Capítulo IX (1)
EN BUSCA DE UN NUEVO CAMINO:
Pastor: Carlos Ramírez Jiménez:
Volvemos ahora a Sudamérica. En los restantes capítulos de este libro procuraremos esbozar la historia
y estimar la significación de los movimientos espirituales más significativos
que se han producido fuera del palio de la Iglesia Católica Romana, y que han
ejercido influencia sobre la vida y el pensamiento del continente durante la
era republicana.
9.1. Rebeldes:
Con la
espiración del periodo colonial y el establecimiento de gobiernos
independientes en los diversos países sudamericanos aparecen nuevas corrientes
intelectuales. Se hizo poderosa la influencia de Francia y en particular del
radicalismo francés. El espíritu de la Revolución Francesa, manifiesta ya en la
historia política de continente, se hizo sentir ahora en el terreno espiritual
también. En la primera generación que sucedió a la Declaración de la
Independencia, aparecieron ya en los dominios del pensamiento figuras
proféticas y revolucionarias. Las nuevas voces hicieron resonar su mensaje del
desierto, particularmente en los países de la costa occidental, donde, según
hemos visto ya, las influencias de la Iglesia habían sido más oscurantistas y
la represión intelectual más severa.
La figura
más representativa de este amanecer revolucionario, y sin duda alguna, una de
las más representativas y proféticas de la historia del pensamiento
sudamericano, es un joven chileno, Francisco Bilbao. En 1844, siendo todavía
estudiante del Instituto Nacional de Chile, y apenas de veinte años de edad,
Bilbao obtuvo súbita celebridad con la publicación de un libro llamado
Sociabilidad Chilena, en el que se traslucían las influencias de los
enciclopedistas franceses y de la Biblia, pero particularmente de Lammenais.
Esta figura mística y profética de los comienzos de siglo pasado, autor de Les Paroles d’un
Croyant (Palabras de un creyente), había causado una
profunda y decisiva impresión en la mente del joven chileno. El resultado fue
un libro escrito en el estilo aforístico y profético, peculiar de Lammenais, y en que su admirador
sudamericano lanzó un ataque frontal contra la Iglesia y la sociedad existente
en Chile. La juvenil filípica estalló como un trueno en la atmósfera
enclaustrada de la vida chilena donde hasta entonces había reinado la paz de
los sepulcros. El inaudito atrevimiento del joven autor dejó a todos con el
aliento en suspenso. Se le expulsó inmediatamente del colegio y se le consignó
a los tribunales civiles.
Las
palabras de Bilbao, dirigidas al fiscal acusador el día que se juzgó su causa,
no se olvidarán jamás en la historia de la lucha de Sudamérica por la libertad
espiritual:
·
He aquí dos nombres –dijo-, el del acusador
y el del acusado; dos nombres, entrelazados por el destino histórico, que
perdurarán en la historia de mi país nativo. Entonces se verá, señor fiscal,
cuál de los dos disfruta de las bendiciones de la posteridad.
·
La filosofía también tiene su código, y ese código es eterno. La filosofía
os asigna el nombre de retrógrado. Un innovador, eso es lo que soy yo; un
retrógrado, eso es lo que sois vos.
La audacia
de Bilbao lo convirtió en héroe del populacho. La multa de 2,500 que le impuso
el juez, fue pagada por suscripción popular, y el pueblo pedía que se le
entregara al juez para someterlo a pública vindicta. Unos cuantos meses después
de su famoso proceso, Bilbao salió de Chile para Europa, y fue a radicar a
París, donde entabló conocimiento con Quinet
y Lammenais. Sus relaciones con este último, a
quien veneraba como maestro, fueron conmovedoras y fructíferas. Durante su
residencia en la capital francesa, dedicó todo un invierno a traducir al
español la edición de los evangelios anotada por Lammenais.
De vuelta a
Chile, Bilbao fundó la “Sociedad de la Igualdad”, organización cuyos
principios eran los siguientes: Reconocimiento
de la independencia de la razón como autoridad de autoridades; profesión del
principio de la soberanía popular como base de toda política; y el deber y el
amor de la fraternidad universal esencia de la vida moral. Al mismo
tiempo, tradujo al español Les Paroles d’un
Croyant. Este nuevo esfuerzo literario produjo una tempestad de
indignación. No mucho después de su fundación, el gobierno disolvió la Sociedad
de la Igualdad. Por la publicación de un folleto. Los Boletines del Espíritu la
Iglesia lo excomulgó a Bilbao. En él salen a luz el gran amor y admiración en
que el joven radical tenía la personalidad y enseñanza de Jesús. Muéstrese en
él como un socialista cristiano y un resuelto y firme abogado de la libertad. Sus ideas
democráticas, se basaban en la religión:
·
La primera palabra del
pueblo soberano es Dios, la Persona Infinita y Creadora por quien existimos y a
quien vamos.
·
La segunda palabra es libertad, y
·
La tercera es la comunión de todas las criaturas: amor, fraternidad.
A
consecuencia de una revolución ocurrida en Chile, Bilbao huyó al Perú, y se
convirtió ahí en el centro de un grupo de jóvenes idealistas, con quienes lanzó
una campaña contra la corrupción administrativa. A resultas de esa actividad
tuvo que huir al Ecuador. A su regreso al Perú, Bilbao se sintió atraído por la
figura de la santa patrona de Lima, Santa Rosa, “un lirio entre las espinas”, como
la llamaba el joven chileno. Este interés lo llevó a publicar una serie de
estudios sobre la vida de la santa limeña, en quien Bilbao buscaba el ideal
americano de la perfección moral y la noble abnegación.
Una segunda visita a Europa,
marcó el comienzo de una nueva era en la vida de Bilbao. Un completo cambio
había tenido lugar durante su ausencia en el medio espiritual de Paría. Su venerado padre
espiritual Lammenais había muerto;
muchos de sus viejos maestros estaban en el exilio, y los reaccionarios
dominaban la situación. Las obras de los pensadores alemanes Strauss, Feuerbach
y Hegel, empezaron entonces a influir en el ardiente sudamericano, y aunque su
idealismo político y ético siguió tan vital como siempre, la sencillez de sus
primitivas concepciones cristianas comenzó a ceder sitio al racionalismo.
De Europa, Bilbao zarpó para
Buenos Aires, y en la capital argentina escribió varios libros de
significación, bajo títulos como los siguientes: La Ley de la Historia, América en Peligro, El Evangelio Americano, y una
serie de estudios sobre el problema religioso:
·
Discursos Masónicos,
·
La Revolución Religiosa, y
·
Estudios Religiosos.
Hay que decir que estos trabajos
sobre la religión carecen por completo de originalidad y se limitan a reflejar
las ideas de los autores favoritos de Bilbao. Muy marcada es la influencia
panteísta de Hegel. La admiración de Bilbao por Jesús es tan grande como
siempre, pero rechaza por entero lo sobrenatural.
Bilbao murió en Buenos Aires en 1864.
Su nombre es hoy bandera de progreso en la República de Chile. Aquella profecía
del joven revolucionario cuando se efectuaba su proceso, se había cumplido de
la manera más completa. Su gloria perenne consiste, según lo expresa su
compatriota y biógrafo Armando Donoso, en su “osadía y noble convencimiento” en
haber sido el “más
ardiente apóstol del republicanismo”, el “más
esforzado enemigo de todo despotismo político”, en su pureza y
desinterés.1)
Bilbao:
Francisco Bilbao Barquín (Santiago, Chile, 9 de
enero de 1823 — Buenos Aires, Argentina, 19 de febrero de 1865). Escritor,
filósofo y político chileno con ascendencia vasca, española; por sus ideas
liberales lo llamaron el Apóstol de la libertad.
|
Una segunda
figura continental, cuya memoria perdurará también como la de un apóstol de la
libertad espiritual, es la del ecuatoriano Juan Montalvo. Según el escritor y
crítico uruguayo José
Enrique Rodó, Montalvo es el escritor más notable del primer siglo de
Sudamérica republicana.2) Era, además, un alma profundamente
religiosa, a la vez que un anticlerical sin componendas.
Juan
María Montalvo Fiallos (Ambato, Ecuador, 13 de abril de 1832 – París,
Francia, 17 de enero de 1889) fue un ensayista y novelista ecuatoriano.
|
Montalvo:
Las obras
más famosas de Montalvo son: Capítulos Que
se le Olvidaron a Cervantes, la imitación más brillantes y feliz
que se ha escrito del estilo y sustancia del Don Quijote; Siete Tratados, en
que versa sobre variadas cuestiones políticas y religiosas; y Mercurial
Eclesiástica o libro de las
Verdades, libro que se publicó como resultado de una
controversia con el Arzobispo de Quito. José Ignacio Ordóñez.
El
Arzobispo había hecho una afirmación que suscitó las iras de Montalvo. Nuestros
antepasados, en mejores tiempos que los nuestros –dijo el prelado- tuvieron que
lamentar solamente aquellos pecados en que la malicia y fragilidad humanas les
habían hecho caer, y como mantuvieron viva la fe, verdaderamente volvieron a
Dios; su arrepentimiento fue sincero y real su conversión.
Montalvo,
entonces concentró todas sus potencias irónicas y satíricas en una redoma de
escarnio que vació sobre la Iglesia y en particular sobre la idea de que los
pecados morales son comparativamente cosa de poca monta con tal de que se
conserven las creencias religiosas.
En
comparación con Bilbao, Montalvo esgrimía una pluma más brillante y era un
pensador mucho más sistemático. Al igual que el gran chileno sentía profunda
admiración por Jesucristo, pero le faltaba, en nuestra opinión la calidad
apostólica y la
pureza personal de aquél.
José
Manuel de los Reyes González de Prada, conocido como Manuel González Prada
(Lima, 5 de enero de 1844 - Lima, 22 de julio de 1918), fue un ensayista,
pensador anarquista y poeta peruano. Como ensayista es considerado uno de
los mejores nacidos en su patria.
|
Manuel Prada:
Otro
notable representante de este grupo de rebeldes es el peruano Manuel González
Prada, en quien, como en Bilbao y Montalvo, predomina la influencia de los
escritores franceses. Renán y Guyau, fueron quienes principalmente moldearon su
pensamiento. Sus dos libros principales, Páginas Libres (1894) y Horas de Lucha
(1908), que consisten de ensayos y discursos sobre temas literarios, políticos
y religiosos, figuran, por su fuerza y pureza de estilo, entre las más clásicas
producciones del conjunto de las letras sudamericanas.
Sólo el
Ariel de Rodó puede parangonarse con ellos. Como controversia, ni el propio
Montalvo pudo esgrimir la pluma con la eficaz potencial del escritor peruano.
Probablemente ningún sudamericano ha esculpido tantas frases inmortales como
González Prada. Montalvo alzó su voz de rebeldía contra esa situación, y en
consecuencia fue desterrado.
El escritor
peruano asumió prominencia poco después de la guerra de 1879-83 entre Perú y
Chile. Apareció como severo e inexorable censor de aquellas debilidades de la
vida nacional que condujeron a la derrota, y a la Iglesias Católica Romana y la
religión en general les tocó especial ración de los golpes de mazo de su
retórica.
Sus ensayos
y discursos sobre la religión ponen de manifiesto ese tipo clásico de libre
pensador que produce la raza española, a cual, habiendo tenido en toda su
historia una tendencia a la polarización una pasión natural por los extremos,
no podía menos que producir radicales que son, según la frase de Unamuno, “católico al revés”. Porque para Prada,
igual que para Guyau, toda mente científica tiende a ser antirreligiosa. ¿Qué es la religión, sino puramente un asunto
privado, una cuestión de gusto individual, como la ropa interior que uno se
viste? No tiene base en la naturaleza de las cosas, pues, dice
Prada, “la
naturaleza es toda seno y no corazón”.
Tampoco es
necesaria la religión en la vida humana; para andar no necesitamos mirar hacia
arriba sino hacia adelante. Por otra parte, la religión ha resultado un mal positivo:
§ En vez de crear perfección humana, ha servido únicamente como barniz
externo para disimular los vicios o como santo, y
§ Seña para obtener una tajada en la
repartición de honores, poder, y riquezas.
Prada es el
enemigo mortal del catolicismo. Afirma que
“el progreso intelectual y moral de las naciones
sudamericanas se mide por la dosis de catolicismo que han logrado eliminar de
sus leyes y costumbres”.3) Así se expresa en las palabras finales de
su libro Horas de Lucha.
Lamentablemente profundamente la llegada de las órdenes religiosas al Perú a
establecer escuelas, cosa que fue ciertamente,
según hemos visto, un acontecimiento fatal para la historia del país.
Jamás se le
ocurrió al escritor peruano que la religión, la ética y la política, debieron y
pudieron relacionarse íntimamente. Cita con evidencia complacencia las palabras
de Vacherot,
el autor francés: “Dios entrega la política a los hombres y se reserva para sí
la religión”. No obstante Prada estaba dispuesto a reconocer los
frutos de la verdadera religión cuando los tenía delante. En su opinión, el
protestantismo produce un tipo ético más elevado que el catolicismo.
En particular interesante y
significativo es su ensayo sobre Vigil, un sacerdote católico romano a quien,
tras haber sido excomulgado por un ataque que lanzó contra el Papado, se nombró
bibliotecario de la Biblioteca Nacional del Perú. Por este precursor suyo en la vía del radicalismo tenía Prado el más
tierno aprecio. Vigil había roto con la Iglesia sin dejar de considerarse
cristiano, porque –según lo
expresaba- el Evangelio es la religión de todo hombre de bien, con
tal que sea el Evangelio tal como existía en la mente y corazón de Jesucristo.
Cuando este notable sacerdote se hallaba en trance de muerte, rehusó las
ministraciones de la Iglesia. Quería morir como un laico, “en
los brazos del buen Jesús”, según fueron sus últimas palabras.
Prada murió
en 1917 y desde entonces su nombre se ha convertido en santo y seña del
radicalismo militantes de su país natal. El sistema de extensión universitario,
emprendido en 1919 por un notable grupo de estudiantes peruanos llevaba el
nombre de Universidades Populares González Prada. La frase marcial del maestro: “Los viejos a la tumba, los jóvenes a la obra”
fue el grito de batalla de la Revolución Universitaria de 1919.
Lástima,
sin embargo que Prada haya sido más iconoclasta que profeta. Sus dones
intelectuales y su habilidad, como escultor literario para esculpir inmortales
frases geométricas eran superiores a sus dotes de corazón. A diferencia de
Francisco Bilbao, parecía carecer de sentimiento, y su actitud excepto en la
más estrecha intimidad, se Marcaba invariablemente por una cierta frígida
inaccesibilidad. Esta alma tímida y solitaria, no poseías las cualidades
necesarias para asumir una dirección dinámica. Sus más famosos discursos
públicos eran escritos cuidadosamente y luego enviados a la reunión en que
debía hablar su autor, para que otra persona los leyera.
Prada tenía, sin embargo, una cosa que
le da título a la veneración imperecedera como mentor de la juventud: su honradez acercada y su vida sin mácula. Además, al igual que Francisco Bilbao, y a diferencia de tantos iconoclastas*) literarios en la historia
sudamericana, continuó siendo hasta el día de su muerte un luchador consistente
y sin claudicaciones.
___________
*) Iconoclasta. (Del gr. εἰκονοκλάστης, rompedor de imágenes). adj. Se dice del hereje del siglo VIII que
negaba el culto debido a las sagradas imágenes, las destruía y perseguía a
quienes las veneraban. U. t. c. s. || 2. Se dice de quien niega y rechaza la
merecida autoridad de maestros, normas y modelos. U. t. c. s. (Microsoft®
Encarta® 2008).
El último
de esta raza de rebeldes, y tal vez el más iconoclasta de todos, por la
sencilla razón de que su posición política le proporcionó oportunidad de poner
en práctica sus ideales es José Battle Ordóñez, el presidente y caudillo
político del Uruguay. Bajo la dirección de Battle Ordoñez, esa pequeña
república adquirió relieve internacional por su legislación progresista en
materias sociales y políticas, conquistándose el nombre de “la
Nueva Zelanda y Sudamérica”. El partido de Battle adoptó una
política que no era simplemente anticlerical, como lo han hecho muchos
gobiernos sudamericanos, sino abiertamente antirreligiosa.
Hace
algunas décadas que este famoso uruguayo, cuya muerte acaeció en 1929, se puso
a eliminar del calendario todas las alusiones cristianas. La Navidad se convirtió
en el “Días de la Familia” y la
Semana Santa en la “Semana del Turismo”.
José Pablo Torcuato Batlle Ordóñez (Montevideo,
21 de mayo de 1856 - 20 de octubre de 1929), político y periodista de
Uruguay. Presidente de la República por dos períodos: 1903 - 1907 y 1911 -
1915.
|
Jose Pablo Torcuato..
9.2. Positivistas:
Allá por
los años setenta del siglo pasado, otra brisa espiritual procedente de Francia
arribó a las playas de Sudamérica en forma del positivismo. El sistema de
Augusto Comte ejerció su mayor influencia en Chile y Brasil, pero sobre todo en
este último. Quizá en ninguna otra parte del mundo recibió tan plena expresión,
como en dicha república, el ideal entrañado en la Religión de la Humanidad.
La primera
Sociedad Positivista del Brasil, se organizó en 1870, siendo oficiales de
ejército la mayoría de sus fundadores. En 1897, los miembros de la Iglesia
Nacional Positivista, dedicaron en Río de Janeiro un bello templo a la
Humanidad, sobre cuyo pórtico se halla la siguiente inscripción: “Amor el
principio, orden la base, progreso el fin”.
Si bien el número de
positivistas nunca ha sido muy grande en el Brasil algunos de los hombres de
más influencia en el país han figurado y figuran dentro de ese grupo. El famoso
Benjamín Constant, fundador y primer presidente de la República brasileña, era
un positivista ardiente lo cual explica por qué vino a figurar en la bandera
nacional de ese país el lema positivista “Orden y
Progreso”. Grande ha sido en particular la influencia del
positivismo, como instrumento de libertad política y religiosa en el estado que
se halla más al sur del Brasil, Río Grande do Sul, de donde salió el presidente
Getulio Vargas. En Río Grande, la libertad personal y la fe en la eficacia de
la sanción popular, se llevan a tal extremo que se permite el ejercicio de las
diversas profesiones sin que sea necesaria para ella la posesión de ningún
título oficial.
Se
considera que el público es un juez infalible de la eficiencia profesional.
La inmensa influencia de minoría que la
Religión de la Humanidad ha ejercido en algunos países sudamericanos,
especialmente en el Brasil, se debe a una serie de causas concurrentes:
Ø En primer lugar, la índole arquitectónica y amplia de la filosofía de Comte apeló
intelectualmente de inmediato a la mente sudamericana. Además, Comte no atacaba
al catolicismo. En su Filosofía de la Historia no estima como erróneas sino
simplemente como inferiores, las formas religiosas previas. La Religión de la
Humanidad se presentaba como el coronamiento de las creencias anteriores. En
1826, el filósofo había llegado hasta sugerir un acercamiento entre su propio
sistema y la Iglesia Católico Romano. Un punto de vista así tenía que ser
naturalmente atractivo para gente nacido y educada en un medio católico romano,
y que, aunque insatisfecho con la fe católica, no estaba dispuesta a seguir el
camino de los rebeldes y renunciar por completo a ella.
Ø Un segundo, elemento que explica la atracción ejercida por el positivismo, es su
hincapié en la humanidad como objeto supremo de devoción. Era natural que a
pueblos que son universalistas hasta la médula, les simpatizara la idea de la
religión como función por la cual se rige la vida individual y se combina
armoniosamente la vida colectiva, una idea según la cual la humanidad misma se
convierte en el nuevo centro de unidad, y la religión de la humanidad, con su
regla de oro del amor, en el vínculo que une a todas las naciones. Los
positivistas sudamericanos podían permitirse el gozo de sentirse refinadamente
superiores, no perteneciendo a ninguna secta –el
llamado “sectarismo” ha sido siempre
aborrecible a la mente sudamericana- y siendo herederos de todos los
valores humanos y religiosos. Los muros de los templos positivistas y de las
bibliotecas públicas fundadas bajo influencia del positivismo, están adornadas
de retratos de hombres y mujeres, pertenecientes a todas las épocas y las
razas, que han hecho importantes contribución a la causa de la humanidad.
Vale la pena
observar, a este respecto, que el primer centenario del esfuerzo de Comte por
establecer una alianza religiosa entre el catolicismo y el positivismo, se
combinó con la celebración del séptimo centenario de San Francisco de Asís.
Ø El tercer, elemento en la Religión de la Humanidad, que hizo de ella una potencia
espiritual entre una pequeña minoría del Brasil, ha sido su apoteosis de la
mujer, o mejor dicho, de una mujer. Entre 1845 y 1846, la índole intelectual
extrema del sistema de Comte, sufrió una profunda modificación por la muy
íntima y platónica amistad del filósofo con una dama parisiense, Clotilde de Vaux. Por efecto de esa intimidad,
Comte vino a darse viva cuenta del hecho de que en la naturaleza humana se
hallan igualmente inherentes valores emotivos. Comprendió que un sistema
filosófico tiene que dar lugar a todas y cada una de las fases de la
personalidad humana. Por lo tanto, fundó una religión que fuese a la vez
científica y humana, y que se propusiera como meta el bien de la humanidad.
Un libro
publicado en Río de Janeiro en 1926, por el escritor positivista R. Texeira Méndez, e intitulado El Año sin
Par, es una meditación religiosa sobre la unión incomparable a la cual debieron
los fundadores del positivismo, Augusto Comte
y Clotilde de Vaux, el cumplimiento de su
misión. Se presenta a Clotilde como la inspiradora y madre de la Religión de la
Humanidad; tiende a ocuparse el mismo lugar, al menos en el positivismo
brasileño, que la Virgen María en el catolicismo romano. Su imagen, como
símbolo de la Humanidad, aparece en el frontispicio del nuevo templo
positivismo de Río de Janeiro, inaugurado el 5 de abril de 1924, en el
septuagésimo cuarto aniversario de su muerte. Clotilde de Vaux es Santa
Clotilde, y Augusto Comte nuestro maestro, primer sumo sacerdote de la
humanidad. Otra evidencia de la verdad histórica de que las figuras concretas
de los fundadores religiosos se convierten ellas mismas en objeto de veneración
religiosa, pese a los principios impersonales y abstractos de la fe que hayan
proclamado.
Sin
embargo, no todos los positivistas sudamericanos llegaron a este grado
religioso. La mayoría se han detenido en el jalón ético en que el propio Comte
había acampado antes del “año sin par”.
Tal fue el caso del bien conocido sociólogo y psiquiatra argentino, José
Ingenieros, muerto en 1925. Carecía este brillante científico, según él mismo
decía, de toda tendencia mística. Condenaba todo cuanto participara de la
naturaleza del dogma, fuese en religión o en ciencia. La verdad sólo podía
alcanzarse por constante experimentación, por un proceso continuo de pruebas y
rectificaciones. Una ética efectiva debe ser resultado exclusivo de la
experiencia social, y en tal virtud, debe estar exenta de todo elemento a
priori.
Durante una
visita a los Estados Unidos, Ingenieros cayó bajo la influencia de Emerson y el
unitarismo de Nueva Inglaterra, resultado de lo cual fue un importante libro
suyo publicado en 1917 con el título de Hacia una Moral Sin Dogmas, y en que
la tesis de que los principios de la moralidad deben renovarse constantemente.
Los dogmas religiosos deben ser sustituidos por los ideales morales. Todo el
libro está impregnado de la influencia de la escuela de Nueva Inglaterra, pero
Ingenieros se queja del viraje religioso en que han incurrido las Sociedades
Éticas de dicho movimientos. Reitera, en cuanto a él mismo, su carencia
personal de sentimientos religiosos, pero halla difícil predecir el futuro de
la religión, cuya potencia no deja de reconocer. Arguye, no obstante, que para
aquellos que sean incapaces de creer en una religión, sea cual fuere, pero que
retengan todavía un temperamento místico, los grandes intereses de la
renovación política y social deben convertirse en el equivalente práctico de
las religiones de la humanidad.
9.3. Idealistas Románticos:
La figura
de José Enrique Rodó, el brillante ensayista uruguayo, nos pone en contacto con
una tendencia nueva y más espiritual en el pensamiento sudamericano. El Ariel
de Rodó puede considerarse con justicia como la Carta Magna del idealismo
sudamericano. Durante el presente siglo, varias generaciones sucesivas de
estudiantes latinoamericanos han aclamado al propio Rodó como “Maestro de la Juventud”.
Aunque las
influencias culturales que lo formaron como escritor son prácticamente todas
francesas. Rodó no ha tenido igual, como maestro de la prosa española, entre
los exponentes modernos de la lengua de Cervantes. Como el peruano González
Prada, Rodó se nutrió de Guyau y Renán. No pudo considerársele, sin embargo,
como un escritor verdaderamente original y creador. Su don principal consistía
en espigar, ecléticamente, en los grandes maestros, y entretejer su cosecha en
una serie de pensamientos deslumbradores de conceptos ricamente poéticos y
forma impecable. Era la suya una especie de filosofía proteica, cuyo
pensamiento central era “reformarse es
vivir”. He ahí otro eco de la reacción sudamericana contra lo fijo,
lo dogmático y lo sectario.
La posición
religiosa de Rodó aparece clara en un folleto escrito en 1906 e intitulado Liberalismo y Jacobinismo. José Battle
Ordóñez y su escuela habían llevado su iconoclastia religiosa hasta el punto de
exigir que se retiraran de los hospitales públicos y otras instituciones
caritativas de Montevideo todos los símbolos religiosos, en particular los
crucifijos. Rodó, aunque no profesaba ningunas religión, se indignó
profundamente por la injusticia e incongruencia de tal acción. “Un profesor de
filosofía –dice Rodó- que, encontrado en el testero de su aula el busto de
Sócrates, fundador del pensamiento filosófico, e hicieron retirar de allí”,
suscitaría “sin
duda nuestro asombro, y no nos sería necesario más que el sentido intuitivo de
la primera impresión para calificar la incongruencia de su conducta. Y una Comisión de Caridad que expulsa del seno de las casas de caridad la imagen del creador de la caridad –del que la trajo al mundo como sentimiento y como doctrina-,
no ofrece, para quien desapasionadamente lo mire,
espectáculo menos desconcertador ni menos extraño”.4)
En su
briosa defensa de los símbolos cristianos Rodó emprendió la explicación de los
orígenes históricos de la caridad. Sócrates no llegó más allá de una actitud
negativa hacia el hacedor de mal. La pasión moral en la propagación de las
ideas éticas fue algo extraño al temperamento judío. La dominación espiritual
de Grecia no acarreó al mundo una regeneración moral porque Grecia no tenía el
sentido de la solidaridad humana. En el curso de las edades se han pronunciado
y escrito muchos panegíricos*) del amor y
de la bondad fraternal. Pero una cosa es formular una idea, y otra por competo
diferente, propagar un sentimiento.
___________
*) Panegírico,
ca. (Del lat. panegyrĭcus, y este del gr. πανηγυρικός). adj. Perteneciente o relativa a la oración o
discurso en alabanza de alguien. Discurso panegírico. Oración panegírica. || 2.
m. Discurso o sermón en alabanza de alguien. || 3. Elogio de alguien, hecho por
escrito. (Microsoft® Encarta® 2008).
Séneca
proclamó excelsas ideas morales, pero su moralidad carecía de vida. La moral de
Filón y de Kant es tan fría como el hielo. El verdadero inventor de una idea en
el mundo moral es aquel que primero la transforma en sentimiento, dándole una
expresión activa en su propia conducta. Tal fue lo que hizo Jesucristo. Después
de proclamar la idea del amor, le dio calor en su propio corazón, y marchó con ella a la Cruz.
En el curso
de la polémica, Rodó llamó la atención a una verdad que se impone
constantemente al estudiante del pensamiento latinoamericano. “Encontramos en
nuestro librepensamiento latino –escribía el
maestro-, una tendencia a la declaración forense…
y una unilateralidad y una ausencia de delicadeza y
penetración intuitiva para llegar al espíritu de las religiones”. Para
un liberal latino es extraordinariamente difícil escribir con desapasiona
miento sobre el tema de la religión. Según Rodó, el único escritor francés que
ha podido hacerlo es Renán. El liberalismo de los otros es siempre
fanáticamente ultramontano. Ser un librepensador no significa necesariamente
pensar con libertad, pues a menudo es término que designa a quien no es ni
pensador ni libre.
Rodó nos
recuerda en muchos sentidos a su maestro Renán, Sentía, como él, un profundo
respeto por el sentimiento religioso sincero doquiera lo encontrase y
cualesquiera fuesen los dogmas que le prestaran su inspiración. Consideraba la
preocupación del hombre con el misterio del universo como una expresión
constitutiva de la naturaleza humana, aun cuando él mismo no profesaba fe
religiosa alguna. Sin duda que para él las creencias religiosas positivas no
eran más que para Renán, es decir, el sonido de campanas legendarias de un
campanario sepultado bajo las aguas del océano.
Negabase a
relacionarse con cualquiera organización de base religiosa o a hablar
auspiciado por alguna de ellas. Lo cual no es más que otra ilustración de esa
actitud de no comprometerse, tan común entre los intelectuales sudamericanos, y
a la cual nos hemos referido antes, actitud inspirada por el temor al
sectarismo y a ser considerados sectarios. La actitud espiritual de Rodó era
esencialmente la del espectador aristotélico retrepado en su torre de marfil.
No carece
de significación el hecho de que en años recientes haya tenido lugar una
reacción, especialmente en los círculos estudiantiles contra el tipo de
idealismo representado por Rodó, cuyo pensamiento se considera ahora, y con
razón, como falto de potencia creadora. Hablaba del ideal, pero no mostraba el
camino hacia su realización, a la vez que subsiste el hecho penoso de que su
propia personalidad no era ni con mucho un modelo de idealismo.
En su
contacto personal con la juventud, el maestro uruguayo no encarnaba el retrato
idealizado de Próspero en su propio Ariel, y su muerte, en Italia y en 1916,
ocurrió en circunstancias tan poco ideal que sus admiradores prefieren pasar
por alto la escena final.
Descubrimos así en la vida del más
grande de los idealistas sudamericanos la tragedia del idealismo continental en
su forma tradicional: honda sima se abre entre el romanticismo de la teoría
y a rutina dura y gris de la práctica. Salvar esa sima es uno de los principales problemas espirituales de
Sudamérica.
Un tipo
inmensamente más noble y dinámica es el que representa el educador argentino
Joaquín B. González, fundador de la Universidad de La Plata. En González
comienza a aparecer la influencia del oriente y del pensamiento oriental en la
vida espiritual de Sudamérica. Desde su vida temprana se reveló en él una
profunda pasión por la naturaleza, que lo llevó a cultivar una especie de panteísmo poético. Amaba la belleza en
todas sus formas, y no dice que se vio conducido a los estudios de leyes, por
la contemplación de la belleza inmanente en todo concepto de justicia.
González,
fue de los primeros sudamericanos que sintieron la influencia de Rabindranath
Tagore, con resultados decisivos. Para su discípulo argentino, Tagore era el
más férvido y entero de los espíritus, que “realizó en sí a
unión consustancial e indivisible del poeta, el místico, e filósofo el
sacerdote y el maestro”. Su interés en Tagore hizo a González
traducir al español los Cien Poemas de Kabir, el poeta indio del siglo
decimoquinto cuyos versos había editado en inglés Tagore. Lo que más le
impresionaba en Kabir era su universalidad, la misma cualidad que había hecho tan
atractivo el positivismo para tantas mentes de una generación previa. En su
introducción a la versión española, González comenta con entusiasmo la
filosofía tolerante y liberal de Kabir, que propendía a conciliar todas las
creencias en una sola y suprema, o sea la creencia en las cualidades esenciales
que todas las religiones tienen en común.
Este común
denominador se manifiesta en forma de un elevado misticismo, en el estado Teo patico que se obtiene mediante la
visión sintética de Dios. ¡La manifestación del amor es la verdadera solución de los
problemas humanos, porque en el amor se funden y desaparecen todas las
contradicciones de la existencia!
Esta
referencia al amor lleva a González a referirse, con tristeza a lo que
considera como el problema supremo de su país y raza: la manifestación del odio, “que se ha
revelado –dice- entre nosotros con todos los rasgos
de una ley histórica”. Y a continuación cita las significativas
palabras del filósofo José Ortega y Gasset:
“Los
españoles ofrecemos a la vida un corazón blindado de rencor, y las cosas
rebotando en él, son despedidas cruelmente… Yo
quisiera proponer en estos ensayos a los lectores más jóvenes que yo… que expulsen de sus ánimos todo hábito de odiosidad y aspiren
fuertemente a que el amor vuelva a administrar el universo”.5)
Pero preguntamos: ¿Cómo puede expulsarse el odio?
Sólo por “la
potencia expulsiva de un nuevo afecto”. Ni la razón ni los altos
ideales ni el amor abstracto logran jamás arrojar al archidemonio; sólo puede
hacerlo un efecto concreto y apasionado. Jamás se mostrará adecuado para
semejante tarea lo que sea menos que una devoción personal al Otro Cristo Español. Sólo en la “salud”
del Cristo que es “Jesús” desaparecerá esa tendencia inherente a
la “crueldad”
y el “odio”
entre su propio pueblo, de la cual se quejan los escritores sudamericanos.
No menos
románticos, pero tal vez más definitivamente cristianos en su punto de vista,
son los escritores peruanos José Gálvez y Edwin Elmore. Gálvez, poeta, y autor
del Himno de los Estudiantes Sudamericanos, ha sido Ministro de Relaciones
Exteriores de su país.
En un largo
documento sobre su posición religiosa, preparado hace algunos años a petición
del autor de este libro, se hallan varias frases significativas que no revelan
no sólo cuál ha sido la peregrinación espiritual de quien las escribió sino de
alma sudamericana en general durante los últimos años. Dice Gálvez:
“Yo creo que González Prada por quien
tuve gran admiración, contribuyó con sus escritos irreligiosos a hacer de mí
una especie de radical. Yo era ateo. No sonaríais. Yo era hasta un tanto frailófobo.
Pero después mi alma reacciona. Comencé siendo todavía muy joven, a mirar mucho
el cielo, y a mirarlo sin gran preocupación astronómica. Lo miraba con
preocupación religiosa, casi mística”.
Suena en
esas palabras una nota nueva; no puede alcanzarse la meta de la vida humana con
plenitud mirando hacia adelante, como quería Prada; igualmente esencial es
mirar hacia arriba. La contemplación de “horizontes
lejanos” de nada ayudará a quien se halla perdido en medio de las
arenas del desierto, donde los vientos han borrado todos los senderos. En tal
caso, el peregrino debe esperar a que salgan las estrellas antes de renovar su
marcha. Sigue
diciendo Gálvez:
“Siento
la necesidad de creer, y creo en efecto en un poder supremo en una fuerza que
está dentro y fuera de mí, pero todavía no se ha formado definitivamente en mi
interior la religión que necesito. Creo en que todos la necesitan sin
excepción, y creo que mi espíritu es en el fondo realmente cristiano. Jamás
alcanzó el hombre su más alta y profunda grandeza como cuando apareció el
cristianismo. A mi modo de pensar, es el cristianismo el que ha hecho a la
humanidad lo que es ya en parte y lo que debe ser por completo. Soy cristiano a
mi modo, y creo que vivo dentro del criterio esencial de la ideología, el
sentimiento y las normas del cristianismo pero no he podido volver a sus ritos”.
