EL PREMIO DE LA VIDA CRISTIANA: EL
CONOCIMIENTO DE CRISTO:
FILIPENSES 3:
Pastor: Carlos Ramírez Jiménez:
Demasiados
cristianos se involucran en las «cosas» y pierden el gozo y la paz que deben tener
en Cristo. «Sólo
piensan en lo terrenal» (3:19) y les falta el sentir espiritual del
creyente consagrado.
Nótese: cuántas
veces se usa en este capítulo la palabra «cosas». Aquí Pablo describe la mente espiritual,
la que piensa los pensamientos de Dios y se dirige hacia las metas de Dios.
Léase en Romanos 8:1–17 más acerca de la mente espiritual. En este capítulo
Pablo describe su pasado, presente y futuro, una biografía completa de la vida
cristiana.
I. Salvación: El Pasado Del Cristiano (3:1–11):
Pablo
era religioso antes de ser salvo, pero su religión no pudo salvarle. ¡Tuvo que
perder su religión para hallar la vida eterna! Este capítulo lo
inicia advirtiendo a los creyentes en contra de la religión separada de Cristo.
Los judíos llamaban «perros» a los
gentiles, pero aquí Pablo usa el término «perros» para describir a los maestros judíos
que enfatizaban la circuncisión y guardar la ley. (Hallamos
a estos sujetos en Hechos 15 y Gálatas). A decir verdad, ni siquiera
llama «circuncisión»
al rito; lo llama «mutilación», que significa «un corte en la carne».
La
verdadera adoración es en el Espíritu (Jn. 4:20–24) y no en la carne; honra a
Jesucristo, no a los líderes religiosos; depende de la gracia de Dios, no de la
fuerza carnal. Mucho de lo que pasa por fe cristiana en este mundo es realmente
sólo religión carnal.
Pablo
tenía la mejor reputación posible como rabí judío. Por nacimiento y educación
sobrepasaba con mucho a todos sus amigos (véase Gál. 1:11–24). También era
sincero; su religión judía significaba para él vida o muerte. Era tan sincero
que incluso perseguía a quienes diferían con él. Si alguien pudiera llegar al
cielo en base a su carácter y religión, ese sería Pablo, y, sin embargo, ¡sin Jesucristo era
un pecador perdido! ¡Cuando halló a Cristo,
consideró todos sus logros carnales como mera basura! «Las he estimado»
(v. 7) es la manera en que Pablo lo dice. Lo midió cuidadosamente, se vio por
lo que era y decidió que toda su religión y honores mundanos no valían la pena.
¡Él quería a Cristo!
¿Qué obtuvo
mediante su fe en Cristo? Justicia, por un lado (v. 9). Pablo tenía
abundancia de justicia legal (v. 6), pero le faltaba la verdadera que Dios
exige y que sólo Él puede dar. Una cosa es ser lo suficientemente religioso
como para entrar en la sinagoga y otra muy diferente ser lo suficientemente
justo como para entrar al cielo. Pablo también obtuvo conocimiento personal de
Cristo. La salvación no es saber acerca de Cristo; es conocerle a Él (Jn. 17:3).
Pablo también experimentó el poder de la resurrección (véase Ef. 3:14ss) en su
vida.
Añadido
a estas bendiciones estaba el privilegio de sufrir por Cristo (Filp. 1:29).
Finalmente, mediante Cristo recibió una nueva promesa: la «resurrección de entre los muertos»
(v. 11). Los judíos creían en la resurrección, o sea, una resurrección general
al final de la edad; pero Cristo introdujo una resurrección del justo de entre
los muertos. A esta se le llama la primera resurrección (1 Ts. 4:13–18; Ap. 20:5).
Cuando Pablo
dice: «Si en alguna manera» no
sugiere incertidumbre, sino humildad. ¡Pensar que él, un homicida, participaría en esa gloriosa resurrección!
II. Santificación: El Presente Del Cristiano
(3:12–16):
En
la sección anterior Pablo es un «tenedor de libros espiritual» calculando sus
ganancias y pérdidas. En esta sección es un corredor, esforzándose por alcanzar
la recompensa. La ilustración del corredor es una de sus favoritas (véanse 1 Cor.
