domingo, 3 de julio de 2016

Parte I: SEA CLARO EN SU PREDICACIÓN:

Parte I:
SEA CLARO EN SU PREDICACIÓN:
Por: Pastor: Carlos Ramírez Jiménez:

Una de las ironías entre la situación de los PREDICADORES y sus CONGREGACIONES es que, por un lado, intentamos pro PROCLAMAR la VERDAD a nuestros oyentes, y por otro, a los feligreses les cuesta hablar sinceramente con nosotros. Al concluir el culto el pastor saluda a la gente, pero rara vez se escucha que alguien le diga: “Pastor, Dios lo ama y yo también. Sin embargo, debemos decirle que ese fue uno de los sermones más aburrido y confuso que he escuchado en mi vida. En realidad no sé ni cómo usted mismo lo pudo soportar”.
Al contrario, no importa la calidad o claridad de nuestro sermón, siempre hay unos pocos que dicen: “Muy buen mensaje, pastor”.
Los más sinceros sencillamente nos dan la mano y no comentan al respecto. No obstante después, camino a sus casas, tal vez se quejen de nosotros (algunos con más misericordia que otros) o quizás sientan confusión e insatisfacción.

Seamos sinceros: nos cuesta criticarnos a nosotros mismos. Es natural que tratemos de rescatar lo más positivo en nuestra PERDICACIÓN y protegernos de verdades que tal vez nos duela. Por lo tanto, es fácil acostumbrarnos a patrones que obstruyen la COMUNICACIÓN en vez de facilitarla. A la vez, en nuestro corazón sabemos que podemos predicar mejor.
Muchas veces nuestra PRÉDICAS no son impactantes, pues consideramos que el público automáticamente:
(1) Prestará atención;
(2) Comprenderá el mensaje; y
(3) Saldrá del culto dispuesto a poner en práctica nuestras exhortaciones.
Pensamos que si agregamos más tiempo y palabras a nuestros sermones, las probabilidades de que los oyentes comprendan aumentarán. En realidad, hasta los ORADORES excepcionales pueden perder la atención del público después de veinte minutos. No bastante, a veces creemos que si seguimos hablando la congregación seguirá escuchando, y esto no es cierto.
Ningún pastor, evangelista u ORADOR quiere perder tiempo en el púlpito. Tampoco la congregación. Todos deseamos que los mensajes den como resultado vidas cambiadas para gloria de Dios. Sin embargo, es imposible aplicar las verdades de las Escrituras comprenderlas.

I.    PREDICAR UNA IDEA CENTRAL Y ESCRITURAL:

En primer lugar, la claridad en la predicación demanda que prediquemos una sola idea, tesis o proposición principal. Es decir, en vez de presentar una serie de exhortaciones desconectadas, todo lo que decimos debe contribuir a una sola idea principal que salga del texto bíblico que estamos estudiando.
Esta tesis bíblica debe ser coherente e interesante para que la congregación la pueda comprender, creer y vivir. Dicha idea, tesis o proposición central está compuesta de un sujeto y un complemento. El sujeto es el tema, aquello de lo cual trata el pasaje, y el complemento es lo que la Escritura dice acerca del mismo y cómo lo sustenta. Por ejemplo, “la claridad de la PREDICACIÓN representa el tema de este artículo, y los tres principios que desarrollaremos son el complemento. El sujeto (la tesis o el tema) y el complemento (lo que se dice acerca del mismo) forman juntos la idea o proposición principal.
Usemos un texto muy conocido como ejemplo: “Por nada estéis afanosos; ante bien, en todo, mediante oración y súplica con acción de gracias, sean dadas a conocer vuestra peticiones delante de Dios. Y la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, guardará vuestros corazones y vuestras mentes en Cristo Jesús” (Filp.4:6-7. BLA).
¿Cuál es el sujeto o tema del texto? A primera vista podría ser el afán, la oración o tal vez la paz de Dos. ¿Cómo decidir? Antes de PREDICAR cualquier texto bíblico es necesario comprender en su contexto. Este artículo presupone que uno ha hecho un estudio detallado del libro de la Biblia y del texto en particular sobre el que se quiere PREDICAR. Es decir, la exégesis[1] precede a la PREDICACIÓN. Por lo tanto, recomendamos el buen uso de todas las herramientas disponibles al intérprete:
·      concordancias,
·      atlas,
·      diccionarios bíblicos,
·      libros acerca de las costumbres de los tiempos bíblicos,
·      manuales,
·      comentarios, y
·      todo recurso que preste ayuda.
No obstante, debemos dejar los comentarios hasta después que hayamos realizado nuestro propio trabajo. Los comentarios nos dan las conclusiones de otros. Por lo tanto, primero estudiaremos la Palabra con mente y corazón abierto y después evaluaremos nuestras conclusiones a la luz de lo que otros han dicho.

Todo Lo Que Decimos Debe Contribuir A Una Sola  IDEA PRINCIPAL Que Salga Del Texto Bíblico Que Estamos Estudiando:

Debemos leer el libro de la Biblia (en este caso Filipenses) completo, sin interrupción, a fin de ganar una compresión panorámica del mismo y comprender en su CONTEXTO (cotexto) el pasaje sobre el que queremos PREDICAR. El libro de Jonás ilustra la importancia de este paso.
En Jonás 1:3ª leemos: “Pero Jonás se levantó para huir a Tarsis, lejos de la presencia del Señor”. Sin embargo, no sabemos por qué huyó Jonás hasta que llegamos al último capítulo del libro. Allí nos enteramos de que Jonás deseaba la destrucción y no la salvación de los ninivitas. Después de que Dios decide no destruir a Nínive leemos lo siguiente: “Pero esto desagradó a Jonás en gran manera, y se enojó. Y oró al Señor, y dijo: ¡Ah Señor! ¿No era esto lo que yo decía cuando aún estaba en mi tierra? Por eso me anticipé a huir a Tarsis, porque sabía yo que tú eres un Dios compasivo y clemente, lento para la ira y rico en misericordia, y que te arrepientes del mal con que amenazas” (Jon. 4:1-2).

El primer capítulo de Jonás reporta su huida, mientras que el último nos revela el motivo. Sin leer el libro completo no sabemos el porqué de los acontecimientos. Escuché a un pastor predicar que Jonás huyó porque temía morir a mano de los crueles ninivitas, enemigos de Israel. Es cierto que los ninivitas eran enemigos y eran crueles, pero la idea de que Jonás huyó por temor es ajena al libro, ya que Jonás mismo afirma la razón por la cual desobedeció.

De manera que, para no introducir una idea ajena al texto bíblico, es imperioso leer el libro completo varias veces como parte del estudio del mensaje.
Después debemos seleccionar la cantidad de material que vamos a predicar:
v Un versículo,
v un párrafo,
v una sección o
v un libro entero, y
v entonces desarrollar un bosquejo exegético.
El mismo precede al bosquejo Homilética [2] que trataremos a continuación, y sirve como su base. ¿Cuál es la diferencia? El bosquejo exegético nos ayuda a discernir lo que el autor del libro estaba diciendo al público original. Nos muestra, por ejemplo, cómo Pablo presentó la enseñanza a los creyentes del primer siglo. El bosquejo homilético, en cambio, representa cómo nosotros pensamos comunicar los mismos principios de manera relevante a nuestra audiencia en América Latina, sin cambiar su significado.
Debemos desarrollar primero un bosquejo exegético que nos ayude a discernir el pensamiento del autor original, para así llegar a la idea central del pasaje, siempre usando un sujeto y un complemente. Examinemos el siguiente bosquejo para el pasaje de Filipenses 4:6-7.

Bosquejo Exegético:

I.  Los Filipenses No Deben Afinarse (4:6ª).
A. Pablo da un mandato a los filipenses (4:6).
B. El contenido del mandato es que no se afanen (4:6).
II. En Lugar De Afán, Los Filipenses Deben Presentar Sus Peticiones Ante Dios Con Gratitud (4:6b, c, d, e).
A. Deben dar a conocer sus peticiones a Dios, en lugar de afanarse (4:6b,e).
B. Deben dar a conocer sus peticiones en todo (4:6b).
C. Deben dar a conocer sus peticiones por medio de oración y súplica (4:6c).
D. Deben dar a conocer sus peticiones en espíritu de gratitud (4:6d).
III. El Resultado De No Afanarse y Dar a Conocer Sus Peticiones Ante Dios Es Que Experimentarán Su Paz Protectora e Incomprensible En Cristo Jesús (4:7).
A. La paz de Dios llega como resultado de darle a conocer nuestras peticiones (4:7ª).
B. La paz de Dios sobrepasa todo entendimiento humano (4:7b).
C. La paz de Dios protege las emociones y los pensamientos (4:7c).
D. La paz de Dios se experimenta en la esfera de las relaciones con Cristo Jesús (4:7d).

Cuando examinamos el bosquejo presentado arriba es evidente que Pablo trata sobre los temas del afán, la oración y la paz de Dios. Es también evidente que el afán representa el sujeto o el tema principal de su enseñanza, y que la oración y la paz de Dios se entienden en relación con dicho sujeto central.
El Tema Principal Es: “El afán y cómo responder a él”. El apóstol instruye a los filipenses para presentar sus peticiones (y cómo hacerlo) y enseña que, como resultado, pueden esperar la paz protectora e incomprensible de Dios en Cristo Jesús.
De esa manera podemos descubrir una idea exegética (la proposición o idea principal del autor bíblico a la audiencia original), y discernir la enseñanza o el principio transcultural que se aplica tanto a dicha audiencia como a nosotros. Esa enseñanza transcultural se convertirá después en la idea o proposición homilético que presentaremos a nuestra congregación.
Idea Exegética: Pablo instruye a los creyentes filipenses exhortándolos a no afanarse en nada, sino en todo momento presentar sus peticiones a Dios con gratitud; como resultado, experimentarán su paz protectora e incomprensible en relación con Cristo Jesús.
Principio Transcultural: en vez de afanarse, los creyentes deben presentar sus preocupaciones ante Dios con acción de gracia en Cristo Jesús, y experimentarán su paz protectora como resultado.
Idea Homilética: en vez de afanarnos, con acción de gracias debemos dejar nuestras preocupaciones en manos de Dios, y como resultado, Él calmará nuestras ansiedades con su paz incomprensible.

Después de haber hecho un estudio adecuado en la exégesis, de haber desarrollado un bosquejo exegético y haber discernido el tema principal, estamos listos para desarrollar y evaluar nuestro bosquejo homilético. Además, tendremos la seguridad de que esteremos predicando la Biblia y que nuestra audiencia aprenderá algo valioso y relevante. Daremos la respuesta a una sola pregunta: ¿Cómo vencer la ansiedad?
En vez de escuchar una serie de ideas espontáneas y desconectadas, los oyentes recibirán enseñanzas coherentes que pueden aplicar a sus vidas. Veremos cómo convertir esta información en un sermón claro y eficaz.

II.   TRES PREGUNTAS CLARIFICADAS:

Ahora queremos convertir la idea o proposición central en un sermón que refleja el contenido bíblico y sea relevante a nuestra audiencia. Hay tres preguntas que nos ayudan a lograr dicho fin:
(1) ¿Qué significa?;
(2) ¿Es verdad? (¿estoy realmente persuadido?); y
(3) ¿Cómo se mostrará este principio en mi vida?
Estas tres preguntas nos ayudan a desarrollar un bosquejo homilético claro, sencillo y fácil de entender. Es importante someter cada punto del sermón a estas preguntas, ya que nos ayudan a discernir las áreas de confusión potencial y nos hacen ver dónde se necesita más claridad, y cómo ilustramos la revelación del principio bíblico a la vida actual:

1. La primera pregunta: “¿Qué significa?”, tiene que ver con la comprensión del significado del texto bíblico.
En algunos textos el significado se comprende sin mucha explicación, mientras que en otros no quedan tan claro. En el pasaje que hemos seleccionado no se presentan problemas: “Por nada estéis afanosos”. Entendemos sin confusión que el cristiano no debe afanarse. Quién PREDICA este texto no tendrá que pasar mucho tiempo explicando su significado. Sin embargo, sí tendrá que invertir tiempo en la segunda y tercera pregunta.

2. La segunda pregunta: “¿Es verdad?”, no tiene que ver con la validez de la Biblia sino con lo que debemos hacer como PREDICADORES para convencer a nuestros oyentes de la validez escritural del principio que pensamos comunicar.
Por ejemplo: después de escuchar: “El creyente no debe afanarse”, tal vez el oyente piense: “Entiendo que no debo afanarme, pero creo que es imposible de cumplir. El pastor no comprende todos los problemas que estoy sufriendo y la gran ansiedad que siento, No me convence lo que dice”. Por esta razón, el bosquejo homilético (que presentaremos en el síguete paso contiene las siguientes palabras: “Tal vez no podamos controlar el afán en sí, pero sí nuestra manera de responder al afán”.
Explicaremos que todo ser humano siente ansiedad, y a veces, ésta parece fuera de nuestro control. Por eso es imprescindible preocuparnos más en cómo reaccionar ante la ANSIEDAD, en vez de preocuparnos de por qué la tenemos. Si no anticipamos dichas reacciones del público, es posible perder a algunos durante el resto del mensaje, especialmente si están confundidos o en desacuerdo. Otra manera de expresar la idea principal es: “El creyente debe responder a la ansiedad a fin de experimentar la paz de Dios”.

3. La tercera pregunta: “¿cómo se mostrará este principio en mi vida?”, hace hincapié en la aplicación.
El PREDICADOR debe ilustrar cómo el  principio que acaba de explicar funciona en la vida cotidiana. No es suficiente exhortar: “No se afanen”. Hay que ilustrar usando experiencia personales, o quizás una “vivencia” como la siguiente:
Hay días en que uno se pregunta por qué se levantó de la cama. Los problemas se suceden sin solución. Dichos días a veces comienzan con una llamada telefónica muy temprana, indicativa de que algo no anda bien, El futuro que pensábamos estaba seguro, aparece amenazado con incertidumbres. Nos sobreviene el temor, llega el nerviosismo y nos sentimos desorientados. Tal vez sea el jefe llamando para decirnos que su empresa ya no nos necesita, etc…
Durante la misma semana, el automóvil (etc…) ha dejado de funcionar y la reparación consumió los pocos ahorros. Estamos preocupados por la falta de dinero cuando un ruido desconcertante interrumpe nuestros pensamientos: el refrigerador no funciona más. La mente ya agobiada pregunta: “¿Cómo vamos a comprar otro? ¿Dónde podremos la comida para que no se eche a perder? ¿Qué vamos a hacer?”. En ese momento llega otro pensamiento: “Por nada estéis afanosos”. Es  cuando recordamos que Dios está al tanto de nuestra situación, nos ha dado instrucciones para vencerla, y desea que respondamos como ÉL nos ha instruido.
Es posible que alguien en la congregación reconozca su necesidad inmediata de instrucción bíblica. Tal vez otras experimentan situaciones difíciles. En todos los casos, es mucho más probable que recuerden una historia que ilustra un principio bíblico que una sencilla amonestación: “Hermanos y hermanas, ¡no se preocupen!”.
Los oyentes han de “ver” cómo este principio bíblico funciona en la vida diaria. Así no sólo recordarán sino que también sabrán cómo aplicarlo.

III.  LOS PRINCIPIOS DE LA CLARIDAD EN LA PREDICACIÓN:

Todo pastor desea que su PREDICACIÓN sea comprendida. La siguiente lista de principios nos ayudará a comunicar la Palabra de Dios con claridad y sin confusión:

3.1. Use Una Introducción Que Haga Que La Audiencia Comprenda, Vea Y Sienta La Relevancia Del Sermón.
La Introducción debe motivar a los yentes a seguir escuchando, y despertar en ellos la expectativa de que el mensaje es relevante e imprescindible para su vida. Deben ver que, a pesar de su antigüedad, la Biblia tiene la respuesta para su problema actual. Asimismo, la introducción tiene como propósito presentar el tema  del mensaje a los oyentes: establece una relación positiva entre el ORADOR y la AUDIENCIA, demuestra la relevancia del mensaje, y orienta a las personas hacia la idea principal del sermón.

3.2.   Concluya La Introducción Con El Tema En Forma De Pregunta, o Con Un “Avance” Que Guíe Al Oyente a Escuchar El Sermón.
Hay sermones deductivos e inductivos. Al final de la introducción del sermón deductivo concluye con una presentación sencilla de la idea principal, tanto del sujeto como del complemento. Es decir, el PREDICADOR presenta una forma de “avance que revela el sujeto y el complemento, de manera que el oyente recibe la idea o proposición principal del sermón antes de que comience la exposición. En el sermón acerca de la ansiedad, dicho avance podría ser el siguiente: “Hoy veremos que el creyente debe tomar control de su ansiedad, comunicar sus preocupaciones al Señor, y como resultado experimentará la paz incomprensible que Dios provee”, o “esta mañana veremos cuál debe ser la actividad del creyente frente a la ansiedad[3], qué acción, qué acción debe tomar frente a las preocupaciones, y qué resultados puede esperar del Señor”.

En un sermón inductivo culmina con el sujeto del sermón expresado en forma de pregunta: “¿Cómo debe el creyentes responder frente a la ansiedad? ¿Qué debe hacer el cristiano frente al estrés [4] y las preocupaciones? ¿Qué principios bíblicos debe seguir el creyente cuando experimente la ansiedad”.

Véase-----> Parte II:

No hay comentarios.:

Publicar un comentario