miércoles, 12 de octubre de 2016

Parte I: LA CRUZ: (Gálatas 3:13)

Parte I:
LA CRUZ:
(Gálatas 3:13)

Pastor: Carlos Ramírez Jimenéz:

“Cristo nos redimió de la maldición de la ley, hecho por nosotros maldición (porque está escrito: Maldito todo el que es colgado en un madero”.

(Gálatas 3:13)

Introducción:
Mientras visitaba la Paz-Bolivia, una noche particularmente despejada tuve la oportunidad de ver la Cruz del Sur. Ubicada en el hemisferio sur, esta constelación es una de las más visibles.
Ya en el siglo XV, los marineros y los navegantes comenzaron a basarse en ella para determinar su posición y navegar por los mares. Aunque es relativamente pequeña, se ve durante casi todo el año. Aquella noche, la Cruz del Sur brillaba tanto en medio de la noche oscura y friolenta, que aun yo pude distinguirla entre el cúmulo de estrellas. ¡Fue una vista realmente magnífica!

Este término no figura en el AT., pero fuera de Israel la crucifixión era un suplicio común a diversos pueblos de la antigüedad. (CRUCIFIXIÓN). Se ve del relato de la crucifixión que la cruz era de madera (Col. 2:14), pesada, pero que un hombre robusto podía portar (Mt. 27:32; Mr. 15:21; Lc. 23:26; Jn. 19:17); es por ello dudoso que tuviera las inmensas dimensiones con que aparece en ciertas representaciones artísticas. Era levantada antes o después de haberse fijado en ella la víctima, aunque es probable que en la mayor parte de los casos fuera antes. Los tres principales tipos de cruz son:

(a) La cruz llamada generalmente cruz de San Andrés, que tiene forma de X.

(b) Una cruz análoga a la letra T.


(c) La cruz que conocemos en forma de puñal.

Es probable que la cruz de Cristo tuviera la forma del tipo (c), como comúnmente se representa artísticamente, por cuanto permitía mejor que las otras la fijación, en la parte superior, de un cartel con el nombre, el título, y el crimen del reo (Mt. 27:37; Mr. 15:26; Lc. 23:38; Jn. 19:19).
Hasta la muerte de Cristo, e incluso después, la cruz suscitó el horror y la repulsión, como sucede en nuestros días con el cadalso (Jn. 19:31; 1 Co. 1:23; Gál. 3:13; Fil. 2:8; He. 12:2; 13:13).

Llevar la cruz significa así incurrir en el oprobio y las calumnias. Después de la crucifixión, los discípulos más ardientes asumieron una actitud totalmente diferente a este respecto.
Pablo se gloriaba de la cruz de Cristo (Gál. 6:14), lo que significaba, para el apóstol, el perdón de los pecados gracias a Cristo, la muerte y resurrección con Él (Ef. 2:16; Col. 1:20).
Jesús mismo empleó la cruz en sentido figurado y espiritual (Mt. 10:38; 16:24). Antes de la era cristiana, los caldeos, fenicios, egipcios, y numerosos pueblos de oriente, empleaban la cruz bajo una u otra forma, como símbolo sagrado.
Los españoles la descubrieron en el siglo XVI entre los indios de Méjico y de Perú, pero con un significado totalmente distinto al que tiene para nosotros.

1.      Según El Diccionario Bíblico Cruz:

Cruz: Etimología:  
Hebreo: êts = "árbol";
Griego: staurós = "estaca", "palo", "cruz"
Poste enterrado en la tierra en posición vertical, a menudo con un trozo perpendicular a él, en su parte superior, para formar una T o una cruz.  La crucifixión: era un método característico de ejecución romana
Sin embargo, nunca se aplicaba a ciudadanos romanos, pues esta forma de castigo se reservaba para las personas más despreciadas: los esclavos, los peores criminales y los no romanos
Al someterse a esa forma de muerte, Cristo se humilló hasta lo sumo (Filipenses 2:8).  Sobre todos los crucificados se pronunciaba una maldición (compare  Deuteronomio 21:23; Gálatas 3:13).  Parece que este modo de ejecución fue introducido en Palestina por Antíoco Epífanes c 165 a.C.  La lenta muerte en la cruz era verdaderamente horrenda, porque las víctimas seguían viviendo muchas horas, y a veces hasta varios días. 
Entre los judíos, la forma más corriente de ejecución era el apedreamiento, aunque también existía la posibilidad del ahorcamiento o del empalamiento de los cuerpos muertos sobre una viga o un árbol para exponerlos a la vergüenza pública (Deut. 21:22, 23).  El Salvador habló de la cruz como de un símbolo de sacrificio propio (Mateo 10:38; 16:24). 
Como lo proclamaron los apóstoles, el evangelio estaba centrado en la crucifixión y resurrección de nuestro Señor (1 Corintios 2:2; etc.), y con Pablo la cruz llegó a ser un término abarcante para hablar del mensaje de salvación mediante Cristo (1 Cor.1:18; Gál. 6:14; Filp.3:18; Col.1:20).
"Y yo, si fuere levantado de la tierra -dijo Jesús-, a todos atraeré a mí mismo" (Juan 12:32). 
141. Cruz estucada con lo que parece ser un reclinatorio para orar enfrente de ella. Se la descubrió en 1939 en una casa de Herculano, vivienda que fue destruida en el 79 d.C. por efectos de la erupción del volcán Vesubio. 
Una de las cruces aparentemente cristianas más tempranas que se haya encontrado hasta ahora es la que se grabó en la pared estucada de una casa de Herculano, descubierta en 1939.  Debajo de ella hay un pequeño gabinete de madera que se cree haya sido un reclinatorio para orar o un altar (fig. 141). 
Otras cruces antiguas fueron grabadas en osarios (receptáculos para los huesos), tal vez cristianos, en Jerusalén.  Véanse Ahorcar; Barrabás; Clavo.  Bib.: FJ-AJ xii.5.4.

2.      CRUZ, CRUCIFIXIÓN:

Los términos:
Griego: para “cruz”: stuaros; verbo: stuarooµ;
Latín: crux, crucifigo, ‘aseguro a una cruz’.
Significa en primer lugar estaca o viga vertical, y secundariamente estaca utilizada como instrumento de castigo y ejecución. Se emplea en este último sentido en el Nuevo testamento.                                                                      Cruz Egipcia:
El sustantivo aparece 28 veces y el verbo 46. El Antiguo Testamento no registra la crucifixión de criminales vivos (stuorooµ en la Septuaginta [Biblia Griega de los LXX] de Ester 7:10 corresponde al hebreo taµlaÆ, que significa ‘colgar’). Las ejecuciones se llevaban a cabo por apedreamiento.
Sin embargo, ocasionalmente se colgaban cadáveres en los árboles como advertencia (Dt. 21:22–23; Jos. 10:26). Dichos cadáveres se consideraban malditos (de aquí Gál. 3:13), y tenían que quitarse y enterrarse antes de la caída de la noche (compárese Jn. 19.31). Esta práctica explica la referencia neotestamentario a la cruz de Cristo como un “madero” (Hch. 5:30; 10:39; 13:29; 1 P. 2:24), símbolo de humillación.

Los fenicios y los cartagineses practicaban la crucifixión, y más tarde los romanos la aplicaron ampliamente. Sólo los esclavos, los provincianos, y los tipos más bajos de criminales se crucificaban, pero raramente se crucificaba a un ciudadano romano. Así, la tradición según la cual Pedro, como Jesús, fue crucificado, pero Pablo decapitado, concuerda con la práctica en la antigüedad:
-      Aparte del poste vertical (crux simplex) en el que se ataba o empalaba a la víctima, existían tres tipos de cruz.
-      La crux commisa (cruz de san Antonio) tenía la forma de una   mayúscula, que algunos creen derivada del símbolo del dios Tamuz, la letra tao;
-      La crux decussata (cruz de san Andrés) tenía la forma de la letra;
-      La crux immissa era la conocida cruz de dos barras, que según sostiene la tradición fue la cruz en la que murió nuestro Señor (Ireneo, Haer. 2. 24. 4).

Este parecer se ve reforzado por las referencias en los cuatro evangelios (Mt. 27:37; Mr. 15:26; Lc. 23:38; Jn. 19:19–22) al título que se colocó en la cruz encima de la cabeza de Cristo.
Cuando se condenaba a un criminal, era costumbre azotar a la víctima con el flagellum, que era un látigo con correas de cuero, lo que en el caso de nuestro Señor sin duda lo debilitó mucho y aceleró su muerte.
Luego se le hacía llevar la viga transversal (patibulum), como un esclavo, hasta el lugar de su tortura y muerte, siempre fuera de la ciudad, mientras un heraldo iba delante de él con el “título”, o sea la acusación escrita. Fue este patibulum, no toda la cruz, lo que Jesús no pudo llevar a causa de su debilidad, y que Simón de Cirene llevó en su lugar. Se desnudaba completamente al condenado, se lo colocaba en tierra con la viga transversal debajo de los hombros, y se ataban o clavaban allí los brazos o las manos (Jn. 20:25).
Luego se levantaba esta viga y se la fijaba en el poste vertical hasta que los pies de la víctima, que entonces se ataban o clavaban, apenas dejaban de tocar el suelo, y no alto como se ve con frecuencia en las ilustraciones. Una clavija (sedile) proyectada hacia adelante generalmente soportaba la mayor parte del peso del cuerpo del condenado, que se sentaba a horcajadas en la misma.
Luego se dejaba a la víctima para que muriera de sed y agotamiento. A veces se aceleraba la muerte mediante el crurifragium o quebradura de las piernas, como se hizo con los dos ladrones, pero no con nuestro Señor, porque ya estaba muerto. No obstante, se le clavó una lanza en el costado para mayor seguridad, a fin de poder quitar su cuerpo antes del día de reposo, como demandaban los judíos (Jn. 19:31ss).

Al parecer el método de crucifixión variaba en diferentes partes del imperio romano. Los escritores seculares de la época evitaban relatar detalladamente esta forma de castigo, la más cruel y degradante de todas las existentes en esa época. Pero recientes hallazgos arqueológicos en Judea han arrojado nueva luz al respecto.
En el verano de 1968 un equipo arqueológico dirigido por V. Tzaferis descubrió cuatro tumbas judaicas en Givat ha-Mivtar (Ras el-Masaref), cerca de Jerusalén, en las que se encontró un osario que contenía los únicos huesos existentes de un hombre (joven) que fue crucificado, y que datan probablemente de entre el 7 y el 66 después de la era cristiana, a juzgar por la alfarería herodiana allí encontrada.
Tiene grabado el nombre Johanán. Se ha llevado a cabo una prolija investigación sobre las causas y la naturaleza de su muerte, lo que podría ilustrar considerablemente la forma en que murió nuestro Señor.
Los brazos (no las manos) del joven fueron clavados al patibulum, la viga transversal, lo que podría indicar que en Lc. 24:39; Jn. 20:20, 25, 27 debería traducirse “brazos”. El peso del cuerpo posiblemente lo soportaba una plancha (sedecula) clavada al simplex, el poste verocal, como soporte de las nalgas.
Las piernas estaban dobladas en las rodillas y vueltas hacia atrás, de modo que las pantorrillas estaban paralelas al patibulum o travesano, con los tobillos por debajo de las nalgas. Un clavo de hierro (que todavía permanecía en su lugar) atravesaba ambos talones, con el pie derecho encima del izquierdo.
Un fragmento indica que la cruz era de madera de olivo. Ambas piernas habían sido quebradas, presumiblemente por un fuerte golpe, como lo que se hizo con los dos que murieron con Jesús en Jn. 19:32.

Si Jesús murió de la misma forma, seguramente sus piernas no estaban completamente extendidas, como tradicionalmente nos muestra el arte cristiano. Los músculos retorcidos de las piernas deben haberle causado fuertes dolores, con contracciones espasmódicas e intensos calambres. Esto podría explicar por qué tardó menos tiempo en morir (seis horas), a lo que sin duda contribuyó la flagelación previa.
Los escritores contemporáneos la describen como la más dolorosa de las muertes. Los evangelios, sin embargo, no ofrecen una descripción detallada de los sufrimientos físicos de nuestro Señor, sino que simple y reverentemente dicen que “le crucificaron”.
Según Mt. 27:34, nuestro Señor rehusó todo tipo de alivio para sus sufrimientos, seguramente a fin de conservar hasta el final la claridad mental en el cumplimiento de la voluntad de su Padre. Esto explica que haya podido consolar al ladrón agonizante y pronunciar las restantes siete palabras maravillosas desde la cruz.

El interés que demuestran los escritores neotestamentarios en la cruz no es ni arqueológico ni histórico, sino cristológico. Les interesa el significado eterno, cósmico, y soteriológico de lo que ocurrió, una vez y para siempre, en la muerte de Jesucristo, el Hijo de Dios, en la cruz.
Desde el punto de vista teológico, la palabra “cruz” se utilizó como descripción sumaria del evangelio de salvación, de que Jesús “murió por nuestros pecados”. De modo que la “predicación del evangelio” es “la palabra de la cruz”, la “predicación del Cristo crucificado” (1 Cor. 1:17ss). Por ello el apóstol se gloría “en la cruz de nuestro Señor Jesucristo”, y habla de sufrir persecución “a causa de la cruz de Cristo”. Resulta claro que la palabra “cruz” representa aquí el anuncio completo y jubiloso de nuestra redención por medio de la muerte expiatoria de Jesucristo.

“La palabra de la cruz” es también “la palabra de la reconciliación” (2 Cor. 5:19). Este tema surge claramente en las epístolas a los Efesios y a los Colosenses. Es “mediante la cruz” que Dios ha reconciliado a judíos y gentiles, derribando la pared intermedia de separación, la ley de los mandamientos (Ef. 2:14–16). Es “mediante la sangre de su cruz” que Dios ha hecho la paz, reconciliando “consigo todas las cosas” (Col. 1:20ss). Esta reconciliación es a la vez personal y cósmica, y se produjo porque Cristo ha anulado el acta de los decretos que había contra nosotros, que nos era contraria, “clavándola en la cruz” (Col. 2:14).

La cruz, en el Nuevo testamento, es símbolo de vergüenza y humillación, como así también de la sabiduría y la gloria de Dios reveladas por medio de ella. Roma la utilizó no solamente como instrumento de tortura y ejecución sino también como picota vergonzosa, reservada para los peores y más bajos criminales. Para los judíos era señal de maldición (Dt. 21:23; Gál. 3.13).
Esta fue la muerte que murió Jesús y por la cual clamaba la multitud. “Sufrió la cruz, menospreciando el oprobio” (Heb. 12:2). El peldaño más bajo en la escala de la humillación de nuestro Señor fue que soportó la “muerte de cruz” (Filp. 2:8).
Es por ello que fue piedra de tropiezo para los judíos (1 Cor. 1:23; compárese Gál. 5:11). El vergonzoso espectáculo de una víctima que llevaba su patibulum les resultaba tan familiar a sus oyentes que Jesús habló tres veces del camino del discipulado como el de llevar la cruz (Mt. 10:38; Mr. 8:34; Lc. 14:27).

Además, la cruz es el símbolo de nuestra unión con Cristo, no simplemente en virtud de que seguimos su ejemplo, sino en virtud de lo que él ha hecho por nosotros y en nosotros. Por su muerte sustitutiva en la cruz nosotros morimos “en él” (compárese 2 Cor. 5:14), y “nuestro viejo hombre fue crucificado juntamente con él”, para que por medio de su Espíritu, que mora en nosotros, pudiésemos andar en vida nueva (Rom. 6:4ss; Gál. 2:20; 5:24ss; 6:14), permaneciendo “en él”.

3.       Qué Significa La Cruz:

Griego, stauros). Sus usos bíblicos incluyen:
(1)  el instrumento de tortura hecho de madera,
(2)  la cruz como una representación simbólica de redención y
(3)  muerte en la cruz, o sea, crucifixión. La palabra se deriva del lat. Cruz. La cruz de madera existía en cuatro diferentes formas:
1)  la crux immisa, el tipo generalmente presentado en arte, en la cual el madero vertical se extiende sobre el madero que forma la cruz, que tradicionalmente se considera la forma de cruz en la cual Jesús sufrió y murió;
2)  la crux commissa o “Cruz de San Antonio” en la forma de la letra “T”;
3)  la cruz griega, en la cual los maderos vertical y horizontal de la cruz son de igual tamaño; y
4)  la crux decussata o “Cruz de San Andrés”, en la forma de la letra “X”.

La crucifixión era una de las formas más crueles y bárbaras de muerte conocidas al hombre. Se practicaba, especialmente en tiempos de guerra, por los fenicios, cartagineses, egipcios y más tarde por los romanos. Era tan pavorosa que, incluso en la era precristiana, los cuidados y dificultades de la vida se comparaban con frecuencia a una cruz. La agonía de la víctima crucificada la causa:
(1)     el carácter doloroso pero no fatal de las heridas infligidas,
(2)   la posición anormal del cuerpo, que el más ligero movimiento causaba tortura adicional y
(3)    la fiebre traumática inducida por estar colgado durante un período tan largo de tiempo.

En 1 Cor.1:17, la predicación (kerygma) de la cruz se manifiesta como la divina locura en contraste con la sabiduría terrenal. En Ef.2:16 se presenta como el medio de reconciliación. En Col.1:20 la paz se ha efectuado a través de la cruz. En Col.2:14 los castigos de la ley han sido removidos del creyente por la cruz.
El hecho de que Pablo, siendo un romano, para quien uno crucificado era objeto de desprecio (1 Cor.1:17), y como un hebreo piadoso, para quien alguien colgado era maldito (Gal.3:13), llegó a gloriarse (Gal.6:14) en la cruz sería uno de los absurdos de la historia si no fuera por el hecho de que el Apóstol reconocía al Crucificado como el Cristo de Dios (Gal.2:20).

¿Cuál fue la razón física de la muerte de Cristo? Recientes estudios médicos han buscado una respuesta a la cuestión. Cuando a una persona se le suspende por sus dos manos, la sangre rápidamente se va hacia las extremidades inferiores del cuerpo. Dentro de los seis a 12 minutos siguientes, la presión sanguínea ha bajado a la mitad, en tanto que el pulso se ha duplicado.
Al corazón se le priva de sangre y el desmayo sigue. La muerte durante la crucifixión se debe a la falla del corazón. Las víctimas de crucifixión generalmente no sucumben por dos o tres días. Se apresuraba la muerte mediante el “crucifragio” o rompimiento de las piernas. Pero cuando llegaron a Jesús, como le vieron ya muerto, no le quebraron las piernas (Juan 19:33). A veces se encendía un fuego bajo la cruz para que el humo sofocara a la víctima.

Entre los judíos, un tipo de poción estupefaciente fue preparada por las piadosas mujeres de Jerusalén, bebida que Cristo rechazó (Marcos 15:23). A esa clase de muerte tan cruel se humilló quien era coigual con Dios (Filp.2:5).

4.      Según El Diccionario De Teología:

CRUZ: Los evangelistas orientan toda 1a narración de la vida histórica de Jesús hacia la pasión. La pasión constituye entonces no una simple conclusión, sino la meta, la fase decisiva y culminante de esa historia.                                                                                                    Cruz Gnóstica:
         Y la cruz es por consiguiente como el punto de gravedad hacia el que tiende la vida de Jesús. Y la razón de esta orientación se encuentra en él, es decir, en la fidelidad absoluta al Padre en la que tradujo todo su amor filial.
Queriendo señalar los "sentimientos" (comp. Filp. 2:5) que marcaron su ilusión, hay que hacer referencia a la obediencia incondicionada, a la entrega total, a la confianza ilimitada: tales son las características esenciales y al mismo tiempo las formas de actuación de un amor que le costó a Jesús toda una vida puesta a disposición de la voluntad del Padre y ofrecida por la salvación del mundo. Expropiándose radicalmente de sí, al afrontar la «prueba» crucial de la pasión, hizo de su propia muerte, aceptada con plena libertad por amor, el acontecimiento con el que llevó a término la obra de Revelador de Dios y de Salvador del mundo (comp. Jn. 19:30).
Sólo cuando fue «elevado de la tierra", el Hijo de Dios estuvo en disposición de "atraer» a todos hacia sí (cf. Jn. 12:32), y a que sólo cuando fue clavado en la cruz se convirtió de forma definitiva en Palabra e Imagen de Dios, que es Amor. Haciéndose carne y carne «crucificada" por amor, se hizo amor crucificado.
La cruz, por tanto, es la Última palabra, la más elocuente, con la que él, la Palabra en persona, reveló y sigue revelando el rostro paternal misericordioso de Dios. Por otra parte, es en su humanidad glorificada donde indeleblemente representa también al Padre, haciéndolo visible: «El que me ve a mí, ve al Padre" (Jn. 14:9). Pues bien, el Señor Resucitado no tiene otro punto de referencia para darse a conocer y acoger en la fe más que su condición humana, cuyo valor simbólico-expresivo queda asegurado por los signos que dejó en su cuerpo la pasión (cf. Lc. 24:36-43; Jn. 20:27).

La reflexión sobre la cruz de Jesús representa en Última instancia el camino real de acceso al Dios trinitario. El Crucificado muestra su propia identidad de Hijo "predilecto" del Padre a través de la actitud oblativa y de la obediencia expresada en el don de la vida. El Padre participa en la cruz del Hijo «compadeciendo» con él en el silencio y llevando a término, con la «entregan” -el abandono- del Hijo a la muerte, el acto de amor realizado por el mundo, cuya concreción histórica está representada en la encarnación, con su dimensión de envío.

El Espíritu, al ser en Dios la Persona-Amor que se encuentra en los dos polos de la intimidad más unitiva y de la donación más extrema, y al estar permanentemente presente en la historia y en el «corazón» de Jesús, cooperó en su muerte de cruz infundiendole el impulso de amor incondicionado que lo transformó en sacrificio agradable al Padre (comp. Heb. 9:14). Y desde el momento en que es derramado por el Padre en el Corazón de los creyentes por la mediación del Crucificado resucitado (cf. Jn. 19:31-34) y por tanto como don hecho por él al mundo con su propia oblatividad, representa para la comunidad cristiana el Único exegeta fiable de Jesús, de la Palabra de Dios hecha carne crucificada por amor.

Véase Parte II:

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