lunes, 20 de junio de 2016

Parte II: EL ORGULLO:

Parte II:

EL ORGULLO:
Por: Pastor: Carlos Ramírez Jiménez:


Lección: 2

UN PUNTO BÍBLICO DEL ORGULLO:



El lugar que se le acuerda al orgullo, y a su antítesis, la humildad, es una característica distintiva de la religión bíblica, que no tiene paralelo en otros sistemas religiosos o éticos. El orgullo del rebelde, que rehúsa depender de Dios y sujetarse a él, y en cambio se atribuye a sí mismo el honor que se le debe a Dios, figura como la misma raíz y esencia del pecado.

Podemos decir, con Tomás de Aquino, que el orgullo* se reveló por primera vez cuando Lucifer intentó establecer su trono en lo alto con presuntuosa independencia de Dios (Is. 14:12–14).

Etimología:
*gaôn = (גָּאוין, H1347), «orgullo». Esta raíz se encuentra únicamente en las lenguas semíticas del noroeste, como ugarítico: gan = «orgullo». El nombre es un término poético que solo se halla en los libros poéticos, los profetas (12 veces en Isaías), la canción de Moisés (Ex.15:7) y en Levítico (26:19). En hebreo rabínico, gaôn se refiere a un hombre de grandes conocimientos. Un gaôn encabezaba las academias rabínicas de Susa y Pumbadita en Babilonia. El gaón Saadyà fue uno de los más destacados:
v En un sentido positivo gaôn, como el verbo, quiere decir «excelencia» o «majestad». La majestad de Dios se manifestó liberando a Israel y atravesando el Mar Rojo (Ex.15:7). Por tanto, Israel, como pueblo redimido se considera una expresión de la «majestad» de Dios: «él nos escoge nuestra heredad, la gloria [«hermosura» rvr; «orgullo» rva, nvi, bj, nbe] de Jacob a quien él ama» (Salm.47:4 lba, cf. bla). En este contexto, el significado de gaôn está muy próximo al de kabôd, «gloria».
v La acepción «majestad» en relación con gaôn se atribuye a la naturaleza: poderosa, exuberante, rica, espesa. Los poetas usan el vocablo para referirse a las olas soberbias (Job 38:11) o a la espesa maleza en las riberas del Jordán; cf. «Si corriste con los de a pie y te cansaron, ¿cómo competirás con los caballos? Y si en tierra de paz te caes al suelo, ¿qué harás en la espesura [lit. «majestad»] del Jordán?» (Jr.12:5; cf. 49:19; 50:44).
v La mayoría de los usos de gaôn son negativos; expresan el orgullo humano como antónimo de humildad (Prov.16:18). En Proverbios gaôn equivale a arrogancia, conducta malvada y lengua perversa. Al independizarse del Señor, Israel una nación majestuosa, separada por un Dios majestuoso, se apartó de él, pretendiendo que la excelencia era de ella. Dios no toleró esta nueva actitud insolente: «El Señor Jehová ha jurado por su alma; Jehová Dios de los Ejércitos dice: Abomino la soberbia de Jacob, y aborrezco sus palacios. Entregaré al enemigo la ciudad y todo lo que hay en ella» (Amos 6:8 rva).
v Las traducciones de la Septuaginta son: hubris («insolencia; arrogancia») y huperefania («arrogancia; altivez; orgullo»).
v Hay otros nombres relacionados con gaôn. Geah aparece una vez con el significado de «orgullo» (Prov.8:13). El nombre gaawah, que se halla 19 veces, también quiere decir «orgullo»: «Todo el pueblo lo supo; Efraín y los habitantes de Samaria que con soberbia [gaawah] y altivez de corazón decían» (Is.9:9 rva). Geût se encuentra 8 veces y se refiere a «majestad»: «Se mostrará piedad al malvado, y no aprenderá justicia; en tierra de rectitud hará iniquidad, y no mirará a la majestad de Jehová» (Is.26:10). (VINE).

H1347 גָּאוֹן = gaón: de H1342; lo mismo que H1346:- altivez, arrogancia, gloria, grandeza, majestad, -uosa, orgullo, -so, poder, soberbia, -o. (Strong).

El diablo caído (Lc. 10:18) infundió en Adán y Eva el deseo de ser como dioses (Gn. 3:5), con el resultado de que toda la naturaleza del hombre quedó infectada con orgullo a causa de la caída (compárese Rom. 1:21–23). La “condenación del diablo” está relacionada con el orgullo en 1 Tim. 3:6 (compárese “el lazo del diablo” en 1 Tim. 3:7; 2 Tim. 2:26); el orgullo fue su perdición y sigue siendo el medio primordial por el cual ocasiona la ruina de hombres y mujeres.
Es por ello que vemos que todo el Antiguo Testamento condena sistemáticamente la arrogancia humana, especialmente en los Salmos y en la literatura sapiencial. En Prov. 8:13 tanto geµaÆ, ‘arrogancia’, como ga‡waÆ, ‘insolencia’, son abominación para la sabiduría divina: la manifestación de las mismas en forma de orgullo nacional en Moab (Is. 16:6), Judá (Jr. 13:9), e Israel (Os. 5:5) son especialmente denunciadas por los profetas.
En Prov. 16:18 se llama gaµoÆn, “altivez de espíritu”, a la notoria “soberbia” que viene “antes del quebrantamiento”, y se la rechaza a cambio del espíritu contrito. La “altivez”, goµbah, aparece como la causa fundamental del ateísmo en el Salm. 10:4. Es lo que provoca la caída de Nabucodonosor en Dn. 4:30, 37. Una palabra más suave, zaµd_oÆn, ‘presunción’, se aplica al entusiasmo juvenil de David en 1 Sam. 17:28, pero en Abd. 3 aun esto se considera un mal engañoso. En la literatura sapiencial posterior, por ejemplo Eclesiástico (apócrifo) 10.6–26, aparecen nuevas advertencias contra el orgullo.

La enseñanza griega durante los últimos cuatro siglos antes de Cristo, a diferencia del judaísmo, consideraba que el orgullo era una virtud, y la humildad algo despreciable. El “hombre de gran alma” de Aristóteles estimaba profundamente su propia excelencia; subestimarla equivalía a pasar por persona de espíritu mezquino. Igualmente, el sabio estoico proclamaba su propia independencia moral y su igualdad con Zeus. Sin embargo, la insolencia (hybris) es una profunda fuente de mal moral en la tragedia griega (compárese, por ejemplo, la Antígona de Sófocles).

La ética cristiana rechazó conscientemente el concepto griego a favor de la perspectiva veterotestamentaria. Se acordó suprema excelencia a la humildad cuando Cristo se proclamó a sí mismo “manso y humilde de corazon” (Mt. 11:29). Por el contrario, el orgullo (hypereµfania) apareció en una lista de vicios corruptores que provienen del corazón malvado del hombre (Mr. 7:22). En el Magnificat (Lc. 1:51s) se dice que Dios esparce a los soberbios y exalta a los humildes. Tanto en Stg. 4:6 como en 1 P. 5:5 se cita Prov. 3:34 para enfatizar el contraste entre los mansos (tapeinois), a quienes favorece Dios, y los orgullosos (hypereµfanois), a quienes Dios resiste. Pablo equipara a los injuriosos (hybristas) y los soberbios (alazonas) con los pecadores orgullosos en su bosquejo de la depravada sociedad pagana en Rom. 1:30; compárese 2 Tim. 3:2. Stg. 4:16 y 1 Jn. 2:16 condenan el arrogante despliegue de ostentación (alazoneia). En 1 Cor. 13:4 se dice que el amor está libre tanto de la arrogancia como de la jactancia que desfiguran a los maestros heréticos de 1 Tim. 6:4.

Pablo veía el orgullo (“jactancia” ante el Conocimiento de la ley y ante las obras) como el espíritu característico del judaísmo, y como causa directa de la incredulidad de los judíos. Insistía en que el evangelio está destinado a excluir la jactancia (Rom. 3:27) al enseñar a los hombres que son pecadores, que la justicia propia, por lo tanto, está fuera de cuestión, y que deben mirar a Cristo para su justicia, tomándola como don gratuito por la fe en él. La salvación “no es por obras, para que nadie se gloríe”; es toda por gracia. En consecuencia, ningún hombre, ni siquiera Abraham, puede gloriarse en la obtención de su propia salvación (véase Ef. 2:9; 1 Cor. 1:26–31; Rom. 4:1–2). El mensaje evangélico de la justicia a través de Cristo anuncia la desaparición de la justificación de uno mismo en la religión; por eso fue piedra de tropiezo para el orgulloso pueblo judío (Rom. 9:30–10:4).

Este énfasis neo testamentario produjo un profundo impacto en la ética primitiva y medieval. Agustín, Tomás de Aquino, y Dante, caracterizaron todos al orgullo como el pecado final, mientras que Milton y Goethe lo dramatizaron.

Véase --------> Parte III:








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