Capítulo VI (1)
SUDAMERICANIZACIÓN DE UN CRISTO ESPAÑOL:
Pastor: Carlos Ramírez Jiménez:
Nuestro interés ha sido hasta aquí psicológico e histórico. El primer capítulo
era un estudio del alma ibérica según se
ha expresado en la vida de España y Sudamérica. Los cuatro capítulos siguientes
fueron un repaso del curso que el catolicismo ha seguido en Sudamérica desde la
Conquista a nuestros días. Ensayamos ahora una interpretación del catolicismo
español como sistema religioso, en especial referente a su naturalización en el
continente sudamericano.
6.1. El Rey Andino En Belén:
“He
poseído otro (crucifijo*) de plata,
proveniente del Alto Perú, labor de algún oribe colonial, y el crucifijo es un
indio con tres pelos en la comisura de los labios por única barba. Tenemos un Cristo indio, y estoy me consuela, ya que en
los tres Magos que adoraron a Jesús en Belén, sólo figuran las razas de los
continentes conocidos entonces, Faltaba en ese cortejo el rey cobrizo, el Inca
de América. Quince siglos más tarde llegó a Belén el hombre americano”1).
___________
*) Crucifijo.
(Del lat. crucifixus, crucificado). m. Efigie o imagen de Cristo crucificado.
(Microsoft® Encarta® 2008).
De esta
simbólica manera expresa un escritor sudamericano contemporáneo el hecho
histórico de que en el siglo dieciséis el continente sudamericano vino a formar
parte de la cristiandad. Como quiera que se haya logrado esa incorporación, si
por violencia o convencimiento, por conveniencia o convicción, o por una mezcla
de una y otra cosa, el hecho es que la raza de que el Inca Atahualpa y el
araucano Caupolicán son representantes históricos, fue admitido por el bautismo
en el seno de la Iglesia Católica Romana.
El rey cobrizo vino a Belén, pero parece que, a diferencia de los
tres visitantes del oriente, quien más le impresionó fue la Virgen Madre. Al menos, adoptó “al niño y a su
madre”, y los adapto a su gusto pagano primitivo. La trinidad
sudamericana es probablemente la más original que existe. Ricardo Rojas, el
distinguido autor acabado de citar la describe en el mismo libro. Posee una
imagen de la Trinidad que en un tiempo perteneció a una capilla colonial:
“El
Jehová de los Tiempos en un Cristo; la Paloma del Espíritu es un Cristo; el
Cristo que los refunde es una sola figura es un criollo de tipo español y la
Virgen a quien coronan las Tres Personas Divinas con gesto simultáneos y simétrico,
es una linda cholita peruana, de faz trigueña, de pómulos salientes, de negro
cabello lacio”2). Concuerda
con esta apoteosis de la Virgen una inscripción que puede leerse en el dintel
de una vieja iglesia colonial de Cuzco, la antigua capital de los Incas:
“Venid a María todos los que estéis cargados y
sobrecargados y ella os hará descansar”.
Una Virgen, suntuosamente
ataviada, la Virgen de la Merced, en
cuyas manos puso, hace algunos años, el Presidente Leguía (Perú), un cetro de oro, es la
patrona del ejército peruano, y en consecuencia, de los destinos de la nación.
En lo alto del San Cristóbal, la empinada eminencia que domina la ciudad de Santiago de Chile, se levanta el más
notable monumento del país, una gigantesca estatua de la Virgen, cuya corona,
rematada de luces, lanza por las noches sus destellos sobre la ciudad.
En Argentina, la Virgen
de Lujan recibe el homenaje popular como patrona de la gran
república. En diciembre de 1931 se celebró en México
el cuarto centenario de la milagrosa aparición de la Virgen
de Guadalupe.
Pero, por
mucha sombra que e hicieron su Santa Madre también Cristo vino a América. Desde Belén y el Calvario, pasó por África y
España en su largo viaje al occidente hasta las pampas y las cordilleras. Pero ¿fue realmente
El quien vino, o fue otra figura religiosa que portaba el mismo nombre y
algunas de sus marcas? Pienso a veces que el Cristo, de paso al
occidente, fue
encarcelado en España, mientras otro que tomó su nombre se embarcó
con los cruzados españoles hacia el Nuevo Mundo, un Cristo que no nació en
Belén sino en Norafricana:
“Este Cristo se naturalizó en las colonias ibérica de
América, mientras el Hijo y Señor de María ha sido poco más que un extraño y peregrinó en
esas tierras desde los tiempos de Colón hasta el presente”.
6.2. La Religión De Un Cristo
Español Que Nació En Tánger:
“El Cristo español –me ha dicho
muchas veces Guerra Junqueiro- nació en Tánger”, escribe don Miguel de Unamuno.3)
En cuanto al parentesco del
cristianismo español, que estas famosas palabras surgieron, el escritor español
está en el más completo acuerdo con su colega el literato portugués. Y hasta
Unamuno va más lejos, pues identifica la fe popular del musulmán africano y el
católico español. En un artículo escrito en 1909 para la revista The English
Woman (La mujer inglesa), refiere la conversación que
tuvo una vez con un jesuita y que es extraordinariamente sugestiva. “Un día –escribe- un jesuita me dijo que es imposible convertir moros y musulmanes. Y yo
le conteste:
“¿Cómo
puede usted esperar convertirlos cuando ya están convertidos? La religión
popular que vive es igual a la nuestra. Nuestros campesinos creen en Dios y la
inmortalidad del alma, en un cielo en que continuaran su vida terrenal salvo
que ahí ya no estarán en la miseria, y en que habrá ferias y peregrinaciones.
Todo cuanto ya más allá de este sencillo credo, y lo admiten simplemente como
adorno. Y la sustancia de esta fe es la misma que la de los moros. Nada tiene
valor para nosotros excepto las doctrinas por las que vivimos; y nuestro pueblo
no vive por otra doctrina que ésa. Todo ese negocio del Filioque,
y aun de
la Trinidad, no son para el español otras cosa que Teología, ciencia, es decir,
ironía y escepticismo, un artificio ético para auxilio de su economía mental.
Sus demandas estéticas quedan satisfechas con la tragedia de la Pasión, que
transverbera su alma por ser tragedia. ‘Y
esta tragedia fortalece su fe en la inmortalidad, la cual es una fe que tiene
un fundamento trágico’ ”.4)
Tragedia e inmoralidad. El
sentido de la tragedia y una pasión de inmoralidad son todavía la trama y urdimbre
de la religión popular española, como la eran cuando se descubrió América,
salvo tal vez, que durante los siglos intermedios ese sentido de lo trágico se
ha profundizado. Tales sentimientos han influidos hondamente en el concepto
español de Cristo, y al mismo tiempo, en muchos de los puntos de vista
característicos del catolicismo español.
Aparte de
ellos no pueden entenderse ni evaluarse el Cristo español y la religión que en Él
tiene su centro.
Cristo se nos presenta como la Víctima trágica. Su imagen pertenece a un tipo clásico de figuras angustiosas en el arte
religioso de España. ¡Con cuánto
realismo describe Oloveira Martins
las horrendas obras maestras del arte de Zurbarán, Herrera e Ibera! “Monjes escuálidos visiones pavorosas, Prometeos
dilacerados, monstruos humanos, torturados por violencia y dolores, extendidos
sobre telas oscuras, sobre fondos negros, con espacios rasgados por claridades
ofuscantes”.5)
Pero más
trágicas que todo lo demás son las figuras de Cristo. Imágenes lastimadas,
lívidas, exangües y escurrientes sangre, Cristo retorcidos que lucha con la
muerte, Cristo yacente que han sucumbido a ella: por toda la Península se hallan esos
Cristos
tangerinos quintaesencia de una tragedia que no acaba nunca.
Unamuno*) ha descrito uno de éstos,
que encontró en la Iglesia de la Cruz en Palencia. En el Cristo Crucificado de
Velásquez, se representa a Jesús moribundo, pero en el Cristo yacente de
Palencia, acunado en los brazos de monjas franciscanas, está para siempre muerto.
Se ha hecho la encarnación de la muerte misma. La única luz que ilumina su
espantosa palidez desciende de una lámpara que arde ante la Virgen Madre, esa
Virgen Madre “toda
cielo y toda vida”. Y Unamuno añade con tono melancólico:
“Este
Cristo, inmortal como la muerte no resucita; ¿para qué?, no espera sino la muerte
misma. De su boca entreabierta, negra como el misterio indescifrable, fluye
hacia la nada a la que nunca llega, al
desenvolvimiento. Porque este Cristo de mi tierra es tierra”.
“Este Cristo
cadáver que como tal no piensa, libre está del dolor del pensamiento, de la
congoja atroz que allá en la huerta de olivar al Otro –con el alma colmada de tristeza-
le hizo pedir al Pedro que le ahorrara el cáliz de la pena…”.
“No es este
Cristo el Verbo que se encarnara en carne vividera; este Cristo es la Gana la
real Gana, que se ha enterrado en tierra; la pura voluntad que se destruye
muriendo en la materia…”.
“Este Cristo
español que no ha vivido, negro como el mantillo de la tierra, yace cual la
llanura, horizontal, tendido sin alma y sin esperanza, con los ojos cerrados caer
al cielo…”.
“Y las
pobres franciscanas del convento en que la Virgen Madre fue tornera –la Virgen toda
cielo y toda vida sin pasar por la muerte al cielo vuelta- cunan la
muerte del terrible Cristo que no despertará sobre la tierra, porque él, el
Cristo de mi tierra, es sólo tierra, tierra, tierra… carne que no palpita, tierra, tierra, tierra, tierra… cuajarones de sangre que no fluye,
tierra, tierra, tierra, tierra…
“¡Y
Tú, Cristo del Cielo, redímenos del Cristo de la tierra!”*
___________
*) Miguel de Unamuno: 2. Obra
literaria:
Cultivó
todos los géneros literarios: fue poeta, novelista, autor teatral y crítico
literario. Su narrativa comienza con Paz en la guerra (1897), donde desarrolla
la “intrahistoria” galdosiana, y continúa con Niebla (1914) —que llamó nivola,
en un intento de renovar las técnicas narrativas—, La tía Tula, y San Manuel Bueno,
mártir (ambas de 1933).
Entre
su obra poética destaca El Cristo de Velázquez (1920),
mientras que su teatro ha tenido menos éxito, pues la densidad de ideas no va
acompañada de la necesaria fluidez escénica; en este terreno destacan Raquel
encadenada (1921), Medea (1933) o El hermano Juan (estrenada en 1954). (Microsoft
® Encarta ® 2008).
* “El
Cristo Yacente de Santa Clara de Palencia”, en Andanzas y Visiones Españolas.
Culto a la muerte:
En religión
española, Cristo ha sido el centro de un culto de la muerte. Pero, de modo
bastante paradójico, fue la pasión por la vida e inmortalidad carnales lo que
creó este interés en la muerte. El Cristo muerto es una víctima expiatoria. Los
detalles de su vida terrenal hacen muy poco al caso y se tiene relativamente
poco interés en ellos. Se le considera como un ser puramente sobrenatural, cuya
humanidad, siendo sólo aparente, tiene muy poco que ver en materia de ética con
la nuestra. Este Cristo Docetistas murió como víctima del odio humano, y con el
fin de otorgar inmortalidad, es decir, la continuación de la presente y carnal
existente.
Santa Teresa de Jesús: Teresa de Jesús
(1515-1582), monja carmelita, escribió El libro de mi vida por imposición
de su confesor. Por lo tanto no se trata ni de un diario personal ni de
una autobiografía voluntaria; es un texto escrito sabiendo que alguien lo
va a leer y analizar buscando la causa y razón de los arrebatos místicos
que la santa decía pasar. En este fragmento, leído por una actriz, Teresa
de Ávila cuenta de una manera ingenua y chispeante lo que de niña entendía
que pudiera ser el martirio. Microsoft ® Encarta ® 2008.
|
Santa Teresa:
La pasión
religiosa española por la vida no se propone, sin embargo, la vida en el
sentido cualitativo de San Juan; pues ha sido un ansia no de generación sino de
inmortalidad, de “una
inmortalidad total en su sentido más vil y más sublime”. Su terror
supremo no ha sido el pecado sino la muerte. La preocupación soberana de no
morir es la fuente principal de la religión histórica de España. ¡De cuán
impresionante manera nos topamos con ella en la experiencia religiosa de la
Península y cómo imparte color a toda su vida y sus dogmas! Se
refiere que cuando Santa
Teresa era una pequeña de siete años, ella y su hermano, que
tenía más o menos a misma edad, escaparon un día de su casa para ir a buscar el
martirio a manos de los moros.
