Capítulo VI (2)
SUDAMERICANIZACIÓN DE UN CRISTO ESPAÑOL:
Pastor: Carlos Ramírez Jiménez:
(1) Imagen
Concreta de Cristo:
La compañía de los “Cristóforos” profesionales que se
encargó de educar a las nuevas tierras sudamericanas en la fe de Cristo
procedió de modo muy diferente y llegó a resultados bien distintos que los
hombres que emprendieron tareas similares en Norteamérica. Y pensamos aquí no
sólo en los pastores protestantes que acompañaron a la expedición del Mayflower
y a sus sucesores hasta fines del siglo
pasado, sino también, y muy especialmente, en los sacerdotes y monjes católicos
romanos que fueron a la provincia francesa se Quebec. La mayoría de estos
últimos eran hombres del tipo de Las Casas y de Anchieta, con un sentido
evangélico de su misión, y al par que se mantenían al margen de la política, se
interesaban profundamente en todos los problemas de los colonos. Dice el doctor
Juan B. Terán, finado Rector de la Universidad de Tucumán, Argentina, refiriéndose
a dicho contrate: “La Iglesia francesa en Norteamérica se singularizó por un
fervor de apostolado… La acción del misionero francés desdeñó la política
puramente comercial y radicó, con la implantación de la agricultura, el
trasplante de una genuina Iglesia cristiana”15) El resultado es que el catolicismo canadiense actual es vigoroso y
militante.
En Norteamérica la propagación
del cristianismo, así protestante como católico, se caracterizó por su carácter
acentuadamente ético y práctico, al paso que a propaganda católica romana en
Sudamérica se ha caracterizado, hasta los albores del presente siglo, por su
preponderante hincapié en el dogma y el ritual.
6.4. El Cristo Criollo:
Si es verdad que toda Vida de
Cristo es mucho más la autografía de su autor que la biografía de Jesús,
igualmente cierto es que las naciones tienden a delinear a Cristo según su
propia imagen. ¿Qué
clase de retrato de Cristo consiguieran los “Cristóforos” sudamericanos imprimir en el pensamiento e imaginación del
pueblo? ¿En qué retrato resultante ha expresado la religiosidad
sudamericana el concepto que tiene de EL? ¿Cómo
es y cómo obra el Cristo Criollo? Podría decirse, en términos
generales, que el Cristo que se naturalizó en Sudamérica es el que nació en
Tánger, el Cristo de la tradición religiosa popular de España.
Interesante sería estudiar hasta dónde la vida
religiosa de Sudamérica ha sido una simple prolongación de la de España y Portugal, y hasta dónde es
diferente; hasta dónde el Cristo Criollo
es una simple réplica del Cristo Español
y en que respectos ha sido modificado. Sin embargo, iremos más lejos si
comparamos el Cristo tradicional de Sudamérica con el retrato que el Nuevo
Testamento nos da del Señor cristiano en los Evangelios Sinópticos y en los
escritos de San Pablo y San Juan.
Lo primero
que salta a nuestra vista en el Cristo Criollo es su falta de humanidad. Por lo que toca
a su vida terrenal, aparece casi exclusivamente en dos papeles dramáticos:
·
El de un niño en los brazos de su madre y el de una víctima dolorida y sangrante. Es el
cuadro de un Cristo que nació y murió, pero que no vivió jamás. Cosa extraña es que se pase por alto el gran período
formativo y decisivo de la vida de Jesús, comprendido entre una infancia
desvalida e impensante, y su viril resolución de morir con el indecible
sufrimiento que esto entrañaba.
La Madonna de Brujas en la iglesia de Nuestra
Señora de Brujas. Miguel Ángel
|
El niño y la madre:
El Niño
Divino en los brazos de su Madre recibe plena significación sólo cuando vemos
al hombre trabajando en el taller de carpintero, recibe el Espíritu en las
aguas bautismales del Jordán, entablar hambriento y solitario batalla con el
tentador, predicar las buenas nuevas del Reino a los pobres, sanar a los
enfermos y resucitar a los muertos, llamar a su lado a los sobrecargados y a los
niños, exhortar a los ricos y denunciar a los hipócritas, preparar a sus
discípulos para la vida mientras EL se preparaba para la muerte, y luego entregar
su vida no como mera víctima del odio y del destino, sino voluntariamente, y al
morir pedir al Padre el perdón para sus asesinos.
En la misma forma se
transfigura el Crucificado, que sufre angustias mortales en la cruz, cuando
pensamos que en vida había experimentado las tentaciones de un hombre fuerte y
las había vencido. Fue el hombre el que murió, el verdadero, el segundo Hombre,
el Señor de los cielos hecho hombre, un hombre como no lo ha habido ni lo habrá
jamás.
Sin
embargo, esta humanidad de Jesús ha suscitado muy poco interés en los creyentes
sudamericanos. ¿Por
qué? Porque no han conocido otro Cristo, excepto el que se presta
para que ellos lo compadezcan y apadrinen. Esto puede hacerse con un niño;
también como una víctima que sufre y con un muerto; pero no con el Cristo de
los Evangelios, que se negó a recibir el patrocinio de las lágrimas aun cuando
iba en camino del Gólgota. A Cristo se le apadrina y tutoría en los elaborados festivales de la Navidad, y nuevamente en
las sombrías festividades que marcan el curso de la Semana Santa, y en esta
actitud de patrocinio compasivo se desbordan y luego se agotan acumula
sentimiento de piedad paternal y maternal o de una emoción trágica y llena de
compasión.
Para los
creyentes sudamericanos, Jesús ha tenido un valor religioso, o, en términos
aristotélicos, “catártico”.
La contemplación de EL les ha proporcionado una válvula emotiva de
escape, pero no le han concedido ninguna significación ética. El interés
exclusivo que tienen en lo que Cristo significa para la muerte y la inmoralidad
les ha hecho pasar por alto a Aquél que, a la vera del lago, enseñaba a los
hombres cómo vivir. Debido a que se ha desalentado la lectura del Nuevo
Testamento y a que no se ha asociado a Cristo con la vida y los problemas
vivos, la gente en general no ha venido a hallarse cara a cara con aquel tremendo
Conductor de hombres que tenía conciencia de haber venido al mundo para
convertirse en el Señor de la vida. Ha acontecido así que jamás se ha hecho de
los más impresionantes aspectos de su enseñanza una regla de vida ni de los más
impresionantes aspectos de su conducta una inspiración para vivir. Sus palabras: “Sígueme”, han quedado por
completo despojados de sentido, Su mandato supremo no ha constituido guía para
los diarios quehaceres, para las tareas ordinarias.
Por otra
parte, la visión del Cristo resucitado sea que se le conciba, según el lenguaje
del Nuevo Testamento, como Rey y Sacerdote a la diestra de Dios, o como morador
de las almas de los cristianos, no ha sido menos pálido que la del Jesús histórico.
Ni se concibe ni se experimenta su señorío soberano sobre todos los detalles de
la existencia, Rey
Salvador que se interesa profundamente en nosotros y a quien podemos
traer nuestras tristezas y perplejidades. Ha sucedido algo sumamente
extraordinario.
Cristo Vs. María, y
De Paso Los Santos (Ídolos:
Oro,
plata, bronce, madera, etc., de todo
el mundo):
Cristo ha
perdido prestigio como alguien capaz de ayudar en los asuntos de la vida. Vive
en exclusión virtual, en tanto que la gente se allega diariamente a la Virgen y
a los Santos a quienes más peticiones se hacen y cuya imagen se reproduce más
frecuentemente en las estampas, son las luminarias menores.
En la
devoción popular los santos mayores y mejor conocidos tienden a correr la misma
suerte que Cristo. Su misma eminencia los hace menos humanos y accesibles. La
masa del pueblo se siente más a gusto y con mayor confianza en el buen éxito si
se encomienda a los Santos Menores, cuya vida era de cualidades menos
diferentes a las de la suya.
El creyente común y
corriente es en la práctica un politeísta cuyo panteón preside Nuestra Señora. La
verdadera divinidad de la religión popular es la Virgen. La Trinidad, la corona
y los santos le rinden acatamiento y ella conduce.
¡Pero
a cuán alto costo para el Hijo de la Virgen ha tenido lugar tal evolución! Cuando el vulgo*)
de Argentina
quiere decir que alguien merece su desprecio supremo por su pequeñez de
espíritu y pusilanimidad, dice:
“Es un Cristo”, o
“Es un pobre Cristo”.
¡Cuán
diferente esta connotación de la que el mismo nombre recibe hoy en la India,
donde se ha convertido en símbolo de la fuerza espiritual! Ricardo Rojas el eminente escritor argentino, a quien
hemos citado ya, describe como sigue el concepto popular actual de Cristo en su
país y en otros países sudamericanos:
“Se ha querido hacer –dice-,
o se ha
hecho, de Cristo, un arquetipo de pordioseros, una especia de piltrafa humana,
de cascabel para los pies de todos, compendio de miseria y dechado de
humillaciones”.16)
Hasta ese extremo ha llevado a Cristo la
deshumanización de que se le ha hecho objeto.
___________
El Señor del Sepulcro:
No obstante, este Cristo, que
se pierde a la vida por un proceso de deshumanización, reaparece después como
fetiche. Su imagen, su humanidad y su nombre han sido convertidos en realidad
fetichista.
En la iglesia de Santo
Domingo, en Lima, hay una imagen yacente de Cristo, a la que se llama “El Señor del
Sepulcro”, y le representan tendido en la tumba. Durante la
Semana Santa, esta imagen es particularmente el centro principal de la
devoción. Rodeada de multitud de cirios encendidos se le hace parecer como que
suda, y los fieles, que desfilan frente a ella la tarde y la noche del Viernes
Santo, compran pedazos de algodón dizque impregnados del sudor, y los conservan
cuidadosamente como amuletos.
El Señor de los Milagros:
Lima posee otra famosa efigie
de Cristo, una pintura llamada El Señor de los Milagros. Al decir
de la tradición popular, un negro descubrió, durante un tiempo que devastó la
ciudad en el siglo dieciocho, una imagen de Cristo en la cruz, sobre un muro
que permanecía en pie en medio de las ruinas. Desde entonces, la sagrada
pintura ha sido la patrona religiosa de la población negra del Perú y disfruta
de una inmensa reputación como obradora de milagros.
Ica, principal población al
sur de Lima, era asiento de una muy
sagrada imagen de madera de Cristo llamada El Señor de Lurín, a la que los
campesinos venían a rezar por una buena cosecha y otras bendiciones temporales.
Sucedió que allá por 1918 la iglesia en que el ídolo*) tenía su santuario, fue destruida completamente por un
incendio. Apenas se había extinguido el fuego, cuando una muchedumbre
enloquecida rescató los restos carbonizados del Señor, y se lanzó en procesión
por las calles, al son de esta desgarradora endecha: “¡Dios se ha muerto, Dios se
ha muerto!”. Es que aquella imagen era la divinidad por la que el
pueblo vivía, y su destrucción los hundía en terrible consternación.
Ejemplos
como estos pueden multiplicarse tomándolos de todo el continente,
particularmente de la vida de las poblaciones provincianas. A un Cristo
deshumanizado le han dado una imagen humana materialista a la cual se atribuye
una virtud especial.
Menos
repulsivamente materialista, pero no menos fetichista, es la re humanización de
Cristo en el viático y en el Sagrado Corazón. Uno de los espectáculos
tradicionales de Lima es la procesión del Santísimo, vivamente descrita por
José Gálvez en su libro, Una Lima Que se Va.
___________
*) Ídolo: G1497
εἲδωλον
= eídolon:
de G1491; imagen (i. e. para adoración); por implicación dios pagano,
o (plural) la adoración del mismo:- ídolo, imagen. (Strong).
G1497
εἴδωλον,
ου, τό. Ídolo, imagen, dios falso.
AT: אֵל, Is. 57:5. אֱלוֹהַּ, Núm. 25:2. אֱלָהּ, Dn. 3:12.
אֱלִיל Lv. 19:4. בָּמָה Ez. 16:16. בַּעַל, 2 Cron. 17:3. גִּלּוּלִים,
Lv. 26:30. הֶבֶל Dt. 32:21. חַמָּן, 2
Cron. 14:4(5). מִפְלֶצֶת, 2 Cron. 15:16. עֹצֶב, Is. 48:5. עָצָב 1 Sam. 31:9. פְּסִילִים, 2 Cron. 33:22. פֶּסֶל,
Éx. 20:4. צֶלֶם, Núm. 33:52. שָׁעִיר, 2 Cron. 11:15. שִׁקּוּץ 1 R. 11:7. תְּרָפִים, Gn. 31:34.
NT: Ídolo, imagen,
dios falso: Hch. 7:41; Hch. 15:20; Rom. 2:22; 1 Cor. 8:4; 1 Cor.
8:7; 1 Cor. 10:19; 1 Cor. 12:2; 2 Cor. 6:16; 1 Ts. 1:9; 1 Jn. 5:21; Ap. 9:20. εἰδώς,
εἰδυῖα.Ver
εἴδω,
1492. Ver οἶδα. (Léxico griego-español NT.).
Ídolo. (Del lat. idōlum, y este del gr. εἴδωλον).
m. Imagen de una
deidad objeto de culto. || 2. Persona o cosa amada o admirada
con exaltación. (Microsoft® Encarta® 2008).
Cuando la tradición que una
vez la Perricholi,
la célebre querida de uno de los virreyes, iba por las calles en su lujoso
calesa, cuando se topó con el párroco que portaba el Santísimo Herida en su
conciencia por el contraste entre el lujo como paseaba su pecadora persona y la
humilde apariencia de la procesión, le cedió su asiento al sacerdote y se unió
a la compungida multitud que lo seguía.17) Muchos años después, cuando se propuso
que en adelante el viático había de llevarse por las calles dentro de un coche,
las señoras de Lima organizaron una manifestación de protesta, en que
desplegaron una bandera donde resaltaba estas palabras: “Morir por la religión”.
La tentativa más moderna de
convertir a Cristo en un fetiche popular, es el culto del Sagrado Corazón.
Habiendo desaparecido de la religión popular la verdaderamente histórica y
eternamente real humanidad de Jesucristo, ha sido reemplazada por el símbolo de
la humanidad material. En 1923 se había dispuesto consagrar con gran pompa la República
del Perú a una enorme imagen de bronce del Sagrado Corazón de Jesús. Ya estaba
fijado el día para la ceremonia. En presencia de los más altos dignatarios de
la Iglesia y el Estado, debía colocarse la efigie en un nicho, en el muro
frontero de la catedral de Lima que ve a la Plaza Mayor. La prensa de la localidad había protestado
contra lo que la mayoría de los ciudadanos consideraba como una regresión al
medievalismo y la idolatría: pero todo había sido en vano. Repentinamente, sin embargo, en
vísperas de la ceremonia, los estudiantes y los obreros, organizaron un
formidable movimiento de protesta y la ceremonia de consagración hubo de
suspenderse hasta más conveniente oportunidad.
Dios nos libró de menospreciar
cualquier esfuerzo por hacer a Jesucristo más real para los seres humanos o por
mantener siempre ante la vista de éstos la realidad de su divina comprensión.
Pero el materializar en broce las cualidades de las que su corazón es símbolo,
no hará más real al Jesús histórico o al Cristo eterno. Las cualidades especiales de Cristo en que más hincapié se
necesita hacer en los países sudamericanos hoy día no puede simbolizarlas su
corazón. Su mejor símbolo serían los ojos de Cristo, aquellos ojos
apocalípticos que en ocasiones podían brillar como “llama de fuego”. Una reflexión
serena a la vez que transida de tristeza, nos obliga a endosar la opinión de
Unamuno cuando escribe:
“El culto al
Sagrado Corazón de Jesús, la hierocardiocracia, es el sepulcro de la religión
criatiana”18).
Es el Cristo del látigo y no
el Cristo del Sagrado Corazón el que necesita presentarle a Sudamérica. Aun el
nombre de Jesús se ha convertido en fetiche. En la religión popular ese nombre
sirve de poderoso encantamiento. La autobiografía de Rubén Darío nos ofrece una buena
ilustración. El poeta va describiendo las experiencias religiosas de su niñez. Dice
por ejemplo, al acercarse la fiesta de la Santa Cruz. Porque ¡oh, Dios de los
dioses!, martirio como aquél, para mis pocos años, no os lo podéis
imaginar. Llegado ese día, todos nos poníamos delante de las imágenes, y la
buena abuela dirigía el rezo, un rezo que concluía después de varias
jaculatorias con estas palabras:
Vete de aquí, Satanás, que en mí
parte no tendrás, porque el día de la Cruz, dije mil veces: Jesús.
Pues el caso es que teníamos, en efecto, que decir mil veces la palabra
Jesús, y aquello era inacabable. ¡Jesús! ¡Jesús! ¡Jesús!, y hasta mil; y a veces
se perdía la cuenta y había que volver a empezar”.19) ¡Una parodia pagana
de la promesa de que toda lengua reconocerá un día que Jesucristo es Señor!
Hasta aquí no se ha reconocido, en la religión sudamericana, el verdadero
Señorío de Cristo. Se le ha conocido como el Señor del Sepulcro y el Señor de
las Buenas Cosechas, como el arquetipo del amor herido y la garantía material
de inmortalidad; se le ha conocido también como el poseedor de un nombre
mágico. Pero todavía queda por conocerle como Jesús*), el Salvador del pecado y
el Señor de la vida toda.
6.5. ¡Paz!
¡Paz!...
Paz. He ahí una de las grandes palabras del lenguaje humano, por cuanto la
realidad que connota ha sido una de las metas principales del esfuerzo del
hombre. Es la búsqueda de paz lo que ha dado origen a toda religión y
filosofía. ¡Pero
cuán diversas las actitudes interiores que usualmente encubre esta palabra!
Hay la paz del océano inmóvil del Nirvana y hay la paz que se asemeja al río.
Hay la paz del haragán egoísta que mata el tiempo entre las vista, sonidos y
aromas de un mundo irreal, y la paz del infatigable trabajador que sacrifica
sueña y tranquilidad, amigos y fortuna, en el desinteresado esfuerzo de
edificar un mundo real de verdad y bondad. “Paz, paz”, decían algunos caudillos populares de
otros tiempos, que se conducía con negligencia e inconsciencia criminal ante el
peligro que amenazaba a su pueblo. “Mi paz os dejo”.
Decía Jesús en los momentos mismos en que se preparaba a arrostrar su pasión.
¿Qué clase de
paz es la que más verdaderamente caracteriza la vida y experiencia religiosa en
el catolicismo sudamericano? ¿Cómo se ha interpretado
en esos países aquella “paz de Dios” que es el fruto inseparable del cristianismo? Dejemos que a tal pregunta respondan ciudadanos representativos del
continente, hombres cuya posición eminente y sereno juicio, les dan el derecho
de expresar una opinión.
Veamos primeramente lo que opina el doctor Francisco
García Calderón, quizá el escritor sudamericano más conocido y leído
en el extranjero, peruano y autor del bien conocido libro: América Latina: su Origen y Progreso. En un artículo
intitulado La Restauración Católica, de su libro Ideologías, publicado hace
algunos años, García Calderón dice que el catolicismo iberoamericano se ha
convertido en una fórmula social y un rito elegante. Las prácticas parasitarias
ahogan la creencia tradicional. Los preceptos minuciosos sustituyen al fervor
místico, la elevación moral y la inquietud producida por el pensamiento del
destino y de la muerte. De acuerdo con un crítico italiano, prosigue García
Calderón, muchos de los católicos en estos países pasan la vida ofreciendo adoración fetichista a sus santos de quienes
solicitan el don de una buena cosecha y un premio en la lotería.
Un credo externo de esa índole es impotente para crear moralidad. Salvo que
haya un renacimiento religioso que enseña cómo la letra mata y el espíritu da
vida, América, amenazada ahora por Calibán, se convertirá en teatro de impuras
concupiscencia y orgía utilitarias.
___________
*) G2424
Ἰησοῦς = Iesoús: de origen
hebreo [H3091]; Jesús (i.e. Yejoshúa), nombre de nuestro Señor y de otros
dos (tres) israelitas:- Jesús, Josué. H3091 יְהוֹשׁוּעַ = Yejoshúa: o יְהוֹשֻׁעַ Yejoshúa; de H3068 y H3467;
salvado de Jehová; Jeoshúa (i.e. Josué), líder judío:- Josué.
Compárese con H1954, H3442. (Strong).
Particularmente significativa es esta opinión sobre la paz que resulta del
esteticismo religioso, la etiqueta social y la indiferencia ética, por venir de
un hombre que se educó en una escuela de sacerdotes franceses en Lima, que ha
pasado buena parte de su vida en Francia y Bélgica, que es católico él mismo, y
que está preocupado por el futuro del catolicismo en Sudamérica.
Alberto
Cabero es un sociólogo chileno que publicó en 1926 un libro voluminoso
intitulado Chile y los Chilenos.
Refiriéndose a la vida religiosa de su país, escribe como sigue:
“Las clases ricas, especialmente las mujeres, que
desde niñas han recibido educación religiosa, se limitan a observar
escrupulosamente las fórmulas consagradas, a concurrir con asiduidad a los
actos rituales de la Iglesia, a recitar sin fervor las oraciones corrientes.
