EN UNA FIESTA EN JERUSALÉN:
JUAN 5:
Pastor: Carlos Ramírez Jiménez;
Como
muchos otros capítulos de Juan, aquí tenemos un mensaje basado en un milagro
(5:17–47).
I.
El Milagro: La Salvación Es Por Gracia[1] (Juan 5:1–16):
Esta
señal completa los tres milagros que muestran cómo se salva una persona:
Ø La primera, (el agua hecha vino) muestra que la salvación es por medio de la Palabra de Dios.
Ø La segunda, (la curación del hijo del noble) muestra que la salvación es por fe.
Ø Este
tercer milagro demuestra que la salvación es por gracia. Este hombre estaba en una condición deplorable. Debido a su
pecado pasado (véase v. 14) llevó su aflicción
por treinta y ocho años.
Estaba
rodeado de personas atribuladas, las cuales ilustran la triste condición del
inconverso; impotentes (sin poder, Rom. 5:6), ciegos, cojos (incapaces de
caminar correctamente, Ef. 2:1–3), paralíticos y esperando que algo les ocurra
(sin esperanza, Ef. 2:12).
Si estas
personas pudieran meterse en el agua cuando el ángel viene, podrían sanar; pero
¡no tienen
el poder para lograrlo! Como el pecador hoy; si pudiera guardar la
perfecta ley de Dios, podría ser salvo; pero es incapaz de hacerlo.
Sin
embargo, vemos la gracia de Dios obrando. «Betesda» (v. 2) significa «casa de misericordia, o de gracia»,
y eso es lo que llegó a ser para este hombre.
¿Qué significa «gracia»?
Significa bondad para quienes no se la
merecen.
Jesús vio una multitud de enfermos, ¡pero escogió solamente a un hombre y lo sanó! Este
hombre no era más merecedor que los demás, pero Dios lo escogió. Es un cuadro
hermoso de la salvación y de cómo debe humillarnos saber que hemos sido
escogidos
«en Él» y no debido a nuestros méritos, sino por su gracia (Ef. 1:4).
Lo que
Cristo dice en 5:21 se aplica aquí: «Él da vida»
a los que quiere. No podemos explicar la gracia de Dios (Rom. 9:14–16),
pero si no fuera por ella nadie podría ser salvo (Rom. 11:32–36).
Nótese: otros puntos: Habían cinco pórticos y en la Biblia cinco
es el número de la gracia; y el estanque estaba cerca de la puerta de las ovejas,
lo cual habla de sacrificio. El Cordero de Dios tenía que morir antes de que la
gracia de Dios se derramara sobre los pecadores. Cristo sanó al hombre en el
sabbat, probando así que la ley no tenía nada que ver con la sanidad. No somos
salvos por guardar la ley.
Él sanó al hombre por sí mismo, porque
la salvación es sólo por Cristo. El hombre se quejó: «No tengo quien» (v. 7), pero aun
cuando hubiera tenido una docena de hombres que le ayudaran no hubieran podido
hacer por él lo que Jesús hizo. El pecador perdido no necesita ayuda; necesita sanidad.
El
hombre se fue al templo, tal vez a adorar (Hch. 3:1–8), y testificó
públicamente que Cristo lo había sanado (v. 15). No hay evidencia de que este
hombre haya confiado en Cristo para salvación.
Cuando
Jesús sanó en el sabbat, comenzó el odio y la oposición de los líderes
religiosos. Este conflicto empeoró y finalmente condujo a la crucifixión de
Cristo.
II. El Mensaje:
Cristo Es Igual al Padre (Juan 5:17–47):
A. La Triple Igualdad De Cristo Con El
Padre (vv. 17–23).
Sanar al
hombre en el día de reposo era contrario a la tradición judía, de modo que los
judíos persiguieron a Jesús considerando que quebrantaba la ley. En la primera
parte de su mensaje les mostró que Él es igual al Padre de tres maneras:
(1) Igual en obras (vv. 17–21). El día de
reposo del Padre se quebrantó en Génesis 3 cuando Adán y Eva pecaron. Desde ese
tiempo Dios ha estado obrando, buscando y salvando a los perdidos. Cristo
afirma que el Padre le capacitó para hacer lo que hace, y le revela su
conocimiento a Él personalmente. Sus obras (milagros) proceden del Padre,
incluyendo el milagro de levantar a los muertos.
(2) Igual
en juicio (v. 22). Dios ha entregado todo juicio al Hijo. Esto hace al Hijo
igual al Padre, porque sólo Dios puede juzgar al hombre por sus pecados. Véase
también el versículo 27.
(3) Igual en honor (v. 23). Ningún mortal
podría atreverse a exigir que los hombres le rindan el honor que sólo Dios
merece. La gente que ignora a Cristo, pero que dice adorar a Dios está
engañada.
B. La Triple Resurrección (vv. 24–29).
(1) La resurrección de los pecadores muertos hoy
en día (vv. 24–27). Esta es una resurrección espiritual (véase Ef. 2:1–3) y
ocurre cuando los pecadores oyen la Palabra y creen. El hombre que Cristo sanó
era en realidad un muerto en vida. Cuando oyó la Palabra y creyó, recibió nueva
vida en su cuerpo. Cristo tiene vida en sí mismo, porque Él es «la vida»
(14:6) y por consiguiente puede dar vida a otros.
