Parte II:
El Católico Y Sus Muertos:
Artículo 4:
Artículo 4:
¿Quiénes Son Los Muertos?
Pastor: Carlos Ramírez Jiménez:
Artículo
4:
¿Una Misa, Cómo Alivia a Un Alma Que Está En El
Purgatorio?
Por
cuatro años he servido como orientador de grupo de oración de la iglesia
católica y me he dado cuenta que la enseñanza que he recibido no compagina con
las palabras de vida que hay en las Escrituras.
Los sacerdotes
se han dado cuenta que oriento a los jóvenes con la Verdad y ellos me insinúan que
soy un protestante, pero he tomado una decisión: seguir al Cristo que enseñan las
Escrituras.
Tengo las siguientes preguntas:
• ¿Una misa[3],
cómo alivia a un alma que está en el purgatorio?
• ¿Quiénes van
al purgatorio?
• ¿Por qué los
sacerdotes no enseñan la verdad tal como está en la Biblia?
En espera de su respuesta se despide,
P.S.G.
Respuesta:
• ¿Una misa,
cómo alivia a un alma que está en el purgatorio? La pregunta tendría una
respuesta adecuada, si la Biblia nos dijera que existe un purgatorio. Pero si
la Palabra de Dios, en parte alguna, habla de un lugar o estado de purificación
de las almas después de la muerte, ¿cómo podremos responder, según la Biblia,
que una misa alivia a un alma en el purgatorio? Esta doctrina proviene de una
tradición pagana, ya que casi todas las manifestaciones religiosas paganas admiten
un purgatorio y rezos por sus difuntos. Eso a través del tiempo también tuvo
acogida entre muchos que aceptaban el cristianismo, sin dejar sus costumbres
paganas, y poco a poco se fue convirtiendo en una tradición, porque los que la
practicaban no estaban verdaderamente convertidos a la fe de Cristo.
• ¿Quiénes
van al purgatorio?: Según la Biblia: nadie; según Roma: “los que mueren en la gracia y en la
amistad de Dios, pero imperfectamente purificados” (1030 NC).
La
iglesia católica apoya su teoría en la tradición y sobre todo en un texto
apócrifo, en el 2º libro de los Macabeos 12:46 (libro que los judíos no admiten
como inspirado y que la misma iglesia católica llama seudocanónico = Apócrifo,
un libro histórico para el pueblo judío hasta hoy) allí se dice textualmente: “Obra santa y
piadosa es orar por los muertos. Por eso hizo (Judas Macabeo) que fuesen
expiados los muertos: para que fuesen absueltos de sus pecados”.
Según
el concilio de Trento el alma en el purgatorio paga los castigos temporales por
el pecado que aún no había pagado mientras vivió en el cuerpo. Pero ninguna
doctrina de la iglesia católica dice que en el purgatorio las almas pueden ser
absueltas de los pecados, como afirma el libro de los Macabeos.
Entonces,
¿por qué Roma se apoya en un texto apócrifo que contradice su propia doctrina?,
simplemente porque habla de orar por los muertos. Eso mismo decía el filósofo griego
Platón o el escritor latino Virgilio en su Eneida o los paganos egipcios. ¿Por
qué no los cita a ellos?, ya que del paganismo viene esa tradición de orar por
los muertos.
• La doctrina del purgatorio es una ofensa a Cristo
y al Espíritu Santo. Es una ofensa a Cristo, porque considera su obra redentora
incapaz de perdonar toda culpa y pena por el pecado, entrando así en
contradicción con la misma Palabra de Dios que dice: “Perdonándoos todos los pecados (en Él),
anulando el acta de los decretos que había contra nosotros, quitándola de en
medio y clavándola en la cruz” (Colosenses 2:13,14); “Quien llevó Él
mismo nuestros pecados en su cuerpo sobre el madero” (1 Pedro 2:24);
“la sangre de
Jesucristo Su Hijo nos limpia de toda maldad” (1 Juan 1:7); “porque con una
sola ofrenda hizo perfectos para siempre a los santificados” (Hebreos
10:14).
“¿Quién
acusará a los escogidos de Dios (de culpa o pena por el pecado)? Dios es el que
justifica. ¿Quién es el que condenará? Cristo es el que murió” (Romanos
8:33,34).
Es
una ofensa al Espíritu Santo, decir: “los que mueren en la gracia y en la amistad de Dios,
pero imperfectamente purificados”. Como si el Espíritu Santo sólo
santificase o purificase a medias.
Pues
la Palabra de Dios nos dice con toda claridad: “¿Cuánto más la sangre de Cristo, el cual
mediante el Espíritu eterno se ofreció a Sí Mismo sin mancha a Dios limpiará
vuestras conciencias de obras muertas para que sirváis al Dios vivo” (Hebreos
9:14); “ya
habéis sido lavados, ya habéis sido santificados, ya habéis sido justificados
en el Nombre del Señor Jesús, y por el Espíritu de nuestro Dios” (1
Corintios 6:11).
• “¿Por qué los
sacerdotes no enseñan la verdad tal como está en la Biblia?”: Sin más, tendríamos
que responder, si los sacerdotes enseñasen la verdad tal y como está en la Biblia,
lo primero que tendrían que deponer era su propio sacerdocio ministerial. Por
lo tanto mientras sigan siendo sacerdotes no pueden enseñar esta Verdad. Pues
los sacerdotes tienen como fuentes de su teología, además de la Biblia, la
tradición y, sobre todo, el magisterio de la iglesia. Esto les hace incapaces
para acercarse a la Palabra de Dios personal y directamente, siempre tienen que
usar las muletas que les ofrece su iglesia para caminar. Estas son: la
tradición y el magisterio del Papa.
___________
[3] misa. (Del b. lat. missa, despedida,
misa). f. Celebración de la eucaristía. || 2. Orden del presbiterado. Juan está
ordenado de misa. || ~ cantada. f. La que celebra con canto un solo sacerdote.
|| ~ concelebrada. f. La celebrada conjuntamente por varios sacerdotes. || ~
conventual. f. La mayor que se dice en los conventos. || ~ de campaña. f. La
que se celebra al aire libre para fuerzas armadas y, por ext., para un gran
concurso de gente. || ~ de cuerpo presente. f. La que se dice por lo regular
estando presente el cadáver, aunque algunas veces, por algún inconveniente que
ocurre, se dice en otro día no impedido. || ~ de difuntos. f. La señalada por
la Iglesia para que se diga por ellos. || ~ del alba. f. La que se celebra en
algunos templos al romper el día. || ~ de gallo, o ~ del gallo. f. La que se
dice a medianoche o al comenzar la madrugada del día de Navidad. || ~ de los
cazadores. f. misa del alba. || ~ de parida, o ~ de purificación. f. La que se
decía cuando una mujer iba por primera vez a la iglesia después del parto. || ~
de réquiem. f. misa de difuntos. || ~ en seco. f. La que se dice sin consagrar,
como la del que se adiestra para celebrar. || ~ mayor. f. La que se canta a
determinada hora del día para que concurra todo el pueblo. || ~ nueva. f. La
primera que dice o canta el sacerdote. || ~ parroquial. f. La que se celebra en
las parroquias los domingos y fiestas de guardar, a la hora de mayor concurso.
Se aplica por todos los feligreses y generalmente la celebra el párroco. || ~
privada, o etc...~ Microsoft® Encarta® 2009.
Artículo
5:
El Papa Explica El Purgatorio:
Hace algunos días apareció en los periódicos de mi país el artículo
adjunto y pensé que sería oportuno compartirlo con ustedes. Fraternalmente, G.
H. I.
Dicho
artículo cita frases textuales del Papa (Juan Pablo II) como estas: “El
Purgatorio, al igual que el paraíso y el infierno, no es un lugar físico”.
“Para aquellos, que en el momento de su muerte, se encuentran en condición de
apertura a Dios, pero en forma imperfecta, el camino hacia la plenitud exige
una purificación completa, que la fe de la iglesia presenta a través de la
enseñanza sobre el purgatorio “.
“El purgatorio, que no es un lugar, es una condición de vida donde
quienes se encuentran en estado de purificación participan en el amor de
Cristo, que los libra de sus imperfecciones”.
Respuesta:
Lo primero que nos
sorprende de la declaración de Juan Pablo II es la comparación que hace de su
invento, el “purgatorio”,
con el paraíso y el infierno, de los que el Señor Jesús nos habló reiterativamente
confirmando las Escrituras, como en Juan 14:2:
“En
la casa de mi Padre muchas moradas hay; si así no fuera, Yo os lo hubiera
dicho; voy, pues, a preparar lugar para vosotros”.
Ahora se
presenta el que se llama su “Vicario” sobre la tierra, y nos dice que esto
es una fantasía. Y esto lo hace para buscar excusa al gran invento de su “Purgatorio”.
No estaría
demás, recodar aquí lo que el Señor dice en el Salmo 4:2: “¿Hasta cuándo volveréis mi honra en
infamia, amaréis la vanidad, y buscaréis la mentira?”
Este Papa, fiel
a lo que le interesa de la propia tradición de su iglesia, se pronuncia en una
de sus audiencias semanales de agosto de 1999 sobre su concepto sobre el “purgatorio”.
En el mismo mes
que el Papa Benedicto XV, el 10 de agosto de 1915, otorgó a todos los sacerdotes
el privilegio de celebrar tres misas el día de todos los santos. Superando así,
lo que el superior de los benedictinos de Cluny (Francia) Odilo en el 998 había
decretado, que todas los monasterios de su congregación se celebrase el dos de
noviembre como el día de todos los santos.
Pero no fue hasta
el año 1439 en el concilio de Florencia bajo el Papa Eugenio IV en su “Decreto para
los Griegos”, cuando la iglesia oficialmente declaró su fe en el purgatorio
con estas palabras:
“Si creyentes verdaderamente penitentes mueren en la caridad de
Dios antes de haber hecho la suficiente penitencia por sus pecados u omisiones,
serán purificadas sus almas después de la muerte mediante castigos purificadores
(poenis purgatoriis)”
(D.693).
Lejos esté de mí gloriarme, sino en la
cruz de nuestro Señor Jesucristo (Gal. 6:14)
Este concilio sigue
diciendo que los creyentes vivos pueden colaborar para acortar estos castigos
con sus rezos, sacrificios y limosnas.
Hay que esperar
hasta el año 1563 para que el concilio de Trento en su “Decreto sobre el Purgatorio” defina esta doctrina como dogma
de fe (D.1580; 1820). Según Trento la estancia en el Purgatorio de las almas es
la condición del reo por la pena temporal (reatus poenae temporalis).
El concilio
Vaticano II en su Constitución sobre la Iglesia (50) hace referencia al “Purgatorio”
diciendo que “la
iglesia conservó con gran piedad el recuerdo de los difuntos y ofreció
sufragios por ellos”, “porque santo y saludable es el pensamiento de orar por
los difuntos para que queden libres de sus pecados” (2 Macabeos
12:46 Apócrifo). Esta cita es de un
libro apócrifo, y si la admiten como tal, están contradiciendo lo que afirman
en el concilio de Florencia y cayendo bajo el anatema de Trento. Estos
concilios definieron que en el “Purgatorio” sólo se purgaban las penas
temporales, pero nunca es un lugar de perdón de pecados.
Ningún texto de la
Biblia habla de un “Purgatorio”, y aquellos textos, que la
iglesia católica admite como referencia a un purgatorio, contradicen su propia
doctrina, como es el libro apócrifo de 2 Macabeos 12:46 [Apócrifo] citado antes;
o Mateo 12:32, donde Jesús dice: “al que hable contra el Espíritu Santo, no le será
perdonado, ni en este siglo ni en el venidero”. Este texto habla de
perdón del pecado, lo cual no se da en el “Purgatorio” del Papa.
Pensamos que las
palabras de Calvino sobre este tema dan la respuesta adecuada a esta fantasía
descreída:
“Se debe exclamar a toda voz, garganta y pulmón, que el “Purgatorio” es
un invento malicioso de satanás, que hace vana la Cruz de Cristo, que deshonra
la misericordia de Dios, que hace titubear nuestra fe.
Porque, ¿qué es
para ellos el “Purgatorio”,
sino un precio por los pecados, que luego de la muerte es pagado por las almas
de los difuntos? De tal modo que, desechando la idea de tener que pagar el
pecado, se desecha el “Purgatorio”. Si la Sangre de Cristo es la
única paga, propiciación y purificación de los pecados de los creyentes, ¿qué
otra cosa queda, que decir que el “Purgatorio” es una pura y horrenda blasfemia
contra Cristo? (Int. Calvino, III,V,6).
Artículo
6:
Las Flores y Los Responsos:
Desde
la lectura de su revista me atrevo a formularle algunas preguntas, partiendo de
la fría inseguridad que cada 2 de Noviembre me produce la visita al cementerio
donde reposan algunos de mis familiares. Cuando me veo ante la tumba de mi
hermano cubierta de flores, que yo misma u otros miembros de mi familia
depositamos, y al sacerdote murmurando sus rezos, me pregunto: ¿De qué le vale a mi hermano todo
esto? ¿En verdad, hacemos todo esto para provecho de los muertos o es una
simple costumbre socioreligiosa? ¿Y el sacerdote, de verdad, responsa por las
almas o, más bien, responsa por los dineros?
Perdónenme si
les ofendo, ya que ustedes han sido sacerdotes, y no piensen que soy una
descreída, antes bien busco una respuesta a esa escalofriante incertidumbre,
que me produce la muerte y mi muerte. Espero su respuesta. Gracias.
Mª A. López
Respuesta:
Estas preguntas,
estimada lectora, se las hacen hoy en día muchos otros jóvenes, pero tal vez no
tenga la valentía de formularlas con tanta crudeza. La sensación de vacío que produce
esa incertidumbre en cada persona que la vive, sólo se puede comparar a la fría
tumba de nuestros familiares que adornamos con bellas flores y rutinarios
rezos, pero que no vemos el más mínimo resquicio de vida en esperanza.
Tú te preguntas: “¿De qué
le vale a mi hermano todo esto?”. Más allá de tu fraternal recuerdo de
cariño al depositar esas flores, a él nada le vas a ayudar. La única ayuda será
para ti, si ante esa tumba de tu hermano te decides a buscar una respuesta a tu
propia muerte.
Y esa única respuesta es: Cristo. La
religión que tú practicas te ha enseñado formas y maneras de actuar en cada
momento de tu vida, ya sea al nacer o al morir, pero nunca, hasta el día de
hoy, te ha presentado a Cristo como tu único y perfecto Salvador.
Porque si tú conocieses a Cristo sabrías que: “Si vivimos, para el Señor vivimos; y si morimos, para el
Señor morimos. Así que, sea que vivamos, o que muramos, del Señor somos. Porque
Cristo para esto murió y resucitó, y volvió a vivir, para ser Señor así de los
muertos como de los que viven” (Romanos 14:8,9).
Esta es la
certeza de la fe en Cristo, que borra de tu rostro y de tu alma toda
incertidumbre ante tu propia muerte o la muerte de los demás. El Señor en mi
vida y en mi muerte es Cristo Jesús. Y por la fe vivo en Cristo y para Cristo, y
si muero, muero para el Señor y soy del Señor, no muero para la tumba, ni soy
de la señora tumba.
Pero, si los que
deberían enseñarte estas cosas, conforme a la Palabra de Dios, te recitan sus
repetitivos responsos según el dinero que les ofreces, eso produce en ti la incertidumbre
y el desconcierto de la liturgia fúnebre. Ante ese desaliento Jesús te grita: “Yo soy la resurrección y la vida (tu resurrección y tu
vida); el que cree en Mí, aunque esté muerto vivirá” (Juan 11:25).
Las flores que el
Señor Jesús desea que portemos permanentemente es nuestra plena fe en Él. Y
tampoco quiere que pidamos al sacerdote esos rezos (responsos) de muerte, sino que
en nuestro corazón florezca una esperanza viva, pues, “el que cree en Cristo, aunque esté muerto,
vivirá”, [toda decisión
de aceptar a Cristo es en vida].
Si tú te
presentas, ante la tumba de tu hermano o ante tu propia muerte, con esta fe en
Cristo y esta esperanza de resurrección, jamás sentirás en tu cuerpo y en tú
alma esa “escalofriante
incertidumbre”, antes bien, dirías con el apóstol Pablo: “Para mí el
vivir es Cristo, y el morir es ganancia” (Filipenses 1:21). Pues, “nuestro Señor Jesucristo
murió por nosotros para que ya sea que velemos (vivamos), o que durmamos (muramos),
vivamos juntamente con Él” (1 Ts. 5:10).
La Palabra de Dios
con sus fieles y verdaderas promesas me dice que: tanto en la vida como en la
muerte vivo juntamente con Cristo. Algunos cristianos del siglo dieciséis respondían
a una pregunta parecida a la tuya: ¿Cuál
es tu único consuelo tanto en la vida como en la muerte?: “Que yo, con cuerpo y alma, tanto en la vida
como en la muerte, no me pertenezco a mí mismo, sino a mi fiel Salvador
Jesucristo, que me libró de todo el poder del diablo, satisfaciendo enteramente
con Su preciosa sangre por todos mis
pecados...” (Cat. H. Dom. 1).
El caminar día a
día en la fe de Jesús, me hace vivir juntamente con Él en todo tiempo, en todo
lugar y en todas las circunstancias. Jesús es el único que puede quitar de ti
esa “escalofriante
incertidumbre” y llenar el vacío de tu corazón con Su propia vida y una
esperanza viva de resurrección.
Si crees en Él,
arrancará de ti esa “fría inseguridad”, y te llenará con el calor
de Su amor por Su Espíritu y te sentirás totalmente segura en Él. Porque Jesús
es la piedra viva sobre la cual Dios, el Padre, ha fundamentado tu salvación y mi
salvación. Por eso nos dice: “El que creyere en Él, no será avergonzado” (1
Pedro 2:4,6).
La fría
inseguridad y la escalofriante incertidumbre de la tumba y de tu propia muerte se
disipan cuando la Luz de Cristo llega a tu corazón, ya que él te dice: “Yo soy la
Luz del mundo; el que me sigue, no andará en tinieblas, sino que tendrá la luz
de la vida” (Juan 8:12).
Artículo
7:
La
Sangre De Cristo Anula Todo Purgatorio:
Vamos
a contemplar el tema desde la perspectiva del Nuevo Catecismo de la Iglesia Católica,
que en su apartado 1030 dice: “Los que mueren en la gracia y en la amistad de Dios,
pero imperfectamente purificados, aunque están seguros de su eterna salvación, sufren
después de su muerte una purificación, a fin de obtener la santidad necesaria para
entrar en la alegría del cielo”.
¿Cómo puede el
Nuevo Catecismo hacer de menos las riquezas de la gracia de Dios y su perfecta
justicia, diciendo que el hombre que vive en su gracia y en su amistad está imperfectamente
purificado?
No podemos, según
la Palabra de Dios, estar de acuerdo con esta doctrina del Nuevo Catecismo.
Pues, “es necesario
obedecer a Dios antes que a los hombres” (Hech. 5:29); aunque esos
hombres se digan maestros de la verdad o representantes de Dios.
Dónde Se Halla En La Biblia Que:
• Uno imperfectamente
purificado está en la gracia y en la amistad de Dios.
• Uno imperfectamente
purificado está seguro de su eterna salvación.
• Uno imperfectamente purificado sufre después
de su muerte una purificación para obtener la santidad necesaria.
• Estos enunciados del Nuevo Catecismo parten
del principio de que el hombre se justifica a sí mismo por medio de sus buenas obras,
y si algunos durante su vida terrenal no llegaron a una plena purificación
porque sus obras fueron imperfectas, tendrán que pagar en el Purgatorio, lo que
resta para alcanzar esa plena purificación y pago por sus culpas.
Es una contradicción
que alguien muera en la gracia y amistad de Dios, y al mismo tiempo esté
imperfectamente purificado. Ya que la Palabra de Dios nos dice: “Por cuanto
todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios, siendo justificados gratuitamente
por su gracia, mediante la redención que es en Cristo Jesús. La justicia de
Dios por medio de la fe en Jesucristo, para todos los que creen en Él...Dios es
el justo, y el que justifica al que es de la fe de Jesucristo” (Rom.
3:21-26).
Dios es el que
gratuitamente justifica al hombre que es de la fe de Jesucristo. En el sacrificio
de la cruz, Dios estaba reconciliando consigo a todo hombre que crea en Su Hijo
Jesucristo, no tomándole en cuenta sus pecados (2 Cor. 5:19).
El sacrificio de
Cristo en la cruz fue perfecto ante los ojos del Padre para pagar por todos
nuestros pecados, culpas y penas, y para limpiar nuestras conciencias de obras muertas;
porque Jesús se ofreció a Sí mismo sin mancha a Dios, y “con una sola ofrenda hizo perfectos para
siempre a los santificados” (Heb. 10:14).
Dios es el que justifica
y purifica mediante la sangre de Su Hijo, “para alabanza de la gloria de su gracia con la cual nos
hizo aceptos en el Amado, en quien tenemos redención* por
su sangre, el perdón de pecados según las riquezas de su gracia” (Ef.
1:6-7).
NOTA: Efesios
1:7: *Redención: Tres ideas están implicadas
en la doctrina de la Redención:
1) El pago del
rescate con la sangre de Cristo (1 Cor.6:20; 1 P.1:18-19; Ap.5:9);
2) La retirada de
la maldición de la ley (Gál.3:13; 4:5); y
3) liberación de
la esclavitud del pecado para entrar en la libertad de la gracia (1 P.1:18).
La Redención es
siempre por su sangre; i es, mediante la muerte de Cristo (Col.1:14).
La Palabra de Dios afirma: Que Dios
justifica y purifica perfectamente con la sangre de Su Hijo a todo aquel que es
de la fe de Jesucristo. Pues, “la sangre de Jesucristo su Hijo nos limpia de todo
pecado” (1 Jn. 1:7). Es un error hacerle creer a la gente que por sus
propias obras se van a justificar o ayudar a otros a esa justificación.
Pues Dios en Su Palabra nos dice: “Por las obras (de la ley) ningún ser humano será justificado
delante de Él”
(Rom. 3:20).
Los apóstoles,
Pablo y Pedro, cara a cara reconocen y afirman: “Sabemos que el hombre no es justificado
por las obras de la ley, sino por la fe en Jesucristo, nosotros también hemos
creído en Jesucristo, para ser justificados por la fe de Cristo y no por las
obras de la ley, por cuanto por las obras de la ley nadie será justificado”
(Gal. 2:16).
• Si nosotros nos tuviésemos que justificar o
purificar ante los ojos de Dios por nosotros mismos, jamás lo conseguiríamos,
ni perfecta ni imperfectamente. Esto es lo que el Señor nos advierte en Su
Palabra. Sin embargo Él en su infinita misericordia nos ha justificado y
purificado gratuitamente en Su Hijo:
“Al que no
conoció pecado, por nosotros lo hizo pecado, para que nosotros fuésemos justicia
de Dios en Él” (2 Cor. 5:21).
Toda
persona que acepte esta perfecta justicia de Dios por medio de la fe en
Jesucristo, puede estar plenamente seguro de su salvación. Pero el que se apoya
en la justicia, de sus propias buenas obras, sea perfecta o imperfecta, será
condenado con todos aquellos que no aceptan la perfecta justicia de Dios en Su
Hijo Jesucristo.
• Esta doctrina del Purgatorio se acepta como
doctrina de la Iglesia en el Concilio de Florencia (1439), en el que se hace
referencia al concilio de Lyón (1274).
El
Papa Eugenio IV (1431-1447) fue el inspirador de este Concilio para anular el
Concilio de Basilea (1431-14737), que calificó como una tumultuosa reunión de
pordioseros.
Estos pretendían
reformar la Iglesia comenzando por el papado. Aquí se encontraban muchos de los
que le habían elegido a él como Papa, y antes habían tratado de terminar con el
cisma de la Iglesia, protagonizado por tres papas al mismo tiempo. En este clima
se confirma esta doctrina del Purgatorio, a 1,400 años de la revelación de la
plena justicia de Dios El Concilio de Trento en Su Hijo Jesucristo.
Otro Papa, que
dio un paso más en la doctrina del Purgatorio, fue Sixto IV (1471-1484) con la
idea de aplicar las indulgencias a las almas del Purgatorio. Habían pasado 1430
años de cristianismo sin que a nadie se le hubiese ocurrido semejante idea. No fue,
pues, nada extraño que, como gran mecenas del Renacimiento, construyese la famosa
Capilla Sixtina.
El Papa Sixto se había inventado
una fórmula para pagar su mecenasgo renacentista con las indulgencias por los
difuntos. Eran unos ingresos seguros y continuos, producidos por el afecto de
los familiares por sus muertos, sin contrapartida alguna de parte del Papado.
Es muy difícil entender como
estas mentes ilustres del Papado, concedieron más eficacia a sus benévolas
indulgencias para purificar plenamente las almas de los difuntos, que a la
justicia perfecta que es por la sangre de Cristo según las Escrituras El
Concilio de Trento en su afán por anular el movimiento reformado que pedía a la
Iglesia volver a las Sagradas Escrituras, también confirma en la sesión 25 el 3
de diciembre de 1563 lo siguiente: “Existe un Purgatorio, y las almas que allí se
encuentran pueden ser ayudadas con sufragios de los fieles, y de un modo
especial por el sacrificio del altar (la misa)” (DS 1820).
Si admites esta doctrina del
Purgatorio das más valor a tus propios actos y a tus buenas obras, que a la
obra redentora de Cristo en la cruz del Gólgota.
Todo hombre o
mujer que admita a Jesucristo como su único y perfecto Salvador, jamás admitirá
otro lugar de purificación, ni para sí ni para sus muertos. Porque en la sangre
de Cristo se verá siempre limpio de todo pecado y “teniendo libertad para entrar en el Lugar
Santísimo por la sangre de Jesucristo” (Heb. 10:19).
Y si alguien le
pregunta por la certeza de su plena santificación, le responderá: “Somos santificados mediante la ofrenda del cuerpo de
Jesucristo hecha una vez para siempre” (Heb. 10:10), en la cruz del
Gólgota.
Así nos lo
confirma la Palabra: “Ya habéis sido lavados, ya habéis sido santificados, ya
habéis sido justificados en el nombre del Señor Jesús, y por el Espíritu de
nuestro Dios” (1 Cor. 6:11).
Esta es la causa
bendita de Dios para nuestra total santificación, y no nuestras penitencias, rezos
u ofrendas, ni tampoco las penas del purgatorio. Porque lo único que acrisola las
almas ante los ojos del Dios vivo es la sangre preciosa de Su Hijo.
El apóstol Pedro
en su primera carta pone como único medio de rescate, de nuestra vana manera de
vivir y para purificación de nuestras almas, la sangre preciosa de Cristo:
“Quien llevó el Mismo nuestros pecados
en su cuerpo sobre el madero... para que nosotros vivamos a la justicia...” (1 Pe. 1:18-22;
2:24).
¿Por qué los que
se llaman sus sucesores, los papas, se han apartado de esta sana doctrina del
apóstol de Jesucristo e implantaron una doctrina diferente?
El apóstol
Pablo, para confirmar la inmutabilidad del Evangelio de Jesucristo a través de
los tiempos, dice: “Si aún nosotros, o un ángel del cielo, os anunciare otro Evangelio diferente
del que os hemos anunciado, sea anatema” (Gal. 1:8).
___________
Notas y Bibliografía:
- En La Calle
Recta. Apartado, 215. 24400 PONFERRADA ESPAÑA. También por E-mail: ENLACALLERECTA@telefonica.net
- Biblia de Estudio RYRIE.
- Pastor: Carlos Ramírez Jiménez. 11//07//2016.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario