sábado, 4 de noviembre de 2017

APÓCRIFOS: (Libros)

APÓCRIFOS:
(Libros)
Pastor: Carlos Ramírez Jiménez:

Introducción:

Gr. «apokrypha», «escondidos».
Este término se aplica a un número de libros y escritos que aparecen en la versión griega de los LXX, pero que no aparecen en la Biblia hebrea. Posteriores casi todos ellos al siglo III a.C., pasaron de la LXX a la versión latina (Vulgata) y a todas las versiones antiguas y modernas hasta comienzos del siglo XIX.
La sinagoga no los consideraba en absolutos inspirados. Ciertos autores de los mismos libros les niegan toda inspiración (véanse «Prólogo de Eclesiástico»; 1 Mac. 4:46; 9:27; 2 Mac. 15:38, 39). No forman parte del canon judío. Jesús no los cita jamás, y tampoco los apóstoles. A ello se suman razones espirituales, por el desfavor con que se vieron acogidos estos libros.
En el siglo IV, el mismo traductor de la Biblia latina, Jerónimo, descalificó el conjunto de libros introducidos por la LXX como parte del AT. Los apócrifos no se distinguen en absoluto por su valor espiritual; el soplo profético brilla por su ausencia, y muchas de las doctrinas que allí se expresan, contradicen la doctrina del canon hebreo y la del NT., como la intercesión de los ángeles y de los santos (Tob. 12:12; 2 Mac. 15:14; Bar. 3:4), la redención de las almas después de la muerte (2 Mac. 12:42, 46), etc.
La «Iglesia de Roma» ha preferido seguir el criterio de Agustín de Hipona al de Jerónimo, y considera como canónicos todos los libros admitidos por la LXX y la Vulgata, exceptuando «3 y 4 Esdras» y la «Oración de Manasés», según decisión dogmática adoptada en el Concilio de Trento (1546) y confirmada en el Concilio Vaticano I (1870). En cambio, la Reforma se adhirió a los puntos de vista de Jerónimo.
En su versión alemana de la Biblia, Lutero los rechazó de las páginas del AT., situándolos agrupados entre el AT., y el NT., con la siguiente nota:
·      «Libros que no deben ser considerados iguales a las Sagradas Escrituras, pero que no obstante son útiles y buenos para ser leídos».

La Confesión de fe de Westminster (1643) declara:
·      «Los libros llamados Apócrifos no son divinamente inspirados, ni forman parte del Canon de las Escrituras, no teniendo tampoco autoridad alguna en la Iglesia de Dios. No hay que considerarlos más que a otra clase de escrito humano».

David Martín escribía, por su parte, en 1707, en el prefacio a los Apócrifos:
·      «Estos libros son leídos por muy pocas personas, y a excepción del Eclesiástico, Sabiduría, el libro primero de Macabeos y el capítulo 7 del segundo, el resto apenas si vale la pena de leer».

Fue en 1826 que la Sociedad Bíblica Británica y Extranjera tomó la resolución de excluir todos los libros apócrifos de sus ediciones. Esta decisión, sin embargo, se ha visto revocada a partir del año 1968, cuando las Sociedades Bíblicas Unidas se comprometieron a una cooperación con Roma.
Fruto de ello fue la traducción llamada «Dios habla hoy», o también «Dios llega al hombre»; para esta versión, en las ediciones de consumo católico, las Sociedades Bíblicas Unidas incluyen los libros apócrifos, quebrantando así una larga tradición de imprimir sólo la Palabra de Dios sin añadiduras. Clasificación.

Los apócrifos se pueden clasificar de la siguiente manera, siguiendo su carácter literario:
(a) Relatos históricos: 1 y 2 Macabeos.
(b) Obras patrióticas: Macabeos, Tobías, Judit, Adiciones a Ester, 3 Esdras, Susana, Bel y el Dragón. Estos dos últimos son adiciones a Daniel.
(c) Escritos líricos y místicos: Oración de Azarías (adición a Daniel), Oración de Manasés, Baruc, Epístola de Jeremías.
(d) Libros morales y religiosos: Eclesiástico (o Sabiduría de Jesús, hijo de Sirach), Sabiduría de Salomón.
El libro 4 Esdras y el 4 Macabeos forman parte de los pseudoepígrafos. Se trata de un conjunto de escritos judeocristianos que pertenecen al mismo grupo que los apócrifos, pero que han sido mantenidos siempre fuera de toda pretensión de canonicidad; se presentan generalmente bajo el nombre de un personaje célebre.
A diferencia de los libros canónicos del AT., escritos en hebreo con la excepción de unos cortos pasajes en arameo, los apócrifos están escritos en griego. De todas maneras, se debe señalar que Judit, Eclesiástico, Baruc 1 a 3:8, y 1 Macabeos fueron primitivamente redactados en hebreo.

Historia.
La literatura apocalíptica es una forma de literatura parecida a la profecía, pero concentrándose en la revelación de secretos. Presenta grandes secretos, revelados por Dios a algún santo o profeta favorito, acerca de sus propósitos para el futuro, o cómo está constituida la naturaleza, o del mundo invisible. La forma en que se hace la revelación es, a veces, sumamente simbólica, pero algunas veces literal y con lujo de detalles.
Fuera de la Biblia, la literatura apocalíptica se escribía bajo un nombre asumido, por lo general un nombre famoso de tiempos antiguos. En tales casos el autor aparente se presentaba como prediciendo eventos que habían ocurrido, como evidencia de su acceso a los secretos divinos. Tal estratagema, en su mejor forma, es un fraude piadoso.
El Apocalipsis de Juan es una prueba conspicua de que esto no es necesario para que sea un escrito apocalíptico, ya que el autor del Ap., escribió bajo su propio nombre y no hizo uso de profecías posteriores al evento”. El libro de Dan., por otro lado, se piensa que fue escrito bajo un nombre asumido y con una fecha a partir del siglo II Antes de Jesucristo, después que muchos de los eventos predichos ya habrían ocurrido.
La evidencia para esta suposición nunca ha sido muy fuerte, y mucha evidencia en contra ha salido a la luz en los últimos años, especialmente después del descubrimiento de los Rollos del Mar Muerto. Con relación a la calidad literaria y espiritual, el libro de Dn. deja muy atrás a los apocalipsis apócrifos, y difiere de éstos en otros marcados aspectos también.
Daniel, a diferencia de otros escritos, no asume como escritor a una figura de otra parte del Antiguo Testamento, ya conocido como uno que había recibido revelación. No muestra las características sectarias de los esenios que son típicas de los apocalipsis apócrifos más antiguos (véase más adelante).
Además, el libro de Dan., está incluido entre las Escrituras de los judíos, que es una especie de reconocimiento no otorgado a otros escritos apocalípticos. Estas diferencias en carácter y tratamiento se explican en forma más fácil si sabemos que Daniel es más antiguo que otros apocalipsis judíos y suscitó imitación tanto por su calidad como porque cuando comenzaron a ser escritos, Daniel ya estaba en la lista para pertenecer al canon.
Los primeros escritores judíos de apocalipsis seudónimos parecen haber sido antecesores y representativos de la escuela del pensamiento esenio. Cuatro de los cinco libros que forman El Libro de Enoc, Los Testamentos de los Doce Patriarcas escritos en arameo (y posiblemente en gr.), y varios otros apocalipsis fragmentarios hallados en los Rollos del Mar Muerto llevan este punto de vista.
Posteriores apocalipsis judíos tales como Las Parábolas de Enoc, La Asunción de Moisés y 2 Esdras (que se mencionan más adelante) contienen una fuerte dosis de pensamiento farisaico.

I.      EL CONTENIDO DE LOS APOCRIFOS:


1.1.    Los Libros Apócrifos Propiamente:
1 Esdras es una versión gr. de la historia de Esdras con un poco de Cron. Y Neh. incluido, y con una narración adicional en los caps. 3 y 4 acerca de un debate en la corte de Persia sobre el tema de la cosa más fuerte en el mundo. Aquellos libros del Antiguo Testamento que no eran leídos en las sinagogas reflejaban la tendencia de ser traducidos al gr. y al arameo más libremente que otros. Esdras era uno de los nueve libros de esta serie, de manera que 1 Esdras puede ser sólo una versión antigua libre gr., mientras que la otra versión gr. incluida en la LXX Septuaginta (versión griega del AT.), es una traducción mucho más Literalmente El material extra es característico de un haggadah judío, tipo de escrito homilético, tal como escritos ficticios relatados para edificación solamente.
2 Esdras es un apocalipsis, escrito c. 100 Después de Jesucristo y conservado en latín, y no en gr. Dos capítulos cristianos posteriores se agregaron al principio y dos al final.
Tobías es un relato moral acerca de las limosnas, el entierro de los muertos y las bodas. El fondo es pérsico, y es uno de los libros más antiguos de los apócrifos.
Judit es una narración emocionante, claramente no histórica, acerca de una heroína piadosa que salva a su pueblo.
Las Adiciones a Ester es un popurrí de asuntos agregados a la traducción de Ester en la LXX Septuaginta (versión griega del AT.), principalmente para hacer resaltar su naturaleza religiosa. Ester era otro libro libremente traducido al gr., con diversas extensiones, aunque en este caso el libro era uno de los que se leía en las sinagogas.
La Sabiduría de Salomón es una obra en la tradición de la literatura de la sabiduría del Antiguo Testamento, pero probablemente fue escrita en gr., por un judío de Alejandría influido en algún grado por la filosofía griega. Para el fin del siglo II Después de Jesucristo se describe esta obra como escrita por los amigos de Salomón en su honor(Fragmento Muratorio), de modo que probablemente no fue la intención engañar con un seudónimo.
Eclesiástico es otro libro de sabiduría, que se apega más al libro de Prov., concluyendo con el bien conocido elogio en alabanza de varones famosos. Fue compuesto originalmente en heb., como el mismo prólogo lo explica. Es uno de los libros más antiguos de los apócrifos, con fecha c. 180 Antes de Jesucristo, y da el nombre del autor como Josué ben-Sira.
Baruc, que concluye con La Carta de Jeremías (originalmente una obra aparte), está agregada a Jeremías en la LXX Septuaginta (versión griega del AT.), como un doble apéndice al libro bíblico. Representa al compañero de Jeremías, Ba ruc, que profetiza en forma similar al profeta, y a Jeremías escribiendo otra carta a los exiliados, esta vez sobre los peligros de la idolatría (compare Jeremías 29).
El Cántico de los Tres Niños Santos, Susana y Bel y el Dragón son tres agregados a la versión de Dn., en la LXX Septuaginta (versión griega del AT.). La primera es una expansión de Dn. 3, consistiendo de una oración e himnos pues tos en las bocas de los tres compañeros de Daniel cuando estaban en el horno de fuego. Al himno se le llama con frecuencia el Benedícite y se usa en el culto tradicional cristiano. Los otros dos son relatos piadosos antepuestos o agregados al libro a la manera de Baruc y La Carta de Jeremías.
La Oración de Manasés es una expansión de 2 Cron. 33:11–19, expresando en palabras el arrepentimiento de Manasés. No se sabe, sin embargo, si se originó en una traducción de la Biblia, y puede haber sido compuesta independientemente.
1 Macabeos es la fuente principal histórica para las hazañas de los macabeos en su sublevación en contra del rey helenista de Siria: Antíoco Epífanes, y su campaña de persecución a mediados del siglo II Antes de Jesucristo Es una excelente historia de una fe heroica.
2 Macabeos abarca algo de lo mismo. Se compuso en gr. y combina valiosa material histórica con leyenda. Algunos Manuscritos de la LXX Septuaginta (versión griega del AT.), también incluyen: 3 y 4 Macabeos, que son de menor importancia.

1.2.   La Literatura Seudoepigráfica:
Esta es una colección de libros más amplia que los apócrifos, similarmente escritos en su mayoría por judíos, pero preservados por cristianos, aunque no tan apreciados por la iglesia como los apócrifos. No todos son seudónimos, a pesar del nombre que se les ha dado comúnmente, aunque muchos lo son. Entre los más antiguos e importantes están los siguientes:
La Historia de Ahicar es una antigua historia que sobrevive en varias formas y diferentes idiomas, que incluye material proverbial, pero muy poco que sea definitivamente religioso. Se menciona en El Libro de Tobías y se ha encontrado un ms.ms. Manuscrito arameo que incluye parte de ella (con fecha del siglo V Antes de Jesucristo) hallado en la excavación de un poblado judío en Elefantino.
La Carta de Aristeas y Los Oráculos Sibilinos son ejemplos de un buen número de obras ostensiblemente escritas por autores paganos, pero realmente escritas con intereses judíos. La primera da un informe parcialmente legendario de la traducción del Pentateuco al gr. (LXX Septuaginta (versión griega del AT), realizada en el siglo II Antes de Jesucristo, un siglo después del evento.
El Libro de Enoc (1 Enoc) es una compilación de cinco libros apocalípticos de diversas fechas, cuatro de los cuales han sido hallados entre los Rollos del Mar Muerto y tienen el punto de vista esenio, exhibiendo el calendario distintivo y las creencias de los tiempos finales de los esenios. Los más antiguos probablemente datan del siglo III Antes de Jesucristo El segundo libro, Las Parábolas de Enoc”, lleva un punto de vista algo distinto y contiene la enseñanza famosa sobre el Hijo del Hombre, desarrollado en base a Dan. 7. Se ha sugerido, pero con base insuficiente, que este libro es de algún autor cristiano. 1 Enoc 1:9 se cita en Judas 14, 15.
El Libro de los Jubileos redactado como si hubiera sido escrito por Moisés, al igual que 1 Enoc como si hubiera sido escrito por Enoc. Apoya el mismo calendario esenio. Divide la cronología en jubileos de cuarenta y nueve años, desde la creación hacia adelante, recuenta la historia patriarcal, haciendo retroceder la observancia de la ley mosaica hasta la creación. Al igual que 1 Enoc, parece haber tenido la idea de comprobar que la interpretación esenia de las Escrituras ya existía en los tiempos del Antiguo Testamento. El uso de un seudónimo en casos como este parece tener la intención de engañar.
Los Testamentos de los Doce Patriarcas posiblemente tiene el mismo punto de vista ya mencionado, por lo menos en su forma aramea. En este escrito cada uno de los hijos de Jacob deja un último mensaje con su descendiente al momento de morir, prediciendo su futuro y dándole instrucciones de cómo comportarse.
La Asunción de Moisés y 2 Baruc son apocalipsis con mayor punto de vista farisaico. El primero está incompleto y en realidad no incluye (como antes) la supuesta ascensión al cielo de Moisés, ni el evento mencionado en Jud. 9. El segundo está íntimamente relacionado con 2 Esdras.
El Martirio de Isaías supuestamente es la expresión judía de la obra cristiana. La Ascensión de Isaías y cuenta el caso de Isaías martirizado, siendo aserrado en dos, escrito que probablemente influyó en la expresión de Heb. 11:37.
Los Salmos de Salomón son himnos piadosos, atribuidos a Salomón para que sus alusiones contemporáneas fueran más fácilmente aceptables.
Aunque ninguno de los libros apócrifos se menciona directamente en el Nuevo Testamento, dos de los seudoepigráficos, según lo ya indicado, se citan en la carta de Judas. Es posible que aquellos para quienes iba esta literatura tenían una predilección especial por ella, o que los herejes que los molestaban la tenían. Así que Judas usó dos pasajes tomados de aquí pensando en sus lectores en vez de atribuir él mismo autoridad alguna a la literatura.

1.3.   Los Rollos del Mar Muerto.
Los Rollos del Mar Muerto son fragmentos de Manuscritos que datan desde el siglo III Antes de Jesucristo hasta el siglo I Después de Jesucristo Fueron descubiertos en varios centros en ruina en el desierto de Judea entre 1947 y 1965, especialmente en el centro Qumran de los esenios. Muchos de tales Manuscritos no tienen nada que ver con los apócrifos ni los seudoepigráficos, pero otros sí. Mss. de tres de los libros apócrifos (Tobías, Eclesiástico y la Carta de Jeremías) fueron hallados allí, los dos primeros en sus idiomas originales (arameo y heb. respectivamente).
Se encontraron también allí tres libros seudoepigráficos (1 Enoc, Jubileos y Los Testamentos de los Doce Patriarcas), también en sus idiomas originales (arameo, heb. y arameo respectivamente), como también los Testamentos en una versión muy diferente del texto. En el caso de tres de estas seis obras, era la primera vez que se hallaba alguna parte en los idiomas originales, aunque porciones de Eclesiástico en heb. y los Testamentos en arameo habían sido hallados al final del siglo XIX en el Genizah de Cairo (la pieza de almacenaje de la antigua sinagoga, donde se escondían los Manuscritos en desuso).
Otra obra hallada en el Genizah de Cairo, al principio se la llamaba Fragmentos Sadoquitas, pero al encontrarse más del texto ha sido renombrado Documento de Damasco. Es un reglamento para la vida de la comunidad esenia y es paralelo de otro libro de reglamentos, el Manual de Disciplina, también hallado entre los Rollos del Mar Muerto. Otras obras con el mismo punto de vista, y halladas por primera vez entre los Rollos del Mar Muerto, son: El Rollo de Guerra, y El Rollo del Templo:
·   El primero, contiene instrucciones y predicciones con relación a la guerra final esperada por los judíos contra los romanos, y
·  El segundo, tiene una declaración armonizada de las leyes acerca del santuario y las ceremonias, supuestamente escrito por Moisés.
El resto de los Rollos del Mar Muerto incluyen una gran cantidad de Manuscritos bíblicos, abarcando a todos los libros del Antiguo Testamento excepto Est., un libro de himnos y numerosos textos expositivos y litúrgicos.