El objeto
de Teresa, como nos lo dice ella misma en su autobiografía era conquistar la
vida inmortal en la forma más segura y sencilla. Años más tarde, cuando hubo trascendido la
fe popular, dio expresión a la misma pasión en una de las frases más notables
de la literatura religiosa: “Muero porque no
muero”. Muerte era para ella, en otras palabras, no poder morir para
así entra en la vida inmortal. Moría por morir.
Esa misma pasión hace del
español un kantiano en su apologética de la existencia de Dios. Para Kant debe
de haber un Dios que garantice que la buena voluntad alcanzará la felicidad. “Si no hay otra vida, si nos morimos por completo,
¿para qué había de haber Dios?”, decía
una vez un rústico español. Dudar de la Salvación entendida como una vida feliz
después de la muerte, tan mala como hubiera sido la vida vivida en la tierra,
es pecado mortal.
En el
famoso drama de Tirso de Molina, “El Condenado por Desconfiado”, Pablo el ermitaño
se va irremisiblemente al infierno por haber dudado de su salvación, mientras
Enrico, el bribón y asesino, teniendo una ingenua confianza en que Dios, en su
misericordia, pasará por alto sus ofensas –que el protagonista confiesa muy de mal grado y sólo para
complacer a un viejo sacerdote- se va al paraíso. Unamuno
se refiere a un caso semejante que ocurre en un poema del catalán Juan de
Maragall. El bandido Suralonga
está a punto de morir. Después de un penoso y forzado arrepentimiento en
presencia de la muerte, le pide al verdugo que no le corte la cabeza hasta que
él haya llegado, repitiendo el credo, a las palabras: “Creo en la resurrección del cuerpo”.
Tal actitud
religiosa tendió, naturalmente, a producir un tipo de fe completamente privada
de contenido así intelectual como ético. La base de la certeza de la
inmortalidad no era, en último análisis, la creencia en una revelación divina
ni en el dogma de la expiación, sino la fe ciega en la autoridad e
infalibilidad de la Iglesia que la enseñaba. La fe religiosa popular ha
pertenecido siempre en España a esa especie particular que los propios
españoles llaman “la fe del
carbonero”, y cuya fórmula se puede encontrar en anécdotas como la
siguiente. Preguntaron
cierta vez a un rústico español: “¿Qué es lo qué
crees?”. Y respondió: -Yo creo lo que
cree la Iglesia- ¿Y qué cree la
Iglesia = La iglesia cree lo que creo yo? La mente
española no es filosófica por naturaleza ni toleraría la
conciencia española que un Aquino le racionalice su fe. ¡Con decir que se ha considerado que el
pecado contra el Espíritu Santo es pensar por cuenta propia! “Ya se ha oído aquí, en nuestra España –dice Unamuno-
que ser liberal, esto es, hereje, es peor que ser
asesino, ladrón o adúltero. El pecado más grave es no obedecer a la Iglesia,
cuya infalibilidad nos defiende de la razón”.6)
Aun los
grandes místicos, cuya religión era completamente distinta de la popular y
oficial del país, se cuidaron de decir en sus escritos que sometían sus
opiniones y experiencias al juicio superior de la Iglesia. “No me lo preguntéis a mí –dijo una vez Santa Teresa- que soy mujer ignorante. Doctores tiene la Iglesia que sabrán cómo
responder”.
Siendo tal
el caso, era inevitable que no permitiéndose coyuntura para la apologética o el
juicio privado, el ritual asumiese una exagerada importancia, convirtiéndose en
una suerte de magia. El católico español no sólo aceptó la doctrina de la transubstanciación*), sino que para él la
hostia se convirtió en el “Pan de la inmortalidad”. Participan de ella no
para hacerse mejor alimentándose de Cristo, sino la comía como si fuera receta mágica,
prescrita por sus consejeros espirituales, para vivir eternamente. Pizarro, Almagro y
el fraile Luque participaron en Panamá
de la misma oblea consagrada, para sellar su pecto y asegurarse fuerza para la
empresa. En otras palabras, se hace uso, para fines privados, de Cristo en la Eucaristía**). Se le toma por el rigor
mortal y la vida inmortal que puede dar, pero no como Señor de la Vida a cuya
influencia el alma se somete.
El
sacramento aumenta la vida sin transformarla. Lo ético se halla ausente y la
magia ritualista usurpa su lugar.
Hablando de
la extremada tendencia ritual de la religión española, Havelock Ellis hace
notar, muy veraz y sugestivamente, que “extraña una fe
en la exterioridad que equivale casi al fetichismo”.
___________
*) Transubstanciación. (Del
lat. eclesiástico transubstantiatĭo, -ōnis). f. transustanciación..transustanciación.
f. Conversión de las sustancias del pan y del vino en el cuerpo y sangre de
Jesucristo. (Microsoft® Encarta® 2008)
**) Eucaristía.
(Del lat. eucharistĭa, y este del gr. εὐχαριστία, acción de
gracias). f. Rel. En la Iglesia católica, sacramento instituido por Jesucristo,
mediante el cual, por las palabras que el sacerdote pronuncia, se
transustancian el pan y el vino en el cuerpo y la sangre de Cristo. || 2. Rel.
misa (ǁ celebración de la
eucaristía).
Devoción de la Cruz:
Cristo yacente: Gregorio Fernández fue el escultor español más
representativo del realismo castellano y el creador de la escuela
vallisoletana. Su Cristo yacente (1614, convento de los Capuchinos, El
Pardo, Madrid), que forma parte de un paso procesional, muestra el
patetismo y sufrimiento característico de sus figuras. (Microsoft ® Encarta ® 2008).
|
Hablando en
términos filosóficos, el catolicismo español ha pasado directamente de la
estética a la religión, salvando de un salto la ética. El Cristo tangerino, y
la religión que se formó en derredor de él, tienen valores estéticos y
religiosos, pero carecen ambos de ética. Quién haya visitado Sevilla durante la
Semana Santa jamás olvidará la escena de dolor que tiene lugar en la catedral
al mediar la noche del viernes de La Pascua.
¡Regadas por toda la inmensa nave, al través de la
cual tiende lúgubre sombra el enorme velo oscuro que cubre el Altar Mayor, las
mujeres plañen y gimen durante la noche entera. Pero una voz que el repique de
las campanas anuncia al día siguiente que Cristo ha resucitado, el populacho se
levanta con El de su semana de lamentación… para asistir a la primera corrida
de toros de la temporada! La falta de una ética es lo que constituye
el problema de la religión española, igual que la religión trasplantada al
Nuevo Mundo por la última Cruzada.
Careciendo de conexión
necesaria sea con la buena razón o con a buena conducta, esa religión se ha
propagado mejor provocado el miedo. “El sermón que lleva fruto –dice
el padre Vieyra, predicador del siglo dieciséis- es el que produce dolor, cuando el oyente tiembla cuando sale del sermón
confundido y sin habla”. Para suscitar “la fe
del carbonero”. Y salvar un alma de la muerte, puede en ocasiones
hacerse necesario amenazar el cuerpo con el sufrimiento y la muerte, y hasta
cortar de una buena vez el hilo dorado de la vida terrestre. Así pues, el potro
de tormento, como alguien ha dicho, “se convirtió en arma mística en manos de Torquemada”
y la Inquisición pudo considerarse como un medio de
gracia:
· Un Cristo a quien se conoce en vida como un niño y en la muerte como un
cadáver, cuya infancia desvalida y trágica dado preside
la Virgen Madre;
· Un Cristo que se hizo hombre en interés de la escatología y cuya realidad
permanente reside en una obra mágica que dispensa inmortalidad;
· Una Virgen Madre que por no haber gustado la muerte, se convirtió en la Reina de la
Vida: ¡tal el Cristo y tal la Virgen que vinieron a América¡
El cómo Señor de la Muerte y de la vida por venir;
· Ella como la Señora Soberana de la vida presente.
6.3. Cristóforos En El Mundo De Colón:
Cristo vino
a América, Según hemos visto ya, Colón
consideraba que su propio nombre encerraba una profecía de la misión capital de
su vida: portar a Cristo y llevarlo al Nuevo Mundo.
Hemos
pasado revista ya a algunos de los “Cristóforos” primitivos que siguieron al gran
genovés; conquistador con una cruz en sus banderas; monjes guerreros como
Valverde; en encomenderos, los terratenientes evangelistas; el Anti
conquistador, Las Casas que “compró a Cristo” ha llevado precio forjadores
de un imperio teocrático, tales como los jesuitas que fueron al Paraguay. Al
lado de éstos vinieron de España y Portugal, o nacieron en la propia
Sudamérica, otra mies cuyos nombres se han olvidado, sacerdotes, frailes o
monjas que fueron “Cristóforos” de profesión. Para poder estimar la
significación religiosa de la vida y enseñanzas es estos “Cristóforos” profesionales, debemos
considerarlos desde tres ángulos distintos:
·
Su personalidad,
·
Sus métodos de instrucción
religiosa, y
·
La imagen
concreta de Cristo que presentaron a sus convertidos y catecúmenos.
(1)Personalidad:
Muchos de
los sacerdotes, frailes y monjas católicas que vinieron a Sudamérica de los
países maternos, así como muchos otros nacidos en las tierras nuevas, eran
almas puras y son consagradas que vivían en estricto acuerdo con su conciencia
y su visión de Cristo. Las Casas y Anchieta no estaban solos. Para mencionar
sólo a los nacidos en el Nuevo Mundo, tenemos tipos religiosos criollos como Santa Rosa de
Lima, con quien habiendo venido en causal contacto el caballero
español Don Ramiro, héroe de la famosa novela sudamericana La Gloria de Don Ramiro,
del argentino Enrique Larreta, se convirtió de libertino en monje ascético.
Otro de la misma calidad que Santa Rosa fue el fraile peruano Martín de Porres.
“Hubo en la época colonial –dice el doctor José Gálvez- un criollo muy
interesante en la persona del beato fray Martín
de Porres, en quien se encuentra un profundo sentimiento de caridad y amor que se
hace extensivo a todos los seres, aun a los animales, y en quien brilla una
benigna actitud franciscana hacia la vida; pero él es único”.8)
Vivía en
Argentina, allá por los comienzos del periodo republicano, un verdadero santo
en la persona del padre Esquiú, obispo de Córdoba. Además de hombre culto y
gran orador, Esquiú era un ideal pastor de almas, tan humilde y recatado que,
habiendo sabido de su nombramiento al arzobispado de Buenos Aires huyó a
Bolivia para no asumir tal oficio. Uno de sus compatriotas más distinguido le
ha llamado “el
hombre más parecido a los santos que ha nacido en suelo argentino”.
Y sin embargo, aun el piadoso Esquiú era más ascético que místico.
El crítico
literario peruano, José
de la Riva Agüero, ha hecho observar que el periodo colonial no
produjo figuras de escritorios verdaderamente místicos, sino simplemente
ascéticos. Otro hecho indubitable es que la producción literaria del
catolicismo sudamericano ha sido infinitésimamente pequeña. Es extraordinario,
pero no menos cierto, que los “portadores de Cristo” tradicionales en estos
países han producido, desde los tiempos de la Conquista (invasión) hasta hoy, ningún
libro realmente grande y original sobre el cristianismo. Por otra parte, un muy
gran número de los “Cristóforos”
profesionales de estas tierras –según opinión sudamericana- la mayoría, lejos de
haber vivido a Cristo lo han negado con su manera de vivir, Difícil es exagerar
las condiciones morales que han prevalecido en las filas del sacerdocio
sudamericano.
Hasta
tiempos recientes, la castidad era entre el clero, no regla, sino la excepción.
