sábado, 18 de junio de 2016

Parte I: ¡NO TEMAS! (Jr. 1:8)

Parte I:
NO TEMAS:
(Jr. 1:8)

         Por: Pastor: Carlos Ramírez Jiménez:

No temas [1] delante de ellos, porque contigo estoy para librarte, dice Jehová”.
(Jr. 1:8)

Introducción:

Quien no ha tenido temor de algo, aun de nuestra propia sombra, es algo natural en el ser humano, sea adulto, joven, niño, este estudio queremos presentar los temores de los hombres de Dios, cuanto de temor tuvieron ellos, aun al estar al servicio de Dios mismo.
El temor puede significar terror, miedo, o sencillamente reverencia y respeto. El temor que resulta del antagonismo de los hombres o de algún peligro que se acerca, es una emoción humana que puede tener sus beneficios, por ejemplo, tener conciencia de lo malo o del peligro, pero puede ser también una fuerza negativa y destructiva.
A veces echa fuera el amor sobrenatural de Cristo (1 Jn. 4:18). Asimismo, el temor puede dominar y acobardar al hombre que ignora el perdón y el amor que infunde el Espíritu Santo. La misma conciencia manchada causa miedo aun cuando nadie le persiga (Prov. 28:1; cf. Adán y Eva en Gn. 3:10). Gedeón no quiso incluir miedosos entre sus tropas para no poner en peligro la moral y el ánimo de los valientes (Jue. 7:3).
Repetidas veces la Biblia insta a los hijos de Dios a no temer. En Gn. 15:1 Dios le dice a Abraham que no tema porque "soy tu escudo, y tu galardón". El salmista dice: "No temeré mal alguno porque tú estarás conmigo" (Salm. 23.4).
El Nuevo Testamento empieza con el mensaje angelical de no temer (Lc .1:13). Jesús en múltiples ocasiones invita a sus discípulos a no temer (Mt. 10:31; Lc. 5:10; 12:32).
El "temor de Dios" puede calificarse como reverencia y reconocimiento de la majestad, el poder y la santidad de Dios; o sea, respeto filial. Es este temor el que Dios pide en Salm. 33:8; 34:9; 112:1.
En el Antiguo Testamento, por la importancia dada a la Ley en la vida de los israelitas, a menudo se consideraba la verdadera religión como sinónimo del temor de Dios (cf. Salm. 34:11; Jr. 2:19; etc.).
El énfasis del Nuevo Testamento destaca más el amor y el perdón de Dios, basados en la relación filial entre el cristiano y su Padre celestial. Permanece, no obstante, un temor reverente como parte del deber humano.
El temor ayuda a andar rectamente (Hch. 9:31; 2 Cor. 7:1). El temor a Dios da al creyente el valor de dominar el temor que viene de los contratiempos, inclusive de la muerte misma (Heb. 2:15; Ap. 2:10; cf. 2 Tim. 1:6, 7).
Los que temen a Dios son el pueblo de Dios. A los gentiles que adoraban al Dios judío se les distingue como aquellos temerosos de Dios (véase Hch. 10:2, 22, 35).

I.    Nuestro Estudio Aparte De La Introducción Estará Basado En Las Siguientes Personas Bíblicas:
El miedo o temor es una emoción caracterizada por una intensa sensación desagradable provocada por la percepción de un peligro, real o supuesto, presente, futuro o incluso pasado. Es una emoción primaria que se deriva de la aversión natural al riesgo o la amenaza, y se manifiesta en todos los animales, lo que incluye al ser humano. La máxima expresión del miedo es el terror. Además el miedo está relacionado con la ansiedad.

¡No Temas! Palabras similares fueron dichas a:
·      Abraham,
·      Moisés,
·      Daniel,
·      María,
·      Pedro, y
·      Pablo, Etc.

Grafiquemos el miedo en el cerebro humano con el siguiente dibujo según los sicoanalistas: El miedo es un producto emocional del cerebro. Esquema del sistema límbico del cerebro humano.

El temor de Dios es saludable; consiste en un sentimiento de profunda reverencia hacia el Creador, y es un temor sano de desagradarle por el aprecio que se tiene a su amor leal y bondad, y debido también al reconocimiento de que es el Juez Supremo y el Todopoderoso, Aquel que puede castigar o destruir a los que le desobedecen.

Se Describen Dos Clases De Temor De Dios:
·      El temor filial, y
·      el servil.
1) El temor de Dios filial es aquel por el que se detesta el pecado o se aparta de él, no por las penas con que son castigados los pecadores, sino porque aquello es una ofensa a Dios, algo que le desagrada a Él.
2) Por otra parte, temor servil es el que evita el pecado por la pena que lleva consigo. Es decir, como dice San Basilio, hay tres estados en los que se puede agradar a Dios:
·      O bien hacemos lo que agrada a Dios por temor al castigo y entonces estamos en la condición de esclavos;
·      O bien buscando la ventaja de un salario cumplimos las órdenes recibidas en vista de nuestro propio provecho, asemejándonos así a los mercenarios;
·      O finalmente, hacemos el bien por el bien mismo y estamos así en la condición de hijos.

Por otra parte, el Eclesiástico precisa qué se entiende por temor del Señor. No se trata de un sentimiento que aturde y agobia, que provoca rigidez mental o pequeñez de espíritu, anulando la voluntad. El temor del Señor nace más bien de la mirada clara que lleva a descubrir que sólo el Señor es digno del servicio del hombre; sus palabras, las únicas a las que se puede hacer caso; sus caminos, los únicos que vale la pena seguir; su ley, la única que merece sumisión.
Al mismo tiempo, el Señor es el único ante el cual puede humillarse el hombre. Él es el único Señor verdadero, como - de acuerdo al judaísmo y al cristianismo- lo ha demostrado con su inalterable y continua fidelidad a la confianza que los hombres han puesto en Él.
Solamente de Él, y de nadie más, se puede decir que «es clemente y misericordioso, perdona el pecado y salva del peligro»:
 
1.1. Abraham: Génesis 15:1-ss.:

  “Después de estas cosas vino la palabra de Jehová a Abram en visión, diciendo: No temas, Abram; yo soy tu escudo, y tu galardón será sobremanera grande”.

1) Dios Sella Su Llamado Con Un Pacto, 15:1-21.
Después del incidente de guerra y del encuentro con Melquisedec, aparentemente Abram queda con el temor de posibles conflictos y con dudas en cuanto al cumplimiento de la promesa de parte de Dios. Dios se le aparece, esta vez en visión de noche (v. 5) y se desarrolla un diálogo progresivo que finalmente termina en una relación de pacto entre Dios y Abram.
El desarrollo del encuentro se centra en los dos intereses fundamentales en el cumplimiento del plan redentor de Dios:
·      Descendencia, y
·      tierra.

Dios inicia el diálogo dando seguridad en relación a los dos temores de Abram. En cuanto a posibles conflictos, Dios mismo se ofrece como el escudo de Abram. El escudo era el artefacto defensivo de protección del guerrero, imprescindible en las luchas con las armas usadas:
·      espadas,
·      flechas, y
·      lanzas.
Y aunque Abram rechazara el botín de guerra como galardón, Dios le ofrece un galardón más excelente. Este galardón en términos generales se refiere más bien a la tierra como más tarde se especifica. Abram acepta la protección, pero presenta a Dios el problema central: No tiene un hijo, por tanto el galardón no tiene sentido.
Eliezer de Damasco, fiel criado de Abram, según la costumbre legal, podría eventualmente ser adoptado y ser el heredero. Damasco, una ciudad de Aram, la actual Siria, es una de las ciudades más antiguas de población continuada.
Por primera vez Abram reclama y atribuye a Dios la carencia de hijos. Hasta ahora Dios le había hablado de descendientes, pero no específicamente de un hijo, inicio de descendencia.

Ante la queja, Dios asegura a Abram que tendrá como heredero un hijo propio. Por primera vez Dios menciona a Abram la posibilidad de un hijo biológico. Esto ante la realidad de que tanto Abram como Sarai eran viejos y Sarai era estéril. Pero juntamente con la promesa de un hijo, Dios asegura a Abram una descendencia tan numerosa que como las estrellas del cielo sería imposible contar.
La respuesta de Abram aquí es importantísima. Es una respuesta de fe a la promesa de Dios. En la relación de Abram con Dios hasta ahora había obediencia, adoración y renunciamientos.
Por primera vez Abram se apropia de la fe que es la respuesta correcta a las promesas de Dios. Todas las acciones de respuestas anteriores eran necesarias, pero faltaba la fundamental en la relación Dios-hombre.
Hebreos 11 explica claramente lo que es la fe. Esencialmente es una convicción firme que mueve a uno a aceptar como realidad aquello que Dios promete y vivir conforme a esa realidad. Ante esa respuesta de Abram, Dios le concede una nueva posición, una nueva condición.
Como Noé anteriormente, ahora Abram también es justo delante de Dios. Justicia es la relación correcta entre el hombre y Dios. Es el ajuste de conducta al modelo de Dios. Por parte de Dios es conceder esa relación, no teniendo en cuenta la iniquidad del hombre.
En el lenguaje del NT., la justicia es el regalo de Dios a la respuesta de fe en Jesucristo (Rom.5:1-2). Tanto el apóstol Pablo como luego los hombres que iniciaron la Reforma protestante, han usado el modelo de la respuesta de fe de Abram como central en fundamentar la justificación por la fe. El apóstol Pablo la desarrolla ampliamente en Romanos 4 y Gálatas 2-4.

Una vez resuelta la cuestión de la descendencia, el diálogo continúa durante el día, centrándose ahora en el otro problema: la tierra. Dios toma la iniciativa en reafirmar a Abram su llamado desde Ur de los caldeos y la posesión de la tierra prometida. Más que reafirmación, Abram esta vez reclama una prueba de la seguridad de dicha posesión.
La manera que Dios asegura a Abram es a través de un pacto. El pacto en la cultura patriarcal es un acuerdo solemne entre dos partes, las cuales se comprometen mutuamente en alianza con el propósito de cumplir ciertas condiciones especificadas. Eran practicadas varias clases de pactos. Los más comunes eran los pactos de iguales, en el cual dos personas o pueblos entraban en alianza en igualdad de condiciones mutuas.
Otro tipo de pacto era el del vasallo al soberano. En este pacto el vasallo, generalmente el vencido en la guerra, se comprometía incondicional y unilateralmente a las condiciones impuestas por el vencedor o soberano más poderoso.
En el pacto de Dios ocurre algo muy especial: Dios, el Señor y más poderoso, entra en alianza con su vasallo imponiéndose él mismo condiciones unilaterales. El pacto de Dios no es otra cosa que la expresión concreta de su gracia que le concede al hombre todo a cambio de nada.
La Biblia no registra la respuesta de Abram a este acto tan solemne de Dios. Se limita simplemente a presentar testimonios de las acciones de Abram en esta nueva relación con Dios. De aquí en adelante la relación de Dios con los patriarcas y luego con su pueblo tendrá como centro de referencia el pacto.
En el NT., el centro de referencia es el Nuevo Pacto sellado no ya en un acto ritual de sacrificio animal, sino con la muerte expiatoria de Jesucristo, el Hijo de Dios (Lc.22:14-20).

1.2. Moisés: Núm. 21:34; Dt. 3:2:


Entonces Jehová dijo a Moisés: No le tengas miedo, porque en tu mano lo he entregado, a él y a todo su pueblo, y a su tierra; y harás de él como hiciste de Sehón rey de los amorreos, que habitaba en Hesbón. (Núm. 21:34).

Dios aseguró a Israel que su enemigo ya estaba conquistado ¡aún desde antes que comenzara la batalla! Dios quiere darnos la victoria sobre nuestros enemigos (que, por lo general, son problemas relacionados con el pecado y no soldados armados):
·      Pero primero, tenemos que creer que Él nos puede ayudar.
·      En segundo lugar, debemos tener la confianza que Él nos ayudará.
·      Por último, debemos seguir los pasos que nos indica.
BATALLAS CONTRA SEHON Y OG:   El rey Sehón negó a los israelitas el paso por su tierra, y los atacó en Jahaza, Israel lo derrotó, ocupando la tierra que se encuentra ubicada entre los ríos Arnón y Jaboc, incluyéndola ciudad capital de Hesbón. Cuando marcharon hacia el norte, derrotaron al rey Og de Basán en Edrei.

“Y me dijo Jehová: No tengas temor de él, porque en tu mano he entregado a él y a todo su pueblo, con su tierra; y harás con él como hiciste con Sehón rey amorreo, que habitaba en Hesbón”. (Deut. 3:2)

Era muy atrevido. Confiaba en su propia fuerza, y así fue endurecido para su propia destrucción. Dios dijo a Moisés que no tuviese miedo de él (v.2).
Si Moisés mismo tenía una fe tan fuerte como para no necesitar esta advertencia, es probable que el pueblo la necesitases, y al pueblo estaba destinado esta palabra de seguridad: “En tu mano he entregado a él, y a todo su pueblo” (v.2). 

1.3. Daniel: Dn.10:12, 19:

“Entonces me dijo: Daniel, no temas; porque desde el primer día que dispusiste tu corazón a entender y a humillarte en la presencia de tu Dios, fueron oídas tus palabras; y a causa de tus palabras yo he venido y me dijo: Muy amado, no temas; la paz sea contigo; esfuérzate y aliéntate. Y mientras él me hablaba, recobré las fuerzas, y dije: Hable mi señor, porque me has fortalecido”.

El varón que le hablaba le animó (v.12) diciéndole: “No temas (compara con Ap.1:17). A continuación le dio una información sumamente interesante.
1) Para animarle de veras a escuchar, repitió la frese que ya vimos en 9:23b: “varón muy amado” (v.11), y la volvió a repetir (v.19): “muy amado, no temas”. Con esto le asegura que Dios le estimaba de modo muy especial. Siguió animándole al varón (v.19b) hasta que él recobró las fuerzas y dijo: “hable mi señor, porque me has fortalecido.

2) Le aseguró que su oración había sido oído (v.12b) inmediatamente y que por eso había venido él. El motivo por el que no había llegado antes era (v.13) que “el príncipe del reino de Persia se me opuso –dice el personaje en cuestión- durante veintiún días”, esto es, durante el tiempo preciso en que Daniel había estado de duelo (v.2, “tres semanas”).

3) Miguel, uno de los jefes de primer rango (v.13b), sino en ayuda del que así hablaba. Este dato hace que gran parte de los autores se niegue a identificar con el Señor pre encarnado al personaje.
Al seguir, con Carballosa, a E. Young, mi opinión es que esta circunstancia no impide que se trata aquí del Señor, pues estas “ayudas” no se deben a falta de poder de Dios, sino a condescendencia divina que usa la cooperación angelical y humana de muchas formas; entre ellas, la intercesión.

1.4. María: Lucas 1:30:


“Entonces el ángel le dijo: María, no temas, porque has hallado gracia delante de Dios”. (Lucas 1:30).

A los seis meses, Dios envió al ángel Gabriel otra vez, ésta a un pueblo de Galilea que se llamaba Nazaret, a una joven que estaba prometida con José, que era descendiente de David. La joven se llamaba María.

