EL
CANTAR DE LOS CANTARES (II):
(Heb.: shir ha-shirim)
(Cantares 3 al 5)
Pastor: Carlos Ramírez Jiménez:
EL CANTAR DE LOS
CANTARES:
(Cantares
3:1-11)
El Ensueño De La
Esposa:
“Por las noches
busqué en mi lecho al que ama mi alma; Lo busqué, y no lo hallé… Y dije: Me levantaré ahora, y rodearé por la ciudad; Por las calles
y por las plazas Buscaré al que ama mi alma; Lo busqué, y no lo hallé… Me hallaron los guardas que rondan la ciudad, Y les dije:
¿Habéis visto al que ama mi alma?...”.
(Cantares 3:1-11)
VV. 1-5. Esta sección
relata un sueño que la desposada tuvo justamente antes de la boda. Por temor de
perder a su novio, lo busca, lo encuentra y lo lleva a la casa de su madre. Al
despertar (v.5), ella otra vez sugiere paciencia (como en 2:7).
La cama sobre la que está recostada es
una cama de
amores (miskab dodim[1] H1730, Ez.23:17).
La connotación del término es evidente
aquí (ver Génesis 49:4; Num.31:17-20). El deseo sexual por él, estimulado por
pensamientos o sueños eróticos, hacía que ella lo buscara ansiosamente en su
cama.
Nótese: la repetición del
verbo para énfasis, y la gran frustración de la mujer al no encontrar a su
compañero.
La frustración por la ausencia del
deseado aparentemente hace que el sueño erótico se torne en pesadilla (Cant.3:3-4).
La joven se ve recorriendo ansiosamente las calles y las plazas de la ciudad
(quizá Jerusalén, ver 3:5), pero con el mismo resultado negativo de no hallar a
su amado.
La pesadilla se agudiza cuando la
muchacha topa con una patrulla de las que rondan la ciudad. Lejos de encontrar
a su amado, ella se encuentra con los guardias. ¿Qué hace una mujer decente en las calles a
esas horas de la noche? Su desesperación es tal que antes que ellos
la interroguen, ella levanta su propio interrogante desesperado:
¿Habéis visto al que ama mi alma?
Ni siquiera se le cruza por la mente que
los soldados pueden no tener la más remota idea de quién es el que ama su alma.
¡Ella lo conoce
bien, y le parece que de igual modo todo el mundo lo conoce!
En
el v. 4 la pesadilla se transforma una vez más en sueño erótico. Aparentemente
los guardias no respondieron a su pregunta o lo hicieron negativamente. La
cuestión es que apenas dejó a la patrulla se encontró con su amado. Apenas lo
vio saltó a sus brazos, y así, fuertemente abrazada a él, lo condujo a la casa
de su madre, que seguramente estaba allí en la ciudad.
Tan pronto como entraron en la vivienda,
la amada (nótese: que es ella quien toma la iniciativa en el juego amoroso)
lo conduce al dormitorio de su madre (ver 1:4; 8:2), para hacer el amor. El
v. 5 es una repetición exacta 2:7, y cierra la segunda sección de la primera
parte de Cantares.
III. CASAMIENTO Y CONSUMACION. Cantares 3:6-5:1:
Esta sección de Cantares constituye el
corazón del libro, mientras que 4:16 y 5:1 son el pivote central sobre el que gira todo el poema. Toda la preparación
de la pareja a lo largo de la primera parte concluye en la boda y la
consumación del acto sexual entre los que se aman.
3.1. El Cortejo Nupcial.
Cant. 3:6-11:
Estos poemas nos hablan de la boda de
los amantes y la consumación de su amor. En 3:6-11 encontramos una canción
nupcial en honor de Salomón, que describe una procesión con soldados y una o
más carrozas, en ocasión de la celebración de las bodas del rey.
La procesión se encuentra todavía a
distancia, pero el despliegue y lujo de la misma hace evidente que el que está
por casarse es un personaje noble o real. La que se acerca no puede ser otra
que la prometida de un gran rey (ver 6:10; 8:5).
La caravana viene del desierto, es
decir, una región deshabitada, pero que sirve para el pastoreo. Al avanzar la
masa de gente, animales y carruajes que integran el cortejo, levanta una
columna de humo o de polvo. Puede ser que la frase se refiera también a la
mirra, el incienso y el polvo de mercader, que eran quemados para despedir sus
fragancias.
Por fin la caravana se ha acercado lo
suficiente a la ciudad como para que se pueda identificar cada carruaje. El
asombro de los testigos es evidente: Es la litera de Salomón. Llama la atención que
en este pasaje aparezca el nombre de Salomón tres veces. Probablemente es una
apelación a la belleza y posición de la clase real, como expresión de lo mejor
que se conoce (ver 1:9).
La
escolta de sesenta valientes... de los más fuertes de Israel recuerda a
la guardia personal de David (1 Sam.23:8-39). La mención de Israel hace suponer
que, al menos esta parte de Cantares, puede haber sido compuesta antes de la
muerte de Salomón (931 a. de J.C.) y la división del reino.
Parte del esplendor del cortejo es que
todos y cada uno de los soldados ciñen espadas (nótese la repetición, lleva
espada), y están entrenados en la práctica de la guerra. Sólo Salomón contó con
un ejército tan sofisticado.
Es probable que la reina viajase en la
litera del v. 7, mientras que el rey estaba en la carroza real, sobre la que
estaba su asiento de púrpura o trono (v. 10). Todo era de lujo en esta carroza: la madera,
las columnas, el respaldo, el asiento, el interior. ¡Todo era digno de un gran rey!
Y allí estaba él, con la diadema que le
ciñó su madre en el día de sus bodas. No se trata de la corona real, sino de
una cinta hecha con ramas (como la corona de laureles de los Juegos Olímpicos),
o bien con piedras o metales preciosos (Salmo 21:3). Esta diadema simbolizaba
honor y gozo en ocasión de las bodas del rey.
Por
eso, quien corona es la madre. En el caso de una coronación real quien
coronaba era el sumo sacerdote, como representante de Dios (1 R.1:32-48; 2 R.11:11-20).
Intimidad
corporal: A
lo largo de muchos años nuestra teología careció de cuerpo; era "salvar las
almas", ser "espirituales", "crecer en el espíritu",
etc.
Parecía que el Espíritu Santo moraba
solamente en nuestro espíritu (¡y si moraba en el cuerpo era solamente hasta la cintura!).
Mover el cuerpo o cuidarlo era sinónimo de "carnal", "corporal".
Por
eso en nuestros hogares existe tan poca intimidad corporal. Hay parejas que han
perdido:
· "el toque",
· "el beso",
· "la caricia".
Muchas
mujeres al ser tocadas en el hombro ya lo interpretan como sinónimo de coito:
· "No querido, hoy no tengo ganas",
· "¿Otra vez esta noche?".
Todo toque se ha genitalizado, por eso
lo mejor es evitarlo, y así nuestra intimidad corporal se ha perdido.
Parejas
que nunca se han bañado juntas, ¡nunca se han visto
desnudas!,
nunca se han acariciado, solo se tocan para tener relaciones sexuales... Como comentaba una dama en reunión
de parejas, nunca se desnudaba delante de su esposo. ¿Y cómo tenían hijos? En
si tienen dos hijas como esposos, hum, hum, hum.
Cantar de los Cantares redescubre la
intimidad del cuerpo en la pareja (1:13; 2:16; 4:18; 5:10-16; etc.) Los
protagonistas aparecen como una pareja que se toca, se mira, se desea. ¡Basta con leer los vv. 3 al 6 del cap. 2!
En los Cantares vemos la pareja que ha redescubierto para sí la distancia
íntima.
Cuando se llega a la intimidad del
propio cuerpo, entonces se puede llegar a la intimidad del cuerpo del otro.
EL CANTAR DE LOS
CANTARES:
(Cantares
4:1-15)
3.2. El Amado.
Cant. 4:1-15:
Esta
larga sección está dividida en dos partes:
·
La primera, termina en el
v. 7, que resume la belleza de la amada, que se describe en detalle en los
versículos anteriores.
· La segunda, comienza y termina con la mención del
Líbano en los vv. 8 y 15.
Todo el pasaje se caracteriza por un
intenso erotismo. La pasión parece ir en aumento, hasta alcanzar la consumación
en 4:16-5:1.
El amado comienza una detallada
descripción física de su amada, desde la cabeza hasta sus genitales. Comienza
destacando sus ojos (1:15), que lucen hermosos a través de tu velo. El velo
(4:1, 3; 6:7; Is.47:2) era usado por las mujeres en ocasiones especiales, como
compromisos (Génesis 24:65) y casamientos (Gn.29:23-25).
En
este caso, se trataría del velo nupcial. El cabello de la amada es
comparado con una manada de cabritos, caracterizados por su pelo largo y negro.
El movimiento de un rebaño grande descendiendo por una colina distante produce
el efecto como que toda la elevación estuviese moviéndose (ver 1:5; 5:11). Así de suelto es el
cabello de la amada.
La
idea del rebaño se extiende ahora a los dientes de la amada. Su dentadura es
blanca, pulida, brillante, simétrica, y está completa. La descripción de la boca
continúa con la mención de los labios, que son como hilo de grana. Seguramente
la amada tiene los labios pintados de rojo. Los cosméticos eran comunes en el
antiguo Cercano Oriente.
La mención de los dientes y los labios
lo lleva al amado a considerar que toda la boca de ella, como instrumento del
habla (ver nota de RVA), es bella. Sus palabras han sido para él motivo de gran
satisfacción (ver 2:3b).
De la boca, el amado pasa a ponderar las
mejillas de su esposa, que lucen rosadas como la cáscara de una granada, medio
cubiertas por el cabello negro que cae sobre ellas y el velo tenue que cubre el
rostro. La granada era conocida en Egipto como fruto afrodisíaco, y en
Mesopotamia se usaba para preparar pociones de amor (ver 8:2).
El amado continúa recorriendo el cuerpo
de ella, pero cambia las comparaciones de carácter telúrico, para usar una
imagen de corte militar. El cuello de ella es como la torre de David (Neh.3:25),
lo cual habla de su aspecto erguido y real. La belleza de su cuello se ve realzada
con los ornamentos que lleva, probablemente una serie de collares de cuentas,
que se parecen a los escudos que se colgaban de las torres para darles mayor
protección (ver v. 9).
Los comentarios del amado pasan del
cuello a los pechos de su esposa en el v. 5. Se repite aquí la idea de la
simetría (ver v. 2) al comparar los pechos de ella con dos venaditos, mellizos
de gacela. Recuérdese el carácter profundamente erótico de estas expresiones
(ver 1:7; 2:1, 7, 16; 6:3).
En el v. 6, el amado parece tomar en
cuenta el deseo de su esposa, y repite lo que la amada ha dicho en 2:16, 17. La
idea del acto amoroso (apacientan entre lirios... hasta que raye el alba y
huyan las sombras) surge como consecuencia de que ahora el amado pasa
rápidamente de los pechos de su amada a sus genitales. El texto presenta un
caso de paralelismo sintético, ya que el monte de la mirra y la colina del
incienso parecen ser lo mismo. No se trata de lugares geográficos, porque la
mirra y el incienso no son originarios de Palestina.
Más
bien, estas expresiones se refieren a una parte del cuerpo de la mujer. En este
sentido, no puede ser otra cosa que el “Monte de Venus”. De
esta manera, con excitación creciente, el amado ha estado describiendo el
cuerpo de su esposa desde la cabeza hasta los genitales, perfumado (ver
5:1) y
preparado para el acto amoroso.
Al terminar el recorrido sensual, el
amado no puede menos que concluir en forma similar a la que abrió su
descripción (v. 7): ¡Ella es perfecta!
El v. 8 interrumpe el juego amoroso
justo en el momento en que la unión sexual está a punto de consumarse, y abre
un paréntesis en la secuencia de lo que ocurre. Según la traducción de la RVA,
Salomón estaría pidiéndole a la Sulamita que venga con él desde el Líbano (ver
nota de RVA) a Jerusalén. Esto es difícil de compatibilizar con los versículos
anteriores, que parecen describir la boda en el contexto de la ciudad de
Jerusalén (3:6-11).
Es probable que la preposición min[2] H4481 se traduzca mejor como en,
con lo cual el amado estaría aquí invitando a su amada a ir con él al Líbano, a
los lugares más tranquilos y deleitosos de la región de donde ella era
originaria, para hacer allí el amor. Si el v. 8 es una continuación de la
secuencia amorosa de los versículos anteriores, lo que el amado está haciendo
es invitar a su esposa a hacer el amor.
Ella
es su novia.
La palabra sirve para designar a una mujer casada, con énfasis en sus derechos
sexuales. No está claro por qué se mencionan los leones y los leopardos.
NOTA: V.8: En
estas figura retóricas. Salomón pide que su esposa concentre sus pensamientos,
aplaque sus temores y se entregue por completo a él.
Después del paréntesis del v. 8, el
amado continúa su descripción de la amada en los vv. 9-15, hasta que por fin
los enamorados llegan a la consumación en 4:16-5:1. Da la impresión como que el
amante vuelve otra vez a recorrer el cuerpo de la mujer, pero esta vez no para
hacer una descripción del mismo, sino para expresar el placer que él encuentra
al mirarlo, besarlo y acariciarlo, mientras ella responde activamente al juego
amoroso. Es claro que él está muy
excitado sexualmente (¡prendiste mi corazón...!).
No sólo los ojos seductores de ella
(1:15; 4:1) lo motivan, sino que una sola cuenta de los collares que ella luce
lo llevan al delirio. Ahora él alaba sus caricias amorosas. Para él, esas
caricias son dulces (hermosas, 1:8) y mejores que el vino. Es interesante que
él habla del estímulo sexual que ella le prodiga usando las mismas expresiones
que ella ha utilizado respecto al estímulo de él (1:2, 4; 2:3).
El
vino era símbolo de supremo placer. La ternura de este momento de amor
queda bien reflejada en la manera cariñosa e íntima con que él la nombra una y
otra vez: ¡... oh
hermana y novia mía! La expresión no indica una relación incestuosa,
sino la comunicación íntima y confiada que nace del hecho de que ella es su
esposa, una mujer casada con él, y no una amante fortuita.
Mientras besa la cabeza de su amada, el
esposo percibe el aroma que ella despide (v. 10b). No se trata del olor de los
cosméticos y perfumes artificiales que ella usa, sino de la fragancia natural
de sus cabellos y de todo su cuerpo. Nuevamente el amante utiliza aquí una
alabanza, que ella ya ha hecho de él (1:3).
Al besar los labios de su esposa (4:3;
5:13; 7:9), el amado encuentra sus besos tan dulces como la miel. La lengua de
él se encuentra con la de ella para paladear juntos tanta dulzura. Una vez más
(v. 11b), el esposo pondera la fragancia de su amada, pero en esta ocasión no
de su cuerpo sino de sus vestidos.
La palabra puede referirse al cubrecamas
o las sábanas del lecho matrimonial (Deut. 22:17), o bien a la ropa ligera y
perfumada que ella lleva, que le permite lucir sus encantos físicos.
VV.12-5:1. En esta extensa
metáfora, Salomón expresa su deseo de consumar el matrimonio (usando la figura
de su entrada en el huerto), es invitado a hacerlo (v.16) y lo hace (5:1a). Entonces Dios habla
y bendice la unión matrimonial (5:1b).
Por fin, el esposo llega otra vez a los
genitales de ella (vv. 12-15), y parece detenerse allí, para expresar en
detalle cuánto placer encuentra en esa parte del cuerpo de su esposa.
Metafóricamente:
el jardín
es utilizado como eufemismo para referirse a los órganos sexuales femeninos.
El
esposo dice que los genitales de ella son como un jardín cerrado. Probablemente
lo que él quiere decir es que ella todavía es virgen. El juego amoroso no ha
llegado a su culminación, con el desfloramiento de ella.
Antiguamente, los manantiales se
sellaban para proteger el agua para el uso exclusivo de su legítimo dueño (ver
Salmo 5:16). Al pensar en la vagina de ella (su jardín), él encuentra
satisfacción en saber que su esposa es virgen y no se ha entregado a otro hombre.
La palabra plantas en el v. 13 en RVA no
aclara muy bien una expresión que es difícil de traducir. Pero a la luz del
contexto parece evidente que la palabra hebrea selahayik[3] H7964 es muy parecida a la palabra
árabe salk, vagina. De ser así, el esposo
está exaltando con términos superlativos el placer que la vagina de su esposa le prodiga.
Más adelante, ella se mostró muy satisfecha por ello (Salmo 5:4-5). Para él,
entrar a ella es como introducirse a un huerto de granados [Frutos[4]].
La palabra huerto (o paraíso) es una de
las palabras persas que aparecen en Cantares, e indica un jardín cercado,
generalmente de forma circular. ¡El
esposo siente que el acto amoroso con su esposa es como entrar al Paraíso[5]! El placer indecible que encuentra allí
queda expresado en la multiplicidad de símbolos de belleza y sensualidad, de
fragancias y especias que menciona (vv. 13b, 14).
Todas estas especias exóticas que se
enumeran tienen generalmente connotaciones eróticas en la poesía amatoria. Ella parece estar lista para el acto
amoroso: Es un manantial cercado de jardines y un
pozo de aguas vivas. El momento de la consumación ha llegado.
Véase Capítulo 5:1-16: Recuerde: que estamos tratando el tema, dentro del matrimonio.
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