II.     LA ENSEÑANZA DE LA LITERATURA APOCRIFA:


Los libros que hemos estado estudiando no abarcan toda la literatura que provee el fondo no bíblico judío para el Nuevo Testamento, aunque, en general, son la parte más antigua de dicha literatura.
La literatura incluye también los escritos de Filo (un judío de habla gr. de Alejandría de la primera parte del primer siglo Después de Jesucristo), quien escribió comentarios filosóficos sobre el Pentateuco, y los escritos de Josefo (un judío palestino de la última parte del primer siglo Después de Jesucristo), que escribía materiales históricos.
Además, la literatura de fondo no estará completa a me nos que se incluya alguna parte de los escritos rabínicos, donde las tradiciones orales de los fariseos están registradas. La compilación rabínica más antigua de importancia es la Mishna, escrita como por el año 200 Después de Jesucristo, pero incluyendo dichos de rabíes conocidos volviendo atrás tanto como al primer siglo Antes de Jesucristo, o aún antes.
Uno de los tratados tomados de la Mishna con frecuencia ha sido incluido, bajo el título de Pirqe Aboth (“Los Dichos de los Padres”), en colecciones de la seudoepígrafa, aunque no tenía allí un lugar apropiado.
Cuando, después del juicio del exilio, los judíos por fin encararon seriamente su vicio habitual de incluir en sus cultos aspectos de otras religiones, y guiados por Esdras y Nehemías, adoptaron deliberadamente el Pentateuco como la regla de su vida, fue inevitable que surgirían diferentes escuelas de pensamiento acerca de la interpretación de la ley.
Ya para el siglo II Antes de Jesucristo, emergieron tres distintas escuelas de pensamiento:
·      los fariseos,
·      los saduceos, y
·      los esenios.
Cada uno teniendo su propia interpretación de la ley mosaica.

Los fariseos al principio llevaban la ventaja, pero a partir de 110 Antes de Jesucristo los saduceos pudieron apoderarse del sumo sacerdocio y mantenerse en él. Sin embargo, los fariseos retuvieron tanta influencia con la población que, en la práctica, los sumos sacerdotes tuvieron que amoldarse generalmente a los puntos de vista de los fariseos.
Los esenios desempeñaron un papel menos prominente en la vida pública y vivieron en comunidades separadas en el desierto y en los suburbios de las ciudades.

Las tres escuelas de pensamiento también desarrollaron puntos de vista diferentes en cuanto a cuatro otros temas teológicos, además de la interpretación de la ley. Estos temas eran:
Ø La tradición oral,
Ø la soberanía divina,
Ø los ángeles, y
Ø la escatología (teorías acerca de los últimos tiempos).

Los saduceos, asumieron una actitud negativa hacia cada uno de estos temas y los fariseos una positiva.
Los fariseos, recalcaban la importancia de la tradición oral para la interpretación y aplicación de las Escrituras, la soberanía de Dios, la existencia de ángeles, un juicio futuro personal, todo lo cual los saduceos negaban.
Los esenios, estuvieron mayormente de acuerdo con los fariseos, excepto respecto a la tradición oral, donde ellos enfatizaban sus propios escritos sectarios.

Naturalmente, la literatura producida en esta época refleja la influencia de los puntos de vista diferentes que existían y exhibe las simpatías de los escritores involucrados. La mayor parte de la literatura intertestamentario es ampliamente farisaica, aparte de los escritos esenios hallados en Qumran y los otros escritos hallados allí que revelan características similares. Es dudoso que haya sobrevivido algún escrito genuinamente saduceo.
La religión intertestamentario, según lo reflejado en su literatura, es, en su forma más genuina, la verdadera fe del Antiguo Testamento. Sin embargo, hubo desarrollos considerables en el pensamiento religioso durante este período, en parte por las influencias persa y gr. (durante los gobiernos de Persia y Grecia), pero especialmente por la manera en que la enseñanza del Antiguo Testamento se interpretaba. Estos desarrollos de pensamiento religioso atribuido generalmente a la in fluencia persa o gr., especialmente los relacionados con ángeles y demonios y a la vida venidera, probablemente se originaron en otros puntos de vista de interpretación del Antiguo Testamento.
La influencia extranjera es muy aparente de vez en cuando, como cuando Tobías 3:8, 17 usa un término persa para decir demonio, o cuando Sabiduría 2–5 (seguido por Filón y Josefo) enseña la inmortalidad del alma. Sin embargo, estos desarrollos fueron justificables en las mentes de aquellos que los hicieron como interpretaciones del Antiguo Testamento. Es cierto que el Antiguo Testamento habla de ángeles y demonios, a pesar de lo poco que nos di ce al respecto.
Afirma (especialmente en los profetas y los salmos) una vida futura para los creyentes más significativa que una existencia sombría en el Seol. Los desarrollos intertestamentarios son, en cierta forma, especulativos de lo que el Antiguo Testamento dice, y una consideración importante para cristianos es si el Nuevo Testamento los aprueba. En algunos casos los desarrollos son rechazados por el Nuevo Testamento y en otros ignorados, pero aun en otros son validados.

2.1.   Dios y Sus Ángeles.
Aunque el cuidado paternal de Dios por su pueblo Israel se menciona con frecuencia en esta literatura, su santidad trascendente es remarcada. El nombre de Dios, Jehovah, había llegado a ser demasiado sagrado para ser pronunciado, y la palabra Adonai (“Señor”) fue usada en su lugar. Consecuentemente, en la traducción LXX Septuaginta (versión griega del AT.), del Antiguo Testamento, el nombre de Dios se escribe ho kurios, el Señor”. Con frecuencia se cita en el Nuevo Testamento algún pasaje con esta traducción, y es también el título divino dado con mayor frecuencia al Señor Jesús.
La soberanía de Dios, como hemos visto, era un interés prominente durante este período. Los escritores apocalípticos, con su expectativa de una gran intervención de Dios en la historia humana para juzgar y libertar, le dieron mucho realce a esto.
También se creía, con excepción de los saduceos, que Dios era soberano en la vida de los individuos; pero esto no llegaba al extremo, por lo menos por los fariseos, de excluir la responsabilidad humana (Salmos de Salomón 9:7; 2 Baruc 54:15, 19). La creencia sobre la predestinación de los esenios parece haber sido algo más extrema.
Se ha pensado generalmente que el énfasis durante este período sobre lo remoto de Dios explica por qué seres intermedios como ángeles y demonios eran objeto de tanta atención.
En Tobías, un ángel juega un papel prominente en los asuntos humanos, y por analogía con los nombres de ángeles del Antiguo Testamento como Gabriel y Miguel se le da el nombre de Rafael.
En el libro de Enoc se nombran un gran número de ángeles, incluyendo a siete arcángeles cuyos nombres todos terminan en “-el”, y cada uno tiene responsabilidad bajo Dios (El), por diferentes clases de personas o partes de la creación (1 Enoc 20). En Los Testamentos de los Doce Patriarcas, ángeles interceden en los cielos por seres humanos (Testamento de Leví 3:5, 6; Testamento de Dan 6:2).
Poca de esta especulación acerca de los ángeles es aprobada por el Nuevo Testamento, pero su papel como intercesores puede estar inferido en Mt. 18:10. Los ángeles aparecieron, sin embargo, notablemente en la anunciación (Lc. 1:26–28) y en la resurrección (Por ejemplo Mt. 28:2–7).

2.2.   Las Escrituras.
La influencia que la ley escrita, como la forma permanente de la ley de Dios, ya estaba ejerciendo en los tiempos del Antiguo Testamento, se mantiene y se desarrolla más durante el periodo intertestamentario. La Carta de Aristeas 177 se refiere al Pentateuco como los oráculosde Dios. Dos veces en los libros apócrifos el libro de la ley de Moisés se identifica claramente con la personificación de la Sabiduría de Dios (Eclesiástico 24:23; Baruc 4:1).
De los libros fuera del Pentateuco, Tobías 2:6 y 14:4 cita predicciones de dos de los profetas por nombre, y en 1 Macabeos 7:16, 17 se citan los Salmo como predicativos. En los Rollos del Mar Muerto, los libros del Antiguo Testamento eran citados con lo que llegó a ser fórmula estándar para citar Escrituras autoritativas, lo que siguió practicándose en Filón, en el Nuevo Testamento y en el Mishna.

2.3.   El Pecado y La Salvación.
Puesto que la ley era el camino de justicia, los judíos del periodo intertestamentario estaban muy ocupados con el problema humano de la propensión a la desobediencia. Un punto de vista in fluyente era que los justos ya venían marcados desde el vientre como tales, por el don de una buena alma (Sabiduría 8:19, 20; Eclesiástico 1:14), y que sus buenas obras expiaban las malas (Tobías 12:9; Eclesiástico 3:3).
Esto tiene afinidad con la doctrina rabínica que consideraba que la salvación es por obras y que, cuando Dios juzga a las personas, él balanceará las obras buenas contra las malas, para ver cuáles son mayores, en vez de requerir absoluta bondad, como el Nuevo Testamento enseña (de donde sale la doctrina del Nuevo Testamento que la justificación ante Dios sólo es posible por medio de la fe).

2.4.    La Vida Venidera.
Cualquier doctrina de la salvación implica la supervivencia del espíritu humano (si no también la resurrección del cuerpo humano) y un juicio futuro personal para cada individuo. Estas creencias se hallan precisamente enseñadas en la literatura intertestamentaria. Ya hemos mencionado la enseñanza de la inmortalidad del alma en Sabiduría 2–5, donde los pecadores sobreviven aparentemente para llegar al juicio, al igual que los justos para ser bendecidos.
En los textos esenios, la sobrevivencia de los espíritus tanto de los justos como de los malos se enseña distintivamente en 1 Enoc 22 y Jubileos 23:31. Estos tienen una experiencia de antemano, después de su fallecimiento, de la suerte final en el gran día del juicio. La resurrección del cuerpo era más prominente en el pensamiento farisaico que en el esenio.
Se enseña distintivamente en 2 Macabeos 7:11; 14:46 y en otros lugares, y el castigo corpóreo para los malos se vislumbra en Judit 16:17. La enseñanza del Nuevo Testamento armoniza generalmente con esta posición, aunque la inmortalidad del alma no se enseña explícitamente en el Nuevo Testamento.

2.5.   El Mesías y Las Últimas Cosas.
Sabemos por el Nuevo Testamento que los judíos estaban esperando a un buen número de personajes de los últimos tiempos: el Mesías, el Profeta de los últimos tiempos en Deut. 18:18, 19 y el Elías volviendo en Malq. 4:5, 6. El Antiguo Testamento también alude a un sacerdote de los últimos tiempos (Esd. 2:63; Neh. 7:65; Salm. 110:4; Jr. 33:14–21; Zc. 6:9–15). Es una peculiaridad de los Rollos del Mar Muerto que ligan al Mesías y al sacerdote que vuelve como los dos Mesías.
También hay señales claras de todo esto en Los Testamentos de los Doce Patriarcas, donde se esperan a los Mesías de la tribu de Leví y de la tribu de Judá.
En el pensamiento farisaico, sin embargo, se recalcaba que el Mesías sería de la tribu de Judá, hijo de David, o sea un renuevo del linaje de Isaí (2 Sam. 7:11–29; Is. 11:1–10). Sería un gran guerrero como David y rescataría a su pueblo, pero hasta dónde sería su propio alcance para obtener los demás propósitos futuros de Dios al juzgar al mundo inaugurando la nueva creación, queda tan oscuro en la literatura intertestamentaria como en el Antiguo Testamento.
Sin embargo, haremos una excepción en el caso de Las Parábolas de Enoc (1 Enoc 37–71), la única parte del libro que no ha sido hallada en Qumran. Aquí se identifica al Mesías con el Hijo del Hombre tomado de Daniel 7 y es un ser preexistente que establecerá el reino de Dios.
Lo central del Mesías davídico en los propósitos de Dios es un tema que recoge y desarrolla el Nuevo Testamento. Se lo identifica con Jesús, el Hijo eterno de Dios, que viene a salvar a su pueblo de sus pecados y no de la dominación extranjera, y él mismo es el bien esperado gran sumo sacerdote.
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Nota y Bibliografía:
-e-Sword-the. LEDD. Roger Beckwith.
-Pastor: Carlos Ramírez Jiménez. 04//11//2017.


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