jueves, 9 de julio de 2020

EL PREMIO DE LA VIDA CRISTIANA: EL CONOCIMIENTO DE CRISTO: FILIPENSES 3:


EL PREMIO DE LA VIDA CRISTIANA: EL CONOCIMIENTO DE CRISTO:
FILIPENSES 3:

Pastor: Carlos Ramírez Jiménez:

Demasiados cristianos se involucran en las «cosas» y pierden el gozo y la paz que deben tener en Cristo. «Sólo piensan en lo terrenal» (3:19) y les falta el sentir espiritual del creyente consagrado.

Nótese: cuántas veces se usa en este capítulo la palabra «cosas». Aquí Pablo describe la mente espiritual, la que piensa los pensamientos de Dios y se dirige hacia las metas de Dios. Léase en Romanos 8:1–17 más acerca de la mente espiritual. En este capítulo Pablo describe su pasado, presente y futuro, una biografía completa de la vida cristiana.

I.       Salvación: El Pasado Del Cristiano (3:1–11):
Pablo era religioso antes de ser salvo, pero su religión no pudo salvarle. ¡Tuvo que perder su religión para hallar la vida eterna! Este capítulo lo inicia advirtiendo a los creyentes en contra de la religión separada de Cristo. Los judíos llamaban «perros» a los gentiles, pero aquí Pablo usa el término «perros» para describir a los maestros judíos que enfatizaban la circuncisión y guardar la ley. (Hallamos a estos sujetos en Hechos 15 y Gálatas). A decir verdad, ni siquiera llama «circuncisión» al rito; lo llama «mutilación», que significa «un corte en la carne».
La verdadera adoración es en el Espíritu (Jn. 4:20–24) y no en la carne; honra a Jesucristo, no a los líderes religiosos; depende de la gracia de Dios, no de la fuerza carnal. Mucho de lo que pasa por fe cristiana en este mundo es realmente sólo religión carnal.
Pablo tenía la mejor reputación posible como rabí judío. Por nacimiento y educación sobrepasaba con mucho a todos sus amigos (véase Gál. 1:11–24). También era sincero; su religión judía significaba para él vida o muerte. Era tan sincero que incluso perseguía a quienes diferían con él. Si alguien pudiera llegar al cielo en base a su carácter y religión, ese sería Pablo, y, sin embargo, ¡sin Jesucristo era un pecador perdido! ¡Cuando halló a Cristo, consideró todos sus logros carnales como mera basura! «Las he estimado» (v. 7) es la manera en que Pablo lo dice. Lo midió cuidadosamente, se vio por lo que era y decidió que toda su religión y honores mundanos no valían la pena. ¡Él quería a Cristo!
¿Qué obtuvo mediante su fe en Cristo? Justicia, por un lado (v. 9). Pablo tenía abundancia de justicia legal (v. 6), pero le faltaba la verdadera que Dios exige y que sólo Él puede dar. Una cosa es ser lo suficientemente religioso como para entrar en la sinagoga y otra muy diferente ser lo suficientemente justo como para entrar al cielo. Pablo también obtuvo conocimiento personal de Cristo. La salvación no es saber acerca de Cristo; es conocerle a Él (Jn. 17:3). Pablo también experimentó el poder de la resurrección (véase Ef. 3:14ss) en su vida.
Añadido a estas bendiciones estaba el privilegio de sufrir por Cristo (Filp. 1:29). Finalmente, mediante Cristo recibió una nueva promesa: la «resurrección de entre los muertos» (v. 11). Los judíos creían en la resurrección, o sea, una resurrección general al final de la edad; pero Cristo introdujo una resurrección del justo de entre los muertos. A esta se le llama la primera resurrección (1 Ts. 4:13–18; Ap. 20:5). Cuando Pablo dice: «Si en alguna manera» no sugiere incertidumbre, sino humildad. ¡Pensar que él, un homicida, participaría en esa gloriosa resurrección!

