Parte I:
SEA CLARO EN SU PREDICACIÓN:
Por: Pastor: Carlos Ramírez Jiménez:
Una
de las ironías entre la situación de los PREDICADORES y sus CONGREGACIONES es que, por un lado,
intentamos pro PROCLAMAR la VERDAD
a nuestros oyentes, y por otro, a los feligreses les cuesta hablar sinceramente
con nosotros. Al concluir el culto el pastor saluda a la gente, pero rara vez
se escucha que alguien le diga: “Pastor, Dios lo ama y yo también. Sin embargo, debemos
decirle que ese fue uno de los sermones más aburrido y confuso que he escuchado
en mi vida. En realidad no sé ni cómo usted mismo lo pudo soportar”.
Al contrario, no
importa la calidad o claridad de nuestro sermón, siempre hay unos pocos que
dicen: “Muy
buen mensaje, pastor”.
Los más sinceros
sencillamente nos dan la mano y no comentan al respecto. No obstante después,
camino a sus casas, tal vez se quejen de nosotros (algunos con más misericordia
que otros) o quizás sientan confusión e insatisfacción.
Seamos sinceros: nos cuesta criticarnos a nosotros
mismos.
Es natural que tratemos de rescatar lo más positivo en nuestra PERDICACIÓN
y protegernos de verdades que tal vez nos duela. Por lo tanto, es fácil
acostumbrarnos a patrones que obstruyen la COMUNICACIÓN
en vez de facilitarla. A la vez, en nuestro corazón sabemos que podemos
predicar mejor.
Muchas veces
nuestra PRÉDICAS
no son impactantes, pues consideramos que el público automáticamente:
(1) Prestará atención;
(2) Comprenderá el mensaje; y
(3) Saldrá del culto dispuesto a poner en
práctica nuestras exhortaciones.
Pensamos que si
agregamos más tiempo y palabras a nuestros sermones, las probabilidades de que
los oyentes comprendan aumentarán. En realidad, hasta los ORADORES excepcionales pueden
perder la atención del público después de veinte minutos. No bastante, a veces
creemos que si seguimos hablando la congregación seguirá escuchando, y esto no
es cierto.
Ningún pastor,
evangelista u ORADOR
quiere perder tiempo en el púlpito. Tampoco la congregación. Todos deseamos que
los mensajes den como resultado vidas cambiadas para gloria de Dios. Sin
embargo, es imposible aplicar las verdades de las Escrituras comprenderlas.
I.
PREDICAR
UNA IDEA CENTRAL Y ESCRITURAL:
En primer lugar,
la claridad en la predicación demanda que prediquemos una sola idea, tesis o
proposición principal. Es decir, en vez de presentar una serie de exhortaciones
desconectadas, todo lo que decimos debe contribuir a una sola idea principal
que salga del texto bíblico que estamos estudiando.
Esta tesis
bíblica debe ser coherente e interesante para que la congregación la pueda
comprender, creer y vivir. Dicha idea, tesis o proposición central está
compuesta de un sujeto y un complemento. El sujeto es el tema, aquello de lo
cual trata el pasaje, y el complemento es lo que la Escritura dice acerca del
mismo y cómo lo sustenta. Por ejemplo, “la
claridad de la PREDICACIÓN” representa
el tema de este artículo, y los tres principios que desarrollaremos son el
complemento. El sujeto (la tesis o el tema) y el complemento (lo que se dice
acerca del mismo) forman juntos la idea o proposición principal.
Usemos un texto
muy conocido como ejemplo: “Por nada estéis afanosos; ante bien, en todo, mediante
oración y súplica con acción de gracias, sean dadas a conocer vuestra
peticiones delante de Dios. Y la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento,
guardará vuestros corazones y vuestras mentes en Cristo Jesús” (Filp.4:6-7. BLA).
¿Cuál es el
sujeto o tema del texto? A primera vista podría ser el afán, la oración
o tal vez la paz de Dos. ¿Cómo decidir? Antes de PREDICAR cualquier texto bíblico
es necesario comprender en su contexto. Este artículo presupone que uno ha
hecho un estudio detallado del libro de la Biblia y del texto en particular
sobre el que se quiere PREDICAR. Es decir, la exégesis[1] precede a la PREDICACIÓN. Por lo tanto, recomendamos el
buen uso de todas las herramientas disponibles al intérprete:
·
concordancias,
·
atlas,
·
diccionarios
bíblicos,
·
libros
acerca de las costumbres de los tiempos bíblicos,
·
manuales,
·
comentarios,
y
·
todo
recurso que preste ayuda.