(2) La
resurrección de vida (vv. 28–29a). Esta es la resurrección futura de los
creyentes descrita en 1 Tesalonicenses 4:13–18 y 1 Corintios 15:51–58. La
Biblia no enseña una «resurrección general», así como tampoco enseña un
«juicio general».
Esta «resurrección
de vida» es lo mismo que «la primera resurrección» en Apocalipsis 20:4–6.
(3) La resurrección
de condenación (v. 29b). Esta se describe en Apocalipsis 20:11–15 y tiene
lugar justo antes de que Dios haga los nuevos cielos y la nueva tierra. Todos
los que hayan rechazado a Cristo serán juzgados, no para ver si van al cielo,
sino para ver cuál será su grado de castigo en el infierno. Al infierno se le
llama «la segunda muerte», separación de Dios. Ningún cristiano jamás estará frente
al juicio ante el gran trono blanco (Jn. 5:24).
C. El Triple Testimonio De La Deidad De
Cristo (vv. 30–47).
(1) Juan el Bautista (vv. 30–35). La gente escuchó
a Juan y hasta se alegró con su ministerio, pero rechazaron tanto a él como a
su mensaje. Lea 1:15–34 y 3:27–36 para ver cómo Juan condujo a la gente a
Cristo.
(2) Las obras de Cristo (v. 36). Hasta Nicodemo admitió
que los milagros de Cristo demostraban que había venido de Dios (3:2).
(3) El Padre en la Palabra (vv. 37–47). Las
Escrituras del AT., son el testimonio del Padre respecto al Hijo.
Los
judíos investigaban las Escrituras pensando que sus estudios los salvarían,
pero las leían con ojos espiritualmente ciegos. Moisés escribió de Cristo y les iba a acusar en el juicio:
· Rechazaron la Palabra (v. 38);
· no quisieron
ir a Él (v. 40);
· no amaron a
Dios (v. 42);
· no quisieron
recibirle (v. 43);
· buscaron el honor
de los hombres y no el de Dios (v. 44); y
· no quisieron escuchar
su Palabra (v. 47).
¡No sorprende
que no pudieran creer y ser salvos!
Clases Para Los Días Miércoles:
Lea Su Biblia, Lea Su Biblia, Lea Su Biblia:
__________
[1] 1.
caris = (χάρις, G5485) tiene
varios usos:
(a) objetivo, aquello que otorga u
ocasiona placer, delicia o causa una actitud favorable; se aplica, p.ej., a la
belleza o a la gracia de la personalidad (Lucas 2:40); sus actos (2 Cor.8:6), o
manera de hablar (Lucas 4:22: «palabras de gracia»; Col.4:6);
(b) subjetivo:
(1) por parte del otorgador, la
disposición amistosa de la que procede el acto bondadoso, gracia, bondad, buena
voluntad en general (por ejem., Hech.7:10); especialmente con referencia al
favor o a la gracia divina (p.ej., Hech.14:26). Con respecto a ello se destaca
su libre disposición y universalidad, su carácter espontáneo, como en el caso
de la gracia redentora de Dios, y el placer o gozo que él se propone para el
que la recibe; así, se pone en contraste con deuda (Rom.4:4; 4:16), con obras
(Rom.11:6), y con la ley (Juan 1:17); véase también, p.ej., Rom.6:14-15; Gal.5:4;
(2) por parte del receptor, una
conciencia del favor recibido, un sentimiento de gratitud (p.ej., Rom.6:17: «gracias»);
con respecto a esto en ocasiones significa ser agradecido (p.ej., Lucas 17:9: «¿Acaso da
gracias al siervo?», lit: «tiene él gracias al»; 1 Tim.1:12);
(c) en otro sentido objetivo, el
efecto de la gracia, el estado espiritual de aquellos que han experimentado su
ejercicio, bien sea:
(1) un estado de gracia (p.ej., Rom.
5:2; 1 P.5:12; 2 P.3:18), o
(2) una prueba de ello en los
efectos prácticos, actos de gracia (p.ej., 1 Cor.16:3: «donativo», rv: «beneficio»; 2 Cor.8:6; 8:19; en 2 Cor.9:8
significa el agregado de las bendiciones terrenales); el poder y provisión para
el ministerio (p.ej., Rom.1:5; 12:6; 15:15; 1 Cor.3:10; Gal.2:9; Ef.3:2; 3:7).
Tener favor con es hallar
gracia ante (p.ej., Hechos 2:47); así, se halla en este sentido al inicio y al
final de varias epístolas, donde el redactor desea gracia de parte de Dios para
los lectores (p.ej., Rom.1:7; 1 Cor.1:3). A este respecto se relaciona con el modo
imperativo del verbo cairo = gozarse,
una forma de saludo entre los griegos (p.ej., Hech.15:23; Stg.1:1: «salud»;
2 Jn.1:10, 11: «bienvenido»).
El hecho de que la gracia
se reciba tanto de Dios el Padre (2 Cor.1:12), como de Cristo (Gal.1:6; Rom.5:15,
donde ambos son mencionados), constituye un testimonio de la deidad de Cristo.
Véase también 2 Ts.1:12, donde la frase «por la gracia de nuestro Dios y del Señor Jesucristo» tiene
que ser tomada con cada una de las cláusulas precedentes: «en vosotros», y «vosotros en él».
(VINE).
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