Julián
Hernández: El Astuto Contrabandista De Dios:
(Santiago
1:12)
Por: Pastor: Carlos Ramírez Jiménez:
Soportando Las Pruebas:
“Bienaventurado el varón que soporta la tentación; porque cuando
haya resistido la prueba, recibirá la corona de vida, que
Dios ha prometido a los que le aman”.
(Santiago
1:12)
La
historia valerosa de un mártir osado e intrépido de la reforma española.
Introducción:
Con la pena de
muerte pendiendo sobre su cabeza, Julián Hernández se abrió paso a través de
las paredes rocosas de los Pirineos cubiertos de nubes, a lomo de mula,
llevando su cargamento prohibido.
Cada soldado, guardia y funcionario de
aduana había sido instruido por decreto real para capturar la carga que él
transportaba. El decreto también había dictado la pena de muerte a cualquiera
que supiera o sospechara del paradero del cargamento y no lo declarara.
¿Quién escaparía de la vasta red de
vigilancia que se extendía a través de toda España? Sólo un hombre, el
intrépido y osado Julián Hernández.
Al llegar a su destino, Sevilla, luego
de haber viajado cientos de kilómetros, su precioso cargamento fue descargado y
distribuido a los centenares de cristianos ocultos que dependían de él para su
crecimiento y supervivencia.
Julián vivía arriesgándose, porque era
conocido por las autoridades como el contrabandista de la literatura prohibida.
¿Por qué arriesgó su vida? ¿Cómo pudo
consistentemente burlar a las autoridades? Hay pocos ejemplos en la historia de
tanta creatividad y astucia.
¿Quién hubiera soñado que los barriles
de finísimo vino importado, cuidadosamente sellados, contenían docenas de
copias del Nuevo Testamento en castellano, los que estaban terminantemente
prohibidos en España? Las autoridades de esa nación habían catado los
excelentes vinos en cada ocasión en que los habían examinado: el plan había
resultado perfecto. Pero Julián no se arriesgaba a usar el mismo
engaño cada vez; era prolífico en producir nuevas ideas, astutamente exitoso en
lograr lo imposible.
Julián tuvo un pasado humilde; había
nacido en el campo, con pocas posibilidades de lograr una educación. Siendo
joven viajó a Alemania y consiguió un puesto como aprendiz en una imprenta.
No sabemos con seguridad dónde entró en
contacto con la Biblia y el mensaje de la reforma; tal vez fue en la imprenta,
trabajando como tipógrafo para algunos de los reformadores españoles, como Juan
de Valdés o el Dr. Enzinas. El mensaje puso en su corazón la necesidad de
retornar a su tierra natal a comunicar la luz que había transformado su vida.
Pronto lo encontramos de regreso en Sevilla, sirviendo a la iglesia subterránea
como diácono.
En Alemania, Julián había visto el poder
de la Biblia impresa y de la literatura de la reforma; él mismo había sido
afectado por su lectura. Había reconocido la tremenda necesidad que existía en
España de una literatura que pudiera edificar y guiar a los nuevos cristianos.
Pero cómo podía escapar de la extensa
red organizada por un gobierno resuelto a que no hubiera ninguna reforma en
España. El
rey Felipe II declaró que personalmente quemaría vivo a su propio hijo si
descubría que tenía ideas reformistas. Muchos habían sido quemados
por expresar simplemente alguna simpatía por los reformadores.
Una vez más Julián abandonó España para
ir hasta Alemania, pero a su llegada se encontró con que los reformadores
españoles exiliados habían abandonado ese país. Escuchó que habían ido a
Ginebra, por lo que salió a buscarlos.
Como no tenía dinero para comprar el
cargamento deseado, en Ginebra consiguió un trabajo en composición tipográfica
y con sus escasos recursos comenzó a comprar los libros prohibidos [1].
En el proceso
conoció a Juan Pérez de Pineda, un reformador exiliado y traductor del Nuevo
Testamento al castellano. Julián se convirtió en su asistente, pero a
diferencia de Pérez, no pudo establecerse y quedarse satisfecho con una vida
cómoda y segura cuando su gente precisaba la verdad.
2. ...
