lunes, 11 de julio de 2016

Parte II: Artículos 4-7: El Católico Y Sus Muertos

Parte II:
El Católico Y Sus Muertos:

Artículo 4:
¿Quiénes Son Los Muertos?
Pastor: Carlos Ramírez Jiménez:

Artículo 4:
¿Una Misa, Cómo Alivia a Un Alma Que Está En El Purgatorio?
Por cuatro años he servido como orientador de grupo de oración de la iglesia católica y me he dado cuenta que la enseñanza que he recibido no compagina con las palabras de vida que hay en las Escrituras.
Los sacerdotes se han dado cuenta que oriento a los jóvenes con la Verdad y ellos me insinúan que soy un protestante, pero he tomado una decisión: seguir al Cristo que enseñan las Escrituras.
Tengo las siguientes preguntas:
• ¿Una misa[3], cómo alivia a un alma que está en el purgatorio?
• ¿Quiénes van al purgatorio?
• ¿Por qué los sacerdotes no enseñan la verdad tal como está en la Biblia?
   En espera de su respuesta se despide,
P.S.G.

Respuesta:
•  ¿Una misa, cómo alivia a un alma que está en el purgatorio? La pregunta tendría una respuesta adecuada, si la Biblia nos dijera que existe un purgatorio. Pero si la Palabra de Dios, en parte alguna, habla de un lugar o estado de purificación de las almas después de la muerte, ¿cómo podremos responder, según la Biblia, que una misa alivia a un alma en el purgatorio? Esta doctrina proviene de una tradición pagana, ya que casi todas las manifestaciones religiosas paganas admiten un purgatorio y rezos por sus difuntos. Eso a través del tiempo también tuvo acogida entre muchos que aceptaban el cristianismo, sin dejar sus costumbres paganas, y poco a poco se fue convirtiendo en una tradición, porque los que la practicaban no estaban verdaderamente convertidos a la fe de Cristo.
•  ¿Quiénes van al purgatorio?: Según la Biblia: nadie; según Roma: “los que mueren en la gracia y en la amistad de Dios, pero imperfectamente purificados” (1030 NC).
La iglesia católica apoya su teoría en la tradición y sobre todo en un texto apócrifo, en el 2º libro de los Macabeos 12:46 (libro que los judíos no admiten como inspirado y que la misma iglesia católica llama seudocanónico = Apócrifo, un libro histórico para el pueblo judío hasta hoy) allí se dice textualmente: “Obra santa y piadosa es orar por los muertos. Por eso hizo (Judas Macabeo) que fuesen expiados los muertos: para que fuesen absueltos de sus pecados”.
Según el concilio de Trento el alma en el purgatorio paga los castigos temporales por el pecado que aún no había pagado mientras vivió en el cuerpo. Pero ninguna doctrina de la iglesia católica dice que en el purgatorio las almas pueden ser absueltas de los pecados, como afirma el libro de los Macabeos.
Entonces, ¿por qué Roma se apoya en un texto apócrifo que contradice su propia doctrina?, simplemente porque habla de orar por los muertos. Eso mismo decía el filósofo griego Platón o el escritor latino Virgilio en su Eneida o los paganos egipcios. ¿Por qué no los cita a ellos?, ya que del paganismo viene esa tradición de orar por los muertos.
•  La doctrina del purgatorio es una ofensa a Cristo y al Espíritu Santo. Es una ofensa a Cristo, porque considera su obra redentora incapaz de perdonar toda culpa y pena por el pecado, entrando así en contradicción con la misma Palabra de Dios que dice: “Perdonándoos todos los pecados (en Él), anulando el acta de los decretos que había contra nosotros, quitándola de en medio y clavándola en la cruz” (Colosenses 2:13,14); “Quien llevó Él mismo nuestros pecados en su cuerpo sobre el madero” (1 Pedro 2:24); “la sangre de Jesucristo Su Hijo nos limpia de toda maldad” (1 Juan 1:7); “porque con una sola ofrenda hizo perfectos para siempre a los santificados” (Hebreos 10:14).

“¿Quién acusará a los escogidos de Dios (de culpa o pena por el pecado)? Dios es el que justifica. ¿Quién es el que condenará? Cristo es el que murió” (Romanos 8:33,34).
Es una ofensa al Espíritu Santo, decir: “los que mueren en la gracia y en la amistad de Dios, pero imperfectamente purificados”. Como si el Espíritu Santo sólo santificase o purificase a medias.
Pues la Palabra de Dios nos dice con toda claridad: “¿Cuánto más la sangre de Cristo, el cual mediante el Espíritu eterno se ofreció a Sí Mismo sin mancha a Dios limpiará vuestras conciencias de obras muertas para que sirváis al Dios vivo” (Hebreos 9:14); “ya habéis sido lavados, ya habéis sido santificados, ya habéis sido justificados en el Nombre del Señor Jesús, y por el Espíritu de nuestro Dios” (1 Corintios 6:11).
• “¿Por qué los sacerdotes no enseñan la verdad tal como está en la Biblia?”: Sin más, tendríamos que responder, si los sacerdotes enseñasen la verdad tal y como está en la Biblia, lo primero que tendrían que deponer era su propio sacerdocio ministerial. Por lo tanto mientras sigan siendo sacerdotes no pueden enseñar esta Verdad. Pues los sacerdotes tienen como fuentes de su teología, además de la Biblia, la tradición y, sobre todo, el magisterio de la iglesia. Esto les hace incapaces para acercarse a la Palabra de Dios personal y directamente, siempre tienen que usar las muletas que les ofrece su iglesia para caminar. Estas son: la tradición y el magisterio del Papa.
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[3] misa. (Del b. lat. missa, despedida, misa). f. Celebración de la eucaristía. || 2. Orden del presbiterado. Juan está ordenado de misa. || ~ cantada. f. La que celebra con canto un solo sacerdote. || ~ concelebrada. f. La celebrada conjuntamente por varios sacerdotes. || ~ conventual. f. La mayor que se dice en los conventos. || ~ de campaña. f. La que se celebra al aire libre para fuerzas armadas y, por ext., para un gran concurso de gente. || ~ de cuerpo presente. f. La que se dice por lo regular estando presente el cadáver, aunque algunas veces, por algún inconveniente que ocurre, se dice en otro día no impedido. || ~ de difuntos. f. La señalada por la Iglesia para que se diga por ellos. || ~ del alba. f. La que se celebra en algunos templos al romper el día. || ~ de gallo, o ~ del gallo. f. La que se dice a medianoche o al comenzar la madrugada del día de Navidad. || ~ de los cazadores. f. misa del alba. || ~ de parida, o ~ de purificación. f. La que se decía cuando una mujer iba por primera vez a la iglesia después del parto. || ~ de réquiem. f. misa de difuntos. || ~ en seco. f. La que se dice sin consagrar, como la del que se adiestra para celebrar. || ~ mayor. f. La que se canta a determinada hora del día para que concurra todo el pueblo. || ~ nueva. f. La primera que dice o canta el sacerdote. || ~ parroquial. f. La que se celebra en las parroquias los domingos y fiestas de guardar, a la hora de mayor concurso. Se aplica por todos los feligreses y generalmente la celebra el párroco. || ~ privada, o etc...~  Microsoft® Encarta® 2009.



Artículo 5:
El Papa Explica El Purgatorio:

Hace algunos días apareció en los periódicos de mi país el artículo adjunto y pensé que sería oportuno compartirlo con ustedes. Fraternalmente, G. H. I.
Dicho artículo cita frases textuales del Papa (Juan Pablo II) como estas: “El Purgatorio, al igual que el paraíso y el infierno, no es un lugar físico”. “Para aquellos, que en el momento de su muerte, se encuentran en condición de apertura a Dios, pero en forma imperfecta, el camino hacia la plenitud exige una purificación completa, que la fe de la iglesia presenta a través de la enseñanza sobre el purgatorio “.
“El purgatorio, que no es un lugar, es una condición de vida donde quienes se encuentran en estado de purificación participan en el amor de Cristo, que los libra de sus imperfecciones”.

