Parte IV:
La Doctrina Católica Romana, Frente A La Biblia:
(1 Juan 5:21).
Pastor. Carlos Ramírez Jiménez:
“Hijitos, guardaos de los ídolos”
(1 Juan 5:21).
Tema VI:
El Significado
Del Bautismo, y El Rito Católico:
Es preocupante
ver cómo se distorsiona la doctrina del bautismo en la cristiandad moderna. Con
el
paso del tiempo, el bautismo, como una necesidad para la salvación, ha sido
reemplazado por una “oración de fe”, manifestaciones abstractas de
conversión y ceremonias eclesiásticas basadas en el tradicionalismo. Hoy,
muchos ignoran el concepto, las implicaciones y la importancia del bautismo.
Jesús
dijo: “[E]l que no naciere de agua y del Espíritu,
no puede entrar en el reino de Dios” (Juan 3:5, énfasis añadido).
Pablo escribió que hay un solo “Señor, una fe, un bautismo” (Efesios 4:5,
énfasis añadido). Estos pasajes del Nuevo Testamento y otros clarifican que el
bautismo no es simplemente una tradición religiosa o un mandamiento de hombres.
Por tanto, es muy importante entenderlo correctamente.
Es
esencial averiguar el significado de “bautismo”. Dependiendo del
contexto en que se menciona, “bautismo” puede significar cosas diferentes.
Por ejemplo, en un contexto evangélico, se lo considera simplemente una “profesión
pública de fe” (Rhodes, 1997, p. 178). En un contexto católico, la
palabra “bautismo”
trae a la memoria, padrinos, vestidos elegantes, padres emocionados,
un bebé en blanco, una fuente y unas pocas gotas de agua (como también el pago
previo por la ceremonia y el mismo “bautismo”). Sin embargo, cuando consideramos
el significado real de la palabra “bautismo”, muchos de estos conceptos erróneos
desaparecen.
En su Diccionario Expositivo de Palabras
del Nuevo Testamento, W.E. Vine definió “bautismo” y otras palabras relacionadas:
Baptisma...bautismo,
consistente en el proceso de inmersión, sumersión, y emergencia (de bapto, mojar, empapar).
Baptizo...bautizar, primariamente forma
frecuentativa de bapto, mojar. Se usaba entre los griegos
del teñido de vestidos, de sacar agua introduciendo una vasija en otra más
grande, etc.
(1999: 2:114, énfasis añadido).
Por la definición de la palabra, es
fácil ver exactamente qué implicaba el acto del bautismo: “inmersión, sumersión y emergencia”.
Desafortunadamente, se ha trasmitido la palabra “bautismo” de generación a
generación como una transliteración, i.e., una representación fonética de una
palabra en otro lenguaje.
[Note la similitud entre el griego baptisma y el español “bautismo”]. El estudio de
la etimología griega de esta palabra abre las puertas a su significado real, y
también provee una mejor descripción de la manera en que se realizaba en los
tiempos del Nuevo Testamento. El bautismo no fue un rociamiento o derramamiento
de agua, como el catolicismo enseña, sino una inmersión. La Biblia señala
algunas implicaciones importantes en cuanto al bautismo:
- Primero, el bautismo requiere suficiente agua
para sumergir completamente al creyente. Los relatos del evangelio informan que
Juan el Bautista bautizaba en el Río Jordán (Mateo 3:4-6; Marcos 1:4-5; Lucas
3:2-3; Juan 1:28). El Jordán era el río más grande e importante en Palestina, y
contenía suficiente agua para los innumerables bautismos (inmersiones) que
tomaron lugar allí. Por ejemplo, Naamán el leproso se sumergió siete veces en
este río (2 Reyes 5:14). Si el bautismo fuera un acto de rociamiento, no
hubiera sido necesario bautizar en el Jordán; en cambio, un recipiente de agua
hubiera sido suficiente. Sin embargo, como el apóstol Juan señaló, Juan el
Bautista bautizaba también en Enón, “porque había allí muchas aguas” (Juan 3:23).
- Segundo, el bautismo es inmersión ya que uno
desciende y asciende del agua. Se ve este hecho claramente en los varios
bautismos en los relatos del evangelio y en el libro de Hechos. Los escritores
del evangelio registraron el bautismo de Jesús (Mateo 3:13-17; Marcos 1:9-11;
Lucas 3:21-22). Mateo (3:16) y Marcos (1:10) señalan específicamente que Jesús “subió del
agua”. Ciertamente se hubiera omitido la frase “subir del agua” si Jesús
solamente fue rociado con agua.
Hechos 8:26-39 registra uno de los
relatos más ilustrativos del procedimiento del bautismo. Lucas escribió que
mientras un etiope estaba en su viaje de regreso de Jerusalén, oyó el
Evangelio de Jesucristo de la boca de Felipe (un siervo de Dios). Luego, “llegaron a
cierta agua, y dijo el eunuco: Aquí hay agua; ¿qué impide que yo sea
bautizado?” (Hechos 8:36). Lucas no registra la fuente o ubicación
del agua, pero podemos inferir que fue suficiente para que Felipe sumergiera al
etiope.
Lucas clarifica la manera en que se realizó el bautismo cuando señala que “descendieron
ambos al agua” y “subieron del agua” (Hechos 8:38-39, énfasis
añadido). De esta narración bíblica, fuera ilógico concluir que el bautismo del
etiope
fue alguna forma de rociamiento de agua. ¡Es imposible “descender
a” y “subir de” unas pocas gotas de agua! No
hay duda que el etiope fue sumergido.
- Tercero, el
bautismo representa la muerte, sepultura y resurrección de Cristo; no es una
práctica al azar carente de algún patrón lógico o significado especial. Dios
escogió el bautismo como la representación perfecta del plan redentor que
realizó Su Hijo, Jesucristo. En Romanos 6:3-4, Pablo explicó el significado
simbólico del bautismo: “¿O no sabéis que todos los que hemos sido bautizados
en Cristo Jesús, hemos sido bautizados en su muerte? Porque somos sepultados
juntamente con él para muerte por el bautismo, a fin de que como Cristo
resucitó de los muertos por la gloria del Padre, así también nosotros andemos
en vida nueva”. R.L. Whiteside comentó acerca de estos versículos:
En la sepultura del bautismo
existe una semejanza de su muerte; también existe una semejanza de su
resurrección en nuestro levantamiento del bautismo a una vida nueva. Por ende,
al ser bautizados somos unidos con él en la semejanza de esta muerte y
resurrección. Por tanto, somos participantes de él en la muerte, y también en
la resurrección a una vida nueva. Jesús fue sepultado y resucitó a una vida
nueva; nosotros somos sepultados en el bautismo y resucitamos a una vida nueva.
Estos versículos muestran el acto del bautismo y también su valor espiritual (1988, p. 132).
Hay
un gran valor y significado espiritual en el acto de inmersión. No solo
representa la muerte, sepultura y resurrección de Cristo, sino también une al
creyente con Cristo (Gálatas 3:27). No existe otro acto de fe que sea un
sustituto eficaz (y bíblico) para la sumersión en Cristo. ¿Se podría describir
el rociamiento de agua como una sepultura? Cuando una persona muere, ¿se le
rocía tierra en la cabeza y se le declara “sepultado”?
¡Desde luego que no! En cambio, se
le cubre completamente (sumerge) en tierra. De igual manera, para ser “sepultados”
en Cristo, debemos ser cubiertos completamente (sumergidos) en agua. El
rociamiento de agua es incapaz de representar la muerte, sepultura y
resurrección de Cristo. Pablo y Pedro, en 1 Corintios 15:1-4 y 1 Pedro 3:21,
enfatizaron adicionalmente la importancia y significado del bautismo.
NOTA:
LAS ORDENANZAS DE LA IGLESIAS: Graficamos la ideas mejor:
El Señor Jesús dio a su Iglesias dos Ordenanzas: 1) El Bautismo, y 2) La
Cena del Señor. Actualmente
guardamos estas dos mismas Ordenanzas. Queremos considerar el significado del bautismo
y de la Cena del Señor; pero primero, ¿Qué es una Ordenanza?
Una Ordenanza es una
ceremonia instituida por Cristo que representa una verdad espiritual. Es algo
que podemos ver y sentir y que simboliza una verdad espiritual.
¿Qué Es El Bautismo?
El bautismo es una ceremonia que simboliza nuestra
unión con Cristo en su Muerte, Sepultura y Resurrección: 1) Cuando estamos en el agua para ser
bautizados damos testimonio al hecho de que hemos sido Crucificados con Cristo;
2) Cuando
nos sumergen, ilustramos que somos sepultados con ÉL; y 3) Cuando nos
levantan del agua, representamos nuestra resurrección con ÉL.
Finalmente, es importante señalar que la
práctica católica moderna de “bautismo”, i.e., rociamiento o derramamiento
de agua, es inconsistente con el propio entendimiento católico del
significado y método del bautismo bíblico. En el primer capítulo de los “Sacramentos de la Iniciación Cristiana”,
el Catecismo de la Iglesia Católica declara:
Este sacramento es llamado
Bautismo, según el rito central por el cual se realiza: bautizar (griego baptizein) significa “zambullir” o “sumergir”;
el “sumergimiento
en el agua simboliza la sepultura del catecúmeno en la muerte de Cristo, de la
cual se levanta por la resurrección con él, como una “nueva criatura” (1994, 1214,
énfasis añadido).
Parece que la ignorancia de la
etimología y el procedimiento bíblico del “bautismo” no apartó al catolicismo de la
verdad en cuanto al bautismo, sino el énfasis que el catolicismo coloca en la
tradición sobre la verdad bíblica. El catolicismo también declara:
Para facilitar la
aplicación de la nueva disciplina, el bautismo por infusión—que consiste en
derramar agua en la cabeza del niño en vez de sumergir completamente al niño en
una fuente—gradualmente llegó a ser común porque era más fácil; llegó a ser la
práctica casi universal en el siglo XIV. Pero aunque la inmersión cayó en
desuso, todavía tuvo su lugar en las rúbricas (Cabié, 1988, 3:72, énfasis
añadido).
Se declara (con atrevimiento
desvergonzado) que se reemplazó el mandamiento por inmersión que el Señor dio
(Mateo 28:19; Marcos 16:16) por el rito tradicional de rociamiento o derramamiento
de agua a causa de la conveniencia. Esta declaración sólo puede encontrar
paralelo exacto en las palabras de condenación que Jesús pronunció contra los
fariseos cuando dijo:
[B]ien profetizó de
vosotros Isaías, como está escrito: Este pueblo de labios me honra, mas su
corazón está lejos de mí. Pues en vano me honran, enseñando como doctrinas
mandamientos de hombres. Porque dejando el mandamiento de Dios, os aferráis a
la tradición de los hombres... Bien invalidáis el mandamiento de Dios para
guardar vuestra tradición (Marcos 7:6-9).
_____________
REFERENCIAS:
- Cabié, Robert (1988), La Iglesia en Oración [The
Church at Prayer] (Collegeville, MN: Liturgical Press).
- Catecismo de la Iglesia Católica [Catechism of the
Catholic Church] (1994), (Mahwah, NY: Paulist Press).
- Rhodes, Ron (1997), El Libro Completo de Respuestas
Bíblicas [The Complete Book of Bible Answers] (Eugene, OR: Harvest House).
-
Vine, W.E. (1999), Diccionario Expositivo de Palabras del Antiguo y del Nuevo
Testamento Exhaustivo (Colombia: Editorial Caribe).
- Whiteside, Robertson L. (reimpresión de 1988), La
Epístola de Pablo a los Santos en Roma[Paul’s Letter to the Saints at Rome]
(Bowling Green, KY: Guardian of Truth Foundation).
- Moisés Pinedo. © 2009 Apologetics Press, Inc.
Tema VII:
La Biblia y El
Tradicionalismo Católico:
El Diccionario del Patrimonio
Americano ofrece varias definiciones para la palabra “tradición”,
incluyendo la
siguiente:
“La transmisión de elementos de una cultura de generación a generación,
especialmente por comunicación oral” (2000, p. 1829). La tradición no es inherentemente
mala; en muchos respectos, puede tener efectos positivos en generaciones
futuras. Sin embargo, en el campo de la teología cristiana, se debe someter la
tradición a la prueba definitiva de la Palabra que Dios inspiró.
Si elevamos la simple tradición humana
al nivel de la enseñanza apostólica que las Escrituras inspiradas registran,
llegaremos a aceptar cualquier innovación como producto de voluntad divina.
Tristemente, el catolicismo ha estado en este punto por siglos.
El Catecismo declara que “la Iglesia
[Católica—MP], a la cual está confiada la transmisión y la interpretación de la
Revelación, no saca exclusivamente de la Escritura la certeza de todo lo
revelado. Y así se han de recibir y respetar [la tradición y la sagrada
Escritura—MP] con el mismo espíritu de devoción” (2003, 82, énfasis
añadido). Otras autoridades católicas han declarado: “Es un artículo de fe de un decreto del
Concilio Vaticano que la Tradición es una fuente de enseñanza teológica aparte
de la Escritura, y que es infalible. Por ende se la debe recibir con la misma
reverencia interna que la Escritura ya que es la palabra de Dios”
(Attwater, 1961, p. 41, énfasis añadido).
Colocar la tradición a un nivel
equivalente a la Escritura, o considerarla superior a la Escritura, socava
inevitablemente la autoridad e inspiración de la Biblia. Durante los cientos de
años de abuso y tergiversación de la Palabra de Dios, el catolicismo ha
adoptado esta práctica deplorable. Los católicos alegan que “mientras que
no se pudiera determinar una gran parte de la Escritura sin la Tradición, la
Tradición sería suficiente sin la Escritura; esta es la salvaguardia de la
Escritura” (Attwater, p. 42, énfasis añadido). Además, “los teólogos
católicos sostienen que como parte de la verdad, la tradición es superior a la
Escritura. Después de todo, la Escritura es incompleta; no solamente requiere
interpretación, sino requiere tradición para que se la reconozca y
establezca... La Escritura no es un libro de texto; en un sentido es una
palabra muerta que debe ser revivida en la voz viviente de la tradición”
(Brantl, 1961, p. 162, énfasis añadido).
Para priorizar la tradición humana sobre
la revelación bíblica, primeramente se debe desacreditar, desestimar y
despreciar la Biblia. Llamar “palabra muerta” a la Escritura es una afrenta
flagrante a Cristo, Quien firmemente declaró que Sus palabras, que se
registraron en la Escritura, “son espíritu y son vida” (Juan 6:63).
Las tradiciones que componen el
depositum fidei (depósito de fe) de la Iglesia Católica incluyen los textos
apócrifos, las enseñanzas de los “padres de la iglesia” y los registros de
creencia universal del Catolicismo (Catecismo..., 74-141; Brantl, p. 163).
Aunque los católicos usan estas fuentes extensamente para defender sus dogmas,
estos escritos no pueden tomar el lugar de la inspiración bíblica.
El
canon católico del Antiguo Testamento tiene 46 libros en vez de 39. El Concilio de
Trento (1546) reconoció como canónicos siete libros que originalmente se
rechazaron como parte del Antiguo Testamento. Estos sietes, juntamente con
otros libros apócrifos, no portan las características de inspiración divina,
i.e., carecen de autoridad profética, armonización con la verdad revelada,
aceptación cristiana antigua, confirmación escritural y/o alguna declaración
directa de inspiración divina (vea Jackson, 1999; Geisler y Nix, 1968, pp.
264-275; McDowell, 1996, pp. 33-42). Como Geisler y Nix señalaron, “los
argumentos irrefutables contra los textos apócrifos como parte del canon
proveen evidencia contundente que los libros no fueron dados por aliento de
Dios” (p. 270). Por tanto, no se debería considerar estos libros
como la Palabra de Dios.
Por siglos, la Iglesia Católica ha
tratado muchos de los escritos de los “padres de la iglesia” como si fueran
inspirados—incluso cuando ellos nunca reclamaron que sus documentos fueran
inspirados. Los apologistas y líderes católicos por todo el mundo han fomentado
estos escritos al reclamar que estos prueban, fuera de toda duda, que la tradición
católica está enlazada a la doctrina apostólica. Este punto de vista pasa por
alto la realidad de la apostasía antigua. Solamente los apóstoles de Cristo y
profetas del Nuevo Testamento fueron guiados a toda la verdad (Juan 16:13).
Aunque los “padres de la iglesia”
realizaron gran esfuerzo en guardar la pureza del Nuevo Testamento, no fueron
inspirados para hablar y/o escribir con infalibilidad. En muchos casos, sus
escritos reflejan ideologías completamente ajenas al patrón divino. Jesús
advirtió a Sus discípulos de la llegada de hombres impíos que engañarán, “si fuere
posible, aun a los escogidos” (Mateo 24:24). Ya que existe la
posibilidad que incluso los “padres de la iglesia” hubieran sido engañados
y hubieran creído enseñanzas falsas (cf. 1 Juan 4:1), ningún estudiante de la
Biblia debería considerar sus escritos como parte del “depósito de la fe”. Aunque los
escritos de estos hombres son valiosos en estudios de la historia eclesiástica
y otras disciplinas, se debería tener en cuenta que los padres fueron hombres
falibles que estuvieron sujetos al error y la apostasía (1 Timoteo 4:1-3).
Finalmente, el catolicismo alega que el
papa, el cuerpo universal de obispos y la iglesia poseen infalibilidad en temas
de fe y moralidad (vea Concilio Vaticano I, 1870, 4). Por ende, cualquier
doctrina que ellos adoptan llega a ser parte del “depósito de la fe” del
catolicismo. Pero se ha visto en otro artículo (cf. Pinedo, 2008) que muchas
enseñanzas de los papas, los concilios episcopales y la Iglesia Católica en
general están muy lejos de ser infalibles. En muchos casos, se
auto-contradicen.
La tendencia del hombre de exaltar sus
tradiciones sobre la Palabra de Dios no es nada nueva. Jesús mismo tuvo que
confrontar este espíritu irreverente que prevalecía tanto entre la élite judía
de Su tiempo. Él acusó a los fariseos de transgredir los mandamientos de Dios
para guardar sus propias tradiciones (Mateo 15:3-9; Marcos 7:6-13). Estas
tradiciones no solamente transgredían (Mateo 15:3), sino también contradecían (Mateo
15:5-6; Marcos 7:11-12), invalidaban (Mateo 15:6; Marcos 7:9,13) y profanaban
(Mateo 15:8-9; Marcos 7:6-7) los mandamientos de Dios. Las tradiciones
católicas también transgreden, contradicen, invalidan y profanan la verdad pura
de la Palabra de Dios (cf. Mateo 15:9).
Es mi deseo que, como estudiante de la
Biblia, usted oiga lo que la Biblia dice, estudie lo que la Biblia dice, crea
lo que la Biblia dice, y evite creer otro evangelio (Gálatas 1:6-10). Las
tradiciones de los hombres no deberían sustituir los mandamientos de Dios, ya
que solamente la Palabra de Dios permanece para siempre (1 Pedro 1:25). Nuestro
propósito principal debería ser oír y obedecer la Palabra de Dios.
Jesús
dijo: “El que oye mi palabra, y cree al que me
envió, tiene vida eterna; y no vendrá a condenación, mas ha pasado de muerte a
vida” (Juan
5:24, énfasis añadido). Él también añadió, “El que me rechaza, y no recibe mis palabras, tiene quien
le juzgue; la palabra que he hablado, ella le juzgará en el día postrero”
(Juan 12:48, énfasis añadido).
Un día, cuando estemos ante el trono
divino para ser juzgados, se abrirá un Libro. Este Libro no será los escritos
de un hombre, no será las tradiciones de nuestros padres, ni tampoco será el
libro de la “conciencia
humana”.
La Biblia, a la cual muchos han
criticado, mutilado y alterado, será abierta. Y cuando las voces de muchos
otros libros permanecen en silencio, oiremos las palabras de la Biblia, y Dios
pronunciará Su sentencia final. Nosotros deberíamos obedecer al Evangelio de
Cristo para que podamos tener vida eterna en el cielo después de ese juicio (2
Tesalonicenses 1:6-10).
_____________
REFERENCIAS:
-
Attwater, Donald, ed. (1961), Un Diccionario Católico [A Catholic Dictionary]
(Nueva York: Macmillan).
- Brantl, George, ed. (1961), Catolicismo
[Catholicism] (Nueva York: George Braziller).
-
Catecismo de la Iglesia Católica (2003), Libreria Editrice Vaticana,
[En-línea], URL:http://www.vatican.va/archive/ESL0022/__PL.HTM.
-
Concilio Vaticano I (1870), “Pastor Aeternus: Constitución dogmática sobre la
Iglesia de Cristo”, [En-línea], URL: http://multimedios.org/docs/d000443/.
-
Diccionario del Patrimonio Americano del Idioma Inglés [The American Heritage
Dictionary of the English Language] (2000), (Boston; Nueva York: Houghton
Mifflin), cuarta edición.
-
Geisler, Norman y William Nix (1968), Una Introducción General a la Biblia [A
General Introduction to the Bible] (Chicago, IL: Moody Press).
-
Jackson, Wayne (1999), “Los Textos Apócrifos: ¿Inspirados por Dios?” [“The Apocrypha: Inspired of God?”], [En-línea],
URL:http://www.christiancourier.com/articles/read/the_apocrypha_inspired_of_god.
-
McDowell, Josh (1996), Evidencia que Exige un Veredicto (Deerfiel, FL:
Editorial Vida).
-
Pinedo, Moisés (2008), “¿Es el Papa Infalible?”, [En-línea], URL:http://www.apologeticspress.org/espanol/articulos/3836.
- Moisés Pinedo. © 2009 Apologetics Press, Inc.
Véase Parte V:
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