No obstante,
debemos dejar los comentarios hasta después que hayamos realizado nuestro
propio trabajo. Los comentarios nos dan las conclusiones de otros. Por lo
tanto, primero estudiaremos la Palabra con mente y corazón abierto y después
evaluaremos nuestras conclusiones a la luz de lo que otros han dicho.
Todo
Lo Que Decimos Debe Contribuir A Una Sola
IDEA PRINCIPAL Que Salga Del Texto Bíblico Que Estamos
Estudiando:
Debemos leer el
libro de la Biblia (en este caso Filipenses) completo, sin interrupción, a fin
de ganar una compresión panorámica del mismo y comprender en su CONTEXTO
(cotexto) el pasaje sobre el que queremos PREDICAR. El libro de Jonás ilustra la
importancia de este paso.
En Jonás 1:3ª
leemos: “Pero
Jonás se levantó para huir a Tarsis, lejos de la presencia del Señor”.
Sin embargo, no sabemos por qué huyó Jonás hasta que llegamos al último
capítulo del libro. Allí nos enteramos de que Jonás deseaba la destrucción y no
la salvación de los ninivitas. Después de que Dios decide no destruir a Nínive
leemos lo siguiente: “Pero esto desagradó a Jonás en gran manera, y se enojó. Y
oró al Señor, y dijo: ¡Ah Señor! ¿No era esto lo que yo decía cuando aún estaba
en mi tierra? Por eso me anticipé a huir a Tarsis, porque sabía yo que tú eres
un Dios compasivo y clemente, lento para la ira y rico en misericordia, y que
te arrepientes del mal con que amenazas” (Jon. 4:1-2).
El primer
capítulo de Jonás reporta su huida, mientras que el último nos revela el
motivo. Sin leer el libro completo no sabemos el porqué de los acontecimientos.
Escuché a un pastor predicar que Jonás huyó porque temía morir a mano de los
crueles ninivitas, enemigos de Israel. Es cierto que los ninivitas eran
enemigos y eran crueles, pero la idea de que Jonás huyó por temor es ajena al
libro, ya que Jonás mismo afirma la razón por la cual desobedeció.
De manera que,
para no introducir una idea ajena al texto bíblico, es imperioso leer el libro
completo varias veces como parte del estudio del mensaje.
Después debemos
seleccionar la cantidad de material que vamos a predicar:
v
Un
versículo,
v
un
párrafo,
v
una
sección o
v
un
libro entero, y
v
entonces
desarrollar un bosquejo exegético.
El mismo precede
al bosquejo Homilética [2] que
trataremos a continuación, y sirve como su base. ¿Cuál es la diferencia? El
bosquejo exegético nos ayuda a discernir lo que el autor del libro estaba
diciendo al público original. Nos muestra, por ejemplo, cómo Pablo presentó la
enseñanza a los creyentes del primer siglo. El bosquejo homilético, en cambio,
representa cómo nosotros pensamos comunicar los mismos principios de manera
relevante a nuestra audiencia en América Latina, sin cambiar su significado.
Debemos
desarrollar primero un bosquejo exegético que nos ayude a discernir el
pensamiento del autor original, para así llegar a la idea central del pasaje,
siempre usando un sujeto y un complemente. Examinemos el siguiente bosquejo
para el pasaje de Filipenses 4:6-7.
Bosquejo Exegético:
I.
Los
Filipenses No Deben Afinarse (4:6ª).
A.
Pablo da
un mandato a los filipenses (4:6).
B.
El
contenido del mandato es que no se afanen (4:6).
II.
En Lugar De Afán, Los Filipenses Deben Presentar
Sus Peticiones Ante Dios Con Gratitud (4:6b, c, d, e).
A. Deben
dar a conocer sus peticiones a Dios, en lugar de afanarse (4:6b,e).
B.
Deben dar a conocer sus peticiones en todo (4:6b).
C. Deben
dar a conocer sus peticiones por medio de oración y súplica (4:6c).
D.
Deben dar a conocer sus peticiones en espíritu de
gratitud (4:6d).
III.
El Resultado De No Afanarse y Dar a Conocer Sus
Peticiones Ante Dios Es Que Experimentarán Su Paz Protectora e Incomprensible
En Cristo Jesús (4:7).
A. La
paz de Dios llega como resultado de darle a conocer nuestras peticiones (4:7ª).
B.
La paz de Dios sobrepasa todo entendimiento humano (4:7b).
C. La paz de Dios protege las emociones y los
pensamientos (4:7c).
D. La paz de Dios se experimenta en la esfera
de las relaciones con Cristo Jesús (4:7d).
