Parte I:
El Espíritu De Dios: La Fuente De Poder:
(Zacarías 4:6; 2 Corintios 12:7-10)
Pastor: Carlos Ramírez Jiménez:
“No con ejército, ni con fuerza, sino con mi Espíritu, ha dicho
Jehová de los ejércitos”.
(Zacarías
4:6).
“… Respecto a lo cual tres veces he rogado al Señor, que lo
quite de mí… Y me ha dicho: Bástate mi gracia; porque mi poder
se perfecciona en la debilidad. Por
tanto, de buena gana me gloriaré más bien en mis debilidades, para que repose
sobre mí el poder de Cristo…”.
(2
Cor. 12:7-10).
Introducción:
En el capítulo 12
encontramos el corazón del evangelio y ministerio de Pablo: gracia suficiente, poder en la debilidad. Tres palabras
clave que nos llevan a esta interpretación son:
- visiones,
- revelaciones, y
- un aguijón.
En
resumen, un gran predicador del siglo pasado pinta un cuadro gráfico del viaje
de Pablo en su descubrimiento del secreto y poder de su apostolado: Algo al que él llamó un “aguijón” (v. 7b) le mortificaba en el tendón de su apostolado, humillándose, amenazando sus planes, destruyendo sus aspiraciones, uno por uno.
Rogó al Señor “tres
veces” (v. 8a) que le quitara el aguijón.
La
única respuesta que recibió en medio de su mar de descontento fue que
reconociera la grandeza de Dios que le rodeaba en su estado incompleto. En
medio de su agitación, la única respuesta que le fue murmurada fue: “Bástate mi gracia” (v. 9a). Las estructuras en su derredor parecían
derrumbarse, al mismo tiempo que él caía, y su propia predicación a los
corintios parecía atormentarlo.
Luego
llegó al límite de sus recursos humanos; quedó aturdido por la destrucción de
su propia autoestima. Al ponerse de pie, era Dios quien estaba a su alrededor y
la roca sobre la cual podía poner sus pies sin temor a resbalar o caer. La
gracia de Dios fue la única esperanza para Pablo, y lo es para los seguidores
de Cristo en el siglo XXI; Dios nos dice a todos: “mi poder se perfecciona en la debilidad” (v. 9b).
“Poder… en la debilidad” (v.
9b) es una paradoja, pero Dios no pronunció este concepto a un vacío. Dos
veces, Dios lo pronunció en el crisol de la experiencia de Pablo: en la batalla teológica con los
superapóstoles, y en su humillante debilidad personal.
Marcos Histórico:
En el año 538 a.
de C., el pueblo de Israel comenzó a regresar a la tierra prometida después de
70 años de cautividad en Babilonia. Al abocarse a la construcción del templo,
el restablecimiento de la adoración en Jerusalén y al cumplimiento del plan de
Dios para esa nación, el Señor le recordó a su líder Zorobabel que hay una sola
fuente de poder para la vida espiritual.
“No con ejército, ni con
fuerza, sino con mi Espíritu, ha dicho Jehová de los ejércitos”. (Zc. 4:6)
El aumento en nuestra capacidad de
valernos de ese poder siempre va precedido por una percepción más profunda de
nuestra propia insuficiencia. Es parte del plan de Dios mostrarnos lo débiles
que somos sin Él, porque mientras no nos sintamos abrumados por nuestra debilidad
no tomaremos de la gracia. Y hasta que no aprendamos a tomar de la gracia cada vez
que respiramos, no representamos ninguna amenaza para el enemigo.
I. La Grandeza De Dios, En La Vida Del
Apóstol Pablo:
“Y para que la grandeza de las revelaciones no me exaltase desmedidamente,
me fue dado un aguijón en mi carne, un mensajero de Satanás que me abofetee,
para que no me enaltece sobremanera; respecto a lo cual tres veces he rogado
al Señor, que lo quite de mí. Y me ha dicho: Bástate mi gracia; porque mi poder
se perfecciona en la debilidad. Por tanto, de buena gana me gloriaré más bien
en mis debilidades, para que repose sobre mí el poder de Cristo. Por lo cual,
por amor a Cristo me gozo en las debilidades, en afrentas, en necesidades, en
persecuciones, en angustias; porque cuando soy débil, entonces soy fuerte”.
(2
Cor. 12:7-10)
Toda
la epístola de 2 Corintios es una defensa del ministerio. Fue escrita por
Pablo no sólo para defenderse él, sino también para defender a cada pastor-maestro que alguna vez enseñaría
la Palabra de Dios.
El contenido de los vv. 7-10 me hace
pensar que en las décadas recientes, el concepto del ministerio del “sanador
herido” ha sido popularizado por un teólogo holandés Henri Nowen. Él
escribió un libro con ese mismo título. En sus escritos, Nowen hace referencia
a la descripción del profeta Isaías acerca del Mesías sufriente, uno que fue “herido por
nuestras transgresiones” (Isaías 53:5).
Además, cita el Talmud judío donde el
Mesías es descrito como sentado entre los heridos, y él mismo está herido. Es
caracterizado como curando sus propias heridas para luego poder curar las
heridas de otros. Superapóstoles, tanto en la época de Pablo como en la
nuestra, predican una teología por medio de la cual se auto glorían; su mensaje
exalta el poder humano y sus supuestos éxitos, sin dar debida atención a los
heridos y descarriados en la vida.
La verdadera teología cristiana predica
la cruz, y los siervos verdaderos comparten los sufrimientos de Cristo,
llevando su propio sufrimiento ante la toda suficiente gracia que está
disponible para ellos. Dios puede hacer que el ministerio del “sanador
herido” sea más eficaz y más duradero que el ministerio identificado
con los que tienen poder y que prometen el éxito y las riquezas según proclaman
algunos superapóstoles.
Pablo era objeto de un ataque tremendo
de parte de los cristianos en Corinto, carnales, criticones, dados a juzgar a
los demás que estaban dejando que las cosas que no les resultaban atractivas
acerca del apóstol los distrajera del mensaje que llevaba. El tema a lo largo
de la epístola es que es siempre el mensaje, y nunca el hombre que lleva el
mensaje, lo que es primordial; que Dios ha creado una manera de usar a personas
imperfectas como portadoras de un mensaje perfecto.
Tan importante es este mensaje que Pablo
lo afirma dos veces en el versículo 7 con la frase "Y para que...no me exaltase
desmedidamente" y "para que no me enaltezca sobremanera".
Dios sabía que al derramar el poder de Su Palabra a través de Pablo corría
el gran peligro de que Pablo se sintiera tentado a darse importancia. Después
de todo, Pablo tenía una tendencia a creerse muy justo, cosa que usó al máximo
cuando él era un fariseo incrédulo.
Entonces Dios permitió que lo que
aparentemente era un demonio de alto grado, fuera
asignado al apóstol para afligirlo con dolor físico y para dañarlo. Lo llama "un
aguijón en la carne", pero lo identifica como un aggelos,[1]
una palabra generalmente traducida como "ángel" de Satanás. La palabra
griega traducida "abofetee"[2]
significa "golpearlo
hasta hacerlo pedazos".
“Un mensajero de Satanás” (v. 7c) es una frase que requiere comentario. Pablo nunca consideró “el aguijón”
(v. 7b) como algo deseable, pero lo aceptó como “un mensajero de Satanás” (v.
7c). En la vida de Pablo, aun la amenaza hostil de Satanás en su vida y
ministerio
podía ser entregada a Dios para ser usada para bien, al intensificar su
dedicación a Dios y recibir fuerza de su debilidad. Dios puede transformar lo
que era malo en su vida en algo bueno (compare Romanos 8:28). El propósito
del Señor en nuestras vidas es para bien, pero no todo lo que sucede es agradable.
Bajo esta intensa presión, Pablo le pidió
tres veces al Señor que lo quitara, y por último el Señor le explica a Pablo
por qué no lo hacía: "Bástate mi gracia; porque mi poder se perfecciona
en la debilidad":
- La gracia[3] es
suficiente.
- Gracia, sin habilidad
humana, ni talentos humanos, ni intelecto humano.
- La gracia de
Dios más nuestras debilidades dan como resultado poder en el ministerio.
La reacción de Pablo a esta novedad fue comenzar a regocijarse porque
tenía tantas debilidades. En cuanto comprendió el hecho de que la gracia se
manifiesta en la debilidad, se dio cuenta que siempre tenía algo que festejar.
Quería que los corintios comprendieran
que concordaba con la evaluación de ellos de que él no era perfecto y que justamente
este hecho lo hacía apto para ser digno de la gracia y un mensajero adecuado
del mensaje de Dios.
La palabra usada por Pablo para
describir su aflicción no era la palabra común “espina”, (akantha G173;
comp. Juan 19:5) sino otra palabra traducida “aguijón” (skolops G4647).
Este vocablo puede significar palo, estaca u otro objeto puntiagudo. Aunque la
identificación específica del “aguijón”[4]
ha sido tema de mucho debate, por lo menos sugiere que durante su vida el
ministerio de Pablo había sido herido con una estaca. Según lo imagina cierto
autor, Pablo viajó por el mundo mediterráneo cojeando y agitado,
soportando las burlas de los superapóstoles como el bufón de Cristo.
Todo
lo que escuchó fueron las palabras animadoras de Dios: “me ha dicho” (v. 9a) es la respuesta de Dios a la
triple petición de Pablo, de que le quitara el “aguijón”. “Bástate mi gracia, porque mi poder se
perfecciona en tu debilidad” (v. 9b). ¡Era la solución para Pablo y la es para nosotros! Las razones de Dios indicadas aquí han sido
llamadas la cumbre de la epístola. Desde esta perspectiva, todo el ámbito del
apostolado de Pablo es visto correctamente.
Sin embargo, Dios puede tomarnos en el
lugar donde estamos y comenzar a moldear el bien en nuestras vidas para que
nosotros, como Pablo, podamos gloriarnos en nuestras debilidades para “que habite en
mí el poder de Cristo” (v. 9d).
Cinco Técnicas:
Así como Dios da gracia solamente al que
no la merece, da fuerza sólo al débil. Hasta que entendamos nuestras propias
debilidades, no podremos apropiamos del poder de Dios que reside en nosotros
por el Espíritu Santo que
mora dentro de nosotros.
Apropiamos es un proceso que debiera continuar el resto de
nuestra vida, pero no sucederá por casualidad. Necesitamos una manera de hacer
que suceda; necesitamos técnicas. Las cinco técnicas siguientes son
progresivas; tienen que ser aprendidas en orden:
1. Confesión.
Dios quiere que nos acerquemos confiadamente al trono de gracia
cuando pecamos, completamente seguros de que todos nuestros pecados fueron
pagados en la cruz (Heb.
4:14-16).
No le honramos cuando llegamos a Su ya ha prometido darnos.
Cuando confesamos somos lindados inmediatamente y podemos amos
seguros que la comunión ha sido restaurada, que estamos llenos del Espíritu
Santo y que contamos con el poder para hacer Su obra (Salmo 32, 38, 51; 1 Cor. 11:28-31; 1 Jn.
1:7-10). La confesión es el
primer hábito que necesitamos aprender en la vida cristiana porque sin
confesión no podemos estar llenos del Espíritu, y separados de la plenitud del
Espíritu no tenemos el poder para vivir la vida cristiana.
2. Espiritualidad.
Una vez que hemos aprendido la técnica de confesar y de ser
llenos del Espíritu (Ef.
5:18), tenemos que dominar la técnica de
permanecer llenos, de andar por el Espíritu (Gál. 5:16). Efesios 1:23, 3:16-20 y 4:1-16 explican cómo hacerlo. Básicamente requiere obediencia a dos
mandatos: no entristecer al Espíritu (Ef.4:30), que es lo que
hacemos al pecar, y no apagar el Espíritu (1 Ts. 5:19) que
es lo que hacemos al ser indiferentes a la Palabra. La dependencia en la
plenitud del Espíritu Santo lleva al estudio, oración y aplicación
disciplinados.
3. Fe-Reposo.
Una vez que confesamos nuestros pecados y hemos entrado al
sistema de abastecimiento de la plenitud del Espíritu, empezamos a apropiarnos
de la Palabra de Dios.
Aprendemos a confiar en Sus promesas, los principios y las
doctrinas de la Palabra, y esa confianza produce descanso, paz y tranquilidad
interior (Mt.
11:29). Sin la gracia (que viene del Espíritu Santo) y la verdad (que viene de la
Palabra) equilibradas en nuestra alma, no hay poder en la vida. Cuando
aprendemos a aplicar la Palabra a nuestra vida diariamente, echamos a andar el
tipo de poder que tenía Daniel en el foso de los leones, el poder que da
descanso interior en medio de alboroto exterior (Filp. 4:6, 7; Heb. 4).
4. Vivir en la Palabra.
"Vivir en la Palabra" significa
que hemos llegado a comprender que todo en la vida, a excepción de la Palabra de
Dios, es un mero detalle (Mt.
4:4). Cuando comprendemos que podemos
vivir sin dinero, sin riqueza, sin amigos, pero que no podemos vivir sin la
Palabra, hacemos de la Palabra nuestra primera prioridad (Salmo 119:103, 105; 138:2). Tomamos una decisión de saturar nuestra alma con la Palabra.
Esto incluye el estudio personal más allá de lo que estudiamos en la iglesia.
El estudio y la aplicación de la Palabra producen crecimiento espiritual (2. Tim. 2:15, 3:16,17; 2 P. 3:18); el crecimiento espiritual produce el conformamos a Cristo (Rom. 12:2; 1 Cor. 2:16). La única manera de estar conformados a la Palabra Viviente es
alimentarnos de la Palabra escrita.
5. Ocupados con Cristo.
Cuando llegamos al punto de estar ocupados con la persona de
Jesucristo, cumplimos el mandato de "amarás
al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente,
y con todas tus fuerzas" (Mr. 12:30). Si
estamos ocupados con las cosas, con los demás o con nosotros mismos, es que aún
no hemos aprendido esta técnica. En Hebreos 3:1, se
nos insta a "considerar al
apóstol y sumo sacerdote de nuestra profesión". "Considerar", katanoéo,
significa: "dedicar la
mente, concentrarse". Hebreos 12:1-3 nos
dice que fijemos nuestros ojos en Jesús y que nos sigamos concentrando en El.
Se nos manda estudiar e imitar Su vida (1 Cor. 11:1, 1 Pd. 2:21). La
única manera de evitar el cansancio y el desaliento, la única manera de
terminar la carrera puesta delante nuestro es adquiriendo un conocimiento
personal e íntimo de la persona de Jesucristo (Filp. 3:10).
Poder festejar nuestras debilidades es
una clave para lograr el contentamiento en la vida cristiana. Pablo escribió en
Filipenses 4 que había aprendido el secreto de contentarse. ¿Cómo lo hacemos?
Tenemos que aprender a aceptarnos a nosotros mismos como somos, con nuestras debilidades,
fisuras, fallas y todo. Dios nos acepta. Dios nos acepta tal como somos. Nunca
se nos acaban las razones para dar gracias y festejar su gracia cuando
aprendemos a ser agradecidos por nuestras debilidades y nuestras adversidades y
por todo lo que no tenemos poder para controlar.
Cuando Pablo habla del poder de Cristo
morando en él, usa la palabra que significa "morar en un tabernáculo".
Al hacerlo, hace pensar en la tienda rústica que los hijos de Israel cargaron
en su éxodo en el desierto y en la cual moraba la Gloria Shekinah. Así como el
tabernáculo era la morada de la Gloria Shekinah en aquel entonces, nosotros, tiendas rústicas,
mal hechas y débiles que somos, morada somos del poder de Dios en la
actualidad.
Pero tenemos este tesoro en vasos de
barro, para que la excelencia del poder sea de Dios, y no de nosotros. (2 Cor. 4:7).
El tesoro del cual habla Pablo aquí es "la luz
del evangelio de la gloria de Cristo, el cual es la imagen de Dios" (2
Cor. 4:4). Jesucristo es el reflejo de la gloria divina. El, el único miembro
de la Trinidad revelado visiblemente, era la Gloria Shekinah[5] que iluminaba
el tabernáculo. Era la gloria de la presencia de Dios en medio de la nación de
Israel.
Pablo dice que llevamos esta luz en "vasos de
barro", cuerpos físicos tan frágiles como vasijas de arcilla.
¿Y por qué la gloria de Dios descansa sobre nosotros? Para que la fuente de poder
en nuestra vida sea evidente al mundo.
Véase Parte II:
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