Parte II:
La Historia y La Arqueología Bíblica
La Salvación Bíblica La Biblia y La Vida En El Espíritu Santo:
(Hechos 1:1-3).
Pastor: Carlos Ramírez Jiménez:
La Promesa Del Espíritu Santo:
“En el primer tratado, oh Teófilo, hablé acerca de todas las cosas que Jesús comenzó a hacer y a enseñar,… hasta el día en que fue recibido arriba, después de haber dado mandamientos por el Espíritu Santo a los apóstoles que había escogido;… a quienes también, después de haber padecido, se presentó vivo con muchas pruebas indubitables, apareciéndoseles durante cuarenta días y hablándoles acerca del reino de Dios”.
(Hechos 1:1-3).
Tema II:
La Salvación Bíblica:
¡Cómo encontrarla, cómo mantenerla, cómo disfrutarla!
La salvación... ¿qué es? Bueno, una cosa es cierta: no podemos hallar algo si no sabemos lo que buscamos. Así que, antes de poder encontrar la salvación, tenemos que averiguar qué es. Un diccionario nos dice que la salvación es “el proceso o el estado de estar a salvo de algún mal; es la liberación de peligro, mal o perdición”.
Dicho sencillamente, la salvación
significa el alivio, la paz, y el gozo que resultan de estar a salvo o
rescatado de algún gran peligro. La palabra original griega para salvación y
sus varias formas (salvo, salvar, Salvador) se refiere a ser hecho y guardado
sano de peligro o daño. El peligro mayor que enfrenta a la humanidad es la muerte
y el juicio que sigue.
La sentencia de muerte fue pronunciada
por Dios sobre el género humano por causa del pecado. Son las consecuencias del
pecado, la muerte, el juicio, y el infierno, que para la humanidad son
verdaderamente temerosas y espantosas. La Biblia dice que exactamente por esto
necesitábamos un Salvador. Necesitábamos a alguien que, por su muerte en la
cruz y su resurrección, pudo quebrantar el poder de Satanás, “y librar a
todos los que por el temor de la muerte estaban durante toda la vida sujetos a
servidumbre” (Hebreos 2:15).
En el Nuevo Testamento se encuentra más
de 170 veces la palabra griega original que significa salvación (soteria)
y sus formas relacionadas (salvo, salvar, Salvador). Como hemos
indicado, la palabra significa “sanado”, y la Biblia dice que eso tiene que
ser hecho por un Salvador mandado del cielo. El hombre no es “sano”
por naturaleza, sino que es inconstante, intranquilo, temeroso, y enfermo. Su
enfermedad verdadera es el pecado. Eso puede ser curado sólo por un poder fuera
de uno mismo —el poder del gran Médico.
La palabra alemana para decir salvador, heiland,
expresa mejor el sentido de uno que cura o sana el corazón quebrantado o la
vida arruinada. También la palabra alemana para decir santo, heilig,
expresa el mismo pensamiento vital:
· el hombre que es hecho santo por
Cristo es un hombre de una mente constante (ya no más es de doble ánimo, dudoso
(Santiago
1:6–8);
· tiene el ojo bueno, (Mateo 6:22; Lucas 11:34);
· sirve a Dios con alegría y sencillez de corazón (Hechos 2:46);
y
· ya no más está tratando de servir ambos a
Dios y al mundo
(Mateo 6:24).
El mundo está lleno de gente religiosa que trata de servir a Dios
sólo por ritos exteriores, pero internamente se sienten miserables porque saben
que también están tratando de servir al mundo y al pecado. Lo que necesitan es “ser sanados”,
encontrar la salvación que les hará sanos (internamente), santos y alegres.
Esta clase de salvación es exactamente lo que la Biblia nos ofrece: “El reino de Dios
no es comida ni bebida [ritos
exteriores], sino justicia [santidad], paz [sanidad
interna] y gozo [alegría] en el Espíritu
Santo” (Romanos 14:17). Si tú no estás en ese sentido sano, santo y
alegre, ¡necesitas
la salvación!
Al estudiar lo que dice la Biblia acerca
de la salvación, repasamos cómo encontrarla, cómo mantenerla, y cómo
disfrutarla. Hay muchas ideas falsas acerca de la salvación. Unos enseñan que “Una vez salvo,
salvo para siempre”.
Otros enseñan que la salvación se logra
por medio de ceremonias y membresía en tal iglesia.
¡Otros afirman que solamente después de la muerte podrá uno
saber si es salvo o no! La Biblia rechaza estas ideas falsas. Algunos aun
enseñan que la salvación es posible sólo para una clase de gente especial, ¡como si Dios
tuviera prejuicio!
La Biblia dice: “Todo aquel que invocare el nombre del
Señor, será salvo” (Romanos 10:13).
Y asimismo: “Porque de tal manera amó Dios al mundo,
que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se
pierda, mas tenga vida eterna. Porque no envió Dios a su Hijo al mundo para
condenar al mundo, sino para que el mundo sea salvo por él” (Juan 3:16–17).
Y hay muchos pasajes semejantes que
prueban que la salvación es disponible para cualquiera. (Véanse, por ejemplo: Lucas 3:6; Hechos 2:21; Romanos 5:18; 1
Timoteo 2:4; Tito 2:11–12; 2 Pedro 3:9). Así que si has pensado en Dios como un
Dios duro e injusto que reparte la salvación de manera arbitraria sólo a unos
pocos preferidos, ¡piensa nuevamente y escucha a lo que dice la Biblia!
La
salvación —cómo encontrarla: En el año 1632, unos hermanos
escribieron la “Confesión
de la fe de Dortrecht” (Holanda), y eso tiene mucho que decir acerca
de la salvación. Por ejemplo, el Artículo 6 (El arrepentimiento y la
rectificación de la vida) de esta confesión claramente dice:
Ni el bautismo, ni el sacramento, ni la
unión religiosa, ni ninguna otra ceremonia externa pueden, sin fe, sin el nuevo
nacimiento, sin un cambio o una vida renovada, ayudar o capacitarnos para
agradar a Dios, o recibir consolación o promesa de salvación de él.
Así que es claro que estos hermanos
entendieron y creyeron firmemente que el bautismo y la membresía en la iglesia
no fueron su esperanza de salvación. ¿Por qué es que tantos hoy día confían en
reglamentos, en el bautismo, y en hacerse miembros de la iglesia?
Seguidamente tenemos que estudiar lo que
dice la Biblia acerca del tiempo de la salvación, puesto que hay enseñanza
falsa que dice que uno no puede ser salvo hasta después de esta vida.
Hay
Tres Períodos De Vida Humana:
Ø la vida aquí en
la tierra,
Ø la vida después
de la muerte, y
Ø la vida después
de la resurrección del cuerpo.
Tocante al primer período, la vida de
ahora y aquí en esta tierra, la Biblia dice:
¡He aquí ahora el tiempo aceptable; he aquí ahora el día de
salvación!
(2 Corintios 6:2).
A quien [Cristo] amáis sin haberle
visto, en quien creyendo, aunque ahora no lo veáis, os alegráis con gozo
inefable y glorioso; obteniendo el fin de vuestra fe, que es la salvación de
vuestras almas (1 Pedro 1:8–9).
El bautismo que corresponde a esto ahora
nos salva (no quitando las inmundicias de la carne, sino como la aspiración de
una buena conciencia hacia Dios) por la resurrección de Jesucristo (1 Pedro 3:21).
Ahora, pues, ninguna condenación hay
para los que están en Cristo Jesús, los que no andan conforme a la carne, sino conforme
al Espíritu (Romanos 8:1).
Porque la palabra de la cruz es locura a
los que se pierden; pero a los que se salvan, esto es, a nosotros, es poder de
Dios (1 Corintios 1:18).
Todos éstos y muchos más versículos nos
enseñan que el cristiano es uno que es salvo aquí y ahora en esta vida. Si uno
se muere sin salvación en esta vida, es demasiado tarde para encontrarla en la
vida venidera. Como cae el árbol, salvo o no salvo, así yacerá durante toda la eternidad
(véase Eclesiastés 11:3).
Por supuesto, la Biblia habla también de
que la salvación será completada en la vida venidera. Esta consumación de la
salvación será solamente para aquellos que ya han sido salvos en esta vida: “Pues mucho
más, estando ya justificados en su sangre, por él seremos salvos de la ira” (Romanos
5:9). El tiempo de tratar con el problema del pecado es ahora. Si llegamos al
día del juicio y todavía tenemos pecados que no hemos abandonado, será
demasiado tarde:
“Los pecados de algunos hombres se hacen patentes antes que ellos vengan a
juicio, más a otros se les descubren después” (1 Timoteo 5:24).
Un cristiano verdadero es el que es
salvo aquí por Cristo, que al morirse irá a estar con Cristo (Filipenses 1:23),
y quien en el día del juicio volverá en espíritu con Cristo del cielo y será
vestido con un cuerpo resucitado, nuevo e inmortal (1 Tesalonicenses 3:13;
4:14, 16; 1 Corintios 15:52–53). La Biblia enseña que podemos ser salvos ahora
y aquí, que los salvos estarán con Cristo después de la muerte, y que la
salvación será completada en la resurrección. Ahora podemos ser salvos del
poder del pecado; en la eternidad seremos salvos de la misma presencia del pecado
(Apocalipsis 21:4; 22:3).
Pues, ¿cómo entonces podemos encontrar la
salvación ahora? Volvamos a un versículo a que nos hemos referido ya: “El bautismo
que corresponde a esto ahora nos salva (no quitando las inmundicias de la
carne, sino como la aspiración de una buena conciencia hacia Dios) por la
resurrección de Jesucristo” (1 Pedro 3:21). Parece que este
versículo dice que el bautismo nos salva, pero si lo leyeras con cuidado,
comparándolo con otras escrituras, entenderás que no dice que es el bautismo de
agua que nos salva. Al contrario, dice que el bautismo no quita las inmundicias
de la carne, sino es la expresión de nuestro anhelo vivo (aspiración) de vivir
delante de Dios en buena conciencia.
Toda el agua en el mundo, y todos los
bautismos de agua, no pudieran lavar la conciencia. El agua puede quitar sólo
la suciedad y la mugre externa; se necesita algo más para lavar la corrupción
espiritual y los pecados que ennegrecen la conciencia humana. Ese “algo más”
es claramente la sangre de Jesucristo: “¿Cuánto más la sangre de Cristo, el cual mediante el
Espíritu eterno se ofreció a sí mismo sin mancha a Dios, limpiará vuestras
conciencias de obras muertas para que sirváis al Dios vivo?”
(Hebreos 9:14).
Somos justificados o salvos por la sangre de Cristo. Nuestra parte
es confesar nuestros pecados a él, confesar nuestra incapacidad de salvarnos
por nosotros mismos, y depender completamente de la misericordia de él para
perdón y salvación (Romanos 5:1, 6, 9, 11; 1 Juan 1:8–9; Romanos 10:9–10; Lucas
18:13). Esto es la gracia (Efesios 2:1–9; 1:7).
NOTA: Efesios
1:7: Redención: Tres ideas están
implicadas en la doctrina de la Redención:
1) El pago del rescate con la sangre de
Cristo (1 Cor. 6:20; 1 Pedro 1:18-19; Ap. 5:9);
2) La retirada de la maldición de la ley
(Gál.3:13; 4:5); y
3) Liberación de
la esclavitud del pecado para entrar en la libertad de la gracia (1 P. 1:18).
La Redención es siempre por
su sangre; i, es, mediante la muerte de Cristo (Colosenses 1:14).
La salvación es una obra de Dios en el hombre. Esta obra se
describe con varias palabras, tales como:
Ø Expiación,
Ø reconciliación,
Ø redención,
Ø liberación,
Ø justificación,
Ø propiciación,
Ø lavamiento, y
Ø otras.
¿Qué Significan?
La separación entre el pecador y Dios
puede ser eliminada solamente por medio de la obra de Cristo en la cruz:
v Eliminar esta
separación lo llamamos expiación. El que recibe a Cristo ha recibido
la expiación
(Romanos 5:11). La enemistad del pecador con Dios puede ser perdonada sólo por
la muerte de Cristo.
v Esto es reconciliación
(Romanos 5:10). El pecador puede ser comprado de la esclavitud del pecado
solamente con el precio de la sangre de Cristo.
v Esto lo llamamos
redención
(1 Pedro 1:18–19).
v El pecador puede
ser liberado
de la servidumbre de Satanás sólo por la muerte de Cristo en la cruz. Hablamos
de esto como liberación
(Hebreos 2:14–15).
v El pecador puede
ser declarado justo
por la gracia de Dios. Cuando cree en verdad en Cristo como su Salvador, Dios
le borra todos los pecados y su fe se le cuenta por justicia. Esto se llama justificación
(Romanos 4:4–8, 22–25). La ira de Dios contra el pecador puede ser aplacada
solamente por la muerte del Salvador inocente.
v Esto lo llamamos
propiciación
(Romanos 3:25; 5:9).
v Nuestros pecados
son tan inmundos que sólo la sangre de Cristo nos puede lavar. Eso es lavamiento
(Apocalipsis 1:5).
¿Ves ahora porque nadie puede salvarse a sí mismo aparte
de la sangre derramada de Cristo?
¿Has confesado tú ya tu incapacidad y le has recibido como Salvador tuyo?
Para resumir ahora lo que hemos dicho
acerca del plan de Dios para la salvación como lo enseña la Biblia, vamos a
ponerlo en orden así como sigue, señalando claramente los pasos requeridos para
encontrar la salvación:
1. La fe —creer que Dios
existe y que recompensa el bien y castiga el mal (Hebreos 11:6); creer que
Jesús es el Señor y que Dios le levantó de los muertos, sujetándonos a su
señorío en todo (Romanos 10:9).
2. La convicción de pecado (Juan 16:8–9; 8:9;
Judas 15; 1 Corintios 14:24). Nos es necesario reconocer que nuestros pecados
son una abominación ante Dios y sentirnos agobiados por ellos.
3. La confesión de pecado (1 Juan 1:8–9;
Lucas 18:13). A no ser que veamos que por el pecado estamos perdidos,
arruinados, incapaces, ¿cómo podemos ser salvos? (Mateo 9:13; Romanos 5:6).
4. El arrepentimiento (Lucas 15:7; Marcos 2:17; Mateo
4:17). La palabra arrepentirse significa estar apenado por tu pecado y apartarse de él. Entonces Dios lo remite (Lucas 24:47).
5. La conversión (Mateo 18:3). Hacerse como un niño
pequeño es posible solamente por la regeneración, por el nuevo nacimiento (Juan
3:3–7). Esto resulta cuando nos apartamos de nuestros pecados y volvemos al
Salvador, pidiéndole que nos perdone, que nos purifique, y que viva en nosotros
por medio de su Santo Espíritu. Los discípulos no estaban completamente
convertidos y nacidos de nuevo hasta que nacieron del Espíritu Santo en el día
de Pentecostés (Lucas 22:32; Hechos 1:5, 8; 2:4, 17). Esta experiencia de
conversión, en que Cristo llega a morar en el corazón (Juan 1:12; 2 Corintios
3:17; Colosenses 1:27), es lo que falta en la vida de la mayoría de la gente
religiosa.
Tratan de
agradar a Dios con las obras de la carne en su propia fuerza, pero se ven
obligados a preguntarse por qué no tienen poder ni paz. Tal vez hayan creído en
Jesús casi como los budistas creen en Buda, pero nunca han recibido a Cristo en
sus corazones.
Lee Santiago 1:21.
Lo que sella nuestra conversión es recibir a Cristo, la palabra viviente, en
nuestros corazones (Efesios 1:13). La conversión es completada por nuestro
bautismo con el Espíritu Santo, cambiándonos a criaturas nuevas, nacidas del
Espíritu (Romanos 5:5; 6:3; 8:9; 1 Corintios 12:13; Mateo 3:11; Juan 3:3–7; 2
Corintios 5:17; Gálatas 6:15).
Para explicarlo más detalladamente, el
plan de Dios para la salvación incluye a la vez lo que nosotros tenemos que
hacer y lo que Dios tiene que hacer, así como sigue:
He
aquí la gran superioridad del Nuevo Testamento sobre el Antiguo. En el Antiguo
Testamento el plan de la salvación fue solamente prometido, mirando hacia
delante al sacrificio de Cristo en la cruz. Bajo el Nuevo Testamento
disfrutamos del cumplimiento de las promesas. Ya no tenemos que hacer todos
aquellos sacrificios de animales y las ceremonias del templo que eran sólo
símbolos oscuros de la realidad en Cristo (Hebreos 9:9–15, 22; 10:6–22).
Mientras que el pacto del Antiguo
Testamento fue compuesto de ordenanzas y leyes externas, el pacto del Nuevo
Testamento es implantado en el mismo corazón regenerado por el Espíritu Santo. ¡Este
cumplimiento es lo que el pueblo de Dios en el Antiguo Testamento anticipa y
anhelaba! Como dice la “Confesión
de la fe de Dortrecht” del año 1632:
Y así creemos que el Hijo de Dios
murió para “que por la gracia de Dios gustase la muerte por todos”,
derramando su sangre preciosa. Hirió así la cabeza de la serpiente, destruyendo
las obras del diablo y “anulando el acta de los decretos que había contra
nosotros”. Compró la redención para todo género humano, así llegando
a ser él la fuente de la salvación eterna para todo aquel que, desde los
tiempos de Adán hasta el fin del mundo, haya creído en él y le haya obedecido.
La
salvación —cómo mantenerla: El Nuevo
Testamento está lleno de muchas amonestaciones acerca de los que apostatan de
la fe, pierden su salvación, vuelven al mundo, y renuncian a Cristo. Por lo
tanto, sabemos que no es cierto que los hombres son “una vez salvos, salvos para siempre”.
La palabra de Dios pone condiciones para
permanecer salvos. Nadie que pasa por alto estas condiciones puede mantener su
salvación.
Y aun así, no es cosa de depender de
nuestro propio esfuerzo humano. El libro de Judas, por ejemplo, habla no solamente
de cuántos se apostatan, sino también subraya el plan de Dios para permanecer
fiel.
Notemos:
el equilibrio de los puntos principales de este libro:
(1) Somos guardados
por Dios;
(2) Contendamos ardientemente por la fe;
(3) Nos conservamos
en el amor de Dios, mirando a Cristo;
(4)
¡Dios nos guarda sin caída por su poder! (Judas 1, 3, 21, 24).
¡Cuánta consolación es para el hijo de
Dios la bendición preciosa en Judas 24: “Y a aquel que es poderoso para guardaros sin caída, y
presentaros sin mancha delante de su gloria con gran alegría”.
Ciertamente el Dios que tiene poder para guardarnos sin caída también está
dispuesto a guardarnos, con tal que nosotros estemos dispuestos a ser
guardados. Lo siguiente es una lista de enseñanzas neotestamentarios sobre cómo
mantener la salvación:
1. Cerciórate de que tu salvación esté basada en
Cristo (1 Corintios 3:11).
2. Cerciórate de que no tengas ningún pecado que
no has confesado (1 Juan 1:6–9).
3. Cerciórate de que seas completamente
consagrado (Mateo 13:44–46).
4. Cerciórate de que no estés tratando de servir
a dos señores (Mateo 6:24).
5. Cerciórate de que huyas de las tentaciones en
vez de caer en ellas (1 Corintios 10:13).
6. Depende del poder de Dios para tu
liberación. Ora que te liberte (1 Pedro 2:9).
7. Recuerda que las obras no ganan la salvación,
pero sí resultan de ella (Efesios 2:8–10).
8. Sigue a Cristo, no al mundo (Mateo 4:19; Juan
10:27; Romanos 12:2).
9. Sigue a los
líderes de la iglesia solamente hasta donde ellos siguen a Cristo (1 Corintios
11:1; Hebreos 13:7–8, 17).
10. Recuerda que los
desobedientes pierden la salvación: (Hebreos 5:9).
11. Sé
misericordioso, cariñoso, perdonador, compasivo (Santiago 1:27; Mateo 5:7;
6:14–15; Efesios 4:31–32).
12. Sobre todo lee,
estudia y aliméntate de la palabra de Dios (Santiago 1:22–25; 2 Timoteo 2:15).
“Por lo cual, hermanos, tanto más procurad hacer firme vuestra
vocación y elección; porque haciendo estas cosas, no caeréis jamás” (2 Pedro 1:10).
En este versículo, el apóstol Pedro nos recuerda a todos que la salvación es
condicional, que depende de nuestro rendimiento a Dios. Pero si estamos
dispuestos a ser guardados, él es más que competente para guardarnos de caer.
Pedro habla en los versículos anteriores acerca del crecimiento cristiano, de
cómo la gracia y la paz son multiplicadas y de que Dios nos da dones y
conocimiento. Él habla de cómo estaremos entonces añadiendo más fe, virtud,
conocimiento, dominio propio, paciencia, piedad, afecto fraternal, y amor
mientras crecemos en nuestra vida cristiana.
El cristiano que no está creciendo no
está vivo; el que está muerto no puede guardar la salvación. Tenemos que estar
vivos espiritualmente, creciendo en Cristo y llegando a ser más como él. Si no,
seguramente perderemos la salvación. No hay otra cosa que anublará y destruirá
tu salvación más rápidamente que faltar de entregarte completamente a Cristo.
Recibir la salvación significa ser hecho sano, y tener paz con Dios requiere
que permanezcamos rendidos a la dirección del Espíritu Santo. Él nos guía
mientras crecemos a la estatura de la semejanza de Cristo.
Cuando decimos no a la dirección del
Espíritu Santo en nuestra vida, nos estamos rebelando contra su poder de
guardarnos:
“Y el mismo Dios de paz os santifique por completo; y todo vuestro ser,
espíritu, alma y cuerpo, sea guardado irreprensible para la venida de nuestro
Señor Jesucristo” (1 Tesalonicenses 5:23). La paz y la preservación
dependen del poder de Dios y también de nuestro rendimiento y obediencia a la
obra de su poder.
La
salvación —cómo disfrutarla: En Romanos 14:17
se halla un versículo clave que explica qué significa la vida cristiana: “Porque el
reino de Dios no es comida ni bebida, sino justicia, paz y gozo en el Espíritu
Santo”. En el capítulo donde se encuentra este versículo, el
escritor habla de cómo varios miembros de la iglesia tienden a disputar sobre
diferencias de convicciones en asuntos de poca importancia. El enemigo de
nuestras almas sabe que si él puede lograr que los miembros de la iglesia den
mucho énfasis a asuntos de poca importancia, él puede lograr que se juzguen y
acusen el uno al otro.
Estas personas entonces definen la
salvación según sus ideas insignificantes y según sus preferencias
individuales. Cuestiones tales como qué clase de cosas se debe comer tienen
poco que ver con la vida cristiana. Sabiendo que pueden destruir la iglesia, el
escritor clama angustiado: “No destruyas la obra de Dios por causa de la comida”
(Romanos 14:20). Ciertamente las disputas en la iglesia sobre cuestiones de
detalles diminutos pueden destruir la paz en la hermandad. También pueden
destruir la salvación del individuo si él llega a envolverse tanto en esas
cuestiones fútiles que ya no ve la gran verdad de que la vida cristiana tiene
que ver con justicia, paz, y gozo en el Espíritu Santo.
En nuestro artículo sobre cómo encontrar
la salvación, hablamos de la justicia que nos llega como una dádiva gratuita de
Dios. En la parte sobre cómo guardar la salvación, hablamos de la justicia que
Dios requiere de nosotros; obediencia, rendimiento, amor al prójimo... como
también del poder guardador de Dios.
Ahora
hablemos de cómo disfrutar la salvación. Algunos son tan ignorantes de las
realidades de la vida espiritual en Cristo que tienen la idea de que hay que
estar angustiado para ser piadoso. El Nuevo Testamento utiliza más de cien
veces la palabra gozo y palabras relacionadas (regocijarse, etc.). La
disposición dominante del Nuevo Testamento es la de regocijo en Cristo. Aun
cuando los cristianos fueron perseguidos, ¡se regocijaron de haber sido tenidos por dignos de
padecer! En 1 Timoteo 6:17 se halla un versículo clave que recuerda
a los ricos de no ser altivos, ni poner la esperanza en las riquezas inciertas,
sino más bien a confiar “en el Dios vivo, que nos da todas las cosas en
abundancia para que las disfrutemos”. El pecador tiene solamente los
placeres del pecado que disfrutar, y eso sólo por un tiempo corto antes de que
se vuelvan cenizas.
Pero el cristiano, según lo describe la
palabra de Dios, es uno que se regocija en el Señor siempre (Filipenses 4:4).
El cristiano se regocija aquí en esta vida y, además, por toda la eternidad: “En tu
presencia hay plenitud de gozo; delicias a tu diestra para siempre”
(Salmo 16:11). Consideremos cómo y por qué el cristiano puede disfrutar la
salvación:
Ø La primera razón por la cual el cristiano disfruta
de su salvación en Cristo es porque él tiene la seguridad de que pertenece a
Dios.
La seguridad cristiana es una verdad muy
descuidada en muchas iglesias. ¿Cómo pueden las personas ser dichosas si no
tienen ninguna seguridad, ninguna paz, ninguna confianza, ninguna esperanza?
Muchos están confusos acerca de “la esperanza” del Nuevo Testamento. Creen que
no podemos hacer más que “esperar que seamos cristianos”. La palabra
que usa el griego para decir esperanza significa confianza. Así que el
versículo que dice que fuimos salvos en esperanza (Romanos 8:24) quiere decir
que somos salvos por confianza o fe en las promesas de Dios. Esto se refiere
especialmente a la esperanza de la segunda venida de Cristo y la redención y
resurrección de nuestros cuerpos (Romanos 8:23).
Entonces seremos salvos no sólo del
poder del pecado, sino aun de la misma presencia del pecado. Se refiere a la
segunda venida de nuestro Señor Jesús como “la esperanza bienaventurada” (Tito 2:13). ¡Esto
ciertamente no quiere decir que solamente “esperamos” que él vendrá otra vez!
¡Quiere decir que somos dichosos (bienaventurados) por razón de nuestra
confianza en que él sí vendrá otra vez! La epístola de 1 Juan es una
receta maravillosa para los que carecen de la seguridad de la salvación. Esta
epístola fue escrita para que sepamos que tenemos vida eterna (1 Juan 5:13).
Las palabras “conocer” y “saber” son usadas veintiséis
veces en estos capítulos cortos. Aquí hay solamente unos pocos de los muchos
versículos sobre la seguridad cristiana:
Romanos 8:16; 8:1; 10:9–10; Juan 3:36; 5:24; 6:47; 1 Juan 5:13; 3:14; 5:6,
12, 19; 4:13, 17–18; Juan 10:28–30; 2 Corintios 5:17; 2 Timoteo 1:12; 2 Pedro
1:10; Gálatas 5:22–24. Si tienes problema con la inseguridad, estudia con
oración la primera epístola de Juan. Fue escrita para que nuestro gozo sea
cumplido (1 Juan 1:4). Sin la seguridad de la salvación, no puede haber gozo
verdadero.
Ø La segunda razón por la cual el cristiano disfruta
de su salvación en Cristo es por la victoria cristiana.
¿Qué
queremos decir cuando hablamos de victoria? Aunque el cristiano tendrá su
porción de enfermedad, duelo, persecución, apuros, oposición, desavenencias,
tentaciones, y otras pruebas de la vida, Dios no permitirá que sea tentado más
de lo que pueda resistir, por su gracia. Resistir y vencer en cada tentación —¡eso es victoria!
Estudia 1 Corintios 10:13. Véase también 1 Corintios 15:57. Allí
dice que ni aun la muerte puede robarnos de nuestra victoria en Cristo.
Y 1 Juan 5:4 dice: “Porque todo lo que es nacido de Dios
vence al mundo; y esta es la victoria que ha vencido al mundo, nuestra fe”.
Siguiendo, el escritor dice que es nuestra confianza en Jesucristo que nos trae
su gracia para ganar la victoria. Con esto no estamos diciendo que el cristiano
nunca falla, que nunca se desanima, etc. Pero sí estamos diciendo que hay poder
para conseguir la victoria. Hay poder disponible en Cristo para vencer cada
prueba y tentación de la vida, si tan solamente lo apropiamos.
Aquí hay una
lista de pruebas en que, sin embargo, los cristianos tienen gozo victorioso y
triunfante:
•
¿Hambriento? “El
corazón contento tiene un banquete continuo” (Proverbios 15:15).
• ¿Afligido? “Como entristecidos, mas siempre gozosos”
(2 Corintios 6:10).
• ¿En dificultad? “También nos gloriamos en las
tribulaciones” (Romanos 5:3).
• ¿Faltó la cosecha y hay sequía? “Con todo, yo
me alegraré” (Habacuc 3:17–18).
• ¿Preocupado? “Por nada estéis afanosos [preocupados]” (Filipenses
4:6).
• ¿Culpable? “Ninguna condenación hay para los que están
en Cristo” (Romanos 8:1).
• ¿Desanimado? “Ten ánimo” (Hechos 23:11).
• ¿Tienes enemigos? “En nada intimidados por los que se oponen”
(Filipenses 1:28).
• ¿Temeroso? “El perfecto amor echa fuera el temor”
(1 Juan 4:18).
• ¿Solitario? “Alabando al Señor en vuestros corazones” (Efesios
5:18–20).
• ¿Calumniado? “Bienaventurados... cuando... os vituperen”
(Mateo 5:11).
• ¿Perseguido? “Bienaventurados los que padecen
persecución” (Mateo 5:10).
•
¿Se acerca la muerte? “Estar con Cristo... es muchísimo mejor”
(Filipenses 1:23).
• ¿Tienes que trasladarte? “He aprendido a contentarme, cual-quiera
que sea mi situación” (Filipenses 4:11).
• ¿Débil? “Todo lo puedo en Cristo que me fortalece”
(Filipenses 4:13).
En
resumen:
El cristiano victorioso es uno que
puede, por la gracia de Dios, tomar para sí y creer y vivir la maravillosa
promesa de Cristo: “¡Nadie os quitará vuestro gozo!” (Juan 16:22). Asimismo
el Señor dijo:
“En el mundo tendréis aflicción; pero confiad, ¡yo he vencido al mundo!”
(Juan 16:33). Porque Cristo vive en el creyente, su gozo victorioso nos da
poder:
“Hijitos, vosotros sois de Dios, y los habéis vencido; porque mayor es el que
está en vosotros, que el que está en el mundo” (1 Juan 4:4).
¿Dónde está nuestro gozo?
¿Está en la salud? ¿Está en la riqueza?
¿Está en la comodidad? No, nuestro gozo es victorioso porque está en algo que
el mundo no nos puede robar. Está en Cristo: “¡En quien... os alegráis con gozo inefable y
glorioso!” (1 Pedro 1:8)
¿Por qué?
Por la razón, dice el versículo que
sigue, de haber recibido el fin de nuestra fe, “¡que es la salvación de vuestras almas!”
(1 Pedro 1:9).
Lo que el mundo llama “diversión”
o placer depende de las circunstancias externas. Lo que el cristiano conoce
como gozo depende sólo de una relación espiritual victoriosa con Cristo en el
corazón. Cuando Satanás viene a atacar o a destruir nuestro gozo, le vencemos “por medio de
la sangre del Cordero” y la palabra de nuestro testimonio,
menospreciando nuestras vidas tanto que dejamos de defendernos (Apocalipsis 12:11).
En cambio, vencemos por rendirnos y
dejar que Dios tome posesión de nosotros con su gracia. También dejamos que
Dios nos llene con gozo en el Espíritu Santo. (“El fruto del Espíritu es amor, gozo,
paz...” Gálatas 5:22). Cuando el enemigo de nuestras almas trata de
desanimarnos o hacernos dudar, sólo oramos a Dios para ayuda y los dardos de
fuego rebotaran de nuestro escudo de fe y de nuestro yelmo de la salvación
(Efesios 6:10–17).
Nos
es necesario también la armadura del Espíritu: “¡Orando
en todo tiempo con toda oración y súplica en el Espíritu!” (Efesios 6:18). ¡Nadie puede
mantener y disfrutar la salvación sin tener una vida sumergida en oración!
Recuerda, ¡si no encuentras la salvación en esta
vida, el infierno te espera! Si encuentras la salvación en esta
vida, ¡el
cielo te espera!
Preguntas de estudio:
Para diálogo en la clase y la iglesia:
1. ¿Qué significa la palabra salvación?
2. ¿Quiere decir “la salvación” que “una vez salvo,
salvo para siempre”?
3. ¿Nos salva el bautismo de agua?
4. ¿Habrá otra oportunidad de salvarnos después
de la muerte?
5. Hablen de los seis pasos de la salvación.
6. ¿Qué incluye la conversión?
7. Hablen de “mantener la salvación”, según el libro de
Judas.
8. ¿Cuáles doce cosas podemos hacer para
ayudarnos a mantener la salvación?
9. Hablen de las
dos razones principales por las cuales el cristiano disfruta de la salvación.
10. Hablan del gozo cristiano.
Véase Parte III:
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