Parte II:
EL ORGULLO:
Por: Pastor: Carlos Ramírez Jiménez:
Lección: 2
UN PUNTO BÍBLICO DEL ORGULLO:
El lugar que se le acuerda al orgullo, y
a su antítesis, la humildad, es una característica distintiva de la religión
bíblica, que no tiene paralelo en otros sistemas religiosos o éticos. El
orgullo del rebelde, que rehúsa depender de Dios y sujetarse a él, y en cambio
se atribuye a sí mismo el honor que se le debe a Dios, figura como la misma
raíz y esencia del pecado.
Podemos decir, con Tomás de Aquino, que
el orgullo* se reveló por primera vez cuando Lucifer intentó establecer su
trono en lo alto con presuntuosa independencia de Dios (Is. 14:12–14).
Etimología:
*gaôn = (גָּאוין, H1347),
«orgullo». Esta raíz se encuentra
únicamente en las lenguas semíticas del noroeste, como ugarítico: gan = «orgullo». El nombre es un
término poético que solo se halla en los libros poéticos, los profetas (12
veces en Isaías), la canción de Moisés (Ex.15:7) y en Levítico (26:19). En
hebreo rabínico, gaôn se refiere a un hombre de grandes conocimientos. Un gaôn
encabezaba las academias rabínicas de Susa y Pumbadita en Babilonia. El gaón
Saadyà fue uno de los más destacados:
v En un sentido
positivo gaôn, como el verbo, quiere decir «excelencia»
o «majestad». La majestad de Dios se
manifestó liberando a Israel y atravesando el Mar Rojo (Ex.15:7). Por tanto,
Israel, como pueblo redimido se considera una expresión de la «majestad» de Dios: «él nos escoge nuestra heredad, la gloria [«hermosura» rvr; «orgullo»
rva, nvi, bj, nbe] de Jacob a quien él ama» (Salm.47:4 lba, cf. bla). En
este contexto, el significado de gaôn está muy próximo al de kabôd, «gloria».
v La acepción «majestad» en relación con gaôn se
atribuye a la naturaleza: poderosa,
exuberante, rica, espesa. Los poetas usan el vocablo para referirse a las olas
soberbias (Job 38:11) o a la espesa maleza en las riberas del Jordán; cf. «Si corriste con los de a pie y te
cansaron, ¿cómo competirás con los caballos? Y si en tierra de paz te caes al
suelo, ¿qué harás en la espesura [lit. «majestad»] del Jordán?» (Jr.12:5; cf. 49:19; 50:44).
v La mayoría de los usos de gaôn son negativos; expresan el orgullo
humano como antónimo de humildad (Prov.16:18). En Proverbios gaôn equivale
a arrogancia, conducta malvada y lengua perversa. Al independizarse del Señor,
Israel una nación majestuosa, separada por un Dios majestuoso, se apartó de él,
pretendiendo que la excelencia era de ella. Dios no toleró esta nueva actitud
insolente: «El Señor Jehová ha jurado
por su alma; Jehová Dios de los Ejércitos dice: Abomino la soberbia de Jacob, y
aborrezco sus palacios. Entregaré al enemigo la ciudad y todo lo que hay en
ella» (Amos 6:8 rva).
v Las traducciones
de la Septuaginta son: hubris («insolencia; arrogancia») y
huperefania («arrogancia; altivez;
orgullo»).
v Hay otros
nombres relacionados con gaôn. Geah aparece una vez con el significado de «orgullo» (Prov.8:13). El nombre gaawah,
que se halla 19 veces, también quiere decir «orgullo»: «Todo el pueblo lo supo; Efraín y los habitantes de Samaria
que con soberbia [gaawah] y altivez de corazón decían» (Is.9:9 rva). Geût
se encuentra 8 veces y se refiere a «majestad»:
«Se mostrará piedad al malvado, y no aprenderá justicia; en tierra de rectitud
hará iniquidad, y no mirará a la majestad de Jehová» (Is.26:10). (VINE).
H1347 גָּאוֹן = gaón:
de H1342; lo mismo que H1346:- altivez, arrogancia, gloria, grandeza,
majestad, -uosa, orgullo, -so, poder, soberbia, -o. (Strong).
El diablo caído (Lc. 10:18) infundió en
Adán y Eva el deseo de ser como dioses (Gn. 3:5), con el resultado de que toda
la naturaleza del hombre quedó infectada con orgullo a causa de la caída (compárese
Rom. 1:21–23). La “condenación del diablo” está relacionada con el orgullo en 1 Tim. 3:6 (compárese
“el lazo del
diablo” en 1 Tim. 3:7; 2 Tim. 2:26); el orgullo fue su perdición y
sigue siendo el medio primordial por el cual ocasiona la ruina de hombres y
mujeres.
Es por ello que vemos que todo el Antiguo
Testamento condena sistemáticamente la arrogancia humana, especialmente en los
Salmos y en la literatura sapiencial. En Prov. 8:13 tanto geµaÆ, ‘arrogancia’, como ga‡waÆ, ‘insolencia’, son abominación para la
sabiduría divina: la manifestación
de las mismas en forma de orgullo nacional en Moab (Is. 16:6), Judá (Jr. 13:9),
e Israel (Os. 5:5) son especialmente denunciadas por los profetas.
En Prov. 16:18 se llama gaµoÆn, “altivez de espíritu”, a la notoria “soberbia” que viene “antes del quebrantamiento”, y se la
rechaza a cambio del espíritu contrito. La “altivez”,
goµbah, aparece como la causa fundamental del ateísmo en el Salm. 10:4. Es lo
que provoca la caída de Nabucodonosor en Dn. 4:30, 37. Una palabra más suave,
zaµd_oÆn, ‘presunción’, se aplica al
entusiasmo juvenil de David en 1 Sam. 17:28, pero en Abd. 3 aun esto se
considera un mal engañoso. En la literatura sapiencial posterior, por ejemplo Eclesiástico
(apócrifo) 10.6–26, aparecen nuevas advertencias contra el orgullo.
La enseñanza griega durante los últimos
cuatro siglos antes de Cristo, a diferencia del judaísmo, consideraba que el
orgullo era una virtud, y la humildad algo despreciable. El “hombre de gran alma” de Aristóteles
estimaba profundamente su propia excelencia; subestimarla equivalía a pasar por
persona de espíritu mezquino. Igualmente, el sabio estoico proclamaba su propia
independencia moral y su igualdad con Zeus. Sin embargo, la insolencia (hybris)
es una profunda fuente de mal moral en la tragedia griega (compárese, por
ejemplo, la Antígona de Sófocles).
La ética cristiana rechazó
conscientemente el concepto griego a favor de la perspectiva
veterotestamentaria. Se acordó suprema excelencia a la humildad cuando Cristo
se proclamó a sí mismo “manso y humilde
de corazon” (Mt. 11:29). Por el contrario, el orgullo (hypereµfania)
apareció en una lista de vicios corruptores que provienen del corazón malvado
del hombre (Mr. 7:22). En el Magnificat (Lc. 1:51s) se dice que Dios esparce a
los soberbios y exalta a los humildes. Tanto en Stg. 4:6 como en 1 P. 5:5 se
cita Prov. 3:34 para enfatizar el contraste entre los mansos (tapeinois), a
quienes favorece Dios, y los orgullosos (hypereµfanois), a quienes Dios
resiste. Pablo equipara a los injuriosos (hybristas) y los soberbios (alazonas)
con los pecadores orgullosos en su bosquejo de la depravada sociedad pagana en
Rom. 1:30; compárese 2 Tim. 3:2. Stg. 4:16 y 1 Jn. 2:16 condenan el arrogante
despliegue de ostentación (alazoneia). En 1 Cor. 13:4 se dice que el amor está
libre tanto de la arrogancia como de la jactancia que desfiguran a los maestros
heréticos de 1 Tim. 6:4.
Pablo veía el orgullo (“jactancia” ante el Conocimiento de la
ley y ante las obras) como el espíritu característico del judaísmo, y como
causa directa de la incredulidad de los judíos. Insistía en que el evangelio
está destinado a excluir la jactancia (Rom. 3:27) al enseñar a los hombres que
son pecadores, que la justicia propia, por lo tanto, está fuera de cuestión, y
que deben mirar a Cristo para su justicia, tomándola como don gratuito por la
fe en él. La salvación “no es por obras,
para que nadie se gloríe”; es toda por gracia. En consecuencia, ningún
hombre, ni siquiera Abraham, puede gloriarse en la obtención de su propia
salvación (véase Ef. 2:9; 1 Cor. 1:26–31; Rom. 4:1–2). El mensaje evangélico de
la justicia a través de Cristo anuncia la desaparición de la justificación de
uno mismo en la religión; por eso fue piedra de tropiezo para el orgulloso
pueblo judío (Rom. 9:30–10:4).
Este énfasis neo testamentario produjo
un profundo impacto en la ética primitiva y medieval. Agustín, Tomás de Aquino,
y Dante, caracterizaron todos al
orgullo como el pecado final, mientras que Milton
y Goethe lo dramatizaron.
Véase --------> Parte III:
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