jueves, 9 de julio de 2020

Capítulo II LA EPOPEYA RELIGIOSA DE LA CONQUISTA IBÉRICA:


Capítulo II
LA EPOPEYA RELIGIOSA DE LA CONQUISTA IBÉRICA:

Pastor: Carlos Ramírez Jiménez:

2.1.    El Motivo Místico De La Conquista (La Invasión de Ibérica):
Cuando en 1492 se desplegaron en las torres moriscas de la Alhambra de Granada los estandartes de León y de Aragón, ochocientos años de lucha constante entre cristianos y musulmanes llegaron a su fin, y España alcanzó su unidad. La Cruz había vencido a la Media Luna, pero pese al hecho de que ésta desapareció para siempre de las costas ibéricas, el fanatismo de los musulmanes se había infiltrado en los seguidores de Cristo. El proceso unificador no debía detenerse. Fernando e Isabel, los conquistadores de Granada, determinaron que la España unida fuese exclusivamente para Cristo y los cristianos. Ese mismo año se expulsó de la Península a los judíos.


         Cristóbal Colón:


Cristóbal Colón: El explorador Cristóbal Colón, de probable origen genovés, decidió, en contra de lo habitual, navegar en dirección a Occidente con la intención de encontrar una ruta más corta hacia India y China. El 3 de agosto de 1492 zarpó de Palos (Huelva, España), en el que sería el primero de los viajes que realizó al llamado Nuevo Mundo.

Pero antes de que terminara ese año histórico, tuvo lugar en la historia peninsular otro suceso no menos dramático que la conquista de Granada y la expulsión de los judíos. Cierto merino genovés llamado Cristóbal Colón, había zarpado a principios del año en dirección de occidente bajo la bandera española, buscando una nueva ruta al Asia. Su meta particularmente era el reino del Gran Khan, en el mar de  China, de cuyas maravillas y riquezas se habían hecho lenguas Marco Polo y sus sucesores, el veneciano Acosta y el inglés John Mandevile. De vuelta a España, en el otoño, Colón anunció que había descubierto la extremidad oriental del continente asiático.
A pesar de que el famoso almirante murió creyendo que lo había descubierto eran nuevas tierras de Asia y no un continente completamente nuevo, el efecto psicológico producido por los descubrimientos en el pueblo español fue el mismo. Parecía como si Dios le hubiese hecho a España el don de tierra vírgenes porque ella le había hecho entrega de un ser virginal a ÉL, y como prueba de su lealtad, había expulsado de sus contérminos a moros y judíos. Tan grande fue la coincidencia que no hay que asombrase mucho de que el fuego místico que ardía en el cristianismo se convirtiera, al soplo de ese acontecimiento en imponente llama.
A unidad virginal de España debía proyectarse ahora más allá de sus fronteras y las tierras vírgenes de allende el océano occidental debían convertirse en vírgenes de Cristo.
El fervor místico de los Reyes Católicos, como la historia ha llamado a Fernando e Isabel, se generalizó en toda la Península, y los grandes almirantes ibéricos se contagiaron de él. Se sintieron hombres del destino. Colón mismo era en no poco grado, un místico. “Yo viajo –escribe en una de sus cartas- en el nombre de la Santa Trinidad en quien pongo mis esperanzas de victoria”. Su ufanaba del dignificado de su nombre: Cristóbal, Cristóforo, “portador de Cristo”. Consideraba su gran descubrimiento como un milagro que se realizaba en cumplimiento de una profecía del Antiguo Testamento. “Al llevar a cabo la empresa de las Indias –dice- no fue la razón ni la matemáticas ni los mapas quienes me asistieron; el descubrimiento fue simplemente un cumplimiento de lo que Isaías dijo”. Quería decir con ellos que “las naves de Tarsis” habían sido conducidas por obra divina a las islas distantes para traer de lejos a los recién nacidos hijos de León, “su plata y su oro con ellos, al nombre de Jehová tu Dios”1). Hasta escribió Colón un libro sobre la profecía que desgraciadamente se ha perdido.


Los primeros exploradores y conquistadores europeos. Después de que Cristóbal Colón regresara a España tras su expedición a San Salvador, Cuba y La Española (1492-1493) otros exploradores europeos partieron rumbo a América del Norte. En 1497, Giovanni Caboto exploró las costas de Labrador, Terranova y probablemente, Nueva Inglaterra. A principios de la década de 1500, Juan Ponce de León exploró Florida y parte de la península de Yucatán. En 1519, Hernán Cortés hizo su entrada en México y durante años se dedicó a la conquista del Imperio azteca.

