miércoles, 9 de noviembre de 2016

Parte V: EL SEXO Y LA SUPREMACÍA DE CRISTO:

Parte V:
EL SEXO Y  LA SUPREMACÍA DE CRISTO:
Pastor: Carlos Ramírez Jiménez:

Capítulo IV
       EL PASADO:

Todos tenemos un pasado.  Nuestro pasado antes de conocer a Jesús no es grato, pues está lleno de vergüenza y pecado; lo cual, preferimos olvidar.  ¿Qué hacemos con nuestro pasado?  Hay dos perspectivas erradas en cuanto a este tema.       
1.      El pasado es todo.  Esta perspectiva cree que somos producto de nuestro pasado, el cual determina lo que somos y lo que hacemos.  Es peligroso creer que el pasado es todo y es una filosofía popular y atractiva de la psicología de hoy en día.  Es peligroso por varias razones.  Aquí mencionamos tres:

A.    Nos hace víctimas de lo que nos ha pasado y no podemos tener victoria cada día.  ¿Cómo voy a tener la victoria si soy una víctima?  No puedo porque me controla.  En realidad no es así; pero si uno equivocadamente cree así, se hace víctima.  Su propia creencia falsa le domina impidiendo la victoria en Cristo que Dios ha provisto.

B.    Nos excusa de nuestros pecados haciéndonos pensar que no somos responsables por nuestras acciones de ahora.  ¿Cómo me puede juzgar Dios, pues hago lo que hago porque mi pasado me controla?  La Biblia enseña que soy responsable.

C.  Dios no está en el cuadro.  No toma en cuenta a Dios y Su poder de perdonarnos, lavarnos y cambiarnos.

2.      El pasado es nada.  Esta perspectiva cree que el pasado es nada y no se debe tomar en cuenta nada de lo que nos ha pasado.  Soy lo que soy y el pasado es pasado.  No tengo porqué creer que mi pasado me puede influir.  Creer que el pasado es nada, es también una filosofía muy popular y atractiva de las corrientes de pensamiento hoy en día.  Es peligroso por varias razones.  Aquí mencionamos dos:

A.  Ignora la realidad.  ¿Cómo puedo ignorar algo que es obvio?  Tengo un pasado que no puedo y ni debo ignorar. 

B.  Tratar de ignorarlo no lo hace desaparecer.  Negar que tenga un pasado que me influye es engañarse.  Admitir que mi pasado me influye no es igual a decir que me controla.  La necesidad es examinar mi pasado y manejarlo conforme a la Palabra de Dios.

Dios creó el tiempo y nos ha dado una mente que incluye la memoria.  La memoria es una bendición pues sin ella no podríamos recordar nuestro propio nombre.  Entonces, nuestro problema no es la memoria sino lo que decidimos recordar y cómo usamos nuestra memoria. 
La Biblia dice mucho acerca del pasado.  Dice que tenemos un pasado y lo describe.  ¿Cómo fue el pasado de un creyente antes de conocer a Cristo? Efesios 2:13.________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________.

Necesitamos recordar el pasado y de dónde hemos venido. La idea de recordar el pasado no es para querer volver a la vida antigua o para meditar en ella, para seguir afligiéndonos por los pecados que hemos cometido sino para apreciar más la gracia de Dios y nuestra salvación en Cristo. La Palabra de Dios nos enseña mucho acerca del pasado y la necesidad de usarlo sabiamente.

1.   La Biblia declara que nuestro pasado afecta nuestro presente y futuro. 1 Pedro 4:3. Uno siempre recibe las consecuencias de sus decisiones y acciones.  Esto debe animarnos a hacer el bien y advertirnos de huir del pecado. 

2.   La Biblia ilustra con ejemplos la ley de sembrar y cosechar (causa y efecto).  Gálatas 6:7-9: 

A.    Si uno rechaza a Cristo y vive en pecado, sufrirá la muerte eterna en el lago de fuego.  Ap. 21:8.
B.         Si uno anda con rameras, sufrirá mucho por ese modo de vivir. Proverbios 5:1-14.
C.    Si uno se embriaga, sufrirá las consecuencias económicas, emocionales, físicas y espirituales. Proverbios 23:29-35.
D.        Si uno anda con sabios aprenderá la sabiduría.  Proverbios 13:20.
E.         Si uno pone su fe en Jesucristo como su Salvador, recibirá la vida eterna.  Juan 3:36

3.   La Biblia es un archivo del pasado para que lo estudiemos para nuestro propio beneficio:
  1. Dios ha escrito el pasado para nuestra instrucción a fin de que tengamos esperanza.  Romanos 15:4.
  2. Dios ha escrito el pasado dándonos ejemplos para advertirnos. 1 Corintios 10:6-11.

4.   La Biblia enseña que el creyente debe recordar el sacrificio de Cristo al comer el pan y tomar la copa “en memoria” de Cristo.  1 Corintios 11:23-26

5.   La Biblia enseña que el creyente en Cristo debe beneficiarse de su pasado.  Algunos de los beneficios son:
  1. Nos ayuda a enfrentar los desafíos con confianza.  Filipenses 2:5-8; 3:17; 1 Pedro 4:1-3;
  2. Nos ayuda a enfrentar las tribulaciones con esperanza.  1 Pedro 4:12-19; Hebreos 12:3-8.
  3. Nos ayuda a apreciar el perdón de Dios y saber cómo perdonar a otros.  Efesios 4:32; Colosenses 3:13.
  4. Nos ayuda a aplicar la verdad a nuestras vidas.  Romanos 12:1; Filipenses 4:9.
  5. Nos ayuda a mantenernos humildes.  Deuteronomio 9:7; Gálatas 6:1.
  6. Nos ayuda a arrepentirnos.  Apocalipsis 2:5.
  7. Nos ayuda a apreciar la gracia de Dios y estar agradecidos.  Salmo 103:2.

Debemos aprender de nuestro pasado todo lo que podemos a fin de llevar una vida victoriosa en el presente.

Según 1 Pedro 4:1-3, luego de conocer a Cristo debe haber un cambio en nuestro modo de vivir.  Describe cuál era nuestro modo de vivir antes de ser salvos según 1 Pedro 4:3,4.
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Todos nosotros como pecadores salvados, tenemos un pasado lleno de pecado y vergüenza. 

A los que hemos puesto nuestra fe totalmente y solamente en el Hijo de Dios y en Su sacrificio por nosotros, el Señor ha perdonado nuestros pecados del pasado y nos ha dado el poder de vivir diferente en el presente y el futuro.  Nuestros pecados del pasado no deben dominarnos luego de nuestra conversión.  ¿Qué cosas ha hecho el Señor para los verdaderos creyentes en el nombre de Dios y por el Espíritu Santo? 1 Corintios 6:9-11.  Fíjate en el versículo 11 _______ ____________________________________________________________________________  Nos ha librado.  No tenemos que repetir los patrones pecaminosos del pasado porque somos libres; pero si no me creo libre, aunque lo soy, me hago esclavo de ese pecado dominante.

La verdad es que Dios nos ha lavado, liberado y perdonado.  Necesitamos creer eso.  No queda ni una pizca de culpa que no haya sido borrada.  Estamos totalmente limpios en Cristo.  Los siguientes versículos ilustran con metáforas el gran perdón de Dios:

A.       Distancia.  Salmo 103:12. Cuanto está lejos el oriente del occidente, hizo Dios alejar de nosotros nuestras rebeliones.

B.       Manchas LimpiadasIsaías 1:18. Si nuestros pecados fueren como la grana, como la nieve serán emblanquecidos; si fueren rojos como el carmesí, vendrán a ser como blanca lana.

C.       DisipaciónIsaías 44:22. Dios deshizo como una nube nuestras rebeliones, y como niebla nuestros pecados.
D.       SepulturaMiqueas 7:19. Dios sepultará nuestras iniquidades, y echará en lo profundo del mar todos nuestros pecados.

E.       BorrarIsaías 43:25. Dios borra nuestras rebeliones por amor de sí mismo, y no se acordará de nuestros pecados.

“Si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas” dice 2 Corintios 5:17.

No es humildad o arrepentimiento bíblico pedir perdón vez tras vez del mismo pecado que ya ha sido confesado.  Es falta de fe en la Palabra de Dios y no creer lo que Dios dice en Su Palabra.  Es un pecado no creer lo que la Biblia dice; y si hemos confesado nuestros pecados, el Señor es fiel y justo para perdonar nuestros pecado y limpiarnos de toda maldad (1 Juan 1:9).  Seguir preocupado por los pecados del pasado que han sido confesados es enfocarse en sí mismo y en el pasado en vez de Dios y Sus promesas en la Biblia.

Dios no quiere hijos que estén tristes y deprimidos por su pecado en el pasado.
Quiere hijos que reflejen gozo y contentamiento por haber sido perdonados:

El perdón del pecado es una gran verdad que el hijo de Dios debe conocer, comprender y creer.  Otras tres verdades maravillosas de Dios son:

1.  La justificación.  Dios me ha declarado justo y me ve como si nunca hubiera pecado. Romanos 3:22-26.

2.  La misericordia.  Dios me ha salvado por su misericordia y no me dará lo que merezco por la muerte de Jesús. Salmo 40:1-3.

3.  La seguridad eterna.  No puedo perder mi salvación pues estoy seguro, no por lo que he hecho o hago sino por lo que Jesús hizo por mí.  Dios no me rechazará por la muerte de Jesús pues soy Suyo por siempre. Juan 10: 28, 29.

Sabiendo que nuestro pasado nos influye, pero no debe dominarnos, la pregunta es: ¿Cómo puedo manejar sabiamente mi pasado?  ¿Qué hago con los eventos que han marcado mi vida?  ¿Qué hago con los recuerdos del pasado que me persiguen?  Hay escenas feas y cosas que me han sucedido que no quisiera recordar, pero están tan grabadas en mi mente y no puedo olvidarlas.  ¿Cómo puedo tener paz sin que los recuerdos del pasado me torturen?  Los recuerdos me atacan y a veces no puedo concentrarme o en la noche no puedo descansar bien.  ¿Qué hago? 
Estas preguntas son buenas y, realmente, podemos tener paz y debemos experimentar la victoria que Cristo ha provisto.  La clave está en la Escritura y ponerla en práctica utilizando la fuerza del Espíritu Santo. La Biblia nos da instrucciones de cómo manejar el pasado sabiamente de tal forma que podemos y debemos agradar, glorificar y servir a Dios. 2 Pedro 1: 3, 4.
       
A.  El primer paso para tener victoria sobre los recuerdos que quedan grabados en nuestra mente es evaluar lo que sucedió.  Es necesario discernir y determinar si había culpa; y si la hubo, discernir la causa de ella.  En el evento que te es difícil superar, te recomendamos que busques un consejero para ayudarte en esta tarea.

Cuando se trata de un incidente del pasado que ha marcado tu vida, es necesario hacer la diferencia entre lo que es horrible y espantoso por naturaleza y lo que es terrible a causa del pecado.  Si no hubo pecado, entonces el incidente ha sido una prueba que el Señor te ha permitido tener.  Algunas experiencias muy fuertes que no involucran pecados directos son: ver al alguien morir o encontrar a una persona muerta; estar en un accidente; ver a alguien sufrir terriblemente.
Si hubo pecado de parte de una o más personas, tenemos que discernir quién o quiénes pecaron y proceder con la solución de la culpa y el perdón del pecado.  Todo comienza con el discernimiento del incidente y la detección de la culpa separando lo que es pecado de lo que es prueba.

La Separación del Pecado y las Pruebas:
Pecados     Pruebas



       
                                                                                   
                                                          

                       







Cabe decir que aun cuando hay pecado en el pasado, Dios lo usa para ser glorificado y para perfeccionarnos.  Su gracia es maravillosa y a través de ella convierte la derrota en victoria, la esclavitud en libertad, el dolor en paz y la tristeza en gozo.  Por lo tanto, los incidentes que involucran pecado son pruebas también que nos motivan a crecer.  El énfasis en este estudio es la necesidad de usar la Biblia y la memoria correctamente para discernir si hubo pecado en el pasado.
Si no hubo pecado, el creyente debe confiar en el Señor y aprovechar la gracia de Dios para glorificarle y crecer en este mundo caído.  Sin embargo, en la mayoría de los casos que son difíciles de vencer, sí hubo pecado.  Entonces, ¿qué hacemos?

B.    El siguiente paso es determinar y discernir quién o quiénes participaron en el pecado; para ello, hay tres opciones  a considerar

1.      Pequé.  Soy responsable por todo lo que sucedió.
2.      Otro u otros pecaron.  Otros son responsables por lo que sucedió.
3.      Otros y yo pecamos.  Ambos fallamos al Señor y cada uno es responsable por su propio pecado.   

Cabe decir que si alguien reconoció haber pecado, esto no quiere decir que todo el pecado es de un solo lado.  Es posible que una persona tiene, por decir, 5% de culpa mientras que la otra parte tiene 95% (la mayor parte) de culpa en todo lo que sucedió.  Si una persona reconoce una parte, no quiere decir que la otra parte no tiene culpa y está exonerada de todo.  Cada persona tiene que darse cuenta de su propio pecado y confesarlo.

        Discerniendo la Ofensa Contra Dios:
                                            Culpable      Inocente  

                                                                                  
                                                                         
Entonces, con mucha oración y auto-exanimación, vas discerniendo quién pecó contra Dios.  Algunas preguntas que te ayudarán a discernir si hubo pecado en tu pasado que no has reconocido y confesado son:

Antes del pecado:

  1. ¿Tenías la edad suficiente para darte cuenta que lo que hiciste era pecado?  Es posible que una persona pequeña sepa que algo está mal, pero aun no comprende en qué manera está mal.
  2. ¿Manifestaste, en alguna manera, que estabas de acuerdo con el pecado que se iba a cometer?
  3. ¿Te oponías al pecado antes del hecho?
  4. ¿Hubieras podido hacer algo para que no se hiciera, pero no lo hiciste?
En el pecado:
1.      ¿Recibiste algún beneficio del pecado en alguna manera?
 2.     ¿Disfrutaste del pecado o te complació en alguna manera?

Luego del pecado:

1.   ¿Hubieras podido hacer algo para evadir el pecado?  ¿En realidad fui totalmente inocente? Mateo 7:3.
2.  ¿Continuamos cometiendo el pecado?  Si es así, ¿hubieras podido hacer algo para frenarlo?  ¿Tomaste los pasos necesarios para no repetir el pecado?
3.   ¿Hiciste caso a tu conciencia confesándolo a todas las personas debidas y abandonando el pecado
4.   ¿Respondiste correctamente? Efesios 4:32.
5.   ¿Guardabas rencor y resentimiento?  ¿Odiabas a la persona o personas que te ofendieron?  ¿Procurabas vengarte en alguna manera? Efesios 5:31.
6.   ¿Tienes en tu poder algún bien, artículo, dinero o beneficio que recibiste por medio del pecado?  ¿Recibiste algún beneficio de un contrato o acuerdo que fue hecho con engaño?  (Estas preguntas son útiles si los pecados considerados tienen que ver con mentira, robo, engaño y estafa.)

Hay cuatro errores que debemos evitar:

1.  Asumir la culpa cuando no es mía.  Si el otro cometió el pecado contra mí, no puedo confundirme y creer que yo soy la causa de lo que sucedió.  Algunos asumen que la culpa de otros es suya.  Esto sucede mayormente cuando la persona inocente era de muy tierna edad y no tenía la facultad para poder discernir entre lo moral y lo inmoral; y cuando la falta contra la persona inocente es grave.  La persona inocente tiene que evaluar y discernir quién ha sido el responsable del pecado y no creer sus sentimientos.  A veces, la persona se siente contaminada o sucia por lo que pasó pero no pecó.  En algunos casos, el evento sucedió mucho tiempo atrás cuando la persona era muy pequeña.

2.      Asignar la culpa a otro cuando sí es mía.  Si yo pequé y la culpa o parte de la culpa es mía, no debo negar que he pecado ni echarle toda la culpa a otro.  Es fácil limpiarse las manos y me convencerme que no he hecho nada malo.  ¿Pero, realmente, fue así?  Si pequé en parte o todo el pecado es mío, no debo negarlo.  Si no reconozco mi pecado, estoy encubriendo un pecado con otro aumentando mi culpa.

3.      Asignar toda la culpa a otro cuando una parte es mía.  Tal vez, la otra persona que pecó contra mí tiene 90% de culpa y yo tengo sólo el 10%.  Es una tentación asignar toda la culpa a la otra persona y no reconocer las faltas que uno cometió.

4.      Olvidar que la reacción a una ofensa debe ser bíblica.  Muchas veces alguien comete una ofensa fuerte contra otra persona totalmente inocente.  Pero la persona inocente, al recibir el impacto del pecado, reacciona mal y peca contra su ofensor.  En tal caso, ambos pecaron: el primero por su fuerte ofensa y el otro por su reacción.

Para discernir si he pecado, es necesario entender que no soy responsable por lo que me sucede sino por la forma que respondo a lo que me sucede.
           
No soy responsable por lo que me sucede sino por cómo respondo a lo que me sucede:

Si otra persona pecó contra mí y yo reaccioné mal, he pecado.  No soy responsable por lo que otros me hacen; pero, siempre soy responsable por lo que hago y cómo respondo.

Si el pecado fue en reacción a lo que otro me hizo, necesito reconocer mi pecado.  Es verdad que mi pecado no fue el primero, y tal vez no fue el más grave sino fue en reacción a otras faltas; pero el pecado de otros no me da una justificación o permiso para pecar.  Nadie está exonerado de la culpa de sus acciones, palabras y actitudes por lo que otros le han hecho.

C.    Luego de discernir la culpa, el siguiente paso es resolver el pecado que uno ha cometido contra Dios y contra otros. 
(Si la persona no ha pecado, entonces puede pasar al otro paso).  Cuando uno descubre que ha pecado, debe resolver su propio pecado primero.  Entonces, debe meditar en su pecado y procurar determinar si ha confesado su pecado a Dios y a las personas que ha ofendido.  Si no lo ha hecho, primero debe confesar su pecado y pedir perdón a las personas que ha ofendido.  La confesión comienza con Dios (1 Juan 1:9) y continúa con las personas contra las cuales ha pecado (Mateo 6:12-15).


Determinando Si He Confesado Mi Pecado:
                               
Entonces, con mucha oración y auto - examinación, vas discerniendo si has confesado tu pecado y pedido perdón.  Algunas preguntas que te ayudarán a discernir si has resuelto correctamente tu pecado en el pasado son:

1.   ¿He pedido perdón por mi pecado a la persona que ofendí?

2.   ¿Fui claro y mencioné mi pecado?

3.   Cuando pedí perdón, ¿mencioné el pecado del otro?

4.   Cuando pedí perdón, ¿me justifique dando razones por haber hecho lo que hice?

Hay cuatro errores que debemos evitar durante la confesión y arrepentimiento:

1.     Pedir perdón y a la vez mencionar el pecado del otro.  Durante el arrepentimiento y la confesión bíblica, el ofensor reconoce su propio pecado sin mencionar la falta del otro.  Un ejemplo es: “Te pido perdón por haberte hablado mal cuando me insultaste.”

2.    Excusar o justificar el pecado a causa de los pecados del otro.  La persona dice que lo hizo “porque” o “pero”.  Un ejemplo es: “Perdóname por haber tomado ese dinero, pero lo hice porque tú no me pagaste a tiempo.”  En tal caso, la persona no está pidiendo perdón sino justificándose.  Otros ejemplos son: “Es cierto que le empujé, pero me sacó de mis casillas”.  “Le grité porque me estaba insultando.  Me faltó el respeto y tuve que defenderme”.


3.      Pedir perdón en forma general.  La falla está en no reconocer específicamente cuál es la ofensa y es tan ambiguo que el otro no entiende de qué está pidiendo perdón.  Un ejemplo es: “Perdóname si en algo te he ofendido”.  Debería ser: “Te ofendí en palabras”.  Otro ejemplo es: “Pido perdón por lo que hice la semana pasada”.  ¿Qué hizo la semana pasada?  Debemos ser específicos. Ejemplo: “Perdóname por robar tu dinero”. “Perdóname por insultarte con mis palabras”.  “Perdóname por no decirte la verdad. Te mentí y yo sé que pequé contra ti”.

Véase Parte V b.

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