del antiguo cuerpo y del nuevo, ya que es inconsecuente con esto la
perpetua transmutación de la materia.
Pero hay un germen escondido que constituye la identidad
del cuerpo en medio de todas las alteraciones exteriores; las acreciones
externas en el desarrollo desaparecen, mientras que el germen permanece el
mismo. Tal germen (simiente, v. 38) tendrá “su propio cuerpo”, y será instantáneamente conocido,
así como cada planta ahora se conoce por la semilla sembrada (Véase nota, cap.
6:13).
Así también Cristo, con la misma figura, ilustró la
verdad de que su muerte fue el necesario preludio para el acto de la glorificación
de su cuerpo, que es la base de la regeneración de todos cuantos creen (Juan 12:24).
Progreso es la ley del mundo espiritual tanto como del
natural. La muerte es la avenida no solamente de la revivificación o
reanimación, sino también de la resurrección y la regeneración (Mateo 19:28;
Filp.3:21). Véase “plantados”, Rom.6:5.
V.38. Mas Dios
le da el cuerpo como quiso—en la creación, cuando dio
a cada (clase de) simiente (como se entiende en el griego) un cuerpo propio
(Génesis 1:11, “según su género”, propio de su especie).
De modo que Dios puede dar, y dará a sus bienaventurados
en la resurrección, el propio cuerpo de ellos, tal como a él le plazca, y tal
como sea apropiado para el estado glorificado de ellos: un cuerpo peculiar al individuo que será substancialmente
el mismo que el cuerpo sembrado.
VV.39-41. Aquí se dan ilustraciones de lo adecuado que es cada cuerpo, por
diferente que sea, en relación con su especie:
·
la constitución de las varias especies de
animales; cuerpos celestiales y terrestres;
·
las varias clases de luz, del sol, de la
luna y de las estrellas, respectivamente.
V.39. Toda
carne—el organismo animal.
Esta palabra infiere que nuestros cuerpos resucitados
serán en algún sentido realmente carne, no mero fantasma. (Estio). Así lo
expresaban algunos de los credos antiguos:
“Creo en la resurrección de la carne”. Compárese en cuanto al propio cuerpo resucitado de Cristo
(Lucas 24:39; Juan 20:27), al que los nuestros serán asemejados, y por lo tanto
serán carne, pero no organismo animal (Filp.3:21) ni expuestos a la corrupción.
Pero el v. 50 infiere que no se trata de “carne y
sangre” en el sentido animal,
como entendemos ahora, porque éstas “no heredarán el reino de Dios”. No es la
misma carne—Las carnes no son todas
de la misma naturaleza y excelencia.
Así como las diferentes clases de carne por más que
difieran entre sí, no dejan de ser carne, así las varias clases de cuerpos, si
bien diferentes unos de otros, no dejan de ser cuerpos:
· Todo esto ilustra la
diferencia entre el nuevo cuerpo celestial y su simiente terrenal, mientras que
conservan una identidad substancial.
·
Otra carne la de los animales—cuadrúpedos.
· Otra la de los peces… aves—La mayoría de los manuscritos más antiguos leen: “aves… peces…”. El orden de la naturaleza.
V.40. cuerpos
hay celestiales—
Aquí no se hace referencia al sol, la luna y las
estrellas que se introducen en el v. 41, sino a los cuerpos de los ángeles en
comparación con los cuerpos de las criaturas terrenales.
Una es la gloria de los celestiales—(Lucas 9:26), y otra la
de los terrestres—(Mateo 6:28-29; 1 P.1:24.)
V.41. Otra es
la gloria del sol… luna—
La analogía no se presenta aquí para probar los
diferentes grados de gloria entre los redimidos (sea que se insinúe aquí
indirectamente o no), sino esto:
· que así como las varias fuentes de luz, tan
similares en su aspecto y propiedades difieren entre sí (el sol de la luna, la
luna de las estrellas, y hasta una estrella de la otra, aunque tanto se parecen
las unas y las otras);
· así también no hay nada irrazonable en la doctrina de que
nuestros cuerpos actuantes difieran de nuestros cuerpos resucitados, y aún
continúen siendo cuerpos.
