Parte V b:
EL SEXO Y LA SUPREMACÍA DE CRISTO:
Pastor: Carlos Ramírez Jiménez:
La Necesidad en la
Vida del Ofensor:
La Responsabilidad del Ofendido Hacia el Ofensor:
La Acción de
Satanás en la Derrota:
Pastor: Carlos Ramírez Jiménez:
4.
Minimizar el pecado. Luego de soltar su
furia y descontrolarse, dice: “Sí, me molesté un poco”. Luego de gritar e insultar con groserías, dice: “Sí,
reconozco que no debo alzar mi voz tanto”.
Incluida en la confesión del pecado está la restitución.
Eso quiere decir que el ofensor, dentro de lo posible, procura reparar
todo el daño que ha causado al afectado (Lucas 19:1-9; Filemón 19). Si robó dinero, lo devuelve; si calumnió a
una persona, rectifica el daño que hizo a la reputación de esa persona; si
mintió, corrige su mentira con las personas que escuchó la escucharon;
etc. No siempre es posible reparar todo
el daño; pero, dentro de lo posible, el ofensor debe procurar reparar y
deshacer el daño que causó. Es imposible
que un chofer ebrio repare todo el daño que hizo a la salud de la persona que
atropelló, pero debe pagar los gastos de su tratamiento en el hospital.
Luego
de resolver todo el pecado propio, es necesario concentrarse en las necesidades
de los otros que han pecado. Debemos
considerar nuestras responsabilidades hacia los que nos han ofendido. En esta consideración, es necesario
determinar si mi ofensor me ha pedido perdón o no.
Entonces, con mucha oración vas
discerniendo si tu ofensor está perdonado. Si él o ella han reconocido su pecado y te ha
pedido perdón, tu responsabilidad es perdonarle. Algunas preguntas que te ayudarán a discernir
si tu ofensor está perdonado son:
1. ¿La persona que pecó contra ti ha
reconocido su pecado?
2. ¿Te
ha pedido perdón?
3. ¿Le perdonaste?
4. ¿Le dijiste que está perdonado?
Durante
la confesión y el arrepentimiento, también hay errores que debemos evitar:
1.
Perdonar con condiciones.
“¡Sí,
te perdono, pero no lo hagas otra vez!
¿Ya?”.
2.
Corregir en el perdón. “Sí, te perdono aunque ese día fuiste un malcriado y me insultaste tanto
frente a todos. Pero, no importa. Te perdono porque sé cómo eres”.
3.
Amenazar al ofensor cuando pide perdón. “Te perdono, pero me has hecho tanto daño. No quiero que entres a mi tienda otra vez
porque si lo haces, no sé qué voy a hacer.
Ya sabes”.
4.
No expresar el perdón y minimizar el pecado. “No te preocupes.
No era nada y sé que no fue tu intención”.
5.
No perdonar porque cree que sólo Dios perdona. “No te perdono porque Dios es el que tiene que
perdonarte. Sólo Dios puede perdonar
pecados”.
En la mayoría de los casos, el
ofendido piensa primero en la ofensa y el pecado. Si tu ofensor no te ha pedido perdón, es tu
responsabilidad ayudarle a obtener el perdón.
Para lograr que se arrepienta y pida perdón debes obedecer la Palabra de Dios buscándole
y confrontándole amorosamente de su pecado.
Los pasos de la confrontación son mencionados en Mateo 18:15-18:
1.
Ir a solas y
confrontarlo por su pecado.
2.
Ir con uno o dos y confrontarlo por su pecado.
3.
Si el ofensor es creyente y miembro de una iglesia, decir el pecado al
pastor de su iglesia para que el pastor y su iglesia le hablen.
Entonces, con mucha oración vas
discerniendo si has confrontado a tu ofensor por su pecado buscando su
arrepentimiento y su restauración. Si él
o ella no han reconocido su pecado ni te ha pedido perdón, necesitas buscarle
para que recapacite. Algunas preguntas
que te ayudarán a discernir si has confrontado correctamente a tu ofensor de su
pecado son:
1. ¿Has hablado con la persona haciéndole
ver claramente que lo que hizo fue un pecado contra Dios?
2. ¿Le
comunicaste que te ofendió?
3. Cuando le hablaste, ¿buscaste su
arrepentimiento?
4. Cuando le hablaste, ¿fue sólo un
desfogue de toda tu frustración para que sepa cuánto daño te hizo?
5. ¿Has intentado ganar o ganar un
argumento?
6. ¿Lo evades porque no quieres
hablarle más del asunto?
7. ¿Has ido a solas suficientes
veces?
8. Si no se arrepintió cuando le
hablaste a solas, ¿has llevado a otro contigo?
En la confrontación
del pecado, hay algunos errores que debemos evitar:
1.
Hablar del ofensor
y lo que hizo a otros, pero no hablar primero a él o ella de lo que hizo.
2.
Hablar con el ofensor una sola vez a solas y dejarlo allí.
3.
Ir a otra persona primero antes de
hablarle a solas.
4.
No confrontar en amor sino
sólo para desahogarme de todo lo que siento en mi corazón sacando toda mi
frustración y enojo. “¡Ya le dije todo
lo que tenía que decirle!”
5.
Hablar del asunto con el ofensor en forma tan general que no entiende que se trata
de su pecado y de la necesidad de arrepentirse.
6.
Tener más preocupación por mi ofensa que su arrepentimiento.
7.
Tener más interés en mi honor y mi imagen que en la gloria
de Dios. “Le dije cuánto daño me había hecho y la
vergüenza que me hizo pasar”.
8.
No confrontar de su pecado porque cree que no dará resultado. “No va a reconocer su falta. Nunca reconoce nada. ¿Ya para qué?
No se va a arrepentir; ya lo conozco”.
9.
Excusarse porque el ofensor sabe
del asunto. “El sabe lo que ha hecho”.
10.
No querer verle y hago muchas cosas para evitar
la comunicación y el contacto con él o ella.
11.
No querer buscarle. “Si quiere hablarme y pedirme perdón, sabe dónde vivo”.
Algunos no desean confrontar el
pecado de su hermano y le dejan seguir en su error y llaman a esta actitud amor
y perdón. No es amor ni perdón sino
falta de amor y consentimiento. Esta es
la actitud típica del mundo. El mundo
consiente el pecado llamándolo perdón.
Así hizo la iglesia de Corinto cuando no quiso confrontar a una persona
dentro de la iglesia que vivía en fornicación (1 Corintios 5:1,2).
Luego de la confrontación, si el
ofensor se arrepiente, le perdonamos y hemos logrado el objetivo – su
arrepentimiento. Desde ese
momento, el pecado está solucionado.
Cabe decir que muchas veces hay consecuencias del pecado. En algunos casos, el ofensor tendrá que dejar
su cargo o trabajo, devolver bienes y recibir ayuda y consejería para su
restauración. Dos ejemplos:
Ø El pastor que comete adulterio debe
ser perdonado por su congregación, pero eso no quiere decir que seguirá en su
cargo como pastor. No se debe confundir
el perdón con la anulación de los requisitos bíblicos del pastorado.
Ø El tesorero que ha sustraído dinero de la tesorería.
La congregación le perdona, pero eso no quiere decir que él seguirá en
su cargo como tesorero. No se debe
confundir el perdón con la anulación del requisito de integridad que el cargo
requiere.
Si no se arrepiente y hemos seguido
los pasos de Mateo 18, hemos cumplido con nuestra responsabilidad y hemos
glorificado a Dios. Seguimos amándolo
sin resentimiento y glorificando a Dios hasta que logremos la meta – su
arrepentimiento.
En nuestros pecados y en las ofensas
que sufrimos, la meta es siempre glorificar a Dios a través de Su gracia. Ser perdonado, buscar el perdón de nuestro
ofensor o perdonarle es posible por Su gracia.
No siempre logramos ver el arrepentimiento de nuestro prójimo en esta
vida. Lo único que podemos hacer es
nuestra parte, dejando el resto al Señor y seguir glorificando por medio de
Su gracia. Es difícil glorificar a Dios
cuando el que pecó contra nosotros no quiere reconocer su pecado. Difícil es difícil, pero no es
imposible.
Es importante la manera en que usamos el pasado.
Lo usaremos para motivarnos a crecer o lo usaremos para nuestro propio
daño, excusándonos de nuestra responsabilidad o haciéndonos las víctimas que no
pueden cambiar por fuerzas mayores.
Según Salmo 103:2: ¿qué no
debemos olvidar?
Y no olvides ninguno de sus
beneficios:
Debemos tener una memoria selectiva. Seleccionamos las cosas que queremos recordar
(Sus beneficios) y las que queremos olvidar (los pecados de nosotros y de
otros). ¿Estás glorificando a Dios con
tu pasado?
4.1. Venciendo la Derrota del Pasado:
Todos nosotros hemos desobedecido a
Dios en alguna forma con la sexualidad que nos ha dado. Muchos y continuos han sido los pecados
sexuales que hemos cometido contra nuestro Salvador. Vez tras vez, la Biblia nos habla de cambiar
nuestro modo de vivir y dejar atrás los pecados de nuestro pasado.
Fíjate
en: 1 Corintios 6:9-11;
Efesios 2:1-7; Colosenses 3:5-14; 1 Pedro 4:1-6.
Pasado. Pasado. Pasado. Pasado.
Debemos dar gracias a Dios por
todos los cambios que Él ha hecho en nuestras vidas. Sin embargo, debemos seguir creciendo en la
santidad dejando atrás todo pecado que le ofende, incluyendo los pecados que
cometemos en la intimidad con nuestra sexualidad. Los pecados desconocidos e invisibles son los
más difíciles de vencer; no es fácil dejarlos y seguimos practicándolos. Nadie nos ve y ni nos confronta y nos
engañamos pensando que no es tan importante o que debo soportarlo porque no
puedo cambiar.
En la tentación, antes
de pecar Satanás menosprecia la santidad e inmutabilidad de Dios. Dios quiere que vivamos en santidad como Él
es santo y obedezcamos Su Palabra.
Satanás minimiza la ofensa contra Dios y la seriedad de las
consecuencias del pecado diciendo: "No moriréis"; mientras magnifica el placer y beneficio de
pecar. Satanás dice: "Dios sabe que seréis sabios como Él".
Eso es con el fin de hacernos caer en la tentación y cometer el pecado.
Sin embargo, Satanás no estará
contento después que el creyente cae en pecado.
Dios quiere que
nos arrepintamos para perdonarnos y restaurar nuestra comunión con Él. Satanás quiere destruir la vida del creyente y seguirá buscando su derrota total
alejándose más de Dios luego de pecar.
Una de sus artimañas es engañarnos y convencernos que nuestro pecado es
tan grave que no podemos ser perdonados y que las consecuencias son tan
drásticas que ya no podemos ser útiles para servir a Dios diciendo: "Ya
no eres digno de ser perdonado(a) y servirle.
Ya no puedes ser perdonado y útil para la obra de Dios". También dice: "No puedes vencer el pecado". Hace lo opuesto a lo que hizo. Antes, magnificó los placeres del pecado y
minimizó la ofensa contra Dios y las consecuencias. Luego, magnifica la ofensa contra Dios y las
consecuencias. Pero en ambos momentos
minimiza a Dios. Luego de pecar,
magnifica el pecado en nuestras mentes de tal forma que pensamos que nuestro
pecado es más grande que Cristo y la ofensa es más grande que la gracia de
Dios. ¿No ves? Minimiza a Dios en Su amor y misericordia. Eso es con el fin de hacernos caer
en el desánimo para continuar pecando.
La
Ilustración:
En ambas
situaciones, Satanás minimiza a Dios. Su meta es destruirnos y lo logra cuando nos
distanciamos Cristo. Usando la mentira,
nos motiva a pensar equivocadamente acerca de Dios. Nuestra carne y Satanás quieren convencernos
que no podemos ser cambiados.
En la guerra
espiritual, el ser humano es el campo de la batalla. Tanto el Señor como Satanás lucha por nuestra
alma, mente y cuerpo. La lucha es
intensa y por eso las tentaciones son fuertes.
Los propósitos de ambos son distintos.
Los Propósitos de Dios y de Satanás en la
Tentación:
Dios y Satanás tienen
diferentes propósitos y ambos usan los eventos en nuestra vida para sus fines. En cada tentación hay una prueba y en cada
prueba hay una tentación.
En cuanto a Dios mismo:
Dios
usa los eventos y circunstancias en nuestra vida para:
·
glorificarse
en nosotros, y
·
hacer
lo que Él quiere (Su voluntad).
Satanás
usa los eventos y circunstancias en nuestra vida para:
·
quitar
la gloria de Dios, y
·
hacer
lo que él quiere (su voluntad).
En cuanto a nosotros:
Dios usa los eventos y circunstancias
en nuestra vida como un instrumento:
·
para
probarnos.
·
para
fortalecernos y edificarnos.
·
para
ayudarnos a crecer y obedecer.
Satanás usa los eventos y
circunstancias en nuestra vida como un arma:
·
para
tentarnos.
·
para
debilitarnos y destruirnos.
·
para
hacernos caer y pecar.
|
DIOS:*
|
Satanás:
|
|
1 Pedro 5:8, 9.
|
Santiago 1:12-14.
|
Nos tienta.
|
Nos prueba.
|
Nos incita
a pecar.
|
Nos motiva
a confiar.
|
Quiere
hacernos caer.
|
Quiere
motivarnos a
crecer.
|
Desea sacar
lo peor de nosotros.
|
Desea poner
lo mejor en nosotros.
|
Busca
debilitar, dañar y destruir.
|
Busca
fortalecer, edificar y perfeccionar.
|
Presiona
para que hagamos su voluntad.
|
Invita para
que hagamos Su voluntad.
|
Su
propósito es quitar la gloria de Dios.
|
Su
propósito principal es ser glorificado.
|
*OJO: No consideramos poner en una misma línea a Dios
con el diablo, ya que el diablo es un
ser creado por Dios siempre consideremos
esto, es el motivo que lo ponemos
debajo de la línea ya que no es igual a Dios.
Considere esto siempre.
|
Consideremos dos
ejemplos:
·
Jesús. Mateo 4:1 y Lucas 4:1.
·
David. 2 Samuel 24:1 y 1 Crónicas 21:1. (Satanás.
Jueces 2: 3:1,4).
¿Qué hay en tu pasado? ¿Hiciste muchas cosas que ofendieron a
Cristo? ¿Tu vida sexual pasada te trae
mucha vergüenza? ¿Hay escenas que
quisieras olvidar? ¿Tu experiencia en
esta área ha sido lejos de la
Palabra de Dios? ¿Has
sido manipulado y dominado por los deseos sexuales? ¿Aborto?
¿Eres madre soltera? Para los varones,
¿tienen un bebé fuera del matrimonio? ¿Tienes
problemas con enfermedades sexuales?
Es urgente que los pecados de ayer no nos impidan tener
victoria hoy. Nuestro pasado puede
afectarnos negativamente en dos maneras:
·
Recordar constantemente nuestros
pecados y sentirnos culpables, lo cual nos quita el gozo en Cristo.
·
Las fallas de nuestra juventud
establecen hábitos dominantes que marcan nuestra vida y nos quitan la libertad
en Cristo.
Más adelante estudiaremos este tema con mayor detalle. Sin embargo, cabe decir que tu pasado no debe
impedir tu gozo y libertad en Cristo. Si
te has arrepentido de tus pecados y has puesto tu fe en quien murió por ti, ¡regocíjate
en el gran perdón de Dios! No dudes del
amor de Dios y Su gran perdón. Fíjate en
estos versículos.
Algunas metáforas en la Biblia que ilustran el gran
perdón de Dios: (1 Cor. 6:9-11):
A)
Distancia. Salmo
103:12. Cuanto está lejos el oriente del
occidente, hizo Dios alejar de nosotros nuestras rebeliones.
B)
Manchas Limpiadas. Isaías 1:18. Si vuestros pecados fueren como la grana,
como la nieve serán emblanquecidos; si fueren rojos como el carmesí, vendrán a
ser como blanca lana.
C)
Desaparición. Isaías
44:22. Dios deshizo como una nube
nuestras rebeliones, y como niebla nuestros pecados.
D)
Sepultura. Miqueas
7:19. Dios sepultará nuestras
iniquidades, y echará en lo profundo del mar todos nuestros pecados.
E)
Borrar. Isaías
43:25. Dios borra nuestras rebeliones
por amor de sí mismo, y no se acordará de nuestros pecados.
Véase Parte VI:
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