sábado, 18 de junio de 2016

Parte II: NO TEMAS: (Jr. 1:8)

Parte II:
NO TEMAS:
(Jr. 1:8)
         Por: Pastor: Carlos Ramírez Jiménez:

La famosa extensión de agua de Galilea se llama de tres maneras: Mar de Galilea, Mar de Tiberíades y Lago de Genesaret. Tiene unos veinte metros de largo por trece de ancho. Está situado en una depresión de la superficie de la Tierra a 210 metros bajo el nivel del mar, lo que le da un clima casi tropical. En los días de Jesús tenía nueve poblaciones agrupadas en sus orillas, ninguna de menos de 15,000 habitantes.
Genesaret es realmente el nombre de la hermosa llanura que está al Oeste del lago, y que es muy fértil. A los judíos les encantaba jugar con las etimologías, y le atribuían tres diferentes a Genesaret que destacaban su hermosura:
(a) De kinnor, que quiere decir arpa, ya fuera porque «sus frutos son tan dulces como el sonido del arpa», o porque "la voz de sus ondas es tan agradable como la voz del arpa».
(b) De gan, jardín, y sar, príncipe; de ahí, «el príncipe de los jardines».
(c) De gan, jardín, y asher, riquezas; de ahí, "El jardín de las riquezas».
Aquí nos encontramos con un cambio decisivo en la carrera de Jesús. La última vez que le encontramos predicando estaba en una sinagoga, y ahora se encuentra a la orilla del lago. Es verdad que volveremos a encontrarle en la sinagoga; pero se acerca la hora en que se le cerrará esa puerta, y su iglesia es ahora la costa o el camino abierto, y su púlpito, una barca. Irá adonde haya gente dispuesta a escucharle.

John Wesley decía: "Los que formaron nuestras congregaciones eran los que iban vagando por las montañas oscuras, que no pertenecían a ninguna iglesia cristiana; pero despertaron a la predicación de los metodistas, que los habían seguido por los descampados de este mundo hasta los caminos y los vallados, los mercados y las ferias, los cerros y los valles; que habían puesto el estandarte de la Cruz en las avenidas y en los callejones de las ciudades, en las aldeas, en los pajares y en las cocinas de las granjas, etc.; y todo esto hecho de tal manera y hasta tal punto como no se había hecho nunca desde los tiempos de los apóstoles».
«Me gusta un salón amplio -dice en otro lugar-, con un buen cojín y un púlpito majo; pero la predicación en los campos salva almas». Cuando se le cerraba la sinagoga, Jesús salió a los caminos abiertos.
En esta historia encontramos lo que podríamos llamar una lista de condiciones para un milagro:
(a) El ojo que ve. No hay por qué creer que Jesús creó un banco de peces en aquella ocasión. En el Mar de Galilea había bancos fenomenales que ponían el agua como si estuviera hirviendo en grandes extensiones. Lo más probable es que la aguda vista de Jesús percibiera aquel banco de peces, y ahí estuvo el milagro. Necesitamos ojos que vean de veras. Mucha gente ha visto salir vapor por la tapadera de la cafetera, pero fue a James Watt al que se le ocurrió que se podía aplicar para hacer una máquina de vapor. Mucha anta ha visto caer una manzana; pero sólo a Newton le sugirió aquello la ley de la gravedad. La Tierra está llena de milagros que esperan unos ojos que los vean.
(b) El espíritu dispuesto a hacer un esfuerzo. Puesto que Jesús lo decía, Pedro estaba dispuesto a probar otra vez, aunque estaba muy cansado. El desastre de muchas vidas es que se rinden antes del último esfuerzo que podría cambiar las cosas.
         (c) El espíritu dispuesto a probar lo que parece inútil. La noche, que era el tiempo de                 la pesca, había pasado. Todas las circunstancias estaban en contra; pero Pedro dijo:           
             "¡Sean las circunstancias las que sean, si Tú lo dices estoy dispuesto a probar otra vez!».
Muchas veces no hacemos nada porque nos parece que no es el tiempo oportuno. Pero, si esperamos a que las circunstancias sean ideales, jamás empezaremos nada: Si queremos un milagro, tenemos que fiarnos de la palabra de Jesús cuando nos dice que probemos lo imposible.
 