La ambición del gran marinero era traer de las tierras recién descubiertas el dinero necesario para equipar un ejército de 10,000 jinetes y 100,000 infantes y con ellos organizar una expedición a Tierra Santa para rescatar del turco a Jerusalén.
El famoso marino portugués, Vasco de Gama, tenía el sentimiento no menos vigoroso de que Dios era su piloto a través de mares desconocidos. En cierta ocasión, que sus marineros y piloto se habían amotinado, el noble capitán reunió en consejo a los pilotos de la escuadra a bordo de su nave. Todos acudieron. En un lado del combés puso los nonios y los mapas, y en otro, montones de grilletes. Cogió los instrumentos y los papeles y los arrojó al mar, y señalando a la India oculta, les dijo: “El rumbo es este y el piloto es Dios”2).
Siempre es espectáculo que impresiona el ver en acción a un hombre que tiene la convicción de que Dios le ha dado una tarea que llevar a cabo. Tal persona constituye una fuerza que hay que tomar muy en cuenta. Pero impresiona infinitamente más el ver a una nación entera en que todos y cada uno, desde las testas coronas y los ministros de la religión hasta el soldado raso, el marino y el mendigo, están convencidos de que su país ha sido escogido por Dios para realizar un alto destino. Semejante nación es, por el momento, invencible. Tal es el espectáculo que comienza a presenciarse en España hacía fines del siglo quince y que continuó desarrollándose durante todo el dieciséis. Introspeccionemos el alma de España en ese instante en que el país se apresta para su gran epopeya religiosa.
España fue dotada de un sentido de misión. Como su propio Don Quijote podías deciros entonces: “Yo sé quién soy y lo que puedo ser”.
Se sentía un vaso escogido, el brazo del Señor para establecer su justicia en a tierra. Tenía un concepto viril de Dios. El Eterno no era una divinidad remota y fría, ni apenas una especie de abuela celestial bonachona y complaciente. Es un Dios, decía un escritor de aquellos tiempos heroicos, cuya atención y cuidado se extiende desde la última hormiga, individualistamente, al mayor y más espléndido de los soles”. El culto de los santos no había expulsado aún de la conciencia popular el sentido de la Deidad.
Durante la época más excelsa de España, el cristianismo tenía ahí un decidido sabor a Antiguo Testamento. El texto favorito del Nuevo Testamento parece haber sido aquel de Jesús: He venido no a meter paz sino espada”. Se hicieron socios la ESPADA y la CRUZ. Y fue esa sociedad, que se formara en nombre del evangelio, y por la cual la espada se encargó de abrirle paso a la cruz, lo que constituyó la originalidad del cristianismo español. Siglos antes, en las Cruzadas, la espada se había puesto al servicio de la cruz para rescatar el lugar en que ésta había nacido; en muchas ocasiones se ha empleado la espada para defender derechos y libertades religiosas y aun para perseguir a los herejes dentro de las fronteras nacionales. Pero por la primera y última vez en la historia del cristianismo la espada y la cruz formaron una alianza ofensiva para llevar el cristianismo o lo que se consideraba como tal, a tierras extrañas.
Esta entente originalísimo y en sumo grado siniestra fue consecuencia natural de las condiciones peculiares en que se había nutrido durante los ocho siglos anteriores de la vida religiosa española. “España -dice el brillante y lamentado ÁNGEL Ganivet- fue la nación que creó un cristianismo más suyo, más original, en cuanto dentro del cristianismo cabe ser original… La creación más original y fecunda de nuestro espíritu religioso, arranca de la invasión árabe… Mientras en las escuelas de Europa la filosofía cristiana se desmenuzaba en discusiones estériles y a veces ridículas, en nuestro país se transformaba en guerra permanente; y como la verdad no brotaba entre las plumas y tinteros, sino entre el chocar de las armas y el hervir de la sangre, no quedó consignada en los volúmenes de una biblioteca, sino en la poesía bélica popular. Nuestra Summa*) teológica y filosófica está en nuestro Romancero”3).
España se emborrachó de religiosidad. El Estado no se concebía como un fin en sí mismo, según erróneamente  se han concebido a sí mismos los estados democráticos, sino como un medio para más alto fin. Se le dio al Estado una finalidad religiosa al mismo tiempo que un contenido dogmático preciso. La Iglesia Romana se nacionalizó española y se fundió con el Estado en tal forma que despareció la distinción jurídica entre Iglesia y Estado. Se identificaron el trono y el altar, el patriotismo y la religión. Como consecuencia lógica no podían tolerarse dentro de las fronteras del Estado ningunas minorías ni herejes. Los monarcas españoles se convirtieron en sacerdotes-reyes, como lo habían sido los faraones egipcios. Fernando ambicionó y recibió el título de Patriarca de las Indias. Tiempos después, cuando la Iglesia Cristiana de la época se escindió como resultado de la Reforma Protestante, España se hizo campeona de la causa de Roma, en defensa de lo que concebía como posesión ecuménica. La aparición de la herejía añadió nuevo combustible a su fanática pasión religiosa. Y así, en el momento en que Europa se disponía a  aparar un nuevo período de actividad, España hacía otro tanto pero el objetivo supremo que se propuso fue la conquista de almas, a las que se ofrecía el dilema de convertirse por medio de la CRUZ o ser sacadas del cuerpo por medio de la espada.
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*)           Suma. (Del lat. summa). f. Agregado de muchas cosas, y más comúnmente de dinero. || 2. Acción y efecto de sumar. || 3. Lo más sustancial e importante de algo. || 4. Recopilación de todas las partes de una ciencia o facultad. || 5. Mat. Resultado de añadir a una cantidad otra u otras homogéneas. || 6. Operación de sumar. || en ~. loc. adv. en resumen. || ~ y sigue. expr. U. para indicar que, sumadas las cantidades que se anotaron en una plana, continúa la suma en la plana siguiente. || 2. coloq. Denota la repetición o continuación de algo. (Microsoft® Encarta® 2008).