Por hábito van a los templos, frecuentan los sacramentos y algunas, por
conveniencia social aparentan cristiana piedad. Las impele a esta actitud la
necesidad de conformarse con el orden social establecido, la docilidad y
respeto al sentir común, el temor de lo ignoto. El verdadero sentimiento
religioso, que exige recogimiento, introspección, absorción de la mente en la
altura, y el misticismo que impone la necesidad íntima de comunicarse con un
poder suprasensible y que es fuente de energía, perseverancia y abnegación,
como es imposible tenerlos en la dispersión intelectual y sentimental en que
nos agitamos, sólo se encuentran ya en pocos creyentes selectos, generalmente
apartados del bullicio mundano”.20)
Cabrero se refiere en particular a la vida religiosa de las mujeres porque,
mientras una gran mayoría de los varones en Sudamérica son, en todas partes,
notoriamente irreligiosidad, las mujeres han observado al menos la exterior de
la religión. En extremo sugestivo es también su referencia a los escasos
creyentes selectos que se hallan paz y satisfacción espirituales apartándose
del bullicio del mundo. La paz más elevada que el catolicismo español o
hispanoamericano han podido concebir es la del monasterio o de un completo
alejamiento del mundo real y de sus problemas. En cuanto a la piedad del clero, un
sacerdote español muy notable que ha trabajado por muchos años en Chile en
diferentes parroquias, hacía al autor de este libro, en 1929 la siguiente
declaración: “Sólo he podido hallar una persona,
en la vida eclesiástica de Chile, que me ha producido la impresión de vivir una
vida piadosa: la priora de un convento”.
Consternado hallábase este buen padre por el estado de la religión en el
país, al punto de lanzar este terrible cargo contra la moralidad del clero: “De unos
seiscientos sacerdotes que he conocido en diferentes países sudamericanos,
calculo que apenas un cinco por ciento observan pureza sexual”.
Entre los premios de literatura otorgado en 1928 en la República Argentina
a autores nacionales, uno de los principales fue para el doctor Juan B. Terán
por dos libros sobre la historia y sociología hispanoamericanas, intitulados EL Nacimiento de la América Española y La Salud de la América Española. El doctor
Terán fue por muchos años Rector de la Universidad de Tucumán, y hasta donde
sabemos, es católico.
Sumamente significativo es el
encabezado “La
Irreligiosidad de América”, que le da a uno de los capítulos del
segundo de esos libros.
“En cuanto a la
clase elevadas de la sociedad –dice-, dan la
impresión de que los hombres se mantienen extraños a toda preocupación
religiosa, reputándola ‘asunto de mujeres’. En el mejor
de los casos le otorgan una ‘neutralidad
benévola’”. No son ateos –que serlo es un
cierto modo signo de meditación del problema religioso-, sino
indiferentes y epicúreos.
“En cuanto es la
religiosidad la afirmación de una causa suprema del universo y las aspiraciones
de comunicarse con ella, un sentido a la vez racional y místico de la
divinidad, que no requiere el estímulo del culto, es decir, en cuanto significa
una pura espiritualidad que colinda con el arte y la ciencia, que creía deberes
imperiosos sin otra sanción que la de la conciencia y trasciende en la vida
como un sentimiento, podemos decir que en el mundo occidental es Hispanoamérica
quien la tiene en menor grado”.21)
A esta
expresión de opinión añadiremos la del compatriota de Terán, Ricardo Rojas,
probablemente el hombre de letras más eminente de toda la América Latina en la
actualidad. En 1927, siendo Rector de la Universidad de Buenos Aires, Rojas
escribió un libro intitulado El Cristo Invisible,
que produjo una profunda sensación en los países latinoamericanos. En capítulos
posteriores tendremos oportunidad de referirnos a su posición religiosa
general. Basta para el propósito presente con citar su opinión respecto a cómo
es en realidad la vida religiosa de su medio. El libro está escrito en forma de diálogo. En el curso de una conversación entre un
obispo de provincia y su huésped, que resulta ser el propio autor, aquél hace
la afirmación de que “la tradición cristiana está viva en todos los pueblos
ibéricos del Nuevo Mundo”. A lo que el huésped replica: “La tradición
católica, como forma externa, sin duda alguna; pero
no así el sentimiento cristiano, como inspiración de la vida”. Y en seguida
pasa a exponer lo que quiere decir con ello, en las siguientes palabras:
“No son cristianos el fetichismo de la plebe ni la
gazmoñería de la aristocracia. Se practica el culto, pero se ignora su
significado. La caridad no es aquí sino instinto egoísta o vanidad mundana. La
conciliación realizada por un San Agustín, entre el acatamiento a la disciplina
eclesiástica y la necesidad de comprender a Dios como expresión excelsa de la
verdad, buscándolo adentro de sí mismo –interius intimo meo-, es algo que en nuestro país ni se practica ni se
entiende. Si yo escribiese un libro para exponer mis inquietudes sobre este
problema del alma, sería mirado con sospecha o con hostilidad”.
Más adelante añade:
“En toda la América española no existe el habitó, ni el gusto,
ni la compresión de estos problemas. Acaso en algunos países, como en el
nuestro por ejemplo: nunca hubo verdadero inquietud religiosa”.
Lo que
falta es “la
interiorización mental del cristianismo, como una necesidad de la conciencia”.22) Los dos directores de universidades argentinas están de acuerdo en que al
catolicismo sudamericano le han faltado dos rasgos constituyentes de la
religión cristiana:
·
La experiencia espiritual interna, y
·
La expresión ética externa.
La gente posee una religión, pero la religión
no la posee a ella. Han practicado la religión, pero no la han vivido.
La religión no ha sido objeto de preocupación intelectual ni incentivo para la
vida virtuosa. Las almas no han estado en agonía. Ha habido indiferencia, ha habido paz; pero
esta última ha sido esa paz imponente, estética, que reina en los cementerios:
paz de
muerte, no de vida. Y no obstante, no nos sorprende hallar abogados
de esa paz en Sudamérica.
Hace algunos años otro hombre de letras argentino, Manuel Gálvez,
escribió una obra intitulada El Solar de la Raza. Es una evocación de España y
sus tradiciones, espacialmente la religiosa. En la primera parte del libro,
Gálvez, que es un católico argentino, hace una confesión franca en lo que toca
al catolicismo de España. “En España no existe –dice-
ese fervor religioso que el observador sin prejuicio
puede ver en Francia, ni el catolicismo profundo y militante de los belgas,
canadienses, irlandeses, bávaros e italianos… El ambiente místico y católico
que se siente en España procede de siglos pasados, cuando la fe era muy
intensa; no de los españoles actuales, que, en general, son más formulistas que
creyentes”.23)
Al final del volumen cita con entusiasmo algunas palabras del autor francés
Maurice Barrés en su Colline Sacré: “Quienquiera que seas, -habla la capilla, es decir, la Iglesia, la disciplina-
no hay nada en ti tan excelente que te impida
aceptar mi socorro. Yo te pondré de acuerdo con la vida”.24)
Estas
palabra de Barrés impulsan a Gálvez a expresar lo más profundo de su corazón
con respecto a la religión. Rompe en un brillante panegírico*) de la educación impartida por la Iglesia: “Solamente siguiendo una norma,
solamente por la disciplina podemos adquirir la verdadera libertad del
espíritu. La incredulidad, la duda, son terribles infiernos. Es la
disgregación, la dispersión de nuestro yo. Los que retornan a la Iglesia
re hallan
la unidad
de su ser, es decir, la felicidad”. Sigue una referencia al gran
maestro de la paz. “Ignacio de Loyola amaba la obediencia sobre
las demás virtudes, y con la alta clarividencia de su genio halló en ella el
elixir de nuestra felicidad interior. Por eso la enseñanza de los jesuitas a
inculcar a los niños el espíritu de obediencia y de disciplina, es decir, tiende
a asegurarlas una norma para toda la vida, e evitarles los tormentos de la
inquietud o a asegurarles el retorno de la paz”.25)
¡Con cuánto ingenuidad parece Gálvez no
darse cuenta de que puede existir, y en efecto existe, una estrecha conexión
entre la actitud formalista y la falta de fervor místico que encontró en
España, y que él sabe bien que es regla en Sudamérica, y la obediencia y paz de
Loyola! ¿Y está seguro acaso de que la orden que lleva el
nombre de Jesús no ha conseguido crear una religión y una ética que son
igualmente hostiles a la religión de Jesús y la fe de Cristo?
Pero no se
sorprenda Gálvez tampoco de que entre sus propios compatriotas y otros
sudamericanos en general se hallan espíritus ardientes que han empezado atrasar
una distinción entre el catolicismo hispánico y el cristianismo y que expresan
su preferencia por el uno o por el otro. Relata Unamuno que una vez se encontró
con un escritor sudamericano que mostraba decidida preferencia por lo primero. “No olvidaré en mi
vida –dice el pensador español- lo que me dijo en ciertas ocasión un famosísimo y muy discutido
escritor sudamericano hablando de cosas de religión”. “Yo, amigo Unamuno, soy católico; me atrae al catolicismo
precisamente lo que a usted de él le repela, lo que le diferencia de las demás
confesiones cristianas: su lastre pagano, la pompa del culto y el casuismo, sobre
todo el casuismo, esa maravilla jesuítica”.26)
Por otra
parte, Octavio Bunge autor de Nuestra América, el mejor libro que se ha escrito
sobre sociología sudamericana, condena como anticristiana la religión que tuvo
origen en España y que se propagó en el Nuevo
Mundo. El “fanatismo” español, dice, era “soi-disant
catoliquísimo
y en realidad anticristiano”, mientras “la masa del pueblo” no tomó de
la piedad evangélica “más que las formas exteriores”.27)
___________
*) panegírico, ca. (Del lat. panegyrĭcus, y
este del gr. πανηγυρικός). adj. Perteneciente o relativo a la oración o discurso en alabanza de alguien. Discurso panegírico. Oración
panegírica. || 2. m. Discurso o sermón en alabanza de alguien. || 3. Elogio de
alguien, hecho por escrito. (Microsoft® Encarta® 2008).
A Sudamérica llegó un Cristo que ha puesto a los hombres de acuerdo con la
vida, que les ha dicho que la acepten tal como es, y las cosas tal como son, y
la verdad tal cual parece ser. Pero ¿el otro? ¿El que hace que los hombres no estén satisfechos
con la vida tal cual ésta es, y con las cosas tal como son, y que les dice que,
por medio de EL, la vida será transformada, y el mundo será vencido, y sus
seguidores serán puestos de acuerdo con la realidad, con Dios y con la verdad?
Este otro Cristo quería venir pero se lo estorbaron… Más hoy, de nuevo, se escuchan voces de primavera que anuncian su
llegada.
AMIGO: NO
BUSQUES AL OTRO CRISTO ESPAÑOL.
|
BUSCA AL CRISTO RESUCITADO AL
QUE ESTA EN EL CIELO, AL QUE INTERCEDE POR LOS HOMBRES, Y QUIENES LO
SIGUEN.
|
¿LA
DIFERENCIA: EL CRISTO HISTORICO Y EL
RESUCITADO?
|
___________
1) Ricardo
Rojas, El Cristo Invisible, págs. 86, 87.
2) Id.
Pág. 126.
3) “El Cristo
Español”, en Mi Religión y Otros En ensayo, Col. Austral,
Espasa-Calpe, pág. 31.
4) Vol. IV
diciembre, 1909 “Spanish Religion” (Religión española)
5) Historia de la Civilización Ibérica, pág. 257.
6) Del Sentimiento Trágico de la Vida, pág. 76.
7) The Soul of Spain (El alma de España), pág. 54.
8) Citado en un ensayo escrito especialmente
para el autor.
9) Retrad.
10) El
ideal en a educación, págs., 26, 27.
11) Historia de la Civilización Ibérica,
pág. 345.
12) Autobiografía. Obras competas Editorial
“Mundo Latino”, Madrid vol. 15, págs. 19,20.
13) Historia
Interna Documentada de la Compañía de Jesús. Sección, “La enseñanza de la fe”.
Págs. 1931, pág. 166.
14) La Agonía del Cristianismo, Madrid, 1931,
pág. 166.
15) Op.
Cit., págs.. 192, 193.
16) El Cristo Invisible,
1928, pág. 204.
17) Gálvez, op, cit. Cap. “El Viático”.
18) La Agonía del Cristianismo, pág.160
19) Autobiografía, Obras completas, vol.
15, págs. 18, 19.
20) Cabero, op. Cit., págs. 375-376.
21) Op, cit. Pág. 68.
22) Op. Cit. Págs.. 258, 261-2, 265.
23) Op. Cit. Pág. 49.
24) Id. Pág. 256.
25) Id.,
págs., 256, 257.J. A. M. subraya.
26) Ensayos,
Vol. VII, pág. 119.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario