viernes, 10 de julio de 2020

Capítulo VII EL OTRO CRISTO ESPAÑOL EN EL SIGLO DE ORO DE ESPAÑA:










Capítulo VII
EL OTRO CRISTO ESPAÑOL EN EL SIGLO DE ORO DE ESPAÑA:


Pastor: Carlos Ramírez Jiménez:

El Cristo que se naturalizó en Sudamérica no es, por fortuna, el único Cristo en la historia espiritual del pueblo ibérico. Hay una tradición religiosas española que tras una larga historia subterránea empieza de nuevo a aflorar en la superficie. El estudio de dicha tradición nos enseñará lo que podría haber acontecido y todavía puede acontecer en la vida de España y Sudamérica. Ninguna visión completa de la situación religiosa del mundo hispánico puede pasarla por alto, ninguna política religiosa constructora para Sudamérica puede hacerla a un lado.

7.1.   La Fuente De Una Tradición Pérdida:
En la tradición religiosa y vida presente de España hay otro Cristo. Un Cristo distinto de la fe popular y la propaganda oficial. Nos encontramos con El primeramente en el siglo trece, en Raimundo Lulio.1) Aparece más tarde en la vida y escritos de los grandes místicos del siglo dieciséis.2) Se destaca en alto relieve en el pensamiento y obra de los grandes hombres que en ese mismo siglo se pusieron del lado de la Reforma Protestante. Volvemos a hallarlo en muchos grandes rebeldes religiosos de los siglos subsecuentes. En la España moderna este Cristo ha hallado santuarios en la vida de los dos precursores de la España nueva, nacido con las instituciones republicanas en 1931: don Francisco Giner de los Ríos y don Miguel de Unamuno.
Este Cristo y la pura y religiosa pasión que ha despertado en muchos corazones españoles en el siglo dieciséis, esplenden en el más sublime soneto de la literatura de España, famoso poema cuyo autor es desconocido:            

    No me mueve mi Dios para quererte
el cielo que me tienes prometido
ni me mueve el infierno tan temido
para dejar por eso de ofenderte.

    Tú me mueves, Señor, muévame al verte
clavado en una cruz y escarnecido;
muévame ver tu cuerpo tan herido,
muéveme tus afrentas y tu muerte.

    Muévame, en fin, tu amor, en tal manera
que aunque no hubiera cielo yo te amara,
y aunque no hubiera infierno te temiera.

    No tienes que me dar porque te quiero,
porque aunque cuanto espero no espera,
lo mismo que te quiero te quisiera.

La dinámica del poema es Cristo crucificado. Al contemplar la excelsa cruzcomo dice el conocido himno evangélico- su corazón queda cautivo para siempre. De ahí en adelante, el amor de Cristo será el móvil que impulsara su vida y no la esperanza de recompensa o el temor del castigo, sea en esta vida, sea en la por venir. He aquí una religión que es calidad de vida y no la simple prolongación de la existencia. Es la apasionada respuesta del amor y no una sórdida ambición de cosas, Cuán diferente es esto del sentimiento que contiene la popular canción de cuna:

Dame una limosna, Cara de Rosa
O hurtaréte las perlas que el Niño llora.3)

En Raimundo Lulio, el cortesano catalán de Mallorca, que después de convertido vino a ser uno de los misioneros cristianos más grande de todos los tiempos, descubrimos también al otro Cristo. Cuán dulcemente suena a nuestro oído la música del libro místico de Lulio, El Libro del Amigo y del Amado. Y cuán ricamente sugestivo es también su famoso dicho:
·      El que no ama no vive, y
·      El que vive por la Vida no puede morir”.
Para Lulio, como para el anónimo autor del soneto antes citado, la salvación es cualitativo y no simplemente la prolongación sin término de una serie temporal. Cristo es para él nuestra Vida, nuestra nueva y eterna Vida. Cristo no inmortaliza la vida tal cual es, sino la transforma en lo que debe ser. Además, la evidencia de que no moriremos jamás no está en que creemos en nuestra inmortalidad sino en que amamos.
Raimundo Lulio es el precursor de un notable grupo de escritores místicos que florecieron en España en el siglo dieciséis, y al cual Havelock Ellis ha denominado las más poderosa e influyente escuela de pasión religiosa que puede exhibir el mundo europeo”.
Los místicos españoles eran generalmente grandes almas solitarias cuya influencia recíproca, si exceptuamos la amistad entre Juan de la Cruz y la gran Teresa, era muy leve. Sin duda, jamás ha sido superada la intensidad de su pasión religiosa, pero, por tristísima y sumamente trágica ironía de la historia del cristianismo, no se dejó germinar en la vida espiritual de la Península aquella potencia incalculable de la experiencia religiosa de los místicos. Los más grandes de ellos, fray Luis de Granada, San Juan de la Cruz, Santa Teresa de Jesús y fray Luis de León, vivieron bajo constante sospecha de heterodoxia, y todos ellos, salvo Teresa, pasaron un tiempo en las prisiones de la Inquisición. La gran Teresa misma apenas si escapó al encarcelamiento, y eso tan sólo por ser mujer.
Estas seráficas almas cristianas representaban un movimiento espontáneo de reforma dentro de la Iglesia Católica española de su época. En su celo reformador. Juan de la Cruz y Teresa la monja Carmelita, recorrieron con grandes penalidades del país fundando nuevas casas religiosas con votos más rigurosos, o reformando las antiguas. Objeto de la desconfianza y la persecución por parte de las autoridades eclesiásticas, y ejerciendo muy leve influencia sobre la gente, terminaron sus días en la soledad. En el siguiente siglo fueron canonizados y Santa Teresa se ha convertido en la patrona de España. Pero no puede decirse que, fuera de un círculo muy limitado, la pasión espiritual de la santa haya sido una influencia, o sus ideas hayan fructificado, en la vida religiosa de España. Y lo mismo podría decirse de los otros místicos españoles del siglo dieciséis.

Sólo en años recientes los han descubierto y los leen algunos laicos educados. Azorín, uno de los principales devotos de la literatura española clásica, nos cuenta cómo fue hasta hace poco cuando despertó a las bellezas de Luis de Granada. El movimiento y las tendencias representadas por estas grandes almas, y otros centenares de almas de su época, se convirtió en corriente subterránea en la vida religiosa de la Península, y la obra empezada por ellas quedó trunca en la encrucijada de los destinos de España.
De los escritos de estos santos españoles podemos entresacar el retrato de un Cristo cuyos ojos jamás ha contemplado España, un Cristo cuyo nombre es Jesús, un Salvador, Amante y Amigo. Se requería demasiado espacio para ofrecer un retrato completo del Cristo de los místicos españoles y de su relación con la vida religiosa. Hemos de contentarnos con obtener unos cuantos vistazos de EL, según se revela a la luz del pensamiento y la experiencia de los místicos. En cada caso se erigen la suprema devoción a Cristo como norma de la vida y la unión con EL como meta de todas las aspiraciones.

7.2.   El Cristo Que Transfigura:
La obra lírica más grande de la literatura española, y una de las más grandes de la literatura mundial, es el Cántico Espiritual de Juan de la Cruz, en que el autor místico interpreta el Cantar de los Cantares en términos de su propia experiencia. Como el Progreso del Peregrino, de Juan Bunyan, es obra producida en la prisión, probablemente cuando el autor estuvo prisionero en Toledo, condenado por el Santo Oficio. Sólo las Cartas de Samuel Rutherford pueden comparase con este inigualado poema como expresión de la pasión mística por Cristo.
Descríbase el comienzo de este drama de amor en un exquisito menos conocido popularmente como En una Noche Oscura. Ha caído la noche, y al amparo de su sombra y su silencio, el alma sale en busca del Amado:

   En una noche oscura
con ansias en amores inflamada,
¡oh dichosa ventura!
salí sin ser notada,
estando ya mi casa sosegada.

Su única luz y guía es el fuego que arde en su corazón. Pero este fuego hace que la noche brille más que la aurora, de modo que tal parece que es la noche misma quien la guía sin extravíos a donde está el Amado. Bello símbolo de ese instinto del alma por buscar a Cristo en las tinieblas de sus extremos. El Amado es hallado, pero torna a ocultarse, y la apasionada búsqueda prosigue en el Cántico:

   Descubre tu presencia
y mátame tu vista y hermosura;
mira que es la dolencia
de amor, que no se cura
sino con la presencia y la figura.

Cuando el alma, transverberada de amor, oye la voz del Amado llamándola desde la altura, y puede al fin unirse a EL, la naturaleza entera se torna fresca y dulce y toma parte en la melancolía del prefecto amor. La belleza del Amado se comunica al mundo. En su luz, el alma ve luz y belleza dondequiera. Y así exclama:
    Mi Amado las montañas,
los valles solitarios numerosos,
las ínsulas extrañas,
los ríos sonoros
el silbo de los aires amorosos

………………………………….
Gocémonos, Amado
y vámonos a ver en tu hermosura
al monte y al collado.

Esta experiencia espiritual de que la unidad del alma con Dios en Cristo la hace sentirse a sus anchas en la naturaleza nos recuerda la experiencia de Saúl Kane, en el poema de John Masefiel, La Eterna Misericordia”. Después de experimentar las ardientes cataratas de Cristo”, y de caer por tierra la puertas con cerrojos”, Kane sabía que había terminado para siempre con el pecado y que Cristo lo había hecho nacer para hermanarse con todas las almas de la tierra”. Y entonces brota de sus labios este canto:

    Oh gloria de la mente iluminada,
cuán muerto he estado, y cuán torpe y ciego;
a mis ojos, ya nuevos, el arroyo
parecía brotar del Paraíso;
y al agua tumultuosa de la lluvia
cantaba a mis oídos:
¡Cristo ha resucitado!”

Toda la naturaleza exhalaba ahora para él una nueva fragancia y tenía nueva esplendor, y toda ave y toda bestia debería compartir las migajas del banquete”. Unirse espiritualmente con ese Cristo significa siempre considerar los lirios con ojos nuevos, y contemplar con un nuevo sentido de los maravilloso los pájaros del campo.
En la experiencia que se describe en el Cántico, Juan de la Cruz trasciende el monasticismo y escepticismo de su medio religioso y aun de su propia vida religiosa. Su alma de poeta va en pos de un Cristo que, según la frase de Luis de León, vive en los campos”, como Señor y transfigurado de todo lo que tiene ser.
Si nos esforzamos por seguir a Juan de la Cruz por la noche oscura del alma hacia las cumbres del Monte Carmelo”, lo perderemos de vista cuando llega al empíreo de la perfecta unión de amor. Consideramos solamente algunas de las palabras características que pronuncia en el camino acerca de Cristo. Para él, Cristo es el Amante dulcísimo de todas las almas fieles. Aconseja mantener la imagen de Cristo pura y clara en el alma. En otra de sus cartas estas palabras: Jesús sea en sus almas, hijas mías Pues yo iré allá y verán cómo no me olvidaba, y veremos las riquezas ganadas en el amor puro y sendas de la vida eterna y los pasos hermosos que dan en Cristo, cuyos deleites y corona son sus esposas: cosa digna de no andar por el suelo rodando, sino de ser tomada en las manos de los ángeles y serafines, y con reverencia y aprecio la pongan en la cabeza de su Señor.4)

Cristo es el todo para San Juan de la Cruz, y el ritual significa poco.

Encarece a los que principian la vida espiritual que se cuiden de lo que se cargan de imágenes y rosarios bien curiososy andan arreados de agnusdéi y reliquias y nóminas, como los niños con dijes5) les advierte también contra quienes hacen romerías o peregrinaciones más por recreación que por devoción6) Y  les encarece no despilfarrar en el ornato de sus oratorios el tiempo que debería dedicar a la oración y el recogimiento interior.

7.3.   Amante Y Señor:
A Teresa de Jesús se le ha llamado con razón un alma de fuego”. El símbolo clásico con que se la representa es aquella escena de su visión en que un ángel le transverbera el corazón con un dardo ardiente. Su concepto y experiencia de Cristo se caracteriza por una pasión incandescente. Cristo es su Esposo Divino”, y por lo general se refiere a Él llamándole Señor y Su Divina Majestad”. Tan fuerte y viva es su conciencia de que Cristo le pertenece, que en uno de sus poemas habla de EL como su cautivo”. Y el estar EL cautivo dentro de su corazón, hace a éste libre.7)
Igual de vigorosa es la conciencia que Teresa tiene de pertenecer a Cristo y ser inseparablemente una con EL. Esta mutua compenetración halla su expresión más perfecta en el relato de una visión en que Teresa ve su propia alma como un espejo muy claro en que Cristo se manifiesta a ella. Y también este espejoañade Teresa- (yo no sé decir cómo) se esculpía todo en el mismo Señor, por una comunicación, que yo no sabré decir, muy amorosa”. Cuando el alma está en pecado, este espejo se cubre de gran niebla y ya no puede verse en él al Señor.8)
En otro bello pasaje, Teresa describe el origen y actividad de la oruga que se metamorfosea en mariposa como símbolo de que ella tiene que morir para que Cristo nazca en ella. Tersa amaba apasionadamente las flores porque éstas, como todos los objetos naturales, eran obra de las manos de su Divino Esposo.
El Cristo de Santa Teresa es un Ser vivo activo; poderoso y amoroso, que demanda que el alma no tenga comercio con el pecado si ha  de estar en comunión con El. La pasión seráfica de Teresa no la incapacitaba, sin embrago, en lo mínimo, para el cumplimiento de la rutina de los negocios de la vida. Era la más práctica de las mujeres. El Señor ayuda, tal había ella aprendido por experiencia, en el desempeño de las tareas más ordinarias. Pues sea, hijas míasdice a sus monjas- no haya desconsuelo; mas cuando la obediencia os trajere empleadas en cosas exteriores, entended, que si es en la cocina, entre los pucheros anda el Señor, ayudándoos en lo interior y exterior”.9)
No obstante, es de lamentarse grandemente que Teresa, teniendo como tenía un concepto muy espiritual y a la vez sumamente ético y práctico, de Cristo y la religión, haya limitado la expresión de ésta a la actividad monástica. Aunque conocía a un Cristo que era para el mundo, un Cristo que era poco más que un extranjero en el país de ella, lo hizo prisionero de su corazón, o de los conventos que fundó. De un valor religioso mucho más elevado que la trasverberación del corazón de Teresa son los estigmas de las manos de San Francisco, marcas y símbolos del precio a que el varón de Asís servía a los hombres por amor a Jesús. Hasta halamos a Teresa, a momentos teñido de una pasión por el Cristo material de Tánger, el Cristo de tierra. Era devota de lo que llama la sacratísima Humanidad de Jesús”.

 Por esto entiende la santanos explica un distinguido escritor sudamericano- no el carácter humano del Maestro ni su manera de vivir como hombre, sino la parte corpórea, física y material de su persona, preocupación que culminó por fin en la adoración idólatra de su corazón carnal”.10)