Una novela bien conocida de
una autora peruana, escrita hacia fines del siglo pasado, e intitulada Aves sin
Nido, describe las cosas tal como han sido, y en muy gran medida, tal como son
todavía a ese respecto. Dos jóvenes se
enamoraron.
En víspera de su casamiento
descubren, horrorizados, que ambos son hijos del mismo obispo. La madre de la
novia es la esposa de un pobre indio; la del enamorado, esposa del magnate
local de una aldea. Un sacerdote, Pascual, que desempeñó un papel principal
en la novela, hace el siguiente comentario: “Infeliz
del hombre a quien se arroja al desierto del sacerdocio sin el sostén de la
vida de familia”.9)
Cuando la noble pareja que
adoptó a Marcelo, la desdichada heroína de la historia, pasa por Arequipa,
capital del sur del Perú, en camino a la costa, Doña Lucia dice a su esposo Don
Fernando: “Me han dejado atónita dos cosas en
este pueblo, el número de frailes que andan por las calles, y (con suspiro desde el fondo de su corazón) y el número
sorprendente de huérfanos en la Casa de los Expositores. ¡Ho, Fernando! Sé que
en las clases bajas, una mujer no arroja así a los pedazos de su alma… Que Dios me perdone el mal pensamiento, pero esta idea
mal ha sugerido el más triste de los pensamientos, al recordar, sin querer, el
secreto de Marcela”.
Quienquiera que esté
íntimamente familiarizado con la vida sudamericana sabe cuán común es que los
católicos piadosos hagan una bien clara distinción entre el sacerdote como
hombre y como funcionario religioso. Muchos le oirán tranquilamente
decir misa pero ni por la mente les pasará la idea de invitarlo a su casa.
(2)Método:
Con respecto al método pedagógico empleando por el “Cristóforo” sudamericano, hallamos que
se distingue por el “Cristóforo”
sudamericano hallamos que se distingue por dos características principales:
· Es catequético, y Sensual.
La religión se ha presentado
al entendimiento por medio de definiciones y fámulas cristalizadas, y a los
sentimientos bajo la forma seductora de las ceremonias.
1- Catequético: Luis de Zulueta, uno de los pedagogos y hombres de letras más distinguido
de la España contemporánea, nos ofrece una descripción admirable del método de catecismo empleado por la
educación religiosa impartida por los mentores sacerdotes españoles e hispanoamericanos.
Zulueta introduce su descripción de este método, según se usa dentro del gremio
del catolicismo, con una anécdota de la educación religiosa del famoso escritor
alemán Novalis. Se
trata de una anécdota tan pintoresca y simbólica que no podemos resistir a la
tentación de citarla íntegra: “Cuenta Tieck que yendo de visita a casa del
padre de Novalis, cuando éste todavía
niño, llegó una vez en ocasión en que se oía al viejo señor de Hardenberg gritar y reñir de manera
inconveniente en una habitación contigua… -¿Qué pasa? –preguntó
sorprendido. –Nada- le contestó el criado tranquilamente-; el señor está
dando a su hijo la clase de Religión”.
Y añade: “Todos hemos escuchado
alguna vez el canturreo machacón de un grupo de niños que recitan
automáticamente páginas y más páginas del catecismo de la doctrina cristiana (Católica). El mecanismo de
la memoria hace lamentables prodigios. Monótonamente van pasando series y
listas de palabras: diez mandamientos, luego otros cinco, siete sacramentos
catorce artículos otras catorce obras de misericordia, siete pecados, siete
virtudes, tres enemigos del alma, tres virtudes, otras cuatro más, tres
potencias, cinco sentidos, siete dones, doce frutos ocho bienaventuranzas
cuatro postrimerías, nueve cosas por las que se perdona el pecado venial…
Además la sarta de preguntas y respuestas; cuántas
naturalezas hay en Cristo cuántas personas, cuántas entendimientos, cuántas voluntades,
cuántas memorias; lo del rayo del sol por el cristal; a esencia, la presencia
la potencia… Están dando los niños la clase de religión”.