Compárese el mismo símil, propio especialmente en los
claros cielos orientales (Dn.12:3; Mt.13:43). También el símil de la simiente
en la misma parábola (Mt.13:24; Gal.6:7-8).
V.42. Se
siembra—Usando la misma figura de la
semilla.
Un término más agradable, que se usa en preferencia a “se
entierra”. En
corrupción—Expuesto a la corrupción,
corruptible: no significa meramente que al morir hace presa de él la
corrupción, como lo demuestra el contraste: “se levantará en incorrupción”. Esto es, ya no será expuesto a la corrupción, será incorruptible.
V.43. Se siembra en vergüenza—
Esta figura del “cuerpo de nuestra bajeza” (Filp.3:21), expuesto a
las varias humillaciones de la enfermedad, la mutilación, y al fin la
corrupción. Se levantará con gloria—Con el ropaje de la incorrupción
(vv. 42, 43) como el cuerpo de su gloria (Filp.3:21), con que hemos de
vestirnos (vv. 49, 53; 2 Cor.5:2-4).
Se siembra en flaqueza—Es propenso a
enfermedades (2 Cor.13:4). Se levantará en potencia—Se revestirá de un “cuerpo
espiritual”. (v. 44; véase Lucas 1:17,
“espíritu
y virtud”), que no estará sujeto
a las enfermedades de nuestros cuerpos flacos actuales (Is.33:24; Ap.21:4).
V.44. Se
siembra cuerpo animal—Un cuerpo que posee un
organismo de “carne y sangre” (v. 50), adecuado al
alma animal (psíquica) que en él predomina.
El Espíritu Santo que habita en el espíritu de los
creyentes, en verdad, es una señal de que alcanzaremos un estado superior (Rom.8:11).
Entre tanto, en el cuerpo el espíritu animal prevalece; pero en el porvenir el
Espíritu predominará y el alma animal será debidamente subordinada.
Resucitará espiritual cuerpo—Un cuerpo amoldado
totalmente por el Espíritu, que conformará su organismo, no a la vida inferior
animal (Lucas 20:35-36), sino a la superior y espiritual (comp. cap. 2:14; 1 Ts.5:23).
Hay cuerpo animal… espiritual—Los manuscritos más antiguos
leen: “Si hay un cuerpo natural (psíquico, anímico), también
hay un cuerpo espiritual”. No es cosa más
maravillosa el que haya un cuerpo equipado para las capacidades y necesidades
de lo superior que existe en el hombre: el espíritu, que (según sabemos es el caso) el
que haya un cuerpo adaptado a las capacidades y necesidades de lo inferior que
hay en el hombre: su alma animal.
V.45. Así
también—de acuerdo con la distinción
precedente entre el cuerpo natural o psíquico y el cuerpo espiritual.
Está escrito: Fue hecho
el primer hombre Adam en ánima viviente—(Génesis 2:7). Esto es, fue dotado
de un alma animal, el principio viviente de su cuerpo. El
postrer Adam—la última Cabeza de la
humanidad que ha de ser plenamente manifestada en el último día, el que será su
día (Juan 6:39).
Se le llama así en Job 19:25 (véase la Nota sobre este
pasaje; comp. Rom.5:14). En contraste con este “último”, Pablo llama “hombre” al primer Adán (Génesis
2:7). En espíritu vivificante—No sólo viviente, sino también
vivificador (Jn.5:21; 6:33; 6:39-40; 6:54; 6:57; 6:62-63; Rom.8:11).
Así como el cuerpo natural o animal (v. 44) es el fruto
de nuestra unión con el primer Adán, quien es hombre de alma animal, así el
cuerpo espiritual es el fruto de nuestra unión con el segundo Adán, quien es el
Espíritu vivificador (2 Cor.3:17).
Y así como llegó a ser el representante de toda la
humanidad en su unión con las dos naturalezas, consumó en su propia persona la
sentencia de muerte dictada contra todos los hombres, y da vida espiritual y
eterna a cuantos quiere.