Colón zarpando en 1492: La litografía muestra el momento en que Cristóbal Colón inició, en 1492, su primer viaje en busca de una ruta más corta hacia Asia. En el transcurso del viaje Colón descubrió las islas que serían conocidas como Indias occidentales (actuales Antillas), en el mar Caribe. Colón se despide de los Reyes Católicos, Fernando II e Isabel, que financiaron este primer viaje. (Microsoft ® Encarta ® 2008).

“Esta idea” –la identificación completa de Iglesia y Estado- “es la idea rectora del Estado-Iglesia de España en el siglo XVI”, dice el distinguido escritor español Fernando de los Ríos; “ella ilumina su actitud así en Europa como en América, y por eso el Estado español del XVI es el instrumento histórico de la épica católica”.4)
Y así se inició esa gran épica, La realidad del deseo de Isabel de que el nuevo mundo se convirtiera a la fe católica aparece en los decretos reales y en las instrucciones a los jefes expedicionarios. Se exigía que todo galeón llevase su capellán y toda expedición su confesor. Andando el tiempo,  y una vez consolidado el poder español en las Indias, sacerdotes y frailes se embarcaron en gran número para ir a cumplir la tarea de la evangelización.
Y ciertamente nunca escasearon en la edad de oro de España. El clero constituía la cuarta parte de la población adulta del país. Durante el reinado de Felipe II había 312,000 sacerdotes, 200,000 clericós de las órdenes menores y 400,000 frailes.
El Papa otorgo a España absoluto poder espiritual sobre los habitantes del Nuevo Mundo a quienes los Reyes Católicos estaban ansiosos de convertir a la Santa Fe católica. España, como Segismundo, -el personaje de La Vida es Sueño, el mayor y más simbólico de los dramas  españoles-, fue arrancando violentamente de la caverna de su vida obscura de combates contra los africanos, lanzada al foco de la vida europea y convertida en dueña y señora de gentes que ni siquiera conocía5).

2.2.   La Última De Las Cruzadas:
Cuando de las Cruzadas de la Edad Media quedaba apenas un remoto recuerdo, España salió de su caverna y añadió a ellas una más, acaso la mayor y más importante de todas por sus extensas consecuencias. Surgió España de su secular oscuridad y se lanzó, en pos de Colón, a troquelas en el nuevo mundo que éste descubrió, la imagen y semejanza de la unidad y la fe española. El sueño de la nación hispánica no fue rescatar para el presente algo que pertenecía al pasado, sino proyectar pasado y presente sobre el futuro.
De entre los caballeros y frailes que atestaban la Península se reclutaron los nuevos cruzados. Las almas de estos personajes clásicos se habían entremezclado de tal modo durante las prolongadas guerras contra el Moro y Castilla les había inculcado a tal grado su espíritu  místico y guerrero, que el resultante típico era un paladín ascético y un fraile marcial. Había, pues, un fraile bajo todo caso de hierro y un caballero bajo toda cogulla. No podías ser de otra manera en un país que tenía una Ávila y una Salamanca. La primera se gloriaba de su sobre nombre: “Ávila de los Caballeros” y “Ávila de los Santos”, al paso que en la erudita y mística Salamanca renacía la síntesis medieval y se preparaba una nueva fusión de los símbolos de la Iglesia y el Estado. Pizarro y Cortez fueron contemporáneos y casi vecinos de San Juan de la Cruz y Fray Luis de León. En Castilla del siglo de oro español, diariamente se codeaban el místico y el pícaro. Así el espiritual Don Quijote como el materialista Sancho Panza tomaron pasaje para las Indias. Hay que decir, sin embargo, que la parentela y progenie del segundo que se colaron hacia el Nuevo Mundo, fueron infinitamente más numerosas que las del primero.
¿Cuáles eran los principios que guiaban a los hombres que cruzaron con Colón el océano occidental o que vinieron tras el gran marino? Don Gonzalo de Reparaz, editor de la famosa Historia de las Indias, de Fray Bartolomé de las Casas, describe como sigue a los compañeros de aventura del ilustre genovés: “El español que emprendió con Colón la aventura ultramarina era en verdad aventurero y nada más, educado en estos tres principios por la ocho veces secular Re-conquista: que es grato al Señor matar y robar infieles; que las clases más nobles son el guerrero y el sacerdote (como en la India); que el trabajo envilece (ídem), y que la tierra pertenece a la Corona y a la nobleza que la conquistan y a la Iglesia que sanciona la posesión compartiéndola. Tales ideas, de pura estirpe aria (mescladas con las bíblicas6) o semitas que ya dije), pero no cristianas, le habían de guiar en la colonización y cristianización de las nuevas tierras”.  El Evangelio oficial es el de Cristo. El popular, el de Lazarillo de Tormes y Guzmán de Alfarache7).
Hay abundantes evidencias para probar que los Reyes Católicos, y luego el emperador Carlos V, eran perfectamente sinceros en su deseo de  que los nativos de América se convirtiesen a la fe cristiana y de que, una vez convertidos, fuesen tratados de acuerdo con los principios cristianos. Pero además de su comisión oficial todo capitán cruzado poseía una comisión secreta que le conferían las inquebrantadas tradiciones de su casta desde los días del Cid. Ganivet ha formulado con las siguientes palabras la ley tradicional de la caballería andante española: “El código judicial del caballero se reducía a esto: Llevar en el bolsillo una carta legal que no tenías más que un artículo: ‘Se autoriza a este español a hacer lo que le dé la gana’ ”. En la historia de la ocupación ibérica del Nuevo Mundo los que ejercían la autoridad seguían sus impíos caprichos haciendo por completo caso omiso de las ordenanzas legales y de los requisitos de su comisión oficial.
Observemos a los cruzados en acción. ¡Qué magníficas quijotadas jalonan la ruta de la Conquista! Al norte del Ecuador, Hernán Cortés, barrenó tras él sus diez navíos, y con un puñado de temerarios castellanos, conquistó el reino azteca de Moctezuma. Francisco Pizarro, el ex porquero de Extremadura, encallado en una isla desierta del Pacífico, trazó una línea en la arena con la punta de su espada e invitó a todo verdadero castellano a cruzarla para significar así le seguiría de ahí en adelante a la conquista del Perú.

Con los doscientos guerreros estrafalarios que cruzaron la línea, Pizarro escaló la cordillera andina y conquisto el gran imperio incaico de millones de súbditos, tomando cautivo al propio Inca. Desde los comienzos de su empresa los conquistadores descubrieron un absorbente interés en la perspectiva del botín Cruz, si fuera un motivo en los pensamientos de los monarcas católicos sucesivos que ordenaron la aventura, se convirtió en nada más que un pretexto en la mente de quienes la llevaron a cabo.
No los lleva Cristiandad
  sino el oro y la codicia”.

Tal dice de aquellos cruzados Lope de Vega el gran dramaturgo poniendo esas palabras en boca del Diablo. En ese caso el Diablo tenía razón. Y peor todavía, no existía en la España de aquellos tiempos ningún sentimiento popular contrario a la satisfacción de la innata concupiscencia del oro en la forma menos escrupulosa. La literatura picaresca ofrece de ello abundantes ejemplos. En el dicho de uno de los personajes de Tirso hallamos cristalizada esa actitud popular hacia el robo: “Hijo, esta de ser ladrón no es arte mecánico sino liberal”.
Fue la codicia del oro lo que tentó a los conquistadores (invasores). Una de las primeras cosas que asombraron a los marineros de Colón al pisar las playas del Nuevo Mundo fue el número de brazaletes y anillo que portaban los indios. Y aunque no hallamos trazas de codicia en el propio gran capitán, sin embargo, dada la codicia de la Corte Española, y por los muchos enemigos que tenía Colón debido a ser extranjero, tuvo que dedicarse a mucha parte, con tal de que su obra de descubrimiento pudiese continuar, a amasar riquezas para Castilla.8)
Siempre en busca de El Dorado, dos capitanes de aquella cruzada, Pizarro y Almagro, llegaron al Ismo de Panamá*). Hicieron ahí pacto con cierto fraile Luque, quien ofreció costear la empresa de descubrir la Tierra del Oro. El frailuno financiero celebró misa y tres  hombres participaron de la misa**) hostil como voto y promesa de que el despojos se dividía entre ellos por partes iguales. Las palabras pronunciadas por Pizarro al trazar su famosa línea en la arena simbolizan el espíritu de la Conquista: “Pasad de este lado, e id al Perú para haceros ricos; quedad de aquel lado, y volved a Panamá para ser pobres”. Más tarde, cuando el monarca de los incas cayó preso de los españoles, y después que sus vasallos habían traído de la capital de su imperio la fabulosa cantidad de oro que se tenía estipulado como rescate***), sus traicioneros captores violaron su promesa.

___________
*)            Con la entrada de los españoles en la ciudad de Cuzco en 1534, concluyó la conquista militar del Perú, llevada a cabo por Francisco Pizarro, y dio comienzo el desarrollo del asentamiento colonial en el área dominada hasta ese momento por el Imperio inca o Tahuantinsuyo que, a partir de 1542, entró a formar parte del virreinato de la Nueva Castilla, conocido más tarde como virreinato del Perú, y que estableció su capital en Lima, fundada en 1535. Su demarcación incluyó con el tiempo el espacio comprendido entre Panamá y Chile, de norte a sur, a excepción de la actual Venezuela, y, hacia el este, hasta Argentina, con la excepción de Brasil, que pertenecía al dominio portugués. El periodo transcurrido desde 1534 hasta 1544 estuvo presidido por los enfrentamientos entre los partidarios de Francisco Pizarro y Diego de Almagro, los dos socios que se habían unido en 1524, junto a Hernando de Luque, para llevar a cabo una expedición en busca de las tierras del Virú o Birú (Perú), de las que llegaban noticias que hablaban de la existencia de grandes riquezas. El nombramiento de Pizarro como primer gobernador y el desigual reparto de los beneficios en la concesión de tierras y títulos entre ambos socios fue una fuente permanente de luchas, conocidas como ‘guerras civiles’, que continuaron tras la ejecución de Almagro, derrotado en la batalla de las Salinas en 1538, y la de Pizarro, asesinado por los almagristas en 1541. (Microsoft ® Encarta ® 2008).
**)         Misa. (Del b. lat. missa, despedida, misa). f. Celebración de la eucaristía. Eucaristía. (Del lat. eucharistĭa, y este del gr. εχαριστα, acción de gracias). f. Rel. En la Iglesia católica, sacramento instituido por Jesucristo, mediante el cual, por las palabras que el sacerdote pronuncia, se transustancian el pan y el vino en el cuerpo y la sangre de Cristo. || 2. Rel. Misa (ǁ celebración de la eucaristía). (Microsoft® Encarta® 2008).
***)      Atahualpa (c. 1500-1533), último soberano del Imperio inca (1525-1533). Cuatro años después de la muerte de su padre (1525), el inca Huayna Cápac, Atahualpa se enfrentó por la sucesión con su hermanastro, el gobernante inca Huáscar, a quien Atahualpa derrotó en la batalla de Huancavelica (1530) y después encarceló y ordenó matar a todos los miembros de la familia real que pudieran intentar destronarle. En 1532 Atahualpa se enfrentó al español Francisco Pizarro y al resto de los seguidores de Huáscar, que se habían aliado con los españoles. En Cajamarca, el ejército de Atahualpa sufrió una emboscada, y miles de sus seguidores fueron asesinados. Él mismo fue capturado para exigir a cambio de su liberación un rescate, pero según pruebas de perjurio, fue acusado de conspirar contra Pizarro y ejecutado. Poco después, Pizarro tomó la capital inca de Cuzco y, en pocos años, la Corona española dominó todo el Imperio. (Microsoft ® Encarta ® 2008).


En vez de poner en libertad a Atahualpa, lo ejecutaron, mientras su padre espiritual, el padre Valverde, alzando en alto la cruz, absolvía a los asesinos. Aquellos hombres estaban entregados a la causa de la cruzada bajo la protección de la Cruz. Su misión oficial era obligar a los paganos a someterse al símbolo sagrado. Por lo tanto, estaban convencidos en lo más íntimo de su corazón, de que nada de lo que hicieran podría ser malo.
La religiosidad de los conquistadores no es menos sorprendente que su codicia de oro y su conducta sin escrúpulos. Se tomaron muy en serio por apóstoles del cristianismo, aunque su religión personal era más cuestión de simples palabras y formas. Escuchad una proclama de uno de los más famosos de su casta: Yo, Alfonso Ojeda, servidor de los altísimos y poderosos reyes de León, conquistador de las naciones bárbaras, su emisario y general, os (a los indios de las Antillas, 1502) notifico y declaro del modo más categórico, que Dios nuestro Señor que es único y eterno, creó el cielo y la tierra y un hombre y una mujer, de los cuales vosotros, yo y todos los hombres que fueron y serán en el mundo descienden9).
Cortés, el conquistador de México, jamás, a pesar de su implacable ferocidad, habló a un sacerdote sin descubrir e inclinar la cabeza. Se cuenta que cuando los mensajeros de Moctezuma llegaron al campo español con las nuevas de las riquezas del monarca azteca. “Cortés prefigura es su ánimo el inmenso botín que lo espera. Y exclamó: ‘Gran señor y muy rico debe ser Moctezuma’. ‘Pero, añade el cronista Bernal Díaz, ‘como era la hora del ángelus todos se arrodillaron y oraron”10).
Los conquistadores españoles, como los donjuanes españoles, no eran en modo algunos irreligiosos. Bajo la brutalidad de aquéllos y la licenciosidad de éstos, la religión vivía una vida encubierta de fórmulas mágicas y prácticas rituales. Comparad el Don Juan de Tirso de Molinas en su Burlador de Sevilla o el Don Tenorio de Zorrilla con el Don Juan de Moliere, y descubriréis inmediatamente la religiosidad innata del compadre francés. Este es completamente incrédulo, mientras el otro jamás niega la vida futura, pero por lo remoto de la justicia futura vive sin parar mientras en la idea de las sanciones divinas.

2.3.   La Cruz Y La Espada En Acción:
Los métodos que adoptaron los conquistadores para propagar la religión cristiana estaban muy a tono con la falta de ética de su religión. El curso de la conquista del Perú, desde la llegada de los españoles hasta la muerte de Atahualpa, el monarca inca, ofrece perfecto ejemplo de evangelismo belicoso. Cuando un representante del Inca visitó a los  españoles en Tumbes, punto de la costa peruana en que desembarcaron los invasores, Pizarro los arengó, con el fin de descubrir sus intenciones y comunicarles a su soberano, con estas palabras: “Venimos de Castilla, donde manda un potentísimo, cuyos vasallos somos. Hemos salido para poner debajo de la sujeción de nuestro rey cuantas tierras hallemos. Y es nuestro principal deseo daros a conocer que adoráis dioses falsos, y que tenéis necesidad de adorar al solo Dios que ésta en los cielos; porque los que no le adoren, ni cumplan sus mandamientos irán a abrasarse en el fuego eterno del infierno; y los que le acatan como a criador del mundo, gozarán en el cielo de dicha eterna”11).

En la marcha por los pasos andinos a Cajamarca, donde el soberano indio tenía temporalmente su corte, Pizarro alentó a sus tropas diciéndoles: “No os ponga temor la multitud de los enemigos y el ser nosotros tan pocos. Aunque fuésemos menos y ellos en mayor  número, más es la ayuda de Dios, que nunca abandona a los suyos en la necesidad. Él nos favorecerá para abatir la soberbia de los gentiles y traerlos al conocimiento de nuestra Santa Fe Católica”12).
La noche anterior al pérfido ataque contra Cajamarca y la captura del Inca. Los sacerdotes de la expedición, habiendo invocado el auxilio divino con largas oraciones y sangrientas disciplinas, celebraron el sacrificio de la misa y prometieron la victoria en nombre de Dios y de su Santísima Madre. Los guerreros cristianos entonaron fervorosos el salmo, “Levántate  Señor, y juzga tu propia causa”.13)
 A la mañana siguiente, cuando todo estaba aparejado para el ataque, fue necesario cumplir, antes de que éste comenzara, con una forma empleada universalmente por los conquistadores. Tenía que anunciársele a Atahualpa un sumario de la fe cristiana y exigírsele sumisión al emperador y a la fe católica. Si rehusaba, como por anticipado se tenía la seguridad de que lo haría, quedaba justificado el uso de la fuerza. Según esto, el fraile dominico Valverde se apersonó con el monarca llevando la cruz en la mano derecha y la Biblia en la izquierda.
Habiendo hecho el signo de la cruz sobre el real cautivo, pronunció una homilía adaptada de un modelo compuesto por los teólogos y jurisconsultos de la época, y que decía en sustancia lo que sigue: “Yo soy sacerdote de Dios y enseño a los cristianos las cosas divinas, y asimismo las vengo a enseñar a vosotros. Dios, que es uno en esencia y trino en persona, creó el cielo la tierra y cuanto hay en ellos; formó de barro a Adán, que fue el primer hombre y de una de sus costillas a Eva, de quienes todos descendemos. Habiendo desobedecido nuestros primeros padres a su creador, nacemos todos en pecado y nadie alcanzaría la gracia divina ni iría al cielo, si Jesucristo, que es hijo de Dios, no hubiera encarnado en las extrañas de la Virgen María; y si nos redimiera muriendo por nosotros en una cruz. Jesucristo resucitó de entre los muertos y subió a los cielos dejando al apóstol San Pedro por su vicario en la tierra y poniendo todo el mundo bajo su jurisdicción.
Los papas, que son los sucesores de San Pedro, gobiernan el género humano; y todas las naciones, en cualquiera parte que vivan, y sea la que quiera su religión, deben obedecerles. Un papa ha dado a los reyes de España todos estos países para pacificar a los infieles y tráelos al dominio de la Iglesia Católica fuera de la cual nadie puede salvarse. El gobernador Pizarro ha venido con esta comisión. Debéis pues, Señor, reconoceros tributario del Emperador, abandonar el culto del sol y todas las idolatrías que os llevarían al infierno, y recibir la religión verdadera. Si así lo hacéis, Dios os dará el premio y los españoles os protegerán contra vuestras enemigos”14).
El Inca replicó altivamente que él no sería vasallo de ningún rey. Negó además el derecho del Papa a distribuir tierras que no le pertenecían y rehusó cambiar su dios-sol por un Dios que había sido muerto por las criaturas que había hecho. Inquirió dónde había Valverde aprendido semejante doctrinas, y como éste le tendiera la Biblia, el Inca la tomó y la arrojó con gran enojo al suelo, jurando que lograría satisfacción por los ultrajes cometidos por los españoles en su marcha desde la costa. “¡Los Evangelios en tierra¡” –grito el monje- ¡Venganza, cristianos! ¿No veis lo que pasa? ¿Para qué estáis en requerimientos con este perro lleno de soberbia? ¡Que vienen los campos llenos de indios! Salid a él, que yo os absuelvo”15).     

Después de haber estado Atahualpa cautivo nueve meses y medio, los españoles faltaron la palabra que con él habían empeñado respecto a su libertad, y tras un juicio que fue una farsa, lo condenaron a ser quemado. Valverde, a quien correspondía la responsabilidad principal por la sentencia, se aproximó entonces al condenado prometiéndole que si se hacía cristiano, la muerte por el fuego le sería conmutada por la más rápida del garrote.
El Inca consintió y se bautizó, con el nombre de Juan en honor el evangelista, en cuyo día estaban. Tras el bautismo, Atahualpa fue estrangulado por medio del terrible garrote, mientras los españoles lo rodeaban cantando el credo.16) Don Alonso de Ercilla y Zúñiga describe una escena muy parecida en su famoso poema La Araucana. El gran jefe araucano, Caupolicán, había caído en manos de los españoles y sido condenado a muerte. Antes de cumplirse la sentencia expresó sus deseos de bautizarse y hacerse cristiano. El poeta, que tomó parte en la conquista de Chile, dice esto:

Causa lástima y junto gran contento
al circunstante pueblo castellano.

Inmediatamente,

con solemnidad le bautizaron,
y, en lo que el tiempo escaso permitía,
en la fe verdadera le informaron.

Este le dio

esperanza ya de mejor vida.

Después de aquello, los cristianos que tan exaltado gozo habían sentido por su conversión, lo hicieron sentarse en una aguda estaca y lo atravesaron con sus flechas. ¡Magnífico ejemplo de “caridad teológico”, evangelización por la fuerza para salvar las almas del infierno! Como precaución contra la posibilidad de un perjurio por parte de los “cristianos” así ganados y cuya perseverancia en la fe se prestaba a dudas, se despachaba a las almas a tomar posesión de su hogar celestial aun antes de que el agua del bautismo hubiese tenido de sacarse en sus cuerpos.
Lo que los indios pensaban de esta clase de religión, resalta en las palabras del orgullo cacique cubano Hatuey. Este intrépido jefe, al ser condenado a ser quemado vivo, recibió la exhortación de su confesor a convertirse e irse así al cielo. “-¿Hay cristianos en el cielo? –preguntó el cacique. Ante la natural respuesta afirmativa, contestó: -No quiero ir a un paraje donde pueda encontrarlos17).
Pero aunque su mensaje religioso estaba enteramente desposeído de contenido ético y sus propias vidas carecían de atractivo y consistencia cristiana, los conquistadores tuvieron, según el sentir de un escritor sudamericano que ha hecho un estudio profundo de aquel período, una verdadera pasión por los ritos externos del catolicismo. “Una iglesia, una capilla,  siquiera un oratorio de paja y barro se levantan junto a los cobertizos que improvisa la avanzada exploración en el primer paraje donde hace un alto. La ceremonia e invocación religiosas se realizan, a veces a la sombra de los árboles, en medio del desierto, sin otro ritual que la prosternación ante la cruz que alza en alto el fraile de la caterva.

Nombres de santos van señalando las etapas del camino. Hay fórmulas litúrgicas para santificar el menor acto de la vida guerrera: la partida, el arribo a un gran río, el avistamiento de una montaña, el momento del ataque, la erección del árbol de la justicia en el lugar donde va a plantar un jalón la empresa aventurera”18).

2.4.   Los Frutos De La Cruzada:
Acompañando a los aventureros, o siguiendo sus pasos, iban los frailes misioneros. Pero éstos también abrieron sus propias brechas al través de las selvas dirigiéndose al remoto interior. Honor a quien merece, y bien lo merecen estos hombres de los cuales fueron almas cristianos heroicas. Jamás se sabrán los nombres de los más grandes entre ellos, que hallaron en la selva, tumba de soldados desconocidos. A algunos de ellos, sin embrago, la historia les ha hecho santuarios en sus anales. Entre los mayores debe ponerse a los jesuitas Anchieta y Nóbrega. En tanto que ricas y bellas regiones del Brasil quedaban desoladas por la guerra incesante entre los soldados portugueses de fortuna y las tribus salvajes del interior, estos misioneros penetraron hasta el corazón de las tierras bárbaras y conquistaron con su cristiano espíritu a los indios.
Aun ofrecieron  constituirse en rehenes en manos de los salvajes como prenda de que los aventureros, en cuya palabra los indios no podían confiar, ya no cometerían más ultrajes. Del grande y noble misionero Fray Bartolomé de las Casas hablaron después. Y algo más debe decirse en honor de los monjes cruzados y de sus sucesores inmediatos: sólo ellos representaban la cultura y la humanidad. Fueron maestros en muchas artes y oficios. Junto con sus dogmas y ritos introdujeron semillas, renuevos, animales domésticos y herramientas. Estudiaron también las costumbres de los pueblos aborígenes recogieron sus tradiciones y reunieron datos sobre su historia primitiva.
Sin embargo, sus labores religiosas, juzgadas según normas cristianas de cualquiera clase, fueron fatalmente deficientes, a pesar de la buena voluntad y el sacrificio propio que pusieron en ella. Tomemos como caso típico la evangelización del Perú. Los cruzados hallaron ahí una religión que estaba ligada indisolublemente con la familia reinante y el Estado. La religión inca se basaba más en un código de moral que en una concepción metafísica, hallándose así más próxima a la religión de China que a la de la antigua India, con la cual ha sido a veces comparada. La religión y la política tenían su origen en los mismos principios y autoridades. Por causa de esta identificación con el régimen social y política la religión inca no pudo sobrevivir al Estado inca ya que sus fines eran más temporales que espirituales; se preocupaban más por el reino de la tierra que por es de los cielos, y constituía una disciplina social más que individual.
Por lo tanto, el mismo golpe fue fatal para la teocracia y para la teogonía, mientras que la nueva religión de los conquistadores se aceptó pasivamente y como cosa corriente. Para un pueblo incapaz de distinguir lo espiritual de lo temporal, la dominación política implicaba dominación eclesiástica.
¿Cómo se produjo y consolidó está última? El suntuoso ritual y el culto emotivo del catolicismo se adaptaban de manera única a cautivar una población que no podía elevarse, de pronto, al nivel de una religión espiritual. Los indios fueron bautizados en masa. Sus antiguos fetiches recibieron nombres cristianos: a los dioses incas sustituyeron las efigies de los santos católicos en tanto que el ritual católico podías producir las experiencias emotivas de la vieja fe que se inyectaban ahora en las nuevas observancias.

 Esto –dice un historiador peruano, Emilio Romero- explica el delirio pagano con que una muchedumbre de indios del Cuzco se sacudía en presencia del Señor de los Temblores, en quien veían la imagen tangible de sus reminiscencias del antiguo culto. Innecesario es decir que el contenido y espíritu de ladevociónde los indios eran por completo extraños al pensamiento de los frailes”. Este caso es el simbólico de un proceso por medio del cual la religión católica se sobreponía a los ritos indígenas sin transformar el contenido de éstos. Es obvio que tal político tenía un gran valor psicológico donde todo el propósito de la evangelización era nada más conseguir que los convertidos aprendiesen correctamente ciertas fórmulas religiosas y pasaran por el mecanismo de los ritos establecidos del catolicismo. La transición a la nueva religión llegó a ser, pues, casi imperceptible. Se produjo un estado de cosas análogos al que ocurrió entre los colonos samaritanos de quienes dice la Biblia que temían a Jehová y honraban a sus dioses19). Se me informa por cierto –dice Castro. Unos de los primeros virreyes del Perú escribiendo en 1565- que de más de 300,000 convertidos bautizados no más de cuarenta eran cristianos. El resto eran tan idólatras como siempre.
Cautivada la mente de los indios por un culto y una liturgia adaptados a sus costumbres aborígenes, la tarea de la catequización resultó fácil. Pero, de hecho, la falta de resistencia ofrecida a la labor del catequista hizo ésta completamente estéril e ineficaz. La misma pasividad con que los indios se prestaban a la catequización, sin entender el catecismo, debilitó espiritualmente el catolicismo en el Perú. El misionero no tenía que vigilar la pureza dogmática; su misión se reducía a la de un guía mal, pastor eclesiástico de un pueblo que carecía por completo de inquietud espiritual. El ideal del cementerio se realizó de sobre20).

   Felipe II:


Felipe II, hijo del emperador Carlos V, reinó sobre una enorme cantidad de territorios, diseminados por todo el globo terráqueo, desde 1556 hasta 1598 y bajo su gobierno se erigió una de las obras cumbres del arte español de todos los tiempos, el monasterio de El Escorial (en la provincia de Madrid), donde se encuentra esta pintura de Juan Pantoja de la Cruz que le representa ya a una avanzada edad. (Microsoft ® Encarta ® 2008)

Una deliciosa historia narrada por el cronista Fray Reinaldo de Lizárraga arroja luz de paso sobre el celo y resultado catequísticos de los misioneros. A su regreso de España, el prior de una de las órdenes religiosas recibió la visita de algunos de los indios principales a quienes antes de su partida había instruido en la Fe:Como cuestionara a uno de ellos sobre cosas de la fe y no supiera responder, le dijo: -¿No te enseñé yo la doctrina y la sabían bien? El indio contestó: -Sí, mi padre; pero como la enseñé a mi hijo, me la he olvidado21). Los cruzados laicos del período primitivo terminaron sus días peleando entre sí, creando una atmósfera de intransigencia rivalidad política que hasta el presente no ha podido dulcificarse. La hostilidad y odio entre grupos como los de Pizarro y Almagro eran tan enconados como los que existieron entre cristianos y musulmanes.
Mientras tanto, los cofres reales de España se desbordaban de oro, y eso constituyó su ruina. España había salido de su “caverna” a conquistar y catolizar el Nuevo Mundo. Lo conquistó, en efecto, pero al catolizarlo se descristianizó a sí misma, y retornó ya no a una caverna sino a una sepultura. Con el oro de Indias Felipe II* se construyó una tumba. El Escorial, pirámide de este faraón español, es el sepulcro de una gran ilusión.
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1)           Isaías 60:9.
2)           Oliveira Martins, Historia de la Civilización Ibérica, Ed. El Ateneo”, pág. 294.
3)           Historia de las Indias, Vol. I,  pág. 208.
4)          Religión y ESTADO en la España del Siglo XVI, pág. 61.
5)          Ángel Ganivet Idearium pág. 127.
6)          Se refiere a ciertas ideas que se hallan en El Antiguo Testamento. Así en su original, Makay traduce “Old Testament”. (Nota del traductor)
7)          Prólogo a la Historia de las Indias, Vol. I, págs. IX Y XIII.
8)          Historia de las Indias Vol. I, pág. 208.
9)           Oliviera Martinas: Historia de la Civilización Ibérica, pág. 297. En la novela póstuma de Blasco Ibáñez, El Caballero de la Virgen, se hallaba una descripción de este famoso caballero.
10)        Cit. Por J. B. Terán, El nacimiento de la América española, pág. 185.
11)        Lorente, Historia de la Conquista del Perú, págs., 62, 63.
12)        Idi, pág. 124.
13)        Id., págs. 142, 143.
14)        Id., págs. 149, 150.
15)        Id., pág. 151.
16)        Id., pág. 198.
17)        J. B. Terán, El Nacimiento de la América Española, pág. 194.
18)        Id. Pág. 182.
19)          2 Reyes 17:33.
20)          La sección precedente debe mucho a un admirable estudio de la religión en el Perú, por José  Carlos Mariátegui, que se halla en su  libro Siete Ensayos de Interpretación de la Realidad Peruana.
21)          J. B. Terán, El Nacimiento de la América Española, pág. 194-195.
*)           Enfrentamiento con Felipe: Pese a que el soberano de España, Felipe II, competía con Pío V en el celo con que ambos defendían el catolicismo (fruto de esa coincidencia de intereses fue la formalización de la Liga Santa), entre el Rey y el Papa surgieron algunos puntos de fricción que a punto estuvieron de alcanzar el grado de ruptura total. Ello se debió a que, mientras que Pío V protegía los derechos de la Iglesia a ultranza, Felipe II sostenía de forma resuelta la condición de regio patronato de que gozaban sus reinos. Uno de los casos en que dicha pugna alcanzó sus cotas de mayor virulencia fue el que tuvo por protagonista a Bartolomé Carranza, teólogo español que tuvo una destacada intervención en el Concilio de Trento, pero que fue acusado en 1559 de hereje por la Inquisición española (con la anuencia de Felipe II) tras la publicación de Comentarios sobre el catecismo cristiano (1558). Pío V logró, en 1567, que el proceso inquisitorial seguido en España pasara a la jurisdicción romana y el nuevo cariz que tomó aquél (tendente a la absolución de Carranza) disgustó tanto a Felipe II como al Tribunal del Santo Oficio. (Microsoft ® Encarta ® 2008).

Véase capítulo III.



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