¿PERO CÓMO LO INTRODUCIRÍA EN ESPAÑA? Julián El Contrabandista:
Los jesuitas empezaron a manipular a la Inquisición
como nunca antes, a fin de erradicar a los cristianos y destruir a quienes
ellos quisieran. Enfocaron su odio particularmente contra los cristianos de
España.[2]
Juan
Pérez no podía hacer nada. Pero, ¡con Dios nada es imposible! Dios tenía un
gran plan y, para realizarlo, usó a un hombre que poseía una fe enorme: ¡era un
hombre bajito llamado Julián! Julián Hernández (Julianillo) no
parecía ser una amenaza. De hecho, en 1557 hizo viajes de ida y vuelta a España
a lomo de mula, trabajando como vendedor de mercancías simples, con grandes
costales llenos de artículos y barriles para vino.
Pronto lo encontramos cargando sus mulas
con el cargamento de Nuevos Testamentos recientemente impresos en castellano,
escondidos en el fondo de los barriles de vino especialmente construidos con
ese fin.
¡Cómo debe haber orado mientras viajaba por el sur de Francia
hacia la frontera española! Sabía que precisaba de la aprobación de la aduana
en la frontera para aumentar sus posibilidades de supervivencia, reconociendo
que era imposible escapar a todos los controles, a pesar de lo mucho que
intentara.
Compartía generosamente el buen vino
Borgoña con las autoridades en la frontera, y Dios respondía a sus oraciones
haciendo que le dieran la aprobación. En los días siguientes continuaría
compartiendo su vino en los puentes y entradas de las ciudades donde era
controlado.
Cada vez Dios le dio gracia a los ojos de los inspectores, quienes
regularmente abrían todos los bultos buscando los libros prohibidos.
Julián
llegó hasta su destino con sus Nuevos Testamentos. En los meses
siguientes, este siervo incansable entregó la Palabra de Dios a cada grupo en
lucha y estableció depósitos de Biblias y de otros libros a través del país
También se convirtió en el agente de enlace entre los distintos grupos,
relacionándolos unos con otros, como también con la iglesia mayor fuera de
España.
No conocemos el número total de viajes
que realizó; sólo sabemos por boca de sus enemigos que cientos de libros fueron
traídos al país. También escribirían de las artimañas y ardides, luego
descubiertos, que le habían posibilitado pasar. Sin embargo, pronto llegaría el
día en que este siervo fiel sería llamado a pasar por una prueba y testimonio
mayor.
3. Julián Fue Traicionado Por Un Amigo:
En octubre de 1557, un herrero a quien
Julián le había dado un Nuevo Testamento lo entregó a la Inquisición. Es probable que
Julián se hubiera detenido en el negocio de ese hombre muchas veces y a través
de los meses hubiera entablado cierta amistad con él. Pero este amigo falso,
con el Nuevo Testamento en mano, lo traicionó entregándolo a la Inquisición.
Torturado con brutalidad en los meses
siguientes, no expondría los nombres de los creyentes. Los inquisidores sabían que
poseía secretos: el lugar de reuniones, los depósitos de libros y los nombres de los
reformadores en España y fuera de ella. Estaban seguros de que la
tortura continua lo haría revelar la información.
Obstinadamente confesó que sabía sobre
todas las cosas acerca de las cuales lo interrogaban, pero que nunca
respondería a sus preguntas. Para quebrantarlo trajeron a miembros de su propia
familia, quienes le rogaban que no continuara en esa postura a fin de no ser
torturado, pero fue en vano. Ni una sola vez siquiera susurró algún nombre, mientras
era estirado en el potro de tormento.
Un
famoso historiador católico que fue testigo de gran parte del proceso comentó:
«Se comportó bajo la
tortura con una fortaleza que fue más allá de sus habilidades físicas».
También declaró que bajo la tortura más
severa el prisionero no sólo mantuvo la calma, sino que también dijo
a sus torturadores que habían sido vencidos. Cantaba de la victoria sobre el
mal mientras era arrastrado a su celda.
Finalmente,
luego de tres años de prisión y tortura llegó su liberación: el día en que
sería quemado en la hoguera. La Inquisición había abandonado toda esperanza
de lograr sacarle alguna información. Ese mismo día muchos de sus amigos
también entregarían sus vidas por amor al evangelio.