Cuando examinamos el bosquejo presentado
arriba es evidente que Pablo trata sobre los temas del afán, la oración y la
paz de Dios. Es también evidente que el afán representa el sujeto o el tema
principal de su enseñanza, y que la oración y la paz de Dios se entienden en
relación con dicho sujeto central.
El Tema Principal Es: “El afán y cómo responder a él”. El apóstol
instruye a los filipenses para presentar sus peticiones (y cómo hacerlo) y
enseña que, como resultado, pueden esperar la paz protectora e incomprensible
de Dios en Cristo Jesús.
De esa manera
podemos descubrir una idea exegética (la proposición o idea principal del autor
bíblico a la audiencia original), y discernir la enseñanza o el principio
transcultural que se aplica tanto a dicha audiencia como a nosotros. Esa
enseñanza transcultural se convertirá después en la idea o proposición
homilético que presentaremos a nuestra congregación.
Idea Exegética: Pablo instruye a
los creyentes filipenses exhortándolos a no afanarse en nada, sino en todo
momento presentar sus peticiones a Dios con gratitud; como resultado,
experimentarán su paz protectora e incomprensible en relación con Cristo Jesús.
Principio Transcultural: en vez de
afanarse, los creyentes deben presentar sus preocupaciones ante Dios con acción
de gracia en Cristo Jesús, y experimentarán su paz protectora como resultado.
Idea Homilética: en vez de
afanarnos, con acción de gracias debemos dejar nuestras preocupaciones en manos
de Dios, y como resultado, Él calmará nuestras ansiedades con su paz
incomprensible.
Después de haber hecho un estudio
adecuado en la exégesis, de haber desarrollado un bosquejo exegético y haber
discernido el tema principal, estamos listos para desarrollar y evaluar nuestro
bosquejo homilético. Además, tendremos la seguridad de que esteremos predicando
la Biblia y que nuestra audiencia aprenderá algo valioso y relevante. Daremos
la respuesta a una sola pregunta: ¿Cómo
vencer la ansiedad?
En vez de escuchar una serie de ideas
espontáneas y desconectadas, los oyentes recibirán enseñanzas coherentes que
pueden aplicar a sus vidas. Veremos cómo convertir esta información en un
sermón claro y eficaz.
II. TRES PREGUNTAS
CLARIFICADAS:
Ahora queremos convertir la idea o
proposición central en un sermón que refleja el contenido bíblico y sea
relevante a nuestra audiencia. Hay tres preguntas que nos ayudan a lograr dicho
fin:
(1) ¿Qué
significa?;
(2) ¿Es verdad?
(¿estoy realmente persuadido?); y
(3) ¿Cómo se
mostrará este principio en mi vida?
Estas tres preguntas nos ayudan a
desarrollar un bosquejo homilético claro, sencillo y fácil de entender. Es
importante someter cada punto del sermón a estas preguntas, ya que nos ayudan a
discernir las áreas de confusión potencial y nos hacen ver dónde se necesita
más claridad, y cómo ilustramos la revelación del principio bíblico a la vida
actual:
1.
La primera pregunta: “¿Qué significa?”, tiene
que ver con la comprensión del significado del texto bíblico.
En algunos textos el significado se
comprende sin mucha explicación, mientras que en otros no quedan tan claro. En
el pasaje que hemos seleccionado no se presentan problemas: “Por nada estéis afanosos”.
Entendemos sin confusión que el cristiano no debe afanarse. Quién PREDICA este
texto no tendrá que pasar mucho tiempo explicando su significado. Sin embargo,
sí tendrá que invertir tiempo en la segunda y tercera pregunta.
2. La segunda pregunta: “¿Es verdad?”, no tiene que ver
con la validez de la Biblia sino con lo que debemos hacer como PREDICADORES para
convencer a nuestros oyentes de la validez escritural del principio que
pensamos comunicar.
Por ejemplo: después de escuchar: “El
creyente no debe afanarse”, tal vez el oyente piense: “Entiendo que no debo afanarme, pero creo que es imposible de cumplir.
El pastor no comprende todos los problemas que estoy sufriendo y la gran
ansiedad que siento, No me convence lo que dice”. Por esta razón, el
bosquejo homilético (que presentaremos en el síguete paso contiene las
siguientes palabras: “Tal vez no podamos
controlar el afán en sí, pero sí nuestra manera de responder al afán”.
Explicaremos que todo ser humano siente
ansiedad, y a veces, ésta parece fuera de nuestro control. Por eso es
imprescindible preocuparnos más en cómo reaccionar ante la ANSIEDAD, en vez de preocuparnos de por qué la tenemos. Si no
anticipamos dichas reacciones del público, es posible perder a algunos durante
el resto del mensaje, especialmente si están confundidos o en desacuerdo. Otra
manera de expresar la idea principal es: “El creyente debe responder a la ansiedad a fin de
experimentar la paz de Dios”.
