Parte I:
La Doctrina
Católica Romana, Frente A La Biblia:
(1 Juan 5:21).
Pastor. Carlos Ramírez Jiménez:
“Hijitos,
guardaos de los ídolos”
(1 Juan 5:21).
Introducción:
La doctrina de la
Iglesia católica, o simplemente la doctrina católica, es el conjunto de todas
las
"verdades de fe" profesadas por la Iglesia católica. Según
el Catecismo de San Pío X, la doctrina católica fue enseñada por Jesucristo
para mostrar a los hombres el camino de la salvación y de la vida eterna. Sus
partes más importantes y necesarias son cuatro: el Credo, el Padre nuestro, los
Diez Mandamientos y los siete sacramentos.[1 2]
Esta Iglesia cristiana basa su doctrina
gradualmente revelada por Dios a través de los tiempos, llegando a su plenitud
y perfección en Jesús, Cristo,[3] que es considerado por los católicos
como el Hijo de Dios, el Mesías y el Salvador del mundo y de la humanidad.[4 5] Pero,
la definición y comprensión de esa doctrina es progresiva, necesitando por eso
del constante estudio y reflexión de la Teología, pero siempre fiel a la
revelación divina y orientada por la Iglesia.[6]
Para los católicos, su fe consiste en su
libre entrega y amor a Dios, dándole "la plena sumisión de su intelecto y de su voluntad
y dando consentimiento voluntario a la revelación hecha por Él".[7] Esa
revelación es transmitida por la Iglesia sobre la forma de Tradición.[8]
La fe en Dios "opera
por la caridad" (Gál. 5:6), por eso la vida de santificación de
un católico lo obliga, además de participar en los sacramentos, a obedecer
la voluntad divina,[9] que debe efectuarse a través de, por
ejemplo, la práctica de las enseñanzas reveladas (que se resumen en los
mandamientos de amor enseñados por Jesús), de las buenas obras y también de las
reglas de vida propuestas por la Iglesia fundada y encabezada por Jesús.[2 10 11
12] Esa entrega a Dios tiene por finalidad y esperanza últimas
su propia salvación[13 14] y la implementación del Reino de
Dios. En ese reino eterno, el mal será inexistente y los hombres salvos y
justos, después de la resurrección de los muertos y el fin del mundo, pasarán a
vivir eternamente en Dios, con Dios y junto a Dios.[15]
Las principales verdades de la fe de la
Iglesia Católica se encuentran expresadas y resumidas en el Credo
Niceno-Constantinopolitano y en variadísimos documentos de la Iglesia, como por
ejemplo en el Catecismo de la Iglesia Católica (CIC) y en el Compendio del
Catecismo de la Iglesia Católica (CCIC).[16 17]
Veremos
los argumentos de la doctrina católica romana, sin son en sí practicados según
la Biblia, o es que solo es un argumento ficticio para sus feligreses y falta a
la verdad en su praxis en poner primero la Palabra de Dios en vez de sus
argumentos del Magisterio Papal y de la
Iglesia Católica Romana como la razón humana, sobre la razón de Dios en su
Palabra la Biblia; para nutrir la vidas diaria de sus devotos, para poder
llevarlos por un buen puerto de la vida eterna o a la condenación eterna por
sus falsas doctrinas. Veremos varios temas sobre sus doctrinas, frente a la Palabra de Dios La Biblia.
___________
[1]
PAPA SAN PÍO X. «Catecismo de São Pio X» (PDF; n. 4 y 10). Diócesis de Braga
(en portugués). Consultado el 3 de junio de 2009.
[2]
«Da Doutrina Cristã - Catecismo de São Pio X» [De la Doctrina Cristiana -
Catecismo de San Pío X]. Sociedad Católica (en portugués). Archivado desde el
original el 3 de diciembre de 2015. Consultado el 3 de junio de 2009.
[3]
IGLESIA CATÓLICA (2000). Compendio del Catecismo de la Iglesia Católica.
Coimbra: Gráfica de Coimbra. pp. N. 8 y 9. ISBN 978-972-603-349-3.
[4]
Ibídem, n. 87
[5]
Ibídem, n. 82
[6]
«DESENVOLVIMENTO e EVOLUÇÃO DO DOGMA» [DESARROLLO y EVOLUCIÓN DEL DOGMA].
Doctrina Católica (en portugués). Consultado el 3 de junio de 2009.
[7]
CONCILIO VATICANO II (1965). Santa Sede, ed. «Dei Verbum» [Del Verbo] (n. 5).
Consultado el 4 de junio de 2009.
[8]
IGLESIA CATÓLICA (2000). Compendio del Catecismo de la Iglesia Católica.
Coimbra: Gráfica de Coimbra. pp. N. 11-13. ISBN 978-972-603-349-3.
[9]
Ibídem, n. 386
[10]
IGLESIA CATÓLICA (2000). Compendio del Catecismo de la Iglesia Católica.
Coimbra: Gráfica de Coimbra. pp. N. 161. ISBN 978-972-603-349-3.
[11]
Ibídem; n. 388
[12]
«La Fe y las Obras». Frente Universitaria Lepanto (en portugués). Consultado el
3 de junio de 2009.
[13]
IGLESIA CATÓLICA (2000). Compendio del Catecismo de la Iglesia Católica.
Coimbra: Gráfica de Coimbra. pp. N. 387. ISBN 978-972-603-349-3.
[14]
Ibídem, n. 428
[15]
Ibídem; n. 216
[16]
MARTHALER (1994). Introducing the Catechism of the Catholic Church, Traditional
Themes and Contemporary Issues [Introducción al Catecismo de la Iglesia
Católica, temas tradicionales y cuestiones Contemporáneas] (en inglés). pp.
prefacio.
[17]
SCHAFF (1910). Creeds of Christendom, With a History and Critical Notes [Credos
de la Cristiandad, Con una historia y Notas Críticas] (en inglés). pp. 24 y 56.
Tema I:
El Dogma
Católico De La Infalibilidad:
El
Romano Pontífice, cuando habla ex cátedra... posee, por la asistencia divina
que le fue
prometida en el bienaventurado Pedro, aquella infalibilidad de la
que el divino Redentor quiso que gozara su Iglesia en la definición de la
doctrina de fe y costumbres. Por esto, dichas definiciones del Romano Pontífice
son en sí mismas, y no por el consentimiento de la Iglesia, irreformables
(Vaticano I, 1870b, Cáp. 4, Inc. 9).
Este es el dogma declarado por el Papa Pío IX y aprobado y definido por el Concilio Vaticano I sobre el magisterio
infalible del obispo de Roma.
Por más de un siglo este dogma ha pesado
grandemente sobre los lomos de muchos católicos, quienes fervientemente han
tratado de armonizar la naturaleza del dogma infalible con las declaraciones,
enseñanzas, y revelaciones de los Papas que vivieron antes y después del
establecimiento de dicho dogma. Lo cierto es que el católico fiel no tiene la
opción de rechazar la doctrina firmemente impuesta por el Vaticano I, ya que
así de firme también es la condenación canónica referente a su rechazo. El canon
amonesta:
De esta manera si alguno, no lo permita
Dios, tiene la temeridad de contradecir nuestra definición: sea anatema
[maldito—MP] (Vaticano I, 1870b, Cáp. 4, Inc. 9, énfasis añadido).
Así que la maldición está fijada sobre
aquellos que rechazan el dogma, y el dogma tiene aprobación conciliar; por
ende, el Papa es infalible. Sin embargo, las definiciones, implicaciones y
aplicaciones del dogma son cuestionables a tal punto que incluso no existe
consenso completo en el cuerpo jerárquico y ordinario de la Iglesia Católica.
1.1. IMPLICACIONES DEL DOGMA:
Para hablar de este dogma polisilábico,
primero debemos conocer ciertos temas relacionados con el mismo. Y, ya que
muchos antagonistas de la infalibilidad han sido catalogados como
desconocedores o manipuladores del concepto e implicaciones del dogma, es mi
propósito aquí usar solo las definiciones y explicaciones sugeridas por los
mismos partidarios de la doctrina postulada por Pío IX.
A diferencia de la idea comúnmente
revendida de que solo el Papa posee infalibilidad, el catolicismo enseña que la
Iglesia Católica, representada totalmente por su cuerpo de obispos, también es
infalible. Es así que el Vaticano II declara:
Aunque cada uno de los Prelados
[obispos—MP] no goce por sí de la prerrogativa de la infalibilidad, sin
embargo, cuando aun estando dispersos por el orbe, pero manteniendo el vínculo
de comunión entre sí y con el sucesor de Pedro, enseñando auténticamente en
materia de fe y costumbres, convienen en que una doctrina ha de ser tenida como
definitiva, en ese caso proponen infaliblemente la doctrina de Cristo (vea
Círculos Teológicos, s.d., énfasis añadido).
Debe aclararse aquí que, según el
catolicismo, la infalibilidad del cuerpo de obispos está subordinada a la
infalibilidad del obispo de Roma, y es él quien da la sentencia final.
Entonces, la tesis del dogma de la infalibilidad puede ser resumida de la
siguiente manera:
La
infalibilidad es asistencia divina para la Iglesia que protege al Papa de todo
error en materias de fe y moral... La infalibilidad solo [se] aplica a los
actos en que el Papa hace uso plenamente de su deber apostólico; cuando define
un dogma en virtud de su suprema autoridad y en su calidad de pastor de la
Iglesia universal. En esos casos habla ex cathedra (vea SCTJM, 1999b, énfasis
añadido).
Ya que la proclamación del dogma ha
dejado a muchos religiosos (incluyendo a los mismos católicos) con un
sentimiento de insatisfacción al no poder concluir racionalmente por sí mismos
cuándo el Papa es infalible o no, el catolicismo ha tenido que proponer las
condiciones en las cuales la infalibilidad puede “funcionar”. Según el Catecismo de la Iglesia Católica,
tres condiciones deben ser reunidas:
(1) El Papa debe
hablar “como
Pastor y Maestro supremo de todos los fieles que confirma en la fe a sus
hermanos”...
(2) El Papa “proclama por
un acto definitivo la doctrina”...
(3) El Papa habla “en cuestiones
de fe y moral” (SCTJM, 1999a, énfasis en original).
Por consiguiente, con esta explicación
más “sistematizada”,
el catolicismo ha “parado” (o, más precisamente, ignorado) las
interminables acusaciones en contra de los Papas del tiempo antiguo y del
moderno. Sin embargo, ¿es la doctrina católica de la infalibilidad papal una
doctrina verdadera? ¿Son consistentes y válidas sus explicaciones “estructuradas”?
¿Debería el cristiano fiel oponerse a esta doctrina romana?
1.2. RAZONES POR LAS CUALES EL DOGMA DE LA
INFALIBILIDAD DEBE SER RECHAZADO:
Es Inconsistente Con la Verdad Bíblica.
El Concilio Vaticano I, en su Pastor
Aeternus, declara sobre el fundamento de la infalibilidad:
Así el Espíritu Santo fue prometido a
los sucesores de Pedro... esta Sede de San Pedro siempre permanece libre de
error alguno, según la divina promesa de nuestro Señor y Salvador al príncipe
de sus discípulos: “Yo he rogado por ti para que tu fe no falle; y cuando hayas
regresado fortalece a tus hermanos” (Vaticano I, 1870b, Cáp. 4,
énfasis añadido).
Así que, de acuerdo a la doctrina
católica, la infalibilidad papal está basada en el hecho de que en Lucas 22:32.
Jesús prometió a Pedro que su “fe”
(i.e., sus declaraciones de las verdades divinas en cuanto a “fe y moral”)
no fallaría. Sin embargo, un análisis breve del texto bíblico y su contexto revela
una conclusión completamente diferente. Considere lo siguiente:
- Primero, la disposición contextual de Lucas
22:32 no establece el fundamento del dogma de la infalibilidad. Es decir, no
existe indicación en el texto bíblico que sugiera un primado Papal o alguna “prerrogativa petrina” especial. El tema discutido en Lucas es la pronta
tentación de los discípulos y exclusivamente la negación de Pedro.
- Segundo, la expresión “Yo he rogado por ti”, no
establece una dignidad especial sobre Pedro y no excluye algún ruego a favor de
los demás discípulos. Juan 17:9-19 clarifica que Jesús no solamente había
rogado al Padre por Pedro, sino también por Sus demás discípulos. La razón por
la cual Jesús hiciera referencia (en Lucas 22) al ruego a favor de Pedro halla
su explicación lógica en el hecho de que Pedro sería uno de los discípulos que
enfrentaría un mayor zarandeo maligno (Lucas 22:31; cf. 22:34,54-62). Jesús, al
señalar a Pedro que Él había rogado por él, le demostraba que era Su deseo su
pronta rehabilitación después de la caída.
- Tercero, cuando Jesús habló de la fe de Pedro,
Él utilizó el término griego pistis, el cual significa “primariamente,
firme persuasión, convicción basada en lo oído” (vea Vine, 1999, p.
374). No existe indicio bíblico en el texto de Lucas que sugiera que la fe de
Pedro deba ser interpretada como sus “declaraciones futuras de las verdades
divinas en cuanto a la fe y la moral”. En cambio, la fe de Pedro puede ser
contrastada con el temor a la muerte que le llevaría a negar a su Señor (Lucas
22:54-61; cf. Marcos 4:35-40). Ciertamente la palabra “fe” enfatiza la fe
subjetiva (confianza en Dios) de Pedro y no su fe objetiva (la revelación de la
verdad).
- Cuarto, cuando Jesús señaló a Pedro que Él
había rogado para que su fe no falle, utilizó el término griego ekleipo
que puede ser traducido como partir, dejar, fallar o faltar (vea Vine, 1999, p.
371). Una traducción más exacta del texto indicaría que la fe de Pedro no
faltaría o desfallecerá. En efecto, la fe (confianza) de Pedro en Jesús sí
falló ya que él le negó (Lucas 22:54-61), pero no faltó o desfalleció ya que él
se arrepintió (Lucas 22:62). Aquellos en el catolicismo que interpretan la fe
de Pedro como su “testimonio infalible de dogmas de fe y moral”, fallan en
considerar que esta fe de Pedro fue probada y reprobada en el patio de Anás.
Por consiguiente, esta fe no puede dar cuenta por alguna supuesta infalibilidad
conferida a Pedro y menos a los obispos romanos.
- Quinto, “cuando regreses” (Lucas 22:32)
denota la realidad trágica de que la fe de Pedro fallaría. El término griego
usado por Cristo para “regresar” es epistrepho que expresa la
idea de convertirse. Pedro debía de regresar de su camino de negación al
arrepentimiento y confesión de Jesús (véase Lacueva, 1984, p. 339, Nota 1). De
hecho, la deslealtad de Pedro hacia su Maestro no puede ser evidencia de alguna
infalibilidad pretrina.
- Por último, el catolicismo también sostiene que
parte de la evidencia del dogma de la infalibilidad papal yace inherentemente
en el texto de Mateo 16:18,19, sin embargo, una exégesis adecuada del texto
demuestra que la reclamación católica es insostenible [para una explicación del
texto de Mateo, vea Pinedo, 2005]. La verdad es que no existe nada en el texto
bíblico completo que establezca el dogma de la infalibilidad.
Es Inconsistente Consigo Mismo.
La infalibilidad papal también debe ser
rechazada porque no puede permanecer consistente con su misma presentación
dogmática. Con esto pretendo decir que el dogma de la infalibilidad es
contradictorio. Bastarán algunos pocos ejemplos para que esto llegue a ser
evidente. En un artículo explicativo acerca de la infalibilidad papal se
encuentra la siguiente declaración:
[...]
el
Concilio Vaticano I no dice directamente que el Papa, cuando define ex cathedra
sobre cuestiones de fe y costumbres, es infalible. Se limita a decir que, en
aquellos casos (y sólo en ellos), el Papa goza de la misma infalibilidad de que
está dotada la Iglesia. Por tanto, no se define la infalibilidad de la Iglesia
a partir de la del Papa, sino la segunda a partir de la primera. Y esto nos
parece que tiene profundo sentido teológico (Logos, 1996, énfasis añadido).
Quizá después de leer la cita anterior
le parezca que las declaraciones con “profundo sentido teológico” son tan “profundas”
que llegan a ser incomprensibles. El catolicismo ahora expone como defensa que
el Vaticano I (concilio que establece la infalibilidad papal) no declara
directamente que el Papa sea infalible en asuntos de fe y moral. Pero si éste
es el caso, la pregunta llega a ser, ¿por qué el catolicismo se ha empeñado por
más de un siglo en imponer una doctrina que incluso no fue declarada “directamente”?
Aunque si se dice que la Iglesia Católica es infalible y esa infalibilidad
también la goza el Papa, ¿no es ésta una operación equivalente de: si A es igual a B, y B es igual a C,
entonces A es igual a C? Y si ésta es la implicación dogmática, ¿qué clase de
defensa “teológica
profunda” es ésta?
Dejemos que el catolicismo siga
explicando sus dogmas. En un artículo bajo el tema “¿Puede el Papa Caer en Error o Herejía?”,
se hace la siguiente conclusión:
Por lo tanto, el Papa puede equivocarse
cuando habla de política, de medicina, de física, de economía, de historia,
etc. En todo menos en asuntos religiosos. Pero incluso también puede errar en
asuntos religiosos, si habla de ellos en charlas de sobremesa, o en un paseo
con amigos, o discutiendo privadamente de religión. E incluso cuando habla como
Fulano de Tal y expone sus propias teorías personales, aunque fuera en un libro
de venta pública puede equivocarse (vea Cristiandad, 2005, énfasis añadido).
Es interesante notar el concepto que
este partidario del catolicismo tiene acerca de “en todo menos”. Si el Papa
puede “incluso también” errar en
asuntos religiosos, ¿se puede decir que puede errar “en todo menos” en asuntos
religiosos? Si el Espíritu Santo asiste al Papa como asistió a Pedro y a los
demás apóstoles del primer siglo, ¿por qué mientras que a ellos el Espíritu
Santo nunca les abandonó, al Papa el Espíritu le abandona cuando no está en su
trono, su concilio, o usando su título de Pontífice? Lo cierto es que no existe
analogía bíblica para el dogma de la infalibilidad como presentado por el
catolicismo. Jesús no solo habló infaliblemente cuando apeló a la autoridad del
Padre (Juan 7:16-18), sino también en Sus conversaciones privadas (Juan 4) o en
Sus paseos con amigos (Lucas 24:13-32). El Espíritu Santo guió a los discípulos
a toda la verdad, no a parte de ella (Juan 16:13). La Biblia es inerrante
cuando habla de asuntos religiosos y seculares; la Biblia no contiene trigo y
cizaña; toda la Escritura es inspirada por Dios (2 Timoteo 3:16).
Abordando la realidad ineludible de
herejía pontificia, una página Web de apologética católica declara acerca del
Papa:
Y si es hereje, por lo
menos no va a declarar sus herejías como parte de la doctrina del magisterio,
es decir, cosas a las que estamos obligados a creer y a observar. Esto el
Espíritu Santo nunca lo ha permitido (vea Apologética, s.d., énfasis
añadido).
Es decir, el Papa puede caer en herejía
e incluso enseñarla, pero en su herejía (ya que según el catolicismo no lo
declara ex cátedra), no debe ser obedecido. Esto, desde luego, origina el
problema de investigar cuándo o no el Papa habla infaliblemente y debe o no ser
obedecido. Irónicamente también se declara:
La obediencia al Sumo
Pontífice no debe limitarse a cuando habla ex cathedra. Tampoco se pueden
rechazar los decretos disciplinares del Papa con el pretexto que no han sido
promulgados ex cathedra (SCTJM, 1999b, énfasis añadido).
No obstante, si el Papa es infalible
pero también falible en asuntos religiosos, y los católicos están llamados a
obedecerlo en lo uno y en lo otro, ¿no representa esto un peligro para el
corazón de las muchas doctrinas católicas? Lo cierto es que el catolicismo no
puede enseñar y defender la infalibilidad papal como lo hace y permanecer
consistente.
Es
Inconsistente Con su Aplicación
El Catolicismo Declara:
Los
posesores de la infalibilidad son:
(a)
el
Papa (el Papa es infalible cuando habla ex cathedra),
(b) el Episcopado
entero (la totalidad de obispos es infalible cuando proponen una enseñanza de
fe o de moral para creencia de todos los fieles, ya sea reunidos en un concilio
general o esparcidos por toda la tierra) [vea Pivarunas, 1996, énfasis
añadido].
Por tanto, se puede decir que la “infalibilidad” alcanza su grado
supremo en los concilios ecuménicos, donde el Papa, juntamente con el cuerpo de
obispos, da su sello de aprobación a los dogmas de fe que el catolicismo debe
acatar. Adicionalmente el catolicismo confirma:
Sí, es verdad que ciertos
papas han contradicho a otros papas, en sus opiniones privadas o en lo que
respecta a normas disciplinarias; pero nunca ha habido un Papa que oficialmente
contradijera lo que un Papa anterior enseñara oficialmente en materia de fe y
moral. Lo mismo puede ser dicho de los concilios ecuménicos, que también
enseñan con infalibilidad. No ha habido un concilio ecuménico que contradijera
la enseñanza de un concilio ecuménico anterior en lo que toca a fe y moral (Keating, s.d.,
énfasis añadido).
La
defensa católica puede ser resumida como sigue: el Papa puede
ser hereje pero no enseñará herejía oficialmente; y los concilios, los cuales
presuntamente emplean infalibilidad, nunca se contradicen entre sí. Pero ¿será
verdadera esta reclamación enfática? ¿Qué dicen los concilios que enseñan con “infalibilidad”? Bastarán algunos
ejemplos para llegar a la conclusión que los concilios ecuménicos, en su
aplicación de su supuesta infalibilidad, fracasan completamente.
El Concilio Vaticano I, en su
constitución dogmática Filius-Dei sobre la fe católica, expresa lo siguiente:
El abandono y rechazo de
la religión cristiana, así como la negación de Dios y su Cristo, ha sumergido
la mente de muchos en el abismo del panteísmo, materialismo y ateísmo, de modo
que están luchando por la negación de la naturaleza racional misma, de toda
norma sobre lo correcto y justo ... Por lo tanto nosotros, siguiendo los pasos
de nuestros predecesores, en conformidad con nuestro supremo oficio apostólico,
nunca hemos dejado de enseñar y defender la verdad católica, así como de
condenar las doctrinas erradas (Vaticano I, 1870a, Int., énfasis
añadido).
No obstante, mientras el Vaticano I
condena las doctrinas erradas tales como la negación de Cristo, el Vaticano II
declara:
La Iglesia mira también con aprecio a los musulmanes que
adoran al único Dios, viviente y subsistente, misericordioso y todo poderoso,
Creador del cielo y de la tierra... Veneran a Jesús como profeta, aunque no lo
reconocen como Dios
(Nostra Aetate, 1965, Inc. 3, énfasis añadido).
Pero si los musulmanes no reconocen a
Jesús como el Mesías profetizado (es decir, el Cristo), ¿no sería esto una
negación de Cristo, y no sería esto la herejía condenada por el Vaticano I? ¡Indudablemente!
El
Vaticano I, en su sentencia canónica sobre la revelación escrita, declara:
“Si alguno no recibiere
como sagrados y canónicos todos los libros de la Sagrada Escritura con todas
sus partes, tal como los enumeró el Concilio de Trento, o negare que ellos sean
divinamente inspirados: sea anatema” (Vaticano I, 1870a, énfasis añadido).
Sin embargo, el Vaticano II, hablando del hinduismo,
budismo y de otras religiones que desechan mucho de la Sagrada Escritura
canónica, declara que éstas... se esfuerzan por responder de varias maneras a
la inquietud del corazón humano, proponiendo caminos, es decir, doctrinas,
normas de vida y ritos sagrados... La Iglesia católica no rechaza nada de lo
que en estas religiones hay de santo y verdadero. Considera con sincero respeto
los modos de obrar y de vivir, los preceptos y doctrinas que, por más que
discrepen en mucho de lo que ella profesa y enseña, no pocas veces reflejan un
destello de aquella Verdad que ilumina a todos los hombres (Nostra Aetate,
1965, Inc. 2, énfasis añadido).
Acerca de la perpetuidad del primado
petrino sobre los pontífices romanos, el Vaticano I, en su Pastor Aeternus,
condena:
Por lo tanto, si alguno
dijere que no es por institución del mismo Cristo el Señor, es decir por
derecho divino, que el bienaventurado Pedro tenga perpetuos sucesores en su
primado sobre toda la Iglesia, o que el Romano Pontífice no es el sucesor del
bienaventurado Pedro en este mismo primado: sea anatema (Vaticano I,
1870b, Cáp. 2, Inc. 5, énfasis añadido).
No
Obstante, El Vaticano II reivindica:
La Iglesia se siente unida por varios vínculos con todos
los que se honran con el nombre de cristianos, por estar bautizados, aunque no
profesan íntegramente la fe, o no conservan la unidad de comunión bajo el
Sucesor de Pedro [es decir, no aceptan la jerarquía papal—MP]. Pues conservan
la Sagrada Escritura como norma de fe y de vida, y manifiestan celo apostólico,
creen con amor en Dios Padre todopoderoso, y en el hijo de Dios Salvador, están
marcados con el bautismo, con el que se unen a Cristo (Lumen Gentium,
1964, Cáp. 2, Inc., 15, énfasis añadido).
Ahora el Vaticano II ha llegado a unir a
Cristo a los mismos que, por no aceptar la jerarquía petrina, fueron
condenados por el Vaticano I como anatemas. La verdad debe ser dicha, el
Concilio Vaticano I, que supuestamente enseñó con infalibilidad, no puede
convivir con el nuevo Concilio Vaticano II que supuestamente también hace uso
de la misma infalibilidad.
Existen muchas otras contradicciones
conciliares que pudieran ser añadidas si el espacio lo permitiera, pero las
presentadas en este artículo son suficientes como para hacer una conclusión
definitiva: el dogma católico de la
infalibilidad papal no es consistente con la verdad. El Concilio Vaticano II
convocado por Juan XXIII se opone intensamente al Concilio Vaticano I convocado
por Pío IX (el padre del dogma de la infalibilidad). Por otra parte, solo
existe una verdad infalible—la Palabra de Dios (Juan 17:17). Es a esta verdad a
la cual debemos llegar para alcanzar la salvación de nuestras almas y guardarnos
del error y la apostasía. Al final, cuando nuestro Salvador regrese en las
nubes para dar recompensa y castigo en un juicio universal, no serán las
palabras y concilios falibles de los hombres, sino la Palabra de Dios la que
será abierta, y el Señor dará entonces la sentencia “canónica”.
___________
REFERENCIAS:
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(sine data), Reflexiones en Torno a la Infalibilidad de la Iglesia [En-línea],
URL: http://apologetica.org/infalibilidad.htm.
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http://es.catholic.net/conocetufe/358/1780/articulo.php?id=3324.
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http://www.conoze.com/doc.php?doc=967.
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Aetate (1965), Declaración Sobre las Relaciones de la Iglesia Con las
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-Pinedo, Moisés (2005), The Pope, the Papacy, and the
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-SCTJM
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http://www.mercaba.org/CONCILIOS/Vat-i-2.htm.
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Exhaustivo, (Colombia, Editorial Caribe, Inc.).
-Moisés
Pinedo. © 2005 Apologetics Press, Inc.
Véase Parte II:
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