martes, 24 de mayo de 2016

parte I Humillación y Exaltación De Cristo: (Filipenses 2:5-11)

parte I
Humillación y Exaltación De Cristo:
(Filipenses 2:5-11)



Por: Pastor: Carlos Ramírez Jiménez:

“Sino que se despojó a sí mismo, tomando forma de siervo, hecho semejante a los hombres”.
(Filipenses 2:7) 

INTRODUCCIÓN:
Muchas personas, incluso cristianos, viven solo para dar una buena impresión a los demás o para satisfacerse a sí mismas. Pero la "contienda o vanagloria" trae discordias. Pablo, sin embargo, enfatiza la unidad espiritual, pidiendo a los filipenses amarse unos a otros y trabajar juntos con un corazón y un propósito.
Cuando trabajamos juntos, soportando los problemas de otros como si fueran nuestros, demostramos el ejemplo de Cristo que pone primero a los demás y experimentamos la unidad.
No se concentre en dejar una buena impresión o en satisfacerse a sí mismo de modo que afecte su relación con otros en la familia de Dios.
El ejemplo de nuestro Señor Jesucristo es puesto ante nosotros. Debemos parecernos a Él en su vida, si deseamos el beneficio de su muerte.

Fijémonos En Las Dos Naturalezas De Cristo:
·      Su naturaleza Divina (Juan 1:1-10), y
·      La Humana (Mateo 1:21).

Siendo en la forma de Dios: participó de la naturaleza divina, como el eterno Hijo Unigénito de Dios, Juan 1: 1, y no estimó que fuera usurpación ser igual a Dios y recibir la adoración de los hombres que corresponde a la Divinidad.
Su naturaleza humana: en ella se hizo como nosotros en todo excepto el pecado.
Así, humillado, por su propia voluntad, descendió de la gloria que tenía con el Padre desde antes que el mundo fuese.

I.       Cristo: Modelo De Vida y Misión. Filp. 2:5-11:


Este párrafo es uno de los pasajes más hermosos y ricos en contenido en los escritos de Pablo. También es uno de los pasajes más controvertidos, y es importante tener en cuenta que Pablo no conocía todos los debates teológicos de los siglos siguientes acerca de la persona de Cristo.
Por ello la interpretación de estos versículos debe tomar muy en cuenta el lugar que ocupan en la carta, el texto mismo, el vocabulario y el estilo de la propia epístola.
El ritmo poético del texto en el original griego, el paralelismo antitético con que se suceden las frases y oraciones, el cuidado con que se han escogido las palabras, hacen pensar que se trata de un himno que se cantaba en la iglesia primitiva aun antes de Pablo, y que el Apóstol lo cita porque el contenido de estas estrofas conecta de la manera más natural con la enseñanza que él quiere trasmitir.
Hay también estudiosos que piensan que Pablo mismo compuso el himno, aunque por varias razones técnicas es más probable que él se haya servido de un poema ya existente. Ya que estas líneas han dado lugar a mucha controversia y a ricas elaboraciones teológicas, es importante recordar el contexto dentro del cual Pablo lo cita. No es que él se haya sentado como teólogo académico a escribir una cristología para la posteridad. Lo que está ofreciendo es consejo pastoral a una iglesia local y para dar base a ese consejo recurre al himno. En el apóstol Pablo, la teología no es un ejercicio académico sino que está al servicio de la vida de la iglesia y de la acción pastoral.
Además, en el caso de haber sido de veras un himno, anterior a Pablo o compuesto por él, este pasaje tiene como finalidad la adoración más que la especulación y se cita en un contexto misionero y pastoral.

La frase que introduce la cita (v. 5) reitera el tema del v. 2 y presenta a Cristo como el modelo de la actitud que Pablo espera que caracterice a los filipenses. Sin embargo, no se trata sólo de proponer un modelo de conducta.

Nótese:
·      Que la primera parte (vv. 6-8), se refiere a actitudes que pueden servir como modelo y que los seres humanos pueden imitar,
·      Pero la segunda parte (vv. 9-11), se refiere específicamente al señorío de Jesucristo, donde la imitación no cabe.
·      La actitud de la cual Jesucristo es un ejemplo sólo puede ser imitada por el ser humano si la vida está sometida a ese señorío de Jesucristo, y todo en última instancia es obra de Dios mismo (v. 13) quien opera en los humanos.

Este himno que algunos llaman "el salmo de Cristo" resume la historia de la salvación.
Para efectos de predicación o enseñanza se acostumbra dividirlo en tres estrofas que corresponden a:
·      la preexistencia de Jesús (v. 6),
·      su encarnación y muerte (vv. 7, 8), y
·      luego su exaltación (vv. 9-11).
No hay razón que impida esta división con propósito homilético o pedagógico.
Sin embargo, al prestar atención a la estructura morfológica y sintáctica no se encuentra con tanta claridad esa nítida división en tres estrofas.

Parece Más Adecuado Dividir El Himno En Dos Partes:
Ø Una (vv. 6-8), cuyo sujeto es él (v. 6, se refiere al pronombre relativo "el cual" [Dios Habla Hoy]) es decir Jesucristo el preexistente; y
Ø La segunda parte (vv. 9-11), que tiene a Dios (v. 9) como sujeto de la oración principal.

Cada parte a su vez está dividida en tres, de manera que tenemos seis partes en verso, cada una de ellas con tres líneas, o quizás con dos líneas que se cantaban antifonalmente. Estas seis partes coinciden casi completamente con la división en versículos, en el formato poético en que se han dispuesto en nuestra traducción.

El himno se inicia con una referencia a la preexistencia de Jesucristo y el hecho de que él compartía la naturaleza divina. En la expresión existiendo en forma de Dios la palabra traducida forma (griego morfé[1]  G3444) no se debe entender como "apariencia". Pablo usa esta palabra únicamente en esta carta, y ha sido objeto de mucha investigación.

Los comentaristas evangélicos influyentes tales como Trench, Lightfoot y Warfield, prestaron especial atención al uso de morfé en el griego clásico, en el cual esta palabra aunque no es sinónimo de "esencia", se refiere a la suma total de características esenciales, aquello que hace que Dios sea Dios. Lo que estaría diciendo esta línea del himno sería entonces que Cristo tenía "participación en la esencia" de Dios, es decir lo que afirma el término paralelo en el mismo v. 6, ser igual a Dios.
Sin embargo prestando atención al posible trasfondo aramaico del himno, otros estudiosos han investigado el uso de morfé en la Septuaginta, es decir en la traducción del hebreo al griego. En ésta la palabra morfé se usa como sinónima de eikón  G1504 (imagen)[2] y dóxa  G1391 (gloria)[3] para traducir la palabra hebrea temunah. La comprensión adecuada del pasaje debe tomar en cuenta estos dos elementos, porque si bien Pablo está escribiendo a una iglesia mayormente gentil, y por lo tanto a una mentalidad griega, por otra parte la persona de Cristo y el evangelio sólo pueden entenderse plenamente tomando en cuenta su origen hebreo.

Lo que el texto dice es que Jesucristo antes de revelarse en forma humana, tuvo una existencia divina. La idea de que dicha existencia era gloriosa y privilegiada tiene paralelos en otros escritos de Pablo (2 Cor.8:9) donde también se vincula con la disposición al abandono de los privilegios y la gloria.
En otros escritos Pablo hace referencia a esta preexistencia de Cristo, presentándolo como agente de la creación (1 Cor.8:6; Col.1:16-17). Habiéndose afirmado esta igualdad con Dios, la fuerza del pasaje, sin embargo, está en que Jesucristo no consideró el ser igual a Dios como algo a que aferrarse.
Aferrarse* traduce bien el sentido del griego arpagmós  G725 que no da la idea de que Jesucristo quería apoderarse de la naturaleza divina o usurparla, sino que teniéndola ya, con toda su gloria y esplendor, estaba dispuesto a renunciar a ella. Esa es la actitud de desprendimiento en medio mismo de su grandeza divina a la cual Pablo llama la atención de sus lectores.

Etimología:
*jarpagmos = (ἁρπαγμός, G725), relacionado con jarpazo, arrebatar, llevarse por la fuerza, se traduce «por usurpación» en Filp.2:6 (rv, Besson); rvr traduce «cosa a que aferrarse» (vm: «cosa a que debía aferrarse»; lba: «algo a que aferrarse»). Se trata bajo AFERRAR. (VINE).

El v. 7 hace referencia a la kenosis[4] (de kenóo  G2758), la acción por medio de la cual Jesucristo se despojó a sí mismo y tomó la forma humana. Recordemos que el contenido del texto no tiene como intención dar respuesta clara a las preguntas teológicas planteadas por los debates posteriores acerca de la persona de Cristo.
La mención específica del despojamiento o vaciamiento a fin de asumir la condición humana no entra en detalles sobre la naturaleza y alcances exactos de ese despojamiento. Esta línea no dice que Jesucristo haya renunciado a su naturaleza divina, sino que despojándose de la gloria implícita en esa naturaleza ha adoptado las características de un siervo y la condición humana. Lo que sí señala con claridad es la humillación que estaba involucrada en el hecho de adoptar la forma de siervo y de ir obedientemente hasta la muerte, en una de las formas más vergonzosas de muerte en esa época: la de cruz.

Nótese: la sincronía entre las dos expresiones forma de Dios (v. 6), y forma de siervo (v. 7), recordando que no se trata de una "apariencia" únicamente sino de un verdadero asumir la condición de hombre.

El descenso ha sido verdadero y ha culminado en la humillación final de la muerte en la cruz. Todo esto es un acto de obediencia a la voluntad de Dios, a la cual Jesucristo se sometió. Esta disposición a despojarse a sí mismo por los demás es precisamente lo que Pablo está proponiendo paradigmáticamente como la manera de pensar que debiera caracterizar también a los filipenses. Si se presta atención a las raíces griegas, se puede advertir que la kenosis (v. 7) de Jesús, quien se despoja a sí mismo, contrasta con la vanagloria* (kenodoxía  G2754, v. 3) que lleva a rivalidades destructivas en la iglesia.

Etimología:
*kenodoxia = (κενοδοξία, G2754), de kenos = vano, vacío, y doxa = gloria; se emplea en Filp.2:3. (VINE)
G2754 κενοδοξία = kenodoxía: de G2755; gloriarse vanamente, i.e. vanagloria:- vanagloria. (Strong).

II.     Señor: Nombre Sobre Todo Nombre. Filp.2: 9, 11:
Por la humildad, abnegación y obediencia, Dios da a su Ungido un nombre muy especial. Era el nombre con el cual él se identificó a Moisés como "YHWH" que con la fusión de "Adonai" se tradujo "YAHWEH", nombre que los hebreos no pronunciaban por temor a blasfemar.

En la Septuaginta, versión griega del AT.,"YAHWEH" o Jehovah, fue traducido como "Kúrios", que es el equivalente a SEÑOR. De manera que la palabra Dios y Señor tenían o tienen un mismo significado.
Entonces, ¿cuál es el nuevo nombre que Dios Le dio a Jesucristo? No podemos estar del todo seguros de lo que Pablo tenía en mente, pero lo más probable es que el nombre nuevo fuera Señor.

El Gran Título por el que se conocía a Jesús en la Iglesia Primitiva era Kyrios, Señor, que tiene una historia iluminadora:
(1) Empezó significando amo o propietario.
(2) Se tomó como el título oficial de los emperadores Romanos.
(3) Llegó a ser el título que se daba a los dioses paganos.
Fue la traducción que dieron los judíos al tetragrámaton Jehová en la traducción al griego de sus Sagradas Escrituras. Así que, cuando los cristianos llamaban a Jesús Kyrios, Señor.
Le reconocían como el Dueño y Propietario del universo; era el Rey de reyes y el Señor de señores, Rey y Señor por encima de toda realeza y señorío; Señor ante Quien los dioses paganos no eran más que ídolos mudos e impotentes. No era nada menos que divino.

Cristo Jesús, que fue rechazado, traicionado y humillado "hasta la cruz", es ahora exaltado por Dios con el nombre de Señor, nombre que concentra el concepto de soberanía, poder, autoridad, dominio, dignidad en adoración y obediencia plena. Él es el fundamento y el objeto de adoración ante quien "un día toda rodilla se doblará, y toda lengua confesará a Dios".

Por lo tanto nosotros hoy que le tenemos como el Salvador, hemos de proclamarle como el Señor de nuestras vidas. Dios el Padre lo ha hecho el paradigma ideal y nosotros hemos de tomarle como el modelo de nuestras vidas, cuyo ejemplo seguir. Dios le ha puesto sobre la cabeza la corona de Rey; debemos por tanto entregarle el cetro del señorío de nuestra vida a él y sólo a él.

La muerte en la cruz es el preludio de la resurrección que este pasaje no menciona directamente, pero que era un punto central de la predicación apostólica y esencial también en el evangelio que Pablo predicaba (Hechos 2:32-36; 13:27-30; 1 Cor.15:1-4). Ahora Pablo afirma que a Jesucristo, que fue hasta la cruz en su obediencia, Dios lo exaltó hasta lo sumo (v. 9).

Nótese: ahora una sincronía paralela a la que señalábamos antes: el nombre sobre todo nombre que le es dado a Jesús (v. 9) y el poder y señorío vinculado ahora a ese nombre (v. 10).
La adoración y sumisión de todo el universo y la raza humana se expresa en el doblar de las rodillas cuando se pronuncia el nombre de Jesucristo. Algunos creen que una parte del culto de la iglesia primitiva puede haber sido que la congregación se arrodillaba cuando el nombre del Señor Jesús era mencionado anunciando su resurrección y señorío. "Ante ese nombre" (Dios Habla Hoy) expresa mejor el griego.
Las rodillas dobladas y las lenguas que confiesan el Señorío de Jesús son las de toda la humanidad, que es lo que quieren expresar las frases:
·      en los cielos,
·      en la tierra, y
·      debajo de la tierra (v. 10).

“para que en el nombre de Jesús se doble toda rodilla de los que están en los cielos, y en la tierra, y debajo de la tierra”. (Filipenses 2:10).






 

Vea-----> Parte II.


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