martes, 18 de octubre de 2016

Parte IV: La Doctrina Católica Romana, Frente A La Biblia: (1 Juan 5:21).

Parte IV:
La Doctrina Católica Romana, Frente A La Biblia:
(1 Juan 5:21).


 Pastor. Carlos Ramírez Jiménez:

“Hijitos, guardaos de los ídolos”
                                                                                                  (1 Juan 5:21).

Tema VI:
El Significado Del Bautismo, y El Rito Católico:
Es preocupante ver cómo se distorsiona la doctrina del bautismo en la cristiandad moderna. Con el
paso del tiempo, el bautismo, como una necesidad para la salvación, ha sido reemplazado por una “oración de fe”, manifestaciones abstractas de conversión y ceremonias eclesiásticas basadas en el tradicionalismo. Hoy, muchos ignoran el concepto, las implicaciones y la importancia del bautismo.
Jesús dijo: “[E]l que no naciere de agua y del Espíritu, no puede entrar en el reino de Dios (Juan 3:5, énfasis añadido). Pablo escribió que hay un solo “Señor, una fe, un bautismo” (Efesios 4:5, énfasis añadido). Estos pasajes del Nuevo Testamento y otros clarifican que el bautismo no es simplemente una tradición religiosa o un mandamiento de hombres. Por tanto, es muy importante entenderlo correctamente.
Es esencial averiguar el significado de “bautismo”. Dependiendo del contexto en que se menciona, “bautismo” puede significar cosas diferentes. Por ejemplo, en un contexto evangélico, se lo considera simplemente una “profesión pública de fe” (Rhodes, 1997, p. 178). En un contexto católico, la palabra “bautismo” trae a la memoria, padrinos, vestidos elegantes, padres emocionados, un bebé en blanco, una fuente y unas pocas gotas de agua (como también el pago previo por la ceremonia y el mismo “bautismo”). Sin embargo, cuando consideramos el significado real de la palabra “bautismo”, muchos de estos conceptos erróneos desaparecen.
En su Diccionario Expositivo de Palabras del Nuevo Testamento, W.E. Vine definió “bautismo” y otras palabras relacionadas:
Baptisma...bautismo, consistente en el proceso de inmersión, sumersión, y emergencia (de bapto, mojar, empapar).
Baptizo...bautizar, primariamente forma frecuentativa de bapto, mojar. Se usaba entre los griegos del teñido de vestidos, de sacar agua introduciendo una vasija en otra más grande, etc. (1999: 2:114, énfasis añadido).

Por la definición de la palabra, es fácil ver exactamente qué implicaba el acto del bautismo: “inmersión, sumersión y emergencia”. Desafortunadamente, se ha trasmitido la palabra “bautismo” de generación a generación como una transliteración, i.e., una representación fonética de una palabra en otro lenguaje.
[Note la similitud entre el griego baptisma y el español “bautismo”]. El estudio de la etimología griega de esta palabra abre las puertas a su significado real, y también provee una mejor descripción de la manera en que se realizaba en los tiempos del Nuevo Testamento. El bautismo no fue un rociamiento o derramamiento de agua, como el catolicismo enseña, sino una inmersión. La Biblia señala algunas implicaciones importantes en cuanto al bautismo:
-      Primero, el bautismo requiere suficiente agua para sumergir completamente al creyente. Los relatos del evangelio informan que Juan el Bautista bautizaba en el Río Jordán (Mateo 3:4-6; Marcos 1:4-5; Lucas 3:2-3; Juan 1:28). El Jordán era el río más grande e importante en Palestina, y contenía suficiente agua para los innumerables bautismos (inmersiones) que tomaron lugar allí. Por ejemplo, Naamán el leproso se sumergió siete veces en este río (2 Reyes 5:14). Si el bautismo fuera un acto de rociamiento, no hubiera sido necesario bautizar en el Jordán; en cambio, un recipiente de agua hubiera sido suficiente. Sin embargo, como el apóstol Juan señaló, Juan el Bautista bautizaba también en Enón, “porque había allí muchas aguas” (Juan 3:23).
-    Segundo, el bautismo es inmersión ya que uno desciende y asciende del agua. Se ve este hecho claramente en los varios bautismos en los relatos del evangelio y en el libro de Hechos. Los escritores del evangelio registraron el bautismo de Jesús (Mateo 3:13-17; Marcos 1:9-11; Lucas 3:21-22). Mateo (3:16) y Marcos (1:10) señalan específicamente que Jesús “subió del agua”. Ciertamente se hubiera omitido la frase “subir del agua” si Jesús solamente fue rociado con agua.
Hechos 8:26-39 registra uno de los relatos más ilustrativos del procedimiento del bautismo. Lucas escribió que mientras un etiope estaba en su viaje de regreso de Jerusalén, oyó el Evangelio de Jesucristo de la boca de Felipe (un siervo de Dios). Luego, “llegaron a cierta agua, y dijo el eunuco: Aquí hay agua; ¿qué impide que yo sea bautizado?” (Hechos 8:36). Lucas no registra la fuente o ubicación del agua, pero podemos inferir que fue suficiente para que Felipe sumergiera al etiope. Lucas clarifica la manera en que se realizó el bautismo cuando señala que “descendieron ambos al agua” y “subieron del agua” (Hechos 8:38-39, énfasis añadido). De esta narración bíblica, fuera ilógico concluir que el bautismo del etiope fue alguna forma de rociamiento de agua. ¡Es imposible “descender a” y “subir de” unas pocas gotas de agua! No hay duda que el etiope fue sumergido.
-   Tercero, el bautismo representa la muerte, sepultura y resurrección de Cristo; no es una práctica al azar carente de algún patrón lógico o significado especial. Dios escogió el bautismo como la representación perfecta del plan redentor que realizó Su Hijo, Jesucristo. En Romanos 6:3-4, Pablo explicó el significado simbólico del bautismo: “¿O no sabéis que todos los que hemos sido bautizados en Cristo Jesús, hemos sido bautizados en su muerte? Porque somos sepultados juntamente con él para muerte por el bautismo, a fin de que como Cristo resucitó de los muertos por la gloria del Padre, así también nosotros andemos en vida nueva”. R.L. Whiteside comentó acerca de estos versículos:
En la sepultura del bautismo existe una semejanza de su muerte; también existe una semejanza de su resurrección en nuestro levantamiento del bautismo a una vida nueva. Por ende, al ser bautizados somos unidos con él en la semejanza de esta muerte y resurrección. Por tanto, somos participantes de él en la muerte, y también en la resurrección a una vida nueva. Jesús fue sepultado y resucitó a una vida nueva; nosotros somos sepultados en el bautismo y resucitamos a una vida nueva. Estos versículos muestran el acto del bautismo y también su valor espiritual (1988, p. 132).

Hay un gran valor y significado espiritual en el acto de inmersión. No solo representa la muerte, sepultura y resurrección de Cristo, sino también une al creyente con Cristo (Gálatas 3:27). No existe otro acto de fe que sea un sustituto eficaz (y bíblico) para la sumersión en Cristo. ¿Se podría describir el rociamiento de agua como una sepultura? Cuando una persona muere, ¿se le rocía tierra en la cabeza y se le declara “sepultado”? ¡Desde luego que no! En cambio, se le cubre completamente (sumerge) en tierra. De igual manera, para ser “sepultados” en Cristo, debemos ser cubiertos completamente (sumergidos) en agua. El rociamiento de agua es incapaz de representar la muerte, sepultura y resurrección de Cristo. Pablo y Pedro, en 1 Corintios 15:1-4 y 1 Pedro 3:21, enfatizaron adicionalmente la importancia y significado del bautismo.

NOTA: LAS ORDENANZAS DE LA IGLESIAS: Graficamos la ideas mejor:
El Señor Jesús dio a su Iglesias dos Ordenanzas: 1) El Bautismo, y 2) La Cena del Señor. Actualmente guardamos estas dos mismas Ordenanzas. Queremos considerar el significado del bautismo y de la Cena del Señor; pero primero, ¿Qué es una Ordenanza?
Una Ordenanza es una ceremonia instituida por Cristo que representa una verdad espiritual. Es algo que podemos ver y sentir y que simboliza una verdad espiritual.
¿Qué Es El Bautismo?
El bautismo es una ceremonia que simboliza nuestra unión con Cristo en su Muerte, Sepultura y Resurrección: 1) Cuando estamos en el agua para ser bautizados damos testimonio al hecho de que hemos sido Crucificados con Cristo; 2) Cuando nos sumergen, ilustramos que somos sepultados con ÉL; y 3) Cuando nos levantan del agua, representamos nuestra resurrección con ÉL.

Finalmente, es importante señalar que la práctica católica moderna de “bautismo”, i.e., rociamiento o derramamiento de agua, es inconsistente con el propio entendimiento católico del significado y método del bautismo bíblico. En el primer capítulo de los “Sacramentos de la Iniciación Cristiana”, el Catecismo de la Iglesia Católica declara:
Este sacramento es llamado Bautismo, según el rito central por el cual se realiza: bautizar (griego baptizein) significa “zambullir” o “sumergir”; el “sumergimiento en el agua simboliza la sepultura del catecúmeno en la muerte de Cristo, de la cual se levanta por la resurrección con él, como una “nueva criatura” (1994, 1214, énfasis añadido).

Parece que la ignorancia de la etimología y el procedimiento bíblico del “bautismo” no apartó al catolicismo de la verdad en cuanto al bautismo, sino el énfasis que el catolicismo coloca en la tradición sobre la verdad bíblica. El catolicismo también declara:
Para facilitar la aplicación de la nueva disciplina, el bautismo por infusión—que consiste en derramar agua en la cabeza del niño en vez de sumergir completamente al niño en una fuente—gradualmente llegó a ser común porque era más fácil; llegó a ser la práctica casi universal en el siglo XIV. Pero aunque la inmersión cayó en desuso, todavía tuvo su lugar en las rúbricas (Cabié, 1988, 3:72, énfasis añadido).

Se declara (con atrevimiento desvergonzado) que se reemplazó el mandamiento por inmersión que el Señor dio (Mateo 28:19; Marcos 16:16) por el rito tradicional de rociamiento o derramamiento de agua a causa de la conveniencia. Esta declaración sólo puede encontrar paralelo exacto en las palabras de condenación que Jesús pronunció contra los fariseos cuando dijo:
[B]ien profetizó de vosotros Isaías, como está escrito: Este pueblo de labios me honra, mas su corazón está lejos de mí. Pues en vano me honran, enseñando como doctrinas mandamientos de hombres. Porque dejando el mandamiento de Dios, os aferráis a la tradición de los hombres... Bien invalidáis el mandamiento de Dios para guardar vuestra tradición (Marcos 7:6-9).
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REFERENCIAS:
- Cabié, Robert (1988), La Iglesia en Oración [The Church at Prayer] (Collegeville, MN: Liturgical Press).
- Catecismo de la Iglesia Católica [Catechism of the Catholic Church] (1994), (Mahwah, NY: Paulist Press).
- Rhodes, Ron (1997), El Libro Completo de Respuestas Bíblicas [The Complete Book of Bible Answers] (Eugene, OR: Harvest House).
- Vine, W.E. (1999), Diccionario Expositivo de Palabras del Antiguo y del Nuevo Testamento Exhaustivo (Colombia: Editorial Caribe).
- Whiteside, Robertson L. (reimpresión de 1988), La Epístola de Pablo a los Santos en Roma[Paul’s Letter to the Saints at Rome] (Bowling Green, KY: Guardian of Truth Foundation).
- Moisés Pinedo. © 2009 Apologetics Press, Inc.


Tema VII:
La Biblia y El Tradicionalismo Católico:
El Diccionario del Patrimonio Americano ofrece varias definiciones para la palabra “tradición”,
incluyendo la siguiente: “La transmisión de elementos de una cultura de generación a generación, especialmente por comunicación oral” (2000,  p. 1829). La tradición no es inherentemente mala; en muchos respectos, puede tener efectos positivos en generaciones futuras. Sin embargo, en el campo de la teología cristiana, se debe someter la tradición a la prueba definitiva de la Palabra que Dios inspiró.
Si elevamos la simple tradición humana al nivel de la enseñanza apostólica que las Escrituras inspiradas registran, llegaremos a aceptar cualquier innovación como producto de voluntad divina. Tristemente, el catolicismo ha estado en este punto por siglos.
El Catecismo declara que “la Iglesia [Católica—MP], a la cual está confiada la transmisión y la interpretación de la Revelación, no saca exclusivamente de la Escritura la certeza de todo lo revelado. Y así se han de recibir y respetar [la tradición y la sagrada Escritura—MP] con el mismo espíritu de devoción” (2003, 82, énfasis añadido). Otras autoridades católicas han declarado: “Es un artículo de fe de un decreto del Concilio Vaticano que la Tradición es una fuente de enseñanza teológica aparte de la Escritura, y que es infalible. Por ende se la debe recibir con la misma reverencia interna que la Escritura ya que es la palabra de Dios” (Attwater, 1961, p. 41, énfasis añadido).
Colocar la tradición a un nivel equivalente a la Escritura, o considerarla superior a la Escritura, socava inevitablemente la autoridad e inspiración de la Biblia. Durante los cientos de años de abuso y tergiversación de la Palabra de Dios, el catolicismo ha adoptado esta práctica deplorable. Los católicos alegan que “mientras que no se pudiera determinar una gran parte de la Escritura sin la Tradición, la Tradición sería suficiente sin la Escritura; esta es la salvaguardia de la Escritura” (Attwater, p. 42, énfasis añadido). Además, “los teólogos católicos sostienen que como parte de la verdad, la tradición es superior a la Escritura. Después de todo, la Escritura es incompleta; no solamente requiere interpretación, sino requiere tradición para que se la reconozca y establezca... La Escritura no es un libro de texto; en un sentido es una palabra muerta que debe ser revivida en la voz viviente de la tradición” (Brantl, 1961, p. 162, énfasis añadido).
Para priorizar la tradición humana sobre la revelación bíblica, primeramente se debe desacreditar, desestimar y despreciar la Biblia. Llamar “palabra muerta” a la Escritura es una afrenta flagrante a Cristo, Quien firmemente declaró que Sus palabras, que se registraron en la Escritura, “son espíritu y son vida” (Juan 6:63).
Las tradiciones que componen el depositum fidei (depósito de fe) de la Iglesia Católica incluyen los textos apócrifos, las enseñanzas de los “padres de la iglesia” y los registros de creencia universal del Catolicismo (Catecismo..., 74-141; Brantl, p. 163). Aunque los católicos usan estas fuentes extensamente para defender sus dogmas, estos escritos no pueden tomar el lugar de la inspiración bíblica.

El canon católico del Antiguo Testamento tiene 46 libros en vez de 39. El Concilio de Trento (1546) reconoció como canónicos siete libros que originalmente se rechazaron como parte del Antiguo Testamento. Estos sietes, juntamente con otros libros apócrifos, no portan las características de inspiración divina, i.e., carecen de autoridad profética, armonización con la verdad revelada, aceptación cristiana antigua, confirmación escritural y/o alguna declaración directa de inspiración divina (vea Jackson, 1999; Geisler y Nix, 1968, pp. 264-275; McDowell, 1996, pp. 33-42). Como Geisler y Nix señalaron, “los argumentos irrefutables contra los textos apócrifos como parte del canon proveen evidencia contundente que los libros no fueron dados por aliento de Dios” (p. 270). Por tanto, no se debería considerar estos libros como la Palabra de Dios.

Por siglos, la Iglesia Católica ha tratado muchos de los escritos de los “padres de la iglesia” como si fueran inspirados—incluso cuando ellos nunca reclamaron que sus documentos fueran inspirados. Los apologistas y líderes católicos por todo el mundo han fomentado estos escritos al reclamar que estos prueban, fuera de toda duda, que la tradición católica está enlazada a la doctrina apostólica. Este punto de vista pasa por alto la realidad de la apostasía antigua. Solamente los apóstoles de Cristo y profetas del Nuevo Testamento fueron guiados a toda la verdad (Juan 16:13).
Aunque los “padres de la iglesia” realizaron gran esfuerzo en guardar la pureza del Nuevo Testamento, no fueron inspirados para hablar y/o escribir con infalibilidad. En muchos casos, sus escritos reflejan ideologías completamente ajenas al patrón divino. Jesús advirtió a Sus discípulos de la llegada de hombres impíos que engañarán, “si fuere posible, aun a los escogidos” (Mateo 24:24). Ya que existe la posibilidad que incluso los “padres de la iglesia” hubieran sido engañados y hubieran creído enseñanzas falsas (cf. 1 Juan 4:1), ningún estudiante de la Biblia debería considerar sus escritos como parte del “depósito de la fe”. Aunque los escritos de estos hombres son valiosos en estudios de la historia eclesiástica y otras disciplinas, se debería tener en cuenta que los padres fueron hombres falibles que estuvieron sujetos al error y la apostasía (1 Timoteo 4:1-3).
Finalmente, el catolicismo alega que el papa, el cuerpo universal de obispos y la iglesia poseen infalibilidad en temas de fe y moralidad (vea Concilio Vaticano I, 1870, 4). Por ende, cualquier doctrina que ellos adoptan llega a ser parte del “depósito de la fe” del catolicismo. Pero se ha visto en otro artículo (cf. Pinedo, 2008) que muchas enseñanzas de los papas, los concilios episcopales y la Iglesia Católica en general están muy lejos de ser infalibles. En muchos casos, se auto-contradicen.

La tendencia del hombre de exaltar sus tradiciones sobre la Palabra de Dios no es nada nueva. Jesús mismo tuvo que confrontar este espíritu irreverente que prevalecía tanto entre la élite judía de Su tiempo. Él acusó a los fariseos de transgredir los mandamientos de Dios para guardar sus propias tradiciones (Mateo 15:3-9; Marcos 7:6-13). Estas tradiciones no solamente transgredían (Mateo 15:3), sino también contradecían (Mateo 15:5-6; Marcos 7:11-12), invalidaban (Mateo 15:6; Marcos 7:9,13) y profanaban (Mateo 15:8-9; Marcos 7:6-7) los mandamientos de Dios. Las tradiciones católicas también transgreden, contradicen, invalidan y profanan la verdad pura de la Palabra de Dios (cf. Mateo 15:9).
Es mi deseo que, como estudiante de la Biblia, usted oiga lo que la Biblia dice, estudie lo que la Biblia dice, crea lo que la Biblia dice, y evite creer otro evangelio (Gálatas 1:6-10). Las tradiciones de los hombres no deberían sustituir los mandamientos de Dios, ya que solamente la Palabra de Dios permanece para siempre (1 Pedro 1:25). Nuestro propósito principal debería ser oír y obedecer la Palabra de Dios.
Jesús dijo: “El que oye mi palabra, y cree al que me envió, tiene vida eterna; y no vendrá a condenación, mas ha pasado de muerte a vida(Juan 5:24, énfasis añadido). Él también añadió, “El que me rechaza, y no recibe mis palabras, tiene quien le juzgue; la palabra que he hablado, ella le juzgará en el día postrero” (Juan 12:48, énfasis añadido).
Un día, cuando estemos ante el trono divino para ser juzgados, se abrirá un Libro. Este Libro no será los escritos de un hombre, no será las tradiciones de nuestros padres, ni tampoco será el libro de la “conciencia humana”.
La Biblia, a la cual muchos han criticado, mutilado y alterado, será abierta. Y cuando las voces de muchos otros libros permanecen en silencio, oiremos las palabras de la Biblia, y Dios pronunciará Su sentencia final. Nosotros deberíamos obedecer al Evangelio de Cristo para que podamos tener vida eterna en el cielo después de ese juicio (2 Tesalonicenses 1:6-10). 
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REFERENCIAS:
- Attwater, Donald, ed. (1961), Un Diccionario Católico [A Catholic Dictionary] (Nueva York: Macmillan).
- Brantl, George, ed. (1961), Catolicismo [Catholicism] (Nueva York: George Braziller).
- Catecismo de la Iglesia Católica (2003), Libreria Editrice Vaticana, [En-línea], URL:http://www.vatican.va/archive/ESL0022/__PL.HTM.
- Concilio Vaticano I (1870), “Pastor Aeternus: Constitución dogmática sobre la Iglesia de Cristo”, [En-línea], URL: http://multimedios.org/docs/d000443/.
- Diccionario del Patrimonio Americano del Idioma Inglés [The American Heritage Dictionary of the English Language] (2000), (Boston; Nueva York: Houghton Mifflin), cuarta edición.
- Geisler, Norman y William Nix (1968), Una Introducción General a la Biblia [A General Introduction to the Bible] (Chicago, IL: Moody Press).
- Jackson, Wayne (1999), “Los Textos Apócrifos: ¿Inspirados por Dios?” [“The Apocrypha: Inspired of God?”], [En-línea], URL:http://www.christiancourier.com/articles/read/the_apocrypha_inspired_of_god.
- McDowell, Josh (1996), Evidencia que Exige un Veredicto (Deerfiel, FL: Editorial Vida).
- Pinedo, Moisés (2008), “¿Es el Papa Infalible?”, [En-línea], URL:http://www.apologeticspress.org/espanol/articulos/3836.
- Moisés Pinedo. © 2009 Apologetics Press, Inc.

     Véase Parte V:





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