V.46. primero,… lo
animal; luego lo espiritual—
Adán tuvo un alma no necesariamente mortal, como después
llegó a tenerla a causa del pecado, sino “un alma viviente”, y destinada a vivir para siempre,
si él hubiese comido del árbol de la vida (Génesis 3:22); aun entonces su
cuerpo no era sino cuerpo animal (anímico), no un cuerpo espiritual como el que
tendrán los creyentes; mucho menos tenía “un espíritu vivificante”, cual Cristo.
Su alma tenía el germen del Espíritu, más bien que la
plenitud de él. Tal como lo tendrá el hombre restaurado en “cuerpo,
alma, y espíritu”, por el segundo Adán (1 Ts.5:23). Como el primer Adán inferior fue antes
que el segundo Adán celestial, así viene primero el cuerpo animal (anímico) y
debe morir antes de ser cambiado en cuerpo espiritual (esto es, aquel en el
cual el Espíritu predomina sobre el alma animal).
NOTA: VV-23-24: Una
oración de los versículos que cierra la sección de instrucción y exhortación
comenzando en 4:1, espíritu,
alma y cuerpo no deben entenderse como una definición de las partes de que se
compone el hombre, sino como representando al hombre entero.
V.47. El
primer hombre, es de la tierra—
Ø Por cuanto es tomado de
la tierra, es “terreno” (Gn.2:7; 3:19, “polvo eres”), esto es, no meramente terrenal o
nacido sobre la tierra, sino terreno, lit., térreo, un terrón. El
nombre Adán significa tierra roja.
Ø El
segundo hombre que es el Señor—La frase “que es el Señor” se omite en los manuscritos y
versiones más antiguos. Es
del cielo—(Juan 3:13; 3:31.) La
parte humana de Cristo representa a toda la raza. En él el hombre está
personificado en su verdadero ideal tal como Dios lo determinó originalmente.
Cristo es el hombre representativo, la cabeza federal del hombre redimido.
V.48. Cual
el terreno—a saber, Adán.
Tales… los terrenos—Es decir, toda la
posteridad de Adán en su estado natural (Juan 3:6-7). Cual
el celestial—Cristo. Tales… los celestiales—Su pueblo en su estado regenerado (Filp.3:20-21).
Así como el estado anterior precede al segundo, así los
cuerpos naturales preceden a los espirituales.
V.49. Y
como—El griego dice: “Así
como” (véase Génesis 5:3).
Trajimos la imagen del
terreno, traeremos… la imagen del celestial—Lo llevaremos como ropaje. Los
manuscritos y versiones más antiguos leen:
“traigamos” (o “llevemos”). Por ordenación divina
(comp. v. 53, “es menester”), y por la fe que lo acepta.
Una exhortación, que además sugiere una promesa (así Rom.8:29).
La conformidad a la imagen del hombre representativo celestial ha de comenzarse
en parte en nuestras almas, aquí sobre la tierra y será perfeccionada en la
resurrección tanto en los cuerpos como en las almas.
V.50. (Véanse notas, v.
37, 39). La carne y la sangre—de la misma naturaleza
animal y corruptible que poseen nuestros actuales cuerpos animales (anímicos)
(v. 44), no pueden heredar el reino de Dios.
Por lo tanto, el creyente consciente gozoso en la
sentencia no revocada de la santa ley que prescribe la muerte del presente
cuerpo como el preliminar necesario para la resurrección del cuerpo
glorificado. Por tanto, “muere cada día” a la carne y al mundo, como
condición necesaria para su regeneración aquí y en el más allá (Juan 3:6; Gal.2:20).
Como el nacer de la carne constituye un hijo de Adán, así
el nacer del Espíritu constituye un hijo de Dios. No pueden—No sólo es posible el cambio del
cuerpo, sino que es necesario. El espíritu extraído de las heces del vino no
difiere de él tanto como el hombre glorificado difiere del hombre mortal de
mera carne y sangre (Gal.1:16).
El cuerpo resucitado no dejará de ser cuerpo, no obstante
que éste será espiritual y retendrá sustancialmente la identidad personal,
como se prueba por Lucas 24:39; Juan 20:27, cotejados con Filp.3:21. Heredar
el reino de Dios—el que no es meramente animal, sino del todo espiritual.
Véase Parte V:
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