LOS GRITOS[1] DEL SEÑOR:
“Jesús se puso en pie y alzó la
voz,
diciendo: Si alguno tiene sed, venga a mí y beba. El que cree en mí, como dice
la Escritura, de su interior correrá ríos de agua viva”
(Juan
7:37-38).
Pastor: Carlos Ramírez Jiménez:
Introducción:
Las Escrituras en
conjunto hablan del Señor Jesús, y ÉL es el pensamiento central de ellas. Es
provechoso que el creyente las escudriñe, según el deseo de Jesús mismo (Juan
5:39), Descubrirá algo de las bellezas infinitas de su Persona y de la
perfección de su Obra.
Los profetas, guiados por el Espíritu,
anunciaron “de
antemano los sufrimientos de Cristo, y las glorias que vendrían tras ellos”
(1 Pedro 1:11). Isaías, de quien se nos dice que “vio su gloria, y habló acerca de ÉL” (Juan
12:41), evocó de modo elocuente y conmovedor la persona de Cristo, el Hombre de
Dolores, mencionando incluso el aspecto físico de Aquel que iba a venir para
ser la Santa Víctima y que había de cumplir en perfección los designios de
Dios, tanto en gracia como en juicio.
En Isaías 42:1-2 está escrito: “He aquí mi
siervo, yo le sostendré, mi escogido, en quien mi alma tiene contentamiento, he
puesto sobre él mi Espíritu; él traerá justicia a las naciones. No gritará[2], ni alzará su voz, ni la hará oír en las calles”.
“No
gritará[2]”.
En eso contrasta con el nombre natural,
tan frecuentemente ruidoso, exuberante, que manifiesta sus sentimientos con
demostraciones exteriores sin ningún recato. En él, el Testigo fiel, todo es
perfección, dignidad, sobriedad y sabiduría. En el mundo, no fue el hombre
popular, sino humildad de corazón, el que se acercó a su criatura y dejó que
éste se acercara a él.
Entonces, ¿jamás
gritó? Ciertamente, lo hizo en varias ocasiones y de diversas maneras. Es
edificante considerar las circunstancias y los motivos que indujeron al Señor,
al hombre perfecto, a gritar.
I. Grito Anunciadores Del Juicio:
Los profetas, particularmente Isaías y
Jeremías, evocaron el grito de venganza y de juicio que resonará en el
porvenir, cuando Dios golpeará a su pueblo y a las naciones. El tiempo de su
paciencia se habrá agotado; “Tú, pues, profetizaras contra ellos todas estas palabras
y les dirás: Jehová rugirá desde lo alto, y
desde su morada santa dará su voz; rugirá fuertemente contra su morada; canción
de lagareros cantará contra todos los moradores de la tierra”.
(Jeremías 25:30)
Cuando el juicio llegue, golpeará a los
judíos que habrán vuelto a edificar el templo de Jerusalén para rendir un culto
abominable, bajo la dominación del Imperio Romano reconstituido. Entonces se
cumplirá la sentencia pronunciada en Isaías “También yo escogeré para ellos escarnios,
y traeré sobre ellos lo que temieron; porque
llamé, y nadie respondió; hablé, y no oyeron, sino que hicieron lo malo delante
de mis ojos, y escogieron lo que me desagrada. (Isaías 66:4).
Sin embargo, en ese tiempo, el Señor
mirará a los que constituirán un remanente fiel, al contrito de espíritu y que
tiembla a su palabra (66:2). Después de una larga paciencia, Dios, en la
persona del Señor mismo, montado sobre un Caballo Blanco (Apocalipsis
19:11-16), saldrá para ejecutar su juicio guerrero. Entonces se cumplirá lo que
anunció el profeta Isaías: “Jehová saldrá como gigante, y como hombre de guerra
despertará celo; gritará, voceará, se esforzará sobre sus enemigos. Desde el
siglo he callado, he guardado silencio, y me he detenido; daré voces como la
que está de parto; asolaré y devoraré juntamente”.
El juez de unos será el libertador de
otros, de su remanente que esperará la liberación, la introducción en el gozo
de las bendiciones milenarias. La victoria del Rey de reyes y Señores,
producirá el cántico nuevo proveniente de todos los lugares de la tierra, el
que subirá para alabanza de Dios (Isaías 42:10-14; Salm 40:3).
Así pues, en el Antiguo Testamento, ya oímos los
apremiantes llamamientos de la bondad de Dios que se dirigen a todo aquel que
tiene sed, para que venga a las aguas de la sola fuente (Isaías 55:1-3), pero
también los gritos solemnes que anuncian el juicio que alcanzará a los que
habrán rehusado venir y oír.
II. Gritos Del Señor Durante Su Ministerio:
El
Señor clamó en el transcurso de su Ministerio en la Tierra. Dos veces se
hace mención de ello en Juan 7. Subió a Jerusalén durante la fiesta de los
tabernáculos, no abiertamente, sino como en secreto, y enseñó en la sinagoga,
confrontado con el perplejidad y la incredulidad de los judíos.
“Jesús entonces, enseñando en el templo, alzó la voz y dijo: A mí me conocéis, y sabéis de dónde
soy; y no he venido de mí mismo, pero el que me envió es verdadero, a quien
vosotros no conocéis”.
(Juan 7:28)
Con autoridad y firmeza, el Señor habló
tanto a los conductores como al pueblo, y los colocó bajo la responsabilidad de
recibir y escuchar al verdadero Pastor que entró en el redil de la ley para
hacer salir a sus ovejas.
En el último y gran día de la fiesta, “Jesús se puso
en pie y alzó* la voz,
diciendo: Si alguno tiene sed, venga a mí y beba. El que cree en mí, como dice
la Escritura, de su interior correrá ríos de agua viva” (Juan
7:37-38).
Etimología:
*G142
αἴρω = aíro: verbo primario, elevar,
alzar; por implicación cargar o llevar cargando; figurativamente alzar (la
voz), mantener en suspenso (la mente), específicamente izar velas (i.e. levar
anclas); por hebraísmo [Compare H5375] expiar el pecado:- alzar, cargar,
levantar, levar ancla, llevar, ¡muera!, quitar, recoger, sostener, subir,
tirar, tomar. (Strong).
Al final de su ministerio, reiteró sus
apremiantes llamamientos, dirigiéndose a los incrédulos y a los tímidos jefes
del pueblo que ponían en duda el hecho de que fuese en enviando del Padre. “Jesús clamó y
dijo: El que cree en mí, no cree en mí, sino
en el que me envió; y el que me ve, ve al que me envió” (Juan
12:44-45).
III. Gritos Del Señor Ante La Muerte:
En dos ocasiones, el Señor gritó ante la
muerte, ordenando la Resurrección. La primera vez fue con motivo de la muerte
de la hija de Jairo, principal de la sinagoga. Jesús, al contestar las súplicas
de este hombre de fe, entró en esta casa afligida por el duelo.
Echando fuera a los que tocaban flautas,
ÉL, que tiene la vida en sí mismo, se acercó a la joven que “dormía”,
y “tomándola
de la mano, clamó* diciendo: Muchacha, levante” (Mateo
9:18-26; Lucas 8:40-56).
Etimología:
*G5455
φωνέω = fonéo: de G5456;
emitir un sonido (animal, humano o instrumental); por implicación dirigir en
palabras o por nombre, también en imitación:- llamar, cantar, clamar, dar voces.
(Strong).
La
Resurrección siguió inmediatamente a la palabra del Señor. Al prevenir sus
necesidades, pidió que le dieran de comer. Esto llama nuestra atención sobre la
necesidad de alimentar a un creyente.
En la tumba de Lázaro se produjo
nuevamente la misma escena donde el Señor “se estremeció en espíritu” ante estas consecuencias
del pecado que son la Muerte y la Corrupción (Juan 11:33). El retraso aparente
de su llegada a Betania, después de la muerte de este amigo, tenía tres objetos:
· Primero, mostraba la gloria de Dios –la que el
Señor tenía siempre ante sí-, y por medio de la Resurrección de
Lázaro, el Hijo de Dios fue también glorificado (v.4).
· En segundo lugar, era necesario que las dos
hermanas experimentaran las simpatías del Señor antes de comprobar su poder en
resurrección (v.35).
· En tercer lugar, era menester que la fe de los
discípulos fuera fortalecida y que la muchedumbre creyera que el Padre había
enviado al Hijo (v.15, 42).
Después de haber dado gracias a su
Padre, Jesús “clamó* a gran voz: ¡Lázaro, ven fuera!” (v.43).
Y el muerto salió. Allí tampoco hubo demora; la muerte tuvo que ceder ante la
voz de Aquel que es la resurrección y la vida. A Lázaro le desataron las vendas
para que pudiera andar.
Etimología:
*G2905
kraugazo = (κραυγάζω, G2905),
forma más intensa del Nº 3, hacer un clamor (cf. B, Nº l). Se usa en Mateo
12:19, en una profecía de Isaías acerca de Cristo; en Lucas 4:41, en los
mejores mss., en lugar de krazo; Juan 11:43; 12:13, en los mejores mss.; Juan
18:40; 19:6; 19:12; 19:15; Hechos 22:23. Véanse DAR VOCES, GRITAR, VOCEAR,
VOCES. (VINE).
IV. Gritos Del Señor Antes De Su Obra:
El Señor llegaba
al término de su ministerio. La cruz estaba ante él, de modo que, en
la turbación de su alma pudo decir: “¿Padre, sálvame de esta hora?”, pero añadió: “para esto he
llegado a esta hora. Padre, glorifica tu nombre” (Juan 12:27-28). “Entonces vino una voz del cielo: Lo he glorificado, y lo glorificaré otra vez”
(v.28).
El camino del Señor se volvió más y más
solitario, hasta el momento en que el Divino Grano de Trigo, abandonado, debió
morir para dar más fruto, en resurrección (v.24)
Los sufrimientos por anticipación se
vieron intensamente acrecentados. Poco los comprendemos, de modo que, al igual
que los discípulos, nosotros también quedamos “a distancia como de un tiro de piedra”
(Lucas 22:41).
El hombre obediente por excelencia, y
que lo fue hasta la muerte, entró en el huerto de Getsemaní. Allí conoció ese
combate, que no tuvo comparación, descrito en la epístola a los Hebreos: “Cristo, en
los días de su carne, ofreciendo ruego y súplicas con gran clamor y lágrimas al
que le podía librar de la muerte, fue oído” (Heb.5:7)
Como alguien lo dijo, Adán, el primer
hombre, colocado en un jardín de delicias, se exaltó y fue desobediente hasta
su muerte; en cambio, Cristo, el segundo Hombre, entrado en el jardín del
sufrimiento, se humilló y fue obediente hasta la muerte. Tres veces, Jesús
pidió a su Padre que, de ser posible, esa copa pasara de él; pero en una
sumisión perfecta a su voluntad la tomará (Mateo 26:39, 42, 44).
¿No dijo a Pedro: “La copa que el Padre me ha dado, ¿no la
he de beber?” (Juan 18:11). Nuestro Salvador la bebió en la cruz
durante las tenebrosas horas de la expiación, y esto hasta los sedimentos. La
perspectiva de ser hecho pecado fue terrible para el Señor, el que no conoció
pecado ni hizo pecado, y en quien nunca éste fue hallado (2 Corintios 5:21; 1
Pedro 2:22; 1 Juan 3:5).
No obstante, nada lo hizo retroceder en este camino
de obediencia que iba hasta la Muerte. Descendió “a los cimientos de los montes”,
fue echado “a
lo profundo, en medio de los mares”, donde le rodeó la corriente y
las ondas, y las olas pasaron sobre él (Jonás 2:3, 6).
V. Los Gritos Del Señor En La Cruz:
Llegó la hora en la cual el alma del
Señor estuvo turbada y muy triste, hasta
la muerte. La Santa víctima se adelantó. Resguardando a su discípulos, dijo: “Si me
buscáis a mí, dejad ir a éstos” (Juan 18:8).
En el Salmo 69:2-3, Davis, guiado por el
Espíritu de Dios, habló proféticamente del Varón de dolores. Describió sus
sufrimientos con estas palabras: “Estoy hundido en cieno profundo, donde no puedo hacer
pie; he venido a abismos de aguas, y la corriente me ha anegado. Cansado estoy
de llamar; mi garganta se ha enronquecido; han desfallecido mis ojos esperando
a mi Dios”.
Aquel que tenía
compasión al ver el sufrimiento de su criatura no halló consolación, no quien
se compadeciese de él (v.20). El Salmo 142 menciona ese doloroso aislamiento: “Mira a mi
diestra y observa, pues no hay quien me quiera conocer; no tengo refugio, no
hay quien cuide de mi vida” (v.4).
El Salmo 88 expresa el futuro sufriente
del remanente de Israel que estará consciente de que el juicio se abatirá sobre
la nación apóstata. Cuatro veces menciona su clamor (o llamado) dirigido a
Dios, pidiendo su liberación (v.1, 2, 9, 13). Estos gritos del afligido, que no
reciben consuelo ni perspectiva de liberación, se aplican también al Señor,
quien pudo decir por anticipación: “Te cubriste de
nube para que no pasase la oración nuestras” (Lamentaciones 3:44).
Durante las tres horas de expiación,
cuando la Santa víctima fue aislada de
todo lo que la rodeaba, cuando Satanás se retiró y el odio brutal de los
hombres se alejó, cuando nuestros Salvador, hecho pecado, quedó solo ante el
Dios Santo, ÉL clamó.
El
Cordero sin mancha y sin contaminación fue
consumido en el altar. Desamparado por todos, fue el único justo
desamparado por Dios (Mateo 27:46), y en el mismo momento en que cumplió
perfectamente su voluntad. Debido a su santidad. Dios tuvo que apartar su
rostro de Él. Correspondía a la Santidad de Dios y a su Majestad, que Cristo,
quien tomó entre manos la Salvación de los pecadores, fuese hecho apto para el
título y el oficio de Salvador por sufrimientos, por el abandono y por la
Muerte.
Al obtener la victoria, “vino a ser autor de Eterna Salvación”,
“habiendo de
llevar muchos hijos a la gloria” (Hebreos 5:9; 2:10). Es el misterio
del amor, ante el cual adoramos con agradecimiento.
En el silencio de esa noche única en los
anales de la Eternidad, resonó, a oídos de Dios y de los hombres, este grito: “Dios mío,
Dios mío, ¿Por qué me has desamparado?” (Salmo 22:1). Durante esas
horas, en las cuales la sequedad estaba en el vellón solamente, a fin de que el rocío estuviere sobre la tierra (véase Jueces 6:36-40), el Señor llevó a cabo
la obra de la Reconciliación
de todas las cosas, porque en él habitaba, como hombre, toda la Plenitud de la
Deidad (Colosenses 2:9). La victoria perfecta hizo la paz mediante
su sangre derramada en la cruz, satisfaciendo con una sola ofrenda las justas
exigencias de Dios.
Una vez cumplida la obra de Cristo, y
habiéndose resuelto una vez para siempre la cuestión del pecado ante Dios, el
Señor clamó otra vez a gran voz antes de entregar el espíritu. Era el Grito del
Vencedor que iba a entrar en la fortaleza del hombre fuerte (Satanás), en el
dominio de la muerte (véase Mateo 12:29). El Señor no expiró a causa del
Suplicio de la cruz, sino porque su Obra fue Consumada (Juan 19:30). Su Grito de
Victoria acompañó su muerte, la cual era una parte necesaria de su obra.
Los
tres primeros evangelios [sinópticos] mencionan este grito. En Mateo, es
seguido de tres manifestaciones gloriosas (27:50-53):
1- “El velo del templo se rasgó en dos, de arriba abajo”. Este primer
hecho consecutivo a la Expiación es muy significativo para la fe. Una vez que
Dios fue satisfecho en cuanto a la cuestión del pecado, el camino hacia el
Lugar Santísimo fue abierto. Los creyentes son invitados a entrar con libertad
en el Lugar Santísimo, a través del velo rasgado (no quitado), tomando el
camino nuevo y vivo, que fue abierto por la sangre de Jesucristo (Hebreos
10:19-20). La obra de Cristo, que ha abierto este acceso al rasgar este velo
que jamás se cerrará para los rescatados, abolió también el pecado que nos
excluía de la presencia de Dios.
En adelante, el
deseo de Dios es satisfecho. Los pecadores salvados por gracia, revestidos de
Aquel en quien son hechos aceptos, pueden estar en pie ante ÉL.
2- “La tierra tembló, y las rocas se partieron”. La creación
reaccionó, pues ella no escapaba a los alcances de la obra de Cristo, por medio
de la cual se llevó a cabo la Reconciliación de las cosas. Llegará el día
cuando esta creación, que hoy está bajo la esclavitud de la corrupción por las
consecuencias del pecado, “será libertada” (Romanos 8:20-21).
Entonces, los
ríos batirán las manos y los montes todos hagan regocijo (Salmo 98:8).
3- “Se abrieron los sepulcros, y muchos cuerpos de santos que
habían dormido, se levantaron”. Al entrar en la ciudad, después de le
resurrección de Cristo (pues es necesario que en todo ÉL tenga la preeminencia,
según Colosenses 1:18), aparecieron a muchos.
Así pues, una
vez obtenida la victoria, una vez que el Grito del Vencedor fue oído y que el
Señor entregó el espíritu. Tres dominios, en cierto modo, dieron una respuesta
significativa:
El cielo fue abierto a la fe, la creación se verá beneficiada de esta obra de
la reconciliación, y la muerte quedó vencida.
El evangelio de Juan no menciona este grito de Cristo. Su obra no es
descrita en relación con el pecado y las necesidades de la criatura perdida. El
Señor no es considerado como la víctima expiatoria, ni como el siervo perfecto
que va al poste (éxodo 21:5-6), ni como el único hombre obediente hasta la
muerte.
En este evangelio, en el cual el Señor
se ofreció como holocausto, no se hace referencia al huerto de Getsemaní, ni al
abandono de Dios, ni al velo rasgado. Jesús sella él mismo su obra diciendo: “Consumado
Es” (Juan 19:30). No teniendo más razones para permanecer más tiempo
en la cruz, él mismo separa su espíritu de su cuerpo. Es el Hijo de Dios.
Ahora, nuestro
Divino Salvador, después de haber finalizado su camino en la tierra hacia la
gloria de Dios como hombre, acabado la obra que el Padre le dijo que hiciera,
reposado del pecado y resucitado de entre los muertos, está sentado a la
Diestra de la Majestad, siendo allí
fiador de la Redención que obtuvo.
VI. Grito De Mando, De La Gran Reunión:
Puesto que los sufrimientos del Señor pertenecen
al pasado, ¿gritará otra vez? Sí, todavía lo hará una vez más. Ese grito lo
esperamos, pues pondrá fin de una vez por todas a la Paciencia de Dios que
es Salvación y a la esperanza
bienaventurada que la gracia ha puesto en el corazón de los creyentes.
En 1 Tesalonicenses 4:16-18 leemos: “El Señor
mismo con voz de mando, con voz de arcángel, y con trompeta de Dios, descenderá
del cielo; y los muertos en Cristo resucitarán primero. Luego nosotros los que
vivimos, los que hayamos quedado, seremos arrebatados juntamente con ellos en
las nubes para recibir al Señor en el aire; y así estaremos siempre con el
Señor. Por tanto, alentaos los unos a los otros con estas palabras”.
Este grito de autoridad, pero también de
amor, será oído por todos “los que son de Cristo, en su venida”. Los que
durmieron en Jesús, los que murieron en la fe desde el Génesis o los que estén
vivos en la tierra, serán reunidos con Él (1 Corintios 15:23; 1 Tesalonicenses
4:14; 2 Tesalonicenses 2:1; véase Hebreos 11:40).
No es el Grito de medianoche de que nos
habla la parábola de Mateo 25. Allí, el Grito “¡Aquí viene el esposo; salid a recibirle!”
ya resonó, se dirige a la cristiandad adormecida, y concierne a la
responsabilidad individual. En esa parábola, el Grito precede a la llegada del
esposo, mientras que en 1 Tesalonicenses 4:16, el Grito acompaña la venida del
Señor y forma parte de lo que se producirá en un abrir y cerrar de ojos.
Concluimos:
Este Grito de Mando, dirigido a todos
los que le pertenecen, lo esperamos y lo deseamos ardientemente. Entonces,
seremos introducidos en la Casa del Padre, para ocupar el lugar que Jesús ha
preparado y adquirido al precio de sus sufrimientos, de sus gritos, de sus
lágrimas y de su muerte ignominiosa.
Una vez introducidos en el eterno gozo
de los resultados de su obra, los creyentes glorificados disfrutarán de una
felicidad inalterable, donde todo lo que pertenece a las primera cosas –llantos,
clamores y dolores- se habrán acabado para siempre (Apocalipsis
21:4).
Entonces también, nuestro Señor, “el autor y
consumidor de la fe, el cual por el gozo puesto delante de él sufrió la cruz,
menospreciando el oprobio” (Hebreos 12:2), “verá el fruto de la aflicción de su alma,
y quedará satisfecho” (Isaías 53:11).
Verá el fruto de la aflicción de su alma, y quedará satisfecho; por
su conocimiento justificará mi siervo justo a muchos, y llevará las iniquidades
de ellos.
___________
Notas y
Bibliografía:
[1] G2906 κραυγή = kraugé: de G2896;
un clamor (en notificación, tumulto o aflicción): gritería, clamor, vocerío.
(Strong).
Nota: El verbo anakraazo, gritar, se traduce
grito en la frase verbal «lanzó un gran grito» (Lucas 8:28); véase A, Nº 2 más
arriba. (VINE).
Grito. (De
gritar). m. Voz muy esforzada y levantada. || 2. Expresión proferida con esta
voz. || 3. Manifestación vehemente de un sentimiento general. || 4. Chirrido de
los hielos de los mares glaciales al ir a quebrarse por estar sometidos a
presiones. || último ~. m. Novedad sorprendente en la moda o en otros ámbitos.
|| a ~ herido, limpio, o pelado. locs. advs. a voz en cuello. || alzar el ~.
fr. coloq. Levantar la voz con descompostura y orgullo. || estar en un ~. fr.
Quejarse por efecto de un dolor agudo e incesante. || levantar el ~. fr. coloq.
alzar el grito. || estar pidiendo, o pedir, algo a ~s otra cosa. frs. coloqs.
Necesitarla mucho. || poner el ~ en el cielo. fr. coloq. Clamar en voz alta,
quejándose vehementemente de algo.
Microsoft®
Encarta® 2009.
[2] H3808
לֹא = lo: o לוֹא lo; o להֹ lo (Deut. 3:11); partícula primario; no (negación
simple o abs.); por implicación no; usada a menudo con otras partículas (como
sigue):- antes, así, como si no, cual nunca hubo, débiles, fuera, ignorar,
indómito, mas no, nada, ni, ninguno, ni tampoco, no, no con, no faltar, no fue
posible, no poder, nunca, por falta, si, si no, sí . . . no, sin.
H6817 צָעַק = tsaác: raíz primaria; dar un grito
desgarrador; (por impl.) proclamar (una asamblea):- clamar, clamor, convocar, dar voces,
gritar, implorar, juntar, levantar, quejarse, reunir, voz. (Strong).
- e-Sword-the. LEDD.
- Biblia de Estudio RYRIE.
- Creced. N° 2/1998.
- Pastor: Carlos Ramírez Jiménez.
28//07//2016.
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