lunes, 19 de septiembre de 2016

Parte I: El Espíritu De Dios: La Fuente De Poder: (Zacarías 4:6; 2 Corintios 12:7-10)

Parte I:
El Espíritu De Dios: La Fuente De Poder:
(Zacarías 4:6; 2 Corintios 12:7-10)
Pastor: Carlos Ramírez Jiménez:

“No con ejército, ni con fuerza, sino con mi Espíritu, ha dicho Jehová de los ejércitos”.
(Zacarías 4:6).

“… Respecto a lo cual tres veces he rogado al Señor, que lo quite de mí… Y me ha dicho: Bástate mi gracia; porque mi poder se perfecciona en la debilidad. Por tanto, de buena gana me gloriaré más bien en mis debilidades, para que repose sobre mí el poder de Cristo…”.
(2 Cor. 12:7-10). 
Introducción:
En el capítulo 12 encontramos el corazón del evangelio y ministerio de Pablo: gracia suficiente, poder en la debilidad. Tres palabras clave que nos llevan a esta interpretación son:
-      visiones,
-      revelaciones, y
-      un aguijón.
En resumen, un gran predicador del siglo pasado pinta un cuadro gráfico del viaje de Pablo en su descubrimiento del secreto y poder de su apostolado: Algo al que él llamó un “aguijón” (v. 7b) le mortificaba en el tendón de su apostolado, humillándose, amenazando sus planes, destruyendo sus aspiraciones, uno por uno. Rogó al Señor “tres veces” (v. 8a) que le quitara el aguijón.
La única respuesta que recibió en medio de su mar de descontento fue que reconociera la grandeza de Dios que le rodeaba en su estado incompleto. En medio de su agitación, la única respuesta que le fue murmurada fue: “Bástate mi gracia” (v. 9a). Las estructuras en su derredor parecían derrumbarse, al mismo tiempo que él caía, y su propia predicación a los corintios parecía atormentarlo.
Luego llegó al límite de sus recursos humanos; quedó aturdido por la destrucción de su propia autoestima. Al ponerse de pie, era Dios quien estaba a su alrededor y la roca sobre la cual podía poner sus pies sin temor a resbalar o caer. La gracia de Dios fue la única esperanza para Pablo, y lo es para los seguidores de Cristo en el siglo XXI; Dios nos dice a todos: “mi poder se perfecciona en la debilidad” (v. 9b).
“Poder… en la debilidad” (v. 9b) es una paradoja, pero Dios no pronunció este concepto a un vacío. Dos veces, Dios lo pronunció en el crisol de la experiencia de Pablo: en la batalla teológica con los superapóstoles, y en su humillante debilidad personal.
Marcos Histórico:
En el año 538 a. de C., el pueblo de Israel comenzó a regresar a la tierra prometida después de 70 años de cautividad en Babilonia. Al abocarse a la construcción del templo, el restablecimiento de la adoración en Jerusalén y al cumplimiento del plan de Dios para esa nación, el Señor le recordó a su líder Zorobabel que hay una sola fuente de poder para la vida espiritual.

“No con ejército, ni con fuerza, sino con mi Espíritu, ha dicho Jehová de los ejércitos”. (Zc. 4:6)

El aumento en nuestra capacidad de valernos de ese poder siempre va precedido por una percepción más profunda de nuestra propia insuficiencia. Es parte del plan de Dios mostrarnos lo débiles que somos sin Él, porque mientras no nos sintamos abrumados por nuestra debilidad no tomaremos de la gracia. Y hasta que no aprendamos a tomar de la gracia cada vez que respiramos, no representamos ninguna amenaza para el enemigo.

I.     La Grandeza De Dios, En La Vida Del Apóstol Pablo:

“Y para que la grandeza de las revelaciones no me exaltase desmedidamente, me fue dado un aguijón en mi carne, un mensajero de Satanás que me abofetee, para que no me enaltece sobremanera; respecto a lo cual tres veces he rogado al Señor, que lo quite de mí. Y me ha dicho: Bástate mi gracia; porque mi poder se perfecciona en la debilidad. Por tanto, de buena gana me gloriaré más bien en mis debilidades, para que repose sobre mí el poder de Cristo. Por lo cual, por amor a Cristo me gozo en las debilidades, en afrentas, en necesidades, en persecuciones, en angustias; porque cuando soy débil, entonces soy fuerte”.
(2 Cor. 12:7-10)

Toda la epístola de 2 Corintios es una defensa del ministerio. Fue escrita por Pablo no sólo para defenderse él, sino también para defender a cada pastor-maestro que alguna vez enseñaría la Palabra de Dios.

El contenido de los vv. 7-10 me hace pensar que en las décadas recientes, el concepto del ministerio del “sanador herido” ha sido popularizado por un teólogo holandés Henri Nowen. Él escribió un libro con ese mismo título. En sus escritos, Nowen hace referencia a la descripción del profeta Isaías acerca del Mesías sufriente, uno que fue “herido por nuestras transgresiones” (Isaías 53:5).
Además, cita el Talmud judío donde el Mesías es descrito como sentado entre los heridos, y él mismo está herido. Es caracterizado como curando sus propias heridas para luego poder curar las heridas de otros. Superapóstoles, tanto en la época de Pablo como en la nuestra, predican una teología por medio de la cual se auto glorían; su mensaje exalta el poder humano y sus supuestos éxitos, sin dar debida atención a los heridos y descarriados en la vida.
La verdadera teología cristiana predica la cruz, y los siervos verdaderos comparten los sufrimientos de Cristo, llevando su propio sufrimiento ante la toda suficiente gracia que está disponible para ellos. Dios puede hacer que el ministerio del “sanador herido” sea más eficaz y más duradero que el ministerio identificado con los que tienen poder y que prometen el éxito y las riquezas según proclaman algunos superapóstoles.

Pablo era objeto de un ataque tremendo de parte de los cristianos en Corinto, carnales, criticones, dados a juzgar a los demás que estaban dejando que las cosas que no les resultaban atractivas acerca del apóstol los distrajera del mensaje que llevaba. El tema a lo largo de la epístola es que es siempre el mensaje, y nunca el hombre que lleva el mensaje, lo que es primordial; que Dios ha creado una manera de usar a personas imperfectas como portadoras de un mensaje perfecto.

Tan importante es este mensaje que Pablo lo afirma dos veces en el versículo 7 con la frase "Y para que...no me exaltase desmedidamente" y "para que no me enaltezca sobremanera". Dios sabía que al derramar el poder de Su Palabra a través de Pablo corría el gran peligro de que Pablo se sintiera tentado a darse importancia. Después de todo, Pablo tenía una tendencia a creerse muy justo, cosa que usó al máximo cuando él era un fariseo incrédulo.
Entonces Dios permitió que lo que aparentemente era un demonio de alto grado, fuera asignado al apóstol para afligirlo con dolor físico y para dañarlo. Lo llama "un aguijón en la carne", pero lo identifica como un aggelos,[1] una palabra generalmente traducida como "ángel" de Satanás. La palabra griega traducida "abofetee"[2] significa "golpearlo hasta hacerlo pedazos".
“Un mensajero de Satanás” (v. 7c) es una frase que requiere comentario. Pablo nunca consideró “el aguijón” (v. 7b) como algo deseable, pero lo aceptó como “un mensajero de Satanás” (v. 7c). En la vida de Pablo, aun la amenaza hostil de Satanás en su vida y ministerio podía ser entregada a Dios para ser usada para bien, al intensificar su dedicación a Dios y recibir fuerza de su debilidad. Dios puede transformar lo que era malo en su vida en algo bueno (compare Romanos 8:28). El propósito del Señor en nuestras vidas es para bien, pero no todo lo que sucede es agradable.

Bajo esta intensa presión, Pablo le pidió tres veces al Señor que lo quitara, y por último el Señor le explica a Pablo por qué no lo hacía: "Bástate mi gracia; porque mi poder se perfecciona en la debilidad":
- La gracia[3] es suficiente.
- Gracia, sin habilidad humana, ni talentos humanos, ni intelecto humano.
- La gracia de Dios más nuestras debilidades dan como resultado poder en el ministerio.
La reacción de Pablo a esta novedad fue comenzar a regocijarse porque tenía tantas debilidades. En cuanto comprendió el hecho de que la gracia se manifiesta en la debilidad, se dio cuenta que siempre tenía algo que festejar.
Quería que los corintios comprendieran que concordaba con la evaluación de ellos de que él no era perfecto y que justamente este hecho lo hacía apto para ser digno de la gracia y un mensajero adecuado del mensaje de Dios.

La palabra usada por Pablo para describir su aflicción no era la palabra común “espina”, (akantha G173; comp. Juan 19:5) sino otra palabra traducida “aguijón” (skolops G4647). Este vocablo puede significar palo, estaca u otro objeto puntiagudo. Aunque la identificación específica del aguijón[4] ha sido tema de mucho debate, por lo menos sugiere que durante su vida el ministerio de Pablo había sido herido con una estaca. Según lo imagina cierto autor, Pablo viajó por el mundo mediterráneo cojeando y agitado, soportando las burlas de los superapóstoles como el bufón de Cristo.
Todo lo que escuchó fueron las palabras animadoras de Dios: “me ha dicho (v. 9a) es la respuesta de Dios a la triple petición de Pablo, de que le quitara el “aguijón”. “Bástate mi gracia, porque mi poder se perfecciona en tu debilidad” (v. 9b). ¡Era la solución para Pablo y la es para nosotros! Las razones de Dios indicadas aquí han sido llamadas la cumbre de la epístola. Desde esta perspectiva, todo el ámbito del apostolado de Pablo es visto correctamente.
Sin embargo, Dios puede tomarnos en el lugar donde estamos y comenzar a moldear el bien en nuestras vidas para que nosotros, como Pablo, podamos gloriarnos en nuestras debilidades para “que habite en mí el poder de Cristo” (v. 9d).

Cinco Técnicas:
Así como Dios da gracia solamente al que no la merece, da fuerza sólo al débil. Hasta que entendamos nuestras propias debilidades, no podremos apropiamos del poder de Dios que reside en nosotros por el Espíritu Santo que mora dentro de nosotros.
Apropiamos es un proceso que debiera continuar el resto de nuestra vida, pero no sucederá por casualidad. Necesitamos una manera de hacer que suceda; necesitamos técnicas. Las cinco técnicas siguientes son progresivas; tienen que ser aprendidas en orden:
1. Confesión.
Dios quiere que nos acerquemos confiadamente al trono de gracia cuando pecamos, completamente seguros de que todos nuestros pecados fueron pagados en la cruz (Heb. 4:14-16).
No le honramos cuando llegamos a Su ya ha prometido darnos.
Cuando confesamos somos lindados inmediatamente y podemos amos seguros que la comunión ha sido restaurada, que estamos llenos del Espíritu Santo y que contamos con el poder para hacer Su obra (Salmo 32, 38, 51; 1 Cor. 11:28-31; 1 Jn. 1:7-10). La confesión es el primer hábito que necesitamos aprender en la vida cristiana porque sin confesión no podemos estar llenos del Espíritu, y separados de la plenitud del Espíritu no tenemos el poder para vivir la vida cristiana.
2. Espiritualidad.
Una vez que hemos aprendido la técnica de confesar y de ser llenos del Espíritu (Ef. 5:18), tenemos que dominar la técnica de permanecer llenos, de andar por el Espíritu (Gál. 5:16). Efesios 1:23, 3:16-20 y 4:1-16 explican cómo hacerlo. Básicamente requiere obediencia a dos mandatos: no entristecer al Espíritu (Ef.4:30), que es lo que hacemos al pecar, y no apagar el Espíritu (1 Ts. 5:19) que es lo que hacemos al ser indiferentes a la Palabra. La dependencia en la plenitud del Espíritu Santo lleva al estudio, oración y aplicación disciplinados.
3. Fe-Reposo.
Una vez que confesamos nuestros pecados y hemos entrado al sistema de abastecimiento de la plenitud del Espíritu, empezamos a apropiarnos de la Palabra de Dios.
Aprendemos a confiar en Sus promesas, los principios y las doctrinas de la Palabra, y esa confianza produce descanso, paz y tranquilidad interior (Mt. 11:29). Sin la gracia (que viene del Espíritu Santo) y la verdad (que viene de la Palabra) equilibradas en nuestra alma, no hay poder en la vida. Cuando aprendemos a aplicar la Palabra a nuestra vida diariamente, echamos a andar el tipo de poder que tenía Daniel en el foso de los leones, el poder que da descanso interior en medio de alboroto exterior (Filp. 4:6, 7; Heb. 4).
4. Vivir en la Palabra.
"Vivir en la Palabra" significa que hemos llegado a comprender que todo en la vida, a excepción de la Palabra de Dios, es un mero detalle (Mt. 4:4). Cuando comprendemos que podemos vivir sin dinero, sin riqueza, sin amigos, pero que no podemos vivir sin la Palabra, hacemos de la Palabra nuestra primera prioridad (Salmo 119:103, 105; 138:2). Tomamos una decisión de saturar nuestra alma con la Palabra. Esto incluye el estudio personal más allá de lo que estudiamos en la iglesia. El estudio y la aplicación de la Palabra producen crecimiento espiritual (2. Tim. 2:15, 3:16,17; 2 P. 3:18); el crecimiento espiritual produce el conformamos a Cristo (Rom. 12:2; 1 Cor. 2:16). La única manera de estar conformados a la Palabra Viviente es alimentarnos de la Palabra escrita.
5. Ocupados con Cristo.
Cuando llegamos al punto de estar ocupados con la persona de Jesucristo, cumplimos el mandato de "amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente, y con todas tus fuerzas" (Mr. 12:30). Si estamos ocupados con las cosas, con los demás o con nosotros mismos, es que aún no hemos aprendido esta técnica. En Hebreos 3:1, se nos insta a "considerar al apóstol y sumo sacerdote de nuestra profesión". "Considerar", katanoéo, significa: "dedicar la mente, concentrarse". Hebreos 12:1-3 nos dice que fijemos nuestros ojos en Jesús y que nos sigamos concentrando en El. Se nos manda estudiar e imitar Su vida (1 Cor. 11:1, 1 Pd. 2:21). La única manera de evitar el cansancio y el desaliento, la única manera de terminar la carrera puesta delante nuestro es adquiriendo un conocimiento personal e íntimo de la persona de Jesucristo (Filp. 3:10).

Poder festejar nuestras debilidades es una clave para lograr el contentamiento en la vida cristiana. Pablo escribió en Filipenses 4 que había aprendido el secreto de contentarse. ¿Cómo lo hacemos? Tenemos que aprender a aceptarnos a nosotros mismos como somos, con nuestras debilidades, fisuras, fallas y todo. Dios nos acepta. Dios nos acepta tal como somos. Nunca se nos acaban las razones para dar gracias y festejar su gracia cuando aprendemos a ser agradecidos por nuestras debilidades y nuestras adversidades y por todo lo que no tenemos poder para controlar.
Cuando Pablo habla del poder de Cristo morando en él, usa la palabra que significa "morar en un tabernáculo". Al hacerlo, hace pensar en la tienda rústica que los hijos de Israel cargaron en su éxodo en el desierto y en la cual moraba la Gloria Shekinah. Así como el tabernáculo era la morada de la Gloria Shekinah en aquel entonces, nosotros, tiendas rústicas, mal hechas y débiles que somos, morada somos del poder de Dios en la actualidad.
Pero tenemos este tesoro en vasos de barro, para que la excelencia del poder sea de Dios, y no de nosotros. (2 Cor. 4:7).
El tesoro del cual habla Pablo aquí es "la luz del evangelio de la gloria de Cristo, el cual es la imagen de Dios" (2 Cor. 4:4). Jesucristo es el reflejo de la gloria divina. El, el único miembro de la Trinidad revelado visiblemente, era la Gloria Shekinah[5] que iluminaba el tabernáculo. Era la gloria de la presencia de Dios en medio de la nación de Israel.
Pablo dice que llevamos esta luz en "vasos de barro", cuerpos físicos tan frágiles como vasijas de arcilla. ¿Y por qué la gloria de Dios descansa sobre nosotros? Para que la fuente de poder en nuestra vida sea evidente al mundo.

Véase Parte II:



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