viernes, 10 de julio de 2020

Capítulo IV DESAPARECE EL REY Y LLEGA EL PAPA:


Capítulo IV 
DESAPARECE EL REY Y LLEGA EL PAPA:
Pastor: Carlos Ramírez Jiménez:
Doce años, a principios del siglo pasado, bastaron para privar a España y Portugal de sus posesiones coloniales de Sudamérica. Entre 1810 y 1822 las colonias se sacudieron el yugo de las madres patrias. En el Brasil se fundó en 1822 una monarquía independiente que duró hasta 1889, cuando se adoptó la forma republicana de gobierno. Las colonias españolas se hicieron repúblicas en la época de la revolución y desde entonces han venido disfrutando de libertad democrática, excepto en períodos frecuentes y prolongados en que han sido gobernadas por dictadores. Tales dictadores han sido evidencia de  que la mayoría de los países sudamericanos no estaban preparados para la democracia cuando se hicieron libres políticamente.
Aquellos años funestos significaron para España mucho más que la simple pérdida de sus ricas colonias significaban, además, la disolución de la teocracia española en el Nuevo Mundo (como lo llamaban). El derecho de patrones eclesiástico y gobierno de la Iglesia, con que las bulas papales de Alejandra VI y Julio II habían investido a la Corona Española, se convirtió en letra muerta. Por obra de los Libertadores quedó anulada esa nueva y originalísimo forma de ley canónica, que había gobernado las relaciones entre Iglesia y Estado en Sudamérica durante más de trescientos años. La columna mística del imperio colonial español su privilegio de ser un Vicario de Cristo para realizar a la vez la obra de César y la de Dios, se desplomó con el resto del edificio, y el derrumbamiento de esa columna fue el golpe más amargo que tuvo que soportar la monarquía española.
Durante todos los diez años después de haberse proclamado estado independiente la última de las colonias sudamericanas, el rey Fernando VII de España soñó en la restauración de sus perdidos dominios. Estaba seguro de que con sólo que el Papa le siguiera concediendo el privilegio de proponer obispos para las sedes eclesiásticas de Sudamérica, sería simple cuestión de tiempo el remediar la ruptura política de su imperio. Pero cuando la diplomacia de las repúblicas sudamericanas logró conseguir para éstas el derecho de patrones que anteriormente había pertenecido a los reyes españoles las esperanzas de Fernando se frustraron para siempre. Al mismo tiempo se inauguraba una nueva era en la historia del catolicismo en Sudamérica.

4.1.   La República Y La Religión:
La revolución Sudamericana fue obra combinada de clericós y legos. Si bien es cierto que en todas partes la jerarquía, y probablemente la mayoría del clero menor en los países del norte y de la costa occidental del continente, eran realistas, un grupo muy numeroso y distinguido de sacerdotes defendió la causa revolucionaria. Eran, casi sin excepción, hombres de sentimientos liberales y de amplia visión, particularmente tratándose de los eminentes sacerdotes brasileños y argentinos que desempeñaron un papel prominente en la Guerra de Independencia y en la subsecuente reorganización de sus respectivos países.
La revolución de 1817 en el Brasil fue en muy gran proporción, una revolución de curas”. Durante la minoría de edad del segundo Emperador, fue un sacerdote, el famoso padre Feijó, quien actuó de regente de 1834 a 1837. Feijó era un ardiente abogado de la abolición del celibato eclesiástico, que ha sido causa de algunos de los más graves males en la historia del catolicismo sudamericano.
Es una de las  glorias legítima de Argentina el que en la época de la Revolución haya tenido un grupo de clero liberal que fue el alma del movimiento. Por su predicación, sus dones y su influencia en el ejército, fueron de gran ayuda a la causa de la independencia. Y más tarde, cuando llegó el momento de la acción constructora, esos hombres tuvieron parte muy importante en la redacción de la nueva Constitución. Entre el total de veintinueve diputados, dieciséis sacerdotes participaron en el Congreso de Tucumán en 1816, donde se proclamó la completa independencia del país. La Constitución final de la nueva República Argentina promulgado en 1818, llevo las firmas de nueve clericós, de un total de veinticuatro diputados nacionales. El presidente de aquel grupo de congresistas era un sacerdote eminente y patriota, le deán don Gregorio Funes, archidiácono de la catedral de Salta.
Por su parte, en los países del occidente y norte, el clero, con honrosas excepciones propendía a ser reaccionario. Una razón para ello, era que la tradición española era mucho más fuerte en esas partes que en la región del Río de la Plata, a la vez que había mucho más sangre española en el sacerdocio. Al mismo tiempo, hallamos en período revolucionario de la historia peruana, un grupo de eclesiásticos que eran tan liberales como sus cófrades argentinos. El principal de ellos era el arequipeño Luna Iglesias, Rector del Colegio de San Fernando de Lima, hombres que después de pasar algún tiempo en Europa habían regresado a su país imbuido de las ideas de la Revolución Francesa.
Como miembro de la Asamblea Nacional de 1822, que redactó una Constitución para la nueva República del Perú, Iglesias estaba a favor de la completa libertad de culto. Propuso que el artículo referente a la religión dijera simplemente: La religión del Perú es la católica apostólica romana. Un laico, el doctor Justo Figueroa, propuso a su vez que se añadiera la frase con exclusión del ejercicio de cualquiera otra”. La Asamblea aprobó el artículo así enmendado y el país entró en un período prolongado de oscuridad religioso. Fue hasta 1865 cuando se reformó la fatal frase, quedando como sigue: “La Nación… no permitirá el ejercicio público de ninguna otra (religión)”, lo cual parecía indicar que de ahí adelante a los adherentes de otros credos se les permitiría celebrar su culto en privado. En privado”, quería decir en los hogares o en lugares espaciales de culto cuya fachada no tuviese la apariencia de edificios religiosos ni indicio alguno de su identidad. Esta modificación continuó hasta 1915, en que se suprimió en la Constitución nacional. Desde entonces se ha permitido a las congregaciones protestantes colocar tableros de noticias en el exterior de sus capillas o salones de predicación, y cuando menos teóricamente, ha habido tolerancia religiosa en el país.
 Así como entre el clero de los países del norte y del Sur de Sudamérica, existía también gran diferencia entre los caudillos legos de la Revolución en dicha regiones. Los generales que libertaron a Argentina y marcharon victoriosamente hacia el occidente y el norte no tenían pleito con la religión o la Iglesia, por la sencilla razón de que en el sur el clero estaba en lo general con la Revolución. El general Belgrano nombró a la Virgen de las Mercedes comandanta y jefa de su ejército en tanto que San Martín declaró a la Virgen del Carmen patrona del ejército con que cruzó los Andes y penetró en Chile. Ambos generales celebraron impresionantes ceremonias de dedicación, en el curso de las cuales cada uno de ellos puso su bastón de mando en manos de la imagen de Nuestras Señora. Incidentalmente, este acto de los generales argentinos nos ofrece adicional del hecho de que en la historia de la religión en Sudamérica, Cristo se iba identificando cada vez menos con el viril y progresista. Cristo era el Señor de la muerte. Los hombres sanguíneos arrebatados por una pasión por la vida y la libertad hallaban sus inspiraciones religiosas en la figura de la Virgen que no murió jamás.
El carácter reaccionario y oscurantista del clero norteño produjo un tipo muy radical de caudillo militar. El gran venezolano, Simón Bolívar, aun cuando no profesaba hostilidad positiva a la religión, consideraba que el Estado debía ser neutral en materia religiosa. La tolerancia religiosa se proclamó en Caracas en 1811. Al año siguiente, como un terrible terremoto pusieron en peligro la suerte de la Revolución en el norte, el clero interpretó tal catástrofe como un castigo divino impuesto a los impíos revolucionarios.
El gobernó pidió al Arzobispo de Caracas que expidiera una pastoral explicando al pueblo que un terremoto es fenómeno natural tan común como la lluvia, el rayo o la nieve, y no un castigo del cielo. Como el prelado rehusara hacerlo, fue expulsado del país. Fue por aquel tiempo y en relación con esto, cuando el indómito Bolívar pronunció las famosas palabras: Si la naturaleza lucha contra nosotros, pelearemos contra ella hasta vencerla. No menos irreverente se mostraba el Libertador para con la sucesión apostólica. Durante el periodo de su dictadura en el Perú designó a un arzobispo y dos obispos, los cuales tomaron inmediatamente posesión de su oficio sin recibir la investidura de Roma.

4.2.   Un Cristiano Ecuménico:
Por aquel entonces vivía en Argentina un muy notable sacerdote llamado Juan Ignacio Gorriti. Había sido diputado nacional y uno de los caudillos de la Revolución. Siendo ya un anciano de setenta años, y viviendo en exilio voluntario en Bolivia a causa de haberse opuesto al curso que seguían los acontecimientos en su país durante el período que sigue la Revolución, Gorriti publicó, en 1830, un libro notable instituido Reflexiones, que contiene una serie de pensamientos, según explica el propio autor, sobre las causas morales de las convulsiones internas de los nuevos estados americanos, y un examen de los medios de remediarlas. Según Ricardo Rojas, en el prólogo de la nueva edición de Reflexiones, preparada por él, dicho libro puede considerarse como el Manifiesto de la Iglesia Argentina, en cuanto ella asumió durante aquel periodo una actitud independiente del pontificado, o sea una actitud más biennacionalistaqueromana’ ”1).
Reflexiones es  obra de un gran espíritu cristiano que en los umbrales de la eternidad apunto sus pensamientos sobre los problemas sudamericanos y su solución. Hay en el libro una sección sobre la educación religiosa. Al discutir el problema de la instrucción moral. Gorriti menciona la dificultad de hallar un libro de texto adecuado, e inmediatamente añade: “he oído también hacer grandes elogios del Curso de Moral de M. Néker y aunque no lo he podido conseguir para leerlo, estoy seguro de que no contendré máximas antisociales, porque era protestante celoso no materialista2). Por lo tanto, recomiendo que esa obra se adopte como libro escolar. El maestro podrá llamar la atención a cualquier error calvinista que el libro contenga, y corregirlo, pero dice Gorriti, errores de esta clase no pueden hacer la base de sus sistemas, cuando protestante y católico no pugnan en materia de virtudes o vicios morales3).
Gorriti no sólo pone la caridad cristiana y los intereses de la moral pública por encima de todo estrecho sentimiento sectario, sino que llega a criticar muy severamente algunas de las costumbres y tendencias de su propia Iglesia. Suprimiría, por ejemplo, la mayoría de los días de fiesta.
Denuncia con energía la influencia siniestra que ha tenido sobre la religión y la moral la bula papal de la Santa Cruzada en que se concedieron dispensas perniciosas4). Con gusto vería que se aboliera el método escolástico en la enseñanza religiosa, pues, dice, su solo valor consiste en enseñar a uno a despilfarrar el tiempo metódicamente.5) le agrada el dogma pero le disgustan las sutilezas del escolasticismo.6) Su solución para la educación moral de la juventud es el hábito de la lectura de los Evangelios y la meditación de la máximas que contienen.7)
Este venerable sacerdote y patriota encomia las respetadas prácticas protestantes del culto de familia y la observancia del domingo, como ejemplo que debe imitarse en su tierra natal. Es preciso confesar con ingenuidad para nuestro propia confusión y recordarlo para que nos sirva de ejemplo, que los protestantes tienen en esta parte una moral más ajustada a la razón y el Evangelio. Los padres de familia de entre éstos consagran horas determinadas a la instrucción de sus hijos. Los domingos, únicos días festivos que se conocen, no se permiten distracción de ningún género todo el tiempo en estudiar las Escrituras, explicarlas a sus domésticos e instruirlos en sus deberes de hombres, de ciudadanos y de cristianos.
Permita el cielo que usos tan ejemplares se generalicen en toda la América española, que profesa la religión santa católica, apostólica y romana. ¡Cuándo ganarían la educación y las costumbres!”8).
La figura e ideas de Gorriti provocan una serie de reflexiones. En primer lugar, ningún sacerdote o prelado católico romano de Sudamérica se expresa hoy esos términos amistosos y de simpatía hacia los protestantes, y si lo hiciera públicamente, no escaparía a la censura eclesiástica, y si se mostrase recalcitrante en sus expresiones, sería probablemente excomulgado. No es desudado hoy día escuchar a arzobispos católicos de Sudamérica declarar que el protestantismo es, en todos sus aspectos, una verdadera cloaca de iniquidad. Hay denominaciones protestantes”, dijo el Arzobispo de Lima en 1924 a su regreso de una visita a los Estados Unidos y Europa, que permiten el divorcio indefinido otras el adulterio, no pocas la poligamia los abortos, el infanticidio y muchos otros crímenes”. Al parecer no había visto en el mundo protestante cosa buena alguna que pudiera poner como lección objetiva en su rebaño.
Mucho más vital es una segunda reflexión que suscita Gorriti. Este hombre bueno pone el dedo en la fuente espiritual de la fuerza del protestantismo en sus mejores días: la religión, las devociones y la Biblia de familia. Desde el tiempo de la Conquista hasta el presente, nada de eso ha tenido la religión sudamericana. El concentrar la religión en un templo y a Cristo en una sustancia material ha privado al hogar de la Presencia Real. El punto más significativo del viejo poema inglés, La noche del Sábado de Cottar, ha estado ausente de los hogares del pueblo, pues no han tenido nada que corresponder a esto:
Y terminada la alegre cena, con rostro grave
en torno al fuego forman un amplio círculo
y el jefe de la casa con patriarcal talante
vuelve las hojas de la Sagrada Biblia,
orgullo de sus padres
Después, de hinojos todos al Eterno
Rey de los Cielos, ora
el santo, el padre y el esposo.

Un escritor sudamericano contemporáneo, don Julios Navarro Monzón, ha corroborado recientemente las ideas de Gorriti sobre la influencia que la religión de familia tienen en la sociedad. En un librito, El Problema Religioso en La Cultura Latinoamericanas. Escrito en 1925, contrata la desagradable condición que prevalece en los hogares de la clase rural de América Latina con el paseo y belleza que halló en el interior de las casas de campesinos en Inglaterra y en las humildes casa solariegas de Massachusetts y Michigan. Luego añade: Pocos serán los que, como Domingo Faustino Sarmiento, sabrán correlacionar todos esos actos y todas esas cosas con la vieja Biblia que allí está puesta, en un rincón del comedor, sobre una silla o en el alféizar de la ventana, leída, todas las mañanas, antes que se levanten los manteles del desayuno. Pocos serán, en otras palabras, los que se percaten de que todo esto, que nos cautiva por su sencillez y espontaneidad es el fruto de una cultura de muchos siglos9).
En los albores de la independencia sudamericana, Juan Ignacio Gorriti, con su espíritu cristiano ecuménico y su pasión mora, percibió con toda claridad el problema religioso de las nuevas repúblicas. ¡Cuán diferente podría haber sido la historia religiosa y sociológica del continente entero del sur, con sólo que se hubiese formado en la República Argentina, a principios del siglo pasado, una verdadera Iglesia Católica nacional! La Vieja Biblia hubiera entrado en los hogares de donde ha sido excluida sistemáticamente. Católica y Protestantes podrían haber vivido apreciándose recíprocamente y unos y otros trabajando por el bienestar espiritual del pueblo. Esos países hubieran experimentado en esa época su propia reforma religiosa. Perollegó el Papa.

4.3.   La Llegada Del Papa:
Pasó algún tiempo antes que el Vaticano pudiera aceptar el hecho de que los dominios, que anteriormente ocupantes de la Silla de San Pedro habían otorgado, en nombre de Cristo, a los reinos de España y Portugal, habían quedado sustraídos para siempre a la dominación de la Península. Durante años después de la emancipación del último de los países sudamericanos, el papa León XII rehusó su reconocimiento a los nuevos gobiernos. Esperaba contra toda esperanza, que con el correr del tiempo se restaurará el viejo orden. Además la política tradicional de Roma había sido no reconocer a ningún gobierno que debiera su existencia a una revolución contra la autoridad establecida.
El rey de España, Fernando VIII, puso en juego todos los recursos de que disponía para obtener la influencia papal a favor de la restauración de sus perdidos dominios. Solicitó del Papa una encíclica dirigida al clero americano exhortándolo a sostener a España, y pidió que no se admitiera en los Estados Pontificios a ningún emisario de la América Española. Cuando, al fin y al cabo, el Vaticano mostró inclinaciones a establecer relaciones amistosas con los gobiernos revolucionarios; Fernando solicitó que se le reservara a él el derecho secreto de designar candidatos a las sedes episcopales de sus antiguos colonias. Se hacía el razonamiento de que con sólo que siguiera, como en los días de la teocracia, ejerciendo el dominio virtual de la Iglesia, sería simple cuestión de tiempo volver a ser el grande, sobre todos los grandes, Rey de las Españas”.
Los nuevos gobiernos se dieron cuenta, por su parte, de que era de prima importancia política para ellos el frustrar las maquinaciones de España cerca de la Corte Papal, y conseguir la adhesión del Papa.
Empezó así una lucha diplomática, que duró diez años, entre las jóvenes repúblicas y la vieja metrópolis, cuya escena fue el Vaticano. Uno tras otro se presentaron en Roma los delegados de los países hispanoamericanos. Fray Pacheco, de Argentina; el archidiácono José Ignacio Cienfuegos, de Chile; don Ignacio Tejeda, de la Nueva Granada, y el presbítero Francisco Vázquez, de México, procuraron por turno ganar al Papa a la causa de la Revolución y conseguir que Su Santidad concediera la investidura a nuevos obispos. Estos hombres tres de los cuales según puede notarse, eran eclesiásticos, forman un grupo de interesantísimos personajes. El relato de sus esfuerzos diplomáticos, y de las estratagemas que tuvieron que emplear para evadir la vigilancia de la embajada de España en Roma y hacerse oír del Papa, con mala suerte que por algún tiempo recayó en sus afanes, constituye una historia novelesca y fascinadora.9).
Hubo un momento durante las negociaciones en que pareció como si las nuevas repúblicas fuesen a echar por su propio camino religioso y a surgir iglesias nacionales separadas. En 1824 dos años después de empezar las negociaciones, el Papa publicó una encíclica intervencionista en que convocaba a todos los clérigos y leales católicos del Nuevo Mundo repudiar la Revolución y a prestar sostén al restablecimiento del viejo orden. Este malaventurado documento despertó una vigorosa reacción en los países sudamericanos. Se acusó al Papa de parcialidad y se concibió fuerte desconfianza respecto a sus designios. Esta encíclica, como era de esperarse, no se halla en los archivos del Vaticano, y se ha intentado negar su autenticidad. Esfuerzo vano, porque existe cuando menos una copia auténtica de él. Además, otra consideración, admirablemente formulada en 1874 por el escritor chileno Miguel Luis Amunátegui, muestra hasta la sociedad que hubo un esfuerzo por difundir la famosa encíclica en todas las nuevas repúblicas americanas.
En el año de 1824, un vicario apostólico, un tal monseñor Muzzi, visitó Chile y Argentina. Su actitud, autocrático e irrespetuoso, hizo empeorar la situación en Chile, y más tarde, cuando exhibió la misma falta de respeto a los fines e instituciones nacionales de la Argentina, fue expulsado al punto del país. La impresión general que causó fue la de ser simplemente un emisario del rey de España.
Mientras tanto se le había hecho creer al Papa que había verdadero peligro de que la propaganda protestante se abriera paso en los antiguos dominios españoles. Don Ignacio Texada le informó como sigue: “Vienen a América negociantes ingleses, holandeses y suizos y están diseminando sus doctrinas y misiones, y no tenemos obispos”. El Papa se sobresaltó, y convino en que en cada país de Sudamérica la Iglesia representada por vicarios apostólicos que desempañarían las labores de obispos sin pertenecer a sede episcopal alguna. Como el rey español objetara a esta política de mediación, insistiendo siempre en sus viajes derechos de patronato, el Papa replicó que el privilegio otorgado a los monarcas católicos por la Iglesia caducaba cuando éstos afectaban desfavorablemente los interese de la misma.
La verdadera crisis sobrevino en 1830. Ejercía el poder un nuevo papa, Gregorio XVI. El delegado mexicano, Vázquez, presentó a Su Santidad un ultimátum: México rehusaría en lo adelante a recibir vicarios apostólicos. El ultimato de ellos sólo había creado confusiones, y el país demandaba obispos regulares. Pidió al Papa una prórroga, pero el delegado azteca, fiel a la tradición de franqueza que había distinguido a su raza, replicó que sería necesario obrar inmediatamente, a fin decía, de que Vuestra Santidad se evite el disgusto de vernos partir de Roma”. Gregorio sabía bien que si sobrevivía una ruptura, no habría jamás otra Canossa que le remediara. Cedió, y expidió en 1831 una bula la Sollicitudo Eccesiarum, por la cual el Vaticano prometía relacionarse con los gobiernos revolucionarios que dieran buena garantía de estabilidad.

Al año siguiente quedaron instalados obispos en México, Chile y Argentina, y en 1833 el Vaticano otorgó reconocimiento oficial a la Nueva Granada, primera de las repúblicas sudamericanas que recibió de la Santa Sede tal honor.
Sin embargo, desde un principio los gobiernos sudamericanos insistieron en su derecho de patronato, pues sostenían que éste legalmente a corresponderles como sucesores de la monarquía española, y en el caso de Brasil, de la portuguesa, Concediéndoles ese derecho el Vaticano, pero postulando a cambio la protección rigorosísima de los intereses religiosos católicos romanos, con exclusión de todos los demás credos. Podría decirse en verdad, que durante casi todo el siglo diecinueve la política del Vaticano se consagró primordialmente a obtener, hasta donde fuera posible, el monopolio de la propaganda y educación religiosa en los nuevos países. Y su brazo principal para ellos fueron las órdenes religiosas extranjeras que ahora se derramaban por todo el continente. En 1836 quedó restaurada la orden jesuita y ésta volvió a invadir Sudamérica.
Más tarde fue expulsada de varios países, pero halló modo de escurrirse y regresar. Por ejemplo, en Perú, donde los jesuitas no tienen carta legal para residir en el país, sostienen la más fuerte de las escuelas particulares en Lima, centro en que recibió su educación la última  generación de políticos peruanos. Sólo después de prolongada lucha se pudo arrebatar a los gobiernos dominados por la Iglesia en los países del occidente y norte de Sudamérica, aquellos privilegios humanos elementales como el derecho al matrimonio civil, el de establecer cementerios civiles y el de libertad de culto. Y en muchos casos se hizo necesaria la presión diplomática del exterior para lograr la concesión de esos derechos.10).
En diferentes épocas se han concluido concordatos entre la Sede Papal y varias repúblicas sudamericanas. Tipo de ellos es el que existe con Colombia. El artículo XII de este convenio establece que en las universidades, colegios, escuelas y otros centros educativos, la instrucción pública se organizará y llevará a cabo de acuerdo con los dogmas y la moral de la religión católica. La enseñanza católica será obligatoria en todos los centros dichos, y se observarán en ellos las prácticas piadosas de la religión católica. En el artículo XIII se asienta que las autoridades eclesiásticas tendrán el derecho de inspeccionar las  escuelas públicas para asegurarse de que se observan debidamente las estipulaciones del artículo anterior, de que no se usa texto alguno ni se propaga ideas cualesquiera que sean contrarias a la fe católica o en detrimento del respeto debido a la Iglesia.
Pasando revista a la situación religiosa tal como se presenta hoy, hayamos que en el curso de los últimos cuarenta años ha tenido lugar la separación de la iglesia y el estado en Brasil, Uruguay, Paraguay, Bolivia, Chile y Ecuador. Colombia se ha mantenido fiel a la iglesia a través de toda la historia. Venezuela y el Perú, países de alma liberal hasta la médula, se han venido mostrando más y más reaccionarios y oscurantistas, especialmente el Perú. El primero ha estado durante muchos años sometido a una dictadura brutal, al paso que el segundo acaba apenas de liberarse de los grilletes de otra. Por otra parte, Venezuela expidió no hace mucho una ley que prohíbe la entrada al país de todo extranjero, así católico como protestante, mientras en Brasil, donde la iglesia y el estado se separaron, se está haciendo un decidido esfuerzo por reinstalar a la Iglesia Católica Romana en su antigua posición de Iglesia de la nación.11)

4.4.   Un Episodio Peruano:
Hasta tal punto se amordazó y aporreó en años recientes a la República peruana, que la opinión pública ya no puede expresarse. Sucedió así que un gobierno, vendido en cuerpo y alma a Roma, se atrevió a ultrajar la conciencia moral de la nación y del mundo, al expedir el decreto más retrógrado de los tiempos modernos en materias de educación. Dicho decreto asienta que en las escuelas públicas y privadas no ha de darse ninguna y privadas no ha de darse ninguna otra instrucción religiosa que la prescrita en el programa de enseñanza o silabo oficial de la Iglesia Católica Romana. Toda escuela privada que contravenga esa orden será clausurada y sus propiedades y equipo confiscados. Lo novedoso y reaccionario de esta disposición consiste en el hecho de que la obligación de enseñar el catolicismo romano se les impuso a las escuelas evangélicas.
En Turquía ha quedado prohibido la instrucción religiosa en todas las escuelas, y en México, en las escuelas primarias, así públicas como privadas,12) pero en el Perú no sólo que no se enseñara en las escuelas privadas una religión incompatible con el Estado y las autoridades eclesiásticas, sino que se enseñara positivamente una religión dictada por dichas autoridades. Fue la tentativa, por parte de las fuerzas clericales del país, de aprovecharse de una situación política anormal para restablecer la vieja teocracia católica, y de lo que se trataba principalmente era de eliminar las influencias educativas no católicas, debido al creciente prestigio de las instituciones evangélicas entre todas las clases de la comunidad.
Debe decirse, sin embargo para crédito del ex presidente Leguía, masón del grado 33, fallecido después en una prisión peruana, que no fue él  el autor del infame decreto. Según evidencia irrefutable, su Ministro de Educación, un clerical, sorprendió al Presidente presentándoselo sin haberlo previamente estudiado con él. Leguía lo firmo en un momento de irreflexión, pero convencido posteriormente de su error, se puso inmediatamente a atenuar su aplicación a las instituciones evangélicas.
El preámbulo del susodicho edicto contiene una declaración significativa y reveladora en grado extraordinario que, leído en conexión con el artículo correspondiente del texto del decreto, arroja un torrente de luz sobre el pasado y el presente  de la religión oficial en el Perú, y su relación con los problemas nacionales. Considerando, explica el documento, que los establecimientos educativos en que se propagan religiones contrarias a la del Estado realizan una obra destructora de la unidad nacional, que es deber del Estado conservar y fortalecer, y considerando que tal propaganda es particularmente nociva cuando se lleva a cabo entre la población indígena que tiene que ser protegida especialmente por el Estado, se decreta que el gobierno establecerá escuelas especialmente para la población indígena, dondequiera que las considere deseables, e institutos pedagógicos para la preparación de maestros indígenas en los departamentos de Puno, Loreto, y Ayacucho.
La población indígena del Perú llega a 3’000,000 o unas tres quintas parte de la población total. Por primera vez en cerca de cuatro siglos se iba a hacer algo por educar a esos indios. ¿Y por qué precisamente ahora? ¿Y por qué en particular en los departamentos mencionados y no en otros? Porque en esos tres departamentos, y especialmente en el de Puno, en derredor del Lago Titicaca, la Misión Adventista Americana había venido llevando a cabo durante muchos años una de las mejores obras educativas que se hacen en el mundo entre aborígenes. La región entera se había transformado por completo. Miles de indios habían abandonado el habitó del alcohol y la cocaína u se habían convertido en ciudadanos respetables y útiles. Promoviendo políticas y educadores peruanos han elogiado en el pasado esta obra, una y otra vez.

Sin embargo, hace algunos años visite esa región un emisario especial de Roma. Poco después se puso fin a aquel trabajo y tuvieron que clausurar ochenta escuelas en que más de dos mil indios, bajo maestros de su propia raza recibían educación.
Unos años antes, una reacción clerical en Bolivia había logrado persuadir al gobierno de aquel país a cerrar las escuelas adventistas situadas en el lado boliviano del lago, y poner esa obra en manos de órdenes religiosas católicas. Pero tan vigorosa fue el clamor popular contra ese decreto del gobierno, que al fin fue revocado y se dejaron las cosas como estaban. “¡Frailes no!”, fue el grito que resonó por las calles de la Paz. Los frailes habían tenido cuatrocientos años en que realizar ese trabajo, y ni siquiera lo empezaron. Que se hagan a un lado. No tienen título morales para una tarea así. Tal era el sentimiento expresado con tanta resolución en la capital boliviana.

