Parte II:
“El Origen, Y Destino Del Alma”
(Salmo 139:13-16; Lc. 12:20)
Pastor: Carlos Ramírez Jiménez:
“Porque tú formaste mis entrañas; tú me hiciste en el vientre de mi madre. Te alabaré; porque formidables, maravillosas son tus obras; estoy maravillado, y mi alma lo sabe muy bien. No fue encubierto de ti mi cuerpo, bien que en oculto fui formado, y entretejido en lo más profundo de la tierra. Mi embrión vieron tus ojos, y en tu libro estaban escritas todas aquellas cosas que fueron luego formadas, sin faltar una de ellas”.
(Salmos 139:13-16)
“Pero Dios le dijo: Necio, esta noche vienen a pedirte tu alma; y lo que has provisto, ¿de quién será?”.
(Lc. 12:20)
II. EL
DESTINO DEL ALMA:
Una cosa es sugerir que el hombre posee
un alma.
Otra cosa es sugerir que recibe dicha alma en la concepción. Y aún otra es
sugerir que el alma sobrevive a la muerte del cuerpo físico y vive por siempre
en el cielo o en el infierno.
Entre
aquellos que aceptan la existencia del alma, hay algunos que están bastante
dispuestos a creer que todos los hombres tienen dicho espíritu residiendo entre
ellos, pero que están bastante indispuestos a creer que dicha alma es inmortal,
prefiriendo creer en cambio que esta parte espiritual es puramente temporal (y
por ende vive solamente mientras nuestra naturaleza corporal existe).
No
obstante, en la lección anterior aprendimos que el hombre sí posee un alma
inmortal (compare Salmos 49:15; Mateo 10:28; 22:32; Apocalipsis 6:9). Tomar la
posición de que el hombre posee un alma que es puramente temporal e incapaz de
sobrevivir a la muerte física del cuerpo es insostenible a la luz de las
enseñanzas encontradas en la Biblia.
Por
otra parte, hay otros que creen que todos los seres humanos poseen un alma
inmortal, pero que las almas de todas las personas (sin consideración de sus
acciones en la Tierra) sobreviven a la muerte del cuerpo físico para finalmente
habitar el reino celestial con Dios.
Otros
creen que mientras todos los hombres definitivamente poseen un alma, solamente
el alma del hijo de Dios fiel tiene una naturaleza inmortal. Es decir, las
almas de aquellos que mueren fuera de Cristo no son inmortales y perecen cuando
el cuerpo muere, mientras que el alma del cristiano continúa hacia la
eternidad. Sin embargo otros creen que las almas de ambos, del hijo de Dios
fiel y de la persona fuera de Cristo son inmortales—por tanto sobreviven a la
muerte del cuerpo físico para finalmente habitar o el cielo (un lugar de recompensa
eterna) o el infierno (un lugar de castigo eterno). ¿Quién está en lo correcto?
¿Cuál es la verdad del asunto?
2.1. EL UNIVERSALISMO:
La
idea de que todos los seres humanos poseen un alma inmortal, y que toda y cada
una de aquellas almas sobrevivirán a la muerte del cuerpo físico para habitar
el reino celestial con Dios (sin consideración de sus acciones en la Tierra),
es conocido como el universalismo.
De
acuerdo con este punto de vista, todas las personas serán salvas;
ninguna se perderá. Los defensores de esta teoría enseña que ya que Dios es
amor (1 Juan 4:8), también como Soberano Quien desea misericordia en vez de
sacrificio (Mateo 9:13), entonces el castigo divino debe ser visto como
rehabilitación simplemente. Ellos sugieren que la naturaleza amorosa y paciente
de Dios, no puede tolerar la pérdida de aun una de Sus criaturas ya que Él “no quiere que
nadie perezca” (2 Pedro 3:9).
Cuando
usted se detiene a pensar acerca de esto, no debería serle sorprendente que tal
punto de vista recibiera extenso apoyo. Después de todo, es la posición más
cómoda. Con seguridad existe una pizca de deseo en cada corazón humano que le
gustaría ver que todos vayan a parar al cielo en el Día del Juicio. Que
creencia tan estimulante y refrescante—considerar la esperanza de que ningún
ser humano perdería su alma en el mundo inferior, pero en cambio caminaría por
las calles de oro del cielo con Dios por la eternidad. Sin embargo, con toda
honestidad, es imposible interpretar a Jesús enseñando el universalismo.
Ninguna
porción de ilusión de nuestra parte podrá evitar el poder de los argumentos de
Cristo, o de aquellos de Sus escritores inspirados, sobre el tema del destino
final de los que viven en rebelión a la voluntad del Cielo aquí y ahora. El
teólogo Leslie Woodson observó concerniente a esto:
Hablando generalmente, existen
dos puntos de vista distintos concernientes al mecanismo de la salvación
universal y final:
Ø Primero, existe la idea
que implica el “sufrimiento
de rehabilitación”. Esta teoría simplemente transforma al infierno
del estado final de los perdidos en un medio de gracia. Es un lugar para una “segunda
oportunidad”—un hecho para llamar su atención por medio de un “sufrimiento de
rehabilitación” corto.
Ø Segundo, existe la idea
conocida como “trascendentalismo”.
Esta idea sostiene que “cada alma” es parte del “alma absoluta” del universo.
Para usar una metáfora común, el hombre es una chispa de la llama universal y
finalmente regresará a ésta para ser absorbido dentro de la Única Alma de todos
los tiempos… El infierno, de acuerdo con esta nebulosa teoría, es una escuela
de entrenamiento para fragmentos del Yo Eterno que deben ser disciplinados en
fusión final. El alma del hombre es solamente una chispa de la llama divina y
finalmente será absorbida en ésta (1973, p. 60).
En
ambos puntos de vista, el “infierno” llega a ser simplemente un “depósito”
de las almas de las personas quienes necesitan un periodo breve de
disciplina/castigo para ayudarles a “remodelarse antes de desembarcar” al gozo
eterno del cielo.
Desde luego,
tales teorías fantásticas, no son encontradas dentro de las escrituras. Sin
embargo, estas representan nada más que ilusiones de parte de aquellos que, como
los universalistas, esperan evitar la eternidad del infierno que
está asociado en la Biblia con el medio divino de Dios, y el periodo de
castigo.
Cualquiera
que sugiera que el arrepentimiento, reparación, y redención son posibles en un punto
después de la muerte (como ambas de estas ideas claramente enseñan) simplemente
no entiende el peso de las enseñanzas de la Biblia en tales asuntos.
El
escritor del libro de Hebreos escribió:
“Y de la
manera que está establecido para los hombres que mueran una sola vez, y después
de esto el juicio” (Heb. 9: 27).
El
mismo Señor explicó en Mateo 25:31-46 exactamente lo que le pasaría a los
impíos (a quienes denominó “cabritos”,
en oposición a los justos, a quienes calificó como “ovejas”) en el gran Día del Juicio:
“E irán éstos al castigo eterno, y los justos a la vida eterna” (v. 46,
énfasis añadido).
No
hay mucho consuelo para los universalistas en estos pasajes, o ¿lo hay?
El
universalismo es un punto de vista erróneo que debe ser rechazado, no
solamente porque contradice las enseñanzas claras de la Biblia sobre el destino
eterno del impío, sino también porque hace burla de la comisión de Cristo a Sus
seguidores (sea en Su tiempo o en el nuestro) como es presentado en Mateo
28:19,20.
Su
mandamiento fue: “Por tanto, id,
y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre,
y del Hijo, y del Espíritu Santo; enseñándoles que guarden todas las cosas que
os he mandado; y he aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del
mundo”. Pero si todos en el mundo están ya salvos, entonces la
comisión de Jesús no tiene sentido. ¿Por qué gastar nuestro tiempo y esfuerzo
enseñando a la gente acerca de Cristo si ellos no le necesitan para ir al
cielo?
Sugerir
que todos los hombres en todo lugar serán salvos—sin tomar en cuenta la vida
que llevaron o la obediencia a la Palabra de Dios que rindieron o no—es equivalente
a decir que Cristo se equivocó cuando dijo que a Su Segunda Venida Él “pagará a cada
uno conforme a sus obras” (Mateo 16:27).
Si
el universalismo es verdad, Jesús se equivocó igualmente cuando enseñó que
“de toda
palabra ociosa que hablen los hombres, de ella darán cuenta en el día del
juicio. Porque por tus palabras serás justificado, y por tus palabras serás
condenado” (Mateo 12:36-37). Igualmente, Pablo erró cuando recordó a
los cristianos del primer siglo: “De manera que
cada uno de nosotros dará a Dios cuenta de sí” (Romanos 14:12).
Verdaderamente
el universalismo es una “teoría seductora” — sin duda en gran parte
debido al hecho de que hace hincapié solamente en la bondad de Dios y no en Sus
otras características igualmente importantes.
No
obstante, Pablo, “no rehusó anunciar todo el consejo de Dios” (Hechos
20:27). Sin embargo él proclamó: “Mira, pues, la
bondad y la severidad de Dios; la severidad ciertamente para con los que
cayeron, pero la bondad para contigo, si permaneces en esa bondad; pues de otra
manera tú también serás cortado” (Romanos 11: 22).
Y
desde el comienzo del Antiguo Testamento (compare: Deuteronomio 4:2) hasta el
final del Nuevo (compare:
Apocalipsis 22:18), los mandamientos en contra de alterar, añadir, o quitar a
la Palabra de Dios son efectivamente serios. El universalismo—como
doctrina que altera, añade, y quita a la Palabra de Dios—debería ser (de hecho,
¡debe ser!)
rechazado.
2.2. ¿ANIQUILACIÓN
PARA EL IMPÍO/ ETERNIDAD EN EL CIELO PARA EL JUSTO:
Nunca
debería sorprendernos o impresionarnos que los ateos, agnósticos, e incrédulos
de toda clase hayan rechazado hace mucho tiempo la noción (asociada con el
concepto de un alma inmortal) de un castigo interminable para el impío:
- Primero, ellos rechazan la idea de la existencia del
alma misma, y
- segundo, ellos encuentran la idea del castigo eterno
totalmente detestable.
Pero ¿qué de aquellos quienes creen en Dios y aceptan como genuina la
existencia del alma?
Algunos
entre ese número creen que mientras todo hombre efectivamente posee un alma,
solamente el alma del hijo de Dios fiel tiene una naturaleza inmortal. Es
decir, las almas de aquellos que mueren fuera de Cristo no son inmortales y por
ende perecen cuando sus cuerpos mueren, mientras que el alma del cristiano va a
la eternidad (i. es., al cielo).
Otros
creen que el alma de ambos, del hijo de Dios fiel y de la persona fuera de
Cristo son inmortales—por consiguiente sobreviven a la muerte del cuerpo físico
para finalmente habitar o un lugar de recompensa eterna (cielo) o un lugar de
castigo eterno (infierno).
¿Cuál Posición
Es Correcta?
- Primeramente,
debemos reconocer claramente la instrucción bíblica de que el alma del hijo de
Dios fiel disfrutará de la eternidad por siempre en el cielo. Tal concepto es
establecido fuera de toda duda en el Antiguo como en el Nuevo Testamento. Tan
pronto como en el libro de Génesis,
leemos que Abraham “fue unido a su pueblo” (Gn. 25:8). Obviamente,
esto no puede significar que Abraham fue sepultado con sus antepasados, ya que “su pueblo”
fue sepultado en Ur de los Caldeos y en Harán.
- Por otro
lado, Abraham fue sepultado en la cueva de Macpela (25:9). Las mismas palabras
fueron usadas de Aarón (Números 20:24,26) y de Moisés (Números 27:13; 31: 2;
Deuteronomio 32:50). Con seguridad, en estos casos individuales esto no puede
hacer referencia posible a sus entierros en alguna clase de tumba familiar o
terreno de sepultura. Cuando el hijo de David (nacido como resultado de su
adulterio con Betsabé) murió poco después de su nacimiento, el soberano
destrozado dijo: “Viviendo aún
el niño, yo ayunaba y lloraba, diciendo: ¿Quién sabe si Dios tendrá compasión de
mí, y vivirá el niño? Más ahora que ha muerto, ¿para qué he de ayunar? ¿Podré
yo hacerle volver? Yo voy a él, mas él no volverá a mí” (2 Samuel
12:22, 23).
En
Su conversación con Marta concerniente a la vida después de la muerte, Jesús dijo: “Yo soy la resurrección y la vida;
el que cree en mí, aunque esté muerto, vivirá. Y todo aquel que vive y cree en mí, no morirá eternamente”
(Juan 11:25,26; compare Apocalipsis 6:9). El hecho de que esa muerte no es
aniquilación total también es claro por las palabras de Cristo en Juan 5:28,29: “Porque vendrá hora cuando todos los que
están en los sepulcros oirán su voz”.
En
Lucas 8:55, se registra el relato de Cristo levantando a la hija de Jairo de la
muerte. El texto se lee como sigue: “Entonces su
espíritu volvió, e inmediatamente se levantó”. Si su espíritu
hubiera estado aniquilado, nunca podría haber “regresado”.
En
una ocasión durante el ministerio terrenal de Jesús, Él trató la importancia
del alma con Sus discípulos cuando dijo:
“Porque ¿qué
aprovechará al hombre si ganare todo el mundo, y perdiere su alma? ¿O qué
recompensa dará el hombre por su alma?” (Marcos 8:36,37).
En
efecto, si la naturaleza inmortal del hombre es aniquilada a la muerte del
cuerpo, ¿cuál fue el punto de Cristo? ¿No se beneficiaría una persona
cambiándola “aniquilación”
para ganar el “mundo
entero”?
Entonces,
¿qué quiso decir Cristo cuando advirtió:
“Y no temáis
a los que matan el cuerpo, más el alma no pueden matar; temed más bien a aquel
que puede destruir el alma y el cuerpo en el infierno” (Mateo
10:28)? Por lo menos, esto implica una realidad trascendental que en algunos
casos es independiente del cuerpo. La “destrucción”
de la cual Jesús habló fue descrita por el apóstol Juan como la “segunda
muerte”.
Y
el diablo que los engañaba fue lanzado en el lago de fuego y azufre, donde
estaban la bestia y el falso profeta; y serán atormentados día y noche por los
siglos de los siglos…Y fueron juzgados
cada uno según sus obras. Y la muerte y el Hades[3] fueron lanzados al lago de
fuego. Esta es la muerte segunda (Apocalipsis 20:10-14, énfasis añadido).
La
naturaleza eterna de la segunda muerte es evidente por la descripción de Juan
de los hombres impíos que “beberán del vino de la ira de Dios…serán atormentados
con fuego y azufre…y el humo de su tormento sube por los siglos de los siglos.
Y no tienen reposo de día ni de noche” (Romanos 14:10, 11).
Además,
la posición de que solamente las almas de los fieles son inmortales, mientras
que aquellas de la “humanidad perdida”
son aniquiladas a su muerte física, está terriblemente equivocada y en completa
discordia con las enseñanzas de la Palabra de Dios. Las Escrituras claramente indican
que el desobediente debe ser sujeto a castigo eterno. En Mateo 25:46, Jesús
dijo que los impíos “irán al castigo eterno, y los justos a la vida eterna”. En
su segunda epístola a los cristianos en Tesalónica, Pablo escribió
específicamente de “los que no conocieron a Dios, ni obedecen al evangelio
de nuestro Señor Jesucristo” como de aquellos que “sufrirán pena
de eterna perdición, excluidos de la presencia del Señor y de la gloria de su
poder” (1:8, 9).
“Pero Dios le dijo: Necio, esta noche vienen a
pedirte tu alma; y lo que has provisto, ¿de quién será?”
Lucas
12:20:
NOTA: Lucas 12:20: esta noche vienen a pedirte tu alma. Aquel
rico no había contado con la súbita citación para presentarse ante Dios y
abandonar la fortuna que con tanto afán había acumulado.
Ejemplos: Tan igual como paso en nuestros días, los
hombre se afanan a costa de todo tener mucho dinero en forma buena o mala
[don Pablo Escobar el hombre más rico del mundo se estima que tenía una fortuna
de 30 billones de dólares mal habidos, como todo el mundo lo sabe; nuestro
querido Juan Gabriel [el divo de Juárez] solo 30 millones de dólares bien
trabajado]; hay una regla que dice todos pasan “pero todo se queda”,
cuando morimos todos se queda: la ropa, los zapatos, el
carro, los ahorros bien habidos y mal habidos, la mujer o el hombre, casas, dólares,
soles, etcétera…
Adicional-mente,
el relato del Nuevo Testamento (registrado en Lucas 16) que describe el
análisis de Cristo acerca de dos hombres que murieron bajo circunstancias
diferentes merece seria consideración aquí. El primero, Lázaro, fue al seno de
Abraham (sinónimo para paraíso).
El
otro, un hombre rico sin nombre, se encontró a sí mismo en la parte del hades[3]
donde, exclamó, “estoy
atormentado en esta llama” (16:22-24). Por ende, los espíritus de
los dos hombres, después de dejar sus cuerpos, estaban vivos, conscientes, y aún
podían conversar— aunque ellos estaban en dos lugares significativamente
diferentes.
Uno
estaba “consolado”, y el otro “atormentado”, y un gran abismo los
separaba (16:26). Lo cierto es que el espíritu de Abraham, el espíritu de
Lázaro, y el espíritu del rico continuaban existiendo después de la tumba. El
hecho de que el hombre rico se encontrará a sí mismo en un lugar (y estado) de
tormento destruye la idea de que las almas de los impíos no sobrevivan después
de esta vida. El hecho de que las almas de los impíos enfrenten tormento “por los siglos
de los siglos” y “no tienen descanso día o noche” (Apocalipsis 14:10,11) destruye la idea de que las almas de los
impíos sean aniquiladas en algún punto seguido a la muerte del cuerpo físico.
Además,
existen varios otros puntos importantes que prácticamente saltan de la
Escritura, y que necesitan ser examinados en su contexto particular:
Ø Primero, aquellos que argumentan
por la aniquilación final de las almas de los impíos aparentemente han fallado
en comprender tanto la naturaleza repulsiva y abominable del pecado del hombre
en contra de Dios, y el precio invalorable que Dios pagó para redimir al hombre
rebelde de sus cadenas.
Ø Segundo, parece que ellos no han
entendido la necesidad o propósito del castigo en el grandioso plan de Dios.
Ø Tercero, evidentemente ellos han
pasado por alto (o ignorado) la enseñanza clara de las Escrituras sobre el
destino final del impío.
Ø Y
cuarto,
parece que ellos han olvidado el hecho de que cada argumento sencillo hecho en
contra de la existencia de un infierno eterno, igualmente, puede ser calificado
en contra de la existencia de un cielo eterno.
Ningún
Infierno…Ningún Cielo:
Cuando
Cristo habló a la gente de Su tiempo acerca del destino final de la humanidad
en la eternidad, Él declaró que los impíos “irán al castigo eterno (aionios), y los justos a la vida eterna (aionios)” (Mateo 25:46). Como puede ver, la palabra
griega traducida como “eterno” para
referirse al infierno es la misma palabra griega aionios, traducida como “eterna”
para referirse al cielo. El uso doble del término aionios es crucialmente importante en este tratado.
Mat
25:46 καὶ1 kai G2532 E ἀπελεύσονται2 apeleusontai
G565 irán οὗτοι3 houtoi G3778 éstos εἰς4 eis G1519 al
κόλασιν5 kolasin
G2851 castigo αἰώνιον6 aiônion
G166 eterno,[2] δὲ8 de G1161 y οἱ7 hoi G3588 los
δίκαιοι9 dikaioi
G1342 justos εἰς10 eis G1519 a
→ la ζωὴν11 zôên G2222 vida αἰώνιον12 aiônion
G166 eterna.
Si
la palabra comunica “eternidad” para
la recompensa del justo, entonces también debe comunicar “eternidad” para el castigo del impío. No puede haber duda en lo
absoluto que el Señor intentó enseñar dos estados específicos de existencia
futura consciente y eternal. Por tanto, “cualquiera que sea el tiempo que el justo experimentará
la bendición de la vida eterna es exactamente el tiempo que el impío sufrirá el
castigo eterno…” (Denham, 1998, p. 615 énfasis en original).
Aquellos que están dispuestos a aceptar las enseñanzas de Cristo sobre el cielo
no deberían tener problema en absoluto para aceptar Sus enseñanzas sobre el
infierno. Aunque, tristemente, algunos sí tienen.
CONCLUSIÓN:
Nadie
quiere crear miedo pero si decir lo que la Palabra de Dios dice sobre nuestra
alma, yo tengo que morir algún día, pero mi relación está segura en las manos
de Cristo, y tú que piensas.
Lo
cierto es que Dios creó al hombre como un ser viviente que consiste en un
cuerpo tanto como en un alma. Finalmente
el alma inmortal del hombre habitará el cielo o el infierno. Sin duda eso es lo
que exactamente Juan tenía en mente cuando dijo en Apocalipsis 21: “El que
venciere heredará todas las cosas, y yo seré su Dios, y él será mi hijo” (v.
7). Dios será el Padre del hombre o mujer que demuestra fe en Él, persevera
hasta el fin, y vive en humilde obediencia a Su voluntad divina.
Tal
es la promesa de herencia para los creyentes. Dios dará la bienvenida a
aquellos que creen y obedecen a Su Hijo como “herederos de Dios y coherederos con
Cristo” (Romanos 8:17), y—de acuerdo a Su promesa— les otorgará las
riquezas y bendiciones del cielo.
No
obstante, la verdad es que Dios creó al hombre como un ser dicótomo que
consiste en tanto de un cuerpo y un alma. Cuando finalmente cada uno de
nosotros seamos “sacados de este rollo
mortal” (para citar a Shakespeare), nuestra alma inmortal regresará a Dios Quien
lo dio (Eclesiastés 12:7). Desde luego, la infidelidad siempre ha objetado
enérgicamente el concepto de la “vida
después de la muerte”.
La
idea misma parece absurda a los incrédulos—exactamente como le pareció al rey
Agripa en el primer siglo cuando Pablo preguntó al monarca pagano: “¡Qué! ¿Se juzga entre vosotros cosa increíble que Dios
resucite a los muertos?” (Hechos 26:8). Efectivamente, ¿por qué debería ser difícil creer que un Dios omnipotente pudiera
levantar a los muertos? Para el Dios que creó el Universo y todo lo que hay
en él en seis días y Quien sustenta “todas las cosas con la palabra de su poder”
(Hebreos 1:3), ¿cuán difícil podría ser
levantar a los muertos?
Herman J. Otten, editor
por mucho tiempo de la revista Chirstian News, escribió: “La tarea no será
nuestra. La omnipotencia y omnisciencia la ha asumido; éstas lo harán, y lo
harán bien” (1988, p. 40). Efectivamente, Dios hará Su parte bien.
Escribiendo en el libro de Apocalipsis, el apóstol Juan describió en lenguaje inolvidable
el destino del justo cuando este mundo finalmente llegue a su fin: “He aquí el tabernáculo de Dios con los
hombres, y él morará con ellos; y ellos serán su pueblo, y Dios mismo estará
con ellos como su Dios” (Apocalipsis 21:3).
Sin
embargo, después en ese mismo capítulo Juan continuó ilustrando un cuadro de
crudo contraste cuando describió el final del impío impenitente:
- “Pero los cobardes e
incrédulos,
- los abominables y
homicidas,
- los fornicarios y
hechiceros,
- los idólatras, y
- todos los mentirosos
tendrán su parte en el lago que arde con fuego y azufre, que es la muerte
segunda”
(Apocalipsis 21:8).
¡Qué
alternativas tan diametrales— felicidad eterna como un hijo o hija de Dios, o dolor
eterno en el lago de fuego y azufre! Desde luego, las buenas nuevas
son, que nadie tiene que ir al infierno.
Cuando
Cristo se dio en rescate por nosotros (1 Timoteo 2:6), Él pagó una deuda que no
debía, y una deuda que nosotros no podíamos pagar, para que así podamos vivir
por siempre en la presencia de nuestro Creador (Mateo 25:46).
___________
Notas Y Bibliografía:
[1] concepción. (Del lat. conceptĭo, -ōnis). f. Acción y efecto de concebir*. || 2. por antonom. concepción de la
Virgen. ORTOGR. Escr. con may. inicial. || 3. Fiesta con que anualmente celebra
la Iglesia católica el dogma de la Inmaculada Concepción. ORTOGR. Escr. con
may. inicial. Microsoft® Encarta® 2009.
*concebir. (Del
lat. concipĕre). tr. Comprender, encontrar justificación a los actos o
sentimientos de alguien. || 2. Comenzar a sentir alguna pasión o afecto. || 3.
intr. Dicho de una hembra: Quedar preñada. U. t. c. tr. || 4. Formar idea,
hacer concepto de algo. U. t. c. tr. ¶ MORF. conjug. c. pedir. Microsoft®
Encarta® 2009.
[2] Eterno: G166 αἰώνιος =
aiónios: de G165; perpetuo (también usado del tiempo pasado, o
pasado y futuro igualmente):- sempiterno, siglo, eterno. (Strong)
[3] G86 ᾅδης = hades: de G1 (como partícula negativa)
y G1492; propiamente no visto, i.e. «Hades» o el lugar (estado) de
las almas que han partido:- Hades, sepulcro. (Strong).
- e-Sword – the La Espada de Dios.
- P.
Van Imschoot, Teología del Antiguo Testamento, Ediciones Fax, Madrid, 1969, pp.
351-378,386ss.
- Wallace,
Robert A. (1975), Biology: TheWorld of Life (Pacific Palisades, CA:
Goodyear).
- Denham,
Daniel (1998), “Will theWicked Really be Punished with Eternal Fire?” Studies
in 1,2 Peter and Jude, ed. Dub
McClish (Denton, TX: Valid Publications), pp. 601-627.
- Otten, HermanJ. (1988), Baal orGod? (NewHaven,MO:ChristianNews
Publications), revised edition.
- Woodson, Leslie (1973), HellandSalvation (OldTappan,
NJ: Revell). © 2005—Apologetics Press, Inc.
- Pastor:
Carlos Ramírez Jiménez. 2004.
Por Favor lea su Biblia, no se deje engañar: