Capítulo I
EL ALMA IBÉRICA:
Pastor: Carlos Ramírez Jiménez:
“El África empieza en los
Pirineos”. Esta
frase de un famoso escritor francés jamás ha sido rebatida seriamente por la
vecina suriana de Francia. Y hay distinguidos españoles contemporáneos que aún
se sienten ufanos de lo que esa frase implica. Al sur de la barrera de montañas
que separa la Península Ibérica del resto de Europa los panoramas
característicos son africanos. También los habitantes de esta región,
especialmente de la mayor y más importante parte de ella que se llama España,
pertenecen étnica y espiritualmente al continente africano más bien que al
europeo, casi de la misma manera que Rusia pertenece a Asia. Según muchos
antropólogos, el español es “el primogénito del antiguo africano del norte, que
ahora es considerado generalmente como progenitor del elemento principal y más
numeroso de la población de Europa”. 1)
El tejido de su alma que es la
expresión más perfecta que se ha dado en la historia de lo humanamente
primitivo y sin complicaciones, los hilos fundamentales no son célticos o
fenicios, romanos o godos sin iberos y por lo tanto africanos. Don Miguel de
Unamuno, el más español de los españoles, se gloriaba del parentesco de sus
antepasados vascos con los berberiscos o cabilas del Monte Atlas.
La invasión marisca a la que
siguieron ocho siglos de lucha defensiva en el curso de la cual se trasmitió al
defensor cristiano el alma islámica del invasor, hizo a España todavía más
africana, y así fue dos veces verdad que España fue el don del cinturón
marítimo de Norafricana a Europa. Esa fue la misma faja costera que en los
primeros siglos de la era cristiana dio a Europa las grandes figuras de San
Agustín y Tertuliano. Guardémonos de despreciar a África como madre de razas. “El Continente
Negro –dice el conde de Keyserling- posee más potencia creadora que cualquier
otro del mundo. Todo lo que tiene su origen en África, sigue siendo siempre
africano en mente y espíritu”2).
Al español se le ha llamado el eterno africano, y por su mediación se imprimió
para siempre en las pampas y sierra de la América Hispana el sello indeleble
del África.
¿Cuáles fueron las grandes características de ese gran pueblo
que convirtió la América del Sur en una proyección de Iberia?
1.1.
Intensa
Individualidad:
La
principal característica de la raza ibérica, ha sido la individualidad única
llana y primitiva. El verdadero ibero es la quintaesencia del hombre natural,
del hombre enamorado primero y ante de la vida. Es un humanista, pero el suyo
es un humanista suigeneris. “Soy de carne
soy de carne, no pintado”, escuchó una vez Unamuno decir a un
muchacho musitando, mientras pintaba figuras humanas en un mantel.3).
Y estas palabras expresan un sentimiento favorito del gran español que se
consideraba a sí mismo como la encarnación genuina de su raza. Palabras que son
símbolos de la verdad de que España es primaria y tenazmente de carne y de
tierra. Su más profundo aspiración es ser carne y vivir una existencia plena
concreta y carnal más bien que la vida
sublimada del espíritu.
Cataluña*),
Cataluña*),
Por ello es que el más humilde
campesino de la Península trata a sus superiores sociales con la mayor y menos
ceremoniosa naturalidad. No hay en su actitud nada de servil ni de rastrero.4)
Por eso es que no nos causa
sorpresa hallar que, históricamente, España ha sido madre, no de ideas, que
pertenecen al espíritu, sino de hombres, de hombres **orgullosos y ***sanguíneos.
Muchas de las obras maestras de Velásquez el más grandes de los pintores
españoles, son retratos de hombres, cada uno de los cuales ocupa por sí solo un
lienzo enorme. Las artes de la escultura y la arquitectura en que España ha
sobresalido tanto, son esencialmente artes masculinas. Aun la serafina Santa
Teresa escribía en una de sus cartas, que quería que sus monjas de su orden
fueran no mujeres, sino “hombres fuertes”, y bastante viriles para “espantar a los
hombres”.
___________
*) Catalunya / Cataluña,
comunidad autónoma española situada al noreste de la península Ibérica. Limita
por el norte con Francia, por el este con el mar Mediterráneo, por el sur con
la Comunidad Valenciana y por el oeste con Aragón. Su nombre, de origen desconocido,
aparece por primera vez citado en un poema escrito en latín: el Liber
Maiolichinus (siglo XII); no obstante, algunas teorías mantienen que el nombre
de Cataluña procede de castlá, término que designa al castellano o guardián de
un castillo. Por su extensión territorial (32.113 km²) ocupa el sexto lugar
entre las diecisiete comunidades autónomas españolas. La capital es la ciudad
de Barcelona. (Microsoft ® Encarta ® 2008).
**) Orgullo. (Del cat. orgull). m. Arrogancia,
vanidad, exceso de estimación propia, que a veces es disimulable por nacer de
causas nobles y virtuosas.
***) Sanguíneo, a. (Del lat. sanguinĕus). adj. De
sangre. || 2. Que contiene sangre o abunda en ella. || 3. Dicho de una persona:
De temperamento impulsivo. || 4. De color de sangre. || 5. Perteneciente o
relativo a la sangre. □ V. emisión ~, grupo ~, presión ~, riego ~. (Microsoft®
Encarta® 2008).
