lunes, 25 de septiembre de 2017

EN UNA FIESTA EN JERUSALÉN: JUAN 5:

EN UNA FIESTA EN JERUSALÉN:
JUAN 5:

Pastor: Carlos Ramírez Jiménez;

Como muchos otros capítulos de Juan, aquí tenemos un mensaje basado en un milagro (5:17–47).

I.       El Milagro: La Salvación Es Por Gracia[1] (Juan 5:1–16):
Esta señal completa los tres milagros que muestran cómo se salva una persona:
Ø  La primera, (el agua hecha vino) muestra que la salvación es por medio de la Palabra de Dios.
Ø  La segunda, (la curación del hijo del noble) muestra que la salvación es por fe.
Ø  Este tercer milagro demuestra que la salvación es por gracia. Este hombre estaba en una condición deplorable. Debido a su pecado pasado (véase v. 14) llevó su aflicción por treinta y ocho años.
Estaba rodeado de personas atribuladas, las cuales ilustran la triste condición del inconverso; impotentes (sin poder, Rom. 5:6), ciegos, cojos (incapaces de caminar correctamente, Ef. 2:1–3), paralíticos y esperando que algo les ocurra (sin esperanza, Ef. 2:12).
Si estas personas pudieran meterse en el agua cuando el ángel viene, podrían sanar; pero ¡no tienen el poder para lograrlo! Como el pecador hoy; si pudiera guardar la perfecta ley de Dios, podría ser salvo; pero es incapaz de hacerlo.
Sin embargo, vemos la gracia de Dios obrando. «Betesda» (v. 2) significa «casa de misericordia, o de gracia», y eso es lo que llegó a ser para este hombre.

¿Qué significa «gracia»?
Significa bondad para quienes no se la merecen. Jesús vio una multitud de enfermos, ¡pero escogió solamente a un hombre y lo sanó! Este hombre no era más merecedor que los demás, pero Dios lo escogió. Es un cuadro hermoso de la salvación y de cómo debe humillarnos saber que hemos sido escogidos «en Él» y no debido a nuestros méritos, sino por su gracia (Ef. 1:4).
Lo que Cristo dice en 5:21 se aplica aquí: «Él da vida» a los que quiere. No podemos explicar la gracia de Dios (Rom. 9:14–16), pero si no fuera por ella nadie podría ser salvo (Rom. 11:32–36).

Nótese: otros puntos: Habían cinco pórticos y en la Biblia cinco es el número de la gracia; y el estanque estaba cerca de la puerta de las ovejas, lo cual habla de sacrificio. El Cordero de Dios tenía que morir antes de que la gracia de Dios se derramara sobre los pecadores. Cristo sanó al hombre en el sabbat, probando así que la ley no tenía nada que ver con la sanidad. No somos salvos por guardar la ley.

Él sanó al hombre por sí mismo, porque la salvación es sólo por Cristo. El hombre se quejó: «No tengo quien» (v. 7), pero aun cuando hubiera tenido una docena de hombres que le ayudaran no hubieran podido hacer por él lo que Jesús hizo. El pecador perdido no necesita ayuda; necesita sanidad.
El hombre se fue al templo, tal vez a adorar (Hch. 3:1–8), y testificó públicamente que Cristo lo había sanado (v. 15). No hay evidencia de que este hombre haya confiado en Cristo para salvación.
Cuando Jesús sanó en el sabbat, comenzó el odio y la oposición de los líderes religiosos. Este conflicto empeoró y finalmente condujo a la crucifixión de Cristo.

II.     El Mensaje: Cristo Es Igual al Padre (Juan 5:17–47):

A. La Triple Igualdad De Cristo Con El Padre (vv. 17–23).
Sanar al hombre en el día de reposo era contrario a la tradición judía, de modo que los judíos persiguieron a Jesús considerando que quebrantaba la ley. En la primera parte de su mensaje les mostró que Él es igual al Padre de tres maneras:
(1)   Igual en obras (vv. 17–21). El día de reposo del Padre se quebrantó en Génesis 3 cuando Adán y Eva pecaron. Desde ese tiempo Dios ha estado obrando, buscando y salvando a los perdidos. Cristo afirma que el Padre le capacitó para hacer lo que hace, y le revela su conocimiento a Él personalmente. Sus obras (milagros) proceden del Padre, incluyendo el milagro de levantar a los muertos.
(2)    Igual en juicio (v. 22). Dios ha entregado todo juicio al Hijo. Esto hace al Hijo igual al Padre, porque sólo Dios puede juzgar al hombre por sus pecados. Véase también el versículo 27.
(3)   Igual en honor (v. 23). Ningún mortal podría atreverse a exigir que los hombres le rindan el honor que sólo Dios merece. La gente que ignora a Cristo, pero que dice adorar a Dios está engañada.