Lo cual Zulueta añade esta observación: “El esfuerzo es grande;
grande la fatiga: no puede ya hacerse más para impedir el anhelo evangélico:
‘Dejad que los niños se acerquen a mí’ ”.10)
Huelga todo comentario cobre
este método de presentar la religión y a Cristo a la juventud. Las
consecuencias que ha producido son en sí mismas suficientes comentario. Quienes
han recibido su educación religiosa conforme a tal método se han dejado hundir
en el sopor de la “fe del carbonero” o han reaccionado radical y
trágicamente contra todo especie de religión. Es una consideración mayoría lo
que en Sudamérica ha seguido el segundo camino. Los anticlericales más violentos del continente han sido educados en
instituciones clericales.
2- Los grandes maestros del método sensual han sido los jesuitas. Los
seguidores de Loyola descubrieron que las ideas germinan cuando se ha rodeado
la imaginación de una atmósfera sensual, con lo que se entregaron, con el mayor
cuidado, a preparar el ambiente más propicio para moldear el pensamiento. Como
su principal, no era transformar la personalidad sino utilizarla para sus
propios fines, procedieron de lo externo a lo interno. Se esforzaron por
dominar y moldear la mente de los niños y de las gentes primitivas mediante la
sensualidad del arte y el aliciente de las recompensas, al paso que, valiéndose
de métodos políticos, procuraban convertir las sociedades enteras en vasallas
de su voluntad. Como digiera el eminente historiador y psicólogo portugués. Oliveira
Martins, pretendían:
“Conquistar el mundo para Dios no con
las armas del cielo, sino con las de la tierra; no con la plegaría y el
ejemplo, sino con la política y la maña”11).
Rubén Darío, a quien se considera
generalmente como el más grande poeta latinoamericano, se educó en un colegio
de jesuitas en Nicaragua. En su autobiografía nos hace un relato iluminador de su
experiencia como alumno:
“Entré
en lo que se llamaba la Congregación de Jesús, y usé en las ceremonias la cinta azul y la medalla de los
congregantes. Por aquel entonces hubo un grave escándalo. Los jesuitas ponían
en el altar mayor de la iglesia, en la fiesta de San Luis Gonzaga, un buzón, en
el cual podían echar sus cartas todos los que quisieran pedir algo o tener correspondencia
con San Luis y con la Virgen
Santísima. Sacaban las cartas y las quemaban
delante del público; pero se decía que no sin haberlas visto antes. Así eran
dueños de muchos secretos de familia, y aumentaban su influjo por estas y
otras. El Gobierno decretó su expulsión, no sin que antes hubiese yo asistido
con ellos a los ejercicios de San Ignacio de Loyola, ejercicios que me encontraban y que mí hubieran podido prolongarse infinitivamente,
por las sabrosas vituallas y el exquisito chocolate que los reverentes nos daban”12).
Dentro del ideal jesuita de la
educación, el amor a la verdad por la verdad misma desempeña poco o ningún
papel. Según el padre Miguel Mir, miembro finado de la Academia Española, y
probablemente el más eminente de quienes han abandonado la orden jesuita, la
intelectualidad jesuita se caracteriza por sus rasgos principales: “un cierto espíritu
de independencia y de contrariedad u oposición a toda manera de educación
extraña a ellos y en especial a la que establecida, formada y asentada por la
tradición” y segundo, “la ausencia, atenuación o falseamiento del espíritu
propiamente científica e inspirada por el puro amor a la verdad y por el deseo
desinteresado de buscarla, conocerla y declararla”13)
San Miguel Arcángel:
Con lo cual
coincide lo referido por Unamuno,
que se educó de joven en la escuela de San Luis Gonzaga,
en Bilbao. En una ocasión se llamó a un médico amigo suyo al Seminario de la
Compañía de Jesús, en Oña, a visitar a un novicio que se hallaba enfermo. En
una de las galerías de la parte privada del edificio, sus ojos se toparon con “un cuadro que
representaba a San Miguel Arcángel teniendo
a sus pies al demonio, a Satanás. Y Satanás, el ángel rebelde, tenía en la
mano… ¡un
microscopio! Un microscopio es el símbolo del hiperranálisis”.14)
Por lo que tocaba a los jefes de aquel establecimiento, el escudriñar demasiado
la naturaleza y significado de las cosas era asunto diabólico.
Véase capitulo VI (2)
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