1 Reyes:
1 REYES 1–4
Empezamos
ahora el estudio de la vida y reinado de Salomón, el hijo de David y sucesor
suyo en el trono de Israel. En David tenemos un tipo de Cristo en su
humillación, exilio y rechazo; pero en Salomón vemos al «Príncipe de Paz» (el nombre
Salomón significa «pacífico») reinando en gloria y esplendor sobre su
pueblo. David hizo las conquistas que le permitieron a Salomón vivir y reinar
en paz y magnífica prosperidad.
I. Salomón Cumple La Palabra De Dios (1):
David
ya no podía desempeñar sus deberes reales, de modo que Adonías se aprovechó de
la situación y se auto proclamó rey de Israel. «¡Yo seré el rey!» anunció, dándose
cuenta cabal de que Dios había designado a Salomón para suceder a David (1:17;
y véase 2:13–15).
Adonías
se rebelaba a propósito contra la voluntad de Dios. Triste es decirlo, pero
algunos de los asesores confidenciales de David cayeron en el perverso complot,
incluyendo a Joab (a quien David una vez trató de reemplazar; véanse 2
Sam. 19:11–15 y 20:4–13) y Abiatar el sacerdote.
El
traidor príncipe siguió el ejemplo de Absalón al preparar carros y tratar de
impresionar al pueblo (véase 2 Sam. 15:1ss). Sin embargo, tres siervos leales
tomaron el asunto en sus manos y se lo informaron a Betsabé. Ella, a su vez,
llevó el mensaje al rey David, sabiendo que él no quebrantaría su voto de que
Salomón su hijo sería coronado como el próximo rey. Todo el plan funcionó sin
tropiezos y David dejó muy en claro que quería que Salomón asumiera el trono de
inmediato.
Sadoc,
Natán y Betsabé no perdieron tiempo para montar a Salomón en la mula real y
proclamarle como el nuevo rey de Israel. El versículo 40 sugiere que el pueblo
de la tierra recibió las noticias con gran gozo. Sin embargo, cuando Adonías y
su ingenuo grupo de admiradores oyeron las noticias, se llenaron de pánico,
porque ahora se conocía su traición. El príncipe rebelde corrió al altar de
Dios buscando protección y Salomón prometió no matarlo. Demasiado a menudo la
gente perversa recurre a Dios buscando ayuda sin arrepentirse en sus corazones.
II. Salomón Ejecuta La Ira De Dios (2):
A.
Los Últimos
Consejos De David (vv. 1–11).
Véase
también 1 Crónicas 22–29. David enfatizó lo espiritual antes que lo político,
porque quería que su hijo anduviera en los caminos del Señor. Le amonestó a que
estudiara y obedeciera la ley (véanse Dt. 17:14–20 y Jos. 1:8). Dios hizo
maravillosas promesas con respecto a Salomón (2 Sam. 7:8–17), pero no podía
cumplirlas sin la fe y obediencia de Salomón. David también le recordó a
Salomón acerca de enemigos que se le opondrían y amigos que le ayudarían.
B.
Juicio Sobre
Adonías (vv. 12–25).
Si
Adonías se hubiera quedado en su lugar apropiado, hubiera vivido, pero
obstinadamente rehusó someterse. Al pedir la mano de Abisag, la última de las esposas
de David (1:1–4), Adonías hacía una petición temeraria; porque todo lo que fue
de David se le dio a Salomón. Betsabé parece que fue una inocente intermediaria
en este episodio. Salomón se dio cuenta de las traidoras implicaciones de la
petición de su hermano y dejó en claro que conocía también la traición de
Abiatar y Joab (v. 22). Adonías había ido demasiado lejos; ahora debía morir.
C.
Juicio Sobre
Abiatar y Joab (vv. 26–35).
Salomón
honró el oficio del sacerdote al no matarlo, pero lo expulsó del servicio. Esto
cumplió 1 Samuel 2:30–36. Cuando Joab oyó del exilio de su amigo, sabía que el
juicio pronto le vendría también a él; de modo que, como Adonías, huyó al altar
en busca de protección. Joab era culpable de asesinar a varios hombres y tenía
que pagar por sus pecados. Benaía llegó a ser el nuevo general del ejército y
Sadoc sumo sacerdote. Es interesante notar que Benaía era un sacerdote (1 Cron.
27:5) que llegó a ser general.
D.
Juicio Sobre
Simei (vv. 36–46).
