Parte II
¿PUEDE ALGUIEN SABERLO CON CERTEZA?
(Salvación[1]: Su Certidumbre[ 2])
“Les dijo: Estas cosas os he escrito a vosotros que creéis en el nombre del Hijo de Dios, para que sepáis que tenéis vida eterna...”.
(1 Juan 5:13).
Pastor: Carlos Ramírez Jiménez:
En 1 Juan 5:1 leemos: «Todo aquel que cree que Jesús es el Cristo,
es nacido de Dios...». Su fe en Jesucristo —su creencia de que Él es verdaderamente el
Cristo, el Hijo de Dios— es lo que Dios requiere para formar parte
de Su familia. Juan también nos dijo: «Todo aquel que confiese que Jesús es el Hijo de Dios, Dios
permanece en él, y él en Dios» (1 Juan 4:15).
La gente podría ver a Jesús como el hombre
más grande que haya vivido jamás, el supremo ejemplo a seguir, o la más impresionante
revelación del amor de Dios. Pero si no lo confiesan como el Hijo de Dios, no
son salvos.
¿Qué prueba la fe?
Su creencia en Jesucristo es una evidencia
positiva de que el Espíritu Santo le ha dado nueva vida. Una persona hostil a
Cristo o no receptiva no muestra ninguna evidencia de la vida que da el espíritu.
Juan escribió:... Y en esto
sabemos que él permanece en nosotros, por el Espíritu que nos ha dado (1
Juan 3:24).
En esto conoced el Espíritu de Dios: Todo espíritu
que confiesa que Jesucristo ha venido en carne, es de Dios (1 Juan 4:2). El
apóstol Pablo afirmó: «... y nadie puede llamar a Jesús Señor, sino por el Espíritu
Santo» (1 Corintios 12:3). Ahora bien, todos sabemos que cualquiera puede
decir las palabras «Jesús es Señor». Pero Pablo se refiere a algo más
que el solo hecho de producir esos sonidos. Quiere decir que nadie puede llamar
a Jesús «Señor»
como expresión de su profunda convicción interior «excepto por el Espíritu Santo».
¿Adónde le lleva esto?
Quizá se sienta intranquilo porque
sospecha que su profesión de fe no fue real. Todos hemos visto ejemplos de
esto. Un joven simula aceptar a Cristo porque una muchacha en la que está interesado
le ha dicho que no lo aceptará hasta que se convierta a Cristo. Hay veces en
que algunos profesan fe en Jesucristo en un momento de profunda perturbación emocional
y se olvidan de ello a la mañana siguiente.
Si no está seguro de si su fe es verdadera, evalúe porqué se
siente así.
Podría ser que su antigua expresión de fe fuera verdaderamente superficial y no
de corazón. Podría ser que nunca entendiera realmente hasta ahora todo lo que
Cristo ha hecho por usted, y que no cediera cuenta de que no se puede ganar la
entrada al cielo. Si es así, ponga ahora mismo su completa confianza en Cristo
para que le salve.
Arraigue su fe en lo que la Biblia nos dice de Cristo. Tal vez pueda
señalar un momento determinado en su vida cuando decidió sinceramente poner su confianza
en Cristo como Salvador y Señor. Si es así, sus dudas actuales pueden tratarse
más de sentimientos no confiables que de un indicador confiable de su verdadera
condición espiritual. En este tipo de situación, el hecho de que esté
genuinamente preocupado es una señal muy alentadora.
Si reconoció su pecado y admitió su
necesidad de perdón, y si pidió a Cristo que lo salvara creyendo que Él pagó la
pena por todos sus pecados, ha hecho todo lo que Dios exige. Puede estar seguro
de que es salvo. Confíe en la promesa de Dios. Dele gracias por su salvación. Y
cuando vengan dudas en el futuro, hable con Dios sobre ellas y reflexione sobre
lo que la Biblia dice.
Reflexión.
¿Cree que
Jesucristo murió en la cruz para pagar por sus pecados? ¿Confía en su obra consumada para salvación? ¿Descansa en lo que la Biblia dice? Si puede
contestar Sí a esas preguntas, ¿qué debe hacer cuando empiecen a perturbar las dudas
sobre su salvación? Si ha profesado fe en Cristo, ¿ha visto
evidencia en su vida de que es hijo de Dios?
