domingo, 26 de julio de 2020

EL REINO DIVIDIDO: 1 REYES 12–16:


EL REINO DIVIDIDO:
1 REYES 12–16:
Pastor: Carlos Ramírez Jiménez:
Estos capítulos registran «el principio del fin». Con la muerte de Salomón la gloria de la nación empieza a desvanecerse. En 1 Reyes se abarca aproximadamente ciento veinticinco años de historia, cuarenta del reinado de Salomón y casi ochenta y cinco del reino dividido de Israel y Judá.
Sólo cinco reyes reinaron en Judá durante ese período, mientras que ocho reinaron en Israel y todos eran malos e impíos. Segundo de Reyes toma entonces el relato del cautiverio asirio de Israel (las tribus del norte) y del cautiverio babilónico de Judá (las tribus del sur).

I.       La División Del Reino (1 R. 12:1–14–20).

A.      Necedad de Roboam (12:1–15).
El vasto programa de Salomón de construcción y expansión le trajo fama y gloria a la nación, pero los impuestos pesaban sobre el pueblo, el cual esperaba algún alivio de la carga. En sus últimos años los valores de Salomón cambiaron y estaba más interesado en la riqueza material que en la bendición espiritual (véase Ecle. 1:12–2:26).
Si su hijo Roboam hubiera escuchado a la sabiduría de los líderes ancianos, se hubiera ganado el corazón del pueblo; pero no estaba dispuesto a ser siervo del pueblo. Oyó a los jóvenes que carecían de experiencia y, por consiguiente, tomó una decisión necia. El camino para ser un gobernante es ser siervo (Mr. 10:42–45).

B.      Rebelión De Jeroboam (12:16–13:34).
Dios ya había escogido a Jeroboam para que fuera el rey de las diez tribus (11:26–40) debido a los pecados de Salomón (11:9–13). El pecado es un gran divisor y destructor. Sólo Judá y Benjamín quedaron para Roboam, y Dios hizo esto por amor a David. Es triste, pero Jeroboam fracasó y no vivió de acuerdo a sus oportunidades, porque guió a las diez tribus a la idolatría.
Temía que el pueblo de su reino fuera a Jerusalén para las fiestas anuales y allí se rebelaran contra él, de modo que creyó «conveniente» que adoraran en su territorio. Repitió el pecado de Aarón (Éx. 32:1–6) e hizo becerros de oro, poniendo uno en Dan y el otro en Bet-el.
También consagró lugares de adoración y organizó su propio sacerdocio:
·      Fue una religión hecha por el hombre y para la conveniencia del pueblo;
·      Por consiguiente, no tenía ni el poder ni la bendición de Dios.
·    Por supuesto, Dios no podía permitir que tal apostasía continuara, así que le envió al rey un mensaje de advertencia y juicio (cap. 13).

Nótese: que el rey estaba quemando incienso en el altar, actuando como sacerdote. El misterioso varón de Dios anunció el nacimiento del futuro rey Josías (13:2; véase 2 R. 23:15–18) y también advirtió que la religión humana que el rey creó sería juzgada y destruida. Cuando Jeroboam trató de arrestar al profeta, la mano que el rey tenía extendida se le secó y el altar se quebró, exactamente como el profeta predijo.
El rey suplicó ser sanado y el hombre oró por él. El rey entonces trató de tenderle una trampa al profeta invitándole al palacio, pero el varón de Dios rehusó caer en el truco. Es desafortunado que el varón de Dios diera oídos a las mentiras del colega profeta y perdió su vida. Si hay alguna lección que aprender de 13:11–34 es esta: no permita que otras personas determinen la voluntad de Dios en su vida. Obedezca lo que la Palabra de Dios le dice, cueste lo que cueste.

C.     El Juicio De Dios (14:1–20).
Abías era un joven cuando se enfermó mortalmente (su padre reinó veintidós años) y, por supuesto, al rey le preocupaba que no hubiera hijo que le sucediera en el trono. Jeroboam no podía acudir a sus falsos dioses por ayuda; tuvo que hacerlo al profeta Ahías en busca de dirección. Este fue el profeta que le había dicho primero a Jeroboam que iba a ser el nuevo rey. El rey no se atrevió a ir él mismo; envió a su esposa disfrazada.
Pero el profeta ciego veía más con sus ojos espirituales que lo que Jeroboam veía con sus ojos físicos. Ahías expuso el disfraz y envió al perverso rey un mensaje de juicio.
El mensaje se hizo realidad:
·      La reina regresó a su casa, y
·      Cuando entró en ella, el hijo murió.
Es trágico que Jeroboam se haya alejado del Señor, porque podía haber guiado a las diez tribus a una maravillosa bendición y victoria. En lugar de eso, dejó un terrible ejemplo para que lo siguieran otros reyes.

II.     Declinación De Judá (14:21–15:24).

A.     Roboam (14:21–31).
Por diecisiete años el malvado hijo de Salomón guió al pueblo a terribles pecados. En lugar de andar en las leyes del Señor, tomó como modelo las perversas naciones que Israel había derrotado.
Dios le castigó trayendo a Egipto para que derrotara a la nación. El pueblo perdió sus valores espirituales:
Ø Los costosos escudos de oro se reemplazaron con escudos de bronce barato.
Ø Las cosas «parecían lo mismo», pero Dios sabía que no eran así.

B.      Abiam (15:1–8).
«De tal palo, tal astilla». Dios le permitió reinar sólo tres cortos años.
Nótese: que su madre era pariente de Absalón Abisalom» en v. 2). Declaró guerra a Jeroboam (léase 2 Cron. 13), y Dios le dio la victoria por amor a David. La victoria fue puramente militar; no hubo avivamiento espiritual en la nación.

C.     Asa (15:9–24).
Lea 2 Crónicas 14–16. Asa fue un rey bueno, un cambio bien recibido después de años de reyes malvados. Trató de quitar los pecados establecidos por Roboam (14:24). Bajo su liderazgo hay un breve período de reposo y avivamiento.
Incluso depuso a su madre debido a que adoraba ídolos (2 Cron. 15:16). Triste como suena, su reino no acabó tan bien como empezó, porque confió en los hombres para su protección y fracasó al no confiar en el Señor. Usó la riqueza del templo para contratar a Siria para que luchara por él; y esta alianza impía le costó mucho personalmente.

D.    Josafat (15:24).
Véanse también 22:41–50 y 2 Crónicas 17:1–21:3. El escritor aquí no da la historia de este rey bueno, el cual purgó la idolatría y procuró enseñar al pueblo la Palabra de Dios. Dios le dio muchas victorias, porque «de todo su corazón buscó a Jehová» (2 Cron. 22:9).

III.    Decadencia De Israel (1 R. 15:25–16:34):
Aquí se mencionan a seis reyes, empezando con Nadab y terminando con Acab, y todos fueron malos:
·      Nadab mantuvo la perversa idolatría de su padre;
·    Baasa lo asesinó durante una de las batallas contra los filisteos. Baasa reinó veinticuatro años y cumplió la profecía de 14:14–15 de que toda la descendencia de Jeroboam sería destruida. No obstante, Jehú el profeta vino con un mensaje para Baasa prediciendo la destrucción de la casa de Baasa.
·     Su hijo Ela reinó menos de dos años y lo mató Zimri, uno de sus capitanes, mientras el rey estaba ebrio.
·   Zimri guió a la nación sólo una semana (16:15), pero durante ese tiempo exterminó a la familia de Baasa y cumplió la profecía de Jehú (16:1–4).
·      El ejército se rebeló y nombró a Omri como el nuevo rey. Omri marchó contra Zimri, quien le prendió fuego al palacio y se suicidó pereciendo en el incendio. Omri reinó doce años (después de sofocar una pequeña revuelta del pueblo) y llevó al pueblo a mayores pecados.
·     Su hijo Acab se casó con Jezabel y esto trajo oficialmente la adoración de Baal al reino. Lo único de Omri que le da fama es el establecimiento de Samaria como la capital del reino del norte. A su muerte su hijo Acab subió al trono y bajo su liderazgo las tribus cayeron aún más en la idolatría y el pecado.
Usted notará que cuando la nación se hundía en la idolatría era que Dios llamaba a sus profetas a predicarle al pueblo. En el capítulo 13 ya hemos encontrado a un profeta anónimo, y más tarde encontraremos a Elías y Eliseo. Por supuesto, Jehú y Ahías deben mencionarse también. Cuando el pueblo de Dios peca, sólo la Palabra de Dios proclamada por los siervos de Dios es capaz de llamarlo a volverse y salvarlo.

«La justicia engrandece a la nación, más el pecado es afrenta de las naciones» (Prov. 14:34):
Ø Cuando reyes piadosos reinaban, Dios bendecía a su pueblo;
Ø Cuando hombres impíos reinaban, Dios enviaba juicio y derrota.
Qué trágico es ver a esta gran nación, llamada por el Señor, declinando ahora en las cosas espirituales y alejándose de la verdad.

Sí, a menudo tenían prosperidad material, pero esto no era señal de que Dios se complacía en sus obras. A decir verdad, la codicia de las cosas materiales con frecuencia alejó al pueblo más de Dios. La mejor manera de edificar una nación piadosa es tener ciudadanos piadosos en iglesias piadosas (1 Tim. 2:1–6).

Estudios para el Domingo.

Lea Su Biblia, Lea Su Biblia, Lea Su Biblia.




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