1.6. Pablo: Hechos 27:24:

“diciendo: Pablo, no temas; es necesario que comparezcas ante César; y he aquí, Dios te ha concedido todos los que navegan contigo”.

1) Tened Buen Ánimo (vv. 21-26).
Durante los difíciles días de la tormenta pasaron muchos días sin comer (v. 21). La situación desesperada, agravada quizá por el mareo, hacía que los viajeros no quisieran tomar ya ningún alimento; entregados a la desesperación, sólo aguardaban el momento en que el barco se fuera a pique. De repente, cuando habían perdido todas las esperanzas, sucedió algo sorprendente, porque está claro que Pablo tomó el mando.
El prisionero se convirtió en capitán, debido a que era el único hombre que todavía tenía valor. Pablo les recordó a sus compañeros de sufrimiento que debieron haber escuchado su consejo tocante a su oposición de salir de Creta. Si ellos se hubieran quedado en Buenos Puertos como se les aconsejó se habrían salvado de este daño y pérdida (v. 21b).
Cuando habían perdido todas las esperanzas, Pablo se paró para darles consuelo: Pero ahora os insto a tener buen ánimo (v. 22), pues el Señor le había prometido en una visión que aunque el barco se perdería, no se perdería ninguna vida de los que se encontraban a bordo (276 personas, v. 37).
La autoridad de su profecía estaba basada en las palabras que había recibido de Dios, de quien soy y a quien sirvo (v. 23), a través de un ángel. Sobre la base de esta revelación divina Pablo exhorta una vez más a sus oyentes: Tened buen ánimo, porque yo confío en Dios... (v. 25). El Dios de Pablo era capaz de resguardar sus vidas para que se pudiera llevar a cabo su voluntad, ahora que había determinado que Pablo comparecería ante el César.

A catorce noches de haber zarpado de Buenos Puertos, atravesando el mar Adriático a la deriva, el barco continuaba a merced del temporal. A la media noche los marineros oían el romper de las olas en alguna costa distante; bajaron las anclas para disminuir la velocidad del barco que podía chocar contra rocas que no se podían ver. Fue entonces otra vez cuando Pablo tomó el mando. Los marineros quisieron escaparse en un pequeño bote que hubiera sido inútil para 276 personas; pero Pablo frustró el plan.
Él se dio cuenta de las maniobras engañosas de los marineros y les dijo al centurión y a los soldados que todos se perderían a menos que la tripulación permaneciera en la nave (v. 31). Y en esta ocasión el centurión se daba cuenta de que debía escuchar a Pablo. De modo que los soldados cortaron las amarras del pequeño bote para que cayera al mar. De aquí en adelante todos los de la tripulación y los pasajeros estarían juntos en lo que habría de suceder.

Anécdota: Remedio Para El Temor
En el año 1,735 Juan Wesley viajó desde Inglaterra a Colonia de Georgia en las Américas.  En medio del Atlántico el buque encontró una tempestad que puso en peligro la vida de los tripulantes y de los pasajeros. 
Juan Wesley se encerró en su cuarto; pero allí pudo oír el canto de un grupo de moravos que, no teniendo recursos que quedarse en la cubierta y sufrir la furia de la tempestad. 
Después el señor Wesley preguntó a uno de los moravos cómo ellos y sus niños podían cantar en circunstancias tan terribles.  El moravo le contestó con una pregunta: “Señor Wesley, ¿conoce usted a Jesucristo? Para el creyente Jesús echa fuera el temor”.

Concluyo:

El Temor De Dios, Bíblicamente:
•   El temor de Dios trae confianza y seguridad a los que andan en integridad (Prov. 14:26-27).
•   El temor de Dios es aborrecer el mal (Prov. 8:13).
•   El temor de Dios es sabiduría (Job 28:28; Salm. 111:10; Prov. 1:7; 9:10).

El temor de Dios es una actitud de reverencia y respeto hacia Dios, que pasa progresivamente por las siguientes etapas:
•   Una conciencia de que Dios es el dueño de nuestras almas, y tiene el poder de otorgarnos la salvación eterna o condenarnos a la destrucción. Aunque la motivación que genera este temor es completamente egoísta, es preferible a no tener ningún temor de Dios.
•   Una conciencia de que Dios está permanentemente mirando todo lo que pensamos, decimos y hacemos, y que Él tiene el poder para premiarnos o castigarnos de acuerdo a nuestra conducta; lo cual nos debería motivar a ser cuidadosos y apartarnos del mal.
•   Un deseo consciente y permanente de agradar a Dios en todo lo que hacemos y no ofender Su santidad.
•   Un reconocimiento humilde de que Él es Dios y nosotros somos Sus criaturas, y por lo tanto, Él es digno de ser temido y reverenciado.
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Nota y Bibliografía:
[1] yare = (יָרִֵא, H3372), «temer, temor reverente, temor». Este verbo se encuentra en ugarítico y hebreo (bíblico y pos-bíblico). Hay alrededor de 330 casos durante todos los períodos del Antiguo Testamento.
Básicamente, el verbo connota la reacción sicológica que llamamos «temor». Yare puede indicar temor de algo o de alguien. Jacob oró: «Líbrame ahora de la mano de mi hermano, de la mano de Esaú, porque le temo; no venga acaso, y me hiera la madre con los hijos» (Gn.32:11).
Cuando se usa con relación a una persona de alto rango, yare connota «temor reverente». Es más que simple temor; es la actitud con que una persona reconoce el poder y la condición de la persona a la que se reverencia y se le rinde el debido respeto. Con este significado, la palabra puede implicar sumisión en una debida relación ética con Dios. El ángel del Señor dijo a Abraham: «Ya conozco que temes a Dios, pues que no me rehusaste tu hijo, tu único» (Gn.22:12). El verbo puede usarse absolutamente con el fin de hacer referencia a los atributos celestiales y santos de alguna persona u objeto: «¡Cuán terrible es este lugar! No es otra cosa que casa de Dios y puerta del cielo» (Gn.28:17). El pueblo que se liberó de Egipto vio el gran poder de Dios, «temió a Jehová, y creyeron a Jehová y a Moisés su siervo» (Ex.14:31). Encontramos aquí más que un temor sicológico. El pueblo demostró además la debida «reverencia» hacia Dios, con temor hacia él y su siervo, como lo demuestra el cántico que entonaron (éxodo 15). Después de experimentar los truenos y relámpagos, el sonido de la trompeta y un monte humeante, los israelitas se «atemorizaron» y retrocedieron; entonces Moisés les dijo que no tuvieran temor: «No temáis, porque Dios ha venido para probaros, a fin de que su temor esté delante de vosotros para que no pequéis» (Ex.20:20 rva). En este pasaje, yare quiere decir «temor» o «pavor» del Señor. Este mismo sentido se encuentra en los pasajes en que Dios dice «no temáis» (Gn.15:1). (VINE)
Yare puede usarse absolutamente (sin complemento directo), con el significado de «sentir temor». Adán dijo a Dios: «Tuve miedo, porque estaba desnudo» (Gn.3:10: primer caso del vocablo). También se puede sentir «temor» de alguna situación, como cuando Lot «tuvo miedo de quedarse en Zoar» (Gn.19:30).
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¿Qué Es El Temor?   
También se encuentra en: Sinónimos.
Temor s. m.
1. Sentimiento de inquietud y angustia que mueve a rechazar o a tratar de evitar las cosas que se consideran peligrosas, arriesgadas o capaces de hacer daño. Miedo.
2. Creencia o sospecha de que va a pasar o que ha pasado algo malo o desagradable: cuando supe que había tenido un accidente, se confirmó mi temor.
Diccionario Manual de la Lengua Española Vox. © 2007 Larousse Editorial, S.L.
Temor.
m. Pasión del ánimo que incita a rehusar las cosas que se consideran dañosas o arriesgadas.
Presunción, recelo, esp. de un daño futuro.
Diccionario Enciclopédico Vox 1. © 2009 Larousse Editorial, S.L.
Temor (te'moɾ).
Sustantivo masculino.
1. miedo que experimenta una persona ante algo considerado negativo o perjudicial El estado económico de la empresa causaba temor a sus empleados.
2. sospecha de que algo pueda ser perjudicial o tener efectos negativos No dijo la verdad por temor a que lo reprendieran.
-    e-Sword-the. LEDD.
-    MATTHEW, Henry. Comentario. Edit. Clie.
-    Pastor: Carlos Ramírez Jiménez. 18//06//2016.

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