Entre los grandes hombres de la
España primitiva descuella Séneca el estoico, alma genuinamente castellana. Su
ideario, tal como lo condena Ángel Ganivet, penetrante estudioso del genio
peculiar de su raza, es la más admirable expresión del espíritu español
tradicional. “No
te dejes vencer –hace decir Ganivet a Séneca- por nada extraño a tu espíritu; piensa, en medio de los accidentes
de la vida, que tienes dentro de ti una fuerza madre, algo fuerte e
indestructible, como eje diamantino, alrededor del cual giran los hechos
mezquinos que forman la trama del diario vivir; y sean cuales fueren los
sucesos que sobre ti caigan, sean de los que llamamos prósperos, o de los que
llamamos adversidad, o de los que parecen envilecernos con su contacto,
mantente de tal modo firme y erguido, que al menos se puede decir de ti que
eres un hombre”5).
El supremo ideal de hombre en la
edad de oro de la historia española era el soldado. Hasta los sacerdotes,
frailes y monjas de ese período tenían el corazón y el talento de hombres sobre
las armas. Bien se ha llamado a los grandes místicos españoles “caballeros a lo
divino”. Este ideal militar, que es la forma más natural de expresar
una individualidad primitiva y enérgica, sirvió de instrumento a la altiva
voluntad de España y se convirtió en el celoso guardián de su honor. El país,
como lo hace notar Jorge Borrow6),
no es fanático por naturaleza. Pero es, en cambio, terrible y fatalmente
orgulloso, y siempre ha tenido en más su honor que su vida. No fue, sostiene
Borrow, un fanatismo nativo, sino su orgulloso sentido del honor, lo que en un
tiempo convirtió a España en carnicera religiosa y la hizo dilapidar su
preciosa sangre y sus riquezas en las guerras de Flandes. Como hija selecta y
privilegiada de la Roma Papal, se ha sentido obligada a demostrar que es digna
de tan gran distinción. “Muera yo, pero sálvese mi honor”, es un
significativo lema español.
La intensa individualidad del
carácter español forma una especie de universal primitivo. Es una unidad sin
diferencia, en la cual, como en la gran literatura que ha nacido de ella, no
hay medios tonos. Es un extremo o es otro. Todo es plena luz del sol o noche
sin estrellas, sin luces crepusculares. El español es incapaz de la ironía, ese
delicado matiz en que es maestro eximio el francés. Forja semidioses con la
alabanza y demonios con la execración. Por la misma ley de polaridad van
siempre juntos Don Quijote y Sancho Panza
por los caminos de la vida, y no es raro que el caminante español se convierta
alternadamente en uno y en otro.
Los más notables personajes que la
literatura y el arte españoles idealizan son españoles hasta la médula.
Compárense, por ejemplo: los personajes de Shakespeare con los de Calderón de la
Barca, el más genuinamente español los dramaturgos peninsulares, o a Madona de
Rafael con la Virgen de Murillo. El inglés Shakespeare crea figuras
humanos universales; el español Calderón, personajes en quienes se encarnan
rasgos puramente nacionales. El italiano Rafael pinta Madona tan idealmente
humanas que de ellas desparece por competo toda traza de raza o nacionalidad;
el español Murillo pinta Vírgenes con el rostro de hermosas doncellas
andaluzas.
Esta ingenua y constante afirmación
propia conduce inevitablemente al individualismo, e históricamente el carácter
español es la sublimación de esa cualidad. Se manifiesta, por principio de
cuentas, en un insaciable impulso de adquisición y en la falta de instinto
social. El hombre se convierte imperativamente en poseedor. La codicia del botín
desempeñó no pequeño papel en las campañas del Cid y del Duque de Alba, y por
supuesto, según veremos después, en la conquista del Nuevo Mundo. Pero si se
codiciaba las riquezas y las posesiones no era para acumularlas avaramente,
sino para despilfarrarlas con largueza.
No se ambicionaban como
instrumentos de trabajo sino como medio para emanciparse de la necesidad de trabajar,
es decir, como instrumento para obtener la libertad, una libertad anárquica y
caballeresca. Para un caballero español,
trabajar era vergüenza, mendigar no. “Crimen es nacer pobre” dice uno de los
personajes de Tirso de Molina. El mundialmente
famoso científico español, Ramón y Cajal, decía:
“El ideal de todo español es obtener una pensión, después de unos
cuantos años de trabajo, y, si es posible, aun antes de trabajar”.
Además, si se puede alcanzar la
independencia personal por la esplendidez del Estado o por un golpe de suerte a
la Lotería Nacional, ¿para qué
buscarla solamente por el trabajo?
La falta de instinto social del
español es otro de los fatales derivados de este individualismo extremo. Si el
instinto social significara únicamente el gusto de estar en compañía, de hacer
libre tertulia en la casa o en el café con los amigos, discutiendo los
problemas del universo, tendrá que considerarse al español como el ser más
sociable de la tierra. Pero en el momento en que la cálida espontaneidad de la
sociabilidad se convierte en las frías y rígidas limitaciones que imponen el
unirse en una empresa común, se hace sentir inmediatamente la presencia del
individualismo español. Esa repugnante innata a mantenerse junto por obligación
o por consentimiento mutuo sirve de base al problema del regionalismo español y
ha estorbado siempre el buen éxito de empresas colectivas dirigidas por
españoles.
Ningún principio racional, de
interés propio, ha logrado jamás superar ese innato individualismo de la
naturaleza española. Sólo una gran pasión ha logrado tal cosa; pasión por el
Estado o pasión por la Iglesia. Pero en ambos casos la manifestación de esta
pasión altruista ha exhibido una cualidad peculiarmente española en que
reaparece el viejo individualismo. Hablando del patriotismo de los españoles. Madariaga hace la siguiente observación:
“El español,
pues, siente el patriotismo como amor en forma de pasión que absorbe el objeto (la patria, la amada),
y lo asimila, es decir, lo hace suya. No pertenece a su país: es su país el que
le pertenece”7). La pasión
de los españoles por la Iglesia ofrece la misma característica. La Iglesia fue
absorbida y sus destinos se convirtieron en los de la nación española. El honor
exigía la conformidad con sus ritos y dogmas y la propagación de éstos por el
mundo entero. Pero ni aun a la Iglesia se le permitió conservar su identidad
personal en las profundidades del alma española ni el cristianismo logró
modificar la actitud española fundamental hacia la vida. En materia de hecho.
España se adueña de la Iglesia mucho más que ésta de España. Y la consecuencia
histórica de este hecho, como habrá de verse más tarde, fue la
descristianización del cristianismo en el mundo español.
Sin embargo, es en los místicos
españoles donde se ejemplifican con más perfección los rasgos distintivos del
individualismo español. En ellos descubrimos, como en ningunos otros representantes
de la raza, el alma de España. El misticismo español no es, como el
neoplatónico y el alemán, un misticismo de molde intelectual y metafísico, sino
un brote espontáneo y original, de índole naturalista, cuyo origen, se halla en
una pasión ética por la libertad interior. Tan estrecha es el ambiente, así
social como religioso, de la alma mística, y tan infinita su aspiración que se
crea en su interior una elevadísima tensión en la cual se vacía a sí mismo de
todo deseo, pensamiento y sentimiento.
Pasando
por una “noche
oscura” asciende a la cumbre del Carmelo espiritual, y sus sublimes
alturas contemplan, o, mejor dicho, posee a Dios. La pasión del místico
español, tal como se manifiesta, por ejemplo: en
San Juan de la Cruz el más clásico de sus tipos, no es perderse en Dios sino
apropiarse a Dios, poseerlo en el sentido más pleno y absoluto. Su
individualidad es tan vigorosa que quisiera absorber aun a la misma Deidad.
Como bien podría suponerse, este tipo tan único de misticismo no formó escuela.
Los místicos españoles son grades almas individuales y solitarias, cada una de
las cuales siente que “lleva dentro un rey”, al cual ha obligado a
descender a su corazón.
Aquí está divina unión
del amor que yo vivo
hace a Dios ser mi
cautivo
y libre mi corazón.
Tal
cantó Santa Teresa en una de su poesía más famosa. Y añade:
mas
causa en mí tal pasión
ver
a mi Dios prisionero
que
muero porque no muero.
Para
Dios y para ella, la muerte sería la afirmación de la suprema libertad.
El individualismo primitivo de la
raza ibérica ha constituido un factor determinante en la historia y vida de
Sudamérica. Con el correr del tiempo, la arrogancia española se transformó en “arrogancia
criolla”, forma extrema de egotismo –egolatría
podríamos llamarle- que el eminente sociólogo argentino Carlos
Octavio Bunge considera como uno de los tres rasgos principales de la
psicología sudamericana.8) Son sugestivas en extremo dos de las
pequeñas ilustraciones que Bunge ofrece de esta cualidad. Una está tomada de la
heráldica, la otra de la literatura sudamericana. La
divisa de la República de Chile es: “Por la
razón o por la fuerza”. Cuando el poeta José Hernández, autor de
Martín Fierro, la epopeya clásica de las pampas, hubo terminado su poema, hizo
pedazos su guitarra para que dedos ajenos no pudieran pulsar sus cuerdas y
continuar la narración de las hazañas de su gaucho.9)
Este pasaje es un eco evidente de
cosa semejante hecha por Cervantes. Al terminar la vida de Don Quijote, Cide
Hamete Benengeli cuelga la pluma en la espetera, donde habrá de permanecer por
siglos y siglos pues sólo él ha nacido para escribir la vida del gran manchego.
Sin embargo, esta arrogancia se ha
manifestado en formas mucho más en la vida sudamericana, apareciendo como un
irrefrenable deseo de obtener poder sobre los demás.
Un escritor
mexicano, refiriéndose a la pasión por conquistar puestos administrativos al
servicio del gobierno, acuñó la pintoresca designación de “canibalismo burocrático”. Esto
ha reducido al mínimo la capacidad de administración y engendrado un espíritu
aplanador de envidia. A nuestra América –dice el
escritor argentino Manuel Ugarte- le ha faltado la sagrada facultad
de poder admirar. En vez de nivelar en las crestas ha querido nivelar en los
valles, abatiendo toda superioridad individual. En un artículo intitulado “La Crueldad
Sudamericana”10) el
brillante escritor y político peruano, Haya de la Torre llama la atención a una
sombría consecuencia del mismo modo de ser.
Hace notar que en
el momento en que un hombre alcanza prominencia en cualquier esfera, es
asaltado cruelmente por celosos rivales con el prurito de aniquilarlo. Más
tarde, cuando la muerte lo ha hecho inofensivo, todo el mundo se suma a su
apoteosis. Fue un sociólogo alemán, añade Haya, muy familiarizado con
Sudamérica y a quien conoció en Berlín, quien le llamó la atención, de modo muy
enfático, a la verdad de ese hecho. “Ustedes (los sudamericanos) –e
decía este científico- no respetan nada en
los demás; sólo los muertos se salvan en la América Latina”. Según
este principio, explicaba él el exagerado culto a los muertos en el continente
del sur, la belleza de los cementerios, la falta de capacidad crítica para
estimar la obra de un hombre fallecido. “Mientras viven, la crueldad los destroza, y cuando mueren,
la superstición los respeta”.