Este
fue el hombre que con tanta crueldad maldijo a David cuando este huía de
Absalón (2 Sam. 16:5ss). Salomón le ordenó que permaneciera en Jerusalén, donde
podía vigilársele, sentencia que era más misericordiosa de la que se merecía.
Sin embargo, Simei trató de «hacer alarde» desobedeciendo la orden del rey y le
costó la vida. Si estos muchos juicios de Salomón parecen crueles, téngase
presente que estos eran enemigos del rey y por consiguiente del Señor.
III. Salomón Recibe Sabiduría De Dios (3):
El
matrimonio de Salomón con una princesa egipcia fue un movimiento puramente
político; más tarde se casaría con otras mujeres paganas (11:1ss) y se alejaría
de la adoración verdadera a Jehová. Pero al principio de su carrera tenía un
sincero amor por el Señor y quería ponerle primero en su vida. Cuando Dios le
dio a Salomón el privilegio de solicitar cualquier cosa que quisiera, pidió
sabiduría y un corazón entendido; y Dios contestó su oración. Todavía más, Dios
le dio todas las otras bendiciones también (Mt. 6:33). Por supuesto, si Salomón
quería disfrutar estas bendiciones, tendría que andar en obediencia a la
Palabra (vv. 13–14).
El
relato de las dos madres es sólo una de las muchas ilustraciones de la
sabiduría de Salomón. El hecho de que estas dos mujeres tenían acceso al trono
del rey muestra cuánto amaba el joven Salomón a su pueblo y quería servirles.
Qué maravilloso es que todo cristiano tiene acceso al trono de Aquel que «es mayor que Salomón» (Mt. 12:42) y que promete dar
sabiduría y satisfacer toda necesidad. Sin duda todos dependemos de la
sabiduría de Dios, no de la sabiduría de este mundo (1 Cor. 1:18–31; Stg. 3:13–18).
Es
una preciosa verdad para el cristiano que Dios nos equipa para nuestro
llamamiento. Dios hizo rey a Salomón y suplió todo lo que este necesitaba para
que su servicio fuera acepto. «Pedid, y se os dará».
IV. Salomón Disfruta De La Riqueza De Dios (4):
En
los versículos 1–6 tenemos los nombres del «gabinete» de Salomón, y en los versículos 7–19 los
nombres de los que supervisaban las divisiones de Israel. La advertencia de
Samuel respecto al rey se tornaron realidad:
léase 1 Samuel 8:10–18 así como Deuteronomio 17:14–20. Parece ser que la
prosperidad material de la nación no la acompañó una prosperidad espiritual,
porque en pocos años el reino se dividiría y el esplendor de Salomón se
desvanecería. El pueblo «comía, bebía, y estaba alegre» (4:20), pero no
leemos de su interés por la ley del Señor. Es posible que una persona disfrute
de prosperidad material y a la vez ser espiritual, como en el caso de Abraham,
pero la mayoría de las personas no pueden manejar mucha riqueza.
El
reinado de Salomón fue el más largo en la historia de Israel (v. 21; y véase
Gn. 15:18). Aquellos fueron días de paz y prosperidad (v. 25). Sin embargo, las
semillas del pecado y la apostasía se estaban sembrando. Salomón compró
caballos de Egipto (10:26–29) en directa desobediencia a la ley (Dt. 17:16).
También multiplicó a sus esposas (11:1 con Dt. 17:17). Estos pecados a la larga
trajeron la ruina al reino.
Salomón
fue un gran estudioso de la naturaleza y no se puede dejar de notar esto al
leer el libro de Proverbios, Eclesiastés y Cantar de los cantares. No tenemos
todos sus tres mil proverbios y los únicos «cantos» son los que tenemos en Cantares. Podemos
aprender mucho de los caminos de Dios al observar la naturaleza; Jesús señaló
los lirios, las semillas, las aves y otras formas en la naturaleza para
enseñarnos acerca de Dios.
Sin
embargo, Jesucristo es «mayor que Salomón». Es mayor en su persona, siendo
el mismo Hijo de Dios; y es mayor en su sabiduría (Col. 2:3) y en su riqueza
(véanse Col. 1:19 y 2:9). Salomón tomó esposas extranjeras, sin embargo
Jesucristo un día tomará a su Esposa, la Iglesia, hecha con pecadores comprados
con sangre de toda tribu y nación. Cristo es mayor en su poder y gloria, y un
día reinará por siempre jamás sobre un reino incluso más grande.
Estudios para el
Domingo
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