7.4.   El Cristo Que Es Jesús:
En los escritos del monje agustino Luis de León, este Cristo, a quien Teresa conoció y con quien comunicaba sólo objetivamente, a quien tenía prisionero en su corazón o en sus conventos, rompe los muros de su confinamiento y se hace plenamente objetivo de la devoción y el pensamiento. El Cristo de la experiencia se convirtió en el Jesús de la historia y el Cristo de la fe.
La nota que Luis de León suena es que a Cristo le debe conocer en el más pleno sentido paulino y juanino. Saber mucho de Cristo”, es el consejo que da. Y la propia y verdadera sabiduría del hombre –dice en la introducción a su gran obra- es saber mucho de Cristo”. Esta es la más alta y más divina sabiduría de todas; porque entenderle a él es entender todos los tesoros de la sabiduría de Dios, que como dice San Pablo, están en él encerrados11)
Para Fray Luis, la religión es la respuesta de la naturaleza entera del hombre a Cristo, la contestación del intelecto así como del corazón, Santa Teresa, como la Magdalena ante la tumba abierta, de buena gana se recrearía para siempre en una experiencia física de su Señor. Fray Luis entiende el sentido de las palabras: “Asciende a mi Padre”. Tiene de Cristo un concepto esencialmente objetivo. Lo considera no solamente como la fuente y centro de toda su vida, sino también como el centro de toda vida e historia, y del universo mismo. Su Cristo es el Señor de la realidad creada.
En los Nombres de Cristo, que Menéndez y Pelayo llaman el más perfecto monumento en prosa de la literatura española, Fray Luis expone su concepto de Cristo. Este libro está escrito en forma de diálogo. Un grupo de amigos se reúnen para comentar las ideas de uno de ellos, pero no dentro del recinto de un monasterio u otro edificio religioso, sino en un bello sitio a la ribera del manso Tormes, el ríos de Salamanca. Porque como dice el autor, vive en los campos Cristo”.
He aquí el concepto de una religión al aire libre. Si con Juan de la Cruz, el amor de la naturaleza no era más que un pasajero estado de ánimo, o como lo reputan algunos críticos, un recurso puramente literario para imitar el colorido naturalista del Cantar de los Cantares, para Luis de León la naturaleza era una pasión. La sentía y la amaba como Wordsworth, y muchos de sus incomparables poemas líricos, rivaliza en realismo emotivo con la poesía de la naturaleza del célebre autor de Tintern Abbey.12) No fue otro que el más grande de los poetas líricos españoles quien escribió Los Nombres de Cristo, e hizo a sus personales discurrir a la orilla de un río en un prado que cantaba con la voz de los pájaros.
Y sin embargo cruel ironía!- este libro fue compuesto durante los cinco años que su autor pasó en una mazmorra de ¡Valladolid! Lo había encarcelado el Santo Oficio, por la terrible ofensa de haber traducido el Cantar de los Cantares al español. Su suprema pasión era pecado mortal a los ojos de los directores religiosos de su país. ¡Se había atrevido a emancipar la realidad religiosa de los contérminos entumecedores de una  lengua desconocida y de las paredes consagradas¡ “Cristo para el mundo, cantaba Fray Luis.

Los nombres de Cristo cuya significación expone el gran místico español, son ahora los títulos del Mesías en el Antiguo Testamento, era los nombres simbólicos de Jesús en el Nuevo. Trata de catorce de éstos. Cristo es la Vara, la Faz de Dios, el Camino, el Pastor, las Montaña, el Padre de la Edad futura, el Brazo del Señor, el Rey, el Príncipe de Paz, el Esposo, el Hijo de Dios, el Cordero, el Amado, y Jesús.
Entre lo mucho de rico y sugestivo que se dice de Cristo en este gran libro, notemos muy brevemente algo de lo más significativo. Jesucristo, el brazo del Señor no representa la fuerza militar o el valor del guerrero. Los hechos hazañosos de un cordero tan humilde y tan manso, como es el que en este lugar Isaías pinta, no son hechos de esta guerra que vemos, adonde la soberbia se enseñorea y la crueldad se despierta, y el bullicio y la cólera y la rabia y el furor menean las manos. No tendrá dice, cólera para hacer mal ni a una caña quebrada. Y antójesele al error vano de estos mezquinos que tienen de trastornar el mundo con querras”.13) El símbolo de tal Cristo mal podría convertirse en estandarte guerrero de Pizarro o Cortés o el Duque de Aba, o en mesa del Santo Oficio en el Perú.
Como Rey”, Cristo es a la vez Redentor y Legislador. Por sus obras y sacrificio hizo méritos del espíritu y virtud de los Cielos para los suyos, comunicándole éstos a la voluntad de ellos, imprimiendo en ella inclinación y apetito de aquello que merece ser apetecido por bueno, y por el contrario engendrándole aborrecimiento de las cosas torpes y malas”.14) La religión es así para Fray Luis expresión de un principio interior de vida en tanto que sola la predicación del Evangelio, que es decir la virtud y la palabra de sólo Cristo, es lo que siempre ha deshecho la adoración de los ídolos”.15) Particularmente significativas son sus palabras sobre Cristo como el Cordero”, “Cristo es universal principio de santidad y virtud, de donde nace toda la que hay en las criaturas santas, y bastante para santificar todas las criaturas, y otras infinitas que fuese Dios continuamente criado, y ni más ni menos es la víctima y sacrificio aceptable y suficiente a satisfacer por todos los pecados del mundo y de otros mundos sin número”. Cristo salva, en el más absoluto sentido, a los hombres.
Es, sin embargo, en la última parte de su estudio donde hallamos la expresión más plena y característica del concepto de Luis de León. Cristo es Jesús”. En el significado del nombre Jesús halla la clave del más profundo significado de Cristo y la más adecuada forma en que expresarlo. Siendo Jesús*), Cristo es Salud, que también quiere decir salvación. A Fray Luis le encanta insistir en la idea de que Cristo**) es completa salud, a cual comunica a los hombres. La vida cristiana es salud espiritual perfecta. El cristiano es el hombre perfeccionado, el hombre que ha sido sanado de sus enfermedades y restaurado a la salud por Cristo, quien posee el remedio de todo mal.


______________
*)      G2424 ησος = Iesoús: de origen hebreo [H3091]; Jesús (i.e. Yejoshúa), nombre de nuestro Señor y de otros dos (tres) israelitas:- Jesús, Josué. H3091 יְהוֹשׁוּעַ = Yejoshúa o יְהוֹשֻׁעַ = Yejoshúa; de H3068 y H3467; salvado de Jehová; Jeoshúa (i. e. Josué), líder judío:- Josué. Compárese con H1954, H3442.
**)        Cristos = (χριστός G5547) ungido. Traduce, en la LXX, la palabra Mesías, término que se aplica a los sacerdotes que eran ungidos con el aceite sagrado, especialmente al sumo sacerdote (p.ej., Lv.4:3, 5, 16). Los profetas reciben el nombre de joi cristoi Teou, «los ungidos de Dios» (Salm.105:15). El rey de Israel era en ocasiones mencionado como cristos tou Kuriou, «el ungido del Señor» (1 Sam.2:10,35; 2 Sam.1:14; Salm.2:2; 18:50; Hab.3:13); el término es utilizado incluso de Ciro (Is.45:1). El título jo Cristos, «el Cristo», no se usa de Cristo en la versión LXX de los libros inspirados del AT. En el NT., la palabra se usa frecuentemente con el artículo, del Señor Jesús, como un apelativo más que como un título (p.ej., Mt.2:4; Hech.2:31); sin el artículo (Lc.2:11; 23:2; Jn.1:41). En tres ocasiones el mismo Señor aceptó expresamente este título (Mt.16:17; Mr. 14:61, 62; Jn.4:26). Se añade como apelativo al nombre propio «Jesús» (p.ej., Jn.17:3, única vez en que el Señor se denomina así a sí mismo; Hech.9:34; 1Cor.3:11; 1 Jn.5:6). Es decididamente nombre propio en muchos pasajes, tanto si aparece con el artículo (p.ej., Mt.1:17; 11:2; Rom.7:4; 9:5; 15:19; 1 Cor.1:6), como si aparece sin él (Mr. 9:41; Rom.6:4; 8:9,17; 1Cor.1:12; Gál. 2:16). El solo título Cristos se usa en ocasiones sin el artículo para significar a aquel que por su Santo Espíritu y poder mora en los creyentes, moldeando el carácter de ellos en conformidad a su semejanza (Rom.8:10; Gál. 2:20; 4:19; Ef.3:17). En cuanto al uso o a la ausencia del artículo, el título con el artículo especifica al Señor Jesús como «el Cristo»; el título sin el artículo destaca su carácter y su relación con los creyentes. También, hablando en general, cuando el título es el sujeto de la oración, tiene el artículo; cuando forma parte del predicado, el artículo no aparece.


Su naturaleza se hace una templada armonía una sana concordia”. Llena su alma una orden paz”, y su principal ambición es hacerse uno con Cristo, esto es, tener a Cristo en sí, transformándose en él”. Como Pablo y Agustín, Fray Luis se vestiría del Señor  Jesús”. Cristo es su todo y en todos. Yo Señor, me desecho, me despojo de mí, me huyo y desamo, para que, no habiendo en mí cosa mía, seas tú solo en mí todas las cosas: mi ser mi vivir mi salud, mi Jesús”. Al final de este maravilloso capítulo, el autor se regocijo del hecho de que Jesucristo*) es también el Logos**) y que, como tal, es salud cósmica. A EL le deben su salud los ángeles de los Cielos y la naturaleza.
El fuerte acento ético y el énfasis en el orden y equilibrio de la vida del alma, que caracterizan el concepto de Cristo y de la vida cristiana, según Fray Luis, son eco de la idea de justicia de Paltón, y de la idea paulina de la vida llena del Espíritu vida y doctrina religiosas deben someterse a la prueba ética. Hablemos de tener por cosa certísima que la (doctrina) que no mirare a este fin de salud, la que no tratare de desarraigar del alma las pasiones malas que tiene, la que no procurare criar en el secreto de la orden, templanza, justicia, por más que de fuera parezca santa, no es santa y por más que se pregone de Cristo, no es de Cristo”. Tampoco pueden la más escrupulosa práctica de los ritos religiosos ni la imposición de las penitencias más severas, ser sustitutos de la salud espiritual interior.

Pues:

 aunque haya (uno) aprovechando en el ayuno, sepa bien guardar el silencio y nunca falte a los cantos del coro; y aunque ciña el cilicio, y pise sobre el hielo desnudos los pies, y mendigue lo que come y lo que viste paupérrimos, si entre esto bullen las pasiones en él, si vive el viejo hombre y enciende sus fuegos, si se atufa en el alma la ira, si se hincha la vanagloria, si se ufana el propio contento de sí, si arde la mala codicia; finalmente, si hay respectos de odios, de envidias, de pundonores, de emulación y ambición téngase por dicho que aún no ha llegado a la salud, que es Jesús”.

___________
*)        G5547 Χριστός = Jristós: de G5548; ungido, i. e. el Mesías, epíteto de Jesús:- Cristo, Jesucristo, Mesías.
**)      G3056 λόγος = lógos: de G3004; algo dicho (incluido el pensamiento); por implicación tema (sujeto del discurso), también razonamiento (facultad mental) o motivo; por extensión cálculo; específicamente (con el artículo en Juan) la Expresión Divina (i. e. Cristo):- noticia, palabra, plática, pleito, predicar, pregunta, propuesta, razón, sentencia, tratado, verbo, arreglar, asunto, cosa, cuenta, decir, derecho, dicho, discurso, doctrina, evangelio, exhortar, fama, frase, hablar, hecho, mensaje. (Strong).
___________

1)    V. Raimundo Lulio: Explorador  y Mártir de Noráfriba, por S. M. Zwener. México: Casa Unida de Publicaciones. (Nota del traductor).
2)       V. Los Místicos Españoles del Siglo XVI, por Cl. Gutiérrez-Marín México: Casa Unida de Publicaciones. (Nota del Traductor).
3)         Refiriéndose a la Virgen y al Niño.
4)         Carta V, Obras (Edit. Séneca, México), pág. 1005.
5)          Noche Oscura, Lib. I, Cap. IV (pág. 429, de la ed. Cit.).
6)          Subida del M. Carmelo, Lib. III, Cap. XXXVI (pág. 389, ed, cit.
7)          V. Cap. I.
8)          Vida, Cap. XL, 4.
9)          Libro de las Fundaciones, Cap. V, 7.
10)         Julio Navarro Monzó Santa Tersa de Jesús y la Vida Espiritual Cristiana, pág. 26.
11)         Los nombres de Cristo, Calleja, Madrid, 1917, pág. 33.
12)         La Abadía de Tinterns.
13)         Op. Cit. Págs.. 230, 231.
14)         Op. Cit., pág. 293.
15)         Op. Cit., pág. 313.

Véase capitulo VIII.


No hay comentarios.:

Publicar un comentario