lunes, 20 de junio de 2016

Parte III: LA RESURRECCIÓN DEL HIJO DE DIOS: (Juan 20:1-31)

                                                    Parte III:

LA RESURRECCIÓN DEL HIJO DE DIOS:
(Juan 20:1-31)
                           Por: Pastor: Carlos Ramírez Jiménez:

era impartido. Haremos bien en recordar que el mismo término griego se traduce “viento”, aliento y espíritu”. El mandato Recibid el Espíritu Santo, combinado con el soplar, implica esta verdad. Entonces en este versículo tenemos la anticipación y promesa de Pentecostés.

Sólo aquí, v. 23, en este Evangelio el verbo traducido remitáis se usa en relación con pecados, pero es frecuente en los Sinópticos (ver Mt. 6:12; 9:5; Mr. 2:5; Lc. 5:23). Algunas traducciones emplean perdonar en vez de remitir e imputar en vez de retener”. Hay una partícula griega condicional, usada al comienzo de las dos cláusulas, y que puede traducirse si o cuando”, pero es omitida por muchos traductores. Existe una relación directa entre la recepción del Espíritu Santo, mencionada en el versículo anterior, y la autoridad de la iglesia de declarar algunos pecados remitidos y otros retenidos. Esta autoridad no es automática, ni arbitraria, ni individual, sino que se debe expresar por la comunidad cristiana únicamente bajo el discernimiento y la dirección del Espíritu Santo. Brown, fiel a su tradición, entiende que la construcción gramatical señala una interpretación sacramental.
Por ejemplo, Morris cita a Brown en una publicación de éste con fecha de 1967 en que afirma: “El poder para absolver y para retener los pecados del hombre se da explícitamente a los doce en 20:23”. Aunque sigue con la interpretación sacramental, en su comentario publicado en 1978 es menos categórico.
Brown aprovecha algunas variantes en el texto griego para reforzar su posición. Otros comentaristas rechazan categóricamente la interpretación sacramental. La autoridad fue dada a todos los discípulos presentes, incluyendo a varios además de los diez (ver Lc. 24:33), no estando presente Tomás.

Varios observan que esta autoridad fue dada en relación con el cumplimiento de la misión de la predicación del evangelio. Siendo así, la interpretación más natural sería que, al proclamar o enseñar el evangelio del reino, el vocero tiene la autoridad de anunciar las condiciones para que uno reciba el perdón de pecados. Si uno cumple las condiciones, se declara que sus pecados han sido perdonados; si no las cumple, se declara que han sido retenidos.
Nótese: que el que presenta el evangelio no perdona ni retiene pecados, sino declara lo que Dios ha hecho basado en las promesas de su Palabra.
Plummer llama la atención al uso plural de “ambos lados”, de los que declaran el perdón y los que lo reciben. Este hecho indicaría que se trata de la autoridad de la comunidad y no de un individuo, y de los hombres pecadores en general, y no un pecador individual. Este análisis armoniza con la autoridad que Jesús dio a Pedro y a los demás discípulos en relación con la confesión de Cesárea de Filipos (ver Mt. 16:18 s.; 18:18).

(3) La Aparición a Tomás, 20:24–29.

La quinta aparición tuvo lugar en la noche del día de la resurrección. No hubo otra aparición durante la semana, pero el próximo domingo de noche apareció otra vez a los discípulos en el aposento alto, estando presente Tomás. La tradición cristiana ha asignado a Tomás el rol del incrédulo y aún hasta el día de hoy se oye: “Ese hombre es un ‘Tomás incrédulo’”. Juan ya lo había presentado como leal, dispuesto a morir con su Señor, honesto para confesar su falta de comprensión y un tanto pesimista (ver 11:16; 14:5). Parece que esta aparición se hizo con el solo propósito de satisfacer las demandas de Tomás.
El sobrenombre Dídimo, una transliteración del griego, significa “el doble” o “mellizo”. Juan lo identifica de modo que no hubiera posibilidad de confundirlo: nombre propio, sobrenombre, uno de los doce, y el único de los once que faltó a la reunión la semana antes. No se nos dice el motivo por la falta de Tomás el primer día de la resurrección. ¿Sería por temor de los judíos, una enfermedad contagiosa, una aguda depresión o la pérdida de fe en Jesús y su causa? El gran error de Tomás comenzó con su duda, y luego con su falta de confianza en el testimonio de sus propios compañeros.
Durante la semana que había transcurrido, los diez discípulos, y quizás otros, habían realizado un ministerio de animar y exhortar a Tomás. Compartían el testimonio de sus propias dudas y luego de su convicción de la realidad de las resurrecciones basadas en encuentros personales con el Señor resucitado. El verbo traducido decían (v. 25) está en el tiempo imperfecto, indicando la repetición de su testimonio: “estaban diciéndole…”.