II.      Santificación: El Presente Del Cristiano (3:12–16):
En la sección anterior Pablo es un «tenedor de libros espiritual» calculando sus ganancias y pérdidas. En esta sección es un corredor, esforzándose por alcanzar la recompensa. La ilustración del corredor es una de sus favoritas (véanse 1 Cor. 9:25–27; 1 Ts. 2:19, 20; Heb. 12:1–3; 2 Tim. 2:5). Por supuesto, Pablo no sugiere que corramos para entrar en el cielo. Los corredores olímpicos de la antigua Grecia tenían que ser ciudadanos de la nación que representaban.
También tenían que ser hombres libres, no esclavos. El pecador inconverso es un esclavo, pero el cristiano es ciudadano del cielo (3:20) y ha sido hecho libre por Cristo. A cada cristiano se le da un lugar especial en la «pista» para su propio servicio y cada uno tiene una meta establecida por Cristo. Nuestra tarea en la vida es «asir aquello para lo cual fui también asido por Cristo Jesús» (v. 13). Pablo no habla respecto a la salvación sino a la santificación: el crecimiento y progreso en la vida y el servicio cristianos.
¿Cómo alcanzamos la meta que Dios ha fijado para nosotros? Por un lado, debemos ser sinceros con nosotros mismos y admitir dónde estamos, como Pablo declaró:
·         «No que lo haya ya alcanzado» (v. 12).
·         Luego, debemos poner nuestros ojos de fe en Cristo y olvidarnos del pasado:
Ø  Los pecados, y
Ø  Fracasos pasados, y
Ø  También los éxitos pasados.

Debemos proseguir en su poder. La vida cristiana no es un juego; es una carrera que exige lo mejor que haya en nosotros: «esto hago» (v. 13). Demasiados cristianos llevan vidas divididas. Una parte disfruta de las cosas del mundo y la otra trata de vivir para el Señor. Se vuelven ambiciosos por las «cosas» y empiezan a preocuparse por ambiciones terrenales. Nuestro llamamiento es un «supremo llamamiento» y un «llamamiento celestial»; y si vivimos para este mundo, perdemos la recompensa que va con nuestro supremo llamamiento.

III.    Glorificación: El Futuro Del Cristiano (3:17–21):
Nada mantendrá espiritual a nuestra mente más que esperar la venida de Cristo. «¡Cuidado con la multitud del mundo!», advierte Pablo a sus lectores. Aquí expresa gran tristeza en una carta que de otra manera sería llena de gozo. Pablo llora por los que se dicen ser cristianos, pero cuyas vidas llevaban el fruto de una mente mundanal. Los describe:
(1)  «Sólo piensan en lo terrenal», lo que quiere decir que piensan únicamente en este mundo y lo que este les ofrece;
(2)     Viven para la carne, porque su dios es su estómago; y
(3)   ¡Su fin es la destrucción! Estas personas eran enemigos de la cruz de Cristo. La cruz derrotó al mundo y a la carne; la cruz habla de sacrificio y sufrimiento; sin embargo, estas personas vivían para el mundo y sólo buscaban auto-complacerse. ¡Qué cosa tan terrible ser enemigo de la cruz y sin embargo decir ser cristiano!

Nuestra ciudadanía está en el cielo (v. 20). Cuando las personas llegan a ser miembros de la familia de Dios sus nombres son escritos en el cielo (Lc. 10:20). Llegan a ser ciudadanos del cielo. Esto quiere decir que viven para la gloria del cielo y no para la alabanza de esta tierra. Cada ciudadano debe honrar a su patria y ¡de seguro que el cristiano honrará al cielo!
La gente en Filipos estaba gobernada no por las leyes de Macedonia, sino por las romanas; de la misma manera la Iglesia vive por las leyes del cielo. Filipos era una colonia de Roma en Macedonia y los cristianos formamos la colonia del cielo en la tierra. Muchas veces las leyes del cielo estarán en conflicto con las de la tierra, pero nuestra responsabilidad es obedecer a Dios, no a los hombres.
¡Qué futuro bendito tiene el ciudadano del cielo! Pablo proclama que «seremos como Él es». Este cuerpo «de humillación» será cambiado para ser su cuerpo glorioso. Lea en 1 Tesalonicenses 4:13–18, qué feliz acontecimiento será para el santo el regreso de Cristo. Por supuesto, será un día de resurrección y reunión, pero también será de reconocimiento y recompensa. Ojalá seamos hallados fieles a Él y no avergonzados en su venida (1 Jn. 2:28–3:3).


Clase Para El Miércoles:

Lea Su Biblia, Lea Su Biblia, Lea Su Biblia.



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