La tendencia a no
reconocer jamás un error es una expresión más de esa característica. El honor y
el respeto propio parecen exigir que, una vez adoptada una posición, se aferre
uno a ella aun cuando se llegue al convencimiento de que es errónea. En esto
han de hallarse las raíces de muchas infortunadas divisiones en el seno de la
familia latinoamericana, y también uno de los factores que dificultan la
cooperación entre naciones hermanas y entre los diferentes grupos que forman la
misma nación. Este sentido peculiar de honor caballeresco se halla oculto en
los más primitivos hondones del alma ibérica. Dice Guillén de Castro en Las Mocedades del Cid:
Procure siempre acertarla
el honrado y principal,
pero si la acierta mal,
defenderla y no enmendarla.
1.2.
Predominio
De La Pasión:
Junto con esta
vigorosa, primitiva y casi salvaje afirmación de sí mismos, propia del carácter
ibérico, y que acabamos de analizar en sus varias facetas y resultados, aparece
el predomino de la pasión sobre la razón y la voluntad. Todas las conquistas de
la raza ibérica, así como todos los desastres que han sufrido, no han sido el
resultado de un sereno razonar, en que se haya calculado cuidadosamente la
correspondiente entre los medios y los fines, ni han sido consecuencias tampoco
de una tenaz perseverancia en un plan de
acción convenido de antemano como el mejor, sino han sido siempre el producto
de un impulso volcánico engendrado por la explosión repentina de un sentimiento
dominante. Don
Quijote, para un español, está sumamente lejos de ser un personaje cómico, pues
en las hazañas del caballero manchego ve expresado su propio íntimo ser y el de
su pueblo. La grandeza de ambos ha consistido siempre en las quijotadas, los
actos de lealtad ciega, temeraria e impremeditada a ideas que momentáneamente
se apoderan de ellos.
La presencia de la
pasión, en forma la más humana y romántica, se pone de manifiesto en la
influencia que sobre los grandes santos españoles ejercieron los ideales de la
caballería medieval. Raimundo Lulio era soldado y enamorado antes de
convertirse en santo y en el “caballero
andante de la filosofía”.
La lectura de
novelas de caballería andante y no las vidas de las santas era el principal
pasatiempo de Santa Teresa, cuando niña, y hasta fin de su vida jamás cesó de
ser una enamorada. El amor de Teresa por Cristo, su Divino Esposo, se hizo más
y más apasionado y romántico a medida que su edad avanzaba.
También Ignacio de
Loyola empezó su vida como soldado y enamorado. Gravemente herido en la batalla
de Pamplona, sintió deseos de distraer su aburrimiento, durante los primeros días de convalecencia, leyendo
sus romances favoritos. Mas, como sucediera que ninguno de ellos había a mano, le trajeron una Vida de
Cristo y la Flos Sanctorum, colección de
las vidas de los santos. Antes de curarse por completo, Loyola se convirtió.
Poco después, el ex soldado, ahora inválido, se dirigía cojeando a una capilla
de la Virgen en Montserrat. Al caer la noche, fue secretamente a la casa de un pobre, a quien obsequió con
las vestiduras que llevaba, y se vistió en lugar de ellas con un tosco hábito que para el
propósito había comprado. Cubierto con su nueva vestidura, se presentó ante el
altar de la Virgen.
El objeto de esta
visita, y lo que tuvo lugar en la capilla, lo describe el primer biógrafo de
Loyola, Rivadeneyra: “… como hubiese leído en sus libros de caballerías
que los caballeros noveles solían velar sus armas, por imitar él, como caballero
Noel de Cristo, con espiritual representación aquel hecho caballeroso, y velar
sus nuevas y al parecer pobres y flacas armas más en hecho de verdad muy ricas
y muy fuertes, que contra el enemigo de nuestra naturaleza se había vestido,
toda aquella noche, parte en pie y parte de rodillas, estuvo velando delante la
imagen de nuestra Señora, encomendándose de corazón a ella llorando amargamente
sus pecados y proponiendo la enmienda de la vida para adelante”11).
Un pueblo en quien
la pasión predomina, tiende inevitablemente a dar a sus ideales una expresión
personificada. Evidencia de este principio es el culto de la Virgen en el
cristianismo español. En ninguna parte como en España y sus antiguas colonias
ha ocupado la Virgen una posición religiosa tan central ni se ha proclamado con
tanta insistencia y defendido con tanto afán la doctrina de la Inmaculada
Concepción. La Virgen es el símbolo del innato sentido español de la juventud y
la pureza.
Esta es una de las más acertadas
precepciones de Ángel Ganivet al interpretar el alma de su pueblo. “Muchas veces –dice
Ganivet-, reflexionando sobre el apasionamiento con que en España ha sido
defendido y proclamado el dogma de la Concepción Inmaculada, se me ha ocurrido
pensar que… acaso ese dogma
era el símbolo. ¡Símbolo admirable! De nuestra
propia vida, en la que, tras larga y penosa labor de maternidad, venimos a
hallarnos a la vejes con el espíritu virgen… El dogma de la
Inmaculada Concepción se refiere, es cierto, al pecado original, pero al borrar
este último pecado da a entender la suma pureza y santidad… Preguntemos uno a uno a todos los españoles, y veremos que
la Virgen ideal cuyo símbolo en el arte son las Concepciones de Murillo. El
pueblo español ve en ese misterio, no sólo el de la concepción y el de la
virginidad, sino el misterio de toda la vida. Hay un dogma escrito inmutable, y
otro vivo, creado por el genio popular”12).
Debe añadirse, al
mismo tiempo, que el pueblo español pudo idealizar apasionadamente a la Virgen
y España debido, en último análisis, a su concepción esencialmente no ético del
pecado.
No hay nada en la
literatura española que corresponda a esa agonía de la conciencia que es tan
común rasgo en los autores rusos y anglosajones. El español teme la muerte, no el pecado. En su carencia inherente del
sentido del pecado lo que abrió el camino a la creación, de una figura
femenina*, sin pecado, a la cual acudió más tarde la conciencia religiosa
española en busca de seguridad personal en esta vida y en la otra.