Respuesta:
Lo primero que nos sorprende de la declaración de Juan Pablo II es la comparación que hace de su invento, el “purgatorio”, con el paraíso y el infierno, de los que el Señor Jesús nos habló reiterativamente confirmando las Escrituras, como en Juan 14:2:
“En la casa de mi Padre muchas moradas hay; si así no fuera, Yo os lo hubiera dicho; voy, pues, a preparar lugar para vosotros”.
Ahora se presenta el que se llama su “Vicario” sobre la tierra, y nos dice que esto es una fantasía. Y esto lo hace para buscar excusa al gran invento de su “Purgatorio”.
No estaría demás, recodar aquí lo que el Señor dice en el Salmo 4:2: “¿Hasta cuándo volveréis mi honra en infamia, amaréis la vanidad, y buscaréis la mentira?”
Este Papa, fiel a lo que le interesa de la propia tradición de su iglesia, se pronuncia en una de sus audiencias semanales de agosto de 1999 sobre su concepto sobre el “purgatorio”.

En el mismo mes que el Papa Benedicto XV, el 10 de agosto de 1915, otorgó a todos los sacerdotes el privilegio de celebrar tres misas el día de todos los santos. Superando así, lo que el superior de los benedictinos de Cluny (Francia) Odilo en el 998 había decretado, que todas los monasterios de su congregación se celebrase el dos de noviembre como el día de todos los santos.
Pero no fue hasta el año 1439 en el concilio de Florencia bajo el Papa Eugenio IV en su “Decreto para los Griegos”, cuando la iglesia oficialmente declaró su fe en el purgatorio con estas palabras:
“Si creyentes verdaderamente penitentes mueren en la caridad de Dios antes de haber hecho la suficiente penitencia por sus pecados u omisiones, serán purificadas sus almas después de la muerte mediante castigos purificadores (poenis purgatoriis)” (D.693).
Lejos esté de mí gloriarme, sino en la cruz de nuestro Señor Jesucristo (Gal. 6:14)

Este concilio sigue diciendo que los creyentes vivos pueden colaborar para acortar estos castigos con sus rezos, sacrificios y limosnas.
Hay que esperar hasta el año 1563 para que el concilio de Trento en su “Decreto sobre el Purgatorio” defina esta doctrina como dogma de fe (D.1580; 1820). Según Trento la estancia en el Purgatorio de las almas es la condición del reo por la pena temporal (reatus poenae temporalis).
El concilio Vaticano II en su Constitución sobre la Iglesia (50) hace referencia al “Purgatorio” diciendo que “la iglesia conservó con gran piedad el recuerdo de los difuntos y ofreció sufragios por ellos”, “porque santo y saludable es el pensamiento de orar por los difuntos para que queden libres de sus pecados” (2 Macabeos 12:46  Apócrifo). Esta cita es de un libro apócrifo, y si la admiten como tal, están contradiciendo lo que afirman en el concilio de Florencia y cayendo bajo el anatema de Trento. Estos concilios definieron que en el “Purgatorio” sólo se purgaban las penas temporales, pero nunca es un lugar de perdón de pecados.

Ningún texto de la Biblia habla de un “Purgatorio”, y aquellos textos, que la iglesia católica admite como referencia a un purgatorio, contradicen su propia doctrina, como es el libro apócrifo de 2 Macabeos 12:46 [Apócrifo] citado antes; o Mateo 12:32, donde Jesús dice: “al que hable contra el Espíritu Santo, no le será perdonado, ni en este siglo ni en el venidero”. Este texto habla de perdón del pecado, lo cual no se da en el “Purgatorio” del Papa.
Pensamos que las palabras de Calvino sobre este tema dan la respuesta adecuada a esta fantasía descreída: “Se debe exclamar a toda voz, garganta y pulmón, que el “Purgatorio” es un invento malicioso de satanás, que hace vana la Cruz de Cristo, que deshonra la misericordia de Dios, que hace titubear nuestra fe.
Porque, ¿qué es para ellos el “Purgatorio”, sino un precio por los pecados, que luego de la muerte es pagado por las almas de los difuntos? De tal modo que, desechando la idea de tener que pagar el pecado, se desecha el “Purgatorio”. Si la Sangre de Cristo es la única paga, propiciación y purificación de los pecados de los creyentes, ¿qué otra cosa queda, que decir que el “Purgatorio” es una pura y horrenda blasfemia contra Cristo? (Int. Calvino, III,V,6).