Mientras era sacado del calabozo vio a
sus amigos por primera vez en tres años. Se informa que la primera cosa que
hizo fue animarlos a ser fieles hasta el fin:
«¡Valor, compañeros! Es
ahora que debemos mostrarnos a nosotros mismos que somos soldados valerosos de
Jesucristo. Demos un testimonio fiel a su fe y a la verdad ante los hombres,
porque dentro de pocas horas recibiremos el premio de su aprobación, triunfando
junto con Él en la eternidad».
Éstas son las
palabras que Juan Pérez le atribuye. No sabemos si fueron los términos
exactos, pero sabemos que los monjes lo sujetaron y amordazaron para que no
pudiera ser oído.
Al llegar al lugar donde sería
ejecutado, se arrodilló y besó el suelo. Luego se levantó y se colocó en la
posición en que sería amarrado y quemado. Estuvo allí de pie en una actitud de
recogimiento y oración, lo que llevó a unos de los sacerdotes a pensar que
estaba pronto a entrar en razones.
Desamarraron la mordaza y trataron de
convencerlo de que se arrepintiera. Julián rechazó el ofrecimiento e
inmediatamente rotuló al sacerdote de hipócrita, declarando que él también
tenía estas convicciones, pero que debido al temor de los hombres no estaba
dispuesto a seguir la verdad.
El 22 de diciembre de 1,560, el pequeño
contrabandista de Dios pagó el precio supremo: pasó a estar seguro para siempre en los brazos
de Jesús.
El fuego fue encendido inmediatamente, y
pronto las llamas rodearon el cuerpo de Julián. De repente un guardia clavó su
lanza en el cuerpo, liberándolo para la vida eterna.
El
historiador católico Santibáñez posiblemente le dio la mayor alabanza cuando
declaró:
«Julián Hernández enseñó a
hombres y a mujeres la mala doctrina de la reforma logrando exactamente sus
propósitos, especialmente en Sevilla, donde su trabajo resultó en un verdadero
nido de herejes. Era astuto sobre medida e ingenioso... Entraba y salía de
cualquier lugar con completa seguridad en sus artimañas y engaños, avivando el
fuego en cada lugar donde pisaba».
Concluimos:
Así
murió Julián Hernández, un siervo fiel y humilde aun hasta la muerte. Pronto lo
veremos con la corona de la vida.
Según Santiago 1:12. La corona de la
vida es como las guirnaldas que se le dan a los deportistas ganadores (véase 1 Corintios
9:25).
La corona de vida no es gloria y honor
en la tierra, sino la recompensa de vida eterna; vivir con Dios para siempre.
El camino hacia el círculo de los ganadores de Dios es mediante el amor y el
permanecer fiel aún bajo presión.
____________
[1] Historia y
etapas del libro: La primera
edición del libro fue lanzada en el año 1,559 por la Sagrada Congregación de la
Inquisición de la iglesia Católica Romana, una vez que su primera edición fue
lanzada ésta contenía un índice de los nombres de los autores que tenían que
ser obviadas para su lectura. También contenía obras de otros autores que eran
anónimos y por supuesto los libros de éstos, de los cuales según la iglesia tendrían
que ser tachados o cortados para evitar su lectura. Después de haber
lanzado la primera edición del index llamada PIO V, el mismo fue actualizado
regularmente hasta 1,966 año en que se suspendió evitando el próximo
lanzamiento que tenía planeado la Sagrada Congregación. La mayor
cantidad de títulos censurados que tuvo una edición que fue la de 1,948 (fue la
última edición de este libro); exactamente la trigésima segunda que contenía 4,000
títulos censurados de los cuales fueron censurados por: Herejía, deficiencia
moral, sexo explícito, inexactitudes políticas y demás. Las
publicaciones de las distintas ediciones de este Indicie tuvieron repercusiones
en todos lados aun pasando la barrera del mundo católico. Durante muchos años
se hizo casi imposible encontrar ediciones de este libro especialmente fuera de
las grandes ciudades donde fueron publicados.
[2] “Meaning-full Translations”,
Christianity Today, Vol. 46, No. 11, 7 octubre, 2002.
- Apuntes Pastorales. VOLUMEN XVI. NÚMERO 2.
1998.
- e-Sword-the. LEDD.
- Pastor: Carlos Ramírez Jiménez. 10//02//
2003.
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