4.5.   El Vaticano Y Argentina:
Las relaciones entre la República Argentina y el Vaticano son tan anómalas que merecen un par de párrafos aparte. De acuerdo con la Constitución de dicho país, no existe religión de Estado; pero al mismo tiempo, el Estado ejerce el derecho de patronato sobre la Iglesia Católica Romana, y a cambio de tal privilegio le otorga una subvención anual para su sostenimiento en la República. Es también costumbre que el Presidente y su gabinete concurran a un Te Deum especial que se celebra en catedral con motivo del aniversario de la independencia nacional. En diversas ocasiones, así radicales como católicas han atacado en el Congreso Nacional esa anómala relación. Hace algunos años se desató una violenta controversia entre el gobierno y el Papa debido a que éste se negó a nombrar como Arzobispo de Buenos Aires al eclesiástico designado por el gobierno para esa sede. Parce que al designado oficial, Andrea, se le había acusado en Roma de favorecer una política religiosa nacionalista que, al coordinar las fuerzas católicas en Argentina limitaría en mucho la influencia e ingreso de las poderosas órdenes religiosas.
El Papa, que en un principio parecía favorablemente dispuesto hacia el prelado argentino, cambió repentinamente de actitud, y rehusó extenderle el nombramiento. En vista del punto muerto a que, como resultado de ellos, llegaron las negociaciones. Su Santidad sugirió una amistosa separación de la Iglesia y el Estado, como la que había tenido lugar en el Brasil. A lo cual se dice que el Presidente Alvear replicó: “Si viene la separación, será ruidosa como en Francia”.
Sin embargo, al fin y al cabo el Papa ganó, y se nombró a un arzobispo satisfactorio para ambas partes. En vista del poderío creciente del papado en la Argentina, tal resultado era inevitable. El instrumento principal de este resurgimiento de la influencia papal ha sido la sostenida penetración del país por nuevas órdenes religiosas. Según la Constitución de 1853, no se permitiría la entrada de ninguna nueva orden religiosa al país salvo por decreto especial del Congreso Nacional. Pero en la actualidad ningún gobierno se atreve a poner en práctica esa disposición. El propósito de los padres de la República al no adoptar ninguna religión de Estado, al paso que daban al gobierno el derecho de mantener bajo su dominio a la Iglesia Católica Romana, fue asegurar, como dice Rojas, que la nueva república no se convirtiera en una teocracia jesuita o una sociedad hundida en la anarquía por cuerpos ultramontanos13).
Y añade que bajo el régimen de dependencia el pueblo se va transformando y encaminando hacia la libertad espiritual, en tanto que el clero notable antaño por su cultura y amplitud de criterio, se está atrofiando ahora por la inacción que resulta del subsidio del Estado y las pitanzas que les arroja los laicos.14).
___________
1)          Reflexiones, J. I. de Gorriti, pág. 34.
2)          Id., pág. 207.
3)          Id. Págs. 207-208.
4)          Reflexiones, pág. 138.
5)          Id., pág. 215.
6)          Id. Pág. 220.
7)          Id., pág. 208.
8)          Id., pág. 99.
9)          Pág.21.
10)       T. Robertson Hispanic Relations with the United States, págs. 322-327.
11)       El lector se servirá tener presente que el libro fue escrito en 1931, y que en los países mencionados en los párrafos anteriores y en los siguientes, ha habido importantes cambios políticos y sociales. La situación religiosa, sin embargo, ha variado relativamente poco en lo general, por lo cual las conclusiones del autor siguen teniendo validez substancial. (Nota del traductor).
12)         En 1935 se reformó la ley de enseñanza en México, y la instrucción quedó completamente prohibida en todas las escuelas, tanto oficiales como particulares, correspondientes a los ciclos primarios, secundarios y normales, así como en las destinadas espacialmente a obreros y campesinos. (Nota del traductor).
13)     Rojas, introducción a Relaciones entre el Estado y la Iglesia, por Dalmacio Vélez Sarsfield, páh. 43.
14)      Id., pág. 44.

Véase capitulo V.






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