APÓCRIFOS:
(Libros)
Pastor: Carlos Ramírez Jiménez:
Introducción:
Gr. «apokrypha»,
«escondidos».
Este término se
aplica a un número de libros y escritos que aparecen en la versión griega de
los LXX, pero que no aparecen en la Biblia hebrea. Posteriores casi todos ellos
al siglo III a.C., pasaron de la LXX a la versión latina (Vulgata) y a todas
las versiones antiguas y modernas hasta comienzos del siglo XIX.
La sinagoga no los consideraba en absolutos
inspirados. Ciertos autores de los mismos libros les niegan toda inspiración
(véanse «Prólogo de Eclesiástico»;
1 Mac. 4:46; 9:27; 2 Mac. 15:38, 39). No forman parte del canon judío. Jesús no
los cita jamás, y tampoco los apóstoles. A ello se suman razones espirituales,
por el desfavor con que se vieron acogidos estos libros.
En el siglo IV, el mismo traductor de la
Biblia latina, Jerónimo, descalificó el conjunto de libros introducidos por la
LXX como parte del AT. Los apócrifos no se distinguen en absoluto por su valor
espiritual; el soplo profético brilla por su ausencia, y muchas de las doctrinas
que allí se expresan, contradicen la doctrina del canon hebreo y la del NT.,
como la intercesión de los ángeles y de los santos (Tob. 12:12; 2 Mac. 15:14;
Bar. 3:4), la redención de las almas después de la muerte (2 Mac. 12:42, 46),
etc.
La «Iglesia de Roma»
ha preferido seguir el criterio de Agustín de Hipona al de Jerónimo, y
considera como canónicos todos los libros admitidos por la LXX y la Vulgata,
exceptuando «3 y 4 Esdras» y la «Oración de Manasés», según decisión dogmática adoptada
en el Concilio de Trento (1546) y confirmada en el Concilio Vaticano I (1870).
En cambio, la Reforma se adhirió a los puntos de vista de Jerónimo.
En su versión alemana de la Biblia,
Lutero los rechazó de las páginas del AT., situándolos agrupados entre el AT.,
y el NT., con la siguiente nota:
· «Libros que no deben ser
considerados iguales a las Sagradas Escrituras, pero que no obstante son útiles
y buenos para ser leídos».
La
Confesión de fe de Westminster (1643) declara:
· «Los libros llamados Apócrifos no son divinamente inspirados, ni
forman parte del Canon de las Escrituras, no teniendo tampoco autoridad alguna
en la Iglesia de Dios. No hay que considerarlos más que a otra clase de escrito
humano».
David
Martín escribía, por su parte, en 1707, en el prefacio a los Apócrifos:
· «Estos libros son leídos
por muy pocas personas, y a excepción del Eclesiástico, Sabiduría, el libro
primero de Macabeos y el capítulo 7 del segundo, el resto apenas si vale la
pena de leer».
Fue en 1826 que la Sociedad Bíblica
Británica y Extranjera tomó la resolución de excluir todos los libros apócrifos
de sus ediciones. Esta decisión, sin embargo, se ha visto revocada a partir del
año 1968, cuando las Sociedades Bíblicas Unidas se comprometieron a una
cooperación con Roma.
Fruto de ello fue la traducción llamada «Dios habla hoy»,
o también «Dios
llega al hombre»; para esta versión, en las ediciones de consumo
católico, las Sociedades Bíblicas Unidas incluyen los libros apócrifos,
quebrantando así una larga tradición de imprimir sólo la Palabra de Dios sin
añadiduras. Clasificación.
Los
apócrifos se pueden clasificar de la siguiente manera, siguiendo su carácter
literario:
(a)
Relatos históricos:
1 y 2 Macabeos.
(b) Obras
patrióticas:
Macabeos,
Tobías, Judit, Adiciones a Ester, 3 Esdras, Susana, Bel y el Dragón. Estos dos
últimos son adiciones a Daniel.
(c) Escritos
líricos y místicos:
Oración de Azarías (adición a Daniel), Oración de Manasés, Baruc,
Epístola de Jeremías.
(d) Libros
morales y religiosos: Eclesiástico (o Sabiduría de Jesús, hijo de Sirach), Sabiduría de
Salomón.
El libro 4 Esdras y el 4 Macabeos forman
parte de los pseudoepígrafos. Se trata de un conjunto de escritos
judeocristianos que pertenecen al mismo grupo que los apócrifos, pero que han
sido mantenidos siempre fuera de toda pretensión de canonicidad; se presentan
generalmente bajo el nombre de un personaje célebre.
A diferencia de los libros canónicos del
AT., escritos en hebreo con la excepción de unos cortos pasajes en arameo, los
apócrifos están escritos en griego. De todas maneras, se debe señalar que
Judit, Eclesiástico, Baruc 1 a 3:8, y 1 Macabeos fueron primitivamente
redactados en hebreo.
Historia.
La literatura
apocalíptica es una forma de literatura parecida a la profecía, pero
concentrándose en la revelación de secretos. Presenta grandes secretos,
revelados por Dios a algún santo o profeta favorito, acerca de sus propósitos
para el futuro, o cómo está constituida la naturaleza, o del mundo invisible.
La forma en que se hace la revelación es, a veces, sumamente simbólica, pero
algunas veces literal y con lujo de detalles.
Fuera de la Biblia, la literatura
apocalíptica se escribía bajo un nombre asumido, por lo general un nombre
famoso de tiempos antiguos. En tales casos el autor aparente se presentaba como
prediciendo eventos que habían ocurrido, como evidencia de su acceso a los
secretos divinos. Tal estratagema, en su mejor forma, es un fraude piadoso.
El Apocalipsis de Juan es una prueba
conspicua de que esto no es necesario para que sea un escrito apocalíptico, ya
que el autor del Ap., escribió bajo su propio nombre y no hizo uso de “profecías
posteriores al evento”. El libro de Dan., por otro lado, se piensa
que fue escrito bajo un nombre asumido y con una fecha a partir del siglo II
Antes de Jesucristo, después que muchos de los eventos predichos ya habrían
ocurrido.
La evidencia para esta suposición nunca
ha sido muy fuerte, y mucha evidencia en contra ha salido a la luz en los
últimos años, especialmente después del descubrimiento de los Rollos del Mar
Muerto. Con relación a la calidad literaria y espiritual, el libro de Dn. deja
muy atrás a los apocalipsis apócrifos, y difiere de éstos en otros marcados
aspectos también.
Daniel, a diferencia de otros escritos,
no asume como escritor a una figura de otra parte del Antiguo Testamento, ya
conocido como uno que había recibido revelación. No muestra las características
sectarias de los esenios que son típicas de los apocalipsis apócrifos más
antiguos (véase más adelante).
Además, el libro de Dan., está incluido
entre las Escrituras de los judíos, que es una especie de reconocimiento no
otorgado a otros escritos apocalípticos. Estas diferencias en carácter y
tratamiento se explican en forma más fácil si sabemos que Daniel es más antiguo
que otros apocalipsis judíos y suscitó imitación tanto por su calidad como
porque cuando comenzaron a ser escritos, Daniel ya estaba en la lista para
pertenecer al canon.
Los primeros escritores judíos de
apocalipsis seudónimos parecen haber sido antecesores y representativos de la
escuela del pensamiento esenio. Cuatro de los cinco libros que forman El Libro
de Enoc, Los Testamentos de los Doce Patriarcas escritos en arameo (y
posiblemente en gr.), y varios otros apocalipsis fragmentarios hallados en los
Rollos del Mar Muerto llevan este punto de vista.
Posteriores apocalipsis judíos tales como “Las Parábolas de Enoc”, La Asunción de Moisés y 2 Esdras
(que se mencionan más adelante) contienen una fuerte dosis de pensamiento
farisaico.
I. EL
CONTENIDO DE LOS APOCRIFOS:
1.1. Los Libros Apócrifos Propiamente:
1 Esdras es una versión gr. de la
historia de Esdras con un poco de Cron. Y Neh. incluido, y con una narración
adicional en los caps. 3 y 4 acerca de un debate en la corte de Persia sobre el
tema de la cosa más fuerte en el mundo. Aquellos libros del Antiguo Testamento
que no eran leídos en las sinagogas reflejaban la tendencia de ser traducidos
al gr. y al arameo más libremente que otros. Esdras era uno de los nueve libros
de esta serie, de manera que 1 Esdras puede ser sólo una versión antigua libre
gr., mientras que la otra versión gr. incluida en la LXX Septuaginta (versión
griega del AT.), es una traducción mucho más Literalmente El material extra es
característico de un haggadah judío, tipo de escrito homilético, tal como
escritos ficticios relatados para edificación solamente.
2 Esdras es un apocalipsis, escrito c.
100 Después de Jesucristo y conservado en latín, y no en gr. Dos capítulos
cristianos posteriores se agregaron al principio y dos al final.
Tobías es un relato moral acerca de las
limosnas, el entierro de los muertos y las bodas. El fondo es pérsico, y es uno
de los libros más antiguos de los apócrifos.
Judit es una narración emocionante,
claramente no histórica, acerca de una heroína piadosa que salva a su pueblo.
Las Adiciones a Ester es un popurrí de asuntos
agregados a la traducción de Ester en la LXX Septuaginta (versión griega del AT.),
principalmente para hacer resaltar su naturaleza religiosa. Ester era otro
libro libremente traducido al gr., con diversas extensiones, aunque en este
caso el libro era uno de los que se leía en las sinagogas.
La Sabiduría de Salomón es una obra en
la tradición de la literatura de la sabiduría del Antiguo Testamento, pero
probablemente fue escrita en gr., por un judío de Alejandría influido en algún
grado por la filosofía griega. Para el fin del siglo II Después de Jesucristo
se describe esta obra como “escrita por los amigos de Salomón en su honor” (Fragmento
Muratorio), de modo que probablemente no fue la intención engañar con un
seudónimo.
Eclesiástico es otro libro de sabiduría,
que se apega más al libro de Prov., concluyendo con el bien conocido elogio en
alabanza de varones famosos. Fue compuesto originalmente en heb., como el mismo
prólogo lo explica. Es uno de los libros más antiguos de los apócrifos, con fecha
c. 180 Antes de Jesucristo, y da el nombre del autor como Josué ben-Sira.
Baruc, que concluye con La Carta de
Jeremías (originalmente una obra aparte), está agregada a Jeremías en la LXX
Septuaginta (versión griega del AT.), como un doble apéndice al libro bíblico.
Representa al compañero de Jeremías, Ba ruc, que profetiza en forma similar al
profeta, y a Jeremías escribiendo otra carta a los exiliados, esta vez sobre
los peligros de la idolatría (compare Jeremías 29).
El Cántico de los Tres Niños Santos,
Susana y Bel y el Dragón son tres agregados a la versión de Dn., en la LXX
Septuaginta (versión griega del AT.). La primera es una expansión de Dn. 3,
consistiendo de una oración e himnos pues tos en las bocas de los tres
compañeros de Daniel cuando estaban en el horno de fuego. Al himno se le llama
con frecuencia el Benedícite y se usa en el culto tradicional cristiano. Los
otros dos son relatos piadosos antepuestos o agregados al libro a la manera de
Baruc y La Carta de Jeremías.
La Oración de Manasés es una expansión
de 2 Cron. 33:11–19, expresando en palabras el arrepentimiento de Manasés. No
se sabe, sin embargo, si se originó en una traducción de la Biblia, y puede
haber sido compuesta independientemente.
1 Macabeos es la fuente principal
histórica para las hazañas de los macabeos en su sublevación en contra del rey
helenista de Siria: Antíoco Epífanes, y
su campaña de persecución a mediados del siglo II Antes de Jesucristo Es una
excelente historia de una fe heroica.
2 Macabeos abarca algo de lo mismo. Se
compuso en gr. y combina valiosa material histórica con leyenda. Algunos Manuscritos
de la LXX Septuaginta (versión griega del AT.), también incluyen: 3 y 4 Macabeos, que son de menor
importancia.
1.2. La Literatura Seudoepigráfica:
Esta es una colección de libros más
amplia que los apócrifos, similarmente escritos en su mayoría por judíos, pero
preservados por cristianos, aunque no tan apreciados por la iglesia como los
apócrifos. No todos son seudónimos, a pesar del nombre que se les ha dado
comúnmente, aunque muchos lo son. Entre los más antiguos e importantes están
los siguientes:
La Historia de Ahicar es una antigua
historia que sobrevive en varias formas y diferentes idiomas, que incluye
material proverbial, pero muy poco que sea definitivamente religioso. Se
menciona en El Libro de Tobías y se ha encontrado un ms.ms. Manuscrito arameo
que incluye parte de ella (con fecha del siglo V Antes de Jesucristo) hallado
en la excavación de un poblado judío en Elefantino.
La Carta de Aristeas y Los Oráculos
Sibilinos son ejemplos de un buen número de obras ostensiblemente escritas por
autores paganos, pero realmente escritas con intereses judíos. La primera da un
informe parcialmente legendario de la traducción del Pentateuco al gr. (LXX Septuaginta
(versión griega del AT), realizada en el siglo II Antes de Jesucristo, un siglo
después del evento.
El Libro de Enoc (1 Enoc) es una
compilación de cinco libros apocalípticos de diversas fechas, cuatro de los
cuales han sido hallados entre los Rollos del Mar Muerto y tienen el punto de
vista esenio, exhibiendo el calendario distintivo y las creencias de los
tiempos finales de los esenios. Los más antiguos probablemente datan del siglo
III Antes de Jesucristo El segundo libro, “Las Parábolas de Enoc”, lleva un punto de
vista algo distinto y contiene la enseñanza famosa sobre el Hijo del Hombre,
desarrollado en base a Dan. 7. Se ha sugerido, pero con base insuficiente, que
este libro es de algún autor cristiano. 1 Enoc 1:9 se cita en Judas 14, 15.
El Libro de los Jubileos redactado como
si hubiera sido escrito por Moisés, al igual que 1 Enoc como si hubiera sido
escrito por Enoc. Apoya el mismo calendario esenio. Divide la cronología en
jubileos de cuarenta y nueve años, desde la creación hacia adelante, recuenta
la historia patriarcal, haciendo retroceder la observancia de la ley mosaica
hasta la creación. Al igual que 1 Enoc, parece haber tenido la idea de
comprobar que la interpretación esenia de las Escrituras ya existía en los
tiempos del Antiguo Testamento. El uso de un seudónimo en casos como este
parece tener la intención de engañar.
Los Testamentos de los Doce Patriarcas
posiblemente tiene el mismo punto de vista ya mencionado, por lo menos en su
forma aramea. En este escrito cada uno de los hijos de Jacob deja un último
mensaje con su descendiente al momento de morir, prediciendo su futuro y
dándole instrucciones de cómo comportarse.
La Asunción de Moisés y 2 Baruc son
apocalipsis con mayor punto de vista farisaico. El primero está incompleto y en
realidad no incluye (como antes) la supuesta ascensión al cielo de Moisés, ni
el evento mencionado en Jud. 9. El segundo está íntimamente relacionado con 2
Esdras.
El Martirio de Isaías supuestamente es
la expresión judía de la obra cristiana. La Ascensión de Isaías y cuenta el
caso de Isaías martirizado, siendo aserrado en dos, escrito que probablemente
influyó en la expresión de Heb. 11:37.
Los Salmos de Salomón son himnos
piadosos, atribuidos a Salomón para que sus alusiones contemporáneas fueran más
fácilmente aceptables.