No debemos olvidar que todos los otros discípulos que habían creído en la resurrección lo hicieron basados en la evidencia que ellos habían visto personalmente. Parece que ninguno creyó solamente por el testimonio de otros que habían visto al Señor resucitado. Pero Tomás es más exigente. No confía en el testimonio de sus hermanos, ni en el testimonio de sus propios ojos; demanda la prueba de la visión y también del toque de sus propias manos. Además, tendría que meter su dedo en la marca de los clavos y su mano en su costado para poder creer. Su demanda es categórica. La expresión traducida no creeré jamás emplea una doble negación, haciéndola muy enfática. Algunos opinan que Juan incluye esta insistencia de Tomás para refutar a los docetas que negaban que Jesús tenía un cuerpo físico. Sin duda el texto puede usarse con ese propósito, pero es muy dudable que Juan haya tenido eso en mente.

La expresión Ocho días después (v. 26) se calcula a partir de la quinta aparición en el primer día de la resurrección, o sea, el domingo siguiente.
Aparentemente estaban en el mismo aposento alto y habían cerrado las puertas con llave por temor de los judíos (ver v. 19). Un dato muy importante es que Tomás estaba con ellos esta vez. Se repite la descripción de la entrada de Jesús y la salutación, excepto que en el relato del domingo anterior el verbo entró estaba en aoristo y aquí está en el tiempo presente descriptivo y debe traducirse Jesús entra…”.
Algunos opinan que Jesús deliberadamente esperó hasta el domingo siguiente con el fin de establecer ese día como el nuevo “sábado”, es decir, el día señalado para el culto semanal en que celebraban la resurrección de su Señor.
Plummer dice que no es claro por qué los discípulos aún no habían iniciado el viaje a Galilea de acuerdo con el mandato de Jesús (ver Mt. 28:7; Mr. 16:7).
Jesús no se había hecho visible durante la semana que transcurrió entre la última aparición y ésta, pero había sido un oyente invisible de las demandas de Tomás (v. 25). En esta ocasión, parece que descuidó a los otros discípulos y se concentró sólo en Tomás como que este fuera el único propósito de su visita. Jesús lo desafía a cumplir con lo que había exigido.
Plummer comenta que la reproducción de las mismas palabras de Tomás por Jesús sirve para enfatizar lo grosero de sus demandas. Varios comentaristas observan que la oferta de Jesús parece contradecir la prohibición a María Magdalena de no tocarle (v. 17). En ambos casos Jesús atendió la necesidad del momento.
Hull comenta que en esa aparición, él tuvo que enseñar a María que la realidad de su persona no era sólo física, pero en esta ocasión tuvo que enseñar a Tomás que la realidad de Jesús no era sólo espiritual. En estos dos extremos, el evangelio es protegido del historicismo, por un lado, y del gnosticismo, por el otro. La fe cristiana no puede basarse enteramente en lo tangible, ni en lo intangible, sino en un sano equilibrio entre los dos.

El mandato de Jesús, no seas incrédulo sino creyente, traduce un imperativo en el tiempo presente, el cual enfatiza la cesación de una cosa y el comienzo de otra: “No continúes siendo incrédulo, sino (al contrario, continúa siendo) creyente”. La conjunción adversativa sino es enfática. El término traducido incrédulo o no creyente (apistos   G571) es igual que creyente (pistos   G4103), excepto que el primero tiene lo que se llama una “alfa-privativa” que priva el sentido de la palabra; por ejemplo ateo, “sin Dios” o “el que no cree en Dios”.

Beasley-Murray cita varias tradiciones que presentan a Pedro, y a los demás, tocando las manos y el costado de Jesús. Sin embargo, el mismo autor resta valor a esas tradiciones y opina que Tomás fue convencido de la realidad de la resurrección por la vista, como los otros discípulos, sin haberle tocado. Si hubiera llegado a convencerse hasta tocar a Jesús, seguramente Juan lo hubiera comentado.

Literalmente la exclamación del v. 28 es: “¡El Señor de mí y el Dios de mí!”.
Nótese: el doble uso del pronombre personal posesivo “de mí” o “mío”, con el cual Tomás expresa una relación personal de fe. La descripción revela a uno quebrantado por la vista del glorioso Señor con las marcas claramente visibles de su sufrimiento y muerte.
NOTA: V.28: ¡Señor mío [“de mío”] y Dios mío [“mío”]! Tomas, el dubitativo, reconocer finalmente la plena Deidad de Jesucristo. Esto marca el clímax del Evangelio de Juan. El Señor había proclamado Su Deidad a los largo de Su Ministerio. Nótese:
·      Los nombres propios de la Deidad que ÉL usa (Mt.22:42-45; Jn.8:58);
·      Los Atributos de la Deidad que Él reclama (santidad, Jn.8:46; Omnipotencia y Omnipresencia, Mt.28:21); Omnisciencia, Jn.11:11-14);
·      Las cosas que Él aseguró poder hacer, que sólo Dios las puede hacer (perdonar pecados, Mt.2:5-7; Resucitar a los muertos, Jn.5:28-30; 11:43; Juzgar a todos los hombres, Jn.5:22, 27).

¡Notable es el hecho de que el que había dudado y que había rechazado el testimonio de sus compañeros es el mismo que ahora declara más explícitamente que cualquier otro la completa divinidad de Jesús! Esta confesión surge de la profundidad de su alma, mientras que probablemente Tomás caía de rodillas, o se postraba, a los pies de su Señor. Tomás fue más allá de la creencia en la resurrección de Jesús, se somete a él como su Señor absoluto y lo reconoce como Dios mismo.

Hemos notado muchas veces en el ministerio que la persona más cerrada al evangelio, cuando se convierte, llega a ser el creyente más ferviente. El ejemplo más notable de esta verdad es el testimonio del apóstol Pablo.
Hovey cita a Godet quien comentó que el último llega a ser por el momento el primero, y la fe de los apóstoles, según la profesión de Tomás, llega finalmente a la cumbre de la verdad divina expresada en el prólogo”. Es el primero en reconocer explícitamente que Jesús es Dios y es, a la vez, el último que confiesa su fe en Jesús en este Evangelio. Es importante notar que Jesús recibe este reconocimiento de él como Dios.

La respuesta de Jesús en el v. 29 es otra evidencia de que Tomás no extendió su dedo y manos para tocarle. La RVA., sigue la puntuación del texto griego de las Sociedades Bíblicas Unidas, marcando la primera cláusula de la respuesta como una pregunta. Las traducciones están divididas sobre esta cláusula, algunas la traducen como una declaración (NVI), otras como una pregunta (RVA).
Plummer dice que es mitad pregunta y mitad exclamación (ver 1:51; 16:31), Brown supone que es una declaración. Algunos opinan que si fuera una pregunta, indicaría una suave reprensión.
Sin embargo, Hovey opina que el significado es esencialmente el mismo si es una declaración, una exclamación, o una interrogación. El verbo has creído, estando en el tiempo perfecto, indica una acción que se realizó en el pasado cuyos resultados continúan en el presente.
La bienaventuranza que Jesús pronunció no es comparativa en sí, es decir, él no dice que más bienaventurados son los que creen sin ver, aunque esto podría ser implicado. Él aceptó y aprobó la fe por la vista de Tomás como verdadera, pero omite decir que es bienaventurado.
Tomás tuvo la oportunidad de creer en la resurrección basado en el testimonio de sus compañeros, sin evidencia visual, y no la aprovechó. Aparentemente, Jesús estaba mirando hacia adelante cuando sus futuros discípulos tendrían que creer sin poder ver y se adelanta para pronunciar una bendición sobre ellos.
Culpepper observa que a través del Evangelio, Juan ha analizado la relación entre el ver y el creer, presentando una serie de señales, pero animando a los lectores a una fe que no se basa en señales. Tomás sirve como ejemplo para los lectores que podrían demandar señales, pero Jesús busca y se complace en un nivel de fe que es superior.
Westcott acota que la última y más grande de las bienaventuranzas es el tesoro persistente de la iglesia posterior.

II.    EL PROPÓSITO DEL EVANGELIO Juan 20:30, 31:

Este párrafo tiene toda la apariencia de una conclusión del Evangelio y también expresa el propósito que el autor tuvo en escribirlo. Por esta razón, muchos comentaristas opinan que el texto original termina aquí. Parece que el propósito del Evangelio se ha logrado. Jesús se había aparecido a todos los discípulos, les había comisionado y les había dado simbólicamente el Espíritu Santo, Tomás había pronunciado la confesión más elevada y Jesús había pronunciado una bendición especial sobre los que creerían en él, sin verlo. Por esto, se piensa que el cap. 21 fue agregado más adelante por el mismo autor.
La expresión Por cierto o ciertamente”, según Mateos-Barreto, traduce dos partículas griegas que tienen la idea de por consiguiente”, “por lo tanto o entonces”, lo cual enfatiza la conclusión de lo que antecede, en vez de lo que sigue. Juan mira hacia atrás y afirma que Jesús hizo muchas otras señales, refiriéndose a todos los milagros que había realizado durante su ministerio terrenal, no sólo a las apariciones después de la resurrección.

Luego afirma dos cosas acerca de todas esas señales:
·      No fueron hechas en secreto, sino en presencia de sus discípulos, y
·      muchas no fueron registradas en este Evangelio (ver 21:25).
Juan insinúa que había escogido de entre todas las señales de Jesús las que más claramente apuntaban a él como el Hijo de Dios.
Entonces, es un Evangelio selectivo con un propósito definido.

El verbo traducido han sido escritas (v. 31) está en el tiempo perfecto, enfatizando el valor permanente del Evangelio (ver 19:22). En este versículo el autor expresa en forma clara y concisa el propósito del Evangelio. La conjunción de propósito, para que (jina   G2443), usada tan frecuentemente en este Evangelio, introduce el propósito. El verbo traducido creáis es un subjuntivo en el tiempo aoristo en la mayoría de los mss., pero en el tiempo presente en otros. Si se toma como aoristo, enfatizaría el comienzo de la fe, pero si se toma como presente, enfatizaría la continuación y afirmación de la fe ya existente. El Evangelio cumple ambos propósitos: anima la fe inicial de salvación, y fortalece y aumenta la fe de los que ya son creyentes.
Por otro lado, Beasley-Murray advierte del peligro de interpretar con demasiado rigor el significado del tiempo de los verbos.

Nótese: que el propósito no es de crear fe como el objeto final, sino de convencer a los hombres de la naturaleza verdadera de Jesús. No es un mero hombre, ni tampoco sólo un buen hombre, sino que es el Cristo, el Mesías de Dios, prometido largamente a través del AT., el enviado personal de Dios con una misión especial y encarnado en la persona de Jesús. Pero tampoco termina allí, sino que el Evangelio tiene el propósito de convencer a los hombres que ese Mesías es divino, es el Hijo de Dios, y es Dios mismo, tal cual confesó Tomás. Como en las palabras de Tomás, ese convencimiento debe llevar a una confianza y compromiso con Cristo como su Señor y su Dios”.

El segundo propósito, o mejor dicho, la finalidad última del Evangelio y el resultado benéfico de creer se expresa en la cláusula para que creyendo tengáis vida en su nombre. Este libro frecuentemente se llama El Evangelio de vida”. El término vida se refiere a la plenitud de vida espiritual o vida eterna que sólo se logra en su nombre (ver 1:4; 3:15; 10:10).
El verbo traducido tengáis es un subjuntivo en el tiempo presente. Una vez que uno cree en Cristo como el Hijo de Dios:
v Primera, recibirá la vida, y
v Segunda, seguirá teniendo vida para siempre.

Concluyo:
Entonces el Evangelio de Juan tiene un propósito decididamente evangelístico y misionero. Está en perfecto acuerdo con el propósito para el cual Jesús vino al mundo. En esta forma y en el último versículo, Juan une magistralmente los dos temas dominantes en el Evangelio: “creer” y “vida”.
Podríamos culminar con los dichos del apóstol Pablo: “y si Cristo no resucitó, vuestra fe es vana; aún estáis en vuestros pecados”. (1 Cor. 15:17).
Vv.13-19: Si la Resurrección corporal de Cristo es falsa, entonces el mensaje del evangelio es una mentira (v.15), la fe cristiana se queda sin un contenido que significa algo (v.17), y los cristianos se quedan sin esperanza en su perspectiva para el futuro (vv.18-19).
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[1]  sinóptico, ca. (Del lat. synoptĭcus, y este del gr. συνοπτικός). adj. Que tiene forma o caracteres de sinopsis*. Tabla sinóptica. || 2. m. Cada uno de los Evangelios sinópticos. □ V. cuadro ~, Evangelios.  *Sinopsis. (Del lat. synopsis, y este del gr. σύνοψις; de σύν, con, y ὄψις, vista). f. Disposición gráfica que muestra o representa cosas relacionadas entre sí, facilitando su visión conjunta. || 2. Exposición general de una materia o asunto, presentados en sus líneas esenciales. || 3. Sumario o resumen. Microsoft® Encarta® 2009.
-     e-Sword-the.LEDD.
-     Biblia de Estudio RYRIE.

-     Por: Carlos Ramírez Jiménez. 04-/04//2015.

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