___________
*)
Inmaculada Concepción, dogma
católico romano que mantiene que desde el primer instante de su creación el
alma de la Virgen María estuvo libre de pecado original; esta doctrina no debe
confundirse con la del parto virginal de María, que mantiene que Jesucristo
nació de una madre virgen. A pesar de divergentes opiniones eruditas, la Iglesia
católica apostólica romana ha favorecido la creencia en la Inmaculada
Concepción; una fiesta con ese nombre, cuya significación no está muy clara, ya
se celebraba en la Iglesia oriental desde el siglo V, y en la occidental desde
el VII. La oposición a la doctrina de la Inmaculada Concepción fue desarrollada
en el siglo XII por san Bernardo de Claraval y en el siglo XIII por el filósofo
santo Tomás de Aquino. Entre los que apoyaron la doctrina se encontraba el
teólogo escocés Duns Escoto. La polémica teológica sobre la Inmaculada
Concepción adquirió mayor impulso en el siglo XIX. En 1854 el Papa Pío IX
publicó un solemne decreto declarando que la Inmaculada Concepción era un dogma
esencial para la fe de la Iglesia universal. Con el título de Inmaculada Concepción
se invoca a la Virgen María como patrona de Estados Unidos, Brasil, Portugal y
Córcega. La festividad de la Inmaculada Concepción es el 8 de diciembre. (Microsoft
® Encarta ® 2008).
María asunto a los cielos: Terminado el curso de su vida terrena,
la Virgen María fue elevada en cuerpo y alma a los cielos. Allí no ha dejado de
ejercer esta función salvadora en bien de los hombres para nuestra salvación
eterna, y por ello es honrada en la Iglesia con los títulos de Abogada, Auxiliadora,
Socorro y Mediadora, sin quitar nada y sin añadir nada a la mediación única del
Redentor. d) pág. 62. Religión 5to Secundaria. NIHIL OBSTAT Censor: P. Frutos
Berzal. Vicario General de Yauyos. IMPRIMASE Monseñor: Luis Sánchez-Moreno Lira
Obispo Prelado de Yauyos. Edit.
Navarrete. Lima Perú.
En la esfera
secular la apasionada afirmación de la virginidad se ha manifestado en años
recientes en relación con los movimientos de la juventud en España y
Sudamérica. La juventud de las generaciones anteriores, dice un estudiante
español, José López Rey, se asociaba simple y solamente con lo que era
pintoresco, efímero y anecdótico. Quedaba reservado a la nueva generación
juvenil el afirmar el impulso esencialmente creador de la juventud. La juventud
actual, añade, refiriéndose a la de España, se encuentran muy lejos de la
mezcolanza multicolor e irresponsable que constituía la juventud de antaño.
Hemos sustituido la nota de color por medio de la cual se expresaba ésta, con
la pureza esencial de la escultura.
Hemos remplazado la anécdota
con el propósito. En vez de
sentirnos excursionistas en los dominios de la juventud, nos afirmamos como sus
ciudadanos. Y exclama luego. No sentimos la juventud como una luz que ilumina
solamente un movimiento de nuestra vida, sino como una fuerza que da forma a la
vida en su totalidad.13) Es decir la nueva generación de España
está resulta a ser apasionada y eternamente joven.
Uno de los
documentos más interesante y significativo en la historia de la cultura
sudamericana es el Manifiesto de los estudiantes de la vieja Universidad argentina, de Córdoba, que en
1918 dirigieron “a los Hombres Libres de
Sudamérica”, como señal de rebelión contra el régimen universitario
tradicional. Ese documento es un ultimátum genuino del alma ibérica, impregnado
de la tristeza la infinita aspiración y el romanticismo, y la pasión humana
característica de uno de los grandes pueblos en quienes esa alma encarnó en el
Nuevo Mundo. “Hombres de una república libre –dice este documento-, acabamos de romper la última
cadena que, en pleno siglo XX, nos ataba a la antigua dominación monárquica y
monástica… Córdoba se redime… Las resonancias del corazón nos lo advierten: estamos pisando sobre una revolución, estamos viviendo una
hora americana…. Las universidades han llegado a ser así de fiel
reflejo de estas sociedades decadentes, que se empeñan en ofrecer el triste
espectáculo de una inmovilidad senil… La juventud
vive siempre en trance de heroísmo. Es desinteresada, es pura.
No ha tenido tiempo aún de
contaminarse. No se equivoca
nunca en la elección de sus propios maestros. Ante los jóvenes no se hace
méritos adulando o comprando.
Hay que dejar que
ellos mismos elijan sus maestros y directores, seguros de que el acierto ha de
coronar sus determinaciones. En adelante sólo podrán ser maestros en la futura
república universitaria los verdaderos constructores de almas, los creadores de
verdad, de belleza y de bien”14).
A causa de este predominio de la
pasión en todos sus esfuerzos, los españoles se han comparado gloriosamente indiferentes
hacia muchas de las comodidades y amenidades de la llamada civilización. Los
españoles nacieron para expresar pasiones incandescentes, y en el momento en
que otro ideal suficientemente grande arde en sus almas, nuevamente se les
hallará, con toda su pasada potencia y esplendor, en todos los caminos de la
tierra.
Porque esa raza es eternamente virgen. Posee cualidades
que si bien no se adaptan en muchos respectos a la civilización sin alma de
nuestros días, podrán conquistarle un lugar prominente en la más espiritualidad
civilización del mañana. Por otra parte, también es decir que donde la pasión
no está inspirada por un noble ideal, el español se convierte en juguete de los
bajos apetitos y del placer. Se hace igualmente indiferente al transcurrir del
tiempo y a los imperativos del deber. Vive solamente para los impulsos
inferiores de la hora que pasa. La actitud española hacia la vida, en su nivel
más sólido, ha sido cristalizada por Unamuno como sigue: El
pan, y las corridas de toros, y mañana será otro día. Cuando podamos, saquemos
el mejor partido del mal año. Después de eso… ¡bah! Nada importa.
1.3.
Un Sentido
Abstracto De La Justicia Y Un Sentido Concreto De Hombre:
Una Tercera característica del alma
ibérica es su especial y peculiar sentido de la justicia. No es por mero accidente
que algunos de los más grandes jurisconsultos del siglo dieciséis hayan sido
españoles, y que sean ibero-americanos algunos de los más grandes de
la actualidad. En toda la historia ibérica predomina el sentido de la justicia
y el derecho sobre el sentimiento de ternura y de piedad. La acción humanitaria
ha sido determinada más por las demandas de la justicia que por los impulsos de
la simpatía. No debe permitirse que ningunas consideraciones de simple expediente
construyan el curso de la justicia. No importa los trastornos que puedan
hacerse necesarios, la justicia debe seguir su curso. A este orden de justicia
pertenecía lo que inspiraba los actos de Don Quijote. Su justicia era la
justicia anárquica impuesta a punta de lanza. Puso en libertad a los galeotes,
aunque después éstos lo apedrearon.
Vio entuertos donde no los había,
pero de todos modos los deshizo. “Una limosna por amor de Dios”, dice el mendigo
español. Y
se recibe algo añade: “Dios se lo pague”.
Sin embargo, y de modo bastante
paradójico, una vez que queda establecido el principio de justicia, dejase la
puerta abierta para la manifestación de la clemencia. Pero jamás es la misericordia la que
triunfa sobre la justicia: tal victoria sólo la alcanza la amistad. Y así
sucede que lo que jamás se podría obtener en nombre del derecho, o aun apelando
a la misericordia, se puede generalmente lograr en el terreno de la amistad o
mediante los buenos oficios de un amigo. Hagan lo que hagan la ley o la justicia,
un amigo puede deshacerlo. Y lo hace, no modificando la ley, sino
trascendiéndola. La ley permanece en pie, y se cumple, pero algunas personas no
están bajo la ley, sino bajo la gracia del privilegio personal.
A consideración personal o sea el
sentido del hombre, es una de las glorias, como también uno de los peligros de
la psicología
española y sudamericana.
No hay nada que no se deposite a
los pies del que es simpático, del que posee las
cualidades que suscitan en el pecho de los demás una reacción de simpatía
instintiva. Los principios abstractos de la Libertad, la Igualdad y la Fraternidad,
se conciben y aplican en términos personificados. También es un criterio
personal el que determina las funciones y relaciones de los tres departamentos
principales del Estado, el Legislativo, el Ejecutivo y el Judicial. En el curso
de la historia sudamericana no han sido los principios, sino los caudillos, personalidades
audaces, los que, al encarnar las aspiraciones populares, han logrado producir
la lealtad política. Cuando algún caudillo se ha apoderado de la imaginación
popular aplastando la oposición y dando origen a las esperanzas de prosperidad
nacional, se le permite tácitamente encarnar la constitución y ejercer poderes
dictatoriales. Fueron algunos de los frutos peligrosos de esta importancia que
se da a lo personal, los que originaron en Argentina la frase: “Leyes prefectas y costumbres pésimas”.
En años recientes las relaciones
interamericanas han ofrecido un notable ejemplo de cómo el sentido latino-americano
del hombre puede acarrear resultados de altísima significación internacional
cuando encuentra un objeto noble y amistoso. Las relaciones entre los Estados
Unidos y México se habían ido empeorando sin cesar. Desafortunadamente, el
embajador de los Estados Unidos era un hombre de mentalidad puramente
legalista. Faltándole en absoluto esa consideración por lo personal, y
estimando que su misión consistía solamente en sostener ante el gobierno de
México las reclamaciones de su país y de sus compatriotas, se hizo
profundamente antipático, y junto con él, hizo antipático su país. Por fortuna
fue retirado antes de que sobreviniera un rompimiento.
Su sucesor, Mr. Dwight Morrow, siguió una política diametralmente
opuesta. Con enorme capacidad para hacer amistades resolvió, según lo expresó
al autor de este libro, sentir cariño por el pueblo mexicano y hacer todo lo
posible por comprenderlo. Se entregó, entonces, a la tarea de la amistad y el
aprecio. El gobierno y el pueblo de México respondieron. Pronto Mr. Morrow y su familia se convirtieron
respetados en el país y las relaciones entre México y los Estados Unidos
entraron en una era de comprensión y buena voluntad mutuas.
1.4.
Catolicidad:
Por más que parezca paradójico, la
catolicidad es también atributo del alma ibérica, cualidad no menos innata en
ella que el individualismo que constituye su rasgo fundamental. La catolicidad
española es un ejemplo concreto de una tendencia inherente hacia la
polarización, que ese encuentra en la naturaleza española. El español tiene un
sentido tan cierto de lo universal como lo tiene de lo individual. Su interés
tiende a oscilar entre el hombre y el cosmos, término que para él no
constituyen una oposición de elementos que se excluyen mutuamente. El español
absorbe el universo, individualizándolo, rehaciéndolo a su propia imagen,
imponiéndole su propio concepto de unidad abstracta y no diversificada. En el
drama histórico de España, el individuo, como hemos visto antes, propone a
absorber la nación; la nación procedió luego a absorber el mundo. En su pasión
por la universalidad, España absorbió la Iglesia, la realidad más universal en
existencia. El resultado fue que el Estado mismo se convirtió en una iglesia.