Artículo 6:
Las Flores y Los Responsos:
Desde la lectura de su revista me atrevo a formularle algunas preguntas, partiendo de la fría inseguridad que cada 2 de Noviembre me produce la visita al cementerio donde reposan algunos de mis familiares. Cuando me veo ante la tumba de mi hermano cubierta de flores, que yo misma u otros miembros de mi familia depositamos, y al sacerdote murmurando sus rezos, me pregunto: ¿De qué le vale a mi hermano todo esto? ¿En verdad, hacemos todo esto para provecho de los muertos o es una simple costumbre socioreligiosa? ¿Y el sacerdote, de verdad, responsa por las almas o, más bien, responsa por los dineros?
Perdónenme si les ofendo, ya que ustedes han sido sacerdotes, y no piensen que soy una descreída, antes bien busco una respuesta a esa escalofriante incertidumbre, que me produce la muerte y mi muerte. Espero su respuesta. Gracias.
Mª A. López

Respuesta:
Estas preguntas, estimada lectora, se las hacen hoy en día muchos otros jóvenes, pero tal vez no tenga la valentía de formularlas con tanta crudeza. La sensación de vacío que produce esa incertidumbre en cada persona que la vive, sólo se puede comparar a la fría tumba de nuestros familiares que adornamos con bellas flores y rutinarios rezos, pero que no vemos el más mínimo resquicio de vida en esperanza.

Tú te preguntas: “¿De qué le vale a mi hermano todo esto?”. Más allá de tu fraternal recuerdo de cariño al depositar esas flores, a él nada le vas a ayudar. La única ayuda será para ti, si ante esa tumba de tu hermano te decides a buscar una respuesta a tu propia muerte.

Y esa única respuesta es: Cristo. La religión que tú practicas te ha enseñado formas y maneras de actuar en cada momento de tu vida, ya sea al nacer o al morir, pero nunca, hasta el día de hoy, te ha presentado a Cristo como tu único y perfecto Salvador.
Porque si tú conocieses a Cristo sabrías que: “Si vivimos, para el Señor vivimos; y si morimos, para el Señor morimos. Así que, sea que vivamos, o que muramos, del Señor somos. Porque Cristo para esto murió y resucitó, y volvió a vivir, para ser Señor así de los muertos como de los que viven” (Romanos 14:8,9).
Esta es la certeza de la fe en Cristo, que borra de tu rostro y de tu alma toda incertidumbre ante tu propia muerte o la muerte de los demás. El Señor en mi vida y en mi muerte es Cristo Jesús. Y por la fe vivo en Cristo y para Cristo, y si muero, muero para el Señor y soy del Señor, no muero para la tumba, ni soy de la señora tumba.
Pero, si los que deberían enseñarte estas cosas, conforme a la Palabra de Dios, te recitan sus repetitivos responsos según el dinero que les ofreces, eso produce en ti la incertidumbre y el desconcierto de la liturgia fúnebre. Ante ese desaliento Jesús te grita: “Yo soy la  resurrección y la vida (tu resurrección y tu vida); el que cree en Mí, aunque esté muerto vivirá” (Juan 11:25).

Las flores que el Señor Jesús desea que portemos permanentemente es nuestra plena fe en Él. Y tampoco quiere que pidamos al sacerdote esos rezos (responsos) de muerte, sino que en nuestro corazón florezca una esperanza viva, pues, “el que cree en Cristo, aunque esté muerto, vivirá”, [toda decisión de aceptar a Cristo es en vida].

Si tú te presentas, ante la tumba de tu hermano o ante tu propia muerte, con esta fe en Cristo y esta esperanza de resurrección, jamás sentirás en tu cuerpo y en tú alma esa “escalofriante incertidumbre”, antes bien, dirías con el apóstol Pablo: “Para mí el vivir es Cristo, y el morir es ganancia” (Filipenses 1:21). Pues, “nuestro Señor Jesucristo murió por nosotros para que ya sea que velemos (vivamos), o que durmamos (muramos), vivamos juntamente con Él” (1 Ts. 5:10).
La Palabra de Dios con sus fieles y verdaderas promesas me dice que: tanto en la vida como en la muerte vivo juntamente con Cristo. Algunos cristianos del siglo dieciséis respondían a una pregunta parecida a la tuya: ¿Cuál es tu único consuelo tanto en la vida como en la muerte?: “Que yo, con cuerpo y alma, tanto en la vida como en la muerte, no me pertenezco a mí mismo, sino a mi fiel Salvador Jesucristo, que me libró de todo el poder del diablo, satisfaciendo enteramente con Su  preciosa sangre por todos mis pecados...” (Cat. H. Dom. 1).
El caminar día a día en la fe de Jesús, me hace vivir juntamente con Él en todo tiempo, en todo lugar y en todas las circunstancias. Jesús es el único que puede quitar de ti esa “escalofriante incertidumbre” y llenar el vacío de tu corazón con Su propia vida y una esperanza viva de resurrección.
Si crees en Él, arrancará de ti esa “fría inseguridad”, y te llenará con el calor de Su amor por Su Espíritu y te sentirás totalmente segura en Él. Porque Jesús es la piedra viva sobre la cual Dios, el Padre, ha fundamentado tu salvación y mi salvación. Por eso nos dice: “El que creyere en Él, no será avergonzado” (1 Pedro 2:4,6).

La fría inseguridad y la escalofriante incertidumbre de la tumba y de tu propia muerte se disipan cuando la Luz de Cristo llega a tu corazón, ya que él te dice: “Yo soy la Luz del mundo; el que me sigue, no andará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida” (Juan 8:12).




Artículo 7:
La Sangre De Cristo Anula Todo Purgatorio:
Vamos a contemplar el tema desde la perspectiva del Nuevo Catecismo de la Iglesia Católica, que en su apartado 1030 dice: “Los que mueren en la gracia y en la amistad de Dios, pero imperfectamente purificados, aunque están seguros de su eterna salvación, sufren después de su muerte una purificación, a fin de obtener la santidad necesaria para entrar en la alegría del cielo”.
¿Cómo puede el Nuevo Catecismo hacer de menos las riquezas de la gracia de Dios y su perfecta justicia, diciendo que el hombre que vive en su gracia y en su amistad está imperfectamente purificado?
No podemos, según la Palabra de Dios, estar de acuerdo con esta doctrina del Nuevo Catecismo. Pues, “es necesario obedecer a Dios antes que a los hombres” (Hech. 5:29); aunque esos hombres se digan maestros de la verdad o representantes de Dios.

Dónde Se Halla En La Biblia Que:
• Uno imperfectamente purificado está en la gracia y en la amistad de Dios.
• Uno imperfectamente purificado está seguro de su eterna salvación.
• Uno imperfectamente purificado sufre después de su muerte una purificación para obtener la santidad necesaria.
• Estos enunciados del Nuevo Catecismo parten del principio de que el hombre se justifica a sí mismo por medio de sus buenas obras, y si algunos durante su vida terrenal no llegaron a una plena purificación porque sus obras fueron imperfectas, tendrán que pagar en el Purgatorio, lo que resta para alcanzar esa plena purificación y pago por sus culpas.

Es una contradicción que alguien muera en la gracia y amistad de Dios, y al mismo tiempo esté imperfectamente purificado. Ya que la Palabra de Dios nos dice: “Por cuanto todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios, siendo justificados gratuitamente por su gracia, mediante la redención que es en Cristo Jesús. La justicia de Dios por medio de la fe en Jesucristo, para todos los que creen en Él...Dios es el justo, y el que justifica al que es de la fe de Jesucristo” (Rom. 3:21-26).

Dios es el que gratuitamente justifica al hombre que es de la fe de Jesucristo. En el sacrificio de la cruz, Dios estaba reconciliando consigo a todo hombre que crea en Su Hijo Jesucristo, no tomándole en cuenta sus pecados (2 Cor. 5:19).
El sacrificio de Cristo en la cruz fue perfecto ante los ojos del Padre para pagar por todos nuestros pecados, culpas y penas, y para limpiar nuestras conciencias de obras muertas; porque Jesús se ofreció a Sí mismo sin mancha a Dios, y “con una sola ofrenda hizo perfectos para siempre a los santificados” (Heb. 10:14).

Dios es el que justifica y purifica mediante la sangre de Su Hijo, “para alabanza de la gloria de su gracia con la cual nos hizo aceptos en el Amado, en quien tenemos redención* por su sangre, el perdón de pecados según las riquezas de su gracia” (Ef. 1:6-7).
NOTA: Efesios 1:7: *Redención: Tres ideas están implicadas en la doctrina de la Redención:
1) El pago del rescate con la sangre de Cristo (1 Cor.6:20; 1 P.1:18-19; Ap.5:9);
2) La retirada de la maldición de la ley (Gál.3:13; 4:5); y
3) liberación de la esclavitud del pecado para entrar en la libertad de la gracia (1 P.1:18).
La Redención es siempre por su sangre; i es, mediante la muerte de Cristo (Col.1:14).

La Palabra de Dios afirma: Que Dios justifica y purifica perfectamente con la sangre de Su Hijo a todo aquel que es de la fe de Jesucristo. Pues, “la sangre de Jesucristo su Hijo nos limpia de todo pecado” (1 Jn. 1:7). Es un error hacerle creer a la gente que por sus propias obras se van a justificar o ayudar a otros a esa justificación.


Pues Dios en Su Palabra nos dice: “Por las obras (de la ley) ningún ser humano será justificado delante de Él” (Rom. 3:20).
Los apóstoles, Pablo y Pedro, cara a cara reconocen y afirman: “Sabemos que el hombre no es justificado por las obras de la ley, sino por la fe en Jesucristo, nosotros también hemos creído en Jesucristo, para ser justificados por la fe de Cristo y no por las obras de la ley, por cuanto por las obras de la ley nadie será justificado” (Gal. 2:16).