B. La Triple Resurrección (vv. 24–29).
(1)   La resurrección de los pecadores muertos hoy en día (vv. 24–27). Esta es una resurrección espiritual (véase Ef. 2:1–3) y ocurre cuando los pecadores oyen la Palabra y creen. El hombre que Cristo sanó era en realidad un muerto en vida. Cuando oyó la Palabra y creyó, recibió nueva vida en su cuerpo. Cristo tiene vida en sí mismo, porque Él es «la vida» (14:6) y por consiguiente puede dar vida a otros.
(2)    La resurrección de vida (vv. 28–29a). Esta es la resurrección futura de los creyentes descrita en 1 Tesalonicenses 4:13–18 y 1 Corintios 15:51–58. La Biblia no enseña una «resurrección general», así como tampoco enseña un «juicio general». Esta «resurrección de vida» es lo mismo que «la primera resurrección» en Apocalipsis 20:4–6.
(3)    La resurrección de condenación (v. 29b). Esta se describe en Apocalipsis 20:11–15 y tiene lugar justo antes de que Dios haga los nuevos cielos y la nueva tierra. Todos los que hayan rechazado a Cristo serán juzgados, no para ver si van al cielo, sino para ver cuál será su grado de castigo en el infierno. Al infierno se le llama «la segunda muerte», separación de Dios. Ningún cristiano jamás estará frente al juicio ante el gran trono blanco (Jn. 5:24).

C. El Triple Testimonio De La Deidad De Cristo (vv. 30–47).
(1)   Juan el Bautista (vv. 30–35). La gente escuchó a Juan y hasta se alegró con su ministerio, pero rechazaron tanto a él como a su mensaje. Lea 1:15–34 y 3:27–36 para ver cómo Juan condujo a la gente a Cristo.
(2)  Las obras de Cristo (v. 36). Hasta Nicodemo admitió que los milagros de Cristo demostraban que había venido de Dios (3:2).
(3)   El Padre en la Palabra (vv. 37–47). Las Escrituras del AT., son el testimonio del Padre respecto al Hijo.

Los judíos investigaban las Escrituras pensando que sus estudios los salvarían, pero las leían con ojos espiritualmente ciegos. Moisés escribió de Cristo y les iba a acusar en el juicio:
·      Rechazaron la Palabra (v. 38);
·      no quisieron ir a Él (v. 40);
·      no amaron a Dios (v. 42);
·      no quisieron recibirle (v. 43);
·      buscaron el honor de los hombres y no el de Dios (v. 44); y
·      no quisieron escuchar su Palabra (v. 47).
¡No sorprende que no pudieran creer y ser salvos!

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[1] 1. caris  = (χάρις, G5485) tiene varios usos:
(a) objetivo, aquello que otorga u ocasiona placer, delicia o causa una actitud favorable; se aplica, p.ej., a la belleza o a la gracia de la personalidad (Lucas 2:40); sus actos (2 Cor.8:6), o manera de hablar (Lucas 4:22: «palabras de gracia»; Col.4:6);
(b) subjetivo:
(1) por parte del otorgador, la disposición amistosa de la que procede el acto bondadoso, gracia, bondad, buena voluntad en general (por ejem., Hech.7:10); especialmente con referencia al favor o a la gracia divina (p.ej., Hech.14:26). Con respecto a ello se destaca su libre disposición y universalidad, su carácter espontáneo, como en el caso de la gracia redentora de Dios, y el placer o gozo que él se propone para el que la recibe; así, se pone en contraste con deuda (Rom.4:4; 4:16), con obras (Rom.11:6), y con la ley (Juan 1:17); véase también, p.ej., Rom.6:14-15; Gal.5:4;
(2) por parte del receptor, una conciencia del favor recibido, un sentimiento de gratitud (p.ej., Rom.6:17: «gracias»); con respecto a esto en ocasiones significa ser agradecido (p.ej., Lucas 17:9: «¿Acaso da gracias al siervo, lit: «tiene él gracias al»; 1 Tim.1:12);
(c) en otro sentido objetivo, el efecto de la gracia, el estado espiritual de aquellos que han experimentado su ejercicio, bien sea:
(1) un estado de gracia (p.ej., Rom. 5:2; 1 P.5:12; 2 P.3:18), o
(2) una prueba de ello en los efectos prácticos, actos de gracia (p.ej., 1 Cor.16:3: «donativo», rv: «beneficio»; 2 Cor.8:6; 8:19; en 2 Cor.9:8 significa el agregado de las bendiciones terrenales); el poder y provisión para el ministerio (p.ej., Rom.1:5; 12:6; 15:15; 1 Cor.3:10; Gal.2:9; Ef.3:2; 3:7).
Tener favor con es hallar gracia ante (p.ej., Hechos 2:47); así, se halla en este sentido al inicio y al final de varias epístolas, donde el redactor desea gracia de parte de Dios para los lectores (p.ej., Rom.1:7; 1 Cor.1:3). A este respecto se relaciona con el modo imperativo del verbo cairo = gozarse, una forma de saludo entre los griegos (p.ej., Hech.15:23; Stg.1:1: «salud»; 2 Jn.1:10, 11: «bienvenido»).
El hecho de que la gracia se reciba tanto de Dios el Padre (2 Cor.1:12), como de Cristo (Gal.1:6; Rom.5:15, donde ambos son mencionados), constituye un testimonio de la deidad de Cristo. Véase también 2 Ts.1:12, donde la frase «por la gracia de nuestro Dios y del Señor Jesucristo» tiene que ser tomada con cada una de las cláusulas precedentes: «en vosotros», y «vosotros en él». (VINE).

  




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