Edwin
Elmore, cuya vida se truncó prematuramente, era una figura enteramente única y
simbólica entre los intelectuales jóvenes de Sudamérica. Para el que esto
escribe, es difícil hablar de Elmore sin profunda emoción. Fuimos miembros los
dos de un grupo literario de Lima cuyo centro era la bien conocida revista El Mercurio Peruano,6)
y teníamos muchos intereses comunes, entre los que era principal lazo de unión
nuestro mutuo entusiasmo por la persona y escritos de Unamuno.
Pero en
1925 la vida de Elmore, tan llena de brillantes promesas, fue segada en flor
por un encuentro con el infame poeta Santos Chocano, quien lo asesinó en el
edificio del primer periódico de Lima. El Comercio, por la simple razón de que
Elmore se había atrevido a escribir una serie de artículos en la prensa
atacando a los ideales representados por Chocano y su generación.
Aparece en
Edwin Elmore, con más plenitud y riqueza que en cualquier otro escritor
sudamericano moderno, el caudal de nuevas influencias que en años recientes han
empezado a vaciarse sobre la vida intelectual del continente. Carlyle Tolstoi,
Tigore Unamuno, Barbusse, Fogazzaro, contribuyeron todos a la formación
espiritual y la pasión militante de Elmore. En dos folletos, intitulados “El clamor del
sentimiento” y “El retorno al cristianismo”, llegamos a la
base de su posición religiosa.
Lo único –dice-
que nos puede librar de la desesperación es la fe en que Cristo vive la
consoladora y vivificante idea de su constante influencia en el fondo de
nuestros corazones. Anhelaba el retorno de la humanidad al “seno
de Jesús”, probable reminiscencia de las palabras de su ilustre
compatriota Vigil. El cristianismo oficial –decía-
es el más grande de los crímenes.
Al tiempo
de morir, Elmore estaba interesado en el proyecto de un congreso de
intelectuales sudamericanos. Anhelaba que la intelligentsia
emprendiera una cruzada en interés de la vida del espíritu y de la hermandad
universal. Para fomentar ese proyecto había visitado varios países de
Sudamérica, pero habían hallado muy escaso apoyo. Edwin no había llegado a
entender que la simple cultura no forma cruzados, antes con no poca frecuencia,
produce reaccionarios espirituales. Con todo, la memoria de esta noble alma
quijotesca, no perecerá en la historia latinoamericana.
9.4. La
Seducción De Lo Esotérico:
Traspasemos
ahora las fronteras del positivismo científico y del idealismo romántico, y
penetremos por el pórtico de lo esotérico a los demonios de la religión
propiamente dicha. Una de las características de la historia espiritual de
Sudamérica en las últimas décadas ha sido la propagación del espiritismo*) y la teosofía**), el primero
particularmente entre las masas, y el segundo entre las minorías educadas. La
influencia creciente de estos dos sistemas esotéricos***),
no sólo en Sudamérica sino en el mundo entero, es símbolo del advenimiento de
una nueva era psíquica en la historia espiritual del hombre.
“Una nueva era, debería yo decir una era psíquica
–escribe
Maeterlinck en El Tesoro de los Humildes- viene
tal vez a nosotros. Parecería como si la
humanidad estuviese a punto de sacudirse de encima la abrumadora carga de la
materia que la aplasta”.
En cuanto
al espiritismo, pretenden sus devotos que se le considere como preparación para
una nueva actitud hacia la realidad, como un paso en la evolución humana, como
el comienzo de una nueva orden mundial. F. W. H. Myers, uno de los primeros y
más famosos que se interesaron en la investigación psíquica****),
habla de ella como el preámbulo de toda religión.
___________
*) Espiritismo.
m. Doctrina de quienes suponen que a través de un médium, o de otros modos, se
puede comunicar con los espíritus de los muertos. (Microsoft® Encarta® 2008).
**) Teosofía.
(Del gr. θεοσοφία). f. Denominación que se da a diversas doctrinas religiosas y místicas,
que creen estar iluminadas por la divinidad e íntimamente unidas con ella. ||
2. ant. teología.
***) Esotérico, ca. (Del gr. ἐσωτερικός). adj. Oculto, reservado. || 2. Dicho de una cosa: Que es impenetrable o
de difícil acceso para la mente. || 3. Se dice de la doctrina que los filósofos
de la Antigüedad no comunicaban sino a corto número de sus discípulos. || 4.
Dicho de una doctrina: Que se transmite oralmente a los iniciados.
****) Psíquico, ca. (Del lat. psychĭcus, y este del gr.
ψυχικός). adj. Perteneciente o relativo a las funciones y
contenidos psicológicos.
Desde la
Gran Guerra de 1914-18, aumentó en gran manera la influencia del espiritismo.
La angustia del luto por la pérdida de seres amados, proyectó los pensamientos
de la multitud más allá de los linderos de los visible y tangible, en busca de
pruebas de que los espíritus de sus deudos continuaban su existencia consciente
y rondaban por los sitios queridos en que habían vivido. La común tendencia de
nuestros tiempos a reducir la religión a la ética y a la actividad social, ha
empujado a muchos, no satisfechos con ese moralismo, a preocuparse un
conocimiento más hondo de la realidad. Por otra parte, el llamado cristianismo
liberal, con su recelo de los emotivo y su menosprecio por lo sobrenatural, se
ha mostrado insuficiente para satisfacer las aspiraciones espirituales de la
masa del pueblo en la época actual.
Véase capitulo IX (2)
No hay comentarios.:
Publicar un comentario