El instinto de la catolicidad ha
producido en la historia y vida de España muchos fenómenos interesantes y se ha
proyectado en el alma de Sudamérica. La gran preocupación de Carlos V en el
Concilio de Trento era que no hubiera ninguna desintegración de la unidad
ecuménica de la cristiandad. El padre Victoria fue el fundador del Derecho
Internacional y el precursor natural de la Liga de las Naciones. La primera
Biblia poliglota*) que ha habido fue
compilada por el eminente cardenal Cisneros, contra la voluntad de Roma.
En la alborada de la independencia
sudamericana, el Libertador Simón Bolívar abogó por la idea de una federación
de naciones americanas. Sus palabras respiran el espíritu católico de su raza.
El antiguo ideal del cristianismo –dejo la figura más ecuménica que ha aparecido en el mundo de
Colón- debe una vez más convertirse en nuestra inspiración y
lección, a fin de que las fronteras políticas de las Américas no vengan a ser
barreras que separan, sino contrafuertes que presten mayor solidez a la
estructura social. Pensando en el dicho de un presidente de los Estados Unidos: “América para los americanos”, un presidente
argentino formuló la doctrina iberoamericana: “América
para la humanidad”.
___________
*) Polígloto, ta o
poligloto, ta. (Del gr. πολύγλωττος).
adj. Escrito en varias lenguas. || 2. Dicho de una persona: Versada en varias
lenguas. MORF. U. t., para referirse al masculino, la forma políglota. Un
traductor políglota. U. t. c. s. Un políglota. || 3. f. La Sagrada Biblia impresa
en varios idiomas. La políglota de Arias Montano. (Microsoft® Encarta® 2008).
Indudablemente hay una cierta
fantasía en la frase “raza cósmica”, acuñada por el mexicano José
Vasconcelos para designar a los latinoamericanos, una raza destinada, seguir según
él, a convertirse en el quinto miembros de la familia cósmica trascendiendo a
los cuatro tradicionales. Al mismo tiempo, es una verdad profunda el que el
odio de raza, como tal, no existe en Sudamérica. La nación más católica, en el
sentido étnico, es sin duda el Brasil, república que posee mayor poder de absorción
que cualquier otro país actual. Durante algunas décadas se ha lanzado
deliberadamente a la aventura étnica de absorber todas las razas que llaman a
sus puertas, y en ello ha conseguido los más notables resultados. El pueblo
brasileño del futuro se aproximará más a la raza cósmica que cualquiera otro
del mundo. Los indios, los negros y los japoneses se fundirán, en el gran
Brasil del futuro, en el mismo crisol con los sirios y los portugueses los
alemanes y los italianos.
La tendencia a la catolicidad, que
los pueblos ibéricos han conservado como herencia preciosa del pasado, les da
un lugar de importancia única en el mundo moderno. “El período después de la guerra”,
decía el filósofo francés Bergsón refiriéndose a la primera Guerra Mundial, “hará revivir la
concepción espiritual de España”, refiriéndose a la primera Guerra
Mundial, “hará
revivir la concepción espiritual de España”, y a medida que pasa el
tiempo se comprueba la verdad de esas palabras. La mayor necesidad de nuestro
mundo moderno es la catolicidad, pero una forma de catolicidad que logre
conquistar la adhesión espontánea y entusiástica de los individuos que aman y
tienen en alta estima la libertad.
¿Cómo puede
superase la exageración fatal de individualismo en naciones, iglesias y razas?
¿Cómo puede alanzarse ese tipo de unidad que es
fruto de la lealtad común a grandes principios y condición indispensable de una
cultural verdadera y estable?
El tipo de catolicidad representado
por España, fracasó, porque fue un intento de imponerle a la realidad una
estrecha unidad abstracta de formas y dogmas, en que no se daba lugar alguno a
las diferencias. “España”, decía Nietzche
en los últimos momentos de su vida. “España es un pueblo que quiso demasiado”. Sin
embargo, subsiste el viejo problema, y se hace más agudo. En la actualidad
Rusia, convertida también en iglesia, sigue el camino histórico de España,
propagando e imponiendo el mismo ideal de catolicidad, pero entre las fuerzas
creadoras con las que se enfrenta el ideal ruso en el mundo moderno, se hallan
una España nueva y tierras ibéricas nuevas en que el antiguo espíritu ecuménico
arde todavía, pero en una forma totalmente transfigura15).
A la catolicidad del
comunismo ruso sólo se le puede oponer una catolicidad capaz de superar la
división de la conciencia cristiana, que tuvo lugar en el siglo XVI, división
por la cual España, por su defensa intransigente de una unidad abstracta, debe
compartir, en no pequeña parte, los reproches.
1.5.
Un Alma
Ibérica Por Naturaleza:
Si fuésemos a citar una figura de la historia que ha
encarnado con mayor perfección que cualquiera otra las grandezas y debilidades
de la raza ibérica durante su edad de oro, nombraríamos a Ignacio
de Loyola*, el vasco, hijo de la raza más antigua de la Península,
que después de su conversión absorbió el espíritu religioso de Castilla la
Vieja, a quien se ha descrito muy acertadamente como “un alma ibérica por naturaleza”16).
Habiéndose revestido de una nueva armadura como caballero “Nuestra Señora”, Ignacio se
retiró por algún tiempo del mundo, recluyéndose en Manres, donde se dio a
buscar un nuevo principio capaz de superar tanto la renunciación como la
soledad. Halló este principio en la ciega obediencia a la Sede Romana. Hizo
entonces voto solemne de someterse a Roma en el sentido más absoluto y de
llevar a otros a la misma sumisión. En la cueva de
Manresa nació la orden de los jesuitas, la creación más terriblemente genuina del
espíritu ibérico, la expresión, en verdad, de la voluntad férrea de España, la
encarnación de su ideal de unidad abstracta.
Dos cosas en Loyola fueron profecía
del futuro de España como potencia política y religiosa. Una fue la frase que acerca de él se dijo
una vez:
·
“Tenía el delirio de
grandeza”.
·
La otra es algo que él mismo dijo,
refiriéndose a la clase de transformación que según su modo de sentir era
necesaria: Seamos como un cadáver, que de sí mismo es incapaz de
movimiento, o como el bordón de un ciego.
Una
sed delirante de poder y una lealtad ciega y simple: tales son las notas dominantes de la historia
española, especialmente de la religión, tanto en el viejo mundo como en el
nuevo.
Pablo III e Ignacio de Loyola*
Pablo III e Ignacio de Loyola*
_____________________________________________________________________
Pablo III e Ignacio de Loyola*:
Esta pintura, que se encuentra
en la iglesia de Jesús (Roma, Italia),
representa el momento en que el papa Pablo III recibe a Ignacio de Loyola y
admite a la Compañía de Jesús en el seno de la Iglesia católica.
San Ignacio de Loyola (1491-1556), sacerdote español
fundador de la Compañía de Jesús, orden religiosa de la Iglesia católica más
conocida por el nombre de jesuitas que reciben sus miembros.
Íñigo de Óñez y Loyola (a veces llamado por error
Íñigo López de Recalde) nació en el castillo ancestral que su familia tenía en
Azpeitia (Guipúzcoa) y de joven fue paje en la corte de Fernando el Católico.
Hizo la milicia a las órdenes de Antonio Manrique de Lara, duque de Nájera, y
participó en la represión de la revuelta de las Comunidades, resultando herido
en una pierna, en 1521, durante la defensa de Pamplona ante los ataques
franceses. Mientras se recuperaba leyó varios libros religiosos que le llevaron
a consagrarse a la vida espiritual. Después de hacer confesión en el monasterio
de Montserrat, en 1522, se retiró a una cueva cerca de Manresa, donde vivió y
rezó durante 10 meses con una gran austeridad, tras lo cual emprendió un viaje
de peregrinación a Jerusalén.
Regresó a España en 1524 y estudió en las
universidades de Barcelona, Alcalá de Henares y Salamanca. En 1528 marchó a
París, en cuya universidad estudió Filosofía y Teología hasta 1535. El año
anterior, había fundado una fraternidad piadosa que, más tarde, terminaría por
convertirse en la Compañía de Jesús. En 1537 los miembros de la fraternidad se dirigieron
a Roma, donde Loyola fue ordenado sacerdote (1538), y recibieron el permiso
oral del papa Pablo III, quien emitió la confirmación oficial de la orden en
1540. Por la bula Mare magnum, la Compañía fue declarada exenta de jurisdicción
episcopal, de tributación y de tener a su cuidado la dirección espiritual de
religiosas. Un año después, Loyola fue elegido primer general de la orden y,
además de administrar los asuntos de la Compañía, se dedicó a completar la
redacción de sus Ejercicios espirituales (manual para las necesarias
meditaciones sobre el sentido de la vida y sobre el perfeccionamiento de una
forma de vivir, divididas en cuatro periodos o semanas) y a escribir las
Constituciones de la orden, terminadas después de su muerte, el 31 de julio de
1556, que, en lo sustancial, nunca han sido modificadas. En Roma fundó los
colegios Romano y Germánico. Ignacio de Loyola fue canonizado por el papa
Gregorio XV en 1622 y, debido a su obra Ejercicios espirituales, que ha servido
como modelo para la mayoría de las misiones y retiros católicos, es patrón de
los retiros espirituales. Su festividad se conmemora el 31 de julio. (Microsoft
® Encarta ® 2008).
__________
1) The Spirit of Spain (El espíritu de
España), G. Havelock Ellis, pág.29.
2) Diario de un Filósofo, Vol. I, pág. 23 de la ed. Inglesa.
3) El niño se creía sin testigos.
4) Keyserling relata, en el capítulo
dedicado a España en su libro Europa, una
experiencia que ilustra perfectamente este rasgo.
5) Idearium español, Ed. Espasa-Calpe, Arg.
Pág. 8.
6) La Biblia en España, Prefacio.
7) España, M. Aguilar, Madrid, 1934, pág. 25.
8) V.
Nuestra América.
9) En este punto el cantor
buscó
un porrón para consuelo,
echó
un trago como un cielo,
dando
fin a su argumento
y
de golpe el instrumento.
lo
hizo astillar contra el suelo.
“Rumpo”,
dijo, “la guitarra,
para
no volverme a tentar,
ninguno
la ha de tocar,
por
seguro ténganlo,
pues
nadéis ha de cantar
cuando
este gaucho cantó”.
10) En El Universal Gráfico, México, D.
F., abril 6, 1931.
11) Rivadeneyra, Vida de Ignacio de Loyola, Col.
Austral Espasa-Calpe pág. 32.
12) Idearium español, págs. 7, 159, 160.
13) Juventud: Conferencia de Luis Jiménez de Asúa
y Réplica de José López Rey. págs. 122-124.
14) La
Reforma Universitaria, Vol. VI, Págs. 9-12.
15) El lector deberá recordar que este
libro fue escrito en 1931. (nota del Editor).
16) “Anima
naturaliter ibérica”.
Véase Parte II.
Véase Parte II.
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