•  Si nosotros nos tuviésemos que justificar o purificar ante los ojos de Dios por nosotros mismos, jamás lo conseguiríamos, ni perfecta ni imperfectamente. Esto es lo que el Señor nos advierte en Su Palabra. Sin embargo Él en su infinita misericordia nos ha justificado y purificado gratuitamente en Su Hijo: “Al que no conoció pecado, por nosotros lo hizo pecado, para que nosotros fuésemos justicia de Dios en Él” (2 Cor. 5:21).
Toda persona que acepte esta perfecta justicia de Dios por medio de la fe en Jesucristo, puede estar plenamente seguro de su salvación. Pero el que se apoya en la justicia, de sus propias buenas obras, sea perfecta o imperfecta, será condenado con todos aquellos que no aceptan la perfecta justicia de Dios en Su Hijo Jesucristo.
•  Esta doctrina del Purgatorio se acepta como doctrina de la Iglesia en el Concilio de Florencia (1439), en el que se hace referencia al concilio de Lyón (1274).
El Papa Eugenio IV (1431-1447) fue el inspirador de este Concilio para anular el Concilio de Basilea (1431-14737), que calificó como una tumultuosa reunión de pordioseros.
Estos pretendían reformar la Iglesia comenzando por el papado. Aquí se encontraban muchos de los que le habían elegido a él como Papa, y antes habían tratado de terminar con el cisma de la Iglesia, protagonizado por tres papas al mismo tiempo. En este clima se confirma esta doctrina del Purgatorio, a 1,400 años de la revelación de la plena justicia de Dios El Concilio de Trento en Su Hijo Jesucristo.
Otro Papa, que dio un paso más en la doctrina del Purgatorio, fue Sixto IV (1471-1484) con la idea de aplicar las indulgencias a las almas del Purgatorio. Habían pasado 1430 años de cristianismo sin que a nadie se le hubiese ocurrido semejante idea. No fue, pues, nada extraño que, como gran mecenas del Renacimiento, construyese la famosa Capilla Sixtina.
El Papa Sixto se había inventado una fórmula para pagar su mecenasgo renacentista con las indulgencias por los difuntos. Eran unos ingresos seguros y continuos, producidos por el afecto de los familiares por sus muertos, sin contrapartida alguna de parte del Papado.
Es muy difícil entender como estas mentes ilustres del Papado, concedieron más eficacia a sus benévolas indulgencias para purificar plenamente las almas de los difuntos, que a la justicia perfecta que es por la sangre de Cristo según las Escrituras El Concilio de Trento en su afán por anular el movimiento reformado que pedía a la Iglesia volver a las Sagradas Escrituras, también confirma en la sesión 25 el 3 de diciembre de 1563 lo siguiente: “Existe un Purgatorio, y las almas que allí se encuentran pueden ser ayudadas con sufragios de los fieles, y de un modo especial por el sacrificio del altar (la misa)” (DS 1820).

Si admites esta doctrina del Purgatorio das más valor a tus propios actos y a tus buenas obras, que a la obra redentora de Cristo en la cruz del Gólgota.
Todo hombre o mujer que admita a Jesucristo como su único y perfecto Salvador, jamás admitirá otro lugar de purificación, ni para sí ni para sus muertos. Porque en la sangre de Cristo se verá siempre limpio de todo pecado y “teniendo libertad para entrar en el Lugar Santísimo por la sangre de Jesucristo” (Heb. 10:19).
Y si alguien le pregunta por la certeza de su plena santificación, le responderá: “Somos santificados mediante la ofrenda del cuerpo de Jesucristo hecha una vez para siempre” (Heb. 10:10), en la cruz del Gólgota.
Así nos lo confirma la Palabra: “Ya habéis sido lavados, ya habéis sido santificados, ya habéis sido justificados en el nombre del Señor Jesús, y por el Espíritu de nuestro Dios” (1 Cor. 6:11).

Esta es la causa bendita de Dios para nuestra total santificación, y no nuestras penitencias, rezos u ofrendas, ni tampoco las penas del purgatorio. Porque lo único que acrisola las almas ante los ojos del Dios vivo es la sangre preciosa de Su Hijo.
El apóstol Pedro en su primera carta pone como único medio de rescate, de nuestra vana manera de vivir y para purificación de nuestras almas, la sangre preciosa de Cristo:
“Quien llevó el Mismo nuestros pecados en su cuerpo sobre el madero... para que nosotros vivamos a la justicia...” (1 Pe. 1:18-22; 2:24).
¿Por qué los que se llaman sus sucesores, los papas, se han apartado de esta sana doctrina del apóstol de Jesucristo e implantaron una doctrina diferente?
El apóstol Pablo, para confirmar la inmutabilidad del Evangelio de Jesucristo a través de los tiempos, dice: “Si aún nosotros, o un ángel del cielo, os anunciare otro Evangelio diferente del que os hemos anunciado, sea anatema” (Gal. 1:8).
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Notas y Bibliografía:
-  En La Calle Recta. Apartado, 215. 24400 PONFERRADA ESPAÑA. También por E-mail: ENLACALLERECTA@telefonica.net
- Biblia de Estudio RYRIE.
- Pastor: Carlos Ramírez Jiménez. 11//07//2016.

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