El Ángel Se Le Apareció y Le Dijo:
-¡Se te saluda, a ti, que has sido agraciada con el más sublime favor de Dios! ¡El Señor está contigo, que eres la más bienaventurada de todas las mujeres!
Ella se quedó muy sorprendida, y no sabía a qué venía aquel saludo. Pero el ángel continuó diciéndole:
No tengas miedo, María. Dios te ha escogido para el mayor privilegio: vas a quedar embarazada y a tener un hijo al que llamarás Jesús. Será un gran hombre, y recibirá el título de Hijo del Altísimo. El SEÑOR le dará el trono de su antepasado David, y reinará sobre el Pueblo de Israel para siempre, porque su reinado no acabará jamás.

Entonces María Le Preguntó Al Ángel:
-Pero, ¿cómo me sucederá eso? ¡Si yo ni siquiera estoy casada todavía!

El Ángel Le Contestó:
-Sobre ti descenderá el Espíritu Santo, y el Poder del Altísimo te cobijará con su sombra. Por eso el santo Niño que nacerá será reconocido como el Hijo de Dios. Tu pariente Elisabeth también ha quedado embarazada en su ancianidad. Se decía que no
podía tener hijos, pero ahora ya está de seis meses... ¡Es que no hay nada imposible para Dios!
-Yo soy la esclava del SEÑOR -respondió María sencillamente-. Que haga conmigo como ha dispuesto y tú me has dicho.

En eso el ángel desapareció.

María era la prometida de José. El compromiso matrimonial duraba un año, y era tan indisoluble como el matrimonio; sólo se podía romper por la muerte o por el divorcio. Si moría el hombre que estaba prometido con una mujer, ella era viuda a los ojos de la ley. En las leyes de los judíos encontramos a veces la extraña frase cuna virgen que es viuda.
En este pasaje nos encontramos frente a frente con una de las doctrinas más controvertidas de la fe cristiana: el nacimiento virginal de Jesús. Hay dos grandes razones para aceptarla:
(a) El sentido literal de este pasaje, y todavía más del de Mateo 1:18-25, no deja lugar a dudas de que Jesús nació de María sin la intervención de un padre humano.
(b) Es natural aceptar que, puesto que Jesús fue una persona extraordinaria y absolutamente única, su entrada en el mundo también lo fue.
La sumisión de María es realmente encantadora. «Yo soy la esclava del SEÑOR -respondió María al ángel sencillamente-. Que haga conmigo como ha dispuesto y tú me has dicho». Estaba dispuesta a aceptar lo que Dios decidiera.
No hizo preguntas, ni puso condiciones; puesto que había sido Dios Quien lo había decidido, a Él le correspondía cuidarse de todos los detalles y resolver todos los problemas. La actitud de María fue la de una mujer creyente y obediente a la voluntad de Dios. Bien la definió su pariente Elisabeth cuando le dijo: "¡Bendita seas por haber creído que se cumplirá lo que Dios te ha anunciado!» (Lucas 1:45).
También es ejemplar la sencillez y la humildad con que María recibió el mensaje de Dios que había de transformar radicalmente su vida. No tenemos ni el más mínimo indicio de que se considerara digna de aquel honor, ni de que creyera merecer ningún trato especial de los hombres o de Dios por ser la madre del Mesías.
 Lejos de recluirse en algún lugar seguro, en el pasaje siguiente 1a veremos emprender un molesto viaje, sin duda para ir a ayudar a Elisabeth en las molestias del embarazo en edad muy avanzada.
Aquel extraordinario favor de Dios, la más grande bienaventuranza que podía recibir una mujer, le traería muchas pruebas, como la huida y el destierro, hasta la suprema de ver a su amado hijo en la cruz. Bien se lo anunciaría Simeón: «Y en cuanto a ti, una espada te atravesará el alma...» (Lucas 2:35).
 
1.5. Pedro: Lucas 5:10:

“y asimismo de Jacobo y Juan, hijos de Zebedeo, que eran compañeros de Simón. Pero Jesús dijo a Simón: No temas; desde ahora serás pescador de hombres”.



         Véase------> Parte II:

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