Parte III:
La
Historia y La Arqueología Bíblica
La
Salvación Bíblica La Biblia y La Vida En El Espíritu Santo:
(Hechos 1:1-3).
Pastor: Carlos Ramírez Jiménez:
La Promesa Del Espíritu Santo:
“En el primer tratado, oh Teófilo, hablé acerca de todas las cosas que Jesús
comenzó a hacer y a enseñar,… hasta el día en que fue recibido arriba, después
de haber dado mandamientos por el Espíritu Santo a los apóstoles que había
escogido;… a quienes también, después de haber padecido, se presentó vivo con
muchas pruebas indubitables, apareciéndoseles durante cuarenta días y
hablándoles acerca del reino de Dios”.
(Hechos
1:1-3).
Tema III:
La Biblia y La
Vida En El Espíritu Santo:
Una exploración de los misterios
más profundos de la fe cristiana:
Como
ya hemos visto, la Biblia misma es el producto maravilloso del Espíritu Santo.
Él inspiró y controla las mentes de los que escribieron sus varias partes. Como
también hemos visto, hay un elemento distintivo del nuevo y santo reino de
Dios. En este reino espiritual se puede entrar sólo por medio del nacimiento de
nuevo del Espíritu Santo (Juan 3:3–8). Los judíos podían entrar en el reino
judaico en virtud de ser nacidos de padres judíos, pero carne y sangre no
pueden heredar el reino de Dios.
Uno tiene que nacer de arriba, nacer del
Espíritu Santo, para poder entrar (Mateo 11:11; Gálatas 4:22–26). Al estudiar
la salvación bíblica, vimos que “el reino de Dios no es comida ni bebida, sino justicia,
paz y gozo en el Espíritu Santo” (Romanos 14:17).
Así
que la vida cristiana empieza cuando el Espíritu Santo nos convence de pecado,
entra en nosotros, y nos regenera. De allí, él mora en nosotros, nos guía, nos
llena, y nos da poder. ¡Por eso es verdaderamente vida en el Espíritu Santo!
Exploremos ahora unos de los misterios más profundos de la fe cristiana, de la
vida en el Espíritu Santo.
Mas hablamos sabiduría de Dios en
misterio, la sabiduría oculta, la cual Dios predestinó antes de los siglos para
nuestra gloria.... Pero Dios nos las reveló a nosotros por el Espíritu; porque
el Espíritu todo lo escudriña, aun lo profundo de Dios.... Y nosotros no hemos
recibido el espíritu del mundo, sino el Espíritu que proviene de Dios, para que
sepamos lo que Dios nos ha concedido, lo cual también hablamos, no con palabras
enseñadas por sabiduría humana, sino con las que enseña el Espíritu, acomodando
lo espiritual a lo espiritual. Pero el hombre natural no percibe las cosas que
son del Espíritu de Dios, porque para él son locura, y no las puede entender,
porque se han de discernir espiritualmente (1 Corintios 2:7, 10, 12–14).
Queremos primero considerar a la persona
y la obra del Espíritu Santo, y después el asunto de discernir entre los
espíritus. Es necesario este último porque existe no solamente el Espíritu
Santo, sino existen también el espíritu humano, el espíritu malo, y el espíritu
del mundo. Demasiados creyentes son bastante ignorantes del hecho de que el
hombre mismo es un ser tripartito, compuesto de cuerpo, alma, y espíritu (1
Tesalonicenses 5:23; Hebreos 4:12). Por eso lo hallan difícil distinguir entre
lo carnal, lo que es del alma, y lo que es verdaderamente espiritual, entre las
obras de la carne y el fruto del Espíritu, y entre la religión carnal y la
religión espiritual.
Tocante a la persona del Espíritu Santo,
el hecho fundamental acerca del Espíritu Santo es su personalidad y su deidad.
Él es una persona y él es Dios (2 Corintios 3:3, 17; Juan 16:7–14; Hechos 5:3–4).
Él hace lo que sólo Dios puede hacer:
· él crea,
· regenera,
· levanta a los
muertos,
· inspira la
escritura, etc.
Él
es la tercera persona de la trinidad (Mateo 28:19). El Espíritu
Santo es mencionado por nombre sesenta y cinco veces en el Antiguo Testamento y
237 veces en el Nuevo Testamento; un total de 302 veces. También es mencionado
claramente por pronombre aproximadamente 40 veces. Veintidós veces se halla el
adjetivo “espiritual”
con referencia al Espíritu Santo. En total, el Espíritu Santo es
mencionado más de 350 veces en la Biblia. ¡Qué triste es que tantos miembros de la iglesia hoy día
están en la misma condición de ignorancia que padecieron unos discípulos de
Juan el Bautista que dijeron: “Ni siquiera
hemos oído si hay Espíritu Santo”! (Hechos 19:2).
El
Espíritu Santo tiene cuarenta y cinco nombres diferentes en la escritura. Éstos revelan
varias fases de su obra. Unos de los
nombres o títulos eminentes dados al Espíritu Santo en la escritura son:
Ø el Espíritu de santidad
(Romanos 1:4),
Ø el Espíritu eterno
(Hebreos 9:14),
Ø el Espíritu de
Cristo (Romanos 8:9),
Ø el Espíritu de
vida (Romanos 8:2),
Ø el Espíritu de
verdad (Juan 14:17),
Ø el Espíritu Santo
(Mateo 1:18),
Ø el Espíritu de
gracia (Hebreos 10:29);
Ø la promesa del
Padre (Hechos 1:4),
Ø el Consolador
(Juan 14:26),
Ø el glorioso
Espíritu (1 Pedro 4:14),
Ø el Espíritu de
Dios (Génesis 1:2),
Ø el Espíritu del
Padre (Mateo 10:20),
Ø el Espíritu de su
Hijo (Gálatas 4:6.)
Ø El Espíritu Santo
es simbolizado en las escrituras como agua (Juan 3:5; 7:38–39),
Ø fuego (Isaías 4:4–5;
Mateo 3:11);
Ø aceite (1 Juan 2:20,
27; Isaías 61:1, 3),
Ø viento (Hechos 2:2–4),
Ø una paloma
(Mateo 3:16),
Ø una voz (Isaías
6:8; Hechos 13:2),
Ø un sello
(Efesios 4:30),
Ø lenguas repartidas
(Hechos 2:2–11).
Es vital recordar que el Espíritu Santo
es una persona y no solamente un poder, un líquido, o una sensación, así como
alguna gente le malinterpretan. Su obra
incluye:
• Cooperó en la creación del universo (Génesis
1:2; Job 26:13).
• Vigila el nacimiento de cada ser humano (Job
33:4).
• Inspira y revela la Biblia (2 Pedro 1:20–21;
2 Timoteo 3:16).
• Convence al mundo de pecado (Juan 16:8–11).
• Implantó a Cristo en la virgen (Mateo 1:18).
• Levantó a Cristo de los muertos (Romanos 8:11).
• Regenera al creyente por su bautismo (Juan
3:5; Mateo 3:11; 1 Corintios 12:13).
• Exalta a Cristo e ilumina la palabra (Juan
16:7–15).
• Mora en el creyente (1 Corintios 6:19; 3:16).
• Llena al creyente con el poder del amor
(Romanos 5:5; 1 Juan 4:16–18).
• Da al creyente poder para testificar (Juan
15:26; 1 Juan 5:6).
• Guía al creyente y le recuerda de la verdad
(Juan 14:26; 16:13).
• Da discernimiento espiritual al creyente (1
Corintios 2:12–14; 12:10).
• Da seguridad de la salvación al creyente
(Romanos 8:16; 1 Juan 4:13).
• Nos capacita para obtener la victoria sobre
Satanás (1 Juan 4:4; 5:4).
• Distribuye y administra los dones
espirituales (Efesios 4:8–11; 1 Corintios 12:4, 11).
• Transforma al creyente por medio de una obra
de gracia continua (2 Corintios 3:18).
• Obra en nosotros para capacitarnos para
producir su fruto (Gálatas 5:22–24).
• Nos hace anhelar la segunda venida de Cristo
(Apocalipsis 22:17).
• Nos santifica por su obra y palabra (Romanos
15:16).
• Nos concede victoria sobre la carne y las
tentaciones (Gálatas 5:16–18; Romanos 8:9–15).
¡Gloria a Dios por la obra y el ministerio benditos que hace el
Espíritu Santo! ¡No
es de extrañar que él sea llamado el Consolador! La
vida en el Espíritu Santo es un goce anticipado del cielo y la clave a la
victoria cristiana: “Si vivimos por el Espíritu, andemos también por el
Espíritu” (Gálatas 5:25). La iglesia primitiva se deleitó en cantar
las alabanzas del Espíritu Santo en el himno Veni, Creator Spiritus:
Espíritu, gran Creador
Espíritu, gran Creador,
Eres del mundo Fundador;
Oh, llena el corazón veraz,
Trae gozo a la humanidad.
Oh, líbranos del tentador,
Y haznos dignos de tu amor.
No nos queremos descarriar;
Guíanos tú, en nuestro andar.
Ayúdanos ver la verdad,
Y practicarla sin cesar.
Al darnos de tu propio ser
¡Padre e Hijo podemos ver!
El enemigo de nuestras almas siempre trata
de arruinar e impedir la obra del Espíritu Santo. Procura impeler a creyentes
frívolos a extremos de emocionalismo, movimientos falsos de la segunda obra de
la gracia, o aun al formalismo muerto y frío. Algunos afirman falsamente que es
posible ser cristiano sin tener el Espíritu Santo, o que es posible ser
cristiano nacido del Espíritu pero sin poseerlo.
En
contraste, la Biblia claramente fulmina: “Y si
alguno no tiene el Espíritu de Cristo, no es de él” (Romanos 8:9).
Otros enseñan teorías falsas de santificación, afirmando que el cristiano puede
recibir a Cristo, pero que es solamente justificado.
Pero
la Biblia dice: “¡Mas por él estáis vosotros en
Cristo Jesús, el cual nos ha sido hecho por Dios... santificación, y redención!” (1 Corintios 1:30).
El propósito del Espíritu Santo no es para hacer a los cristianos jactarse de
su “experiencia”,
sino para hacer que Cristo viva en ellos. Así los hombres podrán reconocer que
ellos han estado con Jesús (Gálatas 2:20; 4:19). Oh, Espíritu Divino, refina
toda mi naturaleza, hasta que la belleza de Jesús sea visto en mí. ¡Si tu
experiencia cristiana no te hace más como Cristo, algo anda mal en tu
experiencia! Dios nos llena de su Espíritu para que seamos llenos de
Cristo (Juan 16:13–14).
Si el Espíritu mora en uno, Cristo mora
en él (Romanos 8:9–10; Efesios 3:16–17). Ser lleno del Espíritu es ser lleno de
Cristo; y puesto que Cristo es la plenitud de Dios y de la Deidad (Colosenses
1:19; 2:9), ser lleno del Espíritu es ser lleno de toda la plenitud de Dios.
Eso es el objeto supremo de la redención (Efesios 3:19; Colosenses 2:10;
Gálatas 1:15–16; 4:19). Si le hemos recibido, él está en nosotros; y si él está
en nosotros, nosotros estamos en él (Romanos 8:9).
Por tanto, debemos andar en él (Gálatas
5:16, 25; Colosenses 2:6; 1 Juan 2:6). La única razón por la cual no hay más
creyentes viviendo las vidas en el Espíritu Santo, llenas y rellenadas de él,
es que todavía dan lugar al pecado en sus vidas y no están completamente
entregados a Dios.
Tan pronto que él te convence de alguna
verdad nueva, o de pecado o falta de consagración en tu vida, y tú rehúsas
responder con sumisión, estás poniendo un obstáculo que impide que esa área
nueva de tu vida sea llenada con su poder y persona. Los que rechazan su voz de
convicción hallarán que el Huésped Celestial se irá de sus templos en tristeza
y en desolación, así como la gloria trascendente del Espíritu Santo de Dios
dejó el antiguo templo judaico por causa de los pecados del pueblo.
Colosenses 1:27 confirma el gran
propósito de Dios en la obra del Espíritu Santo que mora en su pueblo: “A quienes
Dios quiso dar a conocer las riquezas de la gloria de este misterio entre los
gentiles; que es Cristo en vosotros, la esperanza de gloria”. Cuando
Dios mismo mora y anda y vive en nosotros, ¿no es esto vida glorificada? Qué
más puede significar la escritura que dice: “A éstos también llamó; y a los que llamó, a éstos
también justificó; y a los que justificó, a éstos también glorificó”
(Romanos 8:30).
Contempla qué gloriosos cambios se
realizan cuando un hombre llega a ser una criatura nueva en Cristo:
• El arrepentimiento: un cambio de mente...
acerca de Dios.
• La conversión: un cambio de vida... para Dios.
• La regeneración: un cambio de naturaleza... de
Dios.
• La justificación: un cambio de estado... ante
Dios.
• La adopción: un cambio de
familia... en Dios.
• La santificación: un cambio de servicio... a
Dios.
• La glorificación: un cambio de amo... ¡Dios morando
en nosotros!
Bien se ha dicho que en los tiempos del
Antiguo Testamento Dios estaba trabajando para su pueblo; en el ministerio de
Cristo en la tierra, Dios estaba con su pueblo; ¡desde el día de pentecostés y
la venida del Espíritu Santo, Dios está dentro de su pueblo!
Ya que el Espíritu Santo es la persona
de la Deidad que obra tan íntimamente con los pecadores y dentro de los santos,
la escritura advierte contra resistir su obra. La Biblia delinea siete etapas
de oposición al Espíritu Santo (culminando con el pecado imperdonable):
1. Resistir al
Espíritu Santo, rebelando contra el convencimiento de pecado (Hechos 7:51).
2. Apagar al Espíritu Santo, rehusando más iluminación
(1 Tesalonicenses 5:19).
3. Contristar al
Espíritu Santo, guardando pensamientos malos y pronunciando palabras descuidadas
y frívolas (Efesios 4:30).
4. Insultar (hacer
afrenta) al Espíritu Santo, escarneciendo cosas santas y pisoteando la sangre
de Cristo (Hebreos 10:29).
5. Mentir al
Espíritu Santo, fingiendo hipócritamente ser completamente consagrado, y a la
vez reteniendo unos pecados favoritos (Hechos 5:3).
6. Tentar al
Espíritu Santo por pecado premeditado, conspirar y planear de defraudar a Dios,
tentando su ira (Hechos 5:9).
7. Blasfemar al
Espíritu Santo, afirmando que él es el espíritu malo y que sus obras son de
Satanás —¡esto es el pecado
imperdonable! (Mateo 12:31–32; 1 Juan 5:16)
¡Ten cuidado, amigo lector! ¡Cuando Dios el Espíritu Santo está operando en tu corazón y en
tu vida, ten mucho respeto, anda con cuidado, y rinde todo! El Espíritu Santo es Consolador y
Amigo maravilloso a los penitentes, pero es un enemigo espantoso a los
orgullosos y tercos. ¡No peca contra él!
Muchas
veces se hace la pregunta: “¿Cómo podemos saber si
es el Espíritu Santo y no el espíritu malo que nos pide hacer algo?”.
La
respuesta es bastante sencilla: por sus frutos lo conoceréis. Estudie detenidamente Gálatas 5:16-26: Carne: 19-21: Vs.
Fruto: 22-25:
V.16: Andad en el Espíritu. Mejor,
por el Espíritu cual dará la victoria sobre la carne y sus obras:
Ø El Espíritu
Santo no te pedirá hacer algo que es contrario a la palabra de Dios, pero el
espíritu malo sí lo hará.
Ø El Espíritu
Santo no te pedirá exaltarte a ti mismo y olvidarte de Cristo, pero el espíritu
malo sí.
Ø El Espíritu
Santo no te pedirá ser destructivo, desagradable, celoso, egoísta, malévolo y
rencoroso, pero el espíritu malo sí.
Ø El Espíritu
Santo te proporcionará gracia y poder para hacer lo que él pide para que tu
tarea sea ligera y gozosa y no gravosa.
Ø El espíritu malo
te pedirá o te impulsará a hacer cosas gravosas, pesadas, agobiadoras, amargas,
y miserables.
Ø La esclavitud a
él es un yugo temeroso y el sueldo que él paga es la muerte.
Para poder mejor discernir los
espíritus, examinemos más a profundo la constitución tripartita de la
naturaleza humana.
Por toda la Biblia, y especialmente en 1
Tesalonicenses 5:23 y en Hebreos 4:12, se revela que el hombre tiene una
naturaleza compuesta de cuerpo, alma, y espíritu. La Biblia enseña que cuando
Adán pecó, la sentencia de muerte fue pronunciada sobre él y que él murió
espiritualmente para con Dios. Adán no murió físicamente o corporalmente hasta
más tarde.
Así que la primera muerte fue
espiritual, y la Biblia enseña claramente que cada pecador responsable está
muerto espiritualmente en sus pecados y transgresiones... muerto para con Dios,
en enemistad con él, ciego, sin poder ver a su gloria, sordo a sus promesas,
mudo para hablar con él o para cantar sus alabanzas. El pecador está
verdaderamente “muerto
en pecados” (Efesios 2:5), y ninguna cantidad de formas y ceremonias
de religión muerta le puede ayudar hasta que él esté regenerado,
espiritualmente nacido de nuevo, revivido en el espíritu por la entrada del
Espíritu Santo de Cristo.
Las religiones muertas pueden ser muy activas
con muchas reglas y ceremonias, pero la Biblia las llama “obras muertas” (Hebreos 6:1; 9:14).
O pueden ser religiones cómodas,
egoístas, e indulgentes de gracia barata (“la fe sin obras está muerta” —Santiago 2:26).
En verdad el hombre natural, el hombre
muerto en pecados y transgresiones, no puede entender ni percibir las cosas del
Espíritu de Dios. Estas cosas se disciernen espiritualmente y él está muerto
espiritualmente (1 Corintios 2:14). Los pecadores, viviendo sólo para el placer
aquí en este mundo y muertos a las recompensas y las promesas del mundo
venidero, son correctamente llamados los vivos muertos: “Pero la que se entrega a los placeres,
viviendo está muerta” (1 Timoteo 5:6).
Hay sólo un remedio: “Y él os dio vida a vosotros, cuando estabais
muertos en vuestros delitos y pecados.... Nos dio vida juntamente con Cristo
(por gracia sois salvos); y juntamente con él nos resucitó, y asimismo nos hizo
sentar en los lugares celestiales con Cristo Jesús.... Porque por gracia sois
salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios; no por
obras, para que nadie se gloríe” (Efesios 2.1, 5–6, 8–9).
¿Quiénes podrían ser más incapaces de
salvarse a sí mismos que los que están muertos? Y eso es exactamente lo que es
el pecador, muerto espiritualmente. Cuando se redime por la gracia de Dios,
experimenta una resurrección espiritual. “Resucitó”, “resucitado con Cristo” —éstos
son términos conocidos al hijo de Dios (Efesios 2:6; Colosenses 3:1, etc.).
Y
otra vez nos recuerdan la naturaleza tripartita del hombre. La salvación y
la regeneración no incluyen una resurrección corporal inmediata; eso viene sólo
en el día final. Así el cristiano nacido de nuevo es un hombre con una
naturaleza triple: él tiene un espíritu reavivado y resucitado por medio del
Espíritu Santo que vive con su espíritu humano regenerado... ¡esto es el
hombre nuevo! Mientras su cuerpo y su alma (mente, corazón, y
voluntad) sean gobernados por la vida nueva, él es victorioso y alegre
espiritualmente.
Pero
él no debe olvidarse de que la carne misma no es regenerada. La carne no
puede ser convertida, y los que viven bajo su mando no pueden agradar a Dios
(Romanos 8:5–14). Así que el secreto de la victoria cristiana es sencillamente
que ahora estamos vivos, viviendo bajo el mando del espíritu por el Espíritu
Santo.
Anteriormente estábamos muertos al
espíritu, viviendo bajo el mando de la carne. Ahora tenemos que considerarnos
muertos a la carne (quitar la vida vieja, mortificarla, hacer morir sus obras).
Cuerpo, alma, y espíritu —podemos pensar en el hombre como de
una casa de tres pisos:
1) El cuerpo es el nivel más bajo o como la cocina en el
sótano donde el hombre come y bebe y realiza las funciones del cuerpo.
Las personas que viven solamente para
los deseos y apetitos carnales están como encarcelados en el nivel más bajo.
2)
El segundo nivel es el alma.
Ésta es el área de emociones y
compañerismo social y la expresión de nuestros pensamientos y deseos en las
palabras, el arte, la música, o el canto.
El alma es el área de ejercicio emocional,
intelectual, y social. Es la esfera del corazón, de la mente, y de la voluntad.
Mucha gente que se eleva de la esclavitud a los apetitos y demandas corporales,
se queda pegada en el segundo nivel de la vida del alma. Primera de Corintios
2:14 habla del hombre natural (el griego dice el hombre según el alma,
síquico). Éste no puede recibir las cosas del Espíritu de Dios porque no es
espiritual. Santiago 3:15 advierte contra la gente que es sensual (otra vez el
griego dice según el alma, o síquico), gente que tiene la mente del mundo.
Judas 19 advierte contra los que son sensuales (otra vez el griego dice según
el alma o síquico); ellos son mundanos y no tienen el Espíritu. Así que, la
vida al nivel del alma puede aparentar ser más culta y respetable al mundo,
pero todavía no es vida espiritual.
Los que viven dominados por el nivel
corporal de la vida son dominados por la inmundicia de la carne, los pecados
obscenos tales como la inmoralidad, la embriaguez, la glotonería, la pereza, el
amor al lujo, y la avaricia. Pero los que viven en este nivel bajo no son un
anuncio muy atractivo para Satanás. Él prefiere a los que viven en el nivel más
culto y presuntuoso de la dominación del alma. Esto incluye la religión muerta
y ceremonial, la política, los artes, el baile, los deportes, los asuntos de la
sociedad y las reuniones sociales, la música, la ópera, el ballet, las
sinfonías, la filosofía, el intelectualismo... en fin todas las diversiones
variadas que pueden divertir la mente y las emociones para que la persona no
piense en las cuestiones de la vida realmente espirituales.
Mucha religión, sí la mayoría, es
practicada por la fuerza del alma generada por sensación emocional e
intelectual. O puede ser practicada aun por el ascetismo que ofrece una “cierta reputación
de sabiduría en culto voluntario, en humildad y en duro trato del cuerpo; pero
no [tiene] valor alguno contra los apetitos de la carne” (Colosenses
2:23).
Y, sin embargo, tal religión, generada
por sí misma de la esfera del alma (de las fuerzas de la mente, del corazón, y
de la voluntad de la naturaleza humana) todavía es irremediablemente corrupta. ¡No puede
agradar a Dios! La gente que depende de vidrios de color, incienso,
alfombras de felpa, instrumentos musicales, coros entrenados, y oratoria
inteligente para tranquilizar sus emociones está igual de lejos de la
espiritualidad verdadera que los que dependen del golpazo de tambores, bailar a
ritmos hipnóticos, gritar, desmayarse, entrar en éxtasis, y otros fenómenos
síquicos más espectaculares para su satisfacción emocional.
Todo es igualmente del alma (síquico, dice
el griego) y todo es igualmente para la satisfacción del hombre natural. Hay
quienes descienden aún más y se profundizan en las degradaciones del
espiritualismo, la magia, la brujería, la hechicería, y el comercio con
espíritus malos. Esa es “contaminación del espíritu” (2 Corintios 7:1).
Y, lo que es lo más popular hoy día, por
supuesto, es la religión de la sicología (otra vez refiriéndose a lo del alma,
síquico). Estas religiones (porque por supuesto son muchas) subrayan el
aceptarse a sí mismo, la adaptación a la sociedad, el psicoanálisis y los
tranquilizantes, el hipnotismo, y aun las drogas. ¡El hombre devoto al alma puede seguir
todos estos caminos no verdaderos y nunca encontrar a Jesucristo como Salvador!
3)
El nivel más alto de vida es la vida espiritual.
Así como el
tabernáculo y el templo del Antiguo Testamento tenían tres partes, el atrio
exterior, el atrio de adentro, y el lugar santísimo, así el hombre es creado
con cuerpo, alma, y espíritu. El cuerpo es el hombre exterior (2 Corintios 4:16),
y el Nuevo Testamento claramente advierte de la futilidad y la vanidad del que
es judío exteriormente y no lo es en lo interior (Romanos 2:28). El adorno o la
fuerza atractiva externa debe ser modestamente cubierta para que el hombre
interno y escondido del espíritu pueda resplandecer (1 Pedro 3:3–4). El cuerpo
es carnal; no puede ser convertido. Sus afectos y concupiscencias tienen que
ser crucificados y mortificados y sus miembros sujetados al mando del Espíritu
Santo. El atrio de adentro corresponde con el alma del hombre, la esfera de la
mente, las emociones, y la voluntad.
Como hemos visto, esta área tampoco es
capaz de agradar a Dios en el hombre natural. No importa cuán musical, cuán
artística, cuán intelectual, cuán ascética, cuán moralista, o cuán talentosa
sea el alma, sus obras simplemente no son aceptables a Dios. El alma también
tiene que ser lavada por la sangre de Cristo y sujetada al mando del Espíritu
Santo.
El atrio más interior o el lugar
santísimo corresponden con el espíritu humano. Cuando la gloria trascendente del Espíritu Santo de Dios no estaba presente en el lugar santísimo, estaba
frío, oscuro, muerto, y profano. Exactamente así es el espíritu humano antes
del nacimiento de nuevo. Es frío, oscuro, muerto, profanado, abandonado, o es
aun la morada de demonios. La religión sentimental puede solamente barrer y
adornar la morada vacía del espíritu por “reforma” moral, pero siete demonios peores
vuelven arrojándose a la cámara vacía (Mateo 12:43–45).
Graficamos la Idea Mejor:
Para
mejor ilustrar el asunto, dibuja tres secciones, una encima de otra. Marca la de
arriba “el
espíritu”, la de en medio “el alma”, y la de más abajo “el cuerpo”.
Entonces dibuja una flecha que pasa desde arriba hacia abajo a través del espíritu,
entrando en el alma,
y después para fuera a través del cuerpo. Esto es como opera el Espíritu Santo.
Dibuja otra flecha subiendo de la
sección del cuerpo
entrando en el alma,
y pasando para fuera a través del espíritu. Esta es una ilustración de la fuerza
del alma o de la fuerza carnal, el poder que surge en la carne, domina el alma
y ciega el espíritu. Esta es la condición que la Biblia describe como “el ocuparse de
la carne”; dice que “es muerte” (Romanos 8:6).
Así
la mente (una facultad del alma) es dominada
por la carne. El espíritu
del hombre tiene que estar lavado por la sangre y regenerado, llegando a ser la morada del
Espíritu Santo. Solamente entonces puede la fuerza o el poder
espiritual bajar y dominar el alma y gobernar el cuerpo. Esto es lo que la Biblia
llama “el
ocuparse del Espíritu”; y dice que “es vida y paz” (Romanos 8:6).
Hay gran peligro hoy día que el poder
del Espíritu sea rechazado y reemplazado por un sustitutivo natural, la fuerza
del alma, o por la energía carnal. Mucha religión de hoy día, o bien la mayoría,
surge de la fuerza del alma, de la energía carnal, y de la sicología. Hombres religiosos, pero carnales,
manipulan las mentes de la gente para lograr sus fines y exaltarse a sí mismos.
¿Cómo puede el hijo de Dios distinguir
entre la fuerza del alma y el poder del Espíritu? Hay sólo una manera, ¡por sus frutos
los conocerás!
Podemos
saber cuál fuerza está actuando solamente por sus frutos. ¿Afirma un
hombre que tiene dones especiales del Espíritu Santo? ¿Por medio de su
predicación o por la imposición de manos la gente grita y vibra, las mujeres
caen insensibles al piso, exponiendo sus cuerpos, mientras otros bailan y
gritan?
El Nuevo Testamento enseña que los
espíritus de los santos están sujetos o gobernados, y no fuera de sí (1
Corintios 14:32–33). Cuidado con ese hombre porque él está usando o
deliberadamente o en ignorancia las fuerzas del alma, no el poder del Espíritu.
¿Hay otro hermano que especializa en
humillar a su cuerpo, quien excede a todos los demás en la congregación en sus “convicciones”
ascéticas, que frecuentemente ayuna (y lo anuncia), que hace gestos de dolor,
que finge tener tristeza continua, que vive en pobreza e incomodidad deliberada
y desprecia a todos los demás?
Cuidado con ese hombre; él obra con la
energía del alma y está adorando en el altar de su propia voluntad... afectando
humildad y culto voluntario, es decir, esfuerzos inspirados por sí mismo para impresionar
a otros por su fuerza de voluntad (Colosenses 2:18, 23). Ambos de estos tipos
de “hombres
religiosos” están engañados y engañando a otros; obran con la energía
de la carne y del alma. Su religión es vana porque es desprovista del fruto del
Espíritu: amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre,
templanza.
Todavía
buscan la gloria propia, son contenciosos. Tienen el espíritu de cobardía,
no el de poder, de amor, y de dominio propio. No obran decentemente y con buen
orden (Gálatas 5:22–23, 26; 2 Timoteo 1:7; 1 Corintios 14:40).
A las personas dominadas por el cuerpo
les gustan principalmente las cosas que requieren ejercicio corporal. De eso
dice la Escritura que “para poco es provechoso” (1 Timoteo 4:8). A
las personas dominadas por el alma les gustan principalmente los asuntos
sociales o intelectuales, o aun ejercicios de reglamento religioso. Les gusta
charlar de sus parientes, de las últimas noticias; les gusta chismear; les
encanta teorizar, como también hablar de reglamentos carnales y de quiénes los
están quebrantando. Tales cosas son de poco provecho en la luz de la eternidad.
A las personas que son dominadas por el
Espíritu Santo les gustan principalmente la oración, la lectura y el estudio de
la Biblia. Les place la conversación espiritual, la adoración, la alabanza de
Dios, y el testificar.
Les gusta guiar a otros a Cristo, servir
a los pobres y a los oprimidos, pensar en todo lo que es verdadero, honesto,
justo, puro, amable, de buen nombre, de lo que tiene virtud, y de lo que es
digno de alabanza.
¿Para
Cuál Nivel Vives Tú?
Si apenas puedes esperar hasta que se
termine el culto para poder hablar de los cultivos, del dinero, de la comida,
de tus parientes, del chisme más nuevo, y de tales cosas, probablemente no hay
mucha vida en tu nivel más alto —si es que la hay. “El espíritu es el que da vida; la carne
para nada aprovecha” (Juan 6:63). Es el espíritu del hombre que es
regenerado:
“Un espíritu nuevo pondré dentro de ellos” (Ezequiel 11:19).
El espíritu es el santuario donde mora
el Espíritu Santo y es la facultad por medio de la cual él obra. Al andar en el
Espíritu y al cumplir con las condiciones de rendimiento a él y a su palabra,
llegamos a ser más espirituales. Cuando él renueva un espíritu recto dentro de
nosotros, entonces él puede renovar la mente, darnos un corazón nuevo, y
conformar nuestras voluntades a la suya —dominando así las facultades de
nuestra alma y usándolas para sus propósitos.
Aun nuestra vida exterior, el hombre
externo, el cuerpo, ya no más es conformado al mundo, sino que es dominado por
la renovación interna del alma y del espíritu. El cuerpo no puede ser
convertido, pero puede ser santificado para el uso de Dios. De esta manera pide
la oración del apóstol: “Y el mismo Dios de paz os santifique por completo; y
todo vuestro ser, espíritu, alma y cuerpo, sea guardado irreprensible para la
venida de nuestro Señor Jesucristo” (1 Tesalonicenses 5:23).
El cielo está lleno de personas que
amaban las cosas espirituales en esta vida, pero el infierno está lleno de
personas que tanto amaban las cosas carnales y las cosas del alma que no podían
soportar las cosas espirituales. Se fueron a su propio lugar. ¿Adónde te estás
conduciendo? ¿Vives y andas en el Espíritu por la gracia de Dios? ¿Has cesado
de hacer tus propias obras carnales y las del alma para permitir que Dios obre
sus obras por medio de ti?
¿Cómo
podemos distinguir entre la fuerza natural y carnal del alma, y el verdadero
poder espiritual? ¡Solamente por sus frutos los conocerás!
Si en tu vida dominan los rasgos de la
carnalidad, arrepiéntete y pide a Dios renovar en ti un espíritu recto. Da tu cuerpo, alma,
y espíritu
en las manos de Cristo que fueron traspasados con clavos, para que él pueda
usarte como un templo para su Espíritu Santo.
Los
rasgos de la carnalidad incluyen:
· un espíritu
secreto de orgullo; un sentido de elevación en vista de tu éxito, tu
preparación, tus dones, tus talentos, o tu apariencia;
· un espíritu
independiente;
· rigidez y una
actitud exigente;
· amor a la
alabanza de otros;
· una afición
secreta de ser notado;
· amor a la
supremacía; agitaciones de cólera;
· impaciencia;
· ser irritable;
· una disposición
de desquitarte cuando te reprenden o te contradicen; palabras duras y sin
bondad;
· obstinación;
· un espíritu
terco y que no acepta la enseñanza;
· la argumentación
y el ser hablador;
· el sarcasmo y el
ser brusco;
· una disposición
violenta hacia otros;
· la crítica sin
amor y la manía de criticar;
· un espíritu
nervioso y malhumorado;
· mostrar mal
humor, preocuparte, quejarte, murmurar; un amor de ser engatusado y mimado;
· un espíritu de
temor de los hombres; poco deseo de agradar a Dios;
· una indiferencia
y frialdad hacia Dios, hacia los miembros compañeros de la iglesia, hacia la
familia y los vecinos;
· un compañerismo
social, pero ningún deseo o capacidad de hablar de las cosas de Dios;
· estar
indispuesto a aplicar la cruz a tus cosas naturales (tales como los placeres,
los deportes, el vestido, lo que lees, la televisión, la radio, el cine, el
hogar y su mobiliario, el equipo de recreación);
· el amor al
mundo;
· retrocederse de
reproche o de obligación para buscar un lugar cómodo; razonamientos que evitan
la cruz;
· un espíritu que
no entrega todo;
· un espíritu
pronto para transigir con el mal; una disposición celosa;
· un espíritu
secreto de envidia; un resentimiento por la prosperidad y el bienestar de otro;
hablar de las faltas de otros que tienen más talento que tú;
· ser conmovido de
concupiscencia;
· afecciones y
privilegios indebidos con los del sexo opuesto;
· ojos errantes y
pensamientos lascivos; evadir y ocultar la verdad;
· esconder tus
faltas reales; tratar de dar una buena impresión;
· una humildad
falsa;
· exageración;
· palabras ociosas
y truhanería;
· la conversación
descuidada;
· un amor a la
comodidad y el placer;
· un descuido de
leer la Biblia y de orar;
· poca
preocupación para con los otros;
· una satisfacción
secreta por la destrucción de los enemigos;
· tener la creencia presumir que los pobres y los enfermos sufren porque son perezosos o porque
tienen alguna culpa;
· no tener un
culto familiar en el hogar... poco tiempo para religión en la casa;
· olvidarte de los
derechos de otros;
· una falta de
apoyar al programa de tu iglesia; ser descuidado en asistir a los cultos;
· una actitud de
rebelión hacia los reglamentos de la iglesia;
· la irreverencia
y la desatención a los que dirigen el culto o hablan;
· poco respeto a
la autoridad;
· falta de dominio
propio que se muestra en fumar, en glotonería, en ser perezoso; descuido en
asuntos financieros;
· una mala
mayordomía del tiempo, de los talentos y las posesiones;
· el prejuicio...
considerar inferiores a la gente de otras razas y de otras iglesias;
· faltar de
testificar para el Señor;
· no tener ningún
tiempo para servicio cristiano;
· no desear la
segunda venida de Cristo.
¡Todas estas cosas significan la
carnalidad y no dan ninguna esperanza de ir al cielo!
¿Qué
te parece, amigo lector?
¿En tu vida se manifiestan y dominan
estos rasgos de la carnalidad? Entonces, ¿por qué no confesarlo ahora mismo y
pedir al amante Salvador que descienda y que te limpie con su sangre
perdonadora y redentora?
Pídele que con su Santo Espíritu te
regenere y te dé poder.
Pídele entrar en tu corazón y
transformar tu cuerpo, tu alma, y tu espíritu en un santuario del bendito
Espíritu Santo... ¡para que tu ser entero sea de aquí en adelante un templo
del Dios viviente! Romanos 12:1–2.
Bosqueja en una manera muy sencilla y hermosa el plan de la salvación y la
santificación: primero
reconoce las misericordias de la sangre derramada de Jesús, y después
preséntale a él tu cuerpo como un sacrificio vivo.
Él entrará en tu corazón y allí morará,
transformando tu vida por el poder de su Santo Espíritu.
Entonces tu cuerpo ya no más será
conformado a este siglo, sino será dedicado a Dios por la renovación de tu
mente, tu corazón, y tu voluntad. El ocuparse de la carne es muerte, ¡pero el
ocuparse del Espíritu es vida, gozo, y paz!
Preguntas de estudio para diálogo en la clase y la
iglesia:
1. ¿Cuánta importancia tiene el Espíritu Santo
en la vida cristiana?
2. ¿Cuál de estos
es el Espíritu Santo?: ¿un líquido, una sensación, un poder, o una persona?
3. Hablen de los títulos y de la obra del
Espíritu Santo.
4. ¿Puede uno ser cristiano sin tener el
Espíritu Santo?
5. ¿Qué significa la glorificación por el
Espíritu Santo?
6. ¿Fue la primera
muerte una muerte espiritual o física? ¿Qué de la primera resurrección?
7. ¿Qué significa la vida “del alma”? ¿Se ocupan del
Espíritu las personas que viven en el nivel del alma?
8. ¿En qué manera es mucha religión de la fuerza
del alma en vez de ser de Dios?
9. Hablen de los rasgos de la carnalidad. ¿Cómo
podemos vencer la carnalidad?
10. ¿Cómo obtenemos
el fruto del Espíritu Santo?
Concluyó:
Cuánto daño a hecho la falsa
religión popular del pueblo llevando a muchos directo al hades [yo estuve en
esa religión por 26 años, fue la gracia de Dios que me libró, ahora Jesucristo
es mi Señor y salvador, no me arrepiento ni avergüenzo de ser su siervo a quien sirvo],
para así designarlos para la condenación eterna sin Cristo, mediante las falsa
doctrina, es necesario que el hombre se acerque más a Dios por medio de la
Biblia, y escudriñe quién es la persona de Jesucristo, permitiendo al Espíritu
de Dios le guíe y le convenza de su pecado, por rechazar la Gracia Divina de
Dios por medio de Jesucristo el Salvador. Lea su Biblia, es nuestra mejor recomendación…
___________
Bibliografía:
-e-Sword-the.
LEDD.
-Biblia
de Estudio RYRIE.
-William
R. McGrath. El Tesoro Biblico.
-Pastor:
Carlos Ramírez Jiménez. 27//10//2016.
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