3.
La tercera pregunta: “¿cómo se mostrará este principio en mi vida?”, hace hincapié en
la aplicación.
El PREDICADOR debe ilustrar cómo el principio que acaba de explicar funciona en la
vida cotidiana. No es suficiente exhortar:
“No se afanen”. Hay que ilustrar usando
experiencia personales, o quizás una “vivencia”
como la siguiente:
Hay días en que uno se pregunta por qué
se levantó de la cama. Los problemas se suceden sin solución. Dichos días a
veces comienzan con una llamada telefónica muy temprana, indicativa de que algo
no anda bien, El futuro que pensábamos estaba seguro, aparece amenazado con
incertidumbres. Nos sobreviene el temor, llega el nerviosismo y nos sentimos
desorientados. Tal vez sea el jefe llamando para decirnos que su empresa ya no
nos necesita, etc…
Durante la misma semana, el automóvil
(etc…) ha dejado de funcionar y la reparación consumió los pocos ahorros.
Estamos preocupados por la falta de dinero cuando un ruido desconcertante
interrumpe nuestros pensamientos: el refrigerador no funciona más. La mente ya
agobiada pregunta: “¿Cómo vamos a
comprar otro? ¿Dónde podremos la comida para que no se eche a perder? ¿Qué
vamos a hacer?”. En ese momento llega otro pensamiento: “Por nada estéis afanosos”.
Es cuando recordamos que Dios está al
tanto de nuestra situación, nos ha dado instrucciones para vencerla, y desea
que respondamos como ÉL nos ha instruido.
Es posible que alguien
en la congregación reconozca su necesidad inmediata de instrucción bíblica. Tal
vez otras experimentan situaciones difíciles. En todos los casos, es mucho más
probable que recuerden una historia que ilustra un principio bíblico que una
sencilla amonestación: “Hermanos y
hermanas, ¡no se preocupen!”.
Los oyentes han de “ver” cómo este principio bíblico funciona en la vida diaria. Así
no sólo recordarán sino que también sabrán cómo aplicarlo.
III. LOS PRINCIPIOS DE
LA CLARIDAD EN LA PREDICACIÓN:
Todo pastor desea que su PREDICACIÓN
sea comprendida. La siguiente lista de principios nos ayudará a comunicar la
Palabra de Dios con claridad y sin confusión:
3.1. Use Una Introducción Que Haga Que La Audiencia
Comprenda, Vea Y Sienta La Relevancia Del Sermón.
La Introducción debe motivar a los
yentes a seguir escuchando, y despertar en ellos la expectativa de que el
mensaje es relevante e imprescindible para su vida. Deben ver que, a pesar de
su antigüedad, la Biblia tiene la respuesta para su problema actual. Asimismo,
la introducción tiene como propósito presentar el tema del mensaje a los oyentes: establece una relación positiva entre el ORADOR y la AUDIENCIA, demuestra la
relevancia del mensaje, y orienta a las personas hacia la idea principal del
sermón.
3.2. Concluya La Introducción Con El Tema En Forma De
Pregunta, o Con Un “Avance” Que Guíe Al Oyente a Escuchar El Sermón.
Hay
sermones deductivos e inductivos. Al final de la
introducción del sermón deductivo concluye con una presentación sencilla
de la idea principal, tanto del sujeto como del complemento. Es decir, el PREDICADOR
presenta una forma de “avance” que revela el sujeto y el complemento,
de manera que el oyente recibe la idea o proposición principal del sermón antes
de que comience la exposición. En el sermón acerca de la ansiedad, dicho “avance”
podría ser el siguiente: “Hoy veremos
que el creyente debe tomar control de su ansiedad, comunicar sus preocupaciones
al Señor, y como resultado experimentará la paz incomprensible que Dios
provee”, o “esta mañana veremos cuál
debe ser la actividad del creyente frente a la ansiedad[3], qué acción, qué acción debe tomar
frente a las preocupaciones, y qué resultados puede esperar del Señor”.
En un sermón inductivo culmina
con el sujeto del sermón expresado en forma de pregunta: “¿Cómo debe el creyentes responder frente a la ansiedad? ¿Qué debe
hacer el cristiano frente al estrés [4] y las preocupaciones? ¿Qué principios bíblicos
debe seguir el creyente cuando experimente la ansiedad”.
Véase-----> Parte II:
No hay comentarios.:
Publicar un comentario