2.3.
COLUMNA 3: Su Obediencia a Cristo:
Algunos departamentos de policía tienen
una división canina adonde tienen perros específicamente adiestrados para
trabajo policial. Es increíble ver a estos animales en acción.
Los perros tienen una relación especial
con la persona con quien han de trabajar y para lo cual lo adiestran. Tienen un
fuerte sentido de la lealtad y responden rápidamente a las órdenes de sus amos.
Ya sea que estén caminando por la calle o persiguiendo a un criminal, no hay
duda en cuanto a quien pertenecen esos perros. La pronta obediencia del perro
de la policía a la voz de su maestro revela su identidad.
De la misma forma, los que creen en
Jesucristo deberían identificarse fácilmente por su obediencia a su Señor y
Maestro. Esta obediencia se caracteriza por guardar sus mandamientos y
arrepentirse del pecado.
El Guardar Sus Mandamientos.
Si miramos de nuevo 1 Juan leemos: Y en esto sabemos que nosotros le
conocemos, si guardamos sus mandamientos (1 Juan 2:3). Este versículo nos
dice que los que hemos aceptado a Jesús como Salvador podemos estar seguros de
que nuestra salvación es genuina debido a nuestra obediencia a É1.
Quizá usted tenga un sólido conocimiento
de la verdad doctrinal acerca de la obra consumada de Jesucristo y lo haya
aceptado como Salvador, pero siga dudando de que su fe sea algo más que mero
conocimiento intelectual. Tal vez se sienta alentado porque su preocupación por
su estado espiritual es evidencia de que su fe es real, pero desea evidencias
algo más tangibles. Bien, aquí hay una: considere su conducta. Aplíquese
esta prueba: «¿guardó los mandamientos de Dios?».
No debería ser difícil para usted
determinar si su vida se caracteriza o no por la obediencia. No estamos sugiriendo,
naturalmente, que tenga que guardar todos los mandamientos de Cristo a la perfección.
Nadie lo
hace.
El hombre que cree
obedece; la falta de obediencia es una prueba convincente de que no hay una fe
verdadera.—A.W.Tozer.
El apóstol Juan había hablado ya muy
enérgicamente en esta epístola en contra de aquellos que dicen «no tenemos
pecado», (1:8) y «no hemos pecado» (1:10). Ya había dicho que
Dios en su gracia perdona y purifica diariamente por medio de la confesión
(1:9). Sin embargo, pone en claro a todo lo largo de su exposición que los creyentes
deben vivir una vida caracterizada por la justicia, no por el pecado.
Evalúe honestamente su vida. Si se da
cuenta de que ama al Señor Jesús y de que anda en obediencia a Él, puede tomar eso
como una indicación de que ha nacido de nuevo. Recuerde, no tiene que ser
perfecto y su salvación no se basa en la obediencia.
Pero si genuinamente quiere obedecer los
mandamientos de Cristo, y si ve evidencia de su crecimiento en la santidad,
tiene una razón más para creer que verdaderamente es salvo. El alejarse del
pecado. La otra cara de nuestra obediencia a Cristo es el rechazo del pecado en
nuestras vidas. “Si decimos que tenemos comunión con él, y andamos en tinieblas,
mentimos, y no practicamos la verdad” (1 Juan 1:6).
“Todo aquel que permanece en él, no peca; todo aquel que peca, no le
ha visto, ni le ha conocido. Hijitos, nadie os engañe; el que hace justicia es
justo, como él es justo. El que practica el pecado es del diablo; porque el
diablo peca desde el principio. Para esto apareció el Hijo de Dios, para
deshacer las obras del diablo. Todo aquel que es nacido de Dios, no practica el
pecado, porque la simiente de Dios permanece en él; y no puede pecar, porque es
nacido de Dios” (1 Juan 3:6-9).
Estos versículos pueden sonar como si
Juan estuviera diciendo que debemos ser perfectamente puros para estar seguros
de que vamos al cielo. Pero eso no es lo que dice. El énfasis está en que los
que hemos profesado fe en Cristo, hemos pasado de muerte a vida, de las tinieblas
a la luz.
Si una persona afirma ser cristiana pero
continúa viviendo en pecado, es decir, desobedeciendo los mandamientos de
Cristo y viviendo como un incrédulo, entonces esa persona está engañada. La
vida de un creyente no ha de caracterizarse por el pecado, sino por hacer lo correcto
a los ojos de Dios. En otras palabras, lo que Juan dijo es esto:
v Si profesas fe en Cristo tu vida debe
demostrarlo.
v No te vas a complacer en el pecado
como estilo de vida.
Si nuestras vidas se
caracterizan por la obediencia a Cristo, tenemos otra razón poderosa para estar
seguros de que le pertenecemos.
Juan mencionó que los cristianos que
pecan se pueden limpiar de su pecado (1 Juan 1:9). Aunque un cristiano peque,
el pecado no lo domina ni él se entrega a un estilo de vida decadente (Romanos
6:11-14). Entonces, nuestra obediencia a
Cristo tiene aspectos positivos y negativos: hemos
de guardar Sus mandamientos y volvernos del pecado. Si nuestras
vidas se caracterizan por esta clase de obediencia, tenemos otra razón poderosa
para estar seguros de que pertenecemos a Cristo.
Reflexión.
Cuando lee la Biblia o escucha cuando alguien
la enseña, ¿es
presto a obedecer los mandamientos de Dios? Enumere algunas maneras
en que su vida demuestra que es hijo de Dios y que tiene una relación con Cristo.
Si sabe que ha confiado en Cristo pero ha estado andando en desobediencia,
pídale perdón a Dios ahora mismo y exprésale que se compromete de nuevo a
obedecerlo.
2.4.
COLUMNA 4: Su Amor Por Otros Cristianos:
En muchas actividades de la vida, la
gente se une por amor a algo, pero no necesariamente porque se amen unos a
otros. Por ejemplo, los miembros de un equipo de béisbol puede que no se caigan
bien mutuamente, pero juegan juntos porque aman el juego. O los miembros de una
orquesta podrían no hablarse unos a otros, pero se reúnen porque aman la
música.
Somos Distintos.
Los que creemos en Jesucristo
debemos ser distintos. Debemos amarlo a Él antes que a nada en el mundo, y
debemos acercarnos unos a otros por ese común interés. Pero la Biblia dice que debemos
ir más allá. No sólo hemos de amar a Cristo, sino que hemos de amarnos unos a otros.
De hecho, nuestro amor por otros cristianos está importante que es otra razón
sobre la cual podemos basar nuestra seguridad.
Fíjese de nuevo en las palabras de 1
Juan: “Nosotros sabemos que hemos pasado de
muerte a vida, en que amamos a los hermanos... Hijitos míos, no amemos de
palabra ni de lengua, sino de hecho y en verdad. Y en esto conocemos que somos
de la verdad, y aseguraremos nuestros corazones delante de él” (1
Juan 3:14, 18, 19).
Juan dijo que el amor que usted sienta
por otros cristianos le dará la seguridad de que es miembro de la familia de
Dios. Esa es una característica que debe ser obvia en su vida. Puede que no
sepa con toda certeza a qué tipo de amor se refería Juan. La palabra amor sola puede
significar muchas cosas a mucha gente. Pero cuando Juan habló de nuestro amor por
los creyentes, fue bastante específico.
Somos Una Familia.
Juan usó la palabra amor para describir
el sentido de unidad que tienen en Cristo todos los creyentes. Note: que
mencionó específicamente el amar «a los hermanos», y que usó el término hermano seis
veces (véanse los vv.13-17).
Es cierto que la Biblia dice claramente
que los cristianos han de amar a toda la humanidad y desear la salvación de
todos. Pero el apóstol Juan estaba diciendo aquí que nuestro amor por otros
cristianos es una evidencia de salvación. Llamó nuestra atención al hecho de que
somos una familia. Nos amamos unos a otros de una manera especial porque somos
hermanos y hermanas en Cristo. Todo el concepto de «comunión» en esa primera epístola
conlleva la idea de compartir.
Y ese compartir fluye de nuestro sentido
de unidad en Cristo. ¿Le gusta estar con cristianos? ¿Le complace conversar con ellos sobre su común salvación?
Si es así, puede tomarlo como una evidencia más de que es hijo de Dios.
Hemos De Estar Dispuestos a Sacrificarnos.
Ese
amor entre hermanos no es meramente un sentimiento subjetivo que los cristianos
han de sentir mutuamente. Es un amor activo. Está dispuesto a sacrificarse. El
patrón es el amor sacrifica torio de Jesús por nosotros. En esto hemos conocido
el amor, en que él puso su vida por nosotros; también nosotros debemos poner
nuestras vidas por los hermanos. Pero el que tiene bienes de este mundo y ve a
su hermano tener necesidad, y cierra contra él su corazón, ¿cómo mora el amor de Dios en él? (1
Juan 3:16, 17).
El
amor cristiano abnegado y dispuesto a sacrificarse es una de las columnas sobre
las que descansa la seguridad. El apóstol Juan, después de pedir una vida llena
de amor y definir lo que eso significa, dijo lo siguiente: «Y en esto conocemos que somos de la verdad,
y aseguraremos nuestros corazones delante de él» (3:19). Eso debería
darle seguridad.
Reflexión.
¿Ama usted a Jesucristo?
¿Ama a su familia espiritual?
Lea 1 Corintios 13:4-6 y repase las características
del amor. Lea Filipenses 2:1-11 y note la relación que existe entre nuestra
unión con Cristo y nuestro amor por otros cristianos. ¿Hay barreras de amargura que le están impidiendo amar a otro creyente? Dé los pasos necesarios hoy para
quitar esas barreras que impiden el amor fraternal.
ALBARDILLA:
La Seguridad Del Espíritu:
Imagínese por un momento que usted es el
piloto de un avión pequeño. Mientras vuela puede verificar su progreso mirando
hacia abajo para buscar guías conocidas, o puede mirar los instrumentos de
navegación del avión. Sería muy perturbador si la brújula le dijera que lleva
el rumbo correcto, pero el paisaje le resulta desconocido, o viceversa. Más
cuando los instrumentos y las guías visibles concuerdan, usted se siente más
seguro de que está volando con el rumbo correcto.
Cuando hablamos de la seguridad del
Espíritu hablamos de una confirmación interior de que somos hijos de Dios. La persona
que cree la Biblia sabe que se ha convertido en hijo de Dios mediante la fe. Pero
esa persona también tiene la presencia confirmadora del Espíritu Santo. En 1
Juan leemos:... Y
en esto sabemos que él permanece en nosotros, por el Espíritu que nos ha dado (3:24). El que cree en el Hijo de Dios, tiene el testimonio en sí
mismo (5:10).
Confirma Lo Que Sabemos.
Nuestro propio espíritu puede decirnos
que somos hijos de Dios porque nuestra seguridad se construye sobre cinco
razones que ya hemos considerado:
• La autoridad de la Biblia.
• La obra de Cristo.
• Nuestra fe en
Cristo.
• Nuestra obediencia a Cristo.
• Nuestro amor por otros cristianos.
El Espíritu Santo confirma en nuestro
corazón lo que ya creemos que es cierto. De hecho, sabemos que el Espíritu
participa en cada paso del proceso. Es el Espíritu quien nos ayuda a reconocer
la verdad de la Palabra de Dios. El Espíritu nos ayuda a reconocer la obra consumada
de Cristo.
El Espíritu nos asegura que nuestra fe
es genuina. Cuando vivimos en obediencia al Señor, Él nos alienta a seguir. Y
es el Espíritu quien produce en nosotros el amor por nuestros hermanos en la fe
y nos asegura que este amor es una marca del cristiano.
Coopera Con Nuestro Espíritu.
Nuestra experiencia cuadra con Romanos
8:16: «El
Espíritu mismo da testimonio a nuestro espíritu, de que somos hijos de Dios».
Algunas versiones de la Biblia dicen que
el Espíritu da testimonio con nuestro espíritu. Esto significa que Él fortalece
el testimonio que ha hemos recibido de nuestro propio espíritu.
Produce Paz Interior.
Las religiones hechas por el hombre o
las filosofías pueden ayudar a la gente a afrontar una tragedia o la muerte con
valor. Hasta pueden inducir a algunos a dar su vida por una causa.
“Pues no habéis recibido el espíritu de
esclavitud para estar otra vez en temor... El
Espíritu mismo da testimonio a nuestro espíritu, de que somos hijos de Dios”. —Romanos 8:15, 16.
Véase Punto III:
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