SALVADOS POR SU GRACIA:
EFESIOS 2:
Pastor: Carlos Ramírez Jiménez:
El capítulo 1 enfatiza
nuestras posesiones en Cristo; el capítulo 2 enfatiza nuestra posición en
Cristo. Su posición determina sus posesiones y autoridad. Sin importar dónde
esté el presidente de Estados Unidos, su posición como el hombre que se sienta
a su escritorio en la Casa Blanca le da poder y autoridad.
Así
es con el cristiano. Independientemente del lugar en que estemos (Pablo estaba preso cuando escribió esta carta),
tenemos poder y autoridad en el campo espiritual debido a nuestra posición en
Cristo.
I. Nos Resucitó y Nos Hizo Sentar En El Trono
(Ef.2:1–10):
A.
Lo Que Éramos (vv. 1–3).
¡Qué
cuadro del pecador perdido! Para empezar, los pecadores están muertos
espiritualmente; o sea, el hombre interior está muerto a las cosas espirituales
y no puede responder a ellas. Los Evangelios describen cómo Jesús resucitó a
tres personas:
(1) Una muchacha de
doce años. Lucas 8:49–55;
(2) Un joven. Lucas 7:12–15; y
(3) Un hombre adulto. Juan 11.
Cada
uno estaba muerto; la única diferencia era su estado de descomposición.
¡Lázaro hedía ya!, hacía cuatro
días que lo habían sepultado. Todo pecador está muerto, sin importar su edad;
la única diferencia entre el miembro de la iglesia inconverso y el vagabundo en
los tugurios es el estado de putrefacción.
Los
pecadores no sólo están muertos, sino que son esclavos del mundo y viven para
sus placeres y costumbres. Dígales que este mundo está bajo condenación de Dios
y desaparecerá, y se reirán de usted.
También
son esclavos de Satanás, el cual obra en las vidas de los inconversos. Esto no
quiere decir que necesariamente los convierte en borrachos u homicidas; su
táctica usual es darles una falsa seguridad mediante la justicia propia. Jesús llamó
a los fariseos «hijos del diablo» (Jn. 8:44),
sin embargo, eran muy religiosos, ciudadanos de mucha reputación.
Nacimos
por naturaleza hijos de ira; cuando rechazamos a Cristo a sabiendas después de
llegar a la edad de responsabilidad, nos convertimos en hijos de desobediencia
por elección propia. Cuando confiamos en Jesucristo, nos convertimos en hijos
de Dios.
B.
Lo Que Hizo
Dios (vv. 4–9).
«Pero Dios». Estas palabras están entre las
más grandiosas de la Biblia. Dios pudo dejarnos seguir en el pecado y vivir
eternamente con el diablo en el infierno, pero en lugar de eso Él decidió
salvarnos. Nos dio vida (movimiento), nos resucitó de la tumba del pecado y
¡nos sacó del cementerio! Más que eso, ¡nos hizo miembros de Cristo! Nos dio
vida, nos resucitó y nos hizo sentar juntamente con Él en los lugares
celestiales. Dios lo hizo debido a que es rico en misericordia y grande en
amor. Misericordia significa que Dios no me da lo que merezco; gracia significa
que me da lo que no merezco.
C.
Lo Que Somos Ahora
(v. 10).
Somos
hechura suya, su nueva creación (2 Cor. 5:17). Lea Filipenses 2:12, 13 y ¡atrévase a
creer que Dios obra en usted! ¿Qué nos depara el futuro? No lo sabemos,
pero sí sabemos quién tiene el futuro en sus manos. El mismo Padre amante que
me escogió, me llamó y me salvó, ¡también ha trazado un plan maravilloso para mi vida!
«¡Oh, qué deudor a la gracia a diario debo ser!».
II. Nos reconcilió y colocó en el templo (Ef.2:11–22):
En
la primera parte de este capítulo Pablo nos ha dicho lo que Dios ha hecho por
los pecadores en general; ahora habla de los judíos y gentiles en particular.
Dios no ha hecho ningún pacto mesiánico con los gentiles, sino que Dios les ha
prometido a los judíos un reino. ¿Cuál es la situación de judíos y gentiles en el programa
actual de Dios?
A.
Lo Que Eran
Los Gentiles (vv. 11–12).
Dios
hace una distinción entre judíos y gentiles (1 Cor. 10:32) como raza no así
como individuos (Rom. 10:11–13). Los gentiles estaban sin Cristo; o sea, no
tenían la promesa de un Mesías. No eran parte de la nación de Israel; es más,
las leyes del AT., ponían un gran abismo entre judíos y gentiles. En lugar de
ser «el pueblo
de Dios», los gentiles eran extraños.
Eran
extranjeros, sin esperanza y sin el verdadero Dios en el mundo. Contraste esta
triste situación con la posición privilegiada de Israel que se describe en
Romanos 9:4, 5. El versículos 13 resume en dos palabras la condición de los
gentiles: «estaban
lejos». En tanto que el problema de los pecadores en general (vv.
1–10) era la muerte espiritual, el de los gentiles en particular era su distancia
espiritual de Dios y sus bendiciones.
Nótese: en los Evangelios que siempre que Cristo ayudó a un
gentil, lo hizo a distancia (Mt. 8:5–13; 15:22–28).
B.
Lo Que Hizo
Dios (vv. 13–17).
«Pero ahora» en el versículo 13 traza un
paralelo con el «pero Dios» del versículo 4. Cuando Cristo murió en la cruz
rompió toda barrera que se interponía entre judíos y gentiles. En el templo
judío había una muralla que separaba el «atrio de los gentiles» del resto de la estructura;
y sobre esta pared había un rótulo que advertía que matarían a cualquier gentil
que pasara más allá de ese punto. ¡Jesús derribó esa pared! Derribó la pared
física porque en Él todos son hechos uno (v. 15, y véase Gál. 3:28, 29).
Derribó también la pared espiritual y acercó a los gentiles que estaban «lejos»
(v. 13). Destruyó la pared legal porque cumplió la Ley y dio término al reinado
de la Ley Mosaica que separaba a judíos y gentiles (vv. 14–15). Cristo no sólo
hizo la paz entre los pecadores y Dios (Rom. 5:1), sino también entre judíos y
gentiles.
Tomó
a los judíos pecadores y a los gentiles pecadores y mediante su cruz hizo «un nuevo
hombre»: la Iglesia.
Tenga
presente que el misterio de la Iglesia se reveló a través de Pablo (como
veremos en el capítulo 3) y que a los judíos cristianos les llevó algún tiempo
comprender el nuevo programa de Dios. Por siglos, Dios mantuvo a judíos y
gentiles separados, y los judíos enseñaban que la única manera en que un gentil
se podía acercar a Dios era convirtiéndose en judío.
Ahora
se revelaba la verdad de que la cruz de Cristo condena como pecadores tanto a
judíos como a gentiles, pero que también reconcilia a Dios en un cuerpo a los
que creen en Jesús.
C.
Lo Que Son Ahora Los Gentiles y Los Judíos
(vv. 18–22).
Ambos tienen acceso al Padre en el
Espíritu.
Bajo el sistema judío solamente el sumo sacerdote podía entrar a la presencia
de Dios y eso una vez al año. Pero en la nueva creación todo creyente tiene el
privilegio de entrar al Lugar Santísimo (Heb. 10:19–25). Tanto judíos como gentiles
ahora pertenecen a la familia de Dios, y el judío no puede tener privilegios
mayores. Es mediante la fe en su sangre que judíos y gentiles son justificados.
Pablo finaliza describiendo a la
iglesia como un templo. Esto sería una figura apropiada no sólo
para judíos, quienes reverenciaban al templo santo de Jerusalén, sino también
para los efesios, quienes tenían al gran templo de Diana en su ciudad (Hch. 19:21–41).
Cada creyente es una piedra viva colocada en el templo (1 P. 2:4–8). Los
apóstoles y profetas (profetas del NT., 4:11) no son el fundamento; colocaron el
fundamento puesto que fueron los primeros en proclamar el mensaje. Cristo es el
fundamento de la iglesia local (1 Cor. 3:11) y la piedra angular de todo el
edificio.
La
iglesia hoy es un templo vivo, creciente; cuando se complete, Cristo vendrá y
llevará el templo a su gloria. Dios moraba en el tabernáculo judío (Éx. 40:34),
en el templo de Salomón (2 Crón. 7:1) y en el templo del cuerpo de Cristo (Jn.
1:14; 2:18–22), y hoy en el creyente (1 Cor. 6:19–20) y en la iglesia (Ef. 2:21,
22). ¡Qué
privilegio ser la misma habitación de Dios a través del Espíritu!
Clase Para El Miércoles:
Lea Su Biblia, Lea Su Biblia, Lea Su Biblia.
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