9:25–27; 1 Ts. 2:19, 20; Heb. 12:1–3; 2 Tim. 2:5). Por supuesto, Pablo no sugiere
que corramos para entrar en el cielo. Los corredores olímpicos de la antigua
Grecia tenían que ser ciudadanos de la nación que representaban.
También tenían que ser hombres
libres, no esclavos. El pecador inconverso es un esclavo, pero el cristiano
es ciudadano del cielo (3:20) y ha sido hecho libre por Cristo. A cada
cristiano se le da un lugar especial en la «pista» para su propio servicio y cada uno tiene
una meta establecida por Cristo. Nuestra tarea en la vida es «asir aquello para
lo cual fui también asido por Cristo Jesús» (v. 13). Pablo no habla
respecto a la salvación sino a la santificación: el crecimiento y progreso en
la vida y el servicio cristianos.
¿Cómo alcanzamos la meta que Dios ha fijado para nosotros? Por un
lado, debemos ser sinceros con nosotros mismos y admitir dónde estamos, como
Pablo declaró:
·
«No que lo haya
ya alcanzado» (v. 12).
·
Luego,
debemos poner nuestros ojos de fe en Cristo y olvidarnos del pasado:
Ø Los pecados, y
Ø Fracasos pasados, y
Ø También los éxitos pasados.
Debemos proseguir en su poder. La vida
cristiana no es un juego; es una carrera que exige lo mejor que haya en
nosotros: «esto
hago» (v. 13). Demasiados cristianos llevan vidas divididas. Una
parte disfruta de las cosas del mundo y la otra trata de vivir para el Señor.
Se vuelven ambiciosos por las «cosas» y empiezan a preocuparse por ambiciones terrenales.
Nuestro llamamiento es un «supremo llamamiento» y un «llamamiento celestial»; y si
vivimos para este mundo, perdemos la recompensa que va con nuestro supremo
llamamiento.
III. Glorificación: El Futuro Del Cristiano (3:17–21):
Nada
mantendrá espiritual a nuestra mente más que esperar la venida de Cristo. «¡Cuidado con la multitud del mundo!»,
advierte Pablo a sus lectores. Aquí expresa gran tristeza en una carta que de
otra manera sería llena de gozo. Pablo llora por los que se dicen ser
cristianos, pero cuyas vidas llevaban el fruto de una mente mundanal. Los describe:
(1) «Sólo piensan en
lo terrenal», lo que quiere decir que
piensan únicamente en este mundo y lo que este les ofrece;
(2) Viven para la
carne, porque su dios es su estómago; y
(3) ¡Su fin es la destrucción! Estas personas eran enemigos de la cruz de Cristo. La
cruz derrotó al mundo y a la carne; la cruz habla de sacrificio y sufrimiento;
sin embargo, estas personas vivían para el mundo y sólo buscaban auto-complacerse.
¡Qué cosa tan terrible ser enemigo de la cruz y sin
embargo decir ser cristiano!
Nuestra
ciudadanía está en el cielo (v. 20). Cuando las personas llegan a ser miembros
de la familia de Dios sus nombres son escritos en el cielo (Lc. 10:20). Llegan
a ser ciudadanos del cielo. Esto quiere decir que viven para la gloria del
cielo y no para la alabanza de esta tierra. Cada ciudadano debe honrar a su
patria y ¡de
seguro que el cristiano honrará al cielo!
La
gente en Filipos estaba gobernada no por las leyes de Macedonia, sino por las
romanas; de la misma manera la Iglesia vive por las leyes del cielo. Filipos
era una colonia de Roma en Macedonia y los cristianos formamos la colonia del
cielo en la tierra. Muchas veces las leyes del cielo estarán en conflicto con
las de la tierra, pero nuestra responsabilidad es obedecer a Dios, no a los
hombres.
¡Qué futuro bendito tiene el ciudadano del cielo! Pablo
proclama que «seremos
como Él es». Este cuerpo «de humillación» será cambiado para ser su cuerpo
glorioso. Lea en 1 Tesalonicenses 4:13–18, qué feliz acontecimiento será para
el santo el regreso de Cristo. Por supuesto, será un día de resurrección y
reunión, pero también será de reconocimiento y recompensa. Ojalá seamos
hallados fieles a Él y no avergonzados en su venida (1 Jn. 2:28–3:3).
Clase Para El Miércoles:
Lea Su Biblia, Lea Su Biblia, Lea
Su Biblia.
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