jueves, 9 de julio de 2020

Capítulo I EL ALMA IBÉRICA:


Capítulo I
EL ALMA IBÉRICA:
Pastor: Carlos Ramírez Jiménez:
El África empieza en los Pirineos”. Esta frase de un famoso escritor francés jamás ha sido rebatida seriamente por la vecina suriana de Francia. Y hay distinguidos españoles contemporáneos que aún se sienten ufanos de lo que esa frase implica. Al sur de la barrera de montañas que separa la Península Ibérica del resto de Europa los panoramas característicos son africanos. También los habitantes de esta región, especialmente de la mayor y más importante parte de ella que se llama España, pertenecen étnica y espiritualmente al continente africano más bien que al europeo, casi de la misma manera que Rusia pertenece a Asia. Según muchos antropólogos, el español es “el primogénito del antiguo africano del norte, que ahora es considerado generalmente como progenitor del elemento principal y más numeroso de la población de Europa”. 1)
El tejido de su alma que es la expresión más perfecta que se ha dado en la historia de lo humanamente primitivo y sin complicaciones, los hilos fundamentales no son célticos o fenicios, romanos o godos sin iberos y por lo tanto africanos. Don Miguel de Unamuno, el más español de los españoles, se gloriaba del parentesco de sus antepasados vascos con los berberiscos o cabilas del Monte Atlas.
La invasión marisca a la que siguieron ocho siglos de lucha defensiva en el curso de la cual se trasmitió al defensor cristiano el alma islámica del invasor, hizo a España todavía más africana, y así fue dos veces verdad que España fue el don del cinturón marítimo de Norafricana a Europa. Esa fue la misma faja costera que en los primeros siglos de la era cristiana dio a Europa las grandes figuras de San Agustín y Tertuliano. Guardémonos de despreciar a África como madre de razas. “El Continente Negro –dice el conde de Keyserling- posee más potencia creadora que cualquier otro del mundo. Todo lo que tiene su origen en África, sigue siendo siempre africano en mente y espíritu”2). Al español se le ha llamado el eterno africano, y por su mediación se imprimió para siempre en las pampas y sierra de la América Hispana el sello indeleble del África.
¿Cuáles fueron las grandes características de ese gran pueblo que convirtió la América del Sur en una proyección de Iberia?

1.1.        Intensa Individualidad:
La principal característica de la raza ibérica, ha sido la individualidad única llana y primitiva. El verdadero ibero es la quintaesencia del hombre natural, del hombre enamorado primero y ante de la vida. Es un humanista, pero el suyo es un humanista suigeneris. “Soy de carne soy de carne, no pintado”, escuchó una vez Unamuno decir a un muchacho musitando, mientras pintaba figuras humanas en un mantel.3). Y estas palabras expresan un sentimiento favorito del gran español que se consideraba a sí mismo como la encarnación genuina de su raza. Palabras que son símbolos de la verdad de que España es primaria y tenazmente de carne y de tierra. Su más profundo aspiración es ser carne y vivir una existencia plena concreta  y carnal más bien que la vida sublimada del espíritu.



Cataluña*),

Tan vigorosa es la individualidad de un español genuino, que éste se considera como igual, por nacimiento, a todos y cada uno de los demás hombres. La antigua forma de gobierno en España era una especie de “cesarismo democrático”. Del pasado remoto han llegado hasta nosotros ciertos números de frases clásicas que expresan de admirable manea ese orgullo arrogante y ese sentido innato de igualdad que tan genuinamente caracterizan a la raza ibérica. “Cada uno de nosotros al tanto como Vos, y todos juntos aremos más que Vos”, dijeron a su monarca un grupo de antiguos nobles españoles. “Tan caballeros somos como el rey, sólo que con menos dinero que él”, es una expresión, igualmente luminosa, de ese sentido español primitivo de igualdad. Dicho tradicional de Cataluña*), región que con tanta insistencia ha demandado su autonomía de España, es éste: Todo catalán tiene dentro de él un rey”. En el fondo de su alma, todo verdadero hijo de Iberia se siente rey, un hombre aparte, un ser divinamente escogido para una misión.
Por ello es que el más humilde campesino de la Península trata a sus superiores sociales con la mayor y menos ceremoniosa naturalidad. No hay en su actitud nada de servil ni de rastrero.4)
Por eso es que no nos causa sorpresa hallar que, históricamente, España ha sido madre, no de ideas, que pertenecen al espíritu, sino de hombres, de hombres **orgullosos y ***sanguíneos. Muchas de las obras maestras de Velásquez el más grandes de los pintores españoles, son retratos de hombres, cada uno de los cuales ocupa por sí solo un lienzo enorme. Las artes de la escultura y la arquitectura en que España ha sobresalido tanto, son esencialmente artes masculinas. Aun la serafina Santa Teresa escribía en una de sus cartas, que quería que sus monjas de su orden fueran no mujeres, sino hombres fuertes”, y bastante viriles para espantar a los hombres”.
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*)          Catalunya / Cataluña, comunidad autónoma española situada al noreste de la península Ibérica. Limita por el norte con Francia, por el este con el mar Mediterráneo, por el sur con la Comunidad Valenciana y por el oeste con Aragón. Su nombre, de origen desconocido, aparece por primera vez citado en un poema escrito en latín: el Liber Maiolichinus (siglo XII); no obstante, algunas teorías mantienen que el nombre de Cataluña procede de castlá, término que designa al castellano o guardián de un castillo. Por su extensión territorial (32.113 km²) ocupa el sexto lugar entre las diecisiete comunidades autónomas españolas. La capital es la ciudad de Barcelona. (Microsoft ® Encarta ® 2008).
**)        Orgullo. (Del cat. orgull). m. Arrogancia, vanidad, exceso de estimación propia, que a veces es disimulable por nacer de causas nobles y virtuosas.
***)      Sanguíneo, a. (Del lat. sanguinĕus). adj. De sangre. || 2. Que contiene sangre o abunda en ella. || 3. Dicho de una persona: De temperamento impulsivo. || 4. De color de sangre. || 5. Perteneciente o relativo a la sangre. □ V. emisión ~, grupo ~, presión ~, riego ~. (Microsoft® Encarta® 2008).

Entre los grandes hombres de la España primitiva descuella Séneca el estoico, alma genuinamente castellana. Su ideario, tal como lo condena Ángel Ganivet, penetrante estudioso del genio peculiar de su raza, es la más admirable expresión del espíritu español tradicional. “No te dejes vencer –hace decir Ganivet a Séneca- por nada extraño a tu espíritu; piensa, en medio de los accidentes de la vida, que tienes dentro de ti una fuerza madre, algo fuerte e indestructible, como eje diamantino, alrededor del cual giran los hechos mezquinos que forman la trama del diario vivir; y sean cuales fueren los sucesos que sobre ti caigan, sean de los que llamamos prósperos, o de los que llamamos adversidad, o de los que parecen envilecernos con su contacto, mantente de tal modo firme y erguido, que al menos se puede decir de ti que eres un hombre”5).
El supremo ideal de hombre en la edad de oro de la historia española era el soldado. Hasta los sacerdotes, frailes y monjas de ese período tenían el corazón y el talento de hombres sobre las armas. Bien se ha llamado a los grandes místicos españoles “caballeros a lo divino”. Este ideal militar, que es la forma más natural de expresar una individualidad primitiva y enérgica, sirvió de instrumento a la altiva voluntad de España y se convirtió en el celoso guardián de su honor. El país, como lo hace notar Jorge Borrow6), no es fanático por naturaleza. Pero es, en cambio, terrible y fatalmente orgulloso, y siempre ha tenido en más su honor que su vida. No fue, sostiene Borrow, un fanatismo nativo, sino su orgulloso sentido del honor, lo que en un tiempo convirtió a España en carnicera religiosa y la hizo dilapidar su preciosa sangre y sus riquezas en las guerras de Flandes. Como hija selecta y privilegiada de la Roma Papal, se ha sentido obligada a demostrar que es digna de tan gran distinción. “Muera yo, pero sálvese mi honor”, es un significativo lema español.
La intensa individualidad del carácter español forma una especie de universal primitivo. Es una unidad sin diferencia, en la cual, como en la gran literatura que ha nacido de ella, no hay medios tonos. Es un extremo o es otro. Todo es plena luz del sol o noche sin estrellas, sin luces crepusculares. El español es incapaz de la ironía, ese delicado matiz en que es maestro eximio el francés. Forja semidioses con la alabanza y demonios con la execración. Por la misma ley de polaridad van siempre juntos Don Quijote y Sancho Panza por los caminos de la vida, y no es raro que el caminante español se convierta alternadamente en uno y en otro.
Los más notables personajes que la literatura y el arte españoles idealizan son españoles hasta la médula. Compárense, por ejemplo: los personajes de Shakespeare con los de Calderón de la Barca, el más genuinamente español los dramaturgos peninsulares, o a Madona de Rafael con la Virgen de Murillo. El inglés Shakespeare crea figuras humanos universales; el español Calderón, personajes en quienes se encarnan rasgos puramente nacionales. El italiano Rafael pinta Madona tan idealmente humanas que de ellas desparece por competo toda traza de raza o nacionalidad; el español Murillo pinta Vírgenes con el rostro de hermosas doncellas andaluzas.
Esta ingenua y constante afirmación propia conduce inevitablemente al individualismo, e históricamente el carácter español es la sublimación de esa cualidad. Se manifiesta, por principio de cuentas, en un insaciable impulso de adquisición y en la falta de instinto social. El hombre se convierte imperativamente en poseedor. La codicia del botín desempeñó no pequeño papel en las campañas del Cid y del Duque de Alba, y por supuesto, según veremos después, en la conquista del Nuevo Mundo. Pero si se codiciaba las riquezas y las posesiones no era para acumularlas avaramente, sino para despilfarrarlas con largueza.
No se ambicionaban como instrumentos de trabajo sino como medio para emanciparse de la necesidad de trabajar, es decir, como instrumento para obtener la libertad, una libertad anárquica y caballeresca. Para un caballero español,  trabajar era vergüenza, mendigar no. “Crimen es nacer pobre” dice uno de los personajes de Tirso de Molina. El mundialmente famoso científico español, Ramón y Cajal, decía:
                                             
El ideal de todo español es obtener una pensión, después de unos cuantos años de trabajo, y, si es posible, aun antes de trabajar.

Además, si se puede alcanzar la independencia personal por la esplendidez del Estado o por un golpe de suerte a la Lotería Nacional, ¿para qué buscarla solamente por el trabajo?
La falta de instinto social del español es otro de los fatales derivados de este individualismo extremo. Si el instinto social significara únicamente el gusto de estar en compañía, de hacer libre tertulia en la casa o en el café con los amigos, discutiendo los problemas del universo, tendrá que considerarse al español como el ser más sociable de la tierra. Pero en el momento en que la cálida espontaneidad de la sociabilidad se convierte en las frías y rígidas limitaciones que imponen el unirse en una empresa común, se hace sentir inmediatamente la presencia del individualismo español. Esa repugnante innata a mantenerse junto por obligación o por consentimiento mutuo sirve de base al problema del regionalismo español y ha estorbado siempre el buen éxito de empresas colectivas dirigidas por españoles.
Ningún principio racional, de interés propio, ha logrado jamás superar ese innato individualismo de la naturaleza española. Sólo una gran pasión ha logrado tal cosa; pasión por el Estado o pasión por la Iglesia. Pero en ambos casos la manifestación de esta pasión altruista ha exhibido una cualidad peculiarmente española en que reaparece el viejo individualismo. Hablando del patriotismo de los españoles. Madariaga hace la siguiente observación: “El español, pues, siente el patriotismo como amor en forma de pasión que absorbe el objeto (la patria, la amada), y lo asimila, es decir, lo hace suya. No pertenece a su país: es su país el que le pertenece”7). La pasión de los españoles por la Iglesia ofrece la misma característica. La Iglesia fue absorbida y sus destinos se convirtieron en los de la nación española. El honor exigía la conformidad con sus ritos y dogmas y la propagación de éstos por el mundo entero. Pero ni aun a la Iglesia se le permitió conservar su identidad personal en las profundidades del alma española ni el cristianismo logró modificar la actitud española fundamental hacia la vida. En materia de hecho. España se adueña de la Iglesia mucho más que ésta de España. Y la consecuencia histórica de este hecho, como habrá de verse más tarde, fue la descristianización del cristianismo en el mundo español.
Sin embargo, es en los místicos españoles donde se ejemplifican con más perfección los rasgos distintivos del individualismo español. En ellos descubrimos, como en ningunos otros representantes de la raza, el alma de España. El misticismo español no es, como el neoplatónico y el alemán, un misticismo de molde intelectual y metafísico, sino un brote espontáneo y original, de índole naturalista, cuyo origen, se halla en una pasión ética por la libertad interior. Tan estrecha es el ambiente, así social como religioso, de la alma mística, y tan infinita su aspiración que se crea en su interior una elevadísima tensión en la cual se vacía a sí mismo de todo deseo, pensamiento y sentimiento.

Pasando por una “noche oscura” asciende a la cumbre del Carmelo espiritual, y sus sublimes alturas contemplan, o, mejor dicho, posee a Dios. La pasión del místico español, tal como se manifiesta, por ejemplo: en San Juan de la Cruz el más clásico de sus tipos, no es perderse en Dios sino apropiarse a Dios, poseerlo en el sentido más pleno y absoluto. Su individualidad es tan vigorosa que quisiera absorber aun a la misma Deidad. Como bien podría suponerse, este tipo tan único de misticismo no formó escuela. Los místicos españoles son grades almas individuales y solitarias, cada una de las cuales siente que lleva dentro un rey, al cual ha obligado a descender a su corazón.
Aquí está divina unión
del amor que yo vivo
hace a Dios ser mi cautivo
y libre mi corazón.

Tal cantó Santa Teresa en una de su poesía más famosa. Y añade:

mas causa en mí tal pasión
ver a mi Dios prisionero
que muero porque no muero.

Para Dios y para ella, la muerte sería la afirmación de la suprema libertad.
El individualismo primitivo de la raza ibérica ha constituido un factor determinante en la historia y vida de Sudamérica. Con el correr del tiempo, la arrogancia española se transformó en “arrogancia criolla”, forma extrema de egotismo –egolatría podríamos llamarle- que el eminente sociólogo argentino Carlos Octavio Bunge considera como uno de los tres rasgos principales de la psicología sudamericana.8) Son sugestivas en extremo dos de las pequeñas ilustraciones que Bunge ofrece de esta cualidad. Una está tomada de la heráldica, la otra de la literatura sudamericana. La divisa de la República de Chile es: “Por la razón o por la fuerza”. Cuando el poeta José Hernández, autor de Martín Fierro, la epopeya clásica de las pampas, hubo terminado su poema, hizo pedazos su guitarra para que dedos ajenos no pudieran pulsar sus cuerdas y continuar la narración de las hazañas de su gaucho.9)
Este pasaje es un eco evidente de cosa semejante hecha por Cervantes. Al terminar la vida de Don Quijote, Cide Hamete Benengeli cuelga la pluma en la espetera, donde habrá de permanecer por siglos y siglos pues sólo él ha nacido para escribir la vida del gran manchego.
Sin embargo, esta arrogancia se ha manifestado en formas mucho más en la vida sudamericana, apareciendo como un irrefrenable deseo de obtener poder sobre los demás.

Un escritor mexicano, refiriéndose a la pasión por conquistar puestos administrativos al servicio del gobierno, acuñó la pintoresca designación de canibalismo burocrático”. Esto ha reducido al mínimo la capacidad de administración y engendrado un espíritu aplanador de envidia. A nuestra América –dice el escritor argentino Manuel Ugarte- le ha faltado la sagrada facultad de poder admirar. En vez de nivelar en las crestas ha querido nivelar en los valles, abatiendo toda superioridad individual. En un artículo intitulado “La Crueldad Sudamericana”10) el brillante escritor y político peruano, Haya de la Torre llama la atención a una sombría consecuencia del mismo modo de ser.
Hace notar que en el momento en que un hombre alcanza prominencia en cualquier esfera, es asaltado cruelmente por celosos rivales con el prurito de aniquilarlo. Más tarde, cuando la muerte lo ha hecho inofensivo, todo el mundo se suma a su apoteosis. Fue un sociólogo alemán, añade Haya, muy familiarizado con Sudamérica y a quien conoció en Berlín, quien le llamó la atención, de modo muy enfático, a la verdad de ese hecho. Ustedes (los sudamericanos) –e decía este científico- no respetan nada en los demás; sólo los muertos se salvan en la América Latina”. Según este principio, explicaba él el exagerado culto a los muertos en el continente del sur, la belleza de los cementerios, la falta de capacidad crítica para estimar la obra de un hombre fallecido. “Mientras viven, la crueldad los destroza, y cuando mueren, la superstición los respeta”.
La tendencia a no reconocer jamás un error es una expresión más de esa característica. El honor y el respeto propio parecen exigir que, una vez adoptada una posición, se aferre uno a ella aun cuando se llegue al convencimiento de que es errónea. En esto han de hallarse las raíces de muchas infortunadas divisiones en el seno de la familia latinoamericana, y también uno de los factores que dificultan la cooperación entre naciones hermanas y entre los diferentes grupos que forman la misma nación. Este sentido peculiar de honor caballeresco se halla oculto en los más primitivos hondones del alma ibérica. Dice Guillén de Castro en Las Mocedades del Cid:

Procure siempre acertarla
el honrado y principal,
pero si la acierta mal,
defenderla y no enmendarla.

1.2.       Predominio De La Pasión:
Junto con esta vigorosa, primitiva y casi salvaje afirmación de sí mismos, propia del carácter ibérico, y que acabamos de analizar en sus varias facetas y resultados, aparece el predomino de la pasión sobre la razón y la voluntad. Todas las conquistas de la raza ibérica, así como todos los desastres que han sufrido, no han sido el resultado de un sereno razonar, en que se haya calculado cuidadosamente la correspondiente entre los medios y los fines, ni han sido consecuencias tampoco de una tenaz  perseverancia en un plan de acción convenido de antemano como el mejor, sino han sido siempre el producto de un impulso volcánico engendrado por la explosión repentina de un sentimiento dominante. Don Quijote, para un español, está sumamente lejos de ser un personaje cómico, pues en las hazañas del caballero manchego ve expresado su propio íntimo ser y el de su pueblo. La grandeza de ambos ha consistido siempre en las quijotadas, los actos de lealtad ciega, temeraria e impremeditada a ideas que momentáneamente se apoderan de ellos.

La presencia de la pasión, en forma la más humana y romántica, se pone de manifiesto en la influencia que sobre los grandes santos españoles ejercieron los ideales de la caballería medieval. Raimundo Lulio era soldado y enamorado antes de convertirse en santo y en el “caballero andante de la filosofía”.
La lectura de novelas de caballería andante y no las vidas de las santas era el principal pasatiempo de Santa Teresa, cuando niña, y hasta fin de su vida jamás cesó de ser una enamorada. El amor de Teresa por Cristo, su Divino Esposo, se hizo más y más apasionado y romántico a medida que su edad avanzaba.
También Ignacio de Loyola empezó su vida como soldado y enamorado. Gravemente herido en la batalla de Pamplona, sintió deseos de distraer su aburrimiento, durante  los primeros días de convalecencia, leyendo sus romances favoritos. Mas, como sucediera que ninguno de  ellos había a mano, le trajeron una Vida de Cristo y la Flos Sanctorum, colección de las vidas de los santos. Antes de curarse por completo, Loyola se convirtió. Poco después, el ex soldado, ahora inválido, se dirigía cojeando a una capilla de la Virgen en Montserrat. Al caer la noche, fue secretamente  a la casa de un pobre, a quien obsequió con las vestiduras que llevaba, y se vistió en lugar de  ellas con un tosco hábito que para el propósito había comprado. Cubierto con su nueva vestidura, se presentó ante el altar de la Virgen.
El objeto de esta visita, y lo que tuvo lugar en la capilla, lo describe el primer biógrafo de Loyola, Rivadeneyra: “… como hubiese leído en sus libros de caballerías que los caballeros noveles solían velar sus armas, por imitar él, como caballero Noel de Cristo, con espiritual representación aquel hecho caballeroso, y velar sus nuevas y al parecer pobres y flacas armas más en hecho de verdad muy ricas y muy fuertes, que contra el enemigo de nuestra naturaleza se había vestido, toda aquella noche, parte en pie y parte de rodillas, estuvo velando delante la imagen de nuestra Señora, encomendándose de corazón a ella llorando amargamente sus pecados y proponiendo la enmienda de la vida para adelante”11).
Un pueblo en quien la pasión predomina, tiende inevitablemente a dar a sus ideales una expresión personificada. Evidencia de este principio es el culto de la Virgen en el cristianismo español. En ninguna parte como en España y sus antiguas colonias ha ocupado la Virgen una posición religiosa tan central ni se ha proclamado con tanta insistencia y defendido con tanto afán la doctrina de la Inmaculada Concepción. La Virgen es el símbolo del innato sentido español de la juventud y la pureza.
Esta es una de las más acertadas precepciones de Ángel Ganivet al interpretar el alma de su pueblo. “Muchas veces –dice Ganivet-, reflexionando sobre el apasionamiento con que en España ha sido defendido y proclamado el dogma de la Concepción Inmaculada, se me ha ocurrido pensar que acaso ese dogma era el símbolo. ¡Símbolo admirable! De nuestra propia vida, en la que, tras larga y penosa labor de maternidad, venimos a hallarnos a la vejes con el espíritu virgen El dogma de la Inmaculada Concepción se refiere, es cierto, al pecado original, pero al borrar este último pecado da a entender la suma pureza y santidad Preguntemos uno a uno a todos los españoles, y veremos que la Virgen ideal cuyo símbolo en el arte son las Concepciones de Murillo. El pueblo español ve en ese misterio, no sólo el de la concepción y el de la virginidad, sino el misterio de toda la vida. Hay un dogma escrito inmutable, y otro vivo, creado por el genio popular12).
Debe añadirse, al mismo tiempo, que el pueblo español pudo idealizar apasionadamente a la Virgen y España debido, en último análisis, a su concepción esencialmente no ético del pecado.
No hay nada en la literatura española que corresponda a esa agonía de la conciencia que es tan común rasgo en los autores rusos y anglosajones. El español teme la muerte, no el pecado. En su carencia inherente del sentido del pecado lo que abrió el camino a la creación, de una figura femenina*, sin pecado, a la cual acudió más tarde la conciencia religiosa española en busca de seguridad personal en esta vida y en la otra.
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*)           Inmaculada Concepción, dogma católico romano que mantiene que desde el primer instante de su creación el alma de la Virgen María estuvo libre de pecado original; esta doctrina no debe confundirse con la del parto virginal de María, que mantiene que Jesucristo nació de una madre virgen. A pesar de divergentes opiniones eruditas, la Iglesia católica apostólica romana ha favorecido la creencia en la Inmaculada Concepción; una fiesta con ese nombre, cuya significación no está muy clara, ya se celebraba en la Iglesia oriental desde el siglo V, y en la occidental desde el VII. La oposición a la doctrina de la Inmaculada Concepción fue desarrollada en el siglo XII por san Bernardo de Claraval y en el siglo XIII por el filósofo santo Tomás de Aquino. Entre los que apoyaron la doctrina se encontraba el teólogo escocés Duns Escoto. La polémica teológica sobre la Inmaculada Concepción adquirió mayor impulso en el siglo XIX. En 1854 el Papa Pío IX publicó un solemne decreto declarando que la Inmaculada Concepción era un dogma esencial para la fe de la Iglesia universal. Con el título de Inmaculada Concepción se invoca a la Virgen María como patrona de Estados Unidos, Brasil, Portugal y Córcega. La festividad de la Inmaculada Concepción es el 8 de diciembre. (Microsoft ® Encarta ® 2008).
              María asunto a los cielos: Terminado el curso de su vida terrena, la Virgen María fue elevada en cuerpo y alma a los cielos. Allí no ha dejado de ejercer esta función salvadora en bien de los hombres para nuestra salvación eterna, y por ello es honrada en la Iglesia con los títulos de Abogada, Auxiliadora, Socorro y Mediadora, sin quitar nada y sin añadir nada a la mediación única del Redentor. d) pág. 62. Religión 5to Secundaria. NIHIL OBSTAT Censor: P. Frutos Berzal. Vicario General de Yauyos. IMPRIMASE Monseñor: Luis Sánchez-Moreno Lira Obispo Prelado de Yauyos.         Edit. Navarrete. Lima Perú.

En la esfera secular la apasionada afirmación de la virginidad se ha manifestado en años recientes en relación con los movimientos de la juventud en España y Sudamérica. La juventud de las generaciones anteriores, dice un estudiante español, José López Rey, se asociaba simple y solamente con lo que era pintoresco, efímero y anecdótico. Quedaba reservado a la nueva generación juvenil el afirmar el impulso esencialmente creador de la juventud. La juventud actual, añade, refiriéndose a la de España, se encuentran muy lejos de la mezcolanza multicolor e irresponsable que constituía la juventud de antaño. Hemos sustituido la nota de color por medio de la cual se expresaba ésta, con la pureza esencial de la escultura.
Hemos remplazado la anécdota con el propósito. En vez de sentirnos excursionistas en los dominios de la juventud, nos afirmamos como sus ciudadanos. Y exclama luego. No sentimos la juventud como una luz que ilumina solamente un movimiento de nuestra vida, sino como una fuerza que da forma a la vida en su totalidad.13) Es decir la nueva generación de España está resulta a ser apasionada y eternamente joven.
Uno de los documentos más interesante y significativo en la historia de la cultura sudamericana es el Manifiesto de los estudiantes de la vieja  Universidad argentina, de Córdoba, que en 1918 dirigieron a los Hombres Libres de Sudamérica, como señal de rebelión contra el régimen universitario tradicional. Ese documento es un ultimátum genuino del alma ibérica, impregnado de la tristeza la infinita aspiración y el romanticismo, y la pasión humana característica de uno de los grandes pueblos en quienes esa alma encarnó en el Nuevo Mundo. Hombres de una república libre –dice este documento-, acabamos de romper la última cadena que, en pleno siglo XX, nos ataba a la antigua dominación monárquica y monástica Córdoba se redime Las resonancias del corazón nos lo advierten: estamos pisando sobre una revolución, estamos viviendo una hora americana…. Las universidades han llegado a ser así de fiel reflejo de estas sociedades decadentes, que se empeñan en ofrecer el triste espectáculo de una inmovilidad senil La juventud vive siempre en trance de heroísmo. Es desinteresada, es pura.
No ha tenido tiempo aún de contaminarse. No se equivoca nunca en la elección de sus propios maestros. Ante los jóvenes no se hace méritos adulando o comprando.

Hay que dejar que ellos mismos elijan sus maestros y directores, seguros de que el acierto ha de coronar sus determinaciones. En adelante sólo podrán ser maestros en la futura república universitaria los verdaderos constructores de almas, los creadores de verdad, de belleza y de bien14).
A causa de este predominio de la pasión en todos sus esfuerzos, los españoles se han comparado gloriosamente indiferentes hacia muchas de las comodidades y amenidades de la llamada civilización. Los españoles nacieron para expresar pasiones incandescentes, y en el momento en que otro ideal suficientemente grande arde en sus almas, nuevamente se les hallará, con toda su pasada potencia y esplendor, en todos los caminos de la tierra.
Porque esa raza es eternamente virgen. Posee cualidades que si bien no se adaptan en muchos respectos a la civilización sin alma de nuestros días, podrán conquistarle un lugar prominente en la más espiritualidad civilización del mañana. Por otra parte, también es decir que donde la pasión no está inspirada por un noble ideal, el español se convierte en juguete de los bajos apetitos y del placer. Se hace igualmente indiferente al transcurrir del tiempo y a los imperativos del deber. Vive solamente para los impulsos inferiores de la hora que pasa. La actitud española hacia la vida, en su nivel más sólido, ha sido cristalizada por Unamuno como sigue: El pan, y las corridas de toros, y mañana será otro día. Cuando podamos, saquemos el mejor partido del mal año. Después de eso… ¡bah! Nada importa.

1.3.        Un Sentido Abstracto De La Justicia Y Un Sentido Concreto De Hombre:
Una Tercera característica del alma ibérica es su especial y peculiar sentido de la justicia. No es por mero accidente que algunos de los más grandes jurisconsultos del siglo dieciséis hayan sido españoles, y que sean ibero-americanos algunos de los más grandes de la actualidad. En toda la historia ibérica predomina el sentido de la justicia y el derecho sobre el sentimiento de ternura y de piedad. La acción humanitaria ha sido determinada más por las demandas de la justicia que por los impulsos de la simpatía. No debe permitirse que ningunas consideraciones de simple expediente construyan el curso de la justicia. No importa los trastornos que puedan hacerse necesarios, la justicia debe seguir su curso. A este orden de justicia pertenecía lo que inspiraba los actos de Don Quijote. Su justicia era la justicia anárquica impuesta a punta de lanza. Puso en libertad a los galeotes, aunque después éstos lo apedrearon.
Vio entuertos donde no los había, pero de todos modos los deshizo. “Una limosna por amor de Dios”, dice el mendigo español. Y se recibe algo añade: “Dios se lo pague”.
Sin embargo, y de modo bastante paradójico, una vez que queda establecido el principio de justicia, dejase la puerta abierta para la manifestación de la clemencia. Pero jamás es la misericordia la que triunfa sobre la justicia: tal victoria sólo la alcanza la amistad. Y así sucede que lo que jamás se podría obtener en nombre del derecho, o aun apelando a la misericordia, se puede generalmente lograr en el terreno de la amistad o mediante los buenos oficios de un amigo. Hagan lo que hagan la ley o la justicia, un amigo puede deshacerlo. Y lo hace, no modificando la ley, sino trascendiéndola. La ley permanece en pie, y se cumple, pero algunas personas no están bajo la ley, sino bajo la gracia del privilegio personal.
A consideración personal o sea el sentido del hombre, es una de las glorias, como también uno de los peligros de la psicología española y sudamericana.

No hay nada que no se deposite a los pies del que es simpático, del que posee las cualidades que suscitan en el pecho de los demás una reacción de simpatía instintiva. Los principios abstractos de la Libertad, la Igualdad y la Fraternidad, se conciben y aplican en términos personificados. También es un criterio personal el que determina las funciones y relaciones de los tres departamentos principales del Estado, el Legislativo, el Ejecutivo y el Judicial. En el curso de la historia sudamericana no han sido los principios, sino los caudillos, personalidades audaces, los que, al encarnar las aspiraciones populares, han logrado producir la lealtad política. Cuando algún caudillo se ha apoderado de la imaginación popular aplastando la oposición y dando origen a las esperanzas de prosperidad nacional, se le permite tácitamente encarnar la constitución y ejercer poderes dictatoriales. Fueron algunos de los frutos peligrosos de esta importancia que se da a lo personal, los que originaron en Argentina la frase: “Leyes prefectas y costumbres pésimas”.
En años recientes las relaciones interamericanas han ofrecido un notable ejemplo de cómo el sentido latino-americano del hombre puede acarrear resultados de altísima significación internacional cuando encuentra un objeto noble y amistoso. Las relaciones entre los Estados Unidos y México se habían ido empeorando sin cesar. Desafortunadamente, el embajador de los Estados Unidos era un hombre de mentalidad puramente legalista. Faltándole en absoluto esa consideración por lo personal, y estimando que su misión consistía solamente en sostener ante el gobierno de México las reclamaciones de su país y de sus compatriotas, se hizo profundamente antipático, y junto con él, hizo antipático su país. Por fortuna fue retirado antes de que sobreviniera un rompimiento.
Su sucesor, Mr. Dwight Morrow, siguió una política diametralmente opuesta. Con enorme capacidad para hacer amistades resolvió, según lo expresó al autor de este libro, sentir cariño por el pueblo mexicano y hacer todo lo posible por comprenderlo. Se entregó, entonces, a la tarea de la amistad y el aprecio. El gobierno y el pueblo de México respondieron. Pronto Mr. Morrow y su familia se convirtieron respetados en el país y las relaciones entre México y los Estados Unidos entraron en una era de comprensión y buena voluntad mutuas.

1.4.        Catolicidad:
Por más que parezca paradójico, la catolicidad es también atributo del alma ibérica, cualidad no menos innata en ella que el individualismo que constituye su rasgo fundamental. La catolicidad española es un ejemplo concreto de una tendencia inherente hacia la polarización, que ese encuentra en la naturaleza española. El español tiene un sentido tan cierto de lo universal como lo tiene de lo individual. Su interés tiende a oscilar entre el hombre y el cosmos, término que para él no constituyen una oposición de elementos que se excluyen mutuamente. El español absorbe el universo, individualizándolo, rehaciéndolo a su propia imagen, imponiéndole su propio concepto de unidad abstracta y no diversificada. En el drama histórico de España, el individuo, como hemos visto antes, propone a absorber la nación; la nación procedió luego a absorber el mundo. En su pasión por la universalidad, España absorbió la Iglesia, la realidad más universal en existencia. El resultado fue que el Estado mismo se convirtió en una iglesia.
El instinto de la catolicidad ha producido en la historia y vida de España muchos fenómenos interesantes y se ha proyectado en el alma de Sudamérica. La gran preocupación de Carlos V en el Concilio de Trento era que no hubiera ninguna desintegración de la unidad ecuménica de la cristiandad. El padre Victoria fue el fundador del Derecho Internacional y el precursor natural de la Liga de las Naciones. La primera Biblia poliglota*) que ha habido fue compilada por el eminente cardenal Cisneros, contra la voluntad de Roma.
En la alborada de la independencia sudamericana, el Libertador Simón Bolívar abogó por la idea de una federación de naciones americanas. Sus palabras respiran el espíritu católico de su raza. El antiguo ideal del cristianismo –dejo la figura más ecuménica que ha aparecido en el mundo de Colón- debe una vez más convertirse en nuestra inspiración y lección, a fin de que las fronteras políticas de las Américas no vengan a ser barreras que separan, sino contrafuertes que presten mayor solidez a la estructura social. Pensando en el dicho de un presidente de los Estados Unidos: “América para los americanos”, un presidente argentino formuló la doctrina iberoamericana: “América para la humanidad”.
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*)          Polígloto, ta o poligloto, ta. (Del gr. πολγλωττος). adj. Escrito en varias lenguas. || 2. Dicho de una persona: Versada en varias lenguas. MORF. U. t., para referirse al masculino, la forma políglota. Un traductor políglota. U. t. c. s. Un políglota. || 3. f. La Sagrada Biblia impresa en varios idiomas. La políglota de Arias Montano. (Microsoft® Encarta® 2008).

Indudablemente hay una cierta fantasía en la frase “raza cósmica”, acuñada por el mexicano José Vasconcelos para designar a los latinoamericanos, una raza destinada, seguir según él, a convertirse en el quinto miembros de la familia cósmica trascendiendo a los cuatro tradicionales. Al mismo tiempo, es una verdad profunda el que el odio de raza, como tal, no existe en Sudamérica. La nación más católica, en el sentido étnico, es sin duda el Brasil, república que posee mayor poder de absorción que cualquier otro país actual. Durante algunas décadas se ha lanzado deliberadamente a la aventura étnica de absorber todas las razas que llaman a sus puertas, y en ello ha conseguido los más notables resultados. El pueblo brasileño del futuro se aproximará más a la raza cósmica que cualquiera otro del mundo. Los indios, los negros y los japoneses se fundirán, en el gran Brasil del futuro, en el mismo crisol con los sirios y los portugueses los alemanes y los italianos.
La tendencia a la catolicidad, que los pueblos ibéricos han conservado como herencia preciosa del pasado, les da un lugar de importancia única en el mundo moderno. “El período después de la guerra”, decía el filósofo francés Bergsón refiriéndose a la primera Guerra Mundial, “hará revivir la concepción espiritual de España”, refiriéndose a la primera Guerra Mundial, “hará revivir la concepción espiritual de España”, y a medida que pasa el tiempo se comprueba la verdad de esas palabras. La mayor necesidad de nuestro mundo moderno es la catolicidad, pero una forma de catolicidad que logre conquistar la adhesión espontánea y entusiástica de los individuos que aman y tienen en alta estima la libertad.
¿Cómo puede superase la exageración fatal de individualismo en naciones, iglesias y razas? ¿Cómo puede alanzarse ese tipo de unidad que es fruto de la lealtad común a grandes principios y condición indispensable de una cultural verdadera y estable?
El tipo de catolicidad representado por España, fracasó, porque fue un intento de imponerle a la realidad una estrecha unidad abstracta de formas y dogmas, en que no se daba lugar alguno a las diferencias. “España”, decía Nietzche en los últimos momentos de su vida. “España es un pueblo que quiso demasiado”. Sin embargo, subsiste el viejo problema, y se hace más agudo. En la actualidad Rusia, convertida también en iglesia, sigue el camino histórico de España, propagando e imponiendo el mismo ideal de catolicidad, pero entre las fuerzas creadoras con las que se enfrenta el ideal ruso en el mundo moderno, se hallan una España nueva y tierras ibéricas nuevas en que el antiguo espíritu ecuménico arde todavía, pero en una forma totalmente transfigura15).

   A la catolicidad del comunismo ruso sólo se le puede oponer una catolicidad capaz de superar la división de la conciencia cristiana, que tuvo lugar en el siglo XVI, división por la cual España, por su defensa intransigente de una unidad abstracta, debe compartir, en no pequeña parte, los reproches.

1.5.        Un Alma Ibérica Por Naturaleza:
Si fuésemos a citar una figura de la historia que ha encarnado con mayor perfección que cualquiera otra las grandezas y debilidades de la raza ibérica durante su edad de oro, nombraríamos a Ignacio de Loyola*, el vasco, hijo de la raza más antigua de la Península, que después de su conversión absorbió el espíritu religioso de Castilla la Vieja, a quien se ha descrito muy acertadamente como un alma ibérica por naturaleza16). Habiéndose revestido de una nueva armadura como caballero “Nuestra Señora”, Ignacio se retiró por algún tiempo del mundo, recluyéndose en Manres, donde se dio a buscar un nuevo principio capaz de superar tanto la renunciación como la soledad. Halló este principio en la ciega obediencia a la Sede Romana. Hizo entonces voto solemne de someterse a Roma en el sentido más absoluto y de llevar a otros a la misma sumisión. En la cueva de Manresa nació la orden de los jesuitas, la creación más terriblemente genuina del espíritu ibérico, la expresión, en verdad, de la voluntad férrea de España, la encarnación de su ideal de unidad abstracta.
Dos cosas en Loyola fueron profecía del futuro de España como potencia política y religiosa. Una fue la frase que acerca de él se dijo una vez:
·         Tenía el delirio de grandeza”.
·          La otra es algo que él mismo dijo, refiriéndose a la clase de transformación que según su modo de sentir era necesaria: Seamos como un cadáver, que de sí mismo es incapaz de movimiento, o como el bordón de un ciego.
Una sed delirante de poder y una lealtad ciega y simple: tales son las notas dominantes de la historia española, especialmente de la religión, tanto en el viejo mundo como en el nuevo.



Pablo III e Ignacio de Loyola*
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Pablo III e Ignacio de Loyola*:
Esta pintura, que se encuentra en la iglesia de Jesús (Roma, Italia), representa el momento en que el papa Pablo III recibe a Ignacio de Loyola y admite a la Compañía de Jesús en el seno de la Iglesia católica.
San Ignacio de Loyola (1491-1556), sacerdote español fundador de la Compañía de Jesús, orden religiosa de la Iglesia católica más conocida por el nombre de jesuitas que reciben sus miembros.
Íñigo de Óñez y Loyola (a veces llamado por error Íñigo López de Recalde) nació en el castillo ancestral que su familia tenía en Azpeitia (Guipúzcoa) y de joven fue paje en la corte de Fernando el Católico. Hizo la milicia a las órdenes de Antonio Manrique de Lara, duque de Nájera, y participó en la represión de la revuelta de las Comunidades, resultando herido en una pierna, en 1521, durante la defensa de Pamplona ante los ataques franceses. Mientras se recuperaba leyó varios libros religiosos que le llevaron a consagrarse a la vida espiritual. Después de hacer confesión en el monasterio de Montserrat, en 1522, se retiró a una cueva cerca de Manresa, donde vivió y rezó durante 10 meses con una gran austeridad, tras lo cual emprendió un viaje de peregrinación a Jerusalén.
Regresó a España en 1524 y estudió en las universidades de Barcelona, Alcalá de Henares y Salamanca. En 1528 marchó a París, en cuya universidad estudió Filosofía y Teología hasta 1535. El año anterior, había fundado una fraternidad piadosa que, más tarde, terminaría por convertirse en la Compañía de Jesús. En 1537 los miembros de la fraternidad se dirigieron a Roma, donde Loyola fue ordenado sacerdote (1538), y recibieron el permiso oral del papa Pablo III, quien emitió la confirmación oficial de la orden en 1540. Por la bula Mare magnum, la Compañía fue declarada exenta de jurisdicción episcopal, de tributación y de tener a su cuidado la dirección espiritual de religiosas. Un año después, Loyola fue elegido primer general de la orden y, además de administrar los asuntos de la Compañía, se dedicó a completar la redacción de sus Ejercicios espirituales (manual para las necesarias meditaciones sobre el sentido de la vida y sobre el perfeccionamiento de una forma de vivir, divididas en cuatro periodos o semanas) y a escribir las Constituciones de la orden, terminadas después de su muerte, el 31 de julio de 1556, que, en lo sustancial, nunca han sido modificadas. En Roma fundó los colegios Romano y Germánico. Ignacio de Loyola fue canonizado por el papa Gregorio XV en 1622 y, debido a su obra Ejercicios espirituales, que ha servido como modelo para la mayoría de las misiones y retiros católicos, es patrón de los retiros espirituales. Su festividad se conmemora el 31 de julio. (Microsoft ® Encarta ® 2008).

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1)          The Spirit of Spain (El espíritu de España), G. Havelock Ellis, pág.29.
2)          Diario de un Filósofo, Vol. I, pág. 23 de la ed. Inglesa.
3)          El niño se creía sin testigos.
4)        Keyserling relata, en el capítulo dedicado a España en su libro Europa, una experiencia que ilustra perfectamente este rasgo.
5)          Idearium español, Ed. Espasa-Calpe, Arg. Pág. 8.
6)          La Biblia en España, Prefacio.
7)           España, M. Aguilar, Madrid, 1934, pág. 25.
8)            V. Nuestra América.
9)            En este punto el cantor
buscó un porrón para consuelo,
echó un trago como un cielo,
dando fin a su argumento
y de golpe el instrumento.
lo hizo astillar contra el suelo.
“Rumpo”, dijo, “la guitarra,
para no volverme a tentar,
ninguno la ha de tocar,
por seguro ténganlo,
pues nadéis ha de cantar
cuando este gaucho cantó”.
10)         En El Universal Gráfico, México, D. F., abril 6, 1931.
11)         Rivadeneyra, Vida de Ignacio de Loyola, Col. Austral Espasa-Calpe pág. 32.
12)         Idearium español, págs. 7, 159, 160.
13)         Juventud: Conferencia de Luis Jiménez de Asúa y Réplica de José López Rey. págs. 122-124.
14)         La Reforma Universitaria, Vol. VI, Págs. 9-12.
15)         El lector deberá recordar que este libro fue escrito en 1931. (nota del Editor).
16)         “Anima naturaliter ibérica”.

Véase Parte II.

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