Parte I:
LA
CRUZ:
(Gálatas 3:13)
Pastor: Carlos Ramírez Jimenéz:
“Cristo nos redimió de la maldición de la ley, hecho por
nosotros maldición (porque está escrito: Maldito todo el que es colgado en
un madero”.
(Gálatas 3:13)
Introducción:
Mientras visitaba la Paz-Bolivia, una noche
particularmente despejada tuve la oportunidad de ver la Cruz del Sur. Ubicada en el
hemisferio sur, esta constelación es una de las más visibles.
Ya en el siglo XV, los marineros y los
navegantes comenzaron a basarse en ella para determinar su posición y navegar
por los mares. Aunque es relativamente pequeña, se ve durante casi todo el año.
Aquella noche, la Cruz del Sur brillaba tanto en medio de la noche oscura y
friolenta, que aun yo pude distinguirla entre el cúmulo de estrellas. ¡Fue una
vista realmente magnífica!
Este término no
figura en el AT., pero fuera de Israel la crucifixión era un suplicio común a
diversos pueblos de la antigüedad. (CRUCIFIXIÓN). Se ve del relato de la
crucifixión que la cruz era de madera (Col. 2:14), pesada, pero que un hombre
robusto podía portar (Mt. 27:32; Mr. 15:21; Lc. 23:26; Jn. 19:17); es por ello
dudoso que tuviera las inmensas dimensiones con que aparece en ciertas
representaciones artísticas. Era levantada antes o después de haberse fijado en
ella la víctima, aunque es probable que en la mayor parte de los casos fuera
antes. Los tres principales tipos de
cruz son:
(a) La cruz llamada generalmente cruz de
San Andrés, que tiene forma de X.
(b) Una cruz análoga a la letra T.
(c) La cruz que conocemos en forma de puñal.
Es probable que la cruz de Cristo
tuviera la forma del tipo (c), como comúnmente se representa artísticamente,
por cuanto permitía mejor que las otras la fijación, en la parte superior, de
un cartel con el nombre, el título, y el crimen del reo (Mt. 27:37; Mr. 15:26;
Lc. 23:38; Jn. 19:19).
Hasta la muerte de Cristo, e incluso
después, la cruz suscitó el horror y la repulsión, como sucede en nuestros días
con el cadalso (Jn. 19:31; 1 Co. 1:23; Gál. 3:13; Fil. 2:8; He. 12:2; 13:13).
Llevar
la cruz significa así incurrir en el oprobio y las calumnias. Después de la
crucifixión, los discípulos más ardientes asumieron una actitud totalmente
diferente a este respecto.
Pablo se gloriaba de la cruz de Cristo
(Gál. 6:14), lo que significaba, para el apóstol, el perdón de los pecados
gracias a Cristo, la muerte y resurrección con Él (Ef. 2:16; Col. 1:20).
Jesús mismo empleó la cruz en sentido
figurado y espiritual (Mt. 10:38; 16:24). Antes de la era cristiana, los
caldeos, fenicios, egipcios, y numerosos pueblos de oriente, empleaban la cruz
bajo una u otra forma, como símbolo sagrado.
Los españoles la
descubrieron en el siglo XVI entre los indios de Méjico y de Perú, pero con un
significado totalmente distinto al que tiene para nosotros.
1. Según El Diccionario Bíblico Cruz:
Cruz:
Etimología:
Hebreo: êts = "árbol";
Griego: staurós = "estaca", "palo",
"cruz".
Poste enterrado en la tierra en posición
vertical, a menudo con un trozo perpendicular a él, en su parte superior, para
formar una T o una cruz. La
crucifixión: era un método característico de ejecución romana.
Sin embargo, nunca se aplicaba a
ciudadanos romanos, pues esta forma de castigo se reservaba para las personas
más despreciadas:
los esclavos, los peores criminales y los no romanos.
Al someterse a esa forma de muerte,
Cristo se humilló hasta lo sumo (Filipenses 2:8). Sobre todos los crucificados se pronunciaba
una maldición (compare Deuteronomio 21:23;
Gálatas 3:13). Parece que este modo de
ejecución fue introducido en Palestina por Antíoco Epífanes c 165 a.C. La lenta muerte en la cruz era verdaderamente
horrenda, porque las víctimas seguían viviendo muchas horas, y a veces hasta
varios días.
Entre los judíos, la forma más corriente
de ejecución era el apedreamiento, aunque también existía la posibilidad del
ahorcamiento o del empalamiento de los cuerpos muertos sobre una viga o un
árbol para exponerlos a la vergüenza pública (Deut. 21:22, 23). El Salvador habló de la cruz como de un símbolo
de sacrificio propio (Mateo 10:38; 16:24).
Como lo proclamaron los apóstoles, el
evangelio estaba centrado en la crucifixión y resurrección de nuestro Señor (1
Corintios 2:2; etc.), y con Pablo la cruz llegó a ser un término abarcante para
hablar del mensaje de salvación mediante Cristo (1 Cor.1:18; Gál. 6:14;
Filp.3:18; Col.1:20).
"Y yo, si fuere levantado de la tierra -dijo Jesús-, a
todos atraeré a mí mismo" (Juan 12:32).
141. Cruz estucada con lo que parece ser
un reclinatorio para orar enfrente de ella. Se la descubrió en 1939 en una casa
de Herculano, vivienda que fue destruida en el 79 d.C. por efectos de la
erupción del volcán Vesubio.
Una de las cruces aparentemente
cristianas más tempranas que se haya encontrado hasta ahora es la que se grabó
en la pared estucada de una casa de Herculano, descubierta en 1939. Debajo de ella hay un pequeño gabinete de
madera que se cree haya sido un reclinatorio para orar o un altar (fig.
141).
Otras cruces antiguas fueron grabadas en
osarios (receptáculos para los huesos), tal vez cristianos, en Jerusalén. Véanse Ahorcar; Barrabás; Clavo. Bib.: FJ-AJ xii.5.4.
2. CRUZ, CRUCIFIXIÓN:
Los
términos:
Griego: para “cruz”: stuaros;
verbo: stuarooµ;
Latín:
crux,
crucifigo, ‘aseguro
a una cruz’.
Significa en primer lugar estaca o viga
vertical, y secundariamente estaca utilizada como instrumento de castigo y
ejecución. Se emplea en este último sentido en el Nuevo testamento. Cruz
Egipcia:
El sustantivo aparece 28 veces y el
verbo 46. El Antiguo Testamento no registra la crucifixión de criminales vivos
(stuorooµ
en la Septuaginta [Biblia Griega de los LXX] de Ester 7:10 corresponde al hebreo
taµlaÆ, que significa ‘colgar’). Las ejecuciones se llevaban a cabo
por apedreamiento.
Sin embargo, ocasionalmente se colgaban
cadáveres en los árboles como advertencia (Dt. 21:22–23; Jos. 10:26). Dichos
cadáveres se consideraban malditos (de aquí Gál. 3:13), y tenían que quitarse y
enterrarse antes de la caída de la noche (compárese Jn. 19.31). Esta práctica
explica la referencia neotestamentario a la cruz de Cristo como un “madero”
(Hch. 5:30; 10:39; 13:29; 1 P. 2:24), símbolo de humillación.
Los fenicios y los cartagineses practicaban
la crucifixión, y más tarde los romanos la aplicaron ampliamente. Sólo los
esclavos, los provincianos, y los tipos más bajos de criminales se
crucificaban, pero raramente se crucificaba a un ciudadano romano. Así, la
tradición según la cual Pedro, como Jesús, fue crucificado, pero Pablo
decapitado, concuerda con la práctica en la antigüedad:
- Aparte del poste
vertical (crux simplex) en el que se ataba o empalaba a la víctima, existían
tres tipos de cruz.
- La crux commisa (cruz de san Antonio)
tenía la forma de una mayúscula, que
algunos creen derivada del símbolo del dios Tamuz, la letra tao;
- La crux decussata (cruz de san Andrés)
tenía la forma de la letra;
- La crux immissa era la conocida cruz de
dos barras, que según sostiene la tradición fue la cruz en la que murió nuestro
Señor (Ireneo, Haer. 2. 24. 4).
Este parecer se ve reforzado por las
referencias en los cuatro evangelios (Mt. 27:37; Mr. 15:26; Lc. 23:38; Jn. 19:19–22)
al título que se colocó en la cruz encima de la cabeza de Cristo.
Cuando se condenaba a un criminal, era
costumbre azotar a la víctima con el flagellum, que era un látigo con
correas de cuero, lo que en el caso de nuestro Señor sin duda lo debilitó mucho
y aceleró su muerte.
Luego se le hacía llevar la viga
transversal (patibulum), como un esclavo, hasta el lugar de su tortura y
muerte, siempre fuera de la ciudad, mientras un heraldo iba delante de él con
el “título”,
o sea la acusación escrita. Fue este patibulum, no toda la cruz, lo que
Jesús no pudo llevar a causa de su debilidad, y que Simón de Cirene llevó en su
lugar. Se desnudaba completamente al condenado, se lo colocaba en tierra con la
viga transversal debajo de los hombros, y se ataban o clavaban allí los brazos
o las manos (Jn. 20:25).
Luego se levantaba esta viga y se la
fijaba en el poste vertical hasta que los pies de la víctima, que entonces se
ataban o clavaban, apenas dejaban de tocar el suelo, y no alto como se ve con
frecuencia en las ilustraciones. Una clavija (sedile) proyectada hacia
adelante generalmente soportaba la mayor parte del peso del cuerpo del
condenado, que se sentaba a horcajadas en la misma.
Luego se dejaba a la víctima para que
muriera de sed y agotamiento. A veces se aceleraba la muerte mediante el crurifragium
o quebradura de las piernas, como se hizo con los dos ladrones, pero no con
nuestro Señor, porque ya estaba muerto. No obstante, se le clavó una lanza en
el costado para mayor seguridad, a fin de poder quitar su cuerpo antes del día
de reposo, como demandaban los judíos (Jn. 19:31ss).
Al parecer el método de crucifixión
variaba en diferentes partes del imperio romano. Los escritores seculares de la
época evitaban relatar detalladamente esta forma de castigo, la más cruel y
degradante de todas las existentes en esa época. Pero recientes hallazgos
arqueológicos en Judea han arrojado nueva luz al respecto.
En el verano de 1968 un equipo
arqueológico dirigido por V. Tzaferis descubrió cuatro tumbas judaicas en Givat
ha-Mivtar (Ras el-Masaref), cerca de Jerusalén, en las que se encontró un
osario que contenía los únicos huesos existentes de un hombre (joven) que fue
crucificado, y que datan probablemente de entre el 7 y el 66 después de la era
cristiana, a juzgar por la alfarería herodiana allí encontrada.
Tiene grabado el nombre Johanán. Se ha
llevado a cabo una prolija investigación sobre las causas y la naturaleza de su
muerte, lo que podría ilustrar considerablemente la forma en que murió nuestro
Señor.
Los brazos (no las manos) del joven
fueron clavados al patibulum, la viga transversal, lo que podría indicar que en
Lc. 24:39; Jn. 20:20, 25, 27 debería traducirse “brazos”. El peso del cuerpo
posiblemente lo soportaba una plancha (sedecula) clavada al simplex, el
poste verocal, como soporte de las nalgas.
Las piernas estaban dobladas en las
rodillas y vueltas hacia atrás, de modo que las pantorrillas estaban paralelas
al patibulum
o travesano,
con los tobillos por debajo de las nalgas. Un clavo de hierro (que todavía
permanecía en su lugar) atravesaba ambos talones, con el pie derecho encima del
izquierdo.
Un
fragmento indica que la cruz era de madera de olivo. Ambas piernas
habían sido quebradas, presumiblemente por un fuerte golpe, como lo que se hizo
con los dos que murieron con Jesús en Jn. 19:32.
Si Jesús murió de la misma forma,
seguramente sus piernas no estaban completamente extendidas, como
tradicionalmente nos muestra el arte cristiano. Los músculos retorcidos de las
piernas deben haberle causado fuertes dolores, con contracciones espasmódicas e
intensos calambres. Esto podría explicar por qué tardó menos tiempo en morir
(seis horas), a lo que sin duda contribuyó la flagelación previa.
Los escritores contemporáneos la
describen como la más dolorosa de las muertes. Los evangelios, sin embargo, no
ofrecen una descripción detallada de los sufrimientos físicos de nuestro Señor,
sino que simple y reverentemente dicen que “le crucificaron”.
Según Mt. 27:34, nuestro Señor rehusó
todo tipo de alivio para sus sufrimientos, seguramente a fin de conservar hasta
el final la claridad mental en el cumplimiento de la voluntad de su Padre. Esto
explica que haya podido consolar al ladrón agonizante y pronunciar las
restantes siete palabras maravillosas desde la cruz.
El interés que demuestran los escritores
neotestamentarios en la cruz no es ni arqueológico ni histórico, sino
cristológico. Les interesa el significado eterno, cósmico, y soteriológico de
lo que ocurrió, una vez y para siempre, en la muerte de Jesucristo, el Hijo de
Dios, en la cruz.
Desde el punto de vista teológico, la
palabra “cruz”
se utilizó como descripción sumaria del evangelio de salvación, de
que Jesús “murió
por nuestros pecados”. De modo que la “predicación del evangelio” es “la palabra de
la cruz”, la “predicación del Cristo crucificado” (1 Cor.
1:17ss). Por ello el apóstol se gloría “en la cruz de nuestro Señor Jesucristo”, y
habla de sufrir persecución “a causa de la cruz de Cristo”. Resulta claro
que la palabra “cruz”
representa aquí el anuncio completo y jubiloso de nuestra redención por medio
de la muerte expiatoria de Jesucristo.
“La palabra de la cruz” es también “la palabra de la reconciliación”
(2 Cor. 5:19). Este tema surge claramente en las epístolas a los Efesios y a
los Colosenses. Es “mediante la cruz” que Dios ha reconciliado a
judíos y gentiles, derribando la pared intermedia de separación, la ley de los
mandamientos (Ef. 2:14–16). Es “mediante la sangre de su cruz” que Dios ha
hecho la paz, reconciliando “consigo todas las cosas” (Col. 1:20ss). Esta
reconciliación es a la vez personal y cósmica, y se produjo porque Cristo ha
anulado el acta de los decretos que había contra nosotros, que nos era
contraria, “clavándola
en la cruz” (Col. 2:14).
La cruz, en el Nuevo testamento, es
símbolo de vergüenza y humillación, como así también de la sabiduría y la
gloria de Dios reveladas por medio de ella. Roma la utilizó no solamente como
instrumento de tortura y ejecución sino también como picota vergonzosa,
reservada para los peores y más bajos criminales. Para los judíos era señal de
maldición (Dt. 21:23; Gál. 3.13).
Esta fue la muerte que murió Jesús y por
la cual clamaba la multitud. “Sufrió la cruz, menospreciando el oprobio”
(Heb. 12:2). El peldaño más bajo en la escala de la humillación de nuestro
Señor fue que soportó la “muerte de cruz” (Filp. 2:8).
Es por ello que fue piedra de tropiezo
para los judíos (1 Cor. 1:23; compárese Gál. 5:11). El vergonzoso espectáculo
de una víctima que llevaba su patibulum les resultaba tan familiar
a sus oyentes que Jesús habló tres veces del camino del discipulado como el de
llevar la cruz (Mt. 10:38; Mr. 8:34; Lc. 14:27).
Además, la cruz es el símbolo de nuestra
unión con Cristo, no simplemente en virtud de que seguimos su ejemplo, sino en
virtud de lo que él ha hecho por nosotros y en nosotros. Por su muerte
sustitutiva en la cruz nosotros morimos “en él” (compárese 2 Cor. 5:14), y “nuestro viejo
hombre fue crucificado juntamente con él”, para que por medio de su
Espíritu, que mora en nosotros, pudiésemos andar en vida nueva (Rom. 6:4ss; Gál.
2:20; 5:24ss; 6:14), permaneciendo “en él”.
3. Qué Significa La Cruz:
(1) el instrumento de tortura hecho de madera,
(2) la cruz como una representación simbólica de
redención y
(3) muerte en la cruz, o sea, crucifixión. La
palabra se deriva del lat. Cruz. La cruz de madera existía en cuatro diferentes
formas:
1) la crux
immisa, el tipo generalmente presentado en arte, en la cual el madero
vertical se extiende sobre el madero que forma la cruz, que tradicionalmente se
considera la forma de cruz en la cual Jesús sufrió y murió;
2) la crux
commissa o “Cruz de San Antonio”
en la forma de la letra “T”;
3) la cruz griega, en la cual los maderos
vertical y horizontal de la cruz son de igual tamaño; y
4) la crux
decussata o “Cruz de San Andrés”,
en la forma de la letra “X”.
La crucifixión era una de las formas más
crueles y bárbaras de muerte conocidas al hombre. Se practicaba, especialmente
en tiempos de guerra, por los fenicios, cartagineses, egipcios y más tarde por
los romanos. Era tan pavorosa que, incluso en la era precristiana, los cuidados
y dificultades de la vida se comparaban con frecuencia a una cruz. La agonía de
la víctima crucificada la causa:
(1) el
carácter doloroso pero no fatal de las heridas infligidas,
(2) la
posición anormal del cuerpo, que el más ligero movimiento causaba tortura
adicional y
(3) la
fiebre traumática inducida por estar colgado durante un período tan largo de
tiempo.
En 1 Cor.1:17, la predicación (kerygma)
de la cruz se manifiesta como la divina locura en contraste con la sabiduría
terrenal. En Ef.2:16 se presenta como el medio de reconciliación. En Col.1:20
la paz se ha efectuado a través de la cruz. En Col.2:14 los castigos de la ley
han sido removidos del creyente por la cruz.
El hecho de que Pablo, siendo un romano,
para quien uno crucificado era objeto de desprecio (1 Cor.1:17), y como un
hebreo piadoso, para quien alguien colgado era maldito (Gal.3:13), llegó a
gloriarse (Gal.6:14) en la cruz sería uno de los absurdos de la historia si no
fuera por el hecho de que el Apóstol reconocía al Crucificado como el Cristo de
Dios (Gal.2:20).
¿Cuál
fue la razón física de la muerte de Cristo? Recientes estudios médicos han
buscado una respuesta a la cuestión. Cuando a una persona se le suspende por
sus dos manos, la sangre rápidamente se va hacia las extremidades inferiores
del cuerpo. Dentro de los seis a 12 minutos siguientes, la presión sanguínea ha
bajado a la mitad, en tanto que el pulso se ha duplicado.
Al corazón se le priva de sangre y el
desmayo sigue. La muerte durante la crucifixión se debe a la falla del corazón.
Las víctimas de crucifixión generalmente no sucumben por dos o tres días. Se
apresuraba la muerte mediante el “crucifragio” o rompimiento de las
piernas. Pero cuando llegaron a Jesús, como le vieron ya muerto, no le
quebraron las piernas (Juan 19:33). A veces se encendía un fuego bajo la cruz
para que el humo sofocara a la víctima.
Entre los
judíos, un tipo de poción estupefaciente fue preparada por las piadosas mujeres
de Jerusalén, bebida que Cristo rechazó (Marcos 15:23). A esa clase de muerte
tan cruel se humilló quien era coigual con Dios (Filp.2:5).
4.
Según El Diccionario De Teología:
CRUZ: Los
evangelistas orientan toda 1a narración de la vida histórica de Jesús hacia la
pasión. La pasión constituye entonces no una simple conclusión, sino la meta,
la fase decisiva y culminante de esa historia. Cruz Gnóstica:
Y la cruz es por
consiguiente como el punto de gravedad hacia el que tiende la vida de Jesús. Y
la razón de esta orientación se encuentra en él, es decir, en la fidelidad
absoluta al Padre en la que tradujo todo su amor filial.
Queriendo señalar los "sentimientos"
(comp. Filp. 2:5) que marcaron su ilusión, hay que hacer referencia a la
obediencia incondicionada, a la entrega total, a la confianza ilimitada: tales son las
características esenciales y al mismo tiempo las formas de actuación de un amor
que le costó a Jesús toda una vida puesta a disposición de la voluntad del
Padre y ofrecida por la salvación del mundo. Expropiándose radicalmente de sí,
al afrontar la «prueba» crucial de la pasión, hizo de su propia muerte, aceptada
con plena libertad por amor, el acontecimiento con el que llevó a término la
obra de Revelador de Dios y de Salvador del mundo (comp. Jn. 19:30).
Sólo cuando fue «elevado de la tierra", el
Hijo de Dios estuvo en disposición de "atraer» a todos hacia sí (cf. Jn.
12:32), y a que sólo cuando fue clavado en la cruz se convirtió de forma
definitiva en Palabra e Imagen de Dios, que es Amor. Haciéndose carne y carne «crucificada"
por amor, se hizo amor crucificado.
La cruz, por tanto, es la Última
palabra, la más elocuente, con la que él, la Palabra en persona, reveló y sigue
revelando el rostro paternal misericordioso de Dios. Por otra parte, es en su
humanidad glorificada donde indeleblemente representa también al Padre,
haciéndolo visible: «El que me ve a mí, ve al Padre" (Jn. 14:9).
Pues bien, el Señor Resucitado no tiene otro punto de referencia para darse a
conocer y acoger en la fe más que su condición humana, cuyo valor
simbólico-expresivo queda asegurado por los signos que dejó en su cuerpo la
pasión (cf. Lc. 24:36-43; Jn. 20:27).
La reflexión sobre la cruz de Jesús
representa en Última instancia el camino real de acceso al Dios trinitario. El
Crucificado muestra su propia identidad de Hijo "predilecto" del
Padre a través de la actitud oblativa y de la obediencia expresada en el don de
la vida. El Padre participa en la cruz del Hijo «compadeciendo» con él en el
silencio y llevando a término, con la «entregan” -el abandono- del Hijo a la muerte,
el acto de amor realizado por el mundo, cuya concreción histórica está
representada en la encarnación, con su dimensión de envío.
El Espíritu, al ser en Dios la
Persona-Amor que se encuentra en los dos polos de la intimidad más unitiva y de
la donación más extrema, y al estar permanentemente presente en la historia y
en el «corazón» de Jesús, cooperó en su muerte de cruz infundiendole el impulso de amor incondicionado que lo transformó en sacrificio
agradable al Padre (comp. Heb. 9:14). Y desde el momento en que es derramado
por el Padre en el Corazón de los creyentes por la mediación del Crucificado
resucitado (cf. Jn. 19:31-34) y por tanto como don hecho por él al mundo con su
propia oblatividad, representa para la comunidad cristiana el Único exegeta
fiable de Jesús, de la Palabra de Dios hecha carne crucificada por amor.
Véase Parte II:
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