Parte II:
LA RESURRECCIÓN DEL HIJO DE DIOS:
(Juan 20:1-31)
Por: Pastor: Carlos Ramírez Jiménez:
El verbo vio en
el v. 12 traduce el término griego que significa “contemplar detenidamente” y
está en el tiempo presente, no aoristo. Esta es la única mención de ángeles en
este Evangelio. Ella vio lo que los discípulos no vieron y ellos vieron lo que
ella no vio. Por lo menos, no se menciona que ella haya visto los lienzos y el
sudario. Los discípulos no vieron a los ángeles porque seguramente ellos no se
habían presentado todavía. Es probable que los mismos ángeles, estando en el
lugar donde había sido puesto el cuerpo de Jesús, estuvieran cubriendo los
lienzos. Marcos dice que María Magdalena y otras dos mujeres entraron en la
tumba y vieron “a
un joven sentado al lado derecho, vestido de una larga ropa blanca, y se
asustaron” (16:5). Lucas describe a “dos varones con vestiduras
resplandecientes” (24:4). Algunos sugieren que Juan menciona sólo a
María Magdalena por ser ella la que informó a los discípulos y fue ella a quien
Jesús se manifestó primero.
Nótese: el detalle preciso de la ubicación de
los dos ángeles, a la cabecera y a los pies. Se supone que el autor obtuvo la
descripción de lo que pasó directamente de María Magdalena.
Los ángeles se
dirigen a María Magdalena con Mujer, un título de respeto y aun de ternura (ver
2:4). Lucas registra otra pregunta de los ángeles: “¿Por qué buscáis entre los muertos al
que vive?” (24:5). María lloraba no sólo por la muerte de Jesús,
sino porque pensaba que alguien, al robar el cuerpo, lo habría profanado, lo
cual sería un tremendo escándalo.
Morris cita a Lenski quien comenta sobre la pregunta de los ángeles: “De veras,
¿por qué está llorando? Nosotros todos habríamos tenido causa de llorar por
toda la eternidad si lo que ella deseaba se le hubiera dado, ¡el cuerpo muerto
de su Señor!”.
La respuesta de
María a los ángeles es casi idéntica a lo que había informado a los discípulos
(ver v. 2), pero aquí el verbo es no sé en vez de “no sabemos”, indicando que ella
no estaba acompañada en este momento. Evidentemente no se le ocurrió que Jesús
hubiera resucitado. Después de este breve encuentro, los ángeles desaparecen
del escenario.
De repente,
María Magdalena se daba cuenta de que alguien estaba parado detrás de ella y se
volvió para ver (v. 14), pero sus ojos estaban tan llenos de lágrimas, o el
cuerpo resucitado de Jesús era tan distinto, que no lo reconoció. El verbo vio,
en el tiempo presente, traduce el término griego que significa “contemplar”.
De modo que no
era una mirada rápida, sino que quedó contemplándolo. A pesar de esto no lo
reconoció. Comentando sobre los dos discípulos que iban en camino a Emaús,
Marcos dice que Jesús “apareció en otra forma” (16:12), es decir, en
una forma distinta a lo que ellos habían conocido antes.
Beasley-Murray cita a Westcott, quien comenta sobre este pasaje que una pequeña reflexión
mostrará que las formas exteriores especiales en que el Señor se complació en
hacerse visible a sus discípulos no estaban más conectadas necesariamente con
su persona glorificada que las túnicas que vestía.
La primera
pregunta de Jesús, Mujer, ¿por qué lloras? (v. 15), es idéntica a la de los
ángeles (v. 13), pero la segunda es distinta.
Morris llama la atención al hecho de que Jesús
pregunta: ¿A quién…? y no: ¿Qué buscas? Esta manera de preguntar
tendría que haber iniciado a María en el camino correcto, porque estaba
buscando un objeto, un cadáver, y no una persona viva. Lógicamente ella suponía
que un hombre en el huerto a esa hora de la mañana sería el jardinero.
Nótese: que María no contesta las dos preguntas
de Jesús, ni menciona el nombre de la persona que buscaba. Ella concluye
erróneamente que el “jardinero” sería responsable por la desaparición
del cuerpo de Jesús.
La expresión si
tú lo has llevado es una frase condicional de primera clase que da por sentado
la realidad de la premisa y puede traducirse: “Puesto que tú lo has llevado…”. Es
la tercera vez que ella expresa el pensamiento de que alguien había robado el
cuerpo de Jesús (vv. 2, 13, 15), pero aquí cambia el verbo traducido has
llevado a uno que es esencialmente un sinónimo. Probablemente no hay una
intención de cambiar el significado, sino que, como es común en este Evangelio,
al autor le gusta variar los términos con sinónimos. Sin embargo, Lindars piensa que quizá la idea aquí es
la de robar el cuerpo (ver 12:6). La expresión dime dónde lo has puesto, y yo
lo llevaré despierta dos preguntas. Ella no dice qué es lo que pensaba hacer
con el cuerpo, pero se supone que su intención sería de darle una sepultura
decente, según las costumbres judías. Varios preguntan cómo pensaba ella sola “llevar”
el cuerpo de Jesús, pero es que en su tristeza no habría calculado la
dificultad de realizar lo que pensaba hacer, o quizá pensaba alistar a otros
para ayudarle.
Juan aclara en
el v. 16 que María responde en hebreo, o mejor dicho en arameo, que era el
idioma usado entre los discípulos, y por eso él traduce el título al griego.
Plummer sugiere que la traducción que Juan le
da al título hebreo, al referirse a Jesús, indica que la fe de María todavía es
imperfecta, pues era un título que se usaba comúnmente para los maestros (didaskalos G1320) de su día. Uno pensaría que
María hubiera captado la identidad del “jardinero” por el tono de su voz, pero no fue
así. Fue cuando Jesús pronunció su nombre personal que la revelación gloriosa
de la presencia del Cristo resucitado invadió su mente. Parece que hubo algo en
la manera en que Jesús pronunció su nombre que la sacudió del estupor de su
tristeza, o el mismo hecho de que este extraño la hubiera conocido por nombre.
Ella se volvió
antes (v. 14) para mirar a Jesús, pero no lo reconoció, y se volvió de nuevo
hacia la tumba. Esta vez era distinto; en un instante todas las dudas fueron
disipadas, sus lágrimas y la tristeza que habían consumido su corazón
desaparecieron, estaba frente a frente con la más grande “señal” de los siglos. Beasley-Murray describe el encuentro: María contestó a Jesús en la manera
en que ella estaba acostumbrada a dirigirse a él, marcada solo con la sorpresa
que era apropiada para la circunstancia:
¡Raboni! Todo el amor, la fe y el gozo
de que era capaz su mente y corazón iluminado fueron volcados en esa palabra: “¡Maestro!”. El Pastor había llamado a su “oveja”
por nombre y ésta reconoció la voz y respondió con inmenso gozo (ver 10:3 s.).
El v. 17, al ser comparado con los Sinópticos, presenta algunos problemas. La RVA.,
traduce el verbo dijo como aoristo, pero está en el tiempo presente descriptivo: “Jesús le
dice”. El verbo traducido Suéltame, realmente significa “deja de
tocarme”. El tiempo presente del imperativo significa la prohibición
de continuar una acción que ya había comenzado. La RVR-1960 lo traduce “no me toques”.
Parece que la reacción natural de María Magdalena era de prenderse a Jesús
como una expresión de adoración, o como un intento de impedir que se fuera. Se
pregunta por qué se prohíbe la continuación de tocarle en esta ocasión cuando
en la segunda aparición se dice que varias mujeres “acercándose… abrazaron sus pies y le
adoraron” (Mt. 28:9). También, una semana más tarde invita a Tomás a
tocarle (ver v. 27). Bernard y otros
procuran resolver la dificultad suponiendo que el verbo original, que según
ellos significaba “no te alarmes”, haya sido corrompido por un
verbo muy parecido al que tenemos ahora en el texto bíblico. La razón que Jesús
le da por esta prohibición es que aún no he subido al Padre. No es del todo
claro qué tiene que ver esta afirmación con la prohibición.
Quizás Jesús
estaba recordándole que estaba en una transición de su vida terrenal, cuando la
relación física era normal, a su ministerio celestial, cuando ya la relación
física cedería el lugar a una relación espiritual. Lindars dice que en un
sentido esta afirmación no es verdad, porque él ya había ido al Padre por medio
de su muerte y resurrección. Es verdad solo en que las apariciones son un
acomodo a las necesidades de los discípulos mientras que ellos se ajustan a la
nueva situación.
En vez de
permitir que ella se quedara prendida de sus pies, Jesús le envió en una misión: ve a mis hermanos y diles. Ella
tendría el honor de ser la primera predicadora de la resurrección y ascensión de
Jesús. El término mis hermanos, normalmente una referencia a sus propios hermanastros
(ver 2:12; 7:3, 5, 10; Mt. 12:50), aquí se refiere a los once discípulos.
Hay otro caso
donde Jesús se refiere a sus discípulos como “mis hermanos” (Mt. 28:10). Es
cierto que sus hermanastros no habían creído en él durante su ministerio
terrenal (ver 7:5), pero pronto después de la resurrección llegaron a la fe en
él como el Hijo de Dios (ver Hech. 1:14). La afirmación Yo subo a mi Padre y a
vuestro Padre, a mi Dios y a vuestro Dios indica una relación que Jesús gozaba
con el Padre que era distinta a la que tenían los discípulos. El contraste
entre los pronombres mí y vuestro apoya este concepto.
Morris cita a Lightfoot, quien comenta que los discípulos nunca deben olvidar
que, mientras que la filiación de él con el Padre como Hijo es por naturaleza y
derecho, la de ellos con el Padre es por adopción y por gracia.
El verbo subo
está en el tiempo presente y Brown
insiste en que debemos mantener la fuerza natural de este tiempo, “estoy subiendo”,
la cual describe acción en progreso.
María entendió
que la referencia de Jesús a “mis hermanos” se refería a sus discípulos (v.
18) y aparentemente en este momento sus hermanastros no figuraban en el grupo.
Es importante el orden de los dos anuncios. Antes de compartir lo que Jesús le
había mandado, compartió su experiencia personal. Mateos-Barreto comenta que no es un anuncio que nace de la lectura
de un hecho (ver 20:8), sino un mensaje recibido de Jesús vivo y presente. Hull agrega que, considerando el hecho
de que María era mujer, que había sufrido el ataque de siete demonios y era
oriunda de Magdala, ciudad famosa por su inmoralidad, es notable que a ella, la
menos indicada según las reglas humanas, le haya sido confiada la noticia más
monumental en la historia de la humanidad.
(2) La Aparición a Los Diez Discípulos, 20:19–23.
Según el arreglo
de A. T. Robertson:
· Primero, la aparición a los diez discípulos que
se describe en esta sección fue la quinta
de once.
· La segunda fue a un grupo de mujeres (Mt.
28:8–10),
· La tercera a los dos discípulos en camino a
Emaús (Mr. 16:12 s.; Lucas 24:13–32), y
· La cuarta el informe de la aparición a
Pedro (Lc. 24:33–35).
· Esta quinta y última aparición que tuvo lugar
en el mismo día de la resurrección, sucedió en horas avanzadas de la noche,
estando ausente Tomás.
Otra postura de
las apariciones de Jesús a sus discípulos según, Charles Ryrie seria ocho veces
y serian así:
v A María
Magdalena y las otras mujeres (Mt.28:8-10; Mr.16:9-10; Jn.20:11-18);
v A Pedro,
probablemente por la tarde (Lc.24:34; 1 Cor.15:5);
v A los discípulos
caminos de Emaús, hacia el anochecer (Lc.24:13, 32; Mr.16:12);
v A los
discípulos, excepto Tomás en el aposento alto (Lc.24:36-43; Jn.20:19-25);
v A los
discípulos, incluyendo a Tomas, al domingo siguiente por la noche (Mt.16:14;
Jn.20:26-29;
v A siete
discípulos juntos a mar de Galilea (Jn.21:1-24);
v A los apóstoles
y a más de 500 hermanos y a Jacobo el hermano medio de Jesús (1 Cor.15:6-7); y
v A los que fueron
testigos de Su Ascensión (Mt.28:18-20; Mr.16:19; Lc.24:44-53; Hech.1:3-12).
Se relata
también en Marcos 16:14 y Lucas 24:36–43. Aunque el relato de Juan es paralelo
al de Lucas, cada uno enfatiza los aspectos que le importan más. En el relato
de Lucas, Jesús mostró a los discípulos sus manos y pies, pero en Juan les
mostró sus manos y el costado. Lucas describe el temor de los discípulos al ver
a Jesús, pensando que era un fantasma, pero no menciona el soplo, ni el
Espíritu Santo, ni la autoridad de perdonar o retener los pecados.
Vemos en esta
sección una declaración explícita de la relación entre el ministerio terrenal
de Jesús y la misión de los discípulos. Hull
opina que las apariciones tenían el propósito de efectuar una transición de lo
visible a lo invisible, de lo temporal a lo eterno, de lo limitado a lo
universal, de lo físico a lo espiritual. En medio de esta situación, la iglesia
también estaba experimentando una transformación: de un grupo temeroso a uno confiado, de espectador a
testificador, de impotente a lleno del Espíritu Santo, de uno vacilante a uno
autoritativo.
Nótese: la precisión y el lujo de detalles que
el autor presenta en el v. 19. Aunque era una hora muy tarde, quizá cerca de la
medianoche, siendo ya el segundo día de la semana según el método judío de calcular
los días, Juan lo describe como el primero de la semana, o literalmente: “en el día
aquel en el primero de sábados” (ver v. 1). Los discípulos habían
regresado de Emaús y era tarde cuando comenzaron el regreso, un viaje de unos
11 km (Lc. 24:29, 33).
Con la expresión
estando las puertas cerradas, o “bien cerradas”, Juan cumplió dos propósitos: recordaba que el miedo a los judíos
seguía siendo una realidad, pero también quería aclarar que la entrada fue un
milagro en sí. Debemos entender que cerradas significa “cerradas con llave”. Jesús no
llamó a la puerta y nadie se la abrió. Solo Juan menciona este detalle y quiere
dejar constancia de que Jesús pasó por la puerta cerrada (ver v. 26). Después
de la resurrección, el cuerpo de Jesús no estaba sujeto a las leyes del cuerpo
físico, pues no era visible ni tangible; sin embargo, él se hizo visible y
tangible para convencer a los discípulos de la realidad de su resurrección.
Plummer comenta que antes de la crucifixión era
visible a menos que deseara ser invisible, pero después de la resurrección era
invisible a menos que deseara manifestarse visible (ver Lc. 24:31). El grupo
reunido incluía a los once, pero también a otros de sus seguidores, quizás incluyendo
a las mujeres (ver Lc. 24:33).
La salutación “¡Paz a
vosotros!”, Shalom en hebreo, expresa el mismo deseo que Jesús les
comunicó en las últimas palabras antes de su arresto y crucifixión (14:27;
16:33; ver 1 Sam. 25:6; Lc. 24:36). Se piensa que los discípulos estaban
reunidos en el mismo aposento alto donde Jesús comió la última cena con ellos.
Morris comenta que, después de la conducta de
los discípulos durante el arresto y los juicios, ellos podrían esperar una
reprensión, pero recibieron una promesa de paz. Sin embargo, Marcos relata que
Jesús “les
reprendió por su incredulidad y dureza de corazón, porque no habían creído a
los que le habían visto resucitado” (16:14).
Jesús les mostró
las manos y el costado para asegurarles que era el mismo que había sido
crucificado, es decir, una prueba inconfundible de su identidad y de su misión
cumplida.
Hull comenta que las marcas en sus manos y
costado eran prueba de la victoria por la cual él había hecho posible la
verdadera paz que les había prometido. Ellos no habían creído por el testimonio
de algunos de los suyos que habían visto al Señor resucitado, pero ya no
tendrían más dudas y por eso el tremendo gozo que sentían. El gozo es una de
las bendiciones fundamentales que pertenece a los miembros del reino de Dios
(ver Is. 25:6–9; 54:1–5; 61:1–3).
Él seguía siendo
el Jesús que había caminado con ellos, pero también ahora lo reconocen como su
Señor en el sentido absoluto del título, uno digno de su adoración. De aquí en
adelante Juan empleará este título al referirse a Jesús. La promesa que Jesús
les hizo en el aposento alto de que vendría a ellos (14:18), que ellos lo
verían (14:19) y que su tristeza se transformaría en gozo (15:11; 16:20–24),
ahora se cumplía.
Sus temores ya
se habían calmado y pudieron recibir todo el impacto de la paz que Jesús les
ofrecía. Una condición necesaria para que pudieran cumplir la misión que estaba
por asignarles sería que experimentaran la paz que solo Jesús podría darles. El
verbo ha enviado (v. 21) traduce un verbo griego que significa “enviar con una misión” y de este verbo
se deriva, por transliteración, el término “apóstol”.
Jesús fue “el apóstol” (Heb. 3:1)
del Padre para realizar la misión redentora, la cual ya había cumplido con
absoluta perfección.
Lo que faltaba
sería ofrecer esa redención a todo el mundo, con todos los beneficios
acompañantes. Esa magna misión fue encomendada a los que ya se han beneficiado
de esa redención. El adverbio Como, o “en
la misma manera”, expresa la íntima relación entre la misión asignada a
Jesús por el Padre y la que él asignaba a los suyos (ver 17:18). El verbo envío
está en el tiempo presente; “estoy
enviando”, indica acción continua, y ¡continuará
hasta que él vuelva por segunda vez! Algunos habían comenzado ya esa misión
al anunciar su encuentro con el Cristo viviente con la convicción de su
resurrección. El anuncio de la resurrección llegó a ser un elemento integrante
y básico en el evangelio que los apóstoles anunciaban (ver Hech. 1:22; 2:32;
4:2, 33; 17:32; 23:6; 24:21).
El v. 22 ha intrigado a los creyentes a través de
los siglos.
Morris considera que es importante
notar que el texto no dice que “sopló
sobre ellos”; él entiende que el énfasis es al grupo como representando la
comunidad cristiana y no como individuos. El verbo traducido sopló se encuentra
sólo aquí en el NT., pero casi todos los comentaristas lo relacionan con el
soplo de vida que Dios le dio a Adán en la creación (ver versión LXX de Gn.
2:7).
También, el
mismo verbo se encuentra en la versión LXX de Ezequiel 37:9. El artículo
definido él no está en el texto gr., igual como en 1:33, y quizás debe
eliminarse de la traducción. Algunos ven una importancia en esta omisión; por
ejemplo, que se refiere a un “don
impersonal” del Espíritu en contraste con un “don personal”.
Sin embargo, Brown refuta tal distinción, señalando
que se omite el artículo particular en pasajes donde se refieren al Espíritu en
el pleno sentido neo testamentario del término (ver Hech. 2:4).
Anécdota: Oportunidades perdidas Jesús dijo a sus discípulos: “Como me ha
enviado el Padre, así también yo os envío a vosotros” (20:21).
Lamentablemente, en algunas ocasiones, perdemos las oportunidades que se nos
ofrecen.
Guillermo Barclay habla de una de estas
oportunidades históricas.
En 1,271 Nícolo y Maffeo Polo estuvieron en la corte de Kubla Khan, cuyo imperio se extendía desde las montañas Urales
hasta los Himalayas, y desde el Danubio hasta el mar de China. Kubla Khan les dijo: “Quiero que regresan al Papa y le pidan
que envíe cien misioneros a la China; yo me convertiré al cristianismo, y todos
mis hombres importantes llegarán a ser cristianos; todo mi país llegará a ser
cristiano, y habrá más cristianos en el Este de los que jamás haya habido en el
Oeste”.
Cuando los
hermanos Polo regresaron a Italia,
presentaron esta petición al Papa, pero él estaba ocupado con la política y no
respondió a esta oportunidad. Durante 18 años no hubo ninguna respuesta a esta
oportunidad única; luego enviaron un manojo de misioneros, ¡demasiado tarde y demasiado pocos!
Imagínese lo que
hubiera pasado si el Papa hubiera aprovechado esta oportunidad. La China
hubiera sido cristiana, Japón y la India hubieran sido cristianos, el Medio
Oriente hubiera sido cristiano, y la faz del mundo hubiera sido cambiada. Pero
la Iglesia rechazó la oportunidad; ¡estaba
ocupada en otras cosas! Verdaderamente, esa fue una gran oportunidad
perdida.
Citado por William Barclay, The Life of Jesus for
Everyone (La vida de Jesús para todos).
La pregunta es la siguiente: ¿Les dio en ese
momento el Espíritu Santo, o apuntaba a la venida del Espíritu Santo en
Pentecostés?
Lindars, Vincent y muchos otros opinan que aquí
se trata de una acción simbólica en que cumple la expectación de 1:33 y la
promesa del Paracleto (ver 7:39). Esto sugiere que Juan contemplaba la
constitución de la iglesia después de la resurrección como una especie de nueva
creación.
G. Campbell Morgan lo describe como un “soplo
profético”. Otras enseñanzas de Jesús indican que la venida del
Espíritu Santo tendría lugar cuando él regresara al Padre (ver 14:16, 26; 16:7,
13).
Plummer acota que debemos considerar el soplo no
meramente como un emblema del Espíritu (ver 3:8), sino como el medio por el
cual el Espíritu les
Véase------> Parte III:
No hay comentarios.:
Publicar un comentario