Aunque ninguno de los libros apócrifos
se menciona directamente en el Nuevo Testamento, dos de los seudoepigráficos,
según lo ya indicado, se citan en la carta de Judas. Es posible que aquellos
para quienes iba esta literatura tenían una predilección especial por ella, o
que los herejes que los molestaban la tenían. Así que Judas usó dos pasajes
tomados de aquí pensando en sus lectores en vez de atribuir él mismo autoridad
alguna a la literatura.
1.3. Los Rollos del Mar Muerto.
Los Rollos del Mar Muerto son fragmentos
de Manuscritos que datan desde el siglo III Antes de Jesucristo hasta el siglo
I Después de Jesucristo Fueron descubiertos en varios centros en ruina en el
desierto de Judea entre 1947 y 1965, especialmente en el centro Qumran de los
esenios. Muchos de tales Manuscritos no tienen nada que ver con los apócrifos
ni los seudoepigráficos, pero otros sí. Mss. de tres de los libros apócrifos
(Tobías, Eclesiástico y la Carta de Jeremías) fueron hallados allí, los dos
primeros en sus idiomas originales (arameo y heb. respectivamente).
Se encontraron también allí tres libros
seudoepigráficos (1 Enoc, Jubileos y Los Testamentos de los Doce Patriarcas),
también en sus idiomas originales (arameo, heb. y arameo respectivamente), como
también los Testamentos en una versión muy diferente del texto. En el caso de
tres de estas seis obras, era la primera vez que se hallaba alguna parte en los
idiomas originales, aunque porciones de Eclesiástico en heb. y los Testamentos
en arameo habían sido hallados al final del siglo XIX en el Genizah de Cairo
(la pieza de almacenaje de la antigua sinagoga, donde se “escondían” los Manuscritos en
desuso).
Otra obra hallada en el Genizah de
Cairo, al principio se la llamaba Fragmentos Sadoquitas, pero al encontrarse
más del texto ha sido renombrado Documento de Damasco. Es un reglamento para la
vida de la comunidad esenia y es paralelo de otro libro de reglamentos, el
Manual de Disciplina, también hallado entre los Rollos del Mar Muerto. Otras
obras con el mismo punto de vista, y halladas por primera vez entre los Rollos
del Mar Muerto, son: El Rollo de Guerra, y El Rollo del Templo:
· El primero, contiene
instrucciones y predicciones con relación a la guerra final esperada por los
judíos contra los romanos, y
· El segundo, tiene una declaración armonizada de las leyes acerca del santuario
y las ceremonias, supuestamente escrito por Moisés.
El resto de los Rollos del Mar Muerto
incluyen una gran cantidad de Manuscritos bíblicos, abarcando a todos los
libros del Antiguo Testamento excepto Est., un libro de himnos y numerosos
textos expositivos y litúrgicos.
II. LA ENSEÑANZA DE LA LITERATURA APOCRIFA:
Los libros que hemos estado estudiando no abarcan
toda la literatura que provee el fondo no bíblico judío para el Nuevo Testamento,
aunque, en general, son la parte más antigua de dicha literatura.
La literatura incluye también los
escritos de Filo (un judío de habla gr. de Alejandría de la primera parte del
primer siglo Después de Jesucristo), quien escribió comentarios filosóficos
sobre el Pentateuco, y los escritos de Josefo (un judío palestino de la última
parte del primer siglo Después de Jesucristo), que escribía materiales
históricos.
Además, la literatura de fondo no estará
completa a me nos que se incluya alguna parte de los escritos rabínicos, donde
las tradiciones orales de los fariseos están registradas. La compilación
rabínica más antigua de importancia es la Mishna, escrita como por el año 200 Después
de Jesucristo, pero incluyendo dichos de rabíes conocidos volviendo atrás tanto
como al primer siglo Antes de Jesucristo, o aún antes.
Uno de los tratados tomados de la Mishna
con frecuencia ha sido incluido, bajo el título de Pirqe Aboth (“Los Dichos de los Padres”), en colecciones de la
seudoepígrafa, aunque no tenía allí un lugar apropiado.
Cuando, después del juicio del exilio,
los judíos por fin encararon seriamente su vicio habitual de incluir en sus
cultos aspectos de otras religiones, y guiados por Esdras y Nehemías, adoptaron
deliberadamente el Pentateuco como la regla de su vida, fue inevitable que
surgirían diferentes escuelas de pensamiento acerca de la interpretación de la
ley.
Ya
para el siglo II Antes de Jesucristo, emergieron tres distintas escuelas de
pensamiento:
· los fariseos,
· los saduceos, y
· los esenios.
Cada uno teniendo su propia interpretación de la ley
mosaica.
Los fariseos al principio llevaban la ventaja,
pero a partir de 110 Antes de Jesucristo los saduceos pudieron apoderarse del sumo sacerdocio y
mantenerse en él. Sin embargo, los fariseos retuvieron tanta influencia con la
población que, en la práctica, los sumos sacerdotes tuvieron que amoldarse
generalmente a los puntos de vista de los fariseos.
Los esenios desempeñaron
un papel menos prominente en la vida pública y vivieron en comunidades separadas
en el desierto y en los suburbios de las ciudades.
Las tres escuelas de pensamiento también desarrollaron puntos de
vista diferentes en cuanto a cuatro otros temas teológicos, además de la
interpretación de la ley. Estos temas eran:
Ø La tradición oral,
Ø la soberanía divina,
Ø los ángeles, y
Ø la escatología
(teorías acerca de los últimos tiempos).
Los
saduceos, asumieron
una actitud negativa hacia cada uno de estos temas y los fariseos una positiva.
Los
fariseos, recalcaban la importancia de la
tradición oral para la interpretación y aplicación de las Escrituras, la
soberanía de Dios, la existencia de ángeles, un juicio futuro personal, todo lo
cual los saduceos negaban.
Los
esenios, estuvieron
mayormente de acuerdo con los fariseos, excepto respecto a la tradición oral,
donde ellos enfatizaban sus propios escritos sectarios.
Naturalmente, la literatura producida en
esta época refleja la influencia de los puntos de vista diferentes que existían
y exhibe las simpatías de los escritores involucrados. La mayor parte de la
literatura intertestamentario es ampliamente farisaica, aparte de los escritos
esenios hallados en Qumran y los otros escritos hallados allí que revelan
características similares. Es dudoso que haya sobrevivido algún escrito
genuinamente saduceo.
La religión intertestamentario, según lo
reflejado en su literatura, es, en su forma más genuina, la verdadera fe del Antiguo
Testamento. Sin embargo, hubo desarrollos considerables en el pensamiento
religioso durante este período, en parte por las influencias persa y gr.
(durante los gobiernos de Persia y Grecia), pero especialmente por la manera en
que la enseñanza del Antiguo Testamento se interpretaba. Estos desarrollos de pensamiento
religioso atribuido generalmente a la in fluencia persa o gr., especialmente
los relacionados con ángeles y demonios y a la vida venidera, probablemente se
originaron en otros puntos de vista de interpretación del Antiguo Testamento.
La influencia extranjera es muy aparente
de vez en cuando, como cuando Tobías 3:8, 17 usa un término persa para decir
demonio, o cuando Sabiduría 2–5 (seguido por Filón y Josefo) enseña la
inmortalidad del alma. Sin embargo, estos desarrollos fueron justificables en
las mentes de aquellos que los hicieron como interpretaciones del Antiguo Testamento.
Es cierto que el Antiguo Testamento habla de ángeles y demonios, a pesar de lo
poco que nos di ce al respecto.
Afirma (especialmente en los profetas y
los salmos) una vida futura para los creyentes más significativa que una
existencia sombría en el Seol. Los desarrollos intertestamentarios son, en
cierta forma, especulativos de lo que el Antiguo Testamento dice, y una
consideración importante para cristianos es si el Nuevo Testamento los aprueba.
En algunos casos los desarrollos son rechazados por el Nuevo Testamento y en
otros ignorados, pero aun en otros son validados.
2.1. Dios y
Sus Ángeles.
Aunque el cuidado paternal de Dios por
su pueblo Israel se menciona con frecuencia en esta literatura, su santidad
trascendente es remarcada. El nombre de Dios, Jehovah, había llegado a ser
demasiado sagrado para ser pronunciado, y la palabra Adonai (“Señor”)
fue usada en su lugar. Consecuentemente, en la traducción LXX Septuaginta (versión
griega del AT.), del Antiguo Testamento, el nombre de Dios se escribe ho kurios,
“el Señor”.
Con frecuencia se cita en el Nuevo Testamento algún pasaje con esta
traducción, y es también el título divino dado con mayor frecuencia al Señor
Jesús.
La soberanía de Dios, como hemos visto,
era un interés prominente durante este período. Los escritores apocalípticos,
con su expectativa de una gran intervención de Dios en la historia humana para
juzgar y libertar, le dieron mucho realce a esto.
También se creía, con excepción de los
saduceos, que Dios era soberano en la vida de los individuos; pero esto no
llegaba al extremo, por lo menos por los fariseos, de excluir la
responsabilidad humana (Salmos de Salomón 9:7; 2 Baruc 54:15, 19). La creencia
sobre la predestinación de los esenios parece haber sido algo más extrema.
Se ha pensado generalmente que el
énfasis durante este período sobre lo remoto de Dios explica por qué seres
intermedios como ángeles y demonios eran objeto de tanta atención.
En Tobías, un ángel juega un papel
prominente en los asuntos humanos, y por analogía con los nombres de ángeles
del Antiguo Testamento como Gabriel y Miguel se le da el nombre de Rafael.
En el libro de Enoc se nombran un gran
número de ángeles, incluyendo a siete arcángeles cuyos nombres todos terminan
en “-el”,
y cada uno tiene responsabilidad bajo Dios (El), por diferentes clases de
personas o partes de la creación (1 Enoc 20). En Los Testamentos de los Doce
Patriarcas, ángeles interceden en los cielos por seres humanos (Testamento de
Leví 3:5, 6; Testamento de Dan 6:2).
Poca de esta especulación acerca de los ángeles
es aprobada por el Nuevo Testamento, pero su papel como intercesores puede
estar inferido en Mt. 18:10. Los ángeles aparecieron, sin embargo, notablemente
en la anunciación (Lc. 1:26–28) y en la resurrección (Por ejemplo Mt. 28:2–7).
2.2. Las Escrituras.
La influencia que la ley escrita, como
la forma permanente de la ley de Dios, ya estaba ejerciendo en los tiempos del Antiguo
Testamento, se mantiene y se desarrolla más durante el periodo
intertestamentario. La Carta de Aristeas 177 se refiere al Pentateuco como los “oráculos” de Dios. Dos veces en los libros apócrifos el
libro de la ley de Moisés se identifica claramente con la personificación de la
Sabiduría de Dios (Eclesiástico 24:23; Baruc 4:1).
De los libros fuera del Pentateuco,
Tobías 2:6 y 14:4 cita predicciones de dos de los profetas por nombre, y en 1
Macabeos 7:16, 17 se citan los Salmo como predicativos. En los Rollos del Mar
Muerto, los libros del Antiguo Testamento eran citados con lo que llegó a ser
fórmula estándar para citar Escrituras autoritativas, lo que siguió practicándose
en Filón, en el Nuevo Testamento y en el Mishna.
2.3. El Pecado y La Salvación.
Puesto que la ley era el camino de
justicia, los judíos del periodo intertestamentario estaban muy ocupados con el
problema humano de la propensión a la desobediencia. Un punto de vista in
fluyente era que los justos ya venían marcados desde el vientre como tales, por
el don de una buena alma (Sabiduría 8:19, 20; Eclesiástico 1:14), y que sus
buenas obras expiaban las malas (Tobías 12:9; Eclesiástico 3:3).
Esto tiene afinidad con la doctrina
rabínica que consideraba que la salvación es por obras y que, cuando Dios juzga
a las personas, él balanceará las obras buenas contra las malas, para ver
cuáles son mayores, en vez de requerir absoluta bondad, como el Nuevo Testamento
enseña (de donde sale la doctrina del Nuevo Testamento que la justificación
ante Dios sólo es posible por medio de la fe).
2.4. La Vida Venidera.
Cualquier doctrina de la salvación
implica la supervivencia del espíritu humano (si no también la resurrección del
cuerpo humano) y un juicio futuro personal para cada individuo. Estas creencias
se hallan precisamente enseñadas en la literatura intertestamentaria. Ya hemos
mencionado la enseñanza de la inmortalidad del alma en Sabiduría 2–5, donde los
pecadores sobreviven aparentemente para llegar al juicio, al igual que los
justos para ser bendecidos.
En los textos esenios, la sobrevivencia
de los espíritus tanto de los justos como de los malos se enseña
distintivamente en 1 Enoc 22 y Jubileos 23:31. Estos tienen una experiencia de
antemano, después de su fallecimiento, de la suerte final en el gran día del
juicio. La resurrección del cuerpo era más prominente en el pensamiento
farisaico que en el esenio.
Se enseña distintivamente en 2 Macabeos
7:11; 14:46 y en otros lugares, y el castigo corpóreo para los malos se
vislumbra en Judit 16:17. La enseñanza del Nuevo Testamento armoniza
generalmente con esta posición, aunque la inmortalidad del alma no se enseña
explícitamente en el Nuevo Testamento.
2.5. El Mesías y Las Últimas Cosas.
Sabemos por el Nuevo Testamento que los
judíos estaban esperando a un buen número de personajes de los últimos tiempos: el Mesías, el Profeta de
los últimos tiempos en Deut. 18:18, 19 y el Elías volviendo en Malq. 4:5,
6. El Antiguo Testamento también alude a un sacerdote de los últimos
tiempos (Esd. 2:63; Neh. 7:65; Salm. 110:4; Jr. 33:14–21; Zc. 6:9–15). Es una
peculiaridad de los Rollos del Mar Muerto que ligan al Mesías y al sacerdote
que vuelve como los dos Mesías.
También hay señales claras de todo esto
en Los Testamentos de los Doce Patriarcas, donde se esperan a los Mesías de la
tribu de Leví y de la tribu de Judá.
En el pensamiento farisaico, sin
embargo, se recalcaba que el Mesías sería de la tribu de Judá, hijo de David, o
sea un renuevo del linaje de Isaí (2 Sam. 7:11–29; Is. 11:1–10). Sería un gran
guerrero como David y rescataría a su pueblo, pero hasta dónde sería su propio
alcance para obtener los demás propósitos futuros de Dios al juzgar al mundo
inaugurando la nueva creación, queda tan oscuro en la literatura intertestamentaria
como en el Antiguo Testamento.
Sin embargo, haremos una excepción en el
caso de “Las
Parábolas de Enoc” (1 Enoc 37–71), la única parte del libro que no
ha sido hallada en Qumran. Aquí se identifica al Mesías con el Hijo del Hombre
tomado de Daniel 7 y es un ser preexistente que establecerá el reino de Dios.
Lo central del Mesías davídico en los
propósitos de Dios es un tema que recoge y desarrolla el Nuevo Testamento. Se
lo identifica con Jesús, el Hijo eterno de Dios, que viene a salvar a su pueblo
de sus pecados y no de la dominación extranjera, y él mismo es el bien esperado
gran sumo sacerdote.
___________
Nota
y Bibliografía:
-e-Sword-the.
LEDD. Roger Beckwith.
-Pastor:
Carlos Ramírez Jiménez. 04//11//2017.
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