viernes, 25 de agosto de 2017

EL CANTAR DE LOS CANTARES (II): (Heb.: shir ha-shirim) (Cantares 3 al 5)

EL CANTAR DE LOS CANTARES (II):
 (Heb.: shir ha-shirim)
(Cantares 3 al 5)


Pastor: Carlos Ramírez Jiménez:

EL CANTAR DE LOS CANTARES:
(Cantares 3:1-11)

El Ensueño De La Esposa:
Por las noches busqué en mi lecho al que ama mi alma; Lo busqué, y no lo halléY dije: Me levantaré ahora, y rodearé por la ciudad; Por las calles y por las plazas Buscaré al que ama mi alma; Lo busqué, y no lo halléMe hallaron los guardas que rondan la ciudad, Y les dije: ¿Habéis visto al que ama mi alma?...”.
(Cantares 3:1-11)

VV. 1-5. Esta sección relata un sueño que la desposada tuvo justamente antes de la boda. Por temor de perder a su novio, lo busca, lo encuentra y lo lleva a la casa de su madre. Al despertar (v.5), ella otra vez sugiere paciencia (como en 2:7).

En 3:1-5, la amada parece seguir recordando aquella noche triste en que se sintió sola, en medio de sueños eróticos y pesadillas, debido al alejamiento de su compañero.
La cama sobre la que está recostada es una cama de amores (miskab dodim[1]  H1730, Ez.23:17).
La connotación del término es evidente aquí (ver Génesis 49:4; Num.31:17-20). El deseo sexual por él, estimulado por pensamientos o sueños eróticos, hacía que ella lo buscara ansiosamente en su cama.

Nótese: la repetición del verbo para énfasis, y la gran frustración de la mujer al no encontrar a su compañero.

La frustración por la ausencia del deseado aparentemente hace que el sueño erótico se torne en pesadilla (Cant.3:3-4). La joven se ve recorriendo ansiosamente las calles y las plazas de la ciudad (quizá Jerusalén, ver 3:5), pero con el mismo resultado negativo de no hallar a su amado.
La pesadilla se agudiza cuando la muchacha topa con una patrulla de las que rondan la ciudad. Lejos de encontrar a su amado, ella se encuentra con los guardias. ¿Qué hace una mujer decente en las calles a esas horas de la noche? Su desesperación es tal que antes que ellos la interroguen, ella levanta su propio interrogante desesperado:
¿Habéis visto al que ama mi alma?

Ni siquiera se le cruza por la mente que los soldados pueden no tener la más remota idea de quién es el que ama su alma. ¡Ella lo conoce bien, y le parece que de igual modo todo el mundo lo conoce!

En el v. 4 la pesadilla se transforma una vez más en sueño erótico. Aparentemente los guardias no respondieron a su pregunta o lo hicieron negativamente. La cuestión es que apenas dejó a la patrulla se encontró con su amado. Apenas lo vio saltó a sus brazos, y así, fuertemente abrazada a él, lo condujo a la casa de su madre, que seguramente estaba allí en la ciudad.
Tan pronto como entraron en la vivienda, la amada (nótese: que es ella quien toma la iniciativa en el juego amoroso) lo conduce al dormitorio de su madre (ver 1:4; 8:2), para hacer el amor. El v. 5 es una repetición exacta 2:7, y cierra la segunda sección de la primera parte de Cantares.

III.   CASAMIENTO Y CONSUMACION. Cantares  3:6-5:1:
Esta sección de Cantares constituye el corazón del libro, mientras que 4:16 y 5:1 son el pivote central sobre el que gira todo el poema. Toda la preparación de la pareja a lo largo de la primera parte concluye en la boda y la consumación del acto sexual entre los que se aman.

3.1.  El Cortejo Nupcial. Cant. 3:6-11:
Estos poemas nos hablan de la boda de los amantes y la consumación de su amor. En 3:6-11 encontramos una canción nupcial en honor de Salomón, que describe una procesión con soldados y una o más carrozas, en ocasión de la celebración de las bodas del rey.

La procesión se encuentra todavía a distancia, pero el despliegue y lujo de la misma hace evidente que el que está por casarse es un personaje noble o real. La que se acerca no puede ser otra que la prometida de un gran rey (ver 6:10; 8:5).
La caravana viene del desierto, es decir, una región deshabitada, pero que sirve para el pastoreo. Al avanzar la masa de gente, animales y carruajes que integran el cortejo, levanta una columna de humo o de polvo. Puede ser que la frase se refiera también a la mirra, el incienso y el polvo de mercader, que eran quemados para despedir sus fragancias.

Por fin la caravana se ha acercado lo suficiente a la ciudad como para que se pueda identificar cada carruaje. El asombro de los testigos es evidente: Es la litera de Salomón. Llama la atención que en este pasaje aparezca el nombre de Salomón tres veces. Probablemente es una apelación a la belleza y posición de la clase real, como expresión de lo mejor que se conoce (ver 1:9).
La escolta de sesenta valientes... de los más fuertes de Israel recuerda a la guardia personal de David (1 Sam.23:8-39). La mención de Israel hace suponer que, al menos esta parte de Cantares, puede haber sido compuesta antes de la muerte de Salomón (931 a. de J.C.) y la división del reino.
Parte del esplendor del cortejo es que todos y cada uno de los soldados ciñen espadas (nótese la repetición, lleva espada), y están entrenados en la práctica de la guerra. Sólo Salomón contó con un ejército tan sofisticado.

Es probable que la reina viajase en la litera del v. 7, mientras que el rey estaba en la carroza real, sobre la que estaba su asiento de púrpura o trono (v. 10). Todo era de lujo en esta carroza: la madera, las columnas, el respaldo, el asiento, el interior. ¡Todo era digno de un gran rey!
Y allí estaba él, con la diadema que le ciñó su madre en el día de sus bodas. No se trata de la corona real, sino de una cinta hecha con ramas (como la corona de laureles de los Juegos Olímpicos), o bien con piedras o metales preciosos (Salmo 21:3). Esta diadema simbolizaba honor y gozo en ocasión de las bodas del rey.
Por eso, quien corona es la madre. En el caso de una coronación real quien coronaba era el sumo sacerdote, como representante de Dios (1 R.1:32-48; 2 R.11:11-20).
Intimidad corporal: A lo largo de muchos años nuestra teología careció de cuerpo; era "salvar las almas", ser "espirituales", "crecer en el espíritu", etc.
Parecía que el Espíritu Santo moraba solamente en nuestro espíritu y si moraba en el cuerpo era solamente hasta la cintura!). Mover el cuerpo o cuidarlo era sinónimo de "carnal", "corporal".

Por eso en nuestros hogares existe tan poca intimidad corporal. Hay parejas que han perdido:
·      "el toque",
·      "el beso",
·      "la caricia".

Muchas mujeres al ser tocadas en el hombro ya lo interpretan como sinónimo de coito:
·      "No querido, hoy no tengo ganas",
·      "¿Otra vez esta noche?".
Todo toque se ha genitalizado, por eso lo mejor es evitarlo, y así nuestra intimidad corporal se ha perdido.

Parejas que nunca se han bañado juntas, ¡nunca se han visto desnudas!, nunca se han acariciado, solo se tocan para tener relaciones sexuales... Como comentaba una dama en reunión de parejas, nunca se desnudaba delante de su esposo. ¿Y cómo tenían hijos? En si tienen dos hijas como esposos, hum, hum, hum.
Cantar de los Cantares redescubre la intimidad del cuerpo en la pareja (1:13; 2:16; 4:18; 5:10-16; etc.) Los protagonistas aparecen como una pareja que se toca, se mira, se desea. ¡Basta con leer los vv. 3 al 6 del cap. 2! En los Cantares vemos la pareja que ha redescubierto para sí la distancia íntima.
Cuando se llega a la intimidad del propio cuerpo, entonces se puede llegar a la intimidad del cuerpo del otro.


EL CANTAR DE LOS CANTARES:
(Cantares 4:1-15)

3.2.  El Amado. Cant. 4:1-15:

Esta larga sección está dividida en dos partes:
·      La primera, termina en el v. 7, que resume la belleza de la amada, que se describe en detalle en los versículos anteriores.
·      La segunda, comienza y termina con la mención del Líbano en los vv. 8 y 15.
Todo el pasaje se caracteriza por un intenso erotismo. La pasión parece ir en aumento, hasta alcanzar la consumación en 4:16-5:1.

El amado comienza una detallada descripción física de su amada, desde la cabeza hasta sus genitales. Comienza destacando sus ojos (1:15), que lucen hermosos a través de tu velo. El velo (4:1, 3; 6:7; Is.47:2) era usado por las mujeres en ocasiones especiales, como compromisos (Génesis 24:65) y casamientos (Gn.29:23-25).
En este caso, se trataría del velo nupcial. El cabello de la amada es comparado con una manada de cabritos, caracterizados por su pelo largo y negro. El movimiento de un rebaño grande descendiendo por una colina distante produce el efecto como que toda la elevación estuviese moviéndose (ver 1:5; 5:11). Así de suelto es el cabello de la amada.

La idea del rebaño se extiende ahora a los dientes de la amada. Su dentadura es blanca, pulida, brillante, simétrica, y está completa. La descripción de la boca continúa con la mención de los labios, que son como hilo de grana. Seguramente la amada tiene los labios pintados de rojo. Los cosméticos eran comunes en el antiguo Cercano Oriente.
La mención de los dientes y los labios lo lleva al amado a considerar que toda la boca de ella, como instrumento del habla (ver nota de RVA), es bella. Sus palabras han sido para él motivo de gran satisfacción (ver 2:3b).
De la boca, el amado pasa a ponderar las mejillas de su esposa, que lucen rosadas como la cáscara de una granada, medio cubiertas por el cabello negro que cae sobre ellas y el velo tenue que cubre el rostro. La granada era conocida en Egipto como fruto afrodisíaco, y en Mesopotamia se usaba para preparar pociones de amor (ver 8:2).

El amado continúa recorriendo el cuerpo de ella, pero cambia las comparaciones de carácter telúrico, para usar una imagen de corte militar. El cuello de ella es como la torre de David (Neh.3:25), lo cual habla de su aspecto erguido y real. La belleza de su cuello se ve realzada con los ornamentos que lleva, probablemente una serie de collares de cuentas, que se parecen a los escudos que se colgaban de las torres para darles mayor protección (ver v. 9).
Los comentarios del amado pasan del cuello a los pechos de su esposa en el v. 5. Se repite aquí la idea de la simetría (ver v. 2) al comparar los pechos de ella con dos venaditos, mellizos de gacela. Recuérdese el carácter profundamente erótico de estas expresiones (ver 1:7; 2:1, 7, 16; 6:3).

En el v. 6, el amado parece tomar en cuenta el deseo de su esposa, y repite lo que la amada ha dicho en 2:16, 17. La idea del acto amoroso (apacientan entre lirios... hasta que raye el alba y huyan las sombras) surge como consecuencia de que ahora el amado pasa rápidamente de los pechos de su amada a sus genitales. El texto presenta un caso de paralelismo sintético, ya que el monte de la mirra y la colina del incienso parecen ser lo mismo. No se trata de lugares geográficos, porque la mirra y el incienso no son originarios de Palestina.
Más bien, estas expresiones se refieren a una parte del cuerpo de la mujer. En este sentido, no puede ser otra cosa que el Monte de Venus. De esta manera, con excitación creciente, el amado ha estado describiendo el cuerpo de su esposa desde la cabeza hasta los genitales, perfumado (ver 5:1) y preparado para el acto amoroso.
Al terminar el recorrido sensual, el amado no puede menos que concluir en forma similar a la que abrió su descripción (v. 7): ¡Ella es perfecta!

El v. 8 interrumpe el juego amoroso justo en el momento en que la unión sexual está a punto de consumarse, y abre un paréntesis en la secuencia de lo que ocurre. Según la traducción de la RVA, Salomón estaría pidiéndole a la Sulamita que venga con él desde el Líbano (ver nota de RVA) a Jerusalén. Esto es difícil de compatibilizar con los versículos anteriores, que parecen describir la boda en el contexto de la ciudad de Jerusalén (3:6-11).
Es probable que la preposición min[2]  H4481 se traduzca mejor como en, con lo cual el amado estaría aquí invitando a su amada a ir con él al Líbano, a los lugares más tranquilos y deleitosos de la región de donde ella era originaria, para hacer allí el amor. Si el v. 8 es una continuación de la secuencia amorosa de los versículos anteriores, lo que el amado está haciendo es invitar a su esposa a hacer el amor.
Ella es su novia. La palabra sirve para designar a una mujer casada, con énfasis en sus derechos sexuales. No está claro por qué se mencionan los leones y los leopardos.

NOTA: V.8: En estas figura retóricas. Salomón pide que su esposa concentre sus pensamientos, aplaque sus temores y se entregue por completo a él.

Después del paréntesis del v. 8, el amado continúa su descripción de la amada en los vv. 9-15, hasta que por fin los enamorados llegan a la consumación en 4:16-5:1. Da la impresión como que el amante vuelve otra vez a recorrer el cuerpo de la mujer, pero esta vez no para hacer una descripción del mismo, sino para expresar el placer que él encuentra al mirarlo, besarlo y acariciarlo, mientras ella responde activamente al juego amoroso. Es claro que él está muy excitado sexualmente (¡prendiste mi corazón...!).

No sólo los ojos seductores de ella (1:15; 4:1) lo motivan, sino que una sola cuenta de los collares que ella luce lo llevan al delirio. Ahora él alaba sus caricias amorosas. Para él, esas caricias son dulces (hermosas, 1:8) y mejores que el vino. Es interesante que él habla del estímulo sexual que ella le prodiga usando las mismas expresiones que ella ha utilizado respecto al estímulo de él (1:2, 4; 2:3).
El vino era símbolo de supremo placer. La ternura de este momento de amor queda bien reflejada en la manera cariñosa e íntima con que él la nombra una y otra vez: ¡... oh hermana y novia mía! La expresión no indica una relación incestuosa, sino la comunicación íntima y confiada que nace del hecho de que ella es su esposa, una mujer casada con él, y no una amante fortuita.

Mientras besa la cabeza de su amada, el esposo percibe el aroma que ella despide (v. 10b). No se trata del olor de los cosméticos y perfumes artificiales que ella usa, sino de la fragancia natural de sus cabellos y de todo su cuerpo. Nuevamente el amante utiliza aquí una alabanza, que ella ya ha hecho de él (1:3).
Al besar los labios de su esposa (4:3; 5:13; 7:9), el amado encuentra sus besos tan dulces como la miel. La lengua de él se encuentra con la de ella para paladear juntos tanta dulzura. Una vez más (v. 11b), el esposo pondera la fragancia de su amada, pero en esta ocasión no de su cuerpo sino de sus vestidos.
La palabra puede referirse al cubrecamas o las sábanas del lecho matrimonial (Deut. 22:17), o bien a la ropa ligera y perfumada que ella lleva, que le permite lucir sus encantos físicos.

VV.12-5:1. En esta extensa metáfora, Salomón expresa su deseo de consumar el matrimonio (usando la figura de su entrada en el huerto), es invitado a hacerlo (v.16) y lo hace (5:1a). Entonces Dios habla y bendice la unión matrimonial (5:1b).

Por fin, el esposo llega otra vez a los genitales de ella (vv. 12-15), y parece detenerse allí, para expresar en detalle cuánto placer encuentra en esa parte del cuerpo de su esposa.
Metafóricamente: el jardín es utilizado como eufemismo para referirse a los órganos sexuales femeninos.
El esposo dice que los genitales de ella son como un jardín cerrado. Probablemente lo que él quiere decir es que ella todavía es virgen. El juego amoroso no ha llegado a su culminación, con el desfloramiento de ella.
Antiguamente, los manantiales se sellaban para proteger el agua para el uso exclusivo de su legítimo dueño (ver Salmo 5:16). Al pensar en la vagina de ella (su jardín), él encuentra satisfacción en saber que su esposa es virgen y no se ha entregado a otro hombre.

La palabra plantas en el v. 13 en RVA no aclara muy bien una expresión que es difícil de traducir. Pero a la luz del contexto parece evidente que la palabra hebrea selahayik[3]  H7964 es muy parecida a la palabra árabe salk, vagina. De ser así, el esposo está exaltando con términos superlativos el placer que la vagina de su esposa le prodiga. Más adelante, ella se mostró muy satisfecha por ello (Salmo 5:4-5). Para él, entrar a ella es como introducirse a un huerto de granados [Frutos[4]].
La palabra huerto (o paraíso) es una de las palabras persas que aparecen en Cantares, e indica un jardín cercado, generalmente de forma circular. ¡El esposo siente que el acto amoroso con su esposa es como entrar al Paraíso[5]! El placer indecible que encuentra allí queda expresado en la multiplicidad de símbolos de belleza y sensualidad, de fragancias y especias que menciona (vv. 13b, 14).

Todas estas especias exóticas que se enumeran tienen generalmente connotaciones eróticas en la poesía amatoria. Ella parece estar lista para el acto amoroso: Es un manantial cercado de jardines y un pozo de aguas vivas. El momento de la consumación ha llegado

Véase Capítulo 5:1-16: Recuerde: que estamos tratando el tema, dentro del matrimonio.

                               Lea Su Biblia, Lea Su Biblia, Lea Su Biblia...


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