EL
REINO DIVIDIDO:
1 REYES 12–16:
Pastor: Carlos Ramírez Jiménez:
Estos capítulos
registran «el
principio del fin». Con la muerte de Salomón la gloria de la nación
empieza a desvanecerse. En 1 Reyes se abarca aproximadamente ciento veinticinco
años de historia, cuarenta del reinado de Salomón y casi ochenta y cinco del
reino dividido de Israel y Judá.
Sólo
cinco reyes reinaron en Judá durante ese período, mientras que ocho reinaron en
Israel y todos eran malos e impíos. Segundo de Reyes toma entonces el relato
del cautiverio asirio de Israel (las tribus del norte) y del cautiverio babilónico
de Judá (las tribus
del sur).
I.
La División Del Reino (1 R. 12:1–14–20).
A.
Necedad
de Roboam (12:1–15).
El
vasto programa de Salomón de construcción y expansión le trajo fama y gloria a
la nación, pero los impuestos pesaban sobre el pueblo, el cual esperaba algún
alivio de la carga. En sus últimos años los valores de Salomón cambiaron y
estaba más interesado en la riqueza material que en la bendición espiritual
(véase Ecle. 1:12–2:26).
Si
su hijo Roboam hubiera escuchado a la sabiduría de los líderes ancianos, se
hubiera ganado el corazón del pueblo; pero no estaba dispuesto a ser siervo del
pueblo. Oyó a los jóvenes que carecían de experiencia y, por consiguiente, tomó
una decisión necia. El camino para ser un gobernante es ser siervo (Mr. 10:42–45).
B.
Rebelión
De Jeroboam (12:16–13:34).
Dios
ya había escogido a Jeroboam para que fuera el rey de las diez tribus (11:26–40)
debido a los pecados de Salomón (11:9–13). El pecado es un gran divisor y
destructor. Sólo Judá y Benjamín quedaron para Roboam, y Dios hizo esto por
amor a David. Es triste, pero Jeroboam fracasó y no vivió de acuerdo a sus
oportunidades, porque guió a las diez tribus a la idolatría.
Temía
que el pueblo de su reino fuera a Jerusalén para las fiestas anuales y allí se
rebelaran contra él, de modo que creyó «conveniente»
que adoraran en su territorio. Repitió el pecado de Aarón (Éx. 32:1–6) e hizo
becerros de oro, poniendo uno en Dan y el otro en Bet-el.
También
consagró lugares de adoración y organizó su propio sacerdocio:
· Fue una religión hecha por el hombre y para la conveniencia
del pueblo;
· Por consiguiente, no tenía
ni el poder ni la bendición de Dios.
· Por supuesto, Dios no podía
permitir que tal apostasía continuara, así que le envió al rey un mensaje de
advertencia y juicio (cap. 13).
Nótese: que el
rey estaba quemando incienso en el altar, actuando como sacerdote. El
misterioso varón de Dios anunció el nacimiento del futuro rey Josías (13:2;
véase 2 R. 23:15–18) y también advirtió que la religión humana que el rey creó
sería juzgada y destruida. Cuando Jeroboam trató de arrestar al profeta, la
mano que el rey tenía extendida se le secó y el altar se quebró, exactamente
como el profeta predijo.
El rey suplicó ser sanado y el hombre oró por él. El rey
entonces trató de tenderle una trampa al profeta invitándole al palacio, pero
el varón de Dios rehusó caer en el truco. Es desafortunado que el varón de Dios
diera oídos a las mentiras del colega profeta y perdió su vida. Si hay alguna
lección que aprender de 13:11–34 es esta: no permita que otras personas
determinen la voluntad de Dios en su vida. Obedezca lo que la Palabra de Dios
le dice, cueste lo que cueste.
C.
El Juicio
De Dios (14:1–20).
Abías
era un joven cuando se enfermó mortalmente (su
padre reinó veintidós años) y, por supuesto, al rey le preocupaba
que no hubiera hijo que le sucediera en el trono. Jeroboam no podía acudir a
sus falsos dioses por ayuda; tuvo que hacerlo al profeta Ahías en busca de
dirección. Este fue el profeta que le había dicho primero a Jeroboam que iba a
ser el nuevo rey. El rey no se atrevió a ir él mismo; envió a su esposa
disfrazada.
Pero
el profeta ciego veía más con sus ojos espirituales que lo que Jeroboam veía
con sus ojos físicos. Ahías expuso el disfraz y envió al perverso rey un mensaje
de juicio.
El
mensaje se hizo realidad:
· La reina regresó a su casa, y
· Cuando entró en ella, el
hijo murió.
Es
trágico que Jeroboam se haya alejado del Señor, porque podía haber guiado a las
diez tribus a una maravillosa bendición y victoria. En lugar de eso, dejó un
terrible ejemplo para que lo siguieran otros reyes.
II. Declinación De Judá (14:21–15:24).
A. Roboam (14:21–31).
Por
diecisiete años el malvado hijo de Salomón guió al pueblo a terribles pecados.
En lugar de andar en las leyes del Señor, tomó como modelo las perversas
naciones que Israel había derrotado.
Dios
le castigó trayendo a Egipto para que derrotara a la nación. El pueblo
perdió sus valores espirituales:
Ø Los costosos escudos de oro se
reemplazaron con escudos de bronce barato.
Ø Las cosas «parecían lo mismo», pero Dios sabía que no eran así.
B. Abiam (15:1–8).
«De tal palo, tal astilla». Dios le
permitió reinar sólo tres cortos años.
Nótese: que su madre era
pariente de Absalón («Abisalom»
en v. 2). Declaró guerra a Jeroboam (léase 2 Cron. 13), y Dios le dio la
victoria por amor a David. La victoria fue puramente militar; no hubo avivamiento
espiritual en la nación.
C. Asa (15:9–24).
Lea
2 Crónicas 14–16. Asa fue un rey bueno, un cambio bien recibido después de años
de reyes malvados. Trató de quitar los pecados establecidos por Roboam (14:24).
Bajo su liderazgo hay un breve período de reposo y avivamiento.
Incluso
depuso a su madre debido a que adoraba ídolos (2 Cron. 15:16). Triste como
suena, su reino no acabó tan bien como empezó, porque confió en los hombres
para su protección y fracasó al no confiar en el Señor. Usó la riqueza del
templo para contratar a Siria para que luchara por él; y esta alianza impía le
costó mucho personalmente.
D. Josafat (15:24).
Véanse
también 22:41–50 y 2 Crónicas 17:1–21:3. El escritor aquí no da la historia de
este rey bueno, el cual purgó la idolatría y procuró enseñar al pueblo la
Palabra de Dios. Dios le dio muchas victorias, porque «de todo su corazón buscó a Jehová» (2
Cron. 22:9).
III.
Decadencia De Israel (1 R. 15:25–16:34):
Aquí
se mencionan a seis reyes, empezando con Nadab y terminando con Acab, y todos
fueron malos:
· Nadab mantuvo la
perversa idolatría de su padre;
· Baasa lo asesinó
durante una de las batallas contra los filisteos. Baasa reinó veinticuatro años
y cumplió la profecía de 14:14–15 de que toda la descendencia de Jeroboam sería
destruida. No obstante, Jehú el profeta vino con un mensaje para Baasa
prediciendo la destrucción de la casa de Baasa.
· Su hijo Ela reinó menos de dos años y lo mató
Zimri, uno de sus capitanes, mientras el rey estaba ebrio.
· Zimri guió a la
nación sólo una semana (16:15), pero durante ese tiempo exterminó a la familia
de Baasa y cumplió la profecía de Jehú (16:1–4).
· El
ejército se rebeló y nombró a Omri como el nuevo rey. Omri marchó contra
Zimri, quien le prendió fuego al palacio y se suicidó pereciendo en el
incendio. Omri reinó doce años (después de
sofocar una pequeña revuelta del pueblo) y llevó al pueblo a mayores
pecados.
· Su hijo Acab se
casó con Jezabel
y esto trajo oficialmente la adoración de Baal al reino. Lo único de Omri que
le da fama es el establecimiento de Samaria como la capital del reino del
norte. A su muerte su hijo Acab subió al trono y bajo su liderazgo las tribus cayeron
aún más en la idolatría y el pecado.
Usted
notará que cuando la nación se hundía en la idolatría
era que Dios llamaba a sus profetas a predicarle al pueblo. En el capítulo 13
ya hemos encontrado a un profeta anónimo, y más tarde encontraremos a Elías y Eliseo.
Por supuesto, Jehú
y Ahías deben mencionarse también. Cuando
el pueblo de Dios peca, sólo la Palabra de Dios proclamada por los siervos de
Dios es capaz de llamarlo a volverse y salvarlo.
«La justicia engrandece a la nación, más el pecado es afrenta
de las naciones» (Prov. 14:34):
Ø Cuando reyes piadosos
reinaban, Dios bendecía a su pueblo;
Ø Cuando hombres impíos reinaban, Dios enviaba juicio y
derrota.
Qué
trágico es ver a esta gran nación, llamada por el Señor, declinando ahora en
las cosas espirituales y alejándose de la verdad.
Sí,
a menudo tenían prosperidad material, pero esto no era señal de que Dios se
complacía en sus obras. A decir verdad, la codicia de las cosas materiales con
frecuencia alejó al pueblo más de Dios. La mejor manera de edificar una nación
piadosa es tener ciudadanos piadosos en iglesias piadosas (1 Tim. 2:1–6).
Estudios para el
Domingo.
Lea Su Biblia, Lea Su Biblia, Lea Su
Biblia.
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