viernes, 8 de julio de 2016

Parte II: Los “cristos” Latinoamericanos: (Santiago 1:26-27)

Parte II:
Los “cristos” Latinoamericanos:
 (Santiago 1:26-27)


Por: Pastor: Carlos Ramírez Jiménez:

histórico. Para otros, Él posiblemente puede pertenecer al pasado, pero no al presente, y ciertamente no al futuro. Ellos creen que viven  en una pos-cristiana y no ven en Cristo la respuesta a la angustia del hombre contemporáneo.

6.       El Cristo Del Protestantismo.

Si el Cristo católicorromano llegó a nosotros por vía de España, el Cristo protestante llegó de otras naciones europeas –tales como Inglaterra, Alemania, Francia y los Países Bajos- y de Estados Unidos. Como consecuencia de esto muchos han llegado a  identificar el protestantismo con el imperialismo Occidental o Sistemas capitalistas –lo que bien merece un estudio por separado-.
De aquí es más y en términos generales, basta con decir que el Cristo Protestante fue heredado de los Reformadores religiosos del siglo XVI –aunque ÉL no se originó con ellos, ni fue interpuesto por ellos-.

Los Reformadores consideraban a las Sagradas Escrituras como su máxima autoridad, referiéndose a ellas exclusivamente en todas las cuestiones de fe y colocándolas delante y por encima de la autoridad de la Iglesia. Su grito de guerra era: “Solamente las Escrituras, solamente Cristo, solamente gracia, y solamente la fe como un medio de justificación ante Dios”:
·      En lugar de buscar a Cristo en la sombra de los altares, en antiguos pergaminos de tradición eclesiástica o en las filosóficas escrituras teológicas de los escolásticos[3], los Reformadores se volvieron al Texto Sagrado. La Reforma fue un retorno a la Biblia, un esfuerzo determinado de redescubrir al Cristo del Nuevo Testamento.
·      sTodo sugiere el segundo tema central de la Reforma: El mensaje de Salvación que tiene como centro y circunferencia a la Persona y la obra de Jesucristo. Él es elevado al lugar de preeminencia, y no solamente en teología sino en la vida y adoración de la iglesia también.
Él es el Cristo que, por la encarnación, participa en la historia y experiencia de la humanidad. Ataviado en carne y sangre humana, Él vive con los hombres, Él se identifica completamente con ellos, sufriendo con y para ellos, y finalmente muriendo por ellos. Pero también es el Cristo de la Resurrección; por consiguiente, el énfasis está en el Cristo que vive eternamente y que trascendiendo tiempo y lugar, está sin embargo presente en su obra de Redención en el mundo de hoy.
·      Una tercera característica de la Reforma fue su tendencia al individualismo. Los Reformadores pugnaron por la libertad de conciencia, proclamando que cada hombre poseía la irrestricta lucha de la libre consideración a todas las cuestiones relacionadas con asunto de fe. La enseñanza del sacerdocio universal de los creyentes enfatizó la libertad del individuo para buscar a Dios y acercarse a su Palabra, sin la intervención de la autoridad humana.
Se dejó al individuo a solas con Dios en el santuario de su conciencia, guiado por la luz de la Revelación Divina. Este individualismo protestante también se manifiesta en la dimensión secular del cristiano para quien –consciente de su dignidad personal ante Dios, la iglesia y el estado- todas las vocaciones son sagradas. Así, el individuo puede y debe glorificar a Dios en cualquier trabajo o profesión honorable, no solamente en el aislamiento de la celda de un convento. Tampoco tiene el sacerdocio al monopolio sobre lo sagrado. A los ojos del Creador, todas las vocaciones son sagradas. Era de esperar que este individualismo produjera una buena variedad de grupos protestantes. Además, cuando la estructura monolítica de la iglesia medioeval hubo sido fracturado, aquellos que por primera vez respiraban el aire de la libertad religiosa no quisieron erigir una nueva y vasta estructura jerárquica a la cual debían someterse. Este accionar estaría completamente reñido con el espíritu de la Reforma, y cuando ciertos líderes protestantes, tales como Juan Calvino, procuraron volver al Antiguo Autoritarismo, se encontraron con una resistencia decidida de parte de aquellos que habían recibido esclarecimiento por el nuevo día de libertad espiritual.
·      En cuarto lugar, la Reforma provocó cierto efecto sociopolítico. Por empezar, dada la estrecha vinculación existente entre la estructura eclesiástica y la jurisdicción civil hasta ese momento, era inevitable que surgieron conflictos entre este último y el movimiento reformador: Oponerse a la Iglesia era oponerse también a la autoridad secular.
Por consiguiente, ciertos cambios políticos y sociales tuvieron lugar rápidamente en esos países donde la Reforma había tenido éxito, acarreando consigo las semillas de la libertad que algún día germinarían y crecerían, para beneficio de nuestra civilización.

Habiendo sido conocido a través de las Escritura, el Cristo de la mayoría de los protestantes de América latina es un Cristo bíblico. Los protestantes hispanoamericanos son una comunidad del Libro” –la Biblia- y su doctrina es profundamente cristológica: Cristo es preeminente en teología, liturgia y servicio. En su adoración, la cruz y la tumba están vacías, porque Él es el Dios de la vida y conquistador de la muerte, el Dios que vive ahora y para siempre, el único mediador entre Dios y el hombre. “Sólo Cristo Salva”, “Cristo es la respuesta” y “Cristo es la única esperanza” han sido consignas favoritas de los protestantes en sus esfuerzos evangelísticos a través del continente.
El individualismo de los protestantes latinoamericanos también se refleja en su experiencia: a la luz de su conciencia y bajo el reflector del mundo divino, el creyente protestante disfruta de liberación de enredos eclesiásticos y jerárquicos en la búsqueda de comunión con su Dios. Su fe no depende de la autoridad humana. Su relación con Cristo es profunda e intensamente personal.
De aquí que grupos protestantes proliferen en Iberoamérica; pero la construcción de un enorme edificio jerárquico con el objeto de aunar y gobernar a todas las comunidades protestantes estaría en contradicción con el verdadero espíritu del protestantismo latinoamericano. Las desventajas de la pluralidad son preferibles a aquellas que acarrearía un gobierno eclesiástico  centralizado.
Es innegable que los factores históricos y sociales han servido muchas veces para acentuar el individualismo en la responsabilidad social protestante (otro tema interesante para investigación aparte). La verdad es que entre los más conservadores del protestantismo en Hispanoamérica se ha encontrado una actitud de indiferencia frente a los serios problemas que mantienen a estos llamados “países en desarrollo [tercer mundistas]”, en agitación.
Hasta  ahora, cuando los problemas sociales salieron a la luz, el Cristo de muchos protestantes iberoamericanos ha sido meramente escatológico –en el estrecho sentido de la palabra-. Con su aparente actitud de indiferencia hacia los conflictos que preocupan a nuestra sociedad, estos cristianos bien podrían haber dejado la impresión que, para ellos, todas las dificultades socioeconómicas debían ser dejadas para que Cristo las resuelva en la próxima vida, y que poco o nada debiera hacerse ahora para mejorar el mundo en el cual viven.
Afortunadamente, nuevas brisas han comenzado a hacerse sentir, las que prometen un cambio en esta postura de negligencia social. Aun el Cristo del protestantismo conservador ha comenzado a abrir su boca para decir lo que tan largamente había sido callado en relación a los problemas sociales del hombre latinoamericano. Ya es hora de que se le permita habla a ÉL.

7.       El Cristo De La Nueva Teología:

Una de las más difundidas reacciones al silencio del Cristo tradicional es la que ahora comienza a manifestarse tanto entre los círculos teológicos católicos como protestantes de la política izquierdista de América latina.
Impacientes y rebeldes, y con una mística capaz de controlar totalmente ciertos tipos de personalidad, los nuevos teólogos dejan oír su voz por la justicia social.
El Cristo que ellos proclaman es antropológico y sociológico; un economista capaz y un estadista experto; psicólogo de masas, experto en política local y foránea, teórico revolucionario y reformista social. Es el Cristo disidente, el activista, el rebelde (hasta violento, diría) que se viste como un labrador común y habla el complicad lenguaje de los tecnólogos de nuestro tiempo.
La teología de este Cristo –si puede llamarse teología- es decididamente antropocéntrica. Viene del hombre, es para el hombre, y no va más allá del hombre. Establece prioridades dentro del orden del hombre. Establece prioridades dentro del orden material y busca un reino que es de este mundo, consistente en comida y bebida, separados del espíritu. Su objetivo supremo es la transformación de las estructuras sociales, aunque el individuo no experimente cambio.
Contrastando con el Cristo individualista o el protestantismo iberoamericano tradicional, este Cristo de los teólogos de izquierda es tan furiosamente colectivista, tan obsesionado con las masas que está en peligro de perder de vista al individuo. En cierto modo, este Cristo es producto de nuestra civilización ultramoderna que despersonaliza al individuo, aplastandolo debajo de su enorme maquinaria socioeconómica.
Por consiguiente no debiéramos sorprendernos ante la presencia de un Cristo de izquierda en América latina. Era inevitable que, tarde o temprano, el Cristo socialmente inactivo fuera interrumpido en su sueño de los siglos por el advenimiento de otro Cristo ansioso de hablar y de actuar. Si el recién llegado pretende ser genuino y auténtico, pues entonces deberá ser aclarado a la luz del Nuevo Testamento.

¿Por qué a la luz del Nuevo Testamento? Sencillamente porque no hay documentos con mayor autoridad que ellos acerca del verdadero Cristo. Es en el Nuevo Testamento donde por primera vez en la historia de la humanidad se describe a la Persona y la obra de Jesús de Nazaret. El testimonio de los hombres que caminaron con ÉL y lo conocieron íntimamente se encuentra en sus antiguas páginas –la fuente del cristianismo-, el de su maestro y fundador. Por esta razón el Nuevo Testamento es la norma o regla que determina la autenticidad o falsedad de nuestros cristos, la luz que revela la verdad o el error de nuestra cristiandad, la espada flameante que separa a los que pertenecen al verdadero Cristo de los que no lo hacen.

Una nueva señal de esperanza se visualiza ahora en el horizonte de nuestra Hispanoamérica: hay un retorno a la lectura de la Biblia en varias comunidades eclesiásticas. Como resultado, el Libro de ayer, hoy y por siempre está en manos de muchos, devorado por ojos que están hambrientos de entendimiento espiritual. En respuesta a esta búsqueda de fe, la majestuosa figura del histórico, viviente y verdadero Cristo está destinada a surgir de sus sagradas páginas.
Ha llegado el momento del coraje moral para dejar de lado los falsos cristos y abrazar al verdadero, el conocido por los escritores del Nuevo Testamento: Pedro, Pablo, Mateo, Juan, Marcos y Lucas y los demás.

Concluimos:

Abandonemos:
Ø El Cristo Español o
Ø el anglosajón,
Ø El Cristo Negro o Rubio,
Ø Mestizo o Nativo,
Ø El Cristo Romano, etc...

Deshagámonos del Cristo de nuestros temores supersticiosos o nuestro orgullo intelectual y firmemos nuestra declaración de Independencia espiritual, volviéndonos AL CRISTO que dijo:

“y conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres”.
                                                                                      (Juan 8:32)

“Así que, si el Hijo os libertare, seréis verdaderamente libres”.
                                                                                                           (Juan 8:36)






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Notas Y Bibliografía:
[1] Cristóbal Colón concedió parte del hallazgo a Juan II de Portugal en 1493, al volver de su primera expedición. Esto generó una serie de negociaciones entre España y Portugal que se resolvieron mediante la intervención del papa Alejandro VI que adjudicó los territorios descubiertos por Colón y aún por descubrir, al reino de Castilla, castigando con la pena de excomunión a cualquier cristiano [romano] que viajara a los dominios de Las Indias sin autorización del rey de Castilla (Bulas Alejandrinas), orden que siglos más tarde sería desobedecida por británicos y holandeses (que por otras razones rompieron con la Iglesia católica) así como franceses. Una década después, el navegante al servicio de la monarquía española, Américo Vespucio describiría que las tierras descubiertas por Colón no se encontraban en Asia, sino en un continente nuevo, desconocido por los europeos de aquella época. Debido a esta tesis, los europeos acabarían llamando "América" al continente recién descubierto.
[2] ”Si alguno se cree religioso entre vosotros, y no refrena su lengua, sino que engaña su corazón, la religión del tal es vana… La religión pura y sin mácula delante de Dios el Padre es esta: Visitar a los huérfanos y a las viudas en sus tribulaciones, y guardarse sin mancha del mundo”. (Stg 1:26-27). Una lengua fuera de control, y un corazón engañoso, son el resultado de una religiosidad vacía. La verdadera religión se expresa en la vida diaria, como lo pone de manifiesto la pureza de la conversación, el amor y el carácter. Aunque Santiago no ofrece una relación genuina, presenta lo anterior como sus características típicas.
[3] escolástico, ca. (Del lat. scholastĭcus). adj. Perteneciente o relativa a las escuelas medievales o a quienes estudiaban en ellas. || 2. Perteneciente o relativo al escolasticismo. Apl. a pers., u. t. c. s. || 3. Dicho de una persona: Que enseña el escolasticismo. U. t. c. s. || 4. Que lo profesa. U. t. c. s. || 5. f. escolasticismo. ORTOGR. Escr. con may. inicial . □ V. latín ~, teología ~. Microsoft® Encarta® 2009.
-    Apuntes Pastorales Volumen VIII-NÚMERO 6 Julio 1991. Moody Press, 1989 Usado con permiso.
-    Pastor: Carlos Ramírez Jiménez. 06//05//2000.

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