Parte I:
LA RESURRECCIÓN
DEL HIJO DE DIOS:
(Juan 20:1-31)
Por: Pastor: Carlos Ramírez Jiménez:
La Resurrección:
“El primer día de la semana, María Magdalena fue de mañana,
siendo aún oscuro, al sepulcro; y vio quitada la piedra del sepulcro… Entonces
corrió, y fue a Simón Pedro y al otro discípulo, aquel al que amaba Jesús, y
les dijo: Se han llevado del sepulcro al Señor, y no sabemos dónde le han
puesto… Y salieron Pedro y el otro discípulo, y fueron al sepulcro… Corrían los
dos juntos; pero el otro discípulo corrió más aprisa que Pedro, y llegó primero
al sepulcro…”
(Juan
20:1-31)
Introducción:
En este capítulo
Juan nos refiere, no la resurrección misma del Señor, sino las pruebas
evidentes de ella:
· Primero, las que se presentan en el sepulcro y
en sus inmediaciones:
1) La tumba apareció vacía, pero en orden
(vv.1-10).
2) ángeles se aparecieron a María
Magdalena en el sepulcro (vv.11-13).
3) Cristo mismo se manifestó resucitado a
María Magdalena (vv.14-18).
· Segundo, las que ofreció Jesús a los discípulos
reunidos:
1) Al atardecer del mismo día de la
resurrección, estando ausente Tomás (el científico) (vv.19-25).
2) Ocho días después, estando presente
Tomas (vv.26-31).
I. LA RESURRECCIÓN: Juan 20:1-29:
Según el arreglo de las evidencias por A. T. Robertson, hubo once apariciones
de Jesús registradas después de la resurrección y antes de la ascensión, más el
encuentro de Pablo con Jesús en el camino a Damasco. Diez de estas apariciones
se encuentran en los Evangelios, o, según, Culpepper solo nueve. Cada Evangelio
relata los eventos en una manera particular, ninguno pretendiendo abarcar todo
lo que ocurrió (ver 20:30), pero todos concuerdan en los hechos básicos: la tumba vacía, la resurrección corporal
de Jesús, las apariciones sólo a los discípulos, los cuales las recibieron con
dudas y reserva, pero finalmente todos fueron convencidos.
Las diferencias en el contenido y la
manera de presentar las apariciones hacen difícil un arreglo armónico. Algunos
sugieren que estas diferencias restan valor a su autenticidad, pero otros creen
que más bien la confirman, porque, como dicen, ¿qué autor falso o impostor
habría dejado tantas diferencias? Las diferencias reflejan el propósito de cada
redactor y su conocimiento personal de los hechos, o las tradiciones a su
disposición.
Morris
acota
que las mencionadas diferencias indican que tenemos la evidencia espontánea de
testigos, no la repetición estereotipada de una historia oficial. Juan es muy
independiente en su presentación, no relatando ninguna de las historias que los
otros presentan.
Lindars, quien rechaza
la paternidad juanina, sugiere que el autor tenía a mano solamente tradiciones
de tres de las apariciones.
Plummer observa que las características
distintivas de Pedro, Juan, Tomás, Magdalena y otros están en completa armonía
con lo que se sabe de ellos de otros pasajes.
Varios eruditos ofrecen un intento de
armonizar las apariciones, adoptando distintos criterios. Nos limitamos aquí a
presentar el esquema de A. T. Robertson:
· a María
Magdalena (Mar. 16:9–11; Juan 20:11–18);
· a las otras
mujeres (Mt. 28:8–10);
· a los dos discípulos
en camino a Emaús (Mr. 16:12 s.; Lc. 24:13–32);
· a Simón Pedro (Lc.
24:33–35; 1 Cor. 15:5);
· a los diez discípulos,
sin Tomás (Mr. 16:14; Lc. 24:36–43; Juan 20:19–25);
· el domingo
siguiente a los once discípulos, con Tomás presente (Juan 20:26–31; 1 Cor.
15:5);
· a los siete
discípulos y la pesca milagrosa (Juan 21:1–25);
· a 500 personas
en un monte, y una comisión a los discípulos (Mr. 16:15–18; Mt. 28:16–20; 1
Cor. 15:6);
· a Jacobo (1 Cor.
15:7);
· a los once,
dándoles una comisión (Lc. 24:44–49; Hech. 1:3–8);
· la última
aparición y la ascensión (Mr. 16:19 s.; Lc. 24:50, 53; Hech. 1:9–12).
1. La Tumba Vacía, 20:1–10.
Los cuatro Evangelios concuerdan en
afirmar el hecho de la tumba vacía. Esta es la primera evidencia del
cumplimiento de la promesa de Jesús de que resucitaría al tercer día (ver Mt.
16:21; 17:23; 20:19; 27:63; Mr. 8:31; 9:31; 10:34; Lc. 9:22; 18:33; 24:7).
Habiendo prometido tantas veces que
resucitaría al tercer día, es casi increíble que los discípulos hayan demorado
tanto en creer que de veras había resucitado, aun cuando vieron la tumba vacía.
Beasley-Murray piensa que los
discípulos fueron a Jerusalén con la firme expectativa de la rápida venida del
reino de Dios (ver Lc. 19:11) y que la crucifixión aplastó esa expectativa a
tal punto que pensaban que todo estaba perdido.
La
expresión primer día de la semana es literalmente: “Y en el día uno de los
sábados”,
que significa el domingo, pues el
último día de la semana era el sábado.
Nótese: que Juan emplea un número cardinal (“uno”)
en lugar de un ordinal (“primero”), quizás por la influencia
semítica. El término semana puede referirse a los días de la fiesta, o al
período entre dos sábados.
La expresión muy
de madrugada, siendo aún oscuro,
parece contradecir el texto de Marcos 16:2 donde el autor dice que “apenas salido el sol”. La solución
podría ser que salió de su casa siendo oscuro, pero ya salía el sol cuando
llegó a la tumba. De todos modos este hecho explicaría por qué no vio lo que
estaba dentro de la tumba, como luego vieron Pedro y Juan.
Juan no había mencionado la piedra en
relación con la sepultura, pero la expresión aquí indicaría que era conocida, o
que normalmente se encontraría una piedra sobre la boca de una tumba. La
expresión había sido quitada puede ser traducida “había sido levantada”. En todo caso, sería muy difícil remover la
piedra, pero mucho más el levantarla.
Lindars
opina
que el relato de Juan indicaría que la piedra era cuadrada, haciendo necesario
el levantarla. La piedra quitada sería el primer
milagro en relación con la resurrección de Jesús. Se ha observado que la
piedra no fue quitada para permitir a Jesús salir sino para que los discípulos
pudieron ver que había resucitado.
Comparando El Testimonio De Los Cuatro Evangelios:
§ Marcos describe
la colocación de la piedra (15:46),
§ Mateo, el sello
romano puesto sobre la piedra (27:66),
§ pero los cuatro
informan que la piedra fue quitada.
Juan informa que María Magdalena fue a
la tumba, pero los Sinópticos [1] indican
que varias mujeres la acompañaron, llevando especias aromáticas para aplicar al
cuerpo de Jesús (Mt. 28:5–8; Mr. 16:2–8; Lc. 24:1–8). Algunos piensan que la
mejor explicación de esta aparente contradicción es que Juan, sabiendo que fue
María Magdalena quien lo vio primero (ver Mr. 16:9), se limita a mencionarla a
ella sola aquí. Sin embargo, todo el grupo de mujeres lo vieron en el camino de
vuelta a la ciudad (ver Mt. 28:9).
Por alguna razón Juan menciona sólo a
María Magdalena quien corrió a avisar de la tumba vacía, pero Mateo (28:8) y
Lucas (24:9) indican que todas las mujeres fueron a avisar a los once
discípulos. Probablemente fue María Magdalena la que compartió la noticia
primero a Simón Pedro y al otro discípulo, y luego a los demás. A pesar de la
triple negación de su relación con Jesús, parece que Pedro todavía era
considerado como el principal en los once. El hecho de mencionar al otro
discípulo a quien amaba Jesús (ver 13:23; 19:26) dentro del grupo de los once
discípulos (ver Lc. 24:9) indicaría que él era uno de ellos. Además, el hecho
de darle un lugar de prominencia al lado de Simón Pedro parece indicar que era
uno de los principales discípulos. Todas estas evidencias apuntarían al apóstol
Juan.
La
conclusión de María Magdalena de que algunos. Han sacado al Señor del
sepulcro, sin indicar si eran amigos o enemigos, es una clara evidencia de que
tanto ella como las demás no estaban esperando la resurrección corporal de
Jesús.
Beasley-Murray comenta que el
robo de cuerpos y artículos de valor era muy común, a tal punto que el
emperador Claudio (41–54 d. de J.C.) decretó que uno culpable de violar las
tumbas sería sentenciado a la muerte. Los judíos comenzaron el rumor de que
fueron los discípulos los que habían robado el cuerpo de Jesús (ver Mt.
28:13–15), lo cual nos parece ridículo, pero servía el propósito de los
enemigos de Jesús.
El verbo Han sacado, traducido como si
estuviera en el tiempo perfecto, está realmente en el tiempo aoristo y se
traduce “sacaron”. Seguramente ellas
no vieron los lienzos de Jesús dentro de la tumba, quizás por la oscuridad que
todavía cubría la tumba, o por su sorpresa de encontrar algo inesperado. El
cambio de repente de tercera persona singular, corrió… fue… dijo, a primera
persona plural, no sabemos, es la evidencia, según varios autores, de que el
redactor estaba uniendo la tradición de Juan con la de los Sinópticos.
En cambio, Bultmann y Dalman opinan
que este sería un caso del arameo usado en Galilea en que se usaba
frecuentemente la primera persona del plural por la primera del singular.
El testimonio de la mujer no se
consideraba válido; tendría que ser verificado por uno o más varones (ver Deut.
19:15). Estos dos, quizás dudando la realidad de lo que las mujeres dijeron, no
perdieron tiempo en ir para ver lo que había pasado (v. 3). El verbo Salieron
está realmente en la tercera persona singular, “salió”, indicando que Pedro se levantó para salir (ver Lc. 24:12) y
luego el otro lo siguió.
Nótese: el cambio en el tiempo de los verbos, Salieron
está en el tiempo aoristo, indicando una acción puntual, mientras que iban está
en el imperfecto, indicando acción continuada, es decir, la corrida al sepulcro
que llevó un tiempo.
Brown sugiere que
María Magdalena acompañó a los dos discípulos a la tumba porque luego aparece
otra vez allí (v. 11). La expresión al sepulcro emplea una preposición que
significa literalmente “dentro del sepulcro”.
El verbo corrían, como iban
(v. 3), está en el tiempo imperfecto y es gráfico en su descripción. El
discípulo amado pudo correr más rápidamente que Pedro porque, como se piensa,
era más joven, o estaba en mejores condiciones físicas. En todo caso, el otro
discípulo… llegó primero al
sepulcro. Esta descripción de la carrera, uno más rápidamente que el otro, es
otra evidencia de un testigo ocular, apuntando al apóstol Juan.
Plummer comenta cuán
natural es el proceso de convicción que pasa por la mente de Juan: la
pesada incredulidad antes, la expectativa emocionante en la corrida, la timidez
y reverencia al llegar, luego el nacimiento de la fe ante la tumba vacía.
Parece que la entrada de la tumba era
muy baja, haciendo necesario que uno se inclinara para ver hacia adentro. Los
verbos vio y habían quedado están en el tiempo
presente descriptivo y se traducen literalmente: “mira los lienzos que están puestos”.
No fue una mirada pasajera que Juan dio, sino una prolongada contemplación
mientras esperaba la llegada de Pedro. Con todo, y de acuerdo con su carácter
reticente, Juan no entró.
Contrario a la acción de Juan, y de
acuerdo con su carácter audaz e impulsivo, cuando Pedro llegó no demoró ni un
instante para entrar en la tumba. Como Juan, Pedro vio los lienzos que habían
quedado, pero el verbo vio, también en el tiempo presente, traduce otro vocablo
gr. que significa más bien contemplar. Pedro quedó contemplando por un tiempo
las evidencias, tratando de entender el significado de la tumba vacía y los
lienzos puestos, y vio cosas que Juan no pudo ver desde su posición fuera del
sepulcro. Sin embargo, su mente estaba todavía aturdida y no llegó a la
conclusión más natural, es decir, que Jesús había resucitado tal cual había
prometido.
El término sudario (v. 7) es la
transliteración de sudarion G4676 y se refiere a una tela que
se usaba para limpiar el sudor del rostro (ver Hech. 19:12).
En Lucas 19:20 se refiere a un “lienzo”,
o “pañuelo”,
en que el siervo malo había envuelto el dinero de su señor. Se describe a
Lázaro cuando salió de la tumba “y su cara envuelta en un sudario” (11:44).
Así, José y Nicodemo, preparando el
cuerpo de Jesús para el entierro, habían envuelto su cabeza en un pañuelo
grande.
Nótese: la descripción detallada y precisa: el
sudario…
no puesto con los lienzos, sino doblado en un lugar aparte. No sólo es la marca
de un testigo ocular, sino que este detalle, que no fue observado por Juan
cuando miró hacia adentro desde afuera, evidentemente tenía un significado
importante.
La tumba vacía era, sin lugar a dudas,
evidencia convincente de la resurrección de Jesús. Mucho más, la misma
presencia del sudario y su ubicación aparte, además de los lienzos con que fue
envuelto el cuerpo de Jesús, todo apuntaba a la resurrección. Como muchos han
comentado, si alguien hubiera robado el cuerpo, seguramente no le habría
quitado los lienzos y el sudario, los cuales, juntamente con los compuestos
aromáticos, tendrían gran valor.
Tampoco hubiera envuelto el sudario y los lienzos, dejándolos puestos como Pedro los encontró. Algunos han
procurado comprobar que los lienzos y
el sudario estaban arreglados para
sugerir que Jesús los traspasó y los dejó en el lugar donde cayeron. El texto
griego no dice tal cosa, ni lo niega. Debemos resistir la tentación, por más
interesante y plausible que sea, de afirmar categóricamente algo que no está
expresado explícitamente.
Animado por la acción impulsiva de
Pedro, el otro discípulo (v. 8) se atreve a entrar en la tumba. De acuerdo con
el carácter sensible y el discernimiento espiritual del otro discípulo, características
propias del apóstol Juan, él fue el primero en discernir en las evidencias
objetivas delante de sus ojos que la única conclusión razonable era la realidad
de la resurrección corporal de Jesús.
Los verbos vieron y creyó,
traducidos correctamente en el tiempo aoristo, hablan de una acción puntual e
instantánea. No demoró en llegar a una conclusión positiva. El término vio
traduce otro verbo griego, orao G3708
que tiene una gran variedad de significados:
ver, contemplar, marcar, observar, percibir.
Los dos verbos, vio y creyó
no tienen un cumplimiento directo, es decir, el autor no nos dice qué
es lo que vio y qué es lo que creyó. Sin embargo, el contexto
implica que vio las mismas evidencias que Pedro había visto. Quizá Pedro
todavía estaba allí apuntando a las evidencias y preguntando por una
explicación.
El verbo creyó, a la luz del
significado a través del Evangelio (ver 20:25, 27, 29, 30), es que creyó
que Jesús había resucitado, confirmando que era el Hijo de Dios. Es el primero
de todos sus discípulos que llegó a esta convicción y es el único que sepamos
que creyó
en la resurrección solamente basada en la evidencia de la tumba vacía y los
lienzos puestos. Probablemente, en su mente llegó a relacionar las evidencias
en la tumba con las promesas de Jesús de que resucitaría al tercer día.
Sin embargo, todavía no había
relacionado este evento con las Escrituras, es decir, con el AT. Para evitar
esta dificultad, algunos entienden que lo que el otro discípulo creyó
fue meramente el anuncio de María Magdalena. Tal conclusión no concuerda con el
relato de Juan, porque el hecho de la tumba vacía y la ausencia del cuerpo de
Jesús era evidente al llegar a la tumba, pero la mención de su fe vino más
tarde.
La frase adverbial aún no entendían (v.
9) parece indicar que en ese momento no habían entendido, pero luego sí. La
expresión la Escritura parece referirse a un texto particular, no al AT., en
general, pero no indica a cuál se refiere. Aunque ningún texto del AT.,
describe explícitamente que le era necesario resucitar de entre los muertos, Morris menciona varios que podrían
implicar el hecho (ver Is. 53:10–12; Oseas 6:2; Jonás 1:17). Parece que Pablo
se refiere a las mismas citas bíblicas en su Carta a los corintios cuando
hablaba de la resurrección de Jesús (1 Cor. 15:4). La creencia de los
discípulos en la resurrección no se basaba en el AT., sino en las promesas de
Jesús, en las evidencias objetivas en la tumba y en sus apariciones. Luego de
llegar a esa convicción, buscaron en el AT., pasajes que podrían respaldar esa
convicción, y los encontraron.
Vincent opina que el
verbo impersonal, traducido era necesario, se refiere al consejo divino que
incluía el sufrimiento, la muerte y la resurrección de Jesús (ver 3:14; 12:34).
Literalmente el texto del v. 10 se
traduce así: “Se fueron entonces otra
vez a los suyos los discípulos”. Algunas versiones lo traducen “volvieron a sus hogares”. Quizás la
expresión en griego podría indicar “a
sus hogares”, pero no es concebible que hayan ido a sus hogares como si
nada extraordinario hubiera sucedido.
Beasley-Murray cita a Bernard quien asume que el discípulo
amado llevó las noticias de la tumba vacía a María, madre de Jesús. Seguramente
María figuraría entre los suyos, pero la expresión, siendo plural, no se limita
a ella.
2. Las Apariciones, 20:11–29.
En esta sección tenemos un buen ejemplo
de lo que Juan dijo luego: “Por cierto Jesús hizo muchas otras señales en presencia de
sus discípulos, las cuales no están escritas en este libro” (20:30).
Con esta aclaración, Juan reconoce que su Evangelio es selectivo. Escogió para
incluir en su Evangelio solo siete de las muchas señales, es decir, las que
manifestaban más claramente la divinidad de Jesús.
Aquí escogió solo tres de las
apariciones, las que los Sinópticos no mencionan y las que cumplirían mejor su
propósito.
Plummer llama la
atención a las tres apariciones como correspondientes a las tres divisiones de
la oración en el cap. 17:
· en la primera, vemos a Jesús mismo;
· en la segunda, a Jesús en relación con sus
discípulos; y
· en la tercera, Jesús en relación con todos los
que no han visto, y sin embargo, han creído.
María Magdalena,
que fue con un grupo de mujeres a la tumba temprano en la mañana, al ver la
tumba vacía y pensando que algunos había robado el cuerpo de Jesús, fue
corriendo a avisar a los discípulos. Aparentemente, ella siguió detrás de Pedro
y “el otro
discípulo” cuando ellos fueron para verificar su noticia. Cuando
esos dos discípulos examinaron la tumba, vieron la evidencia de la resurrección
y regresaron para avisar a los demás; parece que María se quedó al lado de la
tumba meditando y llorando. Varios comentaristas opinan que la presencia
repentina de María Magdalena al lado de la tumba se debe al intento de unir dos
o más tradiciones distintas.
El hecho de que Jesús haya
escogido a María Magdalena como la primera persona para verlo después de su
resurrección es el tema que ha ocupado a casi todos los comentaristas. Hay
muchas conjeturas, pero el texto bíblico no define el porqué del caso.
Hull, Morris y otros nos recuerdan que los rabíes se
negaban a enseñar a mujeres y generalmente les asignaban un lugar muy inferior
al de los hombres. Por lo tanto, uno pensaría que el primero para verlo en su
estado glorioso sería uno de los once discípulos, quizás Pedro, el vocero, o Juan, el discípulo amado,
o si no fuera un discípulo, sería María, la madre de Jesús.
Morris comenta que en la aparición a María
Magdalena hay una condescendencia maravillosa, porque no tenemos base para
pensar que ella fuera alguien de una importancia particular.
Al contrario, se
describe como una persona de la cual Jesús había sacado “siete demonios” (Lc. 8:2).
Muchos se han imaginado que este hecho significa que ella era una mujer
inmoral, pero no hay base alguna para tal conclusión. La presencia de demonios
en una persona más bien indica un desorden mental o emocional, sin referencia a
su moralidad. Los textos bíblicos indican que, luego de ser librada de los demonios,
ella servía a Jesús (Lc. 8:3; ver Mt. 8:14 s.), estuvo al pie de la cruz (Juan
19:25), estaba presente en el sepelio (Mt. 27:61) y fue temprano al sepulcro
(Juan 20:1).
Hull comenta que su experiencia con los
demonios, aunque ya sanada, haría aún más cuestionable su testimonio.
No sabemos si ella se enteró de
la convicción de Juan de que Jesús había resucitado o, si enterándose, no
compartió esa conclusión. El hecho de que estaba llorando indica que aún seguía
dudando de la resurrección. Ella seguía con su conclusión inicial cuando vio la
tumba vacía y creía que alguien había robado el cuerpo (ver v. 2). El
participio griego llorando está en el tiempo presente y el verbo lloraba en el
tiempo imperfecto, ambos presentando la descripción de una acción que se
prolongaba. El verbo se inclinó traduce el mismo término que describe la acción
de Juan cuando primeramente llegó a la tumba (v. 5). Significa el hecho de
doblarse el cuerpo, o por lo menos la cabeza. Contrario a la traducción de la
RVA, el texto dice: “se inclinó
hacia la tumba”, pero no dice que miró hacia adentro, aunque se
implica que así lo hizo y el versículo siguiente lo